INTELECTUALES AMERICANOS EXALTAN LA LENGUA ESPAÑOLA «LA DIVERSIDAD LINGÜÍSTICA Y EL FUTURO DEL ESPAÑOL EN EL MULTILATERALISMO»

Varios directores de Academias de la Lengua Española en América participaron, con otros intelectuales hispanoamericanos, en un diálogo sobre “La diversidad lingüística y el futuro del español en el multilateralismo”, en un coloquio convocado por el embajador Guillermo Fernández de Soto, representante permanente de Colombia ante las Naciones Unidas en Nueva York y presidente del Grupo Amigos del Español en Naciones Unidas, quien también fungió como moderador de ese panel virtual, en el que hablaron don Santiago Kalinovsky, director del Departamento de Investigación Lingüística y Filológica de la Academia Argentina de Letras; don Richard Bueno, director del Instituto Cervantes en Nueva York; don Marco Martos Carrera, director de la Academia Peruana de la Lengua; doña Carmen Millán de Benavides, directora del Instituto Caro y Cuervo, de Colombia; y don Bruno Rosario Candelier, director de la Academia Dominicana de la Lengua. La invitación fue extendida «a los directores de Academias de la Lengua representadas en dicha reunión, igualmente a sectores académicos y culturales, y otros intelectuales interesados en la materia». Con un agradecimiento especial hacemos mención del señor embajador Juan José Portorreal, representante permanente de la República Dominicana en las Naciones Unidas, con cuya asistencia afable ha sido posible realizar la presente reseña del susodicho evento, celebrado el 30 de noviembre de 2021.

 

Ponencia de doña Carmen Millán de Benavides, del Instituto Caro y Cuervo: 

«Gracias, don Santiago, sus planteamientos a mí me parecen muy interesantes, y yo retomo en el 2% de las palabras que tenemos localmente y en el 98 que nos comunican. Quisiera señalar, después de hablar de la variedad lingüística que hay en Colombia y de las dificultades que enfrentamos con lenguas que están, muchas de ellas, en peligro de supervivencia, que recientemente hicimos un trabajo con el último hablante de la lengua tinigua, y lenguas que ya aprendimos, que no se dicen, que son muertas, y que en los recientes movimientos de la calle y demás pudimos ver, es parte de la adopción de una identidad negada desde la oficialidad, desde los grupos que dominan territorialmente; es la reindigenización de la gente joven que quiere aprender las lenguas originarias, entrar en leguas profundamente llenas de sentido para este tiempo que nos corre. Es un poco al margen, se puede decir, como comentario de pie de página de lo que acaba de ocurrir.

Acudimos a ese 98%, a ese caudal de palabras que tenemos comunes. Pero, pues, “las cosas se parecen mucho en lo que se diferencian”, decía por ahí un libro sobre tango que compiló Ernesto Sábato, hace tiempo. Las palabras propias y las palabras locales son registros en diferentes formas del empleo de una lengua, sea en los medios de comunicación, sea en el aula de clases, sea en el registro escrito, sea en el registro científico. Y estábamos hablando de la gran preocupación para una institución como esta (que es una pequeña universidad, destinada a trabajo que tiene que ver con la lingüística, con la literatura, con el mundo editorial, con la enseñanza del español como segunda lengua y como lengua extranjera y de la escritura creativa, que son los cinco programas que hay acá), la preocupación que es la carencia de un espacio científico y técnico para el español en el mundo, para tener presencia en el mundo de las revistas y en el mundo de la bibliometría indexada, mediante la cual aparecen nuestros artículos (o creemos nosotros), para la comunidad científica; aunque quienes trabajamos en otras formas de apropiación social del conocimiento, bien sabemos que los paradigmas bibliométricos que nos imponen el inglés, y que niegan el castellano —o el español, como le decimos nosotros—, son esos paradigmas bibliométricos, y que finalmente la aspiración a publicar en inglés, en Journals, es algo un poco triste, en el sentido de que el público de los Journals, lo conforman nuestros padres, que se sienten orgullosos de ver ahí, y los de la comunidad científica, que son unos diez (de los cuales diez, cinco son amigos nuestros que nos van a citar y cinco son enemigos) que, al citarnos, también nos dan visibilidad en los paradigmas bibliométricos.

Hay que replantearse el buscar ese espacio científico del español sin hacer investigación valiosa en español. Y esa es una de las cosas que toca regresar para revisar las cifras en las que nos hablan de Colombia como segundo país hablante del español, Estado Unidos como el futuro mayor hablante del español, las cifras de las economías, de los países que manejan el español, etcétera, y regresar a lo que los otros nos llamaban “la cosa en sí”, y “las cosas en sí” son las palabras que usamos. Y las palabras que estamos usando son las que provocan una empresa del espíritu, una empresa lingüística que es el viaje al patrimonio lingüístico de Colombia, que es el Diccionario de colombianismos.

Y les quiero contar un poco cómo es que ocurre que hay diccionarios del español hablado en México, del español hablado en Argentina, y este Diccionario de colombianismos es el diccionario del español que se habla en Colombia, con todos sus contactos lingüísticos y demás. El Diccionario se nutre de los aprendizajes, que se remontan a la creación misma del Instituto (que va a cumplir 80 años), a su larga tradición lexicográfica, que se inicia con la publicación del Diccionario de construcción y régimen de la lengua castellana, de Rufino José Cuervo, un diccionario que le dio al Instituto Caro y Cuervo el Premio Príncipe de Asturias en 1999. Don Rufino dejó destinada en su empresa lexicográfica, enorme cantidad de fichas y demás, pero solo alcanzó a publicar de su Diccionario en París, hasta la letra D. Este Instituto fue creado para recoger todo el trabajo lexicográfico y darle culminación a ese Diccionario, que para García Márquez es la gran novela de las palabras. Ese es su Diccionario de construcción y régimen. Es el diccionario de autoridades de una persona que mantuvo una polémica con Juan Valera, pensando en que el español, con las variedades en que nosotros lo hablamos por acá, se iba acabar e íbamos a terminar como el latín, saliendo del gran árbol y volviéndonos ininteligibles los unos a los otros. Ese miedo del siglo XIX, de los primeros años de las Independencias, un miedo compartido por Andrés Bello, por Cuervo en parte, y discutido con Valera, es un miedo superado ya, para nosotros los que hablamos por acá; pero entre las personas que no trabajan en estas corrientes, es un miedo que pervive, pero no por la variedad del español, sino por las que llaman “contaminaciones”. Y por eso insistía en la cifra del 2% de las palabras (que son distintas del 98% que queremos siempre utilizar), de ese 2% que va variando porque va siendo lengua de tribu humana o va siendo lengua de momento o va a ser lengua que se pone en boga desde las redes sociales, y aparece y desaparece, como las redes sociales y los pajaritos en twitter y todas estas cosas, con una memoria de corta duración.

