Presentación de «Lumbre de la mocanidad» de Bruno Rosario Candelier

Por Eduardo García Michel

   Confieso que el Dr. Bruno Rosario Candelier me ha sorprendido. Ha expuesto a mi humilde persona, sospecho que en forma deliberada, ante un reto enorme. Me ha pedido, nada más y nada menos, que realizara, en paralelo a los destacados intelectuales Alberto Peña Lebrón y Adriano Miguel Tejada, la presentación de su libro Lumbre de la Mocanidad: el arte literario en la villa heroica, que ve la luz en este acto, hoy, aquí, en Moca.

El atenuante a favor del Dr. Rosario Candelier, es que lo ha hecho con intenciones constructivas y de buena fe. En cambio yo, sin pensar en las consecuencias, engolosinado con el brillo de las candilejas, le he contestado, con fatuidad, que “para mí es un alto honor compartir la presentación de tu nuevo libro Lumbre de la Mocanidad: el arte literario en la Villa heroica. Lo haré con mucha satisfacción. Lo considero una gran distinción”.

Todo eso lo decía sin calibrar en su real dimensión el lío en que estaba metiéndome. Para el Dr. Bruno Rosario Candelier puede que presentar la obra de un autor le resulte fácil, familiar, luego de tener sobre sus hombros la publicación de más de 60 libros y una vasta participación en cónclaves literarios y lingüísticos. Hasta he visto títulos fascinantes de sus obras, referidos al mundo increíble y todavía no bien comprendido de la física cuántica.

Él está acostumbrado a enredarse entre letras, ordenarlas, domeñarlas, exprimirlas, explicarlas. Y lo hace, tejiendo con elegancia el arte del buen decir, enhebrándolo con un pensamiento en profundidad y el cultivo de la ética, la estética, metafísica y todo aquello que conecta las profundidades del ser con las fuerzas del Universo. Y, en eso, coincide con Azorín, quien decía que todas las cosas llevan un reflejo del alma universal. En mi libro Al amanecer, la niebla, me pregunto si en verdad el Universo tiene alma. Sé, o por lo menos intuyo, que las cosas vibran y sienten, ríen y padecen, pero esconden su sentimiento. En lenguaje coloquial, podría decirse que para el amigo Bruno, fundador y eje de un reconocido movimiento literario conocido como Interiorismo, estos menesteres son algo así como pan comido, no porque fuera fácil enredarse en esa complicada madeja, sino por la experiencia y los conocimientos acumulados y su sensibilidad exquisita, todo lo cual hace el milagro de que en sus manos lo complejo luzca sencillo.

En cambio, para mí, inscrito en el reino de los mortales que vive azorado por lo que ve y contempla, aprendiz de todo, a pesar de los años que ya llevo a cuestas que sí pesan por más que quisiera negarlo, es como si me pidieran escalar no el pico Duarte, que de subir puede subirse, sino el Himalaya en tiempo de ventisca y frío aterrador.

Y es que no se me escapa la dificultad que implica la participación en un acto como este, “contimás” (cuantimás), decíamos cuando muchachos, si se trata de presentar la obra de una figura tan consagrada y respetada como la del Dr. Rosario Candelier: ¡Tamaña responsabilidad!

El libro Lumbre de la Mocanidad es un significativo y monumental aporte de quien se ha convertido en un referente de las letras dominicanas. Al leerlo, el lector habrá de ir dándose cuenta de que Moca tiene una producción literaria insospechada, de enorme calidad y fuerza expresiva, sorprendente.

Concedo que yo mismo me conmoví al descubrirla tan de repente en toda su extensión, citada y analizada en el libro que se pone hoy en circulación. Conocía casos aislados, pero no tenía la visión abarcadora que poseo ahora, pues estuve alejado mucho tiempo del lar nativo y me perdí una parte significativa de esa producción.

Reconozco que me emocioné al deleitarme con algunas de sus hermosas manifestaciones, con la lectura de retazos o segmentos seleccionados por el autor. Y me llené de orgullo al comprobar la calidad y la fuerza de la obra del grupo de escritores citados en el libro. Esta obra redescubre su gran potencial.

Con este libro, el Dr. Rosario Candelier hace una gran contribución al conocimiento de la producción literaria mocana. Al compendiarla, reseñarla, analizarla, surge el deseo de conocer más en profundidad el trabajo de esos autores y el interés de leer sus obras.

Sucede que los libros de los autores reseñados fueron publicados en algún momento; puede que mucha gente, quizás no tanta, los tenga y haya leído, pero, y esto es lo triste, no aparecen en lugares de venta al público, es decir en librerías. Y si aparecieran tampoco se demandarían ni leerían en la medida de lo deseable, lo cual resulta decepcionante sobre todo para los autores, gente de singular talento. Esa es una de las grandes desilusiones. La producción literaria es para un núcleo reservado de interesados, especialistas, soñadores. Algo así como si se perteneciera a una logia, cuyos secretos se guardaran hacia adentro. No es culpa de los autores. Al contrario, es su calvario.

Las librerías (quedan pocas) no admiten cualquier libro, sino aquellos con potencial de venta. Y si lo admiten, ahora añaden o están en proceso de añadir la exigencia a los escritores de presentar factura con valor fiscal, con los inconvenientes que genera el hecho de estar imposibilitados de reflejar gastos, pues son entes físicos, intelectuales, no empresas. Es decir, sin poder reseñar las pérdidas, pues constituyen su vida misma, cuyo resultado es un balance emocional angustiante. Este es un impuesto al saber, a la creatividad, a la cultura, inhibidor de las publicaciones. Y si los libros no se muestran en físico en los escaparates, es imposible medir su potencial. Pero, aunque se mostraran, la gente cada vez lee menos y usa cada vez más las tabletas electrónicas y los artefactos llamados inteligentes, una de cuyas características es anular la inteligencia, la capacidad de introspección, reflexión, razonar y pensar por sí mismo. Este es un enorme rompecabezas para la humanidad en su conjunto, que demanda respuestas y soluciones.

La obra del Dr. Rosario Candelier, Lumbre de la Mocanidad, especie de antología (es mucho más que eso), muestra con contundencia que los autores citados no se encasillan en una escuela o en un solo género. Su producción es diversa y va desde las décimas populares al teatro, ensayo, crítica, narrativa, historia, testimonio, literatura mística o religiosa, quizás siendo la poesía la que ostente predominio numérico.

Así, surgen nombres y se citan y comentan publicaciones de hasta 35 autores mocanos. Son ellos, Juan Antonio Alix, Aída Cartagena Portalatín, Gabriel Morillo, Octavio Guzmán Carretero, Aurora Tavárez Belliard, Manuel Valerio, Julio Jaime Julia, Alberto Peña Lebrón, Basilio Belliard, Artagnán Pérez Méndez, Adriano Miguel Tejada, José Rafael Lantigua, José Rafael Vargas y el propio Bruno Rosario Candelier. Y también, Santiago Estrella Veloz, José Frank Rosario, Sally Rodríguez, Carmen Comprés, Iki Tejada, Pedro Ovalles, Camelia Michel, Eugenio Camacho, Benjamín García, Fari Rosario, Roberto Miguel Escaño, Mariano García, Gerardo Mercedes, Persio Pérez, Juan Santos, Mikenia Vargas, Rocío Santos.

Tres más se destacan en el cultivo del género sagrado, como ocurre con Monseñor Freddy Bretón Martínez, el padre Roberto Miguel Escaño y Luis Quezada. Y uno más, que soy yo, no sabe muy bien la razón de compartir espacio con tantos estelares de la literatura dominicana, salvo que fuere por mi empecinamiento en seguir emborronando cuartillas (desde muy niño se decía que tenía la cabeza más dura que una tapia) y aspirar a que se lean. ¡Qué pretensión!

En adición a estos 35 autores mencionados, puede que existan otros que en una revisión pudieran ser incorporados, así como algunos más, descendientes de mocanos, con elevada calidad en sus escritos, que bien pudieran ser integrados a este grupo si el Dr. Bruno Rosario Candelier lo considerara apropiado.

Leyendo la obra Lumbre de la Mocanidad  surge con claridad una explicación de la riqueza cultural que alberga el pueblo de Moca. No es asunto de ahora; se remonta de lejos.

Bien lo refleja el Dr. Rosario Candelier cuando cita la visita a Moca, en el año 1881, del presidente Fernando Arturo de Meriño, acompañado de su secretario, Emilio Prudhomme, y las palabras de éste último al expresar que “allí encontramos sociedades literarias, biblioteca pública y gran entusiasmo por el progreso intelectual”. Y eso que se trataba apenas de una aldea, con muy pocos habitantes.

Esa tradición se ha mantenido hasta nuestros días. Dice Rosario Candelier que “Moca ha expresado a través de las letras una vocación creadora insoslayable. Los mocanos han cantado efusivamente lo que emanaba del fondo entrañable de su sensibilidad y han escrito páginas memorables con la sustancia emotiva de las pasiones al influjo de los ideales y las aspiraciones de la colectividad”.

¿Cuál es la explicación de ese comportamiento? Tiene que haber habido un sustrato educativo superior que llevara a sus gentes a hacer uso del instrumento literario con tan inusual fervor, de la misma manera, según se relata, que en esta villa hubo muchas familias que poseían piano, con cola y sin cola, y cultivaban el uso habilidoso y consagrado de diversos instrumentos musicales.

Siempre he pensado que el hecho de poseer medios propios de existencia, aun fueren precarios, daba autonomía y sentido de iniciativa a los habitantes de esta villa. Eso los dotaba de independencia hacia el poder establecido. Y alentaba la auto estima ciudadana. De ahí deriva el amor a las libertades, expresado en la participación en acontecimientos históricos fundamentales, que han conferido a Moca y revalidado el título de Villa Heroica. Y de ahí también es probable que proceda ese amor por el cultivo de las artes, letras y literatura. Y es que no hay nada que aliente más las aspiraciones de libertad y superación de un pueblo, que el tejer de los sueños, modelando y exprimiendo la música que poseen las letras cuando se las esculpe con el cincel de los sentimientos.

Bruno no se contenta con poner en evidencia esa riqueza literaria y pregonarla a los cuatro vientos. No. Va mucho más allá. Ejerce con rigor la crítica, señalando virtudes, aciertos, sugiriendo senderos a explorar, como buen maestro que alumbra el camino del porvenir.

No se trata únicamente del bisturí de un filólogo, sino de la capacidad analítica elevada a una dimensión sublime y amorosa.

Al final de la obra hay un intercambio epistolar entre el Dr. Rosario Candelier y Luis Quezada. Algo aleccionador, que llenó de gozo mi espíritu.

Al referirse al libro titulado Los tres rostros del Apocalipsis, el Dr. Rosario Candelier dice que “Luis Quezada Pérez ha dedicado tiempo, reflexión e intuición para interpretar el sentido mesiánico del texto apocalíptico de la Biblia en una obra que lo consagrará como un teólogo de alto vuelo y un pensador religioso en los estudios y exégesis del pensamiento bíblico en la República Dominicana”.

La humildad de Luis Quezada es proverbial, incluso mayor que su exuberante inteligencia. Por eso, de inmediato escribió al Dr. Rosario Candelier, lo siguiente: “Si fuéramos a poner las cosas en su justo lugar, no me considero ni un exégeta bíblico profesional ni un teólogo bíblico de recia formación académica”. Y agrega: “Te ruego que matices estas afirmaciones, pues me parecen exageradas, cargadas, eso sí, de un gran aprecio hacia mi persona”.

