GENEROSIDAD – PALADA – AZORO

“Día de GENEROSIDAD con los perros.”

Por el tipo de redacción que se usó en este caso los lectores pueden deducir que se trata de un título o de algo de ese género.

Cabe aquí que uno se pregunte cómo es que una persona puede ser “generosa” con un perro. No faltarán los amigos de los canes que entrarán en detalles acerca de cómo hacer feliz a una de esas criaturas que se presumen son los mejores amigos del hombre. Para el autor de estas apostillas el mejor amigo del hombre es el hombre.

El asunto de esta sección se reducirá a mostrar las diferencias que hay entre las lenguas española e inglesa acerca de la generosidad. Muy especialmente las diferencias entre el adjetivo “generoso” y su parecido fonético del inglés “generous”.

En las dos lenguas el adjetivo se refiere a las personas que están dispuestas a dar o compartir dinero o tiempo. En las dos lenguas también se aplica a los vinos para destacar que es más fuerte y añejo que el vino común.

La última acepción sale del origen de generoso que se refería a lo noble de estirpe, de donde se llama generoso al vino de buena cepa y de buena cuba, de buena raíz.

La diferencia entre las dos lenguas para generoso en la lengua actual reside en la cuarta acepción del español. Ésta asevera que generoso es “excelente en su especie”. El ejemplo del uso que consigna es: “caballo generoso”. Es un animal de buena raza y casta.

Con la redacción que muestra el lexicón mayor de la lengua, ya no hay lugar a discrepancias entre los dos términos para significar “abundante, copioso”. Ya esa diferencia pertenece al pasado.

La generosidad es la cualidad de generoso, es el comportamiento o conducta generosos. Es generosa la persona inclinada o dispuesta a las ideas y sentimientos altruistas; es la dispuesta a sacrificarse en bien de otros. No es dada a los sentimientos bajos, la envidia o el rencor. Generalmente se usa para aplicárselo a las palabras y las acciones.

José Ma. Zainqui escribe que se llama generosidad “a la tendencia de un alma grande y noble a prestar ayuda, perdonar, sacrificarse y dar de lo suyo propio”, así se encuentra en su “Diccionario razonado de sinónimos y contrarios”, 1973.

Cabe al final la pregunta: ¿Hay un día para ser generosos con los perros? Consistirá ese día en darles mayor cantidad de comer. Tal vez en mimarlos más, en consentirlos. De todas maneras hay que arreglar el término para que se junte con el perro.

PALADA

“A pesar de este salto sin precedentes casi, el administrador se mostró cauteloso sobre cómo invertir la PALADA adicional de dinero que entrará en las arcas del. . .”

En algunas ocasiones la redactora da muestras de gran capacidad inventiva; en otras la pobreza léxica es sorprendente. Este uso de “palada” no produce indigestión lingüística, sino que provoca un eructo.

Tan pronto como uno se entrega a la tarea de escudriñar los sentidos de la palabra estudiada se percata de lo insólito de la figura: “una palada adicional de dinero”.

Resulta difícil saber cómo llegó la periodista a este vocablo. En español existen muchos otros términos más afortunados que ése para transmitir la idea de gran cantidad.

Para comenzar se argumentará en contra de palada; luego se propondrán otras palabras para sustituir la criticada. Una palada es simplemente la cantidad que la pala puede coger de una vez.

Cada vez que se recurre a un vocablo fuera de lo común el sentido de la lógica indica en la dirección de la mesura y apunta hacia lo que guarda relación con lo tratado. Pala y palada no tienen relación alguna con dinero. Estas líneas transcritas y criticadas están fuera de lugar.

Cuando se habla de dinero adicional puede decirse que son “sumas, cantidades” de dinero. Piénsese que las sumas adicionales de dinero son “ingresos inesperados, extraordinarios”.

Son cantidades imprevistas. Son sumas descomunales (se subió un peldaño), excepcionales, desproporcionadas, que ingresan a las arcas.

En lenguaje más pedestre es un montón, una caterva, una balsa, un pegote de dinero. Claro estas últimas palabras no son para que se tomen en cuenta, sino para establecer la diferencia entre los diferentes registros.

AZORO

“. . .esperanza y sed de conocimientos para aliviar el AZORO de dos pequeños en tierra ajena y el dolor de un hombre que ha perdido a su familia.”

Este azoro es el nombre americano para el azoramiento del español de la otra orilla. El azoramiento o azoro es el sobresalto el susto que sobrecoge a una persona.

En República Dominicana se utiliza (o se utilizaba) más que nada el participio azorado (asorao) para referirse a una persona cuya cara expresa (excpresaba) sorpresa.

La expresión del asombro, del susto, se traduce en la parte más visible del sujeto: la cara. Por esa razón los dominicanos emplean la frase “cara de asorao” para referirse a las características faciales de quien sufre un espanto.

Según parece a los dominicanos la parte del rostro que mejor denota el asombro son los ojos, de allí que a las personas que tienen los ojos protuberantes (saltones), las llamen “ojo asorao”.