Estamos, entonces, trabajando en diccionarios que recogen un momento de la lengua, un momento que puede ser estelar, no lo sabemos; un momento que recoge registros de la lengua, soportes que no existen más, como por ejemplo las cartas, un género como el género epistolar, que ha visto desaparecer las formas que le daban sustento, tan importante en el mundo diplomático, como han sido las cartas. Se presentan cartas credenciales, se contesta mediante cartas, se usa todavía la retórica del “arcitáminis” que nos dejaron los latinos. Y siempre tenemos estas fórmulas retóricas para un soporte que ya está reducido en el correo electrónico a muy pocas fórmulas remanentes; quizás “cordialmente” al final, sea lo que queda, pero ya, nada más.

Todas esas cosas, los cortes de las palabras, las contaminaciones, lo que tenemos en común y lo que tenemos en diverso son las preocupaciones del español que nosotros hablamos para comunicarnos, para entendernos entre nosotros como acto comunicativo; de las redes o de bronca o de comunicación de ideas altísimas, de gran calado, o con fórmulas del afecto cotidiano y fórmulas a las que debimos acudir durante todo este tiempo de encierro, que regresaron. Regresaron las fórmulas amorosas, de recuperar palabras de amor que teníamos guardadas y que nosotros hemos llamado en el Instituto “Palabras de reencuentro”, que estamos buscando; palabras que volvimos a sacar del baúl de los recuerdos, de las palabras que teníamos pegadas en nuestro cuerpo, que hacen parte de las geografías del desarraigo que ha vivido la sociedad colombiana.

Hemos propuesto un español que está figurado a partir de otro instrumento muy poderoso del Instituto que es el Atlas lingüístico y etnográfico de Colombia (ALEC), donde uno puede abrir un mapa y torrencialmente podemos ver cómo se dice “niño” en Colombia (en las diferentes regiones de Colombia); cómo se dice “llover” en Colombia, Todo ese español. Pero si se abre el ALEX vamos a encontrar todo el léxico que tiene que ver, y que tuvimos que desenterrar, para conversar en el mismo lugar de la pandemia. Esas son las reflexiones que nos están ocupando.

El español en las Naciones Unidas es un español del registro del 98% de las palabras comunes. Pero yo creo que el embajador invitó al Caro y Cuervo, y no a la Academia Colombiana de la Lengua, para hablar de las palabras que nos son diversas, que nos distinguen. Él nos invitó a hablar del 2% y yo agradecí su invitación para proponerles el juego delicioso de la traducción simultánea entre nosotros, hispanoamericanos, que nos entendemos y que trabajamos a pesar de todo.

Yo quisiera recorrer solamente tres subtítulos de este volumen: lo diverso, creo que dice más que lo que yo trato de convencer, aunque estoy intentando no hablar “cositas” para no tener pies de páginas en una comunicación oral. 1. “Palabra nacional de Chile”, ese es el ensayo con el que contribuye una gran escritora que es Carla Wesenvai. 2. “¿Cómo se perjumó el español con el nicaragüense?”, escribe alguien desde España; “Tópicos dialectales del equívoco, la sorpresa, el milagro y la fascinación en México”; “Pocas, pero sabrosas”, lo que yo cité de Vale Sigelmo; “Testimonios dialectales en torno al tabú, entre agravios y jolgorios”. 3. “Enfogonada”, un ensayo que llega de Puerto Rico. Y leo estos ejemplos para decirles que estamos en un registro hablando en las Naciones Unidas, y en medio de esta conversación, y de pronto aparece la presencia destructiva de un lenguaje que, al interrumpir, se comprende en todos los lenguajes: ¿Qué tienen esas imágenes? ¿Qué poder tienen para entrar en los no lugares y provocar toda esa angustia que provoca no poder comunicarnos, pero a la vez poder afirmar con alegría que los que estamos aquí, estamos usando el 2% y el 98% para sonreír, para alegrarnos y podernos comunicar entre todos nosotros.

Les agradezco y los felicito y espero que puedan leer nuestro Diccionario de colombianismos, un libro que yo recomiendo para la mesita de noche, que es el lugar no negociable de nuestras lecturas; nosotros que leemos porque nos toca, casi todo el tiempo, y que cuando queremos leer lo que queremos leer, podemos abrir un diccionario en la mesita de noche y encontrar una palabra bella, que a mí me gusta porque me recuerda mi abuela, la palabra “zumbambico”. “Zumbambicos” son los que nos intervinieron acá, molestando, haciéndole de chinches, saltando de una página para otra, no quedándose quietos. Hablemos, entonces, con las palabras del 98% y gocémonos en el 2%. Y yo sé que en los pasillos de las Naciones Unidas se habla con el 2% y en el momento de la lengua oficial, de las seis lenguas oficiales que se hablan en Naciones Unidas y que se documenta en los diferentes documentos, se trabaja con el 98%, y así nos va. Gracias».

   Las palabras del señor Embajador, don Guillermo Fernández Soto, conjugó el esparcimiento de las esplendorosas pronunciadas por la distinguida expositora: «Carmen, muchas gracias, usted ha sido un bálsamo para todos nosotros, en estos momentos, porque, en el caso mío, me puse un poquito nervioso, pero usted quiso cerrar esta página y ya la olvidé. Le agradezco, infinitamente, sus palabras. Y de nuevo, su presencia hoy nos estimula, y como usted muy bien terminó, nos da mucha alegría».

