PRESENTACIÓN DEL DICCIONARIO DE AMERICANISMOS
y mi patria es allí donde se extienda
soberano su verbo…”
(Miguel de Unamuno, “La sangre del espíritu”)
Cuando presentamos en la Academia Dominicana de la Lengua el Diccionario de Americanismos, este nuevo código de la lengua concitó un entusiasmo fervoroso. Y no era para menos. Es el primer diccionario académico dedicado al léxico usual en la América hispana con un amplio caudal de términos y expresiones, el aval de las Academias de España y de América y el rigor con que fue ejecutado, aspectos que convierten a este importante texto lexicográfico en el más completo de Hispanoamérica (1).
La importancia de este Diccionario de Americanismos se funda en la cantidad de voces americanas, la pertinencia de sus definiciones y la riqueza de su información léxica y semántica. La colaboración de las Academias de Hispanoamérica para la realización de esta nueva obra lexicográfica y la participación de valiosos lexicógrafos de España y de América fueron dos factores que avalan la calidad de un trabajo lingüístico realizado con una dedicación plena y rigurosa, durante diez años de labor, bajo la orientación de especialistas de nuestra lengua y de Académicos de España y de América (2).
Para Humberto López Morales, Secretario General de la Asociación de Academias de la Lengua Española, las Academias desempeñaron un valioso servicio en la confección de este diccionario porque matizaron las diferentes acepciones y consignaron “lo que había que incluir o lo que no». Es un diccionario contrastivo que excluye el léxico común a todos los hispanohablantes, que es casi un 90 por ciento, ya que «contiene las palabras vivas del español americano». El vocabulario juvenil tiene una amplia presencia, entre otras razones porque en su elaboración participaron lexicógrafos jóvenes de los diferentes países. Esta obra, en efecto, contó con la colaboración lingüística de las Academias americanas cuyo aporte ayudó a la tarea lexicográfica realizada por el equipo de especialistas al servicio de la Real Academia Española.
Este diccionario no registra los vocablos ni el significado del español general sino los específicos de América. Por ejemplo, «afinar el piano» no siempre tiene que ver con la música, porque en el lenguaje popular de Chile equivale a ´realizar el coito con una prostituta´. «Coger lucha» en República Dominicana es ´pasar trabajo´ o ´experimentar dificultades para ganarse la vida´ (3). «Guagua» significa ´bebé´ en Chile y ´autobús de transporte público´ en nuestro país; “méndigo”, en RD es la pronunciación defectuosa de “mendigo”, pero en México significa ´necio´, ´torpe´ y ´molestoso´. Desde luego, figuran numerosas voces dominicanas, como “cazabe”, “pariguayo” o “mangú”, con sus implicaciones culturales para nuestro país.
En uno de sus escritos sobre la elaboración del presente diccionario, López Morales consignó:
Se dispone ahora de unos valiosos materiales de trabajo: los dos importantes corpora lexicográficos de la Academia Española, el CORDE y el CREA. El primero, el Corpus diacrónico del español reúne textos que van desde los orígenes mismos de la lengua hasta 1975; es el llamado corpus diacrónico, que posee más de 300 millones de formas. El segundo, el Corpus de referencia del español actual, que recoge textos de los últimos 25 años, se acerca ya a los 155 millones de formas. Ambos, pero sobre todo el CREA, serán manejados intensamente por el Diccionario de americanismos, ya que en el corpus sincrónico el 50% de materiales son de esa procedencia (4).
Los lexicógrafos de la RAE, tanto de América como de España, procuraron la base léxica para las entradas de este diccionario y cada Academia tuvo la responsabilidad de decir qué término se usa, confirmar la definición propuesta o precisar el sentido con se define y con qué marcas gramaticales se presenta. La connotación dialectal establece la diferencia entre la naturaleza de una cosa y la función de esa cosa. Por ejemplo, la palabra aldea tiene una connotación despectiva en Santo Domingo y una connotación culta en Chile, rasgo propio de una expresión dialectal.
