TERTULIA SOBRE EL VALOR DEL ESPAÑOL DOMINICANO

Conducida por María José Rincón, se presentó una charla sobre la variedad de la lengua española que comparten los dominicanos en la Tertulia “Jueves de la República”, que conduce Juan Freddy Armando. La lengua materna es uno de nuestros grandes patrimonios intelectuales, afectivos y culturales y, cuando se tiene la convicción, como la tiene la filóloga española, los hablantes aprenden a valorar su lengua materna y a atesorarla como un valioso activo cuando la conocen, cuando saben cómo es y de dónde procede y logran reconocerse como dueños y responsables de su mantenimiento, su defensa y su engrandecimiento, entonces adviene un sentimiento de identificación con el sistema de signos y de reglas.
El primer paso para apoderarse de la lengua propia es conocerla y valorarla. Una visión general de las características actuales que conforman la personalidad del español dominicano, supone apreciar sus rasgos definidores. Si presentamos una descripción sincrónica de esos rasgos, ninguno de ellos es exclusivo de la República Dominicana pero todas las características que revelan dan personalidad propia, en el contexto hispánico, a la lengua que se usa en el territorio dominicano y en las comunidades de dominicanos que residen fuera de este territorio insular. Si aprendemos a reconocer cuáles son nuestros rasgos lingüísticos propios, podremos asumirlos como tales. Sabremos que forman parte de nuestra identidad cultural y que nos definen como individuos y sabremos también que gracias a ellos hemos expresado nuestro entorno físico y también nuestra realidad histórica y cultural. Todas estas características, cuyo conjunto define lo que somos, desde un punto de vista lingüístico, tienen su origen histórico, precisó la lingüista y académica.

“Muchas veces hemos oído decir que los dominicanos hablan mal el español porque no pronuncian la z, porque “se comen” las eses… Estos rasgos, y muchos otros, no son producto de un error o de una incorrecta utilización de la lengua;  son consecuencia del desarrollo histórico de la lengua, que implica cambio, adaptación y reorganización de los elementos del sistema lingüístico y que da lugar a la diferenciación dialectal dentro del sistema unitario y común de la lengua española, que usan para expresarse casi cuatrocientos millones de hablantes en todo el mundo”.  Luego señaló que la diferenciación dialectal de la lengua española le aporta riqueza y valor histórico y nuestro reto es conseguir que esta misma diferenciación no le reste capacidad de intercomunicación entre hablantes de distintas variedades. La lengua española ha conseguido mantener una de sus principales armas para colocarse entre las más importantes del mundo: su cohesión lingüística. Subrayó la disertante que todas las variedades dialectales son igualmente válidas y significan un enriquecimiento del idioma y, por tanto, de la cultura que inexorablemente se transmite a través de él.  Las características propias del español americano y del español peninsular, están condicionadas por las circunstancias históricas que han conformado su existencia, su cultura y sus señas de identidad.

Al subrayar que la lengua española nace en un pequeño rincón de la Península Ibérica, de lo que entonces empezaba ya a ser España, y vive, a lo largo de su historia, un constante proceso de cambio que se acentúa con la expande dentro del mismo territorio peninsular y la obliga al contacto con otros pueblos, otras culturas y otras lenguas, árabes, judíos, portugueses. La expansión territorial la va modificando y da origen a numerosas variedades dialectales regionales dentro de la lengua española. Un proceso similar, aunque a gran escala poblacional y territorial, se produjo en la implantación de la lengua española en América a raíz del descubrimiento de este Nuevo Mundo. El contacto con una realidad natural y humana, diversa de la que hasta ahora había tenido que expresar, transforma inevitablemente el español. La lengua española que arriba a los territorios americanos no era un español uniforme sino que estaba teñido de múltiples peculiaridades dialectales, de rasgos que definían la procedencia regional de las personas que los utilizaban.

