Número / numerito, enfogonarse, pavita

Por Roberto E. Guzmán

NÚMERO – NUMERITO

“… pero después de un tiempo los participantes vuelven a una rutina y uno se cansa de siempre los mismos NUMERITOS…”.

Hay números y numeritos. Los hay que no llevan cifras en sí. Algunos números aluden a

parecidos con el signo al mencionarlo. Más abajo se escribirá sobre algunos de ellos. Algunos números son internacionales; otros son conocidos en áreas más restringidas.

Hay números dominicanos que no se conocen en otras hablas, ni siquiera en hablas americanas.

Ejemplo de un número dominicano con apellido es el famoso “número quebrado” conocido en lotería. Es el número cuya cifra o cifras centrales son ceros. Esto es, si tiene tres cifras, el cero ocupa el lugar de las decenas, si tiene cuatro, el cero ocupa el lugar de las decenas o las centenas, o ambos a la vez.

El número que se anunció al principio y del cual se adelantó que no es signo es el que significa o puede sustituirse por “posición”. Este número dominicano no se refiere al lugar ordinal en una serie.

El número a que se ha aludido más arriba es el que se hace, ejecuta o efectúa durante el sexo o los instantes que preceden el coito u otras actividades a que se entregan los participantes a este tipo de actividad.

En otras oportunidades se ha resaltado la fecundidad y dinámica de la creación del hablante en materia de sexualidad. Esto es natural si se piensa que la sexualidad ocupa un lugar preponderante en el disfrute de la vida. De la importancia de esta actividad en la vida social puede deducirse que en este aspecto el lenguaje está al servicio del hecho social.

Algo que corre parejo con la práctica sexual es el disfraz con que se arropan los nombres de las posiciones que se adoptan o los nombres que se asignan a las prácticas sexuales. Esta conducta obedece a las normas morales (¿?) que impone un segmento de la sociedad.

Estos “números” o “numeritos” del español dominicano son los nombres que se destinan a enmascarar las actividades sexuales que se practican en la intimidad, casi siempre en pareja.

Algunas de estas voces tienen una connotación festiva, pero otras son para tomarlas muy en serio. Una de que ya casi no se oye mencionar es el otrora famoso salto del tigre. Otra que tuvo su apogeo en fecha más reciente que la anterior es la del gaveteo. De la misma época de la última fue la de la carretilla. Una forma de excitar un hombre a una mujer es dando brocha. Esta locución verbal consta en el Diccionario del español dominicano (2013:107), “Frotar el pene contra los genitales de una persona”.

Hay posiciones internacionales que se reconocen por la referencia al número elegido para mentarla, que tiene relación con la postura que adoptan los involucrados, ejemplo de esto es el famoso sesenta y nueve. Este número denomina el contacto buco genital simultáneo en una pareja. Cuando el hablante pone en palabras las situaciones, hace lo que Julio Cortázar llamaba nombrar para apresar; esto es, aprehender la idea en el acto.

La voz número generalmente refiere a la actividad de lo que se presume de conocimiento general; numerito, a su vez, es aquella que se sale de la rutina a la que se entregan las personas con una buena dosis de creatividad y variedad.

 

ENFOGONARSE

“Más allá de los apagones que han ENFOGONADO a la población pobre. . .”

Con respecto del verbo enfogonarse es fácil deducir que se relaciona estrechamente con la palabra fogón. El fogón es el lugar del calor, de la candela. Los recursos modernos han desplazado el fogón de algunas cocinas, pero la imagen sobrevive con nostalgia en la mente del dominicano.

El verbo enfogonarse tiene relación indirecta con el verbo dominicano descalentarse. Ese verbo dominicano aparece escrito con esa letra ese /s/ trabada entre la primera vocal y la consonante siguiente, pero en el habla cotidiana no se pronuncia, sino que se dice y oye decalentarse. La acepción más socorrida para este verbo es “enojarse mucho”. Como puede observarse por la composición de este verbo dominicano, aquí aparece el calor -calentarse- del fogón.

