PEDRO HENRÍQUEZ UREÑA: «SEIS ENSAYOS EN BUSCA DE NUESTRA EXPRESIÓN»
Clásicos ASALE~9
Coordinación de D. Francisco Javier Pérez
Prólogo de D. Bruno Rosario Candelier
La Asociación de Academias de la Lengua Española editó en Madrid, el pasado año 2020, dos de los seis ensayos contenidos en la obra del dominicano y «humanista de América», Pedro Henríquez Ureña titulada Seis ensayos en busca de nuestra expresión, bajo la coordinación de D. Francisco Javier Pérez, con un estudio prologal de D. Bruno Rosario Candelier. La misma se encuentra dentro de la colección Clásicos ASALE~9 y son dos piezas escogidas, representativas de la susodicha obra de Henríquez Ureña.
«Hemos seleccionado los dos primeros textos del libro Seis ensayos en busca de nuestra expresión, titulados “El descontento y la promesa” y “Caminos de nuestra historia literaria”, para constituir la presente edición. Las piezas seleccionadas se han reproducido siguiendo la edición de 1928, a cargo de la editorial Babel (Buenos Aires, Argentina)», dice la Nota Editorial.
«Pedro Henríquez Ureña es un paradigma del intelectual consagrado al estudio de las letras hispanoamericanas», BRC
Al iniciar su discurso prologal, Bruno Rosario Candelier, director de la Academia Dominicana de la Lengua, señaló que «Pedro Henríquez Ureña es un paradigma del intelectual consagrado al estudio de las letras hispanoamericanas». Explicó que «Producto de una corriente cultural que anhelaba el desarrollo de la propia identidad histórica, social y cultural en su expresión intelectual y estética, una forma de anhelar la independencia no solo política, sino filosófica y literaria según la aspiración de los intelectuales y escritores de la América española, en Seis ensayos en busca de nuestra expresión, el escritor dominicano encauzó ese anhelo de los escritores americanos para alcanzar la propia voz como signo y cauce de una sentida apelación creadora en el uso de la lengua y el cultivo de las letras».
«Humanista entusiasta y fecundo, Pedro Henríquez Ureña escribió numerosas obras inspiradas en el genio de nuestra lengua —expuso Rosario Candelier—. Cultor apasionado de la palabra, intérprete eminente de la literatura hispanoamericana, ensayista prolífico y profundo, se dedicó al estudio de nuestra lengua y la interpretación de nuestras letras con una consagración ejemplar. Publicó una veintena de obras centradas en la identidad lingüística y cultural de los hispanoamericanos». Añadió que en México «escribió en El Universal, hacia 1923, el concepto de que la América hispana precisaba de normas y orientaciones dirigidas hacia la definición inequívoca de su propia vida intelectual, estética y espiritual. Era una vieja aspiración que impulsaron hombres visionarios, intelectuales y escritores de nuestra América, que habían iniciado el camino en procura de nuestro desarrollo literario».
Explicó que «Pedro Henríquez reflexionó sobre el destino de nuestras letras y entendió que debíamos cultivar nuestra propia voz, fundada en la temática de nuestras vivencias y el hallazgo de la intuición con nuestro tono distintivo y una adecuada estimativa de nuestras percepciones y valoraciones para asumir, potenciar y promover los más altos valores literarios, estéticos y espirituales a través de la lengua y la cultura de los pueblos hispanoamericanos». Dijo que «el humanista dominicano creía que, para alcanzar ese objetivo, había que enfrentar el problema sin rodeos: “En literatura, el problema es complejo, es doble: el poeta, el escritor, se expresan en idioma recibido de España. Al hombre de Cataluña o de Galicia le basta escribir su lengua vernácula para realizar la ilusión de sentirse distinto del castellano”», p. 11.
Apuntó que Henríquez Ureña «Pondera la dimensión americanista, que supo identificar en forma admirable enfatizando el vínculo entrañable de pueblos hermanos que comparten lengua, geografía y modos de vida, como manifiesta en México, Guatemala, Honduras, Nicaragua, Santo Domingo, Colombia, Perú, Chile o Argentina, países en los cuales hay una vigorosa literatura, sin obviar entre los suramericanos, a Venezuela y Paraguay y, desde luego, a los demás pueblos antillanos y centroamericanos, empapados de las manifestaciones esenciales de nuestro idioma al compartir la misma tradición española cifrada en el alma de nuestra lengua».