Este diccionario es dialectal, usual y actual. Toma en cuenta la realidad viva de la lengua en América. No es un diccionario histórico, sino un diccionario sincrónico del español americano. Desde luego, los usos particulares tipificados como idiolectos no se tomaron en cuenta. Por supuesto, se registraron los criollismos morfológicos, como “lloradera”, “pedidora”, “bellura”, que se incluyen como americanismos. Igualmente se incluyen voces afronegristas, como “babalao” o préstamos del inglés, como casting. Y múltiples expresiones del decir común en numerosas regiones.
Este diccionario dio prioridad al uso y el significado de las palabras americanas. El léxico es la parte más móvil y cambiante de la estructura de una lengua, razón por la cual se suprimieron voces o vocablos desusados en la actualidad y se incorporaron nuevos términos o nuevos sentidos a antiguos términos, siempre que el uso estuviese fincado en varios años de vigencia.
En la presentación realizada en la Academia Dominicana enfatizamos el concepto de que el Diccionario de Americanismos es una obra que satisface una necesidad para la consulta de las voces hispanoamericanas, especialmente para los interesados en conocer el idioma con las diferencias léxicas del español americano, ya que este código recoge el vocabulario que usamos los hispanoamericanos en nuestros respectivos países (5).
Desde la planta del diccionario, que al idearla los especialistas recrean el concepto que remite al diseño y plano que sirven de soporte a un edificio para su construcción, hasta la elección de los términos que se registran para una acotación lexicográfica, se puede afirmar que este nuevo código ocupa un lugar privilegiado en la historia de la lexicografía americana, por la orientación lexicográfica que contribuyó a ejecutarlo. El Diccionario de Americanismos está destinado a los interesados en conocer la lengua que hablamos en América, ya que contiene las particularidades léxicas latinoamericanas desde nuestra idiosincrasia lingüística, lo que permitirá conocer las variantes del español de América.
Asimismo, nuestros lectores pueden conocer los rasgos del léxico de los países de donde proceden los términos y las expresiones, que este diccionario proporciona y define. Para aprovechar las páginas del diccionario, conviene ponderar las instrucciones de uso, que presenta las características más importantes de esta obra. También, la información socio-lingüística pertinente para saber si se trata de un registro coloquial o culto, estudiantil o juvenil, urbano o rural, anticuado o despectivo. La obra contiene un índice general, con un listado de sinónimos. Además tiene dos apéndices de las etnias y lenguas indígenas de América, con los gentilicios correspondientes, las siglas y la nomenclatura propia de cada país.
La fortaleza de la lengua española en América da cuenta de su crecimiento, su poder cultural y el rango de su literatura. Al valorar la publicación de este Diccionario de Americanismos, es oportuno consignar el gran esfuerzo realizado ya que, desde 1951, los académicos del mundo hispánico, encabezados por la RAE, sesionaron en México y decidieron crear la Asociación de las Academias y desde entonces se trazaron la meta de un trabajo compartido bajo la orientación de la RAE, con la encomienda de que cada una de las Academias debía realizar en sus respectivos países. Entonces se acordó redactar un diccionario de las voces americanas.
En su primera etapa fueron enviados a la RAE, términos y expresiones con textos y sugerencias lexicográficas, para ir creando el conjunto de voces y giros que formarían las entradas léxicas del diccionario. Fue un trabajo lento, por la lentitud de la comunicación, problema que ahora se obvió por la existencia del correo electrónico mediante el Internet.
En 1998, en una reunión de la Asociación de Academias en Puebla, México, se acordó asumir el proyecto de la confección de este diccionario. Tampoco resultó fácil realizar esa empresa de tan alta envergadura. Se pidió asistencia a las Academias, fue lento el proceso; al principio, exigua y limitada la colaboración. Pero cuando llega a la dirección de la RAE don Víctor García de la Concha (6), sin cuyo dinamismo no se habría materializado esta obra, el proyecto arrancó con fuerza, esta vez con el aliento fervoroso, la formación lingüística y la capacidad de trabajo de Humberto López Morales.
El proceso que se llevó a cabo en la confección del presente diccionario comprendió la realización de los siguientes pasos: 1ro. Una comisión interacadémica conformada con lingüistas de varias academias del mundo hispánico. 2do. Una comisión técnica integrada por lingüistas de España y América que trabajarían en el proyecto lexicográfico de las academias. 3ro. Una comisión local que en cada academia americana revisaría el informe lexicográfico y haría sus observaciones y propuestas.
