MARÍA JOSÉ RINCÓN HABLA SOBRE LOS TAINISMOS LÉXICOS

   María José Rincón dictó una conferencia en el Centro Cultural Eduardo León Jimenes, de Santiago de los Caballeros, con cuyo acto iniciamos las actividades de la Academia Dominicana de la Lengua fuera de su recinto capitaleño con un tema centrado en la herencia del tainismo léxico en el español dominicano.

Bajo la plataforma “Tesoros de la lengua taína” y su vínculo cultural con nuestro lenguaje, nuestra experta en lexicografía abordó la herencia del léxico de los aborígenes quisqueyanos para valorar los vocablos que enriquecen el castellano de nuestro país. Introdujo una analogía metafórica para explicar la vigencia de las palabras: «Hemos visto en la exposición del Centro León piezas arqueológicas bellísimas y quiero usar una de esas piezas como metáfora. Imaginemos una de esas piezas que llevan siglos en la cocina de nuestra casa, que alguien diseñó para usarla, para que contuviera algo y esa pieza se sigue manteniendo en la cocina y millones de personas la siguen usando durante cientos de años. A veces a miles de kilómetros de distancia de esa cocina otra persona recupera esa vasija y la vuelve a usar. Todas las manos por las que va pasando la vasija le van dejando una pátina que a veces hace que no la podamos reconocer. Ya no se parece a la primera vasija que ideó alguien, pero cuando la lavamos y le quitamos esa pátina que dejan el uso y los años, nos damos cuenta de que sigue siendo la misma. Pues bien, la magia de esa vasija es la magia de las palabras. Las palabras que alguien moldeó hace ya cientos de años para nombrar una realidad, van cambiando con el uso de millones de personas a lo largo de miles de kilómetros para que luego sigan sirviéndonos para mencionar la misma realidad u otras realidades nuevas. Esa es la magia de las palabras, y por eso las palabras taínas que conservamos en la lengua española son tesoros para nuestra lengua que se siguen manteniendo a través de los siglos y nos siguen siendo útiles, no solo a nosotros que vivimos cerca de donde nacieron, sino a más de quinientos millones de personas en más de 21 países a lo largo de nuestro Continente y en otros países de otros Continentes. Todas esas palabras que nacieron aquí perviven entre nosotros, y a través de la lengua española se han extendido a otras lenguas del mundo», dijo emocionada la destacada lexicógrafa de la ADL.

Con esa singular metáfora la expositora motivó a los jóvenes presentes a participar en la tertulia para que valoren su lengua y se sientan orgullosos del aporte que la cultura taína representa para nuestra lengua. Rincón hizo un recorrido por algunas palabras taínas que se introdujeron en el español general y se utilizan actualmente: “La realidad lingüística prehispánica en América es algo inimaginable y muchas veces no comparable con otros temas a lo largo del mundo. Los estudiosos calculan más de 170 familias de lenguas en América. Imagínense que las lenguas romances de la que proviene el latín es una sola familia y se extiende a lo largo de toda Europa y parte de América. De esas 170 familias de lenguas se derivaron dialectos, la mayoría de ellos ininteligibles entre sí, es decir, la riqueza léxica era extraordinaria, muchas de ellas sobreviven como lenguas, incluso lenguas oficiales en su país, y muchas de ellas se han perdido o están en proceso de extinción. Las grandes familias de lenguas que influyeron en la lengua española son arahuaco, caribe, náhuatl, maya, quechua, aimara, chicha, araucau y guaraní. Estas familias lingüísticas fueron las que dejaron huellas en la lengua. Evidentemente la araucao y la caribe fueron las de primer contacto, y, por tanto, las que mayor huella han dejado», subrayó la distinguida disertante.

Los presentes prestaban especial atención a las palabras de la agraciada expositora. Al referirse a las lenguas antillanas, la experta lexicográfica explicaba que es muy difícil señalar con certeza cuál es el origen de algunas palabras pues las lenguas que se hablaban en esta zona tenían un tronco común que era el arahuaco: «¿Por qué a veces no sabemos decir si una palabra es arauca, taína o caribe y la denominamos como una palabra antillana? Porque las lenguas que se hablaban en las Antillas eran del tronco arahuaco, y el caribe y el taíno que vivieron en La Española se intercomunicaron de forma tal que hace que no se sepa a través de los textos si una palabra es de tal o cual origen. Muchas veces cuando vayan a buscar la etimología de una palabra antillana, van a encontrar precisamente esa denominación: origen antillano, porque los lingüistas no han podido determinar exactamente el origen lingüístico», comentó María José.

Sobre la expresión “lengua de las Indias”, Rincón asegura que no es propio hablar de esta manera debido ya que no solo tenían una lengua sino muchas. Dijo que dicho fenómeno arranca de las Crónicas porque para los extranjeros parecía la misma lengua, aunque eran varias. Señaló que el arahuaco se extendía a todas las Antillas y parte del Continente americano y muchos de los préstamos arahuacos son de los más numerosos en el idioma y que en su proceso de evolución pasaron al español dominicano, al español de América y a otros idiomas. La otra familia, la taína, la incluye en el grupo de las Antillas menores: “Los datos precolombinos aseguran que en La Española se hablaban hasta tres lenguas, de las cuales fehacientemente solo tenemos un rastro de la lengua taína por ser el más prestigioso porque era el de los cacicazgos de mayor poderío. Esta a su vez tenía subdialectos que eran ininteligibles para ellos. La lengua taína se extingue y los únicos vestigios que tenemos son esas palabras que quedan incrustadas en los textos y las que se han mantenido a lo largo de los siglos”.