El verbo del título -enfogonarse- es ponerse como un fogón. Subirle al sujeto la temperatura corporal producto del enojo.

Conforme con los resultados de la búsqueda con relación a este verbo del título este apareció en Puerto Rico antes que en República Dominicana. El Tesoro del español de Puerto Rico documenta el uso en el año 1936. Después de ese año permaneció en el uso y fue recogido en los repertorios de lexicografía puertorriqueña.

Quien escribe estas reflexiones se atreve a expresar que el verbo llegó a conocimiento del hablante de español dominicano con posterioridad al año 1961.  Con anterioridad a esa fecha no se usaba en el habla de los dominicanos el verbo en cuestión. Al caer la dictadura de Trujillo, los viajes de los dominicanos se incrementaron al levantarse las restricciones para conseguir pasaportes. Esto avivó el intercambio entre los dos pueblos antillanos, puertorriqueños y dominicanos. Al calor de ese trato, entre otras cosas, se adoptó esa voz en el léxico dominicano.

La documentación que trae el Diccionario del español dominicano (2013:286) en la literatura dominicana para enfogonarse data del año 2011. Antes de ese año la única mención que se ha encontrado en los diccionarios diferenciales de español dominicano corresponde al Diccionario de dominicanismos (2002:85), donde se asienta que es de uso en Puerto Rico y la acepción asignada es, “Encolerizarse, enfurecerse, enojarse”.

En la hora presente el verbo del título pertenece a las dos hablas mencionadas, pues los dominicanos lo han adoptado como suyo.

 

PAVITA

“… muchos se echan una PAVITA al medio día…”.

El pavo se presume que no debe faltar en la mesa de Navidad de una familia pudiente. Aunque parezca raro, en el pasado en Europa los pobres en la época navideña comían ganso. Luego de la producción industrial del pavo y la congelación de este, el pavo se ha hecho asequible a los presupuestos de muchas familias.

El pavo, el animal, es oriundo de México, por lo que en tiempo pasado se conoció con el nombre de “pavo de Indias”. Estas Indias se refiere adonde llegó Colón en el año 1492. Los españoles llevaron el pavo a Europa en el siglo XVI.

En México se le conoce este animal con el nombre guajolote, nombre que alude a su tamaño y forma. Hay que tener en cuenta que la palabra ha pasado a la lengua moderna para comunicar el mensaje de “tonto, bobo”. Guajolote proviene de huey-xololt. La última palabra significa también “bufón, chistoso”. Diccionario de aztequismos (1978:80).

En inglés se nombró este animal turkey, pues el pavo llegó a Inglaterra en el año 1540 desde Madagascar, vía Turquía. Cincuenta años después de su introducción en Europa ya el pavo formaba parte de las festividades navideñas.

La hembra del pavo es la pava y al animal juvenil se designa pavito, pavita, según su sexo. Hay quienes aseguran que en Cuba y República Dominicana se conoce esta gallinácea con el nombre guanajo. La última palabra en el español de esos dos países significa, dicho de una persona, “tonta, boba”. Al pavo se atribuye ser un animal poco inteligente por la tendencia que manifiesta a huir en pánico cuando se le inquieta.

En el español dominicano el nombre pavo, va, transmite la idea de “adolescente”. El femenino pava se usa también para un sombrero de ala ancha y copa baja hecho de fibra vegetal. La pavita de la cita al principio de esta sección corresponde a “siesta breve”. La pava menciona en el habla dominicana la siesta o sueño breve. “Echar una pavita” es dar una dormidita, echarse a descansar.

El nombre pava ha dado origen a varias locuciones en el español dominicano, “ya la pava no pone donde ponía”, que indica que las cosas han cambiado. “Fuñir la pava”, es molestar o importunar con insistencia. “Echar una pava” es dormitar.

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