CENTRIFUGAR – PROMOCIONAR – INTELIGENTE

El verbo centrifugar empleado de la manera en que se hace en esta cita es algo interesante. Se trae al título de una sección de estos comentarios porque atrae la atención y merece que se agoten unas líneas para examinarlo.
 
CENTRIFUGAR

“. . .y de lo que representan los antaño jóvenes que derrocaron a la dictadura y fueron CENTRIFUGADOS por el poder y la corrupción.”

El verbo centrifugar empleado de la manera en que se hace en esta cita es algo interesante. Se trae al título de una sección de estos comentarios porque atrae la atención y merece que se agoten unas líneas para examinarlo.

La forma en que utilizan el verbo es interesante. No se sabe si la mayoría de los lectores han tenido la oportunidad de haberlo leído antes. Para el autor de estos comentarios acerca de la lengua española fue la primera vez que lo leyó y por lo tanto reparó en él. Vale la pena que se someta a escrutinio el verbo y así se hará. Al final se emitirá una opinión en cuanto a un uso de este tipo.

El verbo centrifugar ha tenido durante largo tiempo aplicaciones en las ciencias. La primera aplicación es en química. Utilizan esa fuerza para separar los componentes de una mezcla según sus distintas densidades. Con el mismo procedimiento secan ciertas sustancias.

La segunda aplicación es más moderna y se la usa en los hogares. Se utiliza la fuerza centrífuga cuando se escurre la ropa en la lavadora de ropa, cuando las vueltas a gran velocidad sacan el agua por efecto de esa fuerza.

Llegado a este punto se impone el examen del verbo aplicado a personas. Hay que confesar que se simpatiza con el empleo del verbo que se ha hecho en el caso del texto. Es un uso ajustado a los cánones de la lengua.

Se ha hecho pasar el verbo de una aplicación mecánica a una utilización en sentido figurado. No es real que el individuo salió expelido de un sitio. Lo que es probable es que las fuerzas del poder y la corrupción lo hicieran salir.

En versiones menos elegantes, o en conversaciones diarias se diría que salieron “disparados” o bien que “saltaron”. Naturalmente estos dos verbos no tienen la elegancia que lleva en sí el verbo centrifugar. La fuerza centrífuga hace pensar en una tómbola que gira a gran velocidad.

Aunque el diccionario oficial de la lengua española no registra ese significado en sentido figurado para el verbo, no hay nada que contravenga este uso.

PROMOCIONAR

“. . .que incluye desde eliminar puestos al más alto nivel hasta PROMOCIONAR directores de escuelas a cargos claves en la administración central.”

Muchas veces lo que ocurre en el lenguaje escrito es que quienes lo practican andan en pos de términos rebuscados, vocablos que se conocen en el habla corriente con el nombre de “palabras domingueras”.

Al hacer lo que se enunció en el párrafo anterior estos señores corren el riesgo de utilizar vocablos que no conocen realmente, que no dominan en su totalidad.

Eso es lo que se produjo en este caso. Se abandonó el camino real por vereda. Se lanzó el redactor tras un verbo más resonante, más raro, más nuevo. Como consecuencia de eso terminó incurriendo en un error.

Si se consulta el DRAE -como siempre se hace en estos casos- se confirma que la selección del término fue desafortunada. Ese lexicón sostiene que promocionar es: “Elevar o hacer valer artículos comerciales, cualidades, personas, etc.” Ese mismo diccionario asegura que el verbo se usa más en lenguaje sociológico o comercial.

Algunas personas pueden discutir la validez de lo que se presenta aquí. Ello así  porque la redacción de la definición del verbo tomada de una forma es “elevar personas”, si se la toma en su esencia.

Se piensa que la redacción debe aceptarse en su sentido inmaterial como “elevar las cualidades de las personas”, que es lo que se hace cuando se promociona un candidato para ocupar un puesto electivo en unas elecciones.

De la misma forma que se procede en casos similares, se procederá a ofrecer un verbo en reemplazo del errado. El verbo que se ajusta a las circunstancias es el verbo PROMOVER.

Léase lo que el catálogo sancionado de la lengua estipula para el verbo promover: “Levantar o elevar a alguien a una dignidad o empleo superior al que tenía.” Téngase en cuenta que no es la única acepción que consta en ese catálogo.

Si se comparan las dos significaciones que se copiaron antes para los dos verbos se nota enseguida que hay uno de ellos -el propuesto- que en todas sus partes satisface.

Para conferirle mayor carácter a lo que se sostiene. El sustantivo femenino promoción es la “acción y efecto de promover”. Eso es lo que las Academias entienden. No escriben esas dignas defensoras del idioma que sea la acción y efecto de promocionar.

INTELIGENTE

“. . .algunos de los asuntos que requieren el engranaje INTELIGENTE de los gobiernos locales… ”

En esta sección de los comentarios lo que se pretende es presentar una nueva acepción que aparecerá en la edición vigésima tercera del diccionario de autoridades.