El Dr. Rosario Candelier martilla de nuevo, pienso yo que gozando en su interior con el reto que estaba lanzándole a Luis, penetrando su coraza de humildad, y le reitera que: “Puedes estar seguro de que, Dios mediante, procuraré ponderar tu grandiosa obra, por el contenido que en sí es relevante y por el valor del autor, que no es cualquier cosa. Eres un exégeta bíblico y un teólogo que esclarece, con tu singular pedagogía pastoral, importantes facetas de la Biblia, sobre la doctrina de nuestra Iglesia Católica y la fe que compartimos”. Y agrega: “Sin duda algo mejor tenía pautado para ti el Ordenador de lo viviente que no te fue posible ir al Bíblico de Roma. Lo que haces por nuestro pueblo vale ante Dios mucho más que un título europeo”.

En fin, una travesura del autor del libro que hoy se pone en circulación, recreada quizás con la finalidad de despertar en uno de los talentos que ha dado este pueblo, la necesidad de que termine de eclosionar, de emerger, vertiendo todo su saber a favor de la comunidad.

También así me sorprendió el Dr. Bruno Rosario Candelier. Lo que si tengo muy claro es que estamos ante una obra clarificadora, exquisita, de brazo largo divulgativo, amena, útil a la comunidad, vibrante, aferrada a las fuerzas que emanan del terruño, lúcida, de gran calidad, que viene a cumplir un cometido y llenar un vacío.

Maestro Bruno Rosario Candelier, gracias por su gran aporte y por la confianza depositada en mí.

Moca, Teatro Don Bosco, 30 de agosto de 2018.

 

La tradición literaria en Moca

Por Bruno Rosario Candelier

 

A Miguel Gómez Ovalle,

Quien irradiaba la llama de la Mocanidad.

 

Los centros culturales mocanos

Moca es un pueblo singular, no solo por su tierra feraz y su hermosa y pródiga naturaleza, sino por sus peculiares fluidos telúricos y sus singulares efluvios celestes con las fecundas irradiaciones espirituales que nutren la lumbre de la Mocanidad.

En esta obra desfilan los autores de alta significación para Moca, su historia y su literatura. Y se cuela entre sus páginas el aliento que hace de Moca una tierra singular por varias razones y, de un modo especial, lo que hace de nuestro pueblo un preciado tesoro del alma nacional.

El pueblo de Moca comienza a tener vida literaria en la primera mitad del siglo XIX. Enmarcado en un terreno fértil y un valle feraz en pleno corazón del Cibao, la comunidad de Moca data de principios del siglo XVII en plena etapa colonial española, y a partir del infausto acontecimiento de 1805 conocido como el degüello de Moca, tragedia que provocaran sanguinarias huestes haitianas contra la población mocana, el pueblo de Moca adquiere una notoriedad que se irá incrementando con el paso del tiempo mediante el aporte creador de sus munícipes en el orden agrícola, histórico, político, social, religioso, artístico y literario.

Siendo Moca un modesto pueblo recibió la visita en febrero de 1881 del Presidente de la República, presbítero Fernando Arturo de Meriño, y su secretario personal, el poeta Emilio Prud´Homme, días después publicó en el periódico El propagador, de Puerto Plata, una emotiva crónica en la que plasmaba sus impresiones sobre nuestra villa, destacando la animación cultural de la comunidad mocana. Citamos las palabras del poeta dominicano: “Cuando ya las sombras de la noche bañaban las copas de los árboles, y cuando se sentía entre los bosques el revoloteo de las aves en busca de sus nidos, las campanas de la iglesia anunciaban festivas que la Villa de Moca no estaba a muchos pasos. Con efecto: no tardamos diez minutos sin entrar a ese florido jardín cibaeño. (…) la Villa de Moca será pronto, si sus habitantes continúan como hasta ahora, una de las ciudades de primer orden de la República. Allí encontramos sociedades literarias, biblioteca pública y gran entusiasmo por el progreso intelectual”(1).

Efectivamente, las palabras de Emilio Prud´Homme correspondían a una realidad constatable. El entusiasmo por el progreso intelectual y la existencia de sociedades literarias ha sido una tradición en la Villa del Viaducto desde el siglo XIX. Moca ha expresado a través de las letras una vocación creadora insoslayable. Los mocanos han cantado efusivamente lo que emanaba del fondo entrañable de su sensibilidad y han escrito páginas memorables con la sustancia emotiva de las pasiones al influjo de los ideales y las aspiraciones de la colectividad.

En la primera parte del siglo XIX emerge la figura poética de Juan Antonio Alix (1833-1918), que se destacaría como el gran creador de décimas populares. Alix tenía una sólida vocación literaria, como la evidencia su numerosa producción poética con una señalada veta de cultura intelectual. Conocedor de los recursos poéticos y del lenguaje popular cibaeño, fue el primer poeta en crear una poesía que habría de sentar las bases de la literatura dominicana y, en tal virtud, fue el primer poeta en vivir de las letras en nuestro país, pues el vate mocano imprimía en volantes sueltos sus décimas, que daba a conocer en las callejuelas de Santiago, en el mercado público, en plazoletas y atrios de los templos. No solo fue el más alto representante de la lírica popular en nuestro país, sino el primer escritor criollo que sustenta la base de la literatura nacional con el acopio de lo popular, con el antecedente precursor, en la época colonial, de sor Leonor de Ovando en el siglo XVI, Luis José Peguero en el siglo XVII y Manuel Meso Mónica en el siglo XVIII.

El siglo XIX ve el despegue de las sociedades literarias, centros culturales y la creación de poesía y ficción tanto en Moca, como en las principales poblaciones del país. En 1887 se funda en Moca la sociedad cultural “Luz del porvenir”, institución pionera de una era de cultura que compartieron otros pueblos del Cibao. Se integraron a esa agrupación cultural los intelectuales mocanos Gabriel Morillo, José Antonio Guzmán, José Francisco Rojas, Agustín Brache, Elías Jiménez, Vicente de la Maza, Manuel Perdomo, Gumersindo Belliard, Ercilio Paulino, Juan María Contín, Francisco Leonte Vásquez y otros.

Correspondió a los miembros de “Luz del porvenir” dotar a Moca de una animación artística y literaria en la última década del siglo XIX, en el que predominaban las ideas románticas en narrativa y poesía, pues los escritores hacían del cultivo de las artes y las letras el blasón que gestaba el espíritu de la comunidad bajo la llama de la lumbre de la Mocanidad, sosteniendo y enriqueciendo la biblioteca pública, entonces centro social de amenos encuentros y fecundas tertulias, y promovían la celebración de veladas literarias, recitales poéticos, fiestas patronales y efemérides patrióticas.

La base de la tradición literaria mocana y del desarrollo de la Villa Heroica la hallamos en la sociedad “Luz del porvenir”. La sorpresa que experimentara el poeta Emilio Prud´Homme al encontrar en Moca sociedades literarias obedece al hecho de que esta comunidad era para entonces algo menos que un pueblo, una simple villa, como se puede apreciar en los grabados de Samuel Hazard.

Hacia el año 1901 aparece la sociedad educativa “El Normalismo”, que promovía en los habitantes de Moca las ideas pedagógicas de Eugenio María de Hostos a través de la creación de escuelas privadas para incentivar el amor al estudio, como se lo propusieron sus integrantes, entre los cuales hay que mencionar a Juan Crisóstomo Estrella, Federico Velásquez, Fernando de Lara, Elías Jiménez, Salustio Morillo, Lucas Guzmán y Manuel Cabrera. El influjo de esta agrupación en favor de la formación intelectual, educativa y estética se apreciará en el desarrollo cultural de nuestros ilustres compueblanos cuya huella llegaría más allá de la época en que ejerce la Presidencia de la República el prestante mocano Ramón Cáceres.

En 1927 surge en Moca el Centro cultural “Ariel”, al que pertenecieron Valentín Michel, Cándido Guzmán, Gumersindo Belliard, José de Jesús Olivares, Luis Álvarez, Lisandro Quiñónez, Francisco García, Antonio Guzmán Taveras, Siro Álvarez, Francisco Salvador Jiménez, Luis Olivares, Armando Almánzar y Juan María Contín. Para esa fecha ocupaba la Presidencia de la República otro mocano eminente, el general Horacio Vásquez. En esos años fecundos Moca vivía, al igual que otras comunidades del país, un tiempo de bonanza, y toda la zona del antiguo comercio local experimentó la edificación de nuevas construcciones que aún hoy testimonian una etapa de esplendor, desarrollo y crecimiento. Eran años de fervor cultural y animada vida intelectual, y en los hogares de la clase alta y de cierta holganza económica no faltaba un piano para los conciertos hogareños, una biblioteca con libros para leer y una inquietud genuina de superación a favor de desarrollo intelectual, educativo y cultural.

Otra entidad relevante en esa época fue la agrupación cultural “Lumen”, que idearan en 1939 Víctor Lulo Guzmán, Rogelio Espaillat, Ricardo Ismael López, Doroteo Regalado, Aurora Tavárez Belliard, Fresa de Lara, Julio Guzmán Bencosme, Aída Cartagena Portalatín, Rubén Vásquez, Carlos Guzmán Comprés, Valentín Michel, Angélica Sanabia, Manuel García Lizardo, Estela Rojas, Pura Dolores Tejada y Julio Jaime Julia.

Posteriormente otros intelectuales, estimulados por Julio Jaime Julia quien fundara el Ateneo Mocano en 1948, se sumaron a ese proyecto cultural, como César Ezequiel Guzmán, Angélica Sanabia, Antonio Rosario, Juana Abréu, Juana Muñoz, Antonio Francisco Rojas, Doroteo Regalado y Porfirio Guzmán Comprés.

En la postrimería de la década del 50, varios jóvenes profesionales mocanos se nuclearon para canalizar sus inquietudes culturales y, animados por el talento intelectual de Artagnan Pérez Méndez, crean  la sociedad “Sapientia club”, entidad que aglutinó a inquietos ciudadanos con el propósito de impulsar la alta cultura. Entre sus miembros figuraron Alberto Peña Lebrón, Hugo Pérez Caputo, Darío Bencosme Báez, Abigaíl Cruz Infante, José Olivares y Rafael Martínez. Tenían una motivación científica, filosófica, artística y literaria, y organizaban conferencias, tertulias y encuentros para debatir temas de interés social, político y cultural.

En 1966, cuando por tercera vez un mocano ocupa la Presidencia de la República en la persona de Héctor García Godoy, se crea en Moca el grupo cultural “Incógnito” para celebrar tertulias literarias y charlas de temas históricos y artísticos, que integraban Artagnan Pérez Méndez, Valentín Michel, Bienvenido de la Cruz, Tomás Cueto, José Rafael Lantigua, Chequelo Guzmán y Arnaldo Vásquez.

Hacia mediados de los 60 se enciende la vida cultural en Moca. En los años 1966-1968 inquietos jóvenes fundan el grupo literario “La Roca”, que capitanearan José Frank Rosario y José Rafael Lantigua, al que se incorporaron Ciprián Hernández, Ramón Díaz, Carlos Minaya, Alfonso Fajardo, Enrique Cuevas y Yiyo Villalba. Ese grupo floreció bajo el influjo inspirador de la profesora Rafaela Joaquín.