Según la opinión de la Coordinadora de la Tertulia Lingüística de la Academia, la expansión americana del español lo obliga a tomar contacto con otros pueblos, otras lenguas, de muy diversas procedencias, las lenguas amerindias y las lenguas de la mano de obra esclava procedente del continente africano; al mismo tiempo se produce un contacto simultáneo entre españoles procedentes de los más diversos puntos de España, aunque originalmente fueran andaluces en su mayoría. Se empiezan a producir desde el inicio las peculiaridades que distinguen las variedades americanas del español. Todo este proceso vital de la lengua ha dejado huella en su desarrollo histórico pero no ha logrado debilitar el tronco común hispánico. ¿Qué nos cuenta la historia de la lengua española? ¿Qué conclusiones podemos extraer del estudio de la procedencia y la forma de expansión de los rasgos característicos del español dominicano?, se preguntó la conferencia para añadir: “Lo que les he querido transmitir con la descripción de estos procesos es que los rasgos de la variedad dialectal dominicana, que tan frecuentemente oímos calificar como descuido o incultura, tienen  un origen histórico que explica su presencia y su arraigo entre nosotros. El desconocimiento de este hecho y de su trascendencia provoca que se estigmatice su uso como si se tratara de hechos que demuestran un bajo nivel cultural”.

Significó que el bajo nivel cultural existe, pero no queda patente por la presencia de estos rasgos dialectales. El bajo nivel cultural se manifiesta fundamentalmente en el desconocimiento de la propia realidad lingüística y en la escasa capacidad para valorar lo que es auténtico, tanto en los hechos diferenciales como en los hechos que nos unen a la gran comunidad de hablantes de español.  Precisó que no podemos tachar de inculto al hablante analfabeto que mantiene los rasgos lingüísticos que le han sido legados por generaciones. Es inculto el hablante que, aun habiendo tenido acceso a una educación formal, no ha aprendido a conocer esta tradición y a valorarla en su justa medida. La actitud negativa por principio hacia el habla popular denuncia un sentimiento de inferioridad lingüística. En su intervención, nuestra investigadora lingüística consignó que los estudiosos de la lengua damos cuenta de los fenómenos que encontramos en la realidad y no debemos hacer consideraciones acerca de la corrección o de la norma. Pero, al mismo tiempo, se nos demanda que tomemos partido y ayudemos a enfocar lo que debe considerarse como la norma correcta de uso de nuestra lengua. La conclusión no es la de que todo vale. Existe un consenso para considerar una norma culta panhispánica.

Subrayó María José Rincón que nuestra educación debe estar enfocada al conocimiento de nuestra propia realidad lingüística, a su valoración y estudio. Y también a la posibilidad de manejar esta norma culta hispánica con fluidez en los contextos sociolingüísticos que la exijan. Esta norma no es una norma impuesta sino que presenta muchos de nuestros rasgos lingüísticos dialectales, que compartimos con la mayoría de los hablantes de español. De otra manera limitamos la capacidad de nuestros hablantes de poder cambiar de registro dependiendo de la situación comunicativa, que es uno de los principales indicadores de baja capacidad lingüística. Citó el criterio de Rafael González Tirado, que escribió: “No es asunto de quién hable mejor el idioma. En lo que debemos concentrarnos es en una formación que tienda a provocar en cada ciudadano actitudes y valores con respecto a la cultura, el desarrollo y la identidad nacionales. En cuanto al idioma, debemos estimular una capacidad lingüística que le permita la comunicación eficaz, con plena conciencia del instrumento que maneja, con la identificación de su patrimonio cultural”.

Concluyó la disertante con la ponderación del papel que juega el conocimiento de la lengua y de su historia en las actitudes que los hablantes toman frente a ella. Si podemos mejorar ese conocimiento también podremos transformar las actitudes de los hablantes frente a la lengua propia y, con ella, frente a sus propios valores culturales e históricos. No es una tarea fácil pero es nuestra responsabilidad si queremos que el legado que recibimos pase por nuestras manos con el debido respeto y que en ellas se acreciente y florezca para cuando nos toque entregarlo a los que nos suceden.

María José Rincón, Miembro Correspondiente de nuestra Academia, es Licenciada en Filología Hispánica por la Universidad de Sevilla, de donde es oriunda. Tiene una especialidad en el Español de América, coordina la Tertulia Lingüística de la Academia y la labor lexicográfica para la confección del diccionario de dominicanismos. Santo Domingo, 3 de noviembre de 2009.

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