La comisión técnica, formada por lingüistas al servicio de la RAE, seleccionaba el material léxico, luego de recolectar los vocablos pertinentes de libros, revistas y periódicos de países americanos. Posteriormente, estudiaban y analizaban las palabras; realizaban la criba necesaria y tras definirlas y agruparlas, enviaban a las academias el listado conforme el orden alfabético, material que el director de cada Corporación entregaba a sus colaboradores, para que a su vez estudiasen esas palabras y ratificasen o recomendasen la supresión de esos vocablos. En primer lugar, decían si esas palabras se usaban en sus respectivos países. En ocasiones, llegaban vocablos que eran desconocidos. A cada academia le correspondía verificar y ratificar la existencia de las voces incluidas y si había la necesidad de consultar a personas mayores, a jóvenes y a escritores especializados, lo hacíamos para certificar la existencia y la propiedad de tales o cuales vocablos de nuestro lenguaje. Si el consenso establecía que se desconocían algunas palabras, proponíamos su eliminación. Nos habíamos trazado la meta de elaborar un diccionario cuyo vocabulario respondiese a la realidad, que fuera útil y lo más completo posible, con los vocablos vigentes en América y con una definición apropiada o sus sinónimos correspondientes.
Realizada cada tarea con cuidado, se procedió a hacer lo siguiente:
1. Consignar la creación léxica de vocablos americanos, que son las palabras y las expresiones que nacieron en América, los llamados americanismos léxicos, incluyendo los términos de origen indígena usuales en nuestra lengua. Esta obra presenta los americanismos autóctonos, es decir, las voces provenientes de las lenguas aborígenes, como “canoa”, “areíto”, “tabaco”, “huracán”, entre otros. En este diccionario aparecen los vocablos indígenas que tienen uso generalizado en América. En México, Guatemala o Bolivia, por ejemplo, existen palabras aborígenes que solo usan los naturales de esos países, razón por la cual no figuran todos esos vocablos en este diccionario, sino los que tienen vigencia en el lenguaje común, sobre todo más allá de su espacio geográfico vernáculo. Asimismo, no figuran la totalidad de los dominicanismos (o mexicanismos, argentinismos o colombianismos, etc.) sino solo una adecuada representación de los vocablos propios de cada país.
2. Registrar los vocablos de la lengua española que tienen un significado peculiar en América; son los llamados americanismos semánticos. Para ilustrar esa faceta de los fenómenos lexicográficos, veamos el ejemplo de la palabra lámina, que en la lengua española alude a un cuadro o gráfica con una figura hermosa, que suele aparecer en una revista o colgarse en la pared. Por asociación con la belleza de una lámina, en el español dominicano la palabra lámina significa ´mujer hermosa´. Guagua para los dominicanos es ´autobús de servicio público´, pero en Chile significa ´bebé´ o ´infante´. Pico en Colombia es ´un beso´ y en República Dominicana significa, entre otras cosas, ´boca´. Así se podrían nombrar infinidad de palabras con significados peculiares en varios países de América. Cada país tiene sus propias especificaciones semánticas, de vocablos de la lengua general, que son los que se registran como americanismos. Los términos españoles que en América han adquirido otro sentido y, en algunos casos, otra forma, figuran en este diccionario. Ejemplo, “tumbao”, que además de ser una pronunciación relajada del término “tumbado”, significa ‘un peculiar estilo con su matiz singular’.
3. Recoger las expresiones del lenguaje común con alguna significación especial en nuestro vocabulario, como la connotación metafórica de algunas voces o expresiones, también se registra en este diccionario. Se trata de figuraciones que podríamos denominar americanismos tropológicos.
Esas tres vertientes de la dimensión lexicográfica aparecen en esta magna obra de las academias americanas. Entre los atributos que tiene el Diccionario de Americanismos, se podrían señalar los siguientes:
1. Es el más importante código lexicográfico de voces americanas, entre todos los diccionarios publicados hasta la fecha.
2. Contiene una apreciable cantidad de voces, términos y expresiones, consignados con sus rasgos gramaticales y su significado.