«Un acento propio y su búsqueda centrada en la tonalidad de nuestro estilo a través del ensayo y la crítica literaria»
Expuso Rosario Candelier que «Para la búsqueda de ese acento propio centrada en la tonalidad de nuestro estilo, Pedro Henríquez Ureña enfatizó la dimensión creadora a través del ensayo y la crítica literaria en las diversas expresiones de nuestras letras que supo estudiar, valorar y enaltecer».
«Al tiempo que ensanchaba nuestro horizonte intelectual y estético, con su visión de mundo, su formación académica y su vocación orientadora contribuyeron a forjar valiosos creadores, analistas e investigadores literarios en los países donde desplegó su actividad docente y su labor escritural, ejercida a través de numerosas publicaciones o mediante conferencias cartas y contactos personales en asesoría académica a escritores, estudiantes profesores e investigadores»: «Esa vocación de Pedro Henríquez Ureña lo convirtió en uno de los más importantes intérpretes de la lengua española» —destacó Rosario Candelier—.
Consignó algunos datos biográficos sobre PHU: «Se formó bajo la escuela de Marcelino Menéndez y Pelayo en Madrid. Nacido en Santo Domingo el 20 de junio de 1884, y en el seno de una familia de intelectuales y poetas, recibió la inspiración de su vocación literaria, vivió durante su etapa de formación en Cuba, Estados Unidos de América, España y México, y en su época más fecunda de orientador y escritor, se radicó primero en México y luego en Argentina, hasta su muerte en Buenos Aires el 11 de mayo de 1946, tras una fructífera existencia plasmada en la investigación, la escritura y la docencia».
«Pedro Henríquez Ureña escribía para edificar», explicó Bruno Rosario Candelier.
Señaló que él «Tuvo plena conciencia de las debilidades de nuestros pueblos, de su escasa formación intelectual y sus precariedades no solo materiales, sino intelectivas y espirituales. Con su esclarecida inteligencia, que puso al servicio del crecimiento intelectual y estético, hizo cuanto estuvo a su alcance para incentivar el amor a las artes y las letras, en cuyo desarrollo cifraba el ascenso de la conciencia moral y espiritual, y cuando advertía una carencia expresiva, una imprecisión semántica o una desorientación conceptual, lo señalaba con el sentido edificador del que busca enseñar sin humillar, como se aprecia en diferentes eruditos», p. 23. Rosario Candelier dijo, además, que Henríquez Ureña «Tenía una alta estimación por la perfección literaria, y por esa valoración era exigente en la valoración de la calidad a la que reclamaba las más elevadas cuotas de cultivo, rigor y esmero, actitud que fundaba su ideario poético»: «Este humanista de América supo compenetrarse con el talante sensitivo y espiritual de los escritores que concitaban su atención, y tuvo la capacidad para subrayar su acento peculiar, su tono distintivo y su técnica creadora al enfocar el aporte que una obra literaria brinda al desarrollo del crecimiento cultural. Con el instinto crítico, para atisbar los aciertos y los desaciertos de una obra literaria y aquilatar la grandeza o el talento de un escritor, nunca reparó en elogiar la obra meritoria. Y promovió, sin mezquindades subalternas, los valores que nos distinguen y los principios que nos enaltecen».
«Seis ensayos en busca de nuestra expresión revela la concepción intelectual de un escritor que consagró su talento crítico a la forja de una conciencia humanística centrada en los valores conceptuales, estéticos y espirituales, con el sentido de la justicia y el amor a la verdad mediante el cultivo de la palabra inspiradora y el pensamiento edificador cabe la expresión edificante y elocuente», afirmó Rosario Candelier
Explicó que «Los aspectos relevantes de Seis ensayos en busca de nuestra expresión se fundan en el hecho de que tenemos una manera peculiar de ser y proceder que postula, como en efecto acontece en la realidad léxica, imaginativa y conceptual de la literatura hispanoamericana, una forma de expresión connatural a nuestra singular idiosincrasia y peculiar talante». Sumó a este concepto que «El planteamiento que sirvió de inspiración a esta obra de PHU fue su intuición lingüística de que, al contar nuestra América con unos rasgos singulares de la tierra, la lengua y la cultura, cónsonos con nuestra singular sensibilidad y talante espiritual, habíamos de tener una voz propia y una expresión original y auténtica que testimoniara nuestra manera de sentir, pensar y querer». Y agregó: «Generoso, abierto y comprometido con el ideal de cultura, sin obviar el ideal de justicia, su concepción literaria se manifiesta en su vida y en su obra, plasmada en este ensayo que analiza y exalta el desarrollo de las inclinaciones intelectuales, morales, estéticas y espirituales desde la creación del lenguaje y la vivencia de la literatura».