El año de 1969 es muy activo en nuestra comunidad, remozada con la creación de dos importantes agrupaciones culturales: el Centro Juvenil “Don Bosco”, con una inspiración religiosa en su base y un despliegue deportivo y artístico en su ejecutoria. En lo literario promovieron el cultivo del teatro, tarea en que actuaron José Frank Rosario, José Rafael Lantigua, Fernando Guzmán, Anselmo Comprés, Benjamín García, Mariano García, Félix Tejada, José de León Méndez, José Francisco Encarnación, Andrés Comprés, Luis Manuel Brito, Chelo Durán, Manuel Torres, Ramón Almánzar, Paín Bencosme, José Gabriel Castillo, Carmen Rosa Sosa, Nancy Mejía, Iki Tejada, Bruno Rosario Méndez, Jenly Guzmán, Miguel Taveras y Franklin López.

La otra importante agrupación literaria fue el Ateneo de Moca. En efecto, el acontecimiento cultural más relevante de esa década prodigiosa fue la fundación del Ateneo de Moca, en febrero de 1969, con el liderazgo de Adriano Miguel Tejada y el respaldo de Bruno Rosario Candelier, Alberto Peña Lebrón, José Rafael Lantigua, Rafael Suazo, Pedro Grullón Torres, Ángel Rosario Candelier, Juan Cuevas, Roque Guzmán, José Contín, Julio Cabrera, Luis José Disla, José Infante, José Olivares y Darío Bencosme Báez.

El Ateneo de Moca llegó a celebrar en nuestro pueblo los actos literarios de mayor envergadura y de más honda repercusión nacional, como la Semana de la Cultura Griega, el Coloquio de la Novela Dominicana, La Literatura Nacional y el Encuentro Nacional de Escritores, incluyendo la organización de conferencias, charlas, paneles, charlas radiales, publicaciones de libros y la creación de una organización literaria regional.

En 1978 Julio Jaime Julia organiza el Círculo de Estudios Literarios de la Provincia Espaillat (Celpe), al que se integran Aquiles Almonte, Marién Peña, Iván Carvajal, José Abel Ferreiras, Félix Hernández, Orestes Tejada y Pablo Antonio Cabrera. Y, cuando ese grupo se desintegra, al año siguiente funda el grupo cultural “Pedro Henríquez Ureña”, en el que participan José Rafael Vargas, Arquímedes Comprés, Juan Pablo Acosta, Marina Reynoso, Pedro Taveras, Lucy Cuevas y Santana Martínez.

En el año de gracia de 1979, Bruno Rosario Candelier convoca a los jóvenes creadores de Moca y funda el Grupo literario “Octavio Guzmán Carretero”, entre cuyos miembros fundadores figuraron Pedro Ovalles, Juana Elodia Peralta, Aquiles Almonte, Milcíades Frías Jiménez, Carlos Pérez, Juan Pablo Acosta y Custodia Reyes Santiago; y en la década siguiente se adhirieron Iki Tejada, Persio Pérez, Eugenio Camacho, Basilio Belliard, Yanet Valerio, Jacqueline Cáceres, Carmen Comprés, Luis Quezada y Artagnan Pérez Méndez.

El Instituto Mocano de Cultura, creado en 1984 por el autor de esta obra, fue una extensión del “Octavio Guzmán Carretero”, concebido para celebrar homenajes literarios a destacadas personalidades de las letras nacionales, tarea que respaldaron Darío Bencosme, Sebastián Taveras, Juan Pablo Acosta, Milcíades  Fríaz Jiménez, Luis José Disla, Lourdes Bencosme, Minerva Calderón, Miguel Peña, Haydeé Vargas, Luz Nerys López, Jacqueline Cáceres, Seneida García, Antonia García, Jeffrey Lizardo y Silverio López.

En 1985 el poeta Iki Tejada funda en Moca el grupo “Rincón del Arte”, en el que tomaron parte activa Benjamín García, Benito Castillo, Pedro Taveras, Jefrey Lizardo, Mariano García, Horacio López y Juan Luis Guzmán. Este grupo promovía la pintura y daba charlas y tertulias artísticas y literarias dirigidas al sector juvenil.

El 28 de julio de 1990, Bruno Rosario Candelier funda en Moca el Ateneo Insular, al que suma el grupo “Octavio Guzmán Carretero” para seguir los postulados organizativos y estéticos del Interiorismo como su doctrina literaria. Entre sus miembros figuraron los mocanos Iki Tejada, Sally Rodríguez, José Frank Rosario, Pedro Ovalles, Artagnan Pérez Méndez, Carmen Comprés y Custodia Reyes Santiago. Luego se adhirieron Raymond Pérez, Camelia Michel, Juan Pablo Acosta, Ana Sofía Lulo, Lorena Ramírez, Lorena Comprés, Juana de Jesús (Marisol Marte), Fari Rosario, Juan Luis Guzmán, Rosalba Escaño, Benjamín García, Mikenia Vargas, Roberto Miguel Escaño, Juan Santos, Rocío Santos y Nathalie Gómez Abréu. El Ateneo Insular y el Movimiento Interiorista tienen una proyección nacional e internacional. La Real Academia Española incorporó al Diccionario de la lengua española (Madrid, RAE, 23ª. edición, 2014, p. 1256) la definición del Interiorismo en los siguientes términos: “Movimiento literario fundado en la República Dominicana, que expresa el impacto de lo real en la conciencia, la dimensión metafísica de la experiencia y la belleza sutil con sentido trascendente”. Creado por Bruno Rosario Candelier, desde Moca se ha difundido en la República Dominicana, en Hispanoamérica y en Europa.

 Las promociones literarias en Moca

  Juan Antonio Alix es el fundador de la literatura dominicana y, en tal virtud, es el primer escritor mocano con reconocimiento nacional. Además de los centros culturales, coexisten las promociones literarias que suelen ser la fuente de creadores que animan la vida intelectual de una comunidad. La primera promoción de escritores mocanos la hallamos en 1890, que emerge bajo la inspiración del credo romántico y de la influyente sociedad cultural “Luz del Porvenir”, cuya vida institucional se extendió hasta los primeros años del siglo XX. Formaron parte de la primera promoción literaria Manuel María Sanabia, Francisco Leonte Vásquez, Fernando de Lara, Raúl Cabrera, José Francisco Rojas, Salustio Morillo y José María Michel. Esta generación fue estremecida por el magnicidio de Ulises Heureaux (Lilís), que aconteciera en Moca en 1899. Para entonces el país vivía bajo la zozobra de las luchas montoneras, y la voz de la manigua era un imán para la juventud ardorosa de aventuras y pasiones. La sociedad dominicana estaba sumida en un desaliento respecto al destino del país, y sus intelectuales y escritores intentaban con su pensamiento y su imaginación trillar los pasos iniciales para levantar el espíritu nacional de su inveterada postración con un proyecto de patria entre sus puños y un amasijo de ideales en sus alforjas mentales, acicateados por el anhelo de progreso y paz, prevalidos del ideal romántico y del sueño burgués, y en un concierto de optimismo emprendedor, los escritores sembraban la semilla de la fe en el porvenir, haciendo del cultivo de las letras un vínculo de identificación patriótica y de entusiasmo creador.

Eran los días de la impronta educativa de Eugenio María de Hostos, que cifró en la formación escolar una esperanza regeneradora y constituyó la primera voz en oponerse a la maña nacional de la manigua montonera para formar, con el concurso de principios educativos moralizadores, hombres y mujeres dispuestos a encauzar el destino nacional hacia su mejor desarrollo material y espiritual. En la base de esas aspiraciones radicaba el anhelo de una población sedienta de cultura y disciplina, y los intelectuales de la época endosaban al ideal literario el anhelo de crecimiento espiritual, paralelo al desarrollo material, y la creación literaria, que ha sido siempre la expresión estética más fehaciente de la dimensión espiritual de los hombres y los pueblos, evidenció en Moca su efecto bienhechor en el curso de su evolución histórica.

La promoción de 1900 emerge al siglo XX, tras el empuje creador de Juan Antonio Alix y sus múltiples décimas, con la figura sobresaliente de Gabriel Morillo, que refuerza las bases de la tradición literaria mocana con poemas, narraciones, ensayos, discursos y conferencias, al tiempo que lidera a los integrantes de su promoción, como Elías Jiménez, Ramón Guzmán Pichardo, Juan Crisóstomo Estrella, Leonte Vásquez, Manuel de Jesús Viñas, José Brache, Francisco A. Córdova y José Dolores Alfonseca.

La siguiente promoción, la de 1910, la integran Onésimo Polanco, Ramón Amado Guzmán, Gabriel Guerrero, Ciprián del Rosario, Ramón de Lara y Rodrigo Cervantes, promoción que le tocó vivir el “Sitio de Moca”, a raíz de la muerte del presidente Cáceres, y posteriormente la primera intervención militar norteamericana. Los aires renovadores se sentirían en todos los rincones de la República. El nacionalismo seguía siendo la llama que encendía los ánimos patrióticos; y los poetas, dramaturgos y escritores, motivados por la musa florida y galante de inspiración modernista, hacían de los salones del Club Recreativo o del Club de Damas de Moca, los atrios de las iglesias y el Parque Central, los escenarios de encendidos piropos mediante el arte de la versificación. Esa generación, como aconteciera en el país y en gran parte de la América hispana, suspiraba por el Sena de París y el glamour cortesano de fragancias exquisitas y sensaciones exóticas. Gabriel Morillo, que fue un templo vivo de la Mocanidad, plasma en sus poemas la humanización de las imágenes y la elaboración estética del lenguaje al estilo modernista, como apreciamos en su poema “Nocturno”: “Tras el bosque, cabe un lago/solitario, cristalino/ misterioso, cual un mago/flota un árbol, se oye un trino./Sobre el césped delicioso/y en el aire, forma un velo/el encanto luminoso/de algún ópalo del cielo./Un ensueño peregrino/se apodera de las cosas,/y en el espacio un divino/florecimiento de rosas./De ese lago transparente/en la onda vi una bella,/ ninfa rubia, castamente seducida de una estrella./Y en la atmósfera divina/de esas noches luminosas aprendí/ la peregrina poesía de las cosas./ Tras el bosque, cabe un lago solitario, cristalino,/misterioso, cual un mago,/se ve un árbol, suena un trino”.

Sigue la promoción literaria de 1920 capitaneada por José Bretón y que completan Ramón Amado Guzmán, Gregorio Felipe, León de Jesús Castaños, Pablo Rojas, Rubén de Lara y Ángel Morales. Y luego la de 1930, que le imprime a su obra los caracteres de la tendencia socio-realista, como lo hace la más importante figura de esa generación y una de las figuras sobresalientes de las letras dominicanas. Me refiero a Octavio Guzmán Carretero, a quien sus compueblanos apodaban Cachón, y que tenía, como dijera Aída Cartagena Portalatín, la capacidad de observación de la realidad social y la preocupación por el quehacer y el destino del hombre (2). Además de Guzmán Carretero, integraron la promoción del 30 los intelectuales Valentín Michel, Pedro Reyes Vásquez, Francisco Guzmán Comprés, Gabriel Guerrero, Armando Almánzar, Juan María Contín, Julio Guzmán Bencosme y Aurora Tavárez Belliard. Sofocada por una aplastante crisis económica, esa generación sufrió los rigores de la pobreza y la precariedad material, por lo que se despertó en sus creadores la conciencia de lo social, orillando un Socio-realismo centrado en lo popular, lo nacional y lo vernáculo, que los llevó a ahondar en las raíces de la dominicanidad. Como enseñara Pedro Henríquez Ureña, estos creadores moldearon los perfiles de la expresión propia en busca de la idiosincrasia nacional con actitudes y costados de la realidad social y antropológica, local y nacional.