3. Revela un rigor lexicográfico y metodológico en su ejecución, afín a la seriedad lingüística de sus autores.
El principal responsable de este magnífico diccionario le dedicó 10 años de trabajo continuo, paciente y fervoroso, dedicado a tiempo completo con viajes, lecturas y consultas. Cada palabra fue estudiada por el equipo de especialistas de la RAE. En ese equipo figuraban lingüistas de América, bajo la supervisión del representante de la Academia Puertorriqueña de la Lengua y Secretario General de la Asociación de Academias, don Humberto López Morales, coordinador del diccionario.
El director de la RAE, don Víctor García de la Concha, dijo que no quería afirmar que este fuera un diccionario perfecto, pero aseguró que fue elaborado con mucho cuidado por los especialistas responsables. A menudo, había que reescribir o redefinir vocablos hasta lograr la definición adecuada o la matización precisa. La lexicografía es la materia que estudian las personas dedicadas a la definición de palabras.
Es importante subrayar la pertinente definición del vocabulario de una lengua o de una comunidad de hablantes, con la actitud compartida, como la tiene los académicos de la RAE, de que la lengua es un patrimonio común de todos sus usuarios. Los académicos dictaminan sobre las reglas de la escritura, definen el significado de un vocablo o matizan la manera correcta de su dicción, mediante la correspondiente normativa gramatical y determinan la validez de las construcciones verbales. Establecen normas y criterios para fijar significados y acepciones o la propiedad de un concepto. Pero son los hablantes quienes validan el uso o el significado de los vocablos en el ejercicio de su lenguaje.
Es importante destacar que las formaciones léxicas del ingenio hispanoamericano, en cuanto a la forma o morfología de las palabras, mediante voces originales y distintivas del español americano, se ponderan en este diccionario, al igual que el aporte lexicográfico de cada país americano. Asimismo, las formaciones semánticas del habla criolla que implican, en cuanto al contenido de la palabra, significados peculiares del español de América. Como también las connotaciones expresivas implicadas en la creación de giros idiomáticos, frases o locuciones que comportan sentidos metafóricos peculiares del español americano.
Este diccionario recoge la riqueza léxica del continente americano. Desde luego, el saber derivado de la experiencia o los conocimientos de la formación intelectual, aunque ayudan al entender el sentido de las palabras, no se registra en su definición, que es lo que lexicográficamente importa. Importa, por tanto, el uso de la lengua viva de América, con el significado que portan los vocablos que emplean los hablantes en sus respectivas poblaciones americanas.
En la Academia Dominicana de la Lengua estamos trabajando en la confección de un diccionario de dominicanismos y, en tal virtud, las especificaciones del lenguaje dominicano aparecerán en esta obra. El que cada Academia elabore su propio diccionario sobre las voces propias de su país es una tarea que la RAE y la ASALE encomian para que se haga realidad una obra similar en cada Corporación del Idioma.
En atención a su naturaleza lexicográfica, este diccionario ofrece en cada entrada, no solo la especificación de las diversas acepciones, sino la equivalencia semántica correspondiente. Presenta sus marcas geográficas, sociolingüísticas y pragmáticas con el uso y el sentido de cada término, frase o locución. Sus entradas, con sus variantes y sinónimos, comprende el caudal léxico más numeroso hasta ahora publicado sobre el español hablado en América. Por tal razón, abarca un gran mapa dialectal, de enorme variedad terminológica sobre el patrimonio lingüístico de los hispanohablantes, que obviamente viven en América.
Hasta la fecha, el DRAE registra unos 30,000 vocablos marcados como propios de Hispanoamérica. Las 100.000 palabras del Diccionario de Americanismos no abarcan todas las voces americanas, pero es el más completo de los vocabularios de América.
Para responder al criterio pautado por la ciencia del lenguaje, sus redactores pusieron énfasis en la caracterización diatópica de los vocablos, aspecto importante para las comunidades hispanohablantes, con la consignación de las connotaciones gramaticales de las voces estudiadas: marcas de lugar, clase social, estilo expresivo (popular/culto, coloquial/vulgar, rural/urbano, actual/antiguo…).