 

El doctor Richard Bueno, director del Instituto Cervantes en Nueva York:  

«Señor embajador, muchísimas gracias por la invitación, y enhorabuena por la iniciativa. Estoy contento de que me esté convirtiendo en asiduo, porque es la segunda vez que participo, lo cual me llena de placer y de regocijo. También veo a mis colegas de la Misión de España, saludos a todos, y, por supuesto, a los participantes. Yo estoy muy contento por todo lo que estoy oyendo, porque me gusta utilizar siempre un tono muy positivo cuando hablo del español.  El español, realmente, goza de unas características que son absolutamente espectaculares, comparadas con cualquier otra de lo que se llama “las raras lenguas”. Pero dentro de la caracterización de “grandes lenguas”, que, como se sabe, hay una serie de indicadores que se utilizan para ello, el español está muy bien posicionado. Entonces, no solo por lo que. En términos lingüísticos, evidentemente, no es lo que se valora cien por cien para catalogarlo, sino toda su cultura, el hecho de que se habla un idioma homogéneo, un importante grado de nivelación y poco riesgo de fragmentación, etcétera. También es una lengua de cultura, en primer orden (ahí entran muchas de las cosas que estábamos hablando), no solo la cultura, digamos, literaria, histórica, geográfica, cinematográfica, sino las culturas que se han ido transmitiendo desde generaciones, desde muchos años y que perviven hoy en diferentes zonas de la geografía del español y de diferente manera; se van transmitiendo de generación en generación, y perviven, sea en el 98% o sea en el 2%. Pero el español es una lengua internacional, eso es muy importante porque, realmente, es lo que hace que acreciente ese valor, ese gusto, esa devoción que hay en muchas partes del planeta por lo que significa el español, el castellano, como lo quieran llamar, eso es una cuestión simplemente de opción personal y que en algunas personas tiene un significado muy importante. Yo, por ejemplo, me crie en España y aprendí el español o castellano. Para mí es lo mismo, es decir, simplemente es una idea, un concepto de cultura y lengua, y cariño y amor, que siento por lo que representa ese concepto. El español es una lengua compacta, geográficamente muy compacta, y aunque parece que ese es un trato que tiene poca relevancia, es muy importante, porque la comunicatividad que existe entre toda la geografía en español es muy fuerte en ciertas partes del mundo. Y es bastante importante, muy importante en otras partes, donde, por ejemplo, está Beneston, la Unión Europea. En el Continente Americano hay una gran concentración de países hispanohablantes, y eso, aunque a los lingüistas no nos guste escucharlo, eso acrecienta mucho el valor económico del español. Yo sé que hay mucha gente que se echa a temblar cuando empezamos a hablar de economía y de cuestiones de estadísticas, al hablar de la lengua, pero van unidas, básicamente. Otra característica del español es su índice de comunicabilidad muy alto —es ese 98 al que se refería Carmen—, y un índice de diversidad mínimo bajo. La diversidad es enorme, pero entre los hablantes es fácil la comunicación. Yo estoy comparándonos con las otras grandes lenguas que no tienen todo ese bagaje cultural o histórico detrás, o esa inmensa variedad, un número de variedades que le aporta esa riqueza. Había unos grandes eslóganes: “La unidad de la diversidad” o “La diversidad de la unidad”; ambas son absolutamente fundamentales, pero yo creo que, cuando hablamos, como bien dice el título del coloquio de hoy: “La diversidad lingüística y el futuro del español en el multilateralismo”, el futuro del español, realmente, se puede ejemplificar en una frase que se atribuye a Plinio el Viejo que es: “Cada uno es hacedor de su propia fortuna”. Entonces, depende, realmente, de nosotros.

Yo creo que toda la comunidad hispanohablante tiene una gran fortuna de tener gente tan importante —como todos nosotros, como todos ustedes—, defendiendo con pasión al español, y en instituciones con un bagaje importante y también una voz importante, para hacer llegar a todos los rincones del mundo la importancia y la valía del español. Creo que con acciones culturales o lingüísticas conjuntas es la única manera de llegar al multilingüismo y al multilateralismo y que se nos vea como una gran potencia lingüística. Es decir, como nos vemos nosotros es como nos ven los demás. Y ahí es donde está la importancia: cómo nos ven los demás. Realmente, para poder tener unos criterios que sean fácilmente transmitibles al resto de las demás lenguas, tenemos que estar pensando en esa lengua conjunta y haciendo uso de todas las variedades con la riqueza que se comporta. En el Instituto Cervantes somos unos jovencitos que cumplimos 30 años. Yo sé que las grandes instituciones como la Alianza Francesa, que nació en 1800, tienen una gran historia. Nosotros somos más jovencitos, pero hemos hecho muchísimo todos estos años, sobre todo aprendiendo, desde el primer momento, que es fundamental, ir todos de la mano. Es decir, los grandes proyectos que han tenido más renombre para el Instituto Cervantes han sido los que tienen carácter internacional, como, por ejemplo, la recientemente creada Red Canoa. Evidentemente, la primera palabra que ha cruzado el charco para llegar al Diccionario español, del taíno, pues ha sido la que ha nombrado ese gran proyecto cultural de internacionalización de los proyectos culturales de toda la comunidad hispanohablante: “canoa”. —Carmen, te acordarás cuando estábamos en Madrid, cuando yo estaba en la Dirección Académica, trabajábamos mano a mano con los compañeros de México, de la ONAM, del Instituto Mexicano Caro y Cuervo…, y toda esta unión hacía una fuerza enorme a la hora de hacer los proyectos. Ahí presentasteis, creo recordar, el Diccionario de colombianismos, y traías con gran cariño ese chocolate elaborado por las comunidades indígenas, que representaba, más que una barra de chocolate, era un poco esa pasión que cada uno de los países tenía hacia sus culturas indígenas y autóctonas—. Por lo tanto, apoyar la unidad, sin descuidar la variedad, es lo fundamental para este tipo de misiones. Nosotros, en el Instituto Cervantes (ahora mismo estoy en Nueva York), muchas de las grandes actividades que realizamos se establecen en conjunto con las instituciones internacionales del mundo hispánico y, por supuesto, los consulados generales de los diferentes países iberoamericanos. Nuestro proyecto, la Tribuna Iberoamericana, por ejemplo, en cada uno de los países tiene su voz y su representación. O el Congreso de “Lengua e identidad, variación lingüística e igualdad social”, también cuenta con la participación de los diferentes países, porque, realmente, nosotros necesitamos ser vistos como uno global, con un sinfín de variedades que enriquece esa unidad. Pero, seríamos una piña más que unas uvas, aunque en el fondo sepamos que cada uno somos una uva dentro de un gran racimo.