Tras el reconocimiento nacional que alcanzara Juan Antonio Alix por sus admirables décimas, le siguen los poetas Gabriel Morillo, con sus Mirtos y laureles; Octavio Guzmán Carretero, quien logró un alto puesto en las letras dominicanas con el poemario Solazo. Este ilustre poeta mocano participó en las tertulias de “La Cueva”, que funcionaba en la capital dominicana a principios de los 30 en la residencia del poeta Rafael Américo Henríquez, donde compartió con importantes creadores nacionales de la talla de Domingo Moreno Jimenes, Fabio Fiallo, Juan Bosch, Héctor Incháustegui Cabral y Franklin Mieses Burgos. Luego se une al “Grupo Minoritario de Santiago”, con Tomás Morel y José Bretón, este último oriundo de Moca.

En “Oración”, Octavio Guzmán Carretero testimonia un rasgo de su virtud lírica cuando pone a orar a la naturaleza desatando el aliento cósmico anidado en los elementos circundantes: “Era una hora escuálida y remota/ diluida al temor de la penumbra:/en cada rostro herido de fatigas /una humedad de bendición subía…/la paz formó un asilo de azucenas/bajo el alero lila del retorno;/y en cada labio muerto se asomaba/la intención de la frase transparente./En todo florecía una angustiada/ serenidad divina, y el campo de oro/entre el camino de las ascensiones/pasaba de lo diáfano a lo simple…/El viento trajo de la sierra parda / fracciones de fragancias y de trinos,/mientras la tarde en los caminos pobres/sembraba la frescura de la ausencia…/En el llano pequeño el buey oscuro/asaltó de miradas el barranco, y escondiendo sus ojos sin nociones/¡un perdido horizonte de llanuras!”.

La promoción de 1940 prohijó prestantes figuras literarias, siendo los más prominentes Aída Cartagena Portalatín y Manuel Valerio, que completaron Julio Jaime Julia, Víctor Lulo Guzmán, Estela Rojas Garrido, Pura Dolores Tejada, Carolina Hernández, Luis Napoleón Núñez Molina, Ayanes Pérez Méndez, Ramón Antonio Molina (Papa Molina), Marino Vásquez Rodríguez y Edith Jiménez. Ese grupo de escritores hizo de la Villa del Viaducto un centro cultural dinámico, y los poetas de esa promoción le dieron categoría al arte de la versificación. En “Cómo llorar la muerte de una rosa”, Aída Cartagena proyecta su vocación social y de protesta, que canalizó mediante los recursos simbolistas, creacionistas y surrealistas, según la pauta de la estética sorprendida: “¿Cómo llorar la muerte de una rosa,/si los amaneceres han desdoblado el mundo,/y en la hierba que tiembla cerca de los rosales/ se han quedado las albas vueltas gotas de agua?/Sólo desde la tierra/tienen brillo de ámbar las estrellas./A la tierra amarga vuelva/ la lluvia del color de los rosales./Sentir como los musgos se asen a las piedras;/hay un rencor en la brisa viajera./Hombres no han llorado/porque caen los hombres./ ¿Cómo llorar la muerte de una rosa?”.

Manuel Valerio fue uno de los poetas precursores del Realismo trascendente en la literatura dominicana, dimensión de la realidad que privilegia, cultiva y promueve el Movimiento Interiorista. Mediante la auscultación de los veneros mitológicos, metafísicos y místicos, con un lenguaje que sintetiza la expresión sensorial, conceptual y espiritual hace de la emoción estética un rico filón de lo sublime, como se aprecia en “Cantares” de Manuel Valerio: “Tu voz en el agua./Mi cuerpo en el agua./Tu voz y mi cuerpo/en el agua./Por el agua va mi cuerpo./¿A dónde irá mi cuerpo/en el agua?/¡Ay, que la muerte refleja/toda su sombra en el agua!/Tu cuerpo en la llama./Mi voz en la llama./Mi voz y tu cuerpo/en la llama./Por la llama de tu cuerpo/¡A dónde irá tu cuerpo/en la llama?/¡ay, que la muerte refleja/toda su sombra en la llama!/¡Ay, mi cuerpo en la sombra del agua!”.

Aída Cartagena y Manuel Valerio formaron parte de la Poesía Sorprendida que capitaneó Franklin Mieses Burgos en Santo Domingo en la década del 40 del s. XX. Manuel Valerio formaría el grupo cultural “Los juglares”, que en los 50 dictaba conferencias y organizaba recitales en los barrios populares de la capital dominicana; y Aída Cartagena dirigió en los 60 la revista Brigadas dominicanas, y su novela Escalera para Electra, con singular entronque griego y raigambre mocana, remozaría la novelística nacional.

La promoción del 50 cuenta con dos escritores de la talla de Alberto Peña Lebrón y Artagnan Pérez Méndez, que completan Antonio Rosario, Víctor Lulo Guzmán, Manuel García Lizardo, Darío Bencosme, José Antonio Viñas Cáceres, Servio Tulio Almánzar, Fermín Arias Belliard, José Olivares, Rubén Lulo Gitte y Juan Arístides Taveras Guzmán.

Quiero consignar aquí un hecho que viví en los años cincuenta, que se condice con la tradición literaria mocana y que en el pasado debió tener una enorme incidencia en la vida cultural de nuestro pueblo. El hecho que me llamó la atención sucedió en una fábrica de cigarros. Las fábricas de cigarros tenían en Moca un lector que les leía obras literarias a los operarios mientras estos realizaban sus faenas laborales. Este dato no lo digo porque me lo contaran mi padre o cualquier viejo de la época. Quien escribe, siendo niño, contempló lo que dice pues vio una escena de lectura en la fábrica de cigarros “La Imperial”, ubicada en los 50 en la calle Colón de Moca: uno de los trabajadores leía la novela El conde de Monte Cristo, de Alejandro Dumas, mientras los tabaqueros preparaban y picaban el tabaco de los cigarros. Yo mismo me sorprendo ahora al cabo del tiempo al evocar esa escena y el detalle de que entonces yo mismo le preguntara a mi primo tabaquero, a quien ese día le llevaba un recado a la citada empresa, y recuerdo claramente que me dijo que cada jornada laboral escuchaban capítulos de una novela o de una obra de aventuras o de un libro de reflexión, lo que constituía una forma de mantener a los obreros entretenidos, al tiempo que los dotaba de cultura literaria.

La animación cultural que ha signado la vida social, histórica y literaria en Moca probablemente se debe a la valoración que tenían los mayores de nuestro pueblo por el desarrollo intelectual, lo que explica la frecuencia de veladas literarias, la asistencia a la biblioteca pública o la existencia de centros culturales y agrupaciones literarias en Moca.

Pues bien, la promoción literaria de 1960 emerge en circunstancias socioculturales en que se valoraba altamente el cultivo del espíritu y en consecuencia se organizaban conferencias y tertulias, y se cifraba en la creación literaria la manifestación más alta de la sensibilidad estética y la imaginación creadora, con la concreción de los altos ideales que signaban nuestras vidas.

La generación del 60 la integraron Bruno Rosario Candelier, Freddy Bretón Martínez, Santiago Estrella Veloz, Fernando de Lara Viñas, José Antonio Viñas Cáceres, Mario Cáceres, Adriano Miguel Tejada, José Rafael Lantigua, José Frank Rosario, Pablo Michel Díaz, Rhadamés Rodríguez, Jorge Díaz Piñeyro, Terencio Cepeda, Rafaela Joaquín, Ligia Minaya, Germán Santiago, Rafael Gutiérrez Belliard, Ángel Rosario Candelier, Pedro Grullón Torres, Antonio Manuel Brito, Luis Emilio Montalvo, Javier Capellán, Argentina de Álvarez, José Abigaíl Cruz Infante, Eduardo García Michel, Fernando Rojas Mejía, Juan Manuel Santos Taveras, Carmen Comprés, Juan Castellanos y los sacerdotes salesianos Jesús María Tejada y Luis Rosario. A esa generación de escritores la sacude la muerte de Trujillo, fraguada por mocanos, y la estimula la apertura democrática, la revuelta de abril de1965 y el renacimiento de la fe nacionalista con la consecuente preocupación social y la conciencia de una cosmovisión humanizada en el cultivo de las artes y las letras.

Los literatos mocanos de la generación del 60 se nuclearon en el Ateneo de Moca en cuyo nombre organizamos semanas culturales, coloquios literarios, certámenes poéticos, presentaciones radiales, tertulias intelectuales, cursillos literarios, ediciones de obras y exposiciones pictóricas y bibliográficas. El Ateneo de Moca hizo de la Villa Heroica un polo cultural en la geografía literaria nacional, como dijera el escritor chileno Alberto Baeza Flores (3).

Los escritores de mi generación, la del 60, no podemos obviar el reconocimiento a valiosas figuras que hicieron de Moca su residencia, como el intelectual alemán Karl Uslik Fisher; el poeta vegano Emilio García Godoy; y el sacerdote español Cipriano Ibáñez (4).

La promoción del 70 vio el surgimiento de notables valores literarios, como José Rafael Vargas, Isidoro Santana y Giovanny Cruz, que completan José de León Méndez, Pedro Pompeyo Rosario, Juan Monegro, Luis Manuel Brito, José Bencosme, Elízabeth Méndez de Objío, Paula y Venecia Joaquín, David Gómez, Gabriel Guzmán Marcelino, Sobeyda Guzmán, Dorca Barcácel y Claudio Acosta.

La promoción literaria del 80 cuenta con valiosas figuras, como Sally Rodríguez, Pedro Ovalles, Persio Pérez, Eugenio Camacho, Custodia Reyes Santiago, Milcíades Fríaz Jiménez, Juana Elodia Peralta, Fernando Guzmán, Isidro Silva, Pedro Taveras, Gerardo Taveras, Santiago (Chago) Rojas, Fidencio Bencosme, Manuel Jiménez, Florencio Tejada, Arcadio Rojas, Juan Pablo Acosta, Domingo Caba Ramos y Aquiles Almonte.

Y desde la década del 90 se dieron a conocer Iki Tejada, Carmen Comprés, Basilio Belliard, Benito Castillo, Carlos Salcedo, Rafael Guzmán Fernández, Amable Guzmán, presbítero José Giovanny Solís, Antonio Gómez Alba, Felipe Mena, Antonio Utate, Juan Luis Guzmán, José Toribio Rosa, Luis Quezada, Mariano García, José Luis Paulino y Benjamín García. Con “Fuga”, de Sally Rodríguez, podemos ilustrar el amor de los mocanos al terruño, la compenetración con los elementos naturales y el vuelo lírico y metafísico de la agraciada poeta mocana: “La música húmeda de la tierra/me fecunda/Cristales marinos me cercan la cintura/Un círculo de silencio me ciñe/y quiero caminar/que mis pasos y palabras se humedezcan/ Derrama sobre mí tu noche y tu mirada/ Yo soy una mujer con resplandor herido/y no quiero sentir creciendo angustiada/ la voz y la mirada inmóvil de la tierra/ Te busco bajo la lluvia/ y en los bosques de amapolas /me escondo de la muerte”(Sally Rodríguez, Luz de los cuerpos, p. 47).

Hasta las poblaciones de Jamao y Garpar Hernández llega el bienhechor influjo de la irradiación espiritual de la Mocanidad, como lo confirman Víctor Gómez Bergés, Alejandro Arvelo, Minelys Sánchez, Daniel Tejada, Valentín Amaro. Y de La Cumbre de Puerto Grande son los poetas Mikenia Vargas y Daniel Sánchez Olivares.