La importancia de esta obra, la más completa y actualizad del léxico americano, se puede apreciar en sus atributos, que este diccionario condensa en los siguientes rasgos:
1. Panorama general del léxico diferencial del español americano.
2. Connotación léxica y semántica del vocabulario español en América.
3. Uso y sentido de giros y expresiones del léxico hispanoamericano.
4. Ejemplificación de términos y expresiones del español americano.
5. Señalización de las marcas diatópicas y diastráticas del vocabulario.
El principal servicio de un diccionario es proporcionar un conjunto de palabras con su definición. Su consulta nos permite conocer y ampliar el caudal del léxico, tanto activo como pasivo, de nuestro vocabulario. La posesión de un léxico amplio y adecuado potencia la capacidad de comprensión de la realidad, lo que ensancha el horizonte intelectual del hablante. El conocimiento del léxico esencial de la lengua general y del léxico peculiar de la lengua regional o nacional propicia el dominio de la cultura de la lengua y la idiosincrasia de sus hablantes.
La creación de palabras entraña una actividad intelectual compleja y misteriosa en cualquier lengua. El conocimiento del léxico es indispensable para entender lo que escuchamos o leemos, así como para tener un conocimiento del mundo. El dominio del vocabulario es primordial para la plena comprensión de su peculiar sistema de signos y de reglas.
El conocimiento de una lengua implica el desarrollo del poder lingüístico inherente al desarrollo de la conciencia. Hablar una lengua implica el dominio de su vocabulario, la capacidad para entender el significado de sus palabras y la destreza para dotar de sentido a sus sonidos, que forman las palabras. Articuladas en oraciones, las palabras designan conceptos, valoraciones y sentimientos. Los conceptos aluden a las cosas; las valoraciones registran las actitudes ante ellas; y los sentimientos refieren el estado interior de nuestra sensibilidad, que las palabras proyectan.
El nivel de nuestro desarrollo intelectual viene condicionado por nuestro lenguaje. Con las palabras formamos pensamientos, emociones y voliciones. Las palabras que usamos influyen en las decisiones que tomamos. Por eso existen, además de la función representativa y la expresiva, una función activa, que persuade y determina lo que hacemos o queremos que otros hagan. Las palabras que usamos denotan la capacidad intelectual y el desarrollo mental de nuestra cultura lingüística, así como también el lugar de donde somos y la correspondencia con la realidad lingüística de una comunidad de hablantes o una cultura.
El caudal léxico del Diccionario de Americanismos, con su repertorio de voces oriundas del ingenio americano y de voces españolas preñadas de nuevos aderezos semánticos, pervive bajo la estructura de la lengua española en los códigos oficiales (diccionario, gramática, ortografía).
Es oportuno ponderar la labor desplegada por los redactores de esta obra, que arrojó un producto lexicográfico apegado a la realidad americana. El hecho de consignar unas doscientas acepciones para el vocablo “niño” o tan variados sinónimos del término “borracho”, en el índice sinonímico, ilustra la complejidad del trabajo realizado por los expertos y estudiosos que participaron en la realización de esta obra de tanta significación para América, ejecutada con el rigor metodológico de la ciencia del lenguaje, palpable en el resultado de este nuevo código lexicográfico, de incalculable valor para el estudio y el conocimiento del vocabulario americano. Este Diccionario de Americanismos, que confirma la política lingüística panhispánica de la Real Academia Española y la Asociación de Academias de la Lengua Española, recoge la riqueza y la variedad de uso de vocablos propios del español en los distintos países de América.
La presencia del vocabulario del español dominicano, así como del léxico usual y distintivo de los demás países de América, con la participación de sus respectivas Academias, hizo posible presentar un panorama completo de la variedad lingüística del español americano, con sus diferencias y peculiaridades regionales. El hecho de integrar en un texto la riqueza lingüística del vocabulario de los hispanohablantes americanos, desde la Tierra del Fuego en la América del Sur, las islas del Caribe y los países centroamericanos, hasta la misma América del Norte, revela el alcance de una labor lexicográfica intensa, rigurosa y amplia.
Cuando la RAE tomó la determinación de trabajar con firmeza en la realización de este diccionario, en una reunión de Directores de Academias celebrada en Puebla de los Ángeles, México, en 1998, urgió la colaboración de las Academias americanas para garantizar la presencia viva, genuina y real del español americano. El objetivo de incorporar el vocabulario usual y diferencial del español de América, excluye el léxico de un segmento exclusivo de una comunidad de hablantes, si pertenece a una lengua extranjera, como el caso de la etnia cocola en República Dominicana, que no se consigna como parte del español dominicano, a excepción de los vocablos que efectivamente pasaron al lenguaje común de los dominicanos.