Yo simplemente quiero mencionar y añadir algo a lo que se estaba diciendo antes, que, a pesar de que tenemos todas o algunas cualidades como hablantes de la misma lengua, sí que hay unos retos que es evidente que tenemos que afrontar; todos vienen relacionados con el aumento del índice del desarrollo humano de todos los países hispanohablantes: 1. Concienciar a la población sobre el valor de su identidad y su cultura. 2. Aumentar los índices de producción científica para poder igualarnos a las tres grandes lenguas, que estarían posicionadas, según los indicadores, por encima del español. 3. Aumentar los índices de publicaciones en español, incluso cuestiones como registros de patentes. Por ejemplo, el uso del español en Internet, la producción de contenidos en español y la presencia en plataformas digitales o la representación de los organismos oficiales del español, como una de las lenguas a tener en cuenta. Yo creo que tenemos todas las bases y todos los ingredientes para poder conseguir lo que queremos y simplemente tenemos que recordar la frase de “Cada uno es hacedor de su propia fortuna”. Muchas gracias por la invitación y estamos aquí dispuestos a conversar con nuestros queridos colegas, a los que saludo, a todos, aquí».

 

Guillermo Fernández Soto: Muchas gracias al doctor Bueno, siempre es ¡muy bueno! Escucharlo. Usted ha sido muy claro y es una persona que tiene un enorme concepto de lo que significa el español para todos nosotros; yo quiero agradecer que, aquí, desde muy cerca, nos esté acompañando. Y vamos a seguir en ese contacto a través de este grupo, que es un grupo realmente interesado en los temas del español y, sobre todo, en lo que usted señala: en la necesidad de pensar en el futuro, cómo podemos contribuir de una manera en que se puedan ver los resultados que usted bien señalaba: la producción de nuevos textos o más publicaciones en español; en fin, tantas cosas que hoy en día la tecnología nos ofrece para difundir aún más nuestro español, que, como usted dice, es una de esas cosas positivas que hay en el mundo. Muchas gracias, doctor Bueno.

 

Don Marco Martos Carrera, director de la Academia Peruana de la Lengua:

«En primer lugar, quiero agradecer la iniciativa de la delegación de Colombia, y a usted mismo, señor embajador, por esta actividad en defensa del español, que, por lo visto, ya lleva un buen tiempo. Yo quería empezar subrayando mi conciencia, digamos, en el plano teórico, con lo expresado por el delegado de Argentina, profesor Kalinovsky, al comienzo, que podría resumirse en que todas las variantes del español son buenas, que no hay español malo, que el español de una comunidad es tan bueno como el de otra, y que no hay que pensar que hay un paralelo, un lugar por el que pasa la verdad del español. El español pasa por sus 500 millones de hablantes. Pero al mismo tiempo quiero matizar un poco lo que él ha dicho, subrayando la importancia del encuentro del español con las lenguas originarias en los pueblos de América, que no han hecho sino enriquecer al español con un lenguaje, con una cantidad de vocablos muy importante en cada uno de los países. También dijo que solamente dos países, México y Argentina, que tienen diccionarios de uso del español contemporáneo. Yo quisiera matizar eso diciendo que hay otros países en los que, si bien no hay un diccionario de uso del español (que son casi todos), en todos estos países hay diccionarios de peruanismos, de chilenismos, de dominicanismos, de palabras del Uruguay, del Ecuador, etc. Y podría citar algunos, por ejemplo. Aquí tengo el Diccionario del español de Nicaragua, de Francisco Arellano, exdirector de la Academia de Nicaragua, que ha consignado vocablos del español de Nicaragua diferentes a “mesa” o “lápiz”, claro. Pero así también nosotros tenemos en el Perú el Diccionario de peruanismos, en Chile el de chilenismos, en Ecuador está la contribución de Joaquín Córdova. Yo diría que, en todos los países, o en casi todos, hay estos diccionarios que, de pronto, recolectan el 2% de las palabras, que son muy útiles.

Entonces, hay una actitud, digamos, bastante antigua, de defensa del español americano y esa actitud tiene nombres y apellidos. Caro y Cuervo serían dos ejemplos colombianos, Andrés Bello en Venezuela, y Ricardo Palma en el Perú (que tuvo una controversia en 1892 con los académicos españoles, precisamente por la inclusión de vocablos originarios en América en el Diccionario, que, en ese momento, era de la Real Academia). Y justo es decir que España ha ido modificando, con el paso del tiempo, su actitud, a tal punto que, el Diccionario de la lengua española ahora lo hacen los 23 países que conforman el mundo panhispánico. Es una cosa que quiero subrayar. Y la otra es que, por iniciativa de un mexicano —para mí, ejemplar—, como fuera el presidente de México, en 1951, Miguel Alemán, se creó la Asociación de Academias de la Lengua Española (ASALE), que tiene una importancia muy grande, que nadie hubiera soñado en el siglo XIX ni al comienzo del siglo XX. ASALE es el hilo académico que une a nuestros países a través de sus Academias, y marcha, digamos, sin controversias dentro y resolviendo cosas; y también ha publicado un Diccionario de americanismos, en 2010, y el DEL, que ahora está esperando una reedición con mayor trabajo conjunto. Esto no excluye, de ninguna manera, lo que ha dicho el profesor Kalinovsky: la necesidad de hacer trabajos específicos en cada uno de los países para defender el uso del español en nuestras comunidades; para dar, digamos, dignidad, a cada uno de los países; para que la gente sienta orgullo de hablar el español en la medida que aprendió de sus padres; y que eso sea importante en Santiago de Chile, como en México o en Bogotá y todos nuestros países. Yo diría que ese es el principal aporte.