Dos aportes adicionales
Antes de compartir una porción de la prosa ensayística de este inmortal humanista, cito dos comentarios que hicieran una estudiante de la PUCAMAIMA y don Manuel Núñez, miembro de la Academia Dominicana de la Lengua, al cierre de su conferencia magistral telemática sobre «Los aportes de Pedro Henríquez Ureña a los estudios de la lengua y la literatura» en julio de 2020 (https://academia.org.do/2020/07/31/conferencia-virtual-de-manuel-nunez-asencio-en-la-pucmm/):
—Estudiante (F): Realmente es impresionante lo que escribe Pedro Henríquez Ureña al rescatar esos escritos. Son ensayos bien largos, y me sorprende que él fue un ensayista moderno, y más que la estructura del texto es la manera de como plantea lo que tiene que ver con la utopía de América, toda la base que él expone en la mayoría de sus ensayos.
—Manuel Núñez: Sí, él tenía una visión enciclopédica del ensayo. Es decir, esencialmente cuando abordaba un tema él tenía agotado todo lo que él hace en su biografía. Cuando uno examina la biografía de Pedro Henríquez Ureña se da cuenta de que cuando él abordaba un tema lo hacía con la conciencia de dejar un aporte, aunque después lleguen otros y lleguen más lejos, pero tenía un aporte y por eso su obra se mantiene.
He aquí una porción de la prosa de Henríquez Ureña plasmada en esta obra, que extraigo del ensayo «El descontento y la promesa», acápite «El problema del idioma»: Nuestra inquietud se explica. Contagiados, espoleados, padecemos aquí en América, urgencia romántica de expresión. Nos sobrecogen temores súbitos: queremos decir nuestra palabra antes de que nos sepulte no sabemos qué inminente diluvio. En todas las artes se plantea el problema. Pero en literatura es doblemente complejo. El músico podría, en rigor sumo, si cree encontrar en eso la garantía de originalidad, renunciar al lenguaje tonal de Europa: al hijo de pueblos donde subsiste el indio —como en el Perú y Bolivia— se le ofrece el arcaico pero inmarcesible sistema nativo, que ya desde su escala pentatónica se aparta del europeo. Y el hombre de países donde prevalece el espíritu criollo es dueño de preciosos materiales, aunque no estrictamente autóctonos: música traída de Europa o de África, pero impregnada del sabor de las nuevas tierras y de la nueva vida, que se filtra en el ritmo y el dibujo melódico. Y en artes plásticas cabe renunciar a Europa, como en el sistema mexicano de Adolfo Best, construido sobre siete elementos lineales del dibujo azteca, con franca aceptación de sus limitaciones. O cuando menos, si sentimos excesiva tanta renuncia, hay sugestiones de muy varia especie en la obra del indígena, en la del criollo de tiempos coloniales que hizo suya la técnica europea (así, con esplendor de dominio, en la arquitectura), en la popular de nuestros días, hasta en la piedra y la madera y la fibra y el tinte que dan las tierras natales. De todos modos, en música y en artes plásticas es clara la partición de caminos: o el europeo, o el indígena, o en todo caso el camino criollo, indeciso todavía y trabajoso. El indígena representa quizás empobrecimiento y limitación, y para muchos, a cuyas ciudades nunca llega el antiguo señor del terruño, resulta camino exótico: paradoja típicamente nuestra. Pero, extraños o familiares, lejanos o cercanos, el lenguaje tonal y el lenguaje plástico de abolengo indígena son inteligibles. En literatura. el problema es complejo, es doble: el poeta, el escritor, se expresan en idioma recibido de España. Al hombre de Cataluña o de Galicia le basta escribir su lengua vernácula para realizar la ilusión de sentirse distinto del castellano. Para nosotros esta ilusión es fruto vedado o inaccesible. ¿Volver a las letras indígenas? El hombre de letras, generalmente, las ignora, y a dura tarea de estudiarlas y escribir en ellas lo llevaría a la consecuencia final de ser entendido entre muy pocos, a la reducción inmediata de su público. Hubo, después de la conquista, y aún se componen, versos y prosas en lengua indígena, porque todavía existen enormes y difusas poblaciones aborígenes que hablan cien —si no más— idiomas nativos; pero raras veces se anima esa literatura con propósitos lúcidos de persistencia y oposición. ¿Crear idiomas propios, hijos y sucesores del castellano? Existió hasta años atrás —grave temor de unos y esperanza loca de otros— la idea de que íbamos embarcados en la aleatoria tentativa de crear idiomas criollos. La nube se ha disipado bajo la presión unificadora de las relaciones constantes entre los pueblos hispánicos.
