«La luz se ha refugiado en el sendero» (Ramón Emilio Reyes, España, Editorial Círculo Rojo”, 2013)

Por Fausto Leonardo Henríquez

Miembro correspondiente de la ADL

La novela La luz se ha refugiado en el sendero está considerada por Giovanni di Pietro y Bruno Rosario Candelier, dos eminentes críticos y conocedores de la literatura dominicana de todos los tiempos, como una de las novelas imprescindibles para comprender y completar la novelística de la época de la dictadura trujillista en la República Dominicana.

La luz se ha refugiado en el sendero y El Testimonio, de Ramón Emilio Reyes, se unen por época y por excelencia, a las obras Judas y El buen ladrón de Marcio Veloz Maggiolo, y Magdalena, de Carlos Esteban Deive. Quien sabe de estos escritores comprenderá que asociar el nombre de Ramón Emilio al de ellos es una clara señal de que estamos, con toda seguridad, ante un escritor de primer orden en la narrativa dominicana.

Después de leer la novela me he hecho estas preguntas: ¿Qué he podido apreciar en mi lectura de La luz se ha refugiado en el sendero? ¿Qué resortes son los más llamativos? ¿Hacia dónde apunta esta novela? Sin pretender ser exhaustivo, ni mucho menos, arriesgo algunas claves para los lectores potenciales.

Se constata en la obra un lenguaje depurado, con una prosa engarzada de imágenes poéticas que hacen atractivo el discurso y la comprensión de presentimientos, sentimientos, emociones, personajes y paisajes. El tono poético eleva el valor de la obra. Esto es, tal vez, junto a la trama y la técnica, y al trasfondo histórico que la envuelve, su mejor logro. Pero no hay que precipitarse, porque hay muchos resortes más, como se podrá ver.

El escritor recurre al mundo de los sueños, las visiones y las profecías. Hay instantes en que se puede palpar la atmósfera de Pedro Páramo de Juan Rulfo. Ese sutil hallazgo de “realismo mágico” permite al autor desvelar secretos mundos del alma humana. Especial acento hay que poner en el influjo que produce una maldición o profecía en la protagonista de la obra.

Para llegar a la visión, a la paz del alma, hay que pasar, así parece para quien nace en la desdicha, por muchas pruebas y dificultades, por muchas amarguras. La protagonista experimenta un mundo de pesadillas. Sin embargo, no se detiene, ella busca la calma, la bondad, la consecución de un ideal simbolizado en la visión, en la alta montaña. Se puede decir que realidad y deseo, onirismo y vía de perfección, cabalgan juntos en el relato.

La luz se ha refugiado en el sendero posee, como ya se ha insinuado, un cierto tono bíblico-profético que me hace recordar a los metafísicos ingleses. Al menos hay un trasfondo con reminiscencias bíblicas apocalípticas que atraviesa transversalmente la novela. Junto a este dato cabe mencionar la importancia que tienen las alegorías. El escritor emplea todos los recursos posibles para trabar bien su discurso y, entre esos recursos las alegorías bíblicas desempeñan un papel significativo. Por ejemplo, la alegoría de las ovejas hermosas y las vacas flacas que devoran a las ovejas; o la alegoría de las espigas maduras y las espigas esmirriadas que devoran a las primeras. Eso es lo que se constata, no lo que significan. Son claves, por otra parte, en la narración el campo, el huerto, el camino, Dios, la agricultura.

El narrador teje una trama con fuertes momentos de ternura y desgarramiento. Tanto, diría yo, que la protagonista queda sicológicamente agotada, hecha polvo. Ella, la protagonista, que es la que cuenta su vida, su historia y su mundo interior repleto de fantasmas y sus miedos, es una mujer con temores a la muerte, a las catástrofes, a los raros sucesos anunciados por una extraña profetisa. Ella se vuelve hacia sí misma. Trata de comprenderse y de verse ante la mirada ajena. Sin duda, es una mujer con el alma atormentada, el autor dice “paradójica”, si leemos bien, estamos ante un perfil de mujer con una alta dosis de bipolaridad sicológica. Sus miedos están relacionados con la muerte cercana de sus padres de edad avanzada, su soledad interior, el recuerdo recurrente y martilleante de anuncios de maldiciones sobre el poblado donde ella vivía. ¿Puede una mujer con ese perfil tener una esperanza? ¿Cuál sería su futuro?