Y quería destacar también algo que tiene que ver con el manejo del español. Y me refiero ahora al crítico y poeta peruano Roberto Fernández Retamar, quien publicó, primero, un artículo en 1969, titulado “Calibán” (que después se transformó en libro), mencionando los grados de manejo del español, históricamente, por nuestros pueblos. Los primeros nacidos en nuestro Continente que hablaron el español, lo hablaron con una lengua extraña, con una lengua de uso, impuesta y que necesitaban expresarse en ella. Y el ejemplo para esto, en el caso peruano, no es el Inca Garcilaso, que manejaba el idioma como el propio Cervantes —con gran soltura y precisión—, sino en su forma de hablarla, que hablaba un castellano muy mezclado con el quechua y, digamos que, no es propuesto como un modelo en ese momento. Pero sí es un modelo de actitud, de una persona que trata de expresarse y que reclama el derecho de los nacidos en este Continente, de los derechos sociales ante el rey Felipe, en su momento. Pero Fernández Retamar dice que hay un segundo momento en el que los hablantes tienen ya un manejo sobrio, preciso (todavía no artístico), digamos, en líneas generales, que ya no lo sienten como un idioma adversario, un idioma enemigo. Y hay un tercer momento —según el propio Fernández Retamar—, en el que ya hay grandes cuotas de dominio del idioma español y ese momento se alcanza, precisamente, a través de los escritores de primer rango.

España demoró ocho o diez siglos en tener un Cervantes. Nosotros hemos demorado cinco siglos en tener un César Vallejo, un Gabriel García Márquez, un Mario Vargas Llosa, un Octavio Paz. Yo diría que, estos escritores, estos cuatro o cinco escritores que he mencionado, a los que habría que añadir a Juan Rulfo, probablemente, y a José María Arguedas, son prototipos del manejo fluido y artístico del idioma español y lo hemos alcanzado en América, de los que nos podemos sentir muy orgullosos. Muchísimas gracias. Saludos para todos ustedes».

—Guillermo Fernández Soto: Yo quiero recordarles a todas las personas que nos acompañan en el día de hoy, que el doctor Marco es un gran poeta peruano. Yo había pensado pedirle que nos contara de esa historia, pero tenemos que dejarlo para otra oportunidad. Quiero reconocer su trayectoria y su destacada vida dedicada a la poesía. Es un orgullo para América Latina. Muchas gracias por acompañarnos, doctor Martos.

—Doctor Marco Martos: Muchas gracias por esas estimulantes palabras.

—Guillermo Fernández Soto: Quiero darle la palabra al embajador alterno de la República Dominicana, Juan José Portorreal, quien va a hacer una presentación del doctor Bruno Rosario Candelier, director de la Academia Dominicana de la Lengua.

Como lo indicó el señor embajador Guillermo Fernández Soto, moderador de la excelsa sesión virtual entre los intelectuales, la presentación del doctor Bruno Rosario Candelier estuvo a cargo del señor embajador Juan José Portorreal: «Muy buenos días, estimado embajador Guillermo Fernández Soto; con usted a todo el equipo de la Misión de Colombia. Buenos Días, representantes permanentes, distinguidos expositores, colegas diplomáticos, y todos ustedes que se encuentran asistiendo a este conversatorio, amantes interesados en esta hermosa y rica lengua como lo es la española, la que hace posible que nos estemos comunicando en el día de hoy. Es de gran honor para la Misión Permanente de la República Dominicana ante las Naciones Unidas, contar con la presencia virtual, como expositor de una de las más grandes figuras de la lengua y las letras dominicanas, del filólogo, crítico literario, ensayista, novelista y promotor cultural, doctor Bruno Rosario Candelier.

El doctor Rosario Candelier es licenciado en Educación por la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra, institución a la cual pertenece y en la cual ha dejado un enorme legado magisterial; y es también doctor en Filología Hispánica por la Universidad Complutense de Madrid. Tiene otros estudios y diplomas de Periodismo, Filología Española e investigador lingüístico, así como profesor de Lengua y Literatura. Es director de la Academia Dominicana de la Lengua, miembro correspondiente de la Real Academia Española, y de las Academias Norteamericana, Filipinas, Hondureña, Nicaragüense y Puertorriqueña de la Lengua Española. Asimismo, presidente del Ateneo Insular y creador del Movimiento Interiorista. Digirió el suplemento cultural Coloquio del periódico El Siglo, de Santo Domingo. Coordinó el sector cultural como subsecretario de Educación y fue director general de Bellas Artes. Ha participado como ponente en congresos internacionales de academias, universidades y ateneos en los Estados Unidos e Iberoamérica; y jurado en certámenes literarios nacionales e internacionales, como el Premio Cervantes de España.  Por su intensa labor cultural y extenso trabajo literario, ensayos y novelas, con más de sesenta libros publicados, ha recibido diversos galardones en el extranjero y en la República Dominicana obtuvo en 1988, por Tendencias de la novela dominicana, el Premio Nacional de Ensayo; y en el 2008 el Premio Nacional de Literatura. Señoras y señores, ante ustedes el doctor Bruno Rosario Candelier».

 

Palabras de don Bruno Rosario Candelier, director de la Academia Dominicana

«Deseo iniciar mis palabras con una salutación especial al señor embajador dominicano, don Juan Portorreal, y a los demás embajadores presentes en este acto tan significativo para la valoración de la lengua española en el mundo. Quiero felicitar a los organizadores de este evento por la importancia lingüística que tiene y, desde luego, agradecer esta invitación que nos honra, en representación de la Academia Dominicana de la Lengua. Quiero también resaltar la brillante participación de los ponentes que me han precedido en el uso de la palabra, y, al comentar lo que voy a decir, constituye una ratificación de algunos de los conceptos que en esta sesión se han expresado sobre la lengua española.