A manera de conclusión
- Quiero expresar algunas de mis apreciaciones personales sobre lo expuesto en esta reseña. Primero, ausculto la remota posibilidad de si se perdieran todos los ensayos de Seis ensayos en busca de nuestra expresióny solo nos quedara esta porción que hemos leído de todos ellos, imagino ¡cuántos más podríamos erigir a partir de este texto y con gran diversidad de propósitos! Por ejemplo, accionaríamos (a) por el puro deleite de entrenarnos en la majestuosidad de su texto ensayístico. Buscaríamos las razones de la existencia del mismo y los textos previos y posteriores evidenciados en esta construcción. (b) Por encontrar evidencias del reconocimiento que hace el autor de lo propio de cada pueblo y el reconocimiento del aporte de otros pueblos, incluyendo el discurso rescatista de los derechos de las culturas primordiales hispánicas. (c) Evidenciar el carácter del autor y la autenticidad de sus luchas a favor de los demás, mediante un conocimiento histórico y político de los pueblos, conocimiento de las diversas artes, y las soluciones que ha visualizado al estudiarlos. (e) Identificar las expresiones respetuosas con las que expone su evaluación, mediante la comparación, sobre el efecto sicológico de quienes no tienen temores de sus raíces y los que son, o podrían estar siendo, menospreciados por las suyas, etcétera.
- Finalmente nos preguntamos si a casi 100 años de la escritura de Seis ensayos en busca de nuestra expresiónse podría decir que se encontraron las respuestas que su autor buscaba con el anhelo de exponerla, asentarla y promoverla. Y para responder un poco esta pregunta, en cuanto es posible en este espacio, compartiré algunos de los trabajos que grandes estudiosos han realizado al respecto, con voces que cantan un mismo sentir, pero con sus propias afinaciones naturales:
1 Perfil del español dominicano es un libro de Bruno Rosario Candelier, un hermoso ensayo publicado en 2019 en donde su autor, luego de analizar los estudios de diversos autores en el tiempo, identificó en ellos que había un perfil de nuestra propia vertiente del español nacido en Castilla. Leamos en la siguiente dirección electrónica algunas de las palabras expuestas por Josanny Moní en el estudio que realizara a esta obra (https://academia.org.do/2020/05/29/presentacion-de-perfil-del-espanol-dominicano/): El español es una lengua hermosa, rica en vocabulario, aunque compleja en su estructura sintáctica. Afortunadamente existen libros como el Perfil del español dominicano, de Bruno Rosario Candelier, que sirven como guía para el estudio y el conocimiento de los atributos del español dominicano. Si el español dominicano fuera una persona y usara redes sociales este libro, Perfil del español dominicano, fuera sin dudas su manual de identidad. Aunque el español dominicano no es una persona, sabemos que la lengua es un mecanismo vivo que crece y evoluciona constantemente; por tanto, hay que estar abiertos a sus cambios.