Esa acepción será añadida a las ya existentes en ese mentado diccionario para poner el término al día con los avances tecnológicos.

No se está  seguro de que el vocablo esté empleado en el texto de acuerdo con los significados más precisos con respecto a la voz inteligente, pero se examinará a la luz de la nueva acepción añadida, de modo que se entienda el asunto.

El adjetivo inteligente expresará oficialmente, con respecto a edificios, sistemas, mecanismos, etc., que éstos están controlados por computador y que se acomodan a cambios sin intervención humana, para establecer las condiciones óptimas de funcionamiento.

En lenguaje llano dice que están dotados de mecanismos automáticos que realizan ajustes para responder a cambios en el entorno. En lenguaje de siglo XXI: “se controlan ellos mismos”.

Esa acepción que ahora se incluye en el repertorio general de la lengua consta desde hace años en los diccionarios de lengua inglesa. Esa es la razón por la que se escribió más arriba que era una actualización de la palabra.

Una vez leída la nueva acepción procede que se piense en lo pertinente del uso en el caso de la cita. Esto se trae a colación porque en el cuerpo de la reseña no se trataba de “engranajes” reales, sino de juntas compuestas por personas, de organismos colegiados que tendrían que deliberar para armonizar sus decisiones.

Aunque la utilización del adjetivo no haya sido precisa, permitió que se revisara el nuevo concepto incluido en el diccionario oficial para la palabra inteligente y hacer posible aplicársela a un mecanismo.

TRAGANTE

“. . .trató de botar en un TRAGANTE del lote de estacionamiento dos pequeñas bolsas de plástico que contenían residuos de cocaína.”

La voz sometida a escrutinio es un participio activo del verbo tragar en funciones de adjetivo, que cuando desempeña esas funciones significa “que traga”.

Naturalmente en el caso del pasaje que se trae en esta sección no se refiere a una persona que traga sino a algo que hace esas funciones de un modo o de otro. En el español común no aparece registrada una acepción que permita de manera legítima este uso; aquí se estudiará el término.

Como se infiere de la lectura del párrafo que precede a éste, el término examinado no consta en el diccionario de las autoridades con una acepción  que permita entender el texto.

Como acontece a veces, se encontró mención del vocablo tragante en el viejo “Diccionario general de americanismos” de Santamaría de 1942. Allí se califica la voz de “vulgarismo cubano”, por “canal que traga el agua de lluvia”. Como sinónimos reconocidos el autor del diccionario ofrece “alcantarilla, sumidero”.

Para la voz alcantarilla el DRAE trae la siguiente definición: “Acueducto subterráneo, o sumidero, fabricado para recoger las aguas llovedizas o inmundas y darles paso”. El sumidero, por su parte, es “el conducto o canal por donde se sumen las aguas”.

Vale la pena que se mencione que no todos los diccionarios de americanismos asientan o conocen la voz tratada en esta sección, por eso se recurrió  al viejo diccionario antes mencionado.

Como es una palabra cubana aparece en el “Diccionario del español de Cuba” de Haensch y Werner. En esa obra se lee: “Orificio, generalmente cubierto con una rejilla, que se encuentra en el suelo de patios, cocinas y cuartos de baño y sirve para el desagüe”.

Tan pronto se lee lo que escriben los autores en el último diccionario, puede percatarse el lector de que los autores han descrito con detalles en qué consiste el tragante, así como el diseño y los sitios en donde se utiliza. Por último mencionaron la función de ese agujero.

La validez de la palabra se la confiere el uso en ese país de origen. El cubano Manuel Pereira en su libro “El Ruso”, publicado en La Habana en 1980, utiliza el término. Así lo mienta el “Diccionario de hispanoamericanismos” de R. Richard, 1997. Las equivalencias que ese diccionario ofrece son: sumidero, boca de alcantarilla. Lo de “boca de alcantarilla” parece bastante afortunado como equivalente porque coincide con la idea del orificio que describe el diccionario de Haensch y Werner. No se refiere al sistema de desagüe, sino a la parte visible, la rejilla o reja que cubre el agujero del sistema de alcantarilla en la calle o de desagüe en los sitios que se enumeraron antes.

En esta sección se persigue más llamar la atención acerca de la rareza de la voz que sobre el significado de ésa. De manera indirecta se critica el uso que se hace de la palabra en un texto que se escribe para ser leído por un público internacional. En ese tipo de escritos debe darse preferencia a las palabras conocidas por el común de los lectores.
Muy a pesar de lo expuesto al final del último párrafo, no es menos cierto que cada redactor escribe influenciado por la carga de vocablos de su país. Solo escritores disciplinados pueden abandonar las voces vernáculas de su origen para utilizar términos neutros. Sucede a menudo que cuando el escritor logra esto último, entonces su prosa pierde sabor. Lo más difícil es lograr el equilibrio que armonice el sabor de lo autóctono con la comprensión por todos del mensaje.

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