En primer lugar quiero subrayar que todas las variantes idiomáticas del mundo hispánico son válidas, y esa es una actitud que se aprecia en el mismo seno de la Real Academia Española, donde he tenido la oportunidad de participar en reuniones académicas, y allí se ha subrayado la importancia de todas la variedades idiomáticas del español en América y en las demás regiones del mundo donde se habla español, y, desde luego, eso significa que cada uno de nuestros países, tanto de América como de Europa, Asia y África, donde hay países que hablan la lengua española, sus variantes idiomáticas tienen la misma categoría en términos lingüísticos. Eso, naturalmente, es algo que debemos celebrarlo, compartirlo y promocionarlo por la virtualidad expresiva de su lenguaje, por el aporte intelectual, estético y espiritual que hacen cada uno de nuestros hablantes, y, sobre todo, por la importancia que tienen esas variedades en sus respectivas regiones y comunidades.

Desde el principio de esta sesión, dos ponentes subrayaron la existencia de diccionarios del español de México y de Argentina. Yo estimo que esos dos ilustres representantes de sus respectivas academias tendrían que haber hablado de la existencia de diccionarios del español americano desde México hasta la Argentina. ¿Por qué? Porque todos nuestros países tienen diccionarios de sus respectivas variantes idiomáticas. Por ejemplo, en la República Dominicana contamos con el Diccionario del español dominicano; pero lo mismo se puede decir de Puerto Rico, Honduras, Nicaragua, Colombia, Chile, etc. En fin, de todos nuestros países hispanoparlantes. Ese hecho, naturalmente, enriquece nuestra lengua con el caudal léxico de las respectivas comunidades de hablantes de nuestra América y del mundo hispánico. De manera que ese 2% de que se ha hablado es altamente importante porque esa cantidad de vocablos de nuestra habla es lo que nos da la especificidad idiomática de naciones con autonomía y con propiedad lingüística.

Desde luego, hay que subrayar que la instancia de la lengua general es la determinante en el español de todos los hablantes del mundo hispánico, y, además de la lengua general, existen las lenguas regionales y las lenguas locales, y todas son válidas con sus rasgos fonéticos, léxicos y semánticos. El hecho de que haya aquí representantes de tantos países, a través de las Naciones Unidas, indica, y de alguna manera avala, la categoría de nuestra lengua. Todas nuestras variantes tienen facetas lexicográficas muy importantes, tan abundantes que sería tedioso tener que leer cada uno de los diccionarios de sus respectivos países; pero cada uno de esos diccionarios avala el perfil lingüístico de una comunidad determinada, lo mismo si ese hablante es de Cholula, en México, o de San Pedro Sula, en Honduras, o de Moca en la República Dominicana. Es decir, todas las regiones y todos nuestros hablantes tienen una singular categoría por su identidad idiomática en atención a la propiedad lingüística que poseen y como testimonio también de su talento creador; porque un aspecto muy importante para nosotros los estudiosos de nuestra lengua y para los buenos hablantes del español es el hecho de la herencia que recibimos con este hermoso idioma que hablamos, como es la lengua española, pero antes de estudiar y valorar la dimensión lexicográfica, gramatical y ortográfica de la lengua española, recibimos el don del Logos, el Logos de la conciencia, que fue el antiguo pensador presocrático Heráclito de Éfeso el primero que concibió la palabra Logos para testimoniar esa grandiosa dotación que nos distingue y enaltece a todos los hablantes en todas las lenguas del mundo porque se trata del valioso don divino que recibimos después del don de la vida quienes tenemos la categoría biológica y espiritual de la condición humana.

Pues bien, nosotros tenemos un grandioso patrimonio lingüístico en América en virtud de la existencia de la lengua general y de las lenguas locales de las variantes idiomáticas. Como hablantes tenemos el conocimiento de la lengua general y en virtud de ese conocimiento nos podemos entender y comunicarnos con todos los hablantes de todas las regiones idiomáticas del mundo hispánico. Pero también tenemos una riqueza idiomática particular, es decir, el léxico propio de cada una de esas variantes de nuestros países que le dan una singularidad a la forma de hablar y que, naturalmente, hemos de conocer y estudiar si queremos tener un mayor dominio, porque si un chileno pronuncia la palabra “guagüita”, el concepto al que alude no lo van a entender todos los hablantes del español en el mundo. ¿Por qué? Porque “guagua” en República Dominicana es el ‘vehículo que ofrece un servicio público’, pero para un chileno es un ‘bebé’. Eso quiere decir que, al estudiar las variedades regionales, tenemos que conocer el sentido de sus creaciones léxicas y semánticas para entendernos mejor. Pero, gracias a Dios y gracias a la cantidad mayoritaria del léxico general, es decir, por el ya mencionado 98% de la lengua general, podemos comunicarnos y entendernos todos los hablantes de las diversas comunidades del mundo hispánico. Y es la lengua general la que se ha internacionalizado gracias a los medios de comunicación y especialmente gracias a la obra de los escritores, porque, justamente, son los escritores, y sobre todo los narradores de Hispanoamérica, los grandes novelistas de Hispanoamérica, quienes le dieron el impulso a la lengua española para su internacionalización. De tal manera, que ya la lengua española se ha convertido en la segunda lengua más estudiada en el mundo, después del inglés, y eso es un logro muy valioso y muy honroso para nuestro idioma porque la lengua española y su literatura se estudia y se lee en todos los países del mundo, y eso, naturalmente, debe enorgullecernos a nosotros como hablantes de esta hermosa lengua que heredamos de Castilla.

Desde luego, si pensamos en América, existen lo que se llama los americanismos. Y entonces, en virtud de la existencia de los americanismos, podemos hablar de la existencia de términos léxicos y variantes semánticas en el español de América. El americanismo léxico es la palabra creada por los hablantes americanos con una forma expresiva diferente de las demás formas léxicas de la lengua general. Y el americanismo semántico es la palabra de la lengua española que en nuestros países tiene un significado peculiar y diferente. Entonces, ese aspecto es parte de la riqueza de las variantes americanas de la lengua española. Pero ante esa realidad, ante la riqueza del español en América y también de las demás regiones del mundo donde se habla la lengua española, existe la particularidad de que, actualmente, tiene mucha importancia lo que se ha dado en llamar panhispanismo. Y esa vocación panhispánica es una manera de hermanarnos a todos los hablantes de la lengua española, justamente, para fortalecer esa herencia que compartimos los usuarios del español en cualquier parte del mundo hispánico. En efecto, el español que se habla en las Naciones Unidas, desde luego, es el español general, que es la dimensión de nuestra lengua que fortalecemos cada vez que participamos en una conferencia, en un evento académico como este, cada vez que hablamos en público o que publicamos un artículo o un libro, es decir, siempre que entramos en comunicación con hablantes de otros países y siempre que queremos testimoniar el nivel culto de nuestra lengua (porque cuando hablamos ante un público no usamos el nivel coloquial o peculiar con el que nos comunicamos cuando hablamos familiarmente con nuestros amigos y relacionados), y, sobre todo, cuando lo hacemos desde un escenario, en el que debemos comunicar una idea, un concepto, o cuando damos una charla o coloquio público, o cuando nos expresamos o nos comunicamos con el propósito de dar una conferencia, una disertación o la participación en un panel, como este en el que estamos participando, usamos la lengua general.