2 REALEC 2020 fue un congreso virtual lingüístico celebrado en noviembre de 2020, cuyos anfitriones fueron Ana Margarita Haché y Erik Willis, en donde grandes investigadores presentaron sus estudios. Algunas de las palabras inaugurales pronunciadas por la estudiosa académica de la lengua, Ana Margarita Haché, fueron las siguientes (https://academia.org.do/2021/01/28/informe-de-ana-margarita-hache-sobre-el-congreso-linguistico-de-santiago/): La realización de REALEC 2020 en República Dominicana se relaciona también con los estudios iniciados por Pedro Henríquez Ureña, quien en palabras de Amado Alonso, “le cabe el honor de haber sido el primero en plantear la interpretación genética de los principales caracteres del español americano sobre bases realistas y críticas, sin los prejuicios impresionistas que lo daban como mera prolongación del lenguaje de los andaluces; y el primero también en describir y ordenar su complejidad regional, anulando la idea simplificadora que de él se hacían hasta entonces los lingüistas”. Pedro Henríquez Ureña fue también el primer lingüista dominicano en caracterizar el habla de nuestro país con su obra “El español en Santo Domingo” publicada en 1940 por la importante Biblioteca de Dialectología Hispanoamericana […]. Es un propósito de este evento académico darles visibilidad a estos trabajos entre especialistas y estudiantes de lingüística y esperamos que los contactos que surjan de este evento permitan la realización de proyectos comunes sobre la tremendamente rica e innovadora variedad lingüística del Caribe hispánico (puede accederse a las reseñas de algunas de las ponencias y a los enlaces del Congreso global, en la siguiente dirección de la Academia Dominicana de la Lengua: https://academia.org.do/2020/11/28/retorno-al-espanol-del-caribe-realec-2020-congreso-virtual-linguistico-celebrado-del-4-al-7-de-noviembre-de-2020/).
- Otras voces de «nuestra expresión».Específicamente en la expresión musical autóctona, que en este contexto estructural de los ensayos fue mencionada por el autor, expongo que, la UNESCO declaró el merengue dominicano «Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad» en el año 2016, muestra de la alta valoración de nuestra expresión cultural (https://www.godominicanrepublic.com/es/news-posts/archivo/la-unesco-declara-el-merengue-de-republica-dominicana-como-patrimonio-cultural-inmaterial-de-la-humanidad/). Igualmente en la expresión pictórica, mencionada por Henríquez Ureña en su potente argumentación —que si bien no es el tema propio evaluado en la porción del texto ensayístico que compartí, queda evidenciada de manera sutil su preocupación por la misma—, muchos estudiosos dan fe de esta búsqueda de nuestra «expresión genuina» cultural: Fradique Lizardo, por ejemplo (http://enciclopediadominicana.org/Fradique_Lizardo), y Alfredo Rafael Hernández Figueroa (https://www.diariolibre.com/revista/cultura/dos-libros-sobre-la-vega-en-la-primera-mitad-del-siglo-xx-AI17795306), son una muestra. Por otra parte, en el arte culinario existe otra «voz genuina» de nuestra expresión cultural, eco producido por la inquietud de Henríquez Ureña, al pasar del tiempo: es el caso de uno de nuestros platos autóctonos que identifican a nuestra Rep. Dom., el «Mangú», cuyo nombre, palabra, o voz, está siendo gestionada su inclusión en el Diccionario de la lengua española, por un grupo de cultoras de nuestro acervo cultural, a través de la Academia Dominicana de la Lengua, como puede verse en el siguiente enlace: https://academia.org.do/2021/04/09/bruno-rosario-candelier-y-maria-jose-rincon-dialogo-con-el-equipo-de-jumbo-sobre-la-palabra-mangu/.
- Finalmente expongo la pregunta que se hace Pedro Henríquez Ureña a final del primer ensayo presentado en esta obra reseñada: «¿El hombre del futuro seguirá interesándose en la creación artística y literaria, en la perfecta expresión de los anhelos superiores del espíritu?» (p. 58).
Creo que entre todos podemos responderle que sí a nuestro Pedro Henríquez Ureña. En donde él esté puede sentirse satisfecho de su legado humanístico: su obra fue y será siendo acogida y multiplicada por quienes genuinamente aman sus pueblos, su humildad y su grandeza. Gracias por su hermosa motivación de compartir el bien a favor de la humanidad, señor Autor. Y muchas gracias, don Bruno Rosario Candelier, por su maravillosa exposición. Gracias a la ASALE, y a todos los escritores que he citado en esta reseña, por las grandes maravillas de sus aportes.
Reseña de Miguelina Medina
Pedro Henríquez Ureña, Seis ensayos en busca de nuestra expresión, edición de Bruno Rosario Candelier, Asociación de Academias de la Lengua Española, Madrid, 2020.
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