Al enfocar los vocablos que conservamos de la lengua taína, los tainismos, la destacada lexicógrafa dijo que se trata de palabras del mundo natural, en el ámbito rural, y especificó los dos mecanismos que el hablante utiliza para nombrar una nueva realidad. Decía Bartolomé de las Casas sobre la lengua taína: “Es la más ordenada y compuesta, y la más elegante y la más copiosa en el vocablo y la más dulce en sonido”.  Abordó el léxico patrimonial, es decir, de las palabras de nuestra propia lengua, para aplicarlas a una nueva realidad que enriquece la lengua. Si el hablante no encuentra la palabra adecuada para nombrar una nueva realidad, hace un préstamo a otra lengua, acude a un extranjerismo. Un hablante de español, que conoce el fruto de la piña, que es el fruto del pino que da los piñones, y se encuentra con otro fruto que tiene cierta similitud con el fruto del pino, y que no tenemos una palabra para nombrarlo, hacen una comparación poética y se le coloca el nombre. Eso es crear una nueva acepción de un término que ya se tenía. Y Fernández de Oviedo escribió: “El nombre de piña le dieron los cristianos porque se le parece en alguna manera puesto que estas son más hermosas y no tienen la robusticidad de las piñas de piñones de Castilla”. Esa es una manera de nombrar la realidad. Otra manera es hacer un derivado. Imagínese la vid que da uvas, llegamos aquí con la realidad que se parece y la denominamos uva de playa, que se parece en cierto modo, y si a lo que da las uvas le llamamos uvero, ahí creamos una palabra a partir de una que ya existe. Hasta ahí estamos usando los medios de la lengua española para nombrar esa nueva realidad. La descripción de Fernández de Oviedo dice: «Son unos racimos de unas uvas ralas, desviadas una de otras, e de color rosado o morado e buenas de comer”. La locución también es una forma de crear palabras nuevas; por eso surge palo de aceite, uva de playa, puerco de monte. Toda esa explicación forma parte del proceso de las conformaciones de las palabras nuevas a partir de los patrimoniales, comenta nuestra académica.

Otro proceso de creación y recreación de nuevas palabras es la adopción de préstamos lingüísticos: «De las fuentes de los cronistas son de las que más palabras nos llegan, palabras taínas cuyos autores se convirtieron en filólogos improvisados porque ellos trataron de explicar por qué usaban esas palabras taínas en sus textos”. El vocablo taíno es de Fernández de Oviedo, y es un ejemplo de cómo usar la lengua como herramienta para expresar mejor la realidad. Mientras vamos leyendo las palabras del español, va comentando lo que quiso decir para ayudar a los presentes a comprender la situación en la que se produce el escrito: “Si algunos vocablos extraños e bárbaros aquí se hallare, la causa es la novedad de que se tratan y no se pongan a cuenta de mi romance que en  Madrid nací y en la Casa Real me crie y con gente noble he conversado y algo he leído para que se sospeche que habré entendido bien el castellano, la cual de las vulgares se tiene por la mejor de todas y lo que hubiere en este volumen que con ella no consuene serán nombres por mi voluntad puestas para dar a entender las cosas que por ellas quieren los indios significar”. Esas declaraciones justifican la permanencia de vocablos aborígenes en la lengua española. En los textos antiguos españoles del siglo XVI aparecen tainismos que estaban dirigidos a ser leídos en Europa a través de cartas familiares, cartas a las autoridades, obras literarias como la de Bernard Díaz del Castillo y las crónicas. María José Rincón explica que las palabras taínas, por ser desconocidas en Europa, debían colocárseles un sinónimo cuando aparecían por primera vez para poder mantener la relación de sentido con el objeto. Cita para esta explicación una nota de Colón donde aparece la siguiente idea: “Vinieron luego a los navíos más de dieciséis almadías o canoas«. Esta relación se debe a un parecido entre los objetos que permitía hacer la correspondencia entre los vocablos. Esta influencia fue tal que ya nadie llama almadía a este tipo de navío sino que se nombró definitivamente como canoa, comentó Rincón, y añadió que otra situación se vive cuando queremos incluir una palabra nueva pero que no existe en la lengua otra similar. A este proceso, denominado explicación parafrástica, lo ilustró con la palabra hamaca: “Cuando hayan jobos cuelgan de ellos sus hamacas o camas para dormir”. En Europa no existíam ni la palabra hamaca ni la realidad designada y, por lo tanto, se debía explicar su uso. Finalmente, consignó las siguientes palabras que aparecen en el Diario de Colón: canoa, yuca, bohío, hamaca, cacique, caribe y maíz.

Santiago, Centro León, 2 de febrero de 2018.

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