En definitiva, quiero subrayar es el hecho de que el futuro del español está asegurado, seguirá creciendo y potenciándose por el impacto que ha tenido a lo largo de las últimas décadas; seguirá creciendo por el impacto de las obras de nuestros escritores (obras ejemplares en su mayoría), y por suerte, la mayoría de los países del mundo hispánico tienen eminentes cultores de la lengua española que la enriquecen y prestigian por su talento y su creatividad, por el aporte intelectual, estético y espiritual con que canalizan el uso de la palabra en una obra de su creatividad. Y es, justamente, lo que acabo de subrayar, el uso de la palabra y el arte de la creación verbal, lo que nos enaltece a nosotros como hablantes que heredamos el legado de Miguel de Cervantes, de san Juan de la Cruz y santa Teresa de Jesús, y el de los grandes escritores que nos han enriquecido con sus obras y han contribuido a que fortalezcamos esta herencia hispánica que compartimos. Un escritor, por ejemplo, como el dominicano Pedro Henríquez Ureña, que enseñó en México, en Cuba y en la Argentina, que estudió en los Estados Unidos de América y en España, que participó en tantos escenarios internacionales, es un ejemplo del fecundo panhispanismo y del aporte edificante y luminoso que tantos escritores han realizado y han enaltecido la lengua española con el uso ejemplar de la palabra, justamente por esa virtualidad discursiva, expresiva y activa que contiene el poder creador de la lengua y que forma parte de este encuentro que en ese momento comparten tantos intelectuales, como embajadores, académicos y escritores de distintas regiones de nuestro mundo hispánico.  Sigamos, entonces, hacia adelante y sigamos fortaleciendo esa hermosa herencia que nos enaltece como hablantes de esta hermosa lengua de Castilla y de cada una de nuestras variantes idiomáticas en todo el mundo hispánico».

 

Conversatorio final de la sesión  

—Guillermo Fernández Soto: Muchísimas gracias, doctor Bruno Rosario Candelier, por su intervención, nos llena de esperanza y, como usted muy bien lo señala en dos frases: lo primero que decía es que el español tiene futuro, no hay duda de ello, la prueba está en esos 500 millones de hablantes que hoy hay en el mundo y, sobre todo, en los estudios que se siguen haciendo en muchos lugares para aprender el español. Sin duda el impacto de los escritores, el impacto de ustedes, que trabajan día a día en la preservación del enriquecimiento del español, que ustedes puedan expresar lo que significa el español y cómo debemos protegerlo. Ese legado constituye uno de los fines de estos encuentros.

 

—Del chat (leídas por el señor Embajador): Me parece que esta es una pregunta que concluye muy bien y que nos permite mirar esta parte del diálogo. Lamentablemente por razones de tiempo no podemos tener un diálogo interactivo más intenso, como querríamos; pero no se preocupen que los vamos a volver a molestar, como decimos en Colombia): «Cuando pensamos en diccionarios pensamos en definiciones de palabras. Pero ¿qué tal si pensamos en historias detrás de las palabras, historias que nos cuentan las palabras, por ejemplo, una palabra del 2% por ciento que aprendieron los interlocutores cuando eran jóvenes y que cuenten la historia detrás, como la de la palabra “zumbambico”, de la directora del Instituto Caro y Cuervo? ¿Qué anécdotas o historias de palabras podrían compartirnos los asistentes para fortalecer la relación entre los hablantes del español?». Yo quiero pedirle al profesor Alejando Bureba, que iba a coordinar esta última parte, si él nos puede hablar brevemente (lamentablemente, porque esto da una cantidad de parahistorias), de este concepto. Y también, para finalizar: ¿Cómo podríamos nosotros contribuir a la divulgación del español de una manera más activa? Doctor Alejandro, la palabra es suya, le ruego tomar en cuenta el tiempo. Y al doctor Bruno Rosario Candelier agradecerle de nuevo su valiosa intervención.

 

—Alejandro Bureba: Embajador, invitados, a todos los conferencistas, muchísimas gracias por darme la oportunidad de cerrar este evento. Efectivamente, habría hecho dos preguntas. Sé que el tiempo apremia y yo voy a ir muy rápido. Yo voy a tratar de contextualizar por qué esa pregunta. Llevamos ya varios años con el Instituto Caro y Cuervo presentando el Diccionario de colombianismos, justamente, y retomo las palabras del doctor Kalinovsky, no como un diccionario integral sino como un Diccionario de colombianismos. Y, efectivamente, sería interesante volver sobre ese concepto, pero es el diccionario que nos presenta las palabras específicas de Colombia. Y acá, justamente en un evento que hicimos, una de las personas se nos acercó al final y nos dijo: «Es muy interesante que ustedes nos hablen de definiciones y que nos digan, tal vez, cómo hay que hablar. Pero ¿qué pasa con todas las historias que conocemos detrás de las palabras y que nosotros aprendemos las palabras a través de esas historias?