La más reciente promoción de escritores mocanos, surgidos en las dos primeras décadas del siglo XXI, cuenta con talentosos cultores del quehacer literario, entre los que figuran Ramón Fari Rosario, Gerardo Mercedes, José Gabriel Morales, Nicolás Arroyo Ramos, Tony Genao, Dulce Jiménez, Kenia Mata Vargas, Rafael Guzmán Torres, Ángel Domínguez, Elba López, Carolina Guzmán, Mikenia Vargas,José Sánchez Disla, Juan Santos, Nathalie Gómez Abréu, Rocío Santos, Neris Morilla y Natalia Guzmán Taveras.

Merecen una especial mención los actuales benjamines de la creación poética en Moca, que integran el grupo literario “Triple llama” bajo la orientación del poeta Pedro Ovalles. Conforman ese grupo juvenil los poetas Leoni Disla, Jennifer González, Luis Alfredo Jiménez, Yadira Rosario Batista, Pablo Ramos Bencosme, Crismely Jiménez, Carmith Herrera, Soneida Pérez, Nathalia Grullón, Rocelio Solís, Winston Paulino y Luciano Abréu.

En un balance de las letras en Moca podemos afirmar que la Mocanidad inspiró la gestación de la literatura nacional con las décimas de Juan Antonio Alix; la creación de la lírica modernista en la poesía de Gabriel Morillo; la modernización de la novelística dominicana, con la ficción de Aída Cartagena Portalatín; la gestación de la poesía mística en las letras nacionales con la lírica teopoética de Freddy Bretón;la literatura inspirada en la realidad trascendente con la gestación del Interiorismo de Bruno Rosario Candelier; la creación de una literatura reflexiva y luminosa al modo de un Anthony de Melo oun Jalil Gibrán en Benjamín García; y la hondura espiritual de alta prosapia bíblica con la huella de fecundas revelaciones trascendentes en la obra exegética de Luis Quezada, quien explaya el Apocalipsis del Nuevo Testamento en un texto iluminador y edificante.

Quiero consignar aquí, como un dato de alta significación cultural, el bienhechor influjo espiritual de la parroquia de Nuestra Señora del Rosario, el templo inspirador de la Mocanidad, con el desarrollo de varias figuras de la vida intelectual mocana, pues no es casual que Juan Antonio Alix, el iniciador de las letras nacionales, fuera bautizado en ese templo parroquial de Moca; no es casual que Gabriel Morillo, el primer poeta de la Mocanidad, asistiera con frecuencia a meditar en esa sacrosanta iglesia del Rosario en busca de la sedación espiritual y la meditación interior; no es casual que Artagnan Pérez Méndez, destacado jurista y promotor religioso de fecunda espiritualidad, fuera monaguillo en esa centenaria parroquia mocana; no es casual que el fundador de la poesía mística en las letras dominicanas, Freddy Bretón Martínez, fuera monaguillo en ese agraciado templo católico; y no es casual que el creador del Interiorismo, Bruno Rosario Candelier,en su adolescencia entrara con frecuencia a contemplar y orar en ese augusto recinto sagrado.

La vetusta parroquia Nuestra Señora del Rosario, primordialcantera inspiradora de la Mocanidad, fue el escenario del fatídico degüello de Moca, ejecutado por sanguinarias tropas haitianas en 1805; es la tumba de héroes locales y antiguos presidentes de la República oriundos de Moca; ha inspirado a eminentes cultores de las letras nacionales; ha sido el epicentro de relevantes acontecimientos religiosos, sociales, políticos y culturales que vertebran la historia de Moca y de la nación dominicana; y ha sido un foco fecundo y luminoso de irradiación del aliento sacrosanto de lo divino.

En efecto, el aura de la Mocanidad se nutre de las raíces telúricas con su historia y su cultura, la onda peculiar de su ambiente natural y la savia fecunda de la fe católica con el aliento sutil de la espiritualidad. El templo Nuestra Señora del Rosario en el pasado, y el Santuario del Corazón de Jesús en el presente, han sido la rutilante lumbre nutricia de la Mocanidad.

Moca como polo literario de la literatura nacional

“Si son importantes los “polos” de desarrollo literarios en nuestra América, también son importantes las actividades de los “sub-polos culturales”, entre los cuales pudiéramos ubicar a Moca”, consignó el escritor chileno Alberto Baeza Flores, en La poesía dominicana en el siglo XX  (Santiago, UCMM, 1977, T. II, p. 313).

En el pasado varios pueblos del país fueron escenarios de una fecunda actividad cultural, como San Pedro de Macorís en el Este; Baní y Neyba, en el Sur; Puerto Plata en el Norte; y en el Cibao, Santiago, San Francisco de Macorís, La Vega y Moca.

Importantes antologías provincianas dan cuenta de la labor literaria en los pueblos, como las de Julio Jaime Julia y Eugenio Camacho sobre la poesía y la prosa en Moca. Esas antologías reflejan el valor de la obra literaria de autores mocanos y su aporte a las letras nacionales.

Moca constituye, con otros focos culturales de nuestras provincias, un centro creador activo de una dinámica participación en el quehacer literario nacional, y es sin duda un “polo cultural” en el corazón del Cibao, y no lo digo yo, sin duda movido por un etnocentrismo afectivo. Lo afirma el escritor chileno Alberto Baeza Flores en su estudio sobre La poesía dominicana en el siglo XX (citado, p. 313). En esta importante historia de la poesía dominicana, al analizar la edición de Solazo preparada por Adriano Miguel Tejada, Alberto Peña Lebrón y Bruno Rosario Candelier, el citado escritor pondera, además, el aporte del Ateneo de Moca como la entidad literaria que convirtió a la comunidad mocana en un centro de creación y promoción de las artes y las letras a la luz de los valores locales y nacionales.

En efecto, los más importantes escritores del país han participado en Moca en diversos coloquios literarios, charlas, tertulias, publicaciones, exposiciones o recitales literarios de los cuales se dieron información en la prensa escrita y otros medios de publicidad. Moca no es solo el centro de una fértil región agrícola, sino un vivero de inquietudes sociales, económicas, políticas, educativas, religiosas, artísticas y literarias, y en este último renglón la literatura ocupa un lugar señero, como lo revelaría un censo de las programaciones de las organizaciones consagradas a la difusión de la cultura, como fueron Luz del Porvenir, Lumen, Sapientia Club, Ateneo de Moca, Centro Juvenil Don Bosco, Rincón del Arte, Taller literario “Octavio Guzmán Carretero” y el Ateneo Insular.

Moca ha dado al país historiadores y antólogos, como Julio Jaime Julia y Adriano Miguel Tejada; tradicionalistas locales, como Elías Jiménez, Ernesto Moscoso López, Rubén Lulo Gitte y Eduardo García Michel; críticos y ensayistas, como Gabriel Morillo, Bruno Rosario Candelier, José Rafael Lantigua, Carlos Salcedo, Basilio Belliard y Pedro Ovalles; periodistas publicistas, como Pedro Reyes Vargas, Santiago Estrella Veloz y José Rafael Vargas; profesores consagrados que influyeron en el cultivo de las letras, como Aurora Tavárez Belliard, Valentín Michel, Artagnan Pérez Méndez, María Teresa Julia, Virginia Ferreiras, padre Juan Montalvo, Pedro Grullón Torres, Pedro Porrello, Rafaela Joaquín, Ligia Belliard, José Frank Rosario, Adriano Miguel Tejada y Luis Quezada Pérez; politólogos ilustrados, como José Abigaíl Cruz Infante, Juan Arístides Taveras Guzmán, Mario Cáceres, Pedro Taveras y Carlos Amarante Baret; narradores audaces, como Aída Cartagena Portalatín, Santiago Estrella Veloz, José Frank Rosario, Artagnan Pérez Méndez y Fari Rosario; y poetas de diversa urdimbre, como Juan Antonio Alix, Gabriel Morillo, Octavio Guzmán Carretero, José Bretón, Manuel Valerio, Aída Cartagena, Pura Dolores Tejada, Víctor Lulo Guzmán, Alberto Peña Lebrón, Freddy Bretón, Sally Rodríguez, Iki Tejada, José Frank Rosario, José Rafael Lantigua, Carmen Comprés, Pedro Pompeyo Rosario, Basilio Belliard, Fari Rosario, Camelia Michel, Roberto Miguel Escaño, Benjamín García, Mariano García, Juan Santos, Rocío Santos, Persio Pérez, Luis Quezada y Mikenia Vargas.

Valiosos profesores, intelectuales y personas notables han hecho en la Villa Heroica obras auspiciadoras de un imponderable aporte al desarrollo de las artes y las letras con su participación a favor de la lumbre de la Mocanidad.

Cuatro de los movimientos estéticos que han surgido en la historia literaria nacional han contado con presencia mocana. El Postumismo de Domingo Moreno Jimenes recibió la adhesión de dos valiosos poetas mocanos, José Bretón y Octavio Guzmán Carretero, que también formaron parte del “Grupo minoritario” de Santiago en la década del 30. La Poesía Sorprendida albergó en su seno a dos ilustres mocanos: Manuel Valerio y Aída Cartagena Portalatín, cuyos primeros libros se dieron a conocer a través de su importante órgano literario. La Generación del 48 contó con dos intelectuales mocanos, Alberto Peña Lebrón y Darío Bencosme Báez; y el Movimiento Interiorista, además de su creador, tiene una valiosa representación mocana en Sally Rodríguez, Iki Tejada, José Frank Rosario, Freddy Bretón, José Rafael Lantigua, Carmen Comprés, Camelia Michel, Roberto Miguel Escaño, Luis Quezada, Juan Santos, Rocío Santos y Mikenia Vargas.

El periodismo ha tenido en Moca una fecunda producción editorial. No me refiero a los reporteros locales, que los hay de todos los niveles, sino a la publicación de periódicos impresos, dirigidos y editados en Moca, con materiales de diversas disciplinas de interés general y páginas literarias con reproducción de trabajos en prosa o en verso de autores mocanos, con el propósito de despertar el interés por las humanidades desde el ámbito de las letras. La revista Renovación fue, en las primeras décadas del siglo XX, un agente de ilustración y divulgación cultural; y Presencia mocana, capitaneada por José Abigaíl Cruz Infante, evidencia el empuje editorial de una comunidad provincial activa, fecunda y entusiasta.

Los integrantes de varias generaciones de mocanos nos educamos con los textos educativos de Aurora Tavárez Belliard. Recuerdo que yo repetía orgulloso, cuando aprendí a leer, una frase emblemática de su libro Rayito de sol: “El campesino se acuesta temprano y se levanta al rayar el alba”.

En música y canto se destacan Arístides Rojas Guzmán, Catalina Jáquez, Gabriel del Orbe, Papa Molina, César Hilario, Elenita Santos, Antonio Morel y Luis Ovalles. Todos ellos han cultivado la creación musical, la composición y el canto.

En las ciencias tenemos a Juan Manuel Taveras Rodríguez y Sergio Bencosme Ruiz, investigadores en centros médicos internacionales. Ambos hicieron contribuciones notables a la ciencia médica.

Varios escritores mocanos han consignado en sus testimonios y relatos los atributos del pueblo de Moca donde crecieron y conocieron la realidad familiar, social, campesina y urbana, como Elías Jiménez, Pablo Michel, Julio Jaime Julia, Rubén Lulo Gitte, José Rafael Lantigua, José Abigaíl Cruz Infante, Ayanes Pérez Méndez, Elízabeth Méndez de Objío, Adriano Miguel Tejada y Eduardo García Michel.