Es oportuno consignar que la mayoría de las palabras usadas por la población dominicana pertenece a la lengua general del español de España, razón por la cual las voces usuales en el español europeo o americano, por el hecho de usarse entre nosotros, no le da la categoría de dominicanismos y, por tanto, no deben figurar en un diccionario del español dominicano. Sobre las palabras usadas por la población dominicana, si forman parte de la lengua general o del lenguaje de otro país de América, aunque se trate de vocablos de uso o formen parte de la lengua local, no le da aval para figurar en un diccionario de dominicanismos sino en el diccionario general de la lengua española. En un diccionario de uso local solo deben figurar las voces propias, sean léxicas o semánticas.
En el Diccionario de Americanismos se registran las palabras propias de América. De igual manera, en un diccionario de dominicanismos, mexicanismos, colombianismos o argentinismos, por ejemplo, solo han de aparecer las voces peculiares, léxicas o semánticas, de esos países. Por tanto, en este diccionario se han consignado tres modalidades lingüísticas:
1. Las formaciones léxicas del ingenio americano que implican, en cuanto a la morfología de las palabras, la creación de nuevas voces originales y distintivas del español de América.
2. Las formaciones semánticas del habla americana que entrañan, en cuanto al contenido o sentido de las palabras, la creación de significados peculiares del español americano.
3. Las formaciones expresivas del lenguaje americano que comportan, en cuanto a las combinaciones léxicas, la creación de giros idiomáticos, frases o locuciones con significados connotativos o metafóricos propios del español de América.
Este Diccionario de Americanismos refleja los siguientes aspectos:
1. Recoge y define los términos fundamentales del vocabulario peculiar del español de América, incluyendo todas las regiones del mapa lingüístico de la lengua española en este lado del Atlántico.
2. Presenta la creación léxica americana en la que los hablantes dotan nuevos sonidos y sentidos a la construcción verbal que formaliza su ejercicio lingüístico.
3. Enfoca la vertiente semántica del vocabulario del español americano, con el significado que la voz de la lengua general adquiere en diferentes regiones y países del Nuevo Mundo.
4. Ilustra, con ejemplos pertinentes y concretos, diversas formas de elocución en aras de enaltecer el uso más frecuente y adecuado. Valida algunas maneras peculiares de emplear palabras y expresiones propias de hablantes de diferentes regiones americanas.
5. Hace acopio de los usos peculiares del habla americana, como el uso de apodos y siglas, así como términos étnicos y gubernamentales que evidencian los rasgos del lenguaje americano.
Deseo finalmente consignar mi reconocimiento al trabajo de revisión y definición de palabras para la realización de este valioso Diccionario de americanismos, en cuya ejecutoria, en representación de nuestra Academia bajo la coordinación del suscrito, colaboraron Ramón Emilio Reyes, Teresa Esmeralda Ayala y Glennys Miguelina Severino, con una participación entusiasta y fervorosa, a favor de una contribución lexicográfica al servicio de nuestra lengua (7).
En virtud del rigor y la exhaustividad informativa plasmados en esta obra, no dudamos en recomendar este diccionario, tanto para despejar dudas de significado, como para adquirir informaciones pertinentes sobre numerosos vocablos del lenguaje americano, con los detalles técnicos y lingüísticos de gran ayuda para el usuario. Este nuevo diccionario permitirá conocer más a fondo la peculiar variedad de la lengua española en América. Como dijera don Víctor García de la Concha al presentarlo en Madrid, el mayor acierto ha sido el de permitirnos descubrir que, a pesar de las diferencias en sonidos y sentidos, hablamos la misma lengua.
La belleza de la expresión requiere propiedad en las palabras y corrección en la escritura. El ideal lingüístico está cifrado en el buen decir, que desde antiguo ha concitado el uso adecuado y elegante de las palabras, inquietud de los buenos hablantes y de los escritores ejemplares de nuestra lengua.
Bruno Rosario Candelier
Academia Dominicana de la Lengua
Santo Domingo, Ciudad Colonial, 29 de abril de 2010.
Notas:
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