Y les voy a dar solo dos ejemplos para cerrar: el primero, seguramente ya lo conocen, es la historia de la palabra «belladona» («beladona», que utilizamos también en español). Y esto nos devuelve hasta la Italia del siglo XVII, cuando se organizaban esos bailes, esas fiestas, y que las mujeres utilizaban la sustancia de la belladona —como se llamaba la atropina— en su forma líquida, para ponerse dos gotas en los ojos. ¿Por qué lo hacían? Porque la pupila dilatada de la mujer era considerada como una característica que le daba belleza en la Italia del siglo XVII. Solo la palabra «belladona» en ese sentido nos cuenta una historia muy interesante detrás; no es una historia etimológica, es decir, no nos cuenta la raíz de la palabra necesariamente, sino que nos cuenta cómo llegamos a esa palabra. Y ahora un ejemplo personal —y me permito aquí entrar en un colombianismo y compartirlo con ustedes—. Es la palabra «galear». Cuando yo era pequeño, mi abuela me decía que yo era un «galeador», es decir, que no paraba de comer todo el tiempo. Yo no entendía y ella me decía «Usted es muy galeador» y yo pensaba que ella me estaba diciendo que yo era muy bonito, o algo por el estilo, porque yo no la entendía nada y yo seguía comiendo. Hasta que un día alguien me explicó que «galear» significaba ‘comer por fuera de las horas de la comida’, de la mañana, del mediodía y de la noche. Y en ese sentido entendí lo que mi abuela estaba tratando de decirme, pero solamente hasta ese momento. Y la palabra «galear», cada vez que la escucho, me hace pensar en mi abuela, me hace pensar en la vida de mi abuela, me hace pensar en la vida de las personas que utilizaban esa palabra. Por eso planteaba la pregunta. Efectivamente las definiciones son muy importantes, la lexicografía es importante; pero también en términos de la divulgación y de la exploración del lenguaje sería interesante pensar en esas historias que podemos compartir, de manera informal, con otras personas, con las palabras que nosotros hemos aprendido del español. Y es muchísimo más interesante cuando lo hacemos con personas que hablan español de otros países.

Efectivamente, retomo un poco lo que se ha dicho en toda la discusión: no hay un solo buen español que se hable; cada español tiene su picante. Y eso es lo interesante, por eso tenemos personas que vienen de otros países, no hispanohablantes, a aprender en cada uno de los países: Colombia, Argentina, República Dominicana, Cuba. Tenemos todos los países, tenemos diferentes españoles y eso es lo que nos hace ricos; eso es lo que nos hace interesantes. No hay una sola manera de hablar bien el español. Y, de hecho, eso es lo que hace que las cosas se vuelvan más interesantes cuando pensamos en la divulgación, que era la segunda pregunta que yo hacía. Efectivamente, en un contexto académico, los artículos académicos son muy importantes. Y tratar de hablar de investigaciones en español y en inglés, quizás a veces sea muy complicado.

¿Qué otra manera de divulgar tenemos? Hoy en día, gracias a la tecnología, tenemos muchas propuestas diferentes: tenemos, desde España hasta el fondo de Latinoamérica, muchísimos atlas lingüísticos que se han publicado a nivel digital, que nos permiten descubrir la variedad del español, de maneras distintas, sin pensar en definiciones. Por supuesto, como soy colombiano, me permito hablar del Atlas lingüístico-etnográfico de Colombia, que se puede visitar en línea. Pero no solamente: tenemos el ALPI, que es el Atlas lingüístico de la Península Ibérica, tenemos el Atlas de Chile. Tenemos muchísimos atlas que hoy en día están tratando de acercarse a esa forma de multilingüismo a través de las nuevas tecnologías. Solamente quería terminar con eso. Fue un honor poder participar con ustedes. Muchísimas gracias por darme la oportunidad de cerrar esta charla. Hemos aprendido muchísimo y creo que el multilingüismo fortalecerá, de diferentes maneras, el multilateralismo a través de las estrategias que se han presentado hoy en día. Les agradezco la oportunidad.

 

—Guillermo Fernández Soto: Muchas gracias, Alejandro, me encanta ver que las nuevas generaciones se preocupan por el español. Para nosotros aquí en Naciones Unidas el tema de los jóvenes comprometidos con temas como este, realmente, es un elemento que nos cohesiona y que nos apasiona, por el significado que tiene, y por el significado, especialmente, que tiene en temas como proteger y lograr que el español siga siendo uno de los idiomas importantes, como ya lo es en las Naciones Unidas. Gracias, Alejandro, y sigue con esas inquietudes que nos alegran muchísimo.  

En el cierre formal del diálogo, el señor embajador Guillermo Fernández Soto expresó: «Para concluir, yo quisiera comentarles que nuestro propósito es recoger un informe de los principales elementos que aquí hoy se analizaron y se discutieron. Yo quiero agradecerles a todos los expositores, porque la verdad que uno se va muy contento, alegre, se va satisfecho. Ha sido, realmente, una mañana maravillosa llena de aprendizajes. Lo digo a título personal, pero estoy seguro de que todos los que estamos aquí lo comparten plenamente y además un orgullo muy grande contar con latinoamericanos como ustedes, preocupados por preservar esa hermosa raíz que nos une, que es la lengua española. De manera que los felicito, les agradezco nuevamente y admiro todo lo que ustedes hacen, porque, efectivamente, el español tiene futuro, sobre todo cuando existen personas como ustedes, que así lo hacen todos los días y que comparten para que el idioma español se recoja en esos dos grandes conceptos: en el del 98% y en el del 2%; porque yo comparto esa idea. Y nada más hermoso que incorporar en nuestra propia lengua todas las variantes que puedan existir en nuestra región. Les reitero el agradecimiento a todos los expositores por su paciencia y su presencia en el día de hoy. A los colegas que me acompañan aquí, expresarles mi agradecimiento. A todos los otros colegas, que estoy seguro están atentos a esta discusión, decirles que les llegará el libro. Aquí vamos a repartir algunos, a los otros se los haremos llegar. Saludo a Carmen por este regalo tan especial, como el primer regalo de Navidad. Y por supuesto recibirán el informe para que podamos compartirlo. Hasta aquí llego. Si no hay algo más, podemos dar por levantada la sesión. La verdad: ha sido un enorme gusto y me siento muy feliz de haber podido presidir, hoy día, este encuentro tan hermoso con todos ustedes.

 

(Reporte de Miguelina Medina para la Academia Dominicana de la Lengua.

Video: Grupo de Amigos del Español.mp4)

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