Al hablar de las artes, las letras y sus creadores, conviene privilegiar el enfoque de este estudio en los géneros ortodoxos de poesía y ficción. Porque el tema de la pintura, con las figuras de Poncio Salcedo, Guillo Pérez, Antonio Guadalupe, Hugo Mata,Félix Tejada, José Collado y Julio Tejada, merece una consideración aparte. Como también la labor teatral de José Frank Rosario y José Rafael Lantigua en los años 60 del siglo XX, o la actuación teatral de Eugenio Camacho, Belkis Pineda, Gerardo Mercedes y Benjamín García en las primeras décadas del siglo XXI. Desde luego, la obra literaria de autores mocanos y su aporte a las letras nacionales es el tema central en este libro.

Buena parte de la renovación artística tiene lugar en el Cibao, y Moca y autores mocanos tienen un papel protagónico en la creación literaria y en la gestación de la vanguardia literaria nacional. Al decir esto pienso en importantes creadores oriundos de Moca y con raíces locales fundadas en las vivencias de la Mocanidad. Me refiero a Juan Antonio Alix y sus Décimas; Gabriel Morillo, Dulces enigmas; Octavio Guzmán Carretero, Solazo; Aída Cartagena Portalatín, Escalera para Electra; Manuel Valerio, Coral de sombras; Alberto Peña Lebrón, Órbita inviolable; Freddy Bretón, Entre la voz y el fuego; Sally Rodríguez, Luz de los cuerpos; Iki Tejada, Un latido en el bosque; Pedro Ovalles, El color de la eternidad; Carmen Comprés, Será otro azul; José Frank Rosario, Entre el polvo y la ceniza; José Rafael Lantigua, Los júbilos íntimos; Basilio Belliard, Piel del aire; Fari Rosario, Polvo y olvido; Rocío Santos, Una gota en el mar; Juan Santos, La llama perpetua; Mikenia Vargas, Uña y carne; y otros cuya obra hemos celebrado en coloquios de la Academia Dominicana de la Lengua, el Ateneo Insular y la Oficina senatorial de Espaillat.

Justamente, Juan Antonio Alix, Gabriel Morillo, Octavio Guzmán Carretero, Manuel Valerio, Aída Cartagena Portalatín, Alberto Peña Lebrón, Julio Jaime Julia, Santiago Estrella Veloz, Freddy Bretón, Sally Rodríguez, Iki Tejada, Adriano Miguel Tejada, José Rafael Lantigua, José Frank Rosario, Artagnan Pérez Méndez, Eduardo García Michel, Pedro Ovalles, Carmen Comprés, Basilio Belliard, José Rafael Vargas, Mikenia Vargas, Fari Rosario, Benjamín García, Mariano García, Gerardo Mercedes, Juan y Rocío Santos, Mikenia Vargas y Luis Quezada son los creadores más representativos del quehacer literario mocano y, por los méritos de sus obras, sus nombres figuran en los textos de historia y crítica literaria y en antologías de la literatura dominicana. Los citados escritores han hecho un aporte a la literatura nacional en el plano de la poesía, la ficción y el ensayo. Por algo esos autores fueron incorporados a las corrientes literarias donde se hallan las voces más vigorosas de la literatura nacional, como José Bretón en el Postumismo; Octavio Guzmán Carretero en los Independientes del 40; Aída Cartagena y Manuel Valerio en la Poesía Sorprendida; Alberto Peña Lebrón en la Generación del 48; y la poética del Interiorismo de Bruno Rosario Candelier es enaltecida por Sally Rodríguez, Freddy Bretón, Iki Tejada, José Frank Rosario, José Rafael Lantigua, Carmen Comprés, Camelia Michel, Fari Rosario, Juan y Rocío Santos, Roberto Miguel Escaño y Mikenia Vargas.

El Interiorismo del Ateneo Insular

  El 28 de julio del año de gracia de1990 el autor de esta obra concibe en Moca un nuevo movimiento literario que formaliza y da a conocer con el nombre de Interiorismo, nombredel fundamento estético del Ateneo Insular, institución integrada por grupos literarios y escritores de varias poblaciones del país, como Moca, Santiago, Mao, Montecristi, Santiago Rodríguez, Puerto Plata, San Francisco de Macorís, La Vega, Jarabacoa, Constanza, Santo Domingo, La Romana, Hato Mayor, Miches, Baní y Azua. Este nuevo movimiento literario surge como respuesta a la demanda de reclamos espirituales que mitiguen la frustración y el desencanto, la crisis de valores, el vacío existencial y el anhelo de trascendencia, y propone un nuevo planteamiento estético centrado en una interiorización, reflexivay trascendente, en busca de la creación mitopoética, la verdad metafísica y el aliento místico de lo viviente. Frente al agotamiento de las pautas estéticas existentes, los interioristas entendían que la literatura precisaba de un modelo de hondura interior, mediante el cual los creadores literarios exploren sus percepciones entrañables, la dimensión metafísica de la realidad, la verdad poética y la belleza sutil de las imágenes estéticas, no con simples juegos verbalistas carentes de sentido, sino mediante la auscultación del fondo profundo de lo real con la contemplación metafísica de lo viviente y la vivencia mística de lo divino a la luz del Numen de la sabiduría espiritual del Universo.

Asumimos lo mejor de la tradición literaria local, nacional y universal. En el plano local, elegimos a Manuel Valerio  como nuestro precursor inmediato, cuya obra estimamos paradigma para nuestros objetivos estéticos; en el plano nacional heredamos el aporte estético y espiritual de los postumistas, los independientes y los sorprendidos, como la dimensión cósmica de Domingo Moreno Jimenes, la vertiente metafísica de Manuel del Cabral, la faceta mitológica de Franklin Mieses Burgos y la onda espiritual de Máximo Avilés Blonda. La estética interiorista cultiva y potencia una literatura mitológica, metafísica y mística para desarrollar en las letras dominicanas el Realismo trascendente. Asumimos lo mejor del pasado literario y nos nutrimos del aporte creador de nuestros predecesores y de las tendencias que han fomentado las vertientes trascendentes. Aprovechamos el aporte de la Clasicidad y la Modernidad para enrumbar nuestra creación hacia el desarrollo de la sensibilidad espiritual en procura del fondo interior del hombre, los efluvios de las cosas y la irradiación sutil del Cosmos.

Un ejemplo es “Inquietud”, de la interiorista Carmen Comprés: “¿Hacia dónde van las cosas/que al final son la nada?/Este lodo bañado en los ríos/de las calles tumultuosas./Estas espinas dolientes que rasgan la piel/y dejan sus huellas en cada piedra milenaria/derramando el púrpura que esconden con dureza./Estas rosas que crecen sin sentido en mi pecho por perderse en el llanto impreciso del rocío./¿A qué este temblor de mi cuerpo/por el llanto de los ríos?/¿A qué este nudo en mi garganta/desgarrando el grito en mi silencio?/¿A qué esta posición fetal/por el miedo de nacer en otro espacio?/¿A qué esconderme en las entrañas/de la tierra/para encontrarme de nuevo/en el Cosmos con el Todo?” (5).

En fin, Moca ha hecho un singular aporte al desarrollo de las letras nacionales y ha contado con creadores cuyo cultivo de la inteligencia y la sensibilidad constituye una forma elocuente de testimoniar la dimensión luminosa y espiritual de lo viviente. De ahí que Moca tenga una vigorosa tradición literaria canalizada en diferentes órganos y géneros, autores y obras, potenciada hoy por la fuerza pujante del Interiorismo del Ateneo Insular.

Los grupos literarios “Octavio Guzmán Carretero” y “Triple llama” encarnan la continuidad de la mejor tradición literaria mocana (6), y sus miembros constituyen, en esta etapa de nuestra historia, cultores que enaltecen las letras mocanas, signo y cauce de una creación fehaciente de autores y obras que han aportado a la literatura nacional la visión humanista, refrescante y luminosa de la lumbre de la Mocanidad. El teólogo, poeta y promotor cultural mocano, Luis Quezada, creador interiorista con mirada amorosa y sabiduría mística, escribe “Interioridad” (7), un balbuceante poema que celebra, jubiloso, el Interiorismo:

Entro en mí

buscando la verdad, el bien y la belleza;

hilos de oro van trenzando mi experiencia,

hilos de plata van bordando mi expresión.

Y descubro en ese camino interior

que nos encontramos sumergidos en un misterio,

dimensión profunda de sentido,

que lo envuelve todo,

y que resumo en una palabra: Amor.

Entonces brota en mí la poesía como expresión

y la mística como experiencia,

como cauces privilegiados que me descalzan

para acercarme reverentemente al Misterio.

Entonces encontré al que yo buscaba,

porque antes Él ya me había encontrado.

Y caí en la cuenta de que el orden del Misterio

no es verdad, bien y belleza, sino al revés,

que la belleza va delante, abriendo el camino;

el bien le sigue, calentándonos con su fuego interior

y la verdad resplandece como iluminación que refulge

en la oscuridad, para llenarlo todo de claridad.

Y descubro que tanto caminar y fluir hacia adentro,

nos lleva a la rica confluencia del ser,

que es plural, relación y alteridad.

Pues soy en la medida en que otros son parte de mi ser,

Soy-con-otros-y-por-otros,

Y así puedo gritar lleno de júbilo: EUREKA

El Todo no es la Nada ni la náusea

sino un Misterio profundo cargado de Sentido

que nos sumerge en el océano infinito

del amor y la ternura.

 

Bruno Rosario Candelier

Movimiento Interiorista del Ateneo Insular,

Moca, República Dominicana, 25 de junio de 2018.

 

Notas:

  1. Julio Jaime Julia, Notas para la historia de Moca, Santo Domingo, Publicación de la UASD, 1985, p.19.
  2. Ver Aída Cartagena, “Recordando a Tavito”, en Octavio Guzmán Carretero, Solazo, Moca, Ateneo de Moca, 1975, 2da. ed., p.18.
  3. Alberto Baeza Flores, La poesía dominicana en el siglo XX, Santiago, UCMM, 1977, T. II, p. 312.
  4. Bruno Rosario Candelier, Letras mocanas, Santo Domingo, Publicaciones de la UASD, 1985, p. 12.
  5. Poema cedido al suscrito por Carmen Comprés en julio de 2005.
  6. Desde mediados del siglo XIX hasta el presente, Moca ha tenido agrupaciones y centros culturales y literarios que han fomentado la lumbre de la Mocanidad.
  7. Poema leído por su autor como epílogo de su conferencia sobre “Mística y poesía” en el Encuentro del Movimiento Interiorista celebrado en el Centro de Espiritualidad “San Juan de la Cruz”, en La Torre, Moca-La Penda, el sábado 23 de junio de 2018.

Sabichoso, en tanto que, la génesis / el génesis

Por Roberto E. Guzmán

SABICHOSO

La voz del título de los siguientes párrafos se conoce en el habla de los dominicanos. Todas las personas que se han ocupado seriamente de la lexicografía dominicana han consignado esta voz en sus repertorios. El aspecto que se enfocará más abajo es el concerniente a las acepciones que se reconocen y la redacción de estas.

Con respecto a este punto no todos los repertorios de palabras dominicanas concuerdan. El autor de estas apuntaciones introducirá un matiz a lo escrito por varios de los tratadistas del tema, y, reconocerá quién introdujo un elemento esencial en la definición.

Desde el año 1930 en que se editó el Diccionario de criollismos de Ramón Brito acerca de las voces dominicanas, muchos tratadistas de la materia se han limitado a repetir lo que él escribió para sabichoso, “inteligente, habilidoso”.

  1. Emilio Rodríguez Demorizi en Del vocabulario dominicano (1983:229) solo consigna el equivalente que él reconoce para sabichoso, malicioso. Se está de acuerdo con añadir este adjetivo para sabichoso, pues el sabichoso dominicano no es solamente inteligente y habilidoso.