Ojalá no sea motivo de enojo que se haya utilizado el nombre azoro en una oración ajena para introducir una peculiaridad del español dominicano.

*PROPENSIDAD

“Los jóvenes entre 25 y 34 años constituyen el segmento de la población con más PROPENSIDAD a no estar asegurado, según el censo.”

Cada vez experimenta el lector mayores sorpresas con la lectura de noticias en un periódico. El deleite que debe asegurársele al lector -sobre todo al que compra- se esfuma cuando éste tropieza con retorcimientos al idioma común.

Cabe que uno se pregunte cómo hacen para demostrar tanta inventiva en el manejo del idioma español. En el idioma común hay espacio para que uno se exprese con toda propiedad.

No hay necesidad de retorcer las palabras, de ordeñar la imaginación para producir nuevos vocablos. Los recursos de la lengua corriente son ilimitados; si alguien no está conforme con la riqueza del léxico no necesita sino estudiar porque el fondo de expresiones es vastísimo.

La voz “propensidad” no es moneda de curso legal en el ámbito corriente. Los diccionarios que se han consultado no traen noticias de ella.

La imaginación de algunos escritores es muy fecunda, pues cuesta trabajo entender como en medio de la prisa de la redacción y la premura impuesta por los plazos algunos puedan producir términos nuevos.

Es muy probable que esos términos no los crearon los redactores, sino que alguna vez antes alguien los utilizó delante de ellos y los redactores los guardaron en el baúl de los tesoros.

Los lectores de estos trabajos hace tiempo ya que adivinaron cual era la palabra que cabía que se usase en el pasaje que se copió más arriba: propensión.

Si alguien abriga dudas acerca de los recursos de la lengua, aquí van algunos sinónimos o equivalentes que pueden encontrar lugar en la oración trascrita: Inclinación, tendencia, proclividad.

QUEMAR – QUEMARSE

El verbo quemar soporta algunos significados en el léxico que son completamente dominicanos. Algunos de ellos constan en todos los diccionarios de dominicanismos, pero hay por lo menos uno que no se ha encontrado en esas obras.

Ya en la obra “Dominicanismos” que publicó D. Patín Maceo en el año 1947 figura el vocablo “quema” retenido como sustantivo, sinónimo de borrachera. Quemarse se torna en embriagarse, embeodarse. De ahí que “quemado” (quemao) sea ebrio, borracho.

El femenino “quemada”, con funciones de sustantivo es un dominicanismo de amplio uso en lugar de quemadura. Todos estos dominicanismos los coleccionó el maestro Maceo en su labor pionera y seria.

De la misma familia y con ayuda del verbo quemarse existe una expresión dominicana “quemarse las pestañas” que recogió la señora Consuelo Olivier Vda. Germán Ariza en su libro “De nuestro lenguaje y costumbres”, 1967. La explicación para la expresión que ella provee es “estudiar mucho”.

Don Emilio Rodríguez Demorizi en 1983, en el volumen que titula “Del vocabulario dominicano” aporta unas explicaciones acerca de la expresión “quemarse las pestañas”. La primera es acerca de la antigüedad de la expresión, pues la califica de “frase antigua”. La segunda versa sobre el origen. Asegura que la expresión alude “a la llama de la vela de antaño”. Con esto sugiere el acucioso investigador de la historia dominicana que la frase se remonta a los años en que los estudios se hacían leyendo con la ayuda de la luz de una vela.

Para el verbo “quemar” en el “Diccionario de dominicanismos” Carlos Esteban Deive presenta una acepción dominicana más reciente, “apretar a una mujer con fines eróticos”. Esta acción se produce sobre todo cuando la pareja se encuentra bailando.

El último autor citado añade a la lista de los dominicanismos la utilización del verbo quemar cuando se refiere a una cosa que se vende barato. De ahí es de donde se desprende el uso de “a precio de quemazón” con que se anuncian las gangas y baratillos que ahora se llaman especiales.

No contento con lo anterior, Deive recoge la frase “estar quemado” que circula en las conversaciones en el nivel familiar con sentido figurado con el valor de: “Estar muy visto. Haber perdido prestigio o simpatías”.

En esta última parte se añadirán las dos acepciones que no constan en las obras anteriores. Durante muchos años los estudiantes dominicanos que no aprobaban un examen o una materia de estudios decían que se habían “quemado”; eso significaba que habían sido reprobados. Es probable que los estudiosos de la lengua dominicana no mencionaran este uso porque no había trascendido a la literatura y había permanecido en el ámbito escolar y universitario, grupo que crea muchas expresiones efímeras que forman parte de la jerga de estudiantes.

La otra acepción para el verbo “quemar” se emplea en los predios rurales. Ese verbo es equivalente de fumigar con herbicida. En ese medio los hablantes casi no utilizan el verbo fumigar porque es un verbo de saco y corbata.

La explicación para utilizar el verbo quemar se entiende si se piensa que el propósito de quemar un campo y el de fumigarlo es parecido. Con la quema se prepara el campo para una siembra futura; con esa “quema” se eliminan las malezas. En muchos casos después de aplicar los productos químicos el campo parece quemado, amarillento, desolado.

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