A mitad de la obra, capítulos cuarto, quinto y sexto, el lector se hallará varios mosaicos narrativos de sumo interés. En ellos se verá cómo la protagonista realiza una boda sin noviazgo, una extraña relación con un personaje histórico -en la novela no dice quién- pero se puede conjeturar que se trata del dictador Rafael Trujillo, de quien aún hoy corre la fama de que muchas mujeres pasaron por su tálamo como objetos de placer desechable.

Aquí hay una finísima crítica al seductor hombre de poder y dominio. Ese extraño hombre, “lleno de odio”, “vestido de abandono” despertó los sentidos de la joven mujer del campo. Pero después de encender sus pasiones, la despidió con la misma frialdad con que había despedido a saber cuántas mujeres más.

La experiencia amorosa de la protagonista con el Jefe, fue pasajera. La desazón de sentirse objeto usado y desechado golpeó aún más el corazón atormentado de la joven mujer. Entonces un pozo de desencanto, amargura y culpa la invadió de tal suerte que solamente vino a sentirse viva otra vez al conocer a un nuevo hombre. Pero aun conociendo a este joven, ella seguía con su telaraña mental y emocional. Es decir, ella continuaba con sus visiones, sus paranoias, sus sentimientos de culpabilidad y sus desdichas. En realidad, ella misma era para sí misma su verdadero problema. Surge nuevamente la pregunta, ¿qué puedo pensar de una mujer cuyo mayor problema existencial es ella misma?

La protagonista lucha con sus pensamientos y sus sentimientos que no cesan de aparecer en el espejo de su mente. Su soledad se agiganta con la soledad y abandono de su padre, su madre y su hermana de crianza. Cada quien anda buscando su propia senda, a tientas. Su romance con el joven campesino es lo único que le devuelve a la realidad y le da sentido a su vida. Es esto lo que le da fuerzas para zafarse de las garras de su primer hombre que reaparece fugazmente. ¿Pero se sostendrá ese romance siendo ella esquizoide? Eso se verá en lectura.

Si lo comentado hasta aquí ilumina un poco aquellas preguntas que planteamos al principio, a saber: ¿qué resortes son los más llamativos? ¿Hacia dónde apunta esta novela?, entonces podemos acabar este breve comentario a La luz se ha refugiado en el sendero, señalando los rasgos que, a mi entender, sobresalientes de la obra:

  1. El uso consciente de la palabra poética. Con esto el autor consigue embellecer su prosa cuidada, prueba esta de gran maestría. Si solamente sobresaliera este rasgo en al novela, bastaría para sostenerla de pie. Pero no, hay más.
  2. El uso de recursos bíblicos, proféticos y apocalípticos. Con ellos el autor introduce rasgos de la religiosidad dominicana, pero también servirán para poner de manifiesto el mundo interior de la protagonista, cuyo sentimiento de culpabilidad se acentúa hasta el último instante de la obra. “La definitiva madrugada” es la esperanza última que posee la protagonista para la alcanzar la paz, la calma, la luz de su turbulenta vida interior.
  3. El ruralismo. La atmósfera de la novela se desarrolla en el campo, con sus colinas, sus montañas, sus ríos, sus gentes.
  4. Retrato del dictador Trujillo. El autor aborda sesgadamente las pasiones sexuales, el carácter y personalidad de Trujillo. Prefigura su trágico final.
  5. Manejo de la sicología femenina. Este es otro de los fuertes del autor en esta novela. La aflicción, el desgarramiento interior de la protagonista -que afecta a los que entran en su vida- se contagia en el lector por el magnetismo y tratamiento que el escritor le da a sus estados de ánimo. Este es, seguramente, junto a la poética, el paisajismo rural, su segundo gran aporte de Reyes, el cual demuestra que es un profundo conocedor del alma humana.

Ramón Emilio Reyes deja el buen olor de su valioso trabajo literario. Quienes participaron de la puesta en circulación de esta obra en Barcelona, pueden darse por complacidos al tener delante a uno de los maestros de la novelística dominicana del siglo XX. Leer su obra será el mejor reconocimiento que le podemos dar.

 

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