El sabichoso dominicano usa su inteligencia con malicia para actuar astutamente, ocultando la verdadera intención de sus palabras y comportamiento. No se trata solo de habilidad, sino de la intención de engaño.

Se está de acuerdo con lo que vierte el autor del Real diccionario dominicano (2017:310) en que el vocablo sabichoso se aplica a los niños, para reconocer en ellos el grado de inteligencia. Lo que faltó que se añadiera es que ese niño no es solamente inteligente, sino que tiene también la viveza mental para hacer travesuras ingeniosas que por su naturaleza merecen  reprensión y sin embargo se toleran sin castigo.

 

EN TANTO QUE

“. . .EN TANTO QUE identidad cultural”.

Por uno de esos fenómenos de las lenguas, el autor de estas apostillas acerca de la lengua común ha usado esta frase en más de una ocasión. En una ocasión la encontró en un artículo de otra persona y, en ese caso, le llamó la atención.

Fue en ese momento cuando comenzó a preguntarse acerca de la oportunidad del empleo de la frase y en cuáles casos es legítima su utilización. Las respuestas a esas preguntas son el objeto de esta sección. Además al final se señalarán algunas locuciones muy dominicanas en las que figura la palabra tanto.

Tanto puede desempeñar las funciones de adjetivo comparativo, demostrativo; puede actuar como pronombre comparativo, demostrativo; puede ejercer las funciones de adverbio comparativo, demostrativo, y por último, hacer de conjunción.

“En tanto” es una locución adverbial que se usa en lugar de “entretanto”. “Con tanto que” es una locución conjuntiva que equivale a “con tal de que”. “Tanto que” es una locución adverbial que se usa para expresar “así que”. Estas informaciones constan en la “herramienta” informática que ofrece la Real Academia en su Diccionario avanzado.

El Diccionario fraseológico documentado del español actual (2004:951) para “en tanto (que)” escribe que es una locución conjuntiva que significa “mientras” en su primera acepción. Más adelante en la segunda acepción equivale a: “en el aspecto en que”. En la tercera acepción para la locución consigna ese diccionario el valor de,  “en cuanto, o en calidad de”.

El autor de estos comentarios entiende que la locución objeto de estudio de esta sección puede interpretarse por “en su condición de”; “en función de” en algunos casos. Quien esto escribe usa la locución para evitar tener que repetir la palabra “como”.

Las locuciones adverbiales del español dominicano son, “al tanto” para “en conocimiento de”. “Ni tanto” que expresa “no tanto de lo que se espera”. “Nunca tanto” para indicar “ni tanto”. En función de locución adjetiva, “¿qué tanto?” sirve para decir “¿cuánto?”. Diccionario fraseológico del español dominicano (2016:473).

En francés tienen locuciones parecidas a las del español tant que, que seguida de un verbo da a entender “en la medida en que”. Esa locución del francés, seguida de un nombre manifiesta “considerado como”. Esas dos son las que más se asemejan a lo tratado aquí. Le nouveau Petit Robert (2007:2504). Ejemplo del último es: “. . .devient concevable en tant que composant. . .” Ejemplo tomado de Logos semantikos Vol. III Sémantique (1981:316).

 

LA GÉNESIS – EL GÉNESIS

“. . .basta recordar la convención. . . infinita y con un pacto en *EL GÉNESIS”.

Aquí hay una palabra que puede admitir dos géneros diferentes. La característica del vocablo génesis es que al cambiar de género cambia de significado. Otra particularidad de esta voz es que tanto en singular como en plural se escribe con la misma escritura (representación gráfica), con la ese /s/ al final.

La génesis, sin inicial mayúscula, es el origen o principio de algo. Las autoridades encargadas de asegurar la unidad de la lengua española explican que es la “serie encadenada de hechos y de causas que conducen a un resultado”. En conclusión, las dos acepciones conducen al mismo fin. Una tomada por el inicio y la otra por la consecuencia. Es la creación o formación de una cosa.

Cuando la palabra génesis es femenina, se refiere al origen creación o formación de algo, de una cosa. Así mismo puede aludir a la, “Fase de formación o conjunto de hechos que forman el principio de algo”. Diccionario de uso del español 2007-I-1449). Puede aducirse que esta génesis es sinónima de “elaboración, formación, gestación”.

El Génesis, masculino y con mayúscula, Génesis, es el primer libro de la Torá o Pentateuco; por lo tanto, es el primer libro del Antiguo Testamento de la Biblia cristiana. Si el vocablo génesis es masculino, se refiere “al título del primer libro del Antiguo Testamento”. Diccionario panhispánico de dudas (2005:313). El mencionado libro de la Biblia refiere la Creación.

La palabra génesis llega al español proveniente del latín, que a su vez deriva del griego. En esas lenguas significaba “nacimiento, creación, origen”. Además de lo ya explicado –génesis es un elemento compositivo que sirve para significar “origen, principio, proceso de formación”.

En portugués brasileño acontece lo mismo que en español; con el cambio de género de la palabra esta cambia de significación.

Hay que tener en cuenta el género de la palabra cuando se redacta o habla; la mayúscula inicial del vocablo masculino, y, que el plural de cualquiera de ellas no varía, pues en singular y en plural lleva la ese /s/ final.

© 2018, Roberto E. Guzmán

Chupón, ideologema, correr, cuadraje

Por Roberto E. Guzmán

CHUPÓN

En el título de este aparte figura una palabra con muchas acepciones. Algunas de ellas son de conocimiento general y otras pertenecen al dominio del español de países de la América Hispana. Aquí se mencionará la mayoría de las acepciones, pero se destacarán las que pertenecen al español dominicano, sobre todo las que no han sido registradas en los diccionarios diferenciales de esa variedad de español.

En el español general el chupón es la persona que saca dinero u otro beneficio con astucia y engaño. Así mismo, es el émbolo en las bombas de desagüe.

Es fácil entender que chupón tenga relación con el verbo chupar. El verbo y el sustantivo tienen muchas acepciones. Algunas de ellas propias de algunos países, sobre todo en el registro coloquial. No es posible en este reducido espacio repasarlas todas.

El chupón puede ser en América, el “bobo” de los dominicanos que es de material suave y forma de pezón que se da a los niños para que se entretengan succionándolo. Es además, la succión apasionada que se da en el cuello, así como la marca que esta deja de preferencia en el cuello de la persona objeto de esta. Es la chupada que se da a un cigarro. Con respecto de la naranja es el bagazo que resulta después que se corta horizontalmente y se chupa.

El chupón que no se ha incluido en los diccionarios es el que se usa para adherirlo a piezas lisas cuando se produce el vacío porque este es fabricado de material elástico. Se conoció este chupón en los talleres de mecánica automotor usado para pulir a mano los pistones sobre las válvulas de los motores. Se usa también para mover cristales y espejos cuando hay que colocarlos en espacios reducidos.

Llamaban chupón también a la ventosa en forma de vaso o campana (copa) que se aplicaba sobre la piel de las personas con fines terapéuticos.

 

IDEOLOGEMA

“. . .los grandes IDEOLOGEMAS. . .”

La primera reacción de un lector que no comprende la voz del título es tratar de penetrar su significado descomponiendo la voz en sus partes. Puede pensar el incauto que se trata de una joya de ideología, en el sentido de una ideología de gran valía. Proceder de este modo no conduce a puerto seguro.

Como resultado de las búsquedas que se emprendieron para dar con el significado de la voz, esta parece que es de reciente formación. Es de utilización en literatura, es decir, es una voz culta  que transmite una noción.

Los ideologemas constituyen los principios responsables de la cohesión y la coherencia del discurso social y cultural; eso garantiza al mismo tiempo la comprensión de la propia ideología del discurso. Se considera el ideologema como la fuerza motriz que revela las implicaciones sociales e históricas del texto.

Por medio de esta explicación puede llegarse a la conclusión de que esta voz del título tiene relación con otra más conocida que es ideología. Hay quien sostiene que el ideologema es la representación que se percibe en la obra literaria de la ideología de un sujeto.

Con ayuda de lo vertido más arriba puede el lector hacerse una idea de lo que puede entenderse por esa nueva voz que pertenece al ámbito de la literatura. Con lo escrito precedentemente  no se agota el tema, pues podría escribirse un ensayo acerca del asunto.

 

CORRER

“. . .ya CORREN como candidatos. . .”

Al leer esta cita puede el lector pensar que se trata de unos individuos cobardes que corren con la celeridad de un candidato, de allí que se utilice el adverbio “como” en su redacción. La realidad es que lo que “anda” peor en la frase es el uso del verbo “correr” para lo que hacen las personas que no se desplazan muy de prisa.

La combinación “correr como candidato” es una copia del inglés. En esa lengua es bueno y válido que digan y escriban que alguien run for office, run for a political position, etc. En esos ejemplos el verbo que se usa es el verbo to run que traducido por su primera acepción al español es “correr”.

Lo que no saben esos incautos es que el verbo del inglés también sirve para expresar “participar en una competencia electoral”. Así consta en el Merriam-Webster Dictionary. Esta competición es la que se desarrolla en pos de ocupar una función que se consigue por medio de votos.

El español cuenta con diferentes palabras para expresar de modo derecho lo que trató de comunicar el redactor de la frase copiada, “. . .ya se presentan de candidatos” “. . .ya postulan de candidatos. . .” “. . .ya candidatean como candidatos. . .”

 

CUADRAJE

“. . .un CUADRAJE de conflictos sociales y humanos. . .”

Leer la sección de opinión de un periódico es una experiencia interesante. En ella pueden hallarse muchas voces que no son de uso cotidiano. Algunas son peregrinas invenciones; pero otras resultan muy interesantes porque obedecen a razonamientos de los articulistas y columnistas.

Este cuadraje ofrece la oportunidad de examinar varias voces del español americano de la misma raíz. Además, se emitirá una hipótesis con respecto del significado de la voz del título.

Por alguna razón que no tiene explicación consecutiva, el verbo cuadrar(se) posee en el español de América muchas acepciones diferentes que se manifiestan en los diferentes países. Esas significaciones pueden consultarse en el Diccionario de americanismos (2010).

Porque son muchas las acepciones del verbo cuadrar(se) no pueden tratarse todas en este aparte; solo se mencionarán las que interesan de modo directo para despejar el sentido de este “cuadraje”. En su totalidad el verbo aludido tiene diecisiete acepciones en el diccionario oficial de la lengua española. En sus funciones de verbo pronominal posee cinco acepciones.

El cuadraje que se encuentra en la frase transcrita no se encuentra en ninguno de los diccionarios consultados. No queda más opción que aventurarse a lanzar hipótesis acerca de su sentido en el contexto.

Se piensa que cuadraje equivale a “presentación” cuando esta palabra se utiliza para señalar que algunas cosas se producen. Puede equiparase a “producirse” en los casos en que corresponde a la ocurrencia de circunstancias. Puede aducirse que puede reemplazarse por “aparición” cuando esta es sinónima de “producción” cuando se concitan hechos. Es posible que se refiera a una “combinación” de hechos, situaciones y circunstancias. Puede llegar a sostenerse que es una “coincidencia” de acciones que se conjugan en una ocasión; o que es la “concurrencia” de varias cosas en un momento dado.

Se hace necesario advertir que las equivalencias o sinonimias que se han propuesto para este cuadraje no son el resultado de la aplicación de las acepciones de cuadrar, a menos que no se tome ese verbo como acción de suceso fortuito. Antes de cerrar esta sección es interesante que se examine la terminación del nombre en cuestión, –aje.

La Real Academia expresa que el sufijo –aje procede del francés –age. En esa lengua este afijo es productivo en los tiempos modernos como sufijo de derivación a partir de verbos, La créativité lexicale (1975:168).

En el caso específico de la palabra en estudio hay que convenir en que este sufijo tiene su función para conferirle al derivado la interpretación de “conjunto”; así acaba la cita que encabeza esta sección con el valor de “conjunto de conflictos sociales y humanos”.

Los dominicanos emplean una locución con ayuda del verbo cuadrar; dicen, “no me cuadra”, para referirse a alguna situación, propuesta o circunstancia que no es beneficiosa, conveniente, oportuna, provechosa o ventajosa. Con esa locución se refieren a algo que no es apropiado.

Como es una rareza, se menciona aquí que en el Diccionario de americanismos (2010:697), en el apartado para cuadrar(se) aparece lo que se transcribe; “intr. prnl. RD, Ve. En el dominó, colocar en los extremos la misma piedra para cerrar el juego”. Al autor de estos comentarios le parece que hubo un error tipográfico y se escribió piedra en lugar de pieza. La negrilla es del autor de estos comentarios.

© 2018, Roberto E. Guzmán

Cachucha, departamentalización, a quemarropa/a quema ropa

Por Roberto E. Guzmán

CACHUCHA

La voz cachucha no tiene secretos para un hablante de español dominicano. Todo buen dominicano sabe que una cachucha es, “Gorra de tela con visera”; Diccionario del español dominicano (2013:124-5). Además de eso gorra es un tipo de ají. Para los españoles de la península la cachucha es un tipo de baile.

El Diccionario de la lengua española escribe que gorra es, “Prenda para cubrir la cabeza, especialmente la de tela, piel o punto con visera”.

El autor de estos comentarios entiende, de acuerdo con las Academias de la Lengua, que si es gorra, tiene visera. La prenda para cubrir la cabeza que no tiene visera es el gorro. Quizás la cachucha es un gorro con visera, o simplemente, una gorra.

Si se ha traído la voz cachucha a estos comentarios no se hace solo para argüir acerca de las definiciones de esta, sino para recordar por este medio otra significación de esa voz. En el español dominicano cachucha corresponde exactamente a lo que el recién mencionado diccionario entiende que es una visera en el español corriente.

Es una cachucha la visera, el parasol que se instala en el exterior de un vehículo para evitar que el sol deslumbre a los ocupantes de ese vehículo, sobre todo al conductor. Esa cachucha iba y va instalada inmediatamente sobre el parabrisas, en la parte delantera de la cabina de las camionetas y camiones. Era además un adorno añadido a la vistosidad del vehículo. Algunos automóviles también las llevaban. En la actualidad muchos camiones llevan este aditamento, pues el parabrisas de estas modernas maquinarias es alto y ancho.

Esta cachucha ha permanecido en el cajón de las palabras, pues los diccionarios de español diferencial dominicano no la han rescatado para inventariarla y definirla.

 

DEPARTAMENTALIZACIÓN

“. . .especialización en el trabajo, DEPARTAMENTALIZACIÓN. . .”

Esta palabra es verdaderamente larga. Por esa característica goza del favor de personas cultas. Es tan larga que se hace difícil enunciarla en el habla, y, esto la hace desaparecer de las conversaciones.

No cabe duda alguna de que esta larga palabra tiene relación con los departamentos que son ramas de la administración pública, de empresas privadas de grandes dimensiones o, de las universidades que son las que con mayor frecuencia cuentan con este tipo de división administrativa en República Dominicana.

La departamentalización es una palabra que no está incluida en el Diccionario de la lengua española publicado por la Asociación de Academias.

A pesar de que las instancias oficiales todavía no han reconocido carta de naturaleza en el seno de la lengua a la luenga palabra, esta aparece en algunos diccionarios de uso y en el Diccionario de americanismos de la misma Asociación que elabora y publica el lexicón oficial antes mentado. Esto presagia que en un futuro no muy lejano entrará en el redil reservado a vocablos reconocidos por las autoridades encargadas de asegurar la unidad del español.

El recién mencionado diccionario asienta que la palabra se usa en Honduras, Costa Rica y Chile para, “Proceso de organizar académicamente una Facultad o centro educativo por departamentos según los campos del saber”. Es también el “Proceso de organizar administrativamente algo en cada uno de los departamentos del país”.

Está reconocida la palabra en cuestión en el Diccionario de uso del español (2007-I-933), con la acepción siguiente, “Acción de departamentalizar”. Esto implica también el reconocimiento del verbo. El verbo sirve para expresar, “Organizar en departamentos”.

El Diccionario del español actual (1999-I-1450) asienta también la voz del título y escribe, “Organización por departamentos”. Hay que mencionar sin demora, que el último diccionario no registra el verbo departamentalizar. El departamento que se mienta aquí corresponde a un “ramo de la administración” o a una “sección o parte diferenciada [de un todo, especialmente de una organización]”.

Si se observa la formación de la nueva palabra, puede presumirse que se formó tomando como base el adjetivo departamental. A esa base le añadieron el sufijo –iza, y, luego una terminación de sustantivo –ción.

Lo que se ha descrito en el párrafo inmediatamente anterior a este es una presunción que se desvirtúa tan pronto se descubre que en inglés existe una voz semejante a la que se comenta aquí, departmentalization; el verbo que le sirve de base al sustantivo en esa lengua sirve para expresar “dividir en departamentos”. (Merriam-Webster Dictionary).

En francés se introdujo este uso de la palabra département, pero a regañadientes y con protestas, el Dictionnaire des Mots Contemporains (1987:156) así lo consigna y lo define como “Servicio o subdivisión de un servicio en una administración, una empresa, etc.” Ese diccionario lo califica de “anglicismo vergonzoso”. En Francia desde hace largo tiempo existe un Département que es una división administrativa del territorio francés bajo la autoridad de un Prefecto.

Hay unos departamentos que se han olvidado, son los que corresponden a las “tiendas por departamentos” que es una denominación que provino del inglés y penetró en español y en francés, así como en otras lenguas.

Es muy posible que la voz del título se haya colado en el español por medio del vocabulario de los expertos que trabajan en administración de empresas y negocios y, que se ocupan de organizar el trabajo de esas organizaciones.

 

A QUEMARROPA – A QUEMA ROPA

“. . .y lo asesinaron A QUEMA ROPA. . .”

Con relativa frecuencia se encuentran casos parecidos al que sirve de tema a esta sección. Aquí se comprueba que quien redactó hizo lo que se ha criticado en otras ocasiones; es decir, alguien toma una locución y le cambia el orden, la secuencia. Al hacer esto no se tiene en cuenta que una locución es un grupo de palabras que constituye un significado único para una determinada función.

“A quemarropa” es una locución que puede considerarse adverbial o adjetiva, según el contexto en que se use. Una locución de acuerdo con la definición que de ella hizo D. Julio Casares es una “combinación estable de dos o más términos, que funcionan como elemento oracional y cuyo sentido unitario, familiar a la comunidad lingüística, no se justifica, sin más, como una suma del significado normal de los componentes”. Diccionario de términos filológicos (1962:268).

Las locuciones adverbiales son las equivalentes a un adverbio; esto es, con función de adverbio; las adjetivas son las equivalentes a un adjetivo.

En cuanto a los disparos “a quemarropa” equivale a “desde muy cerca”. Entre esta locución adverbial y la realidad existe una relación directa y fácil de encontrar. Cuando se realiza un disparo desde muy cerca, el objetivo muestra señales de quemadura como resultado de la explosión que se produce para efectuar el disparo en cuestión. Se impuso la ropa como objeto de la quemadura por transmisión reiterativa. En algunos diccionarios puede leerse que este uso de “a quemarropa” como locución adverbial pertenece solo al verbo disparar.

Es locución adjetiva en el caso en que se usa inmediatamente después del sustantivo masculino “disparo”. Así, por ejemplo, “Recibió un disparo a quemarropa que le causó la muerte”.

La locución objeto de estudio ha adquirido tal fuerza que migró su sentido más allá de su primer objeto, y así puede encontrarse desempeñando la función de locución adverbial, cuando se refiere a la forma de actuar. En estos casos se entiende que la locución actúa para comunicar “de forma brusca y sin rodeos”, esto es “de modo demasiado directo”. Generalmente tiene que ver con la manera de decir algo, “sin preparación”, equivalente a “por sorpresa”. Podría decirse que es sinónima de “de sopetón”, que expresa “de improviso, sin avisar, inesperado”.

Para zanjar este asunto de una vez por todas se transcribe lo que se halla en el Diccionario panhispánico de dudas, “Hoy solo está vigente la grafía en dos palabras, por lo que no debe escribirse *a quema ropa”. (2005:549). (Las negritas son mías, RG).

© 2018, Roberto E. Guzmán

Temas idiomáticos

Por María José Rincón

 

PAUTAS PARA LA VIDA

31/8/2018

La lengua tiene sus propios mecanismos gramaticales y léxicos para la creación de nuevas palabras. Eso le permite mantenerse viva y rendirnos servicio. Hoy vamos a fijarnos en un mecanismo gramatical concreto que permite la creación de verbos a partir de nombres y adjetivos. No vayan a creer que esto de formar nuevos verbos se hace a la brigandina. La lengua sigue ciertas pautas morfológicas que muchas vecespasamos por alto.

La reflexión de hoy viene a cuento de un comentario de un lector preocupado (que no desocupado, como el cervantino) al que le sorprende la formación del verbo plastificar, que él considera debería ser *plasticizar. Como modelo propone la formación de comercializar a partir de comercio. Nada es tan sencillo en la lengua. El verbo comercializar se forma a partir del adjetivo comercial (y no del sustantivo comercio) al que se le añade el sufijo -izar. Siguen esta misma vereda morfológica los verbos fiscalizar, globalizar, nacionalizar, centralizar, y tantos otros, formados a partir de un adjetivo terminado en ele.

El sufijo -izar no es el único que forma verbos a partir de adjetivos y sustantivos. Existe también el sufijo -ificar. Muchos de los verbos formados con este sufijo expresan la acción de convertir algo en lo expresado por el adjetivo o sustantivo base: santificarcalcificarmomificarpurificar.

¿Por qué no es entonces nuestro verbo protagonista *plasticificar? Le sucede a plastificar lo mismo que a otros muchos verbos derivados de adjetivos terminados en -ico o de sustantivos terminados en -igo: pierden la última sílaba de la palabra base. Observen, si no, los siguientes verbos: de auténticoautentificar; de códigocodificar; de eléctricoelectrificar. Por tanto, no hay nada raro en de plásticoplastificar.

Por suerte para todos la lengua se adapta a la vida, siempre siguiendo sus propias normas. Mientras sea capaz de hacerlo sin perder su esencia, tendremos lengua para rato.

CIRCUNLOQUIOS

07/8/2018

Decimos de alguien que habla bien o que escribe bien como si fuera un don que le ha caído del cielo. Sin embargo, una expresión correcta, ya sea oral o escrita, tiene mucho que ver con la técnica y la técnica, por suerte para nosotros, puede aprenderse y afianzarse con la práctica.

Las palabras son el componente más numeroso, más rico y más cambiante de una lengua, por eso, enseñar a usarlas apropiadamente parece a veces tarea imposible. Repasando la Guía práctica del español correcto del Instituto Cervantes he seleccionado algunos ejemplos de circunloquios que oímos y leemos con frecuencia y que nos recomiendan evitar.

Para empezar con buen pie no está de más que recordemos que un circunloquio no es más que ‘un rodeo de palabras para dar a entender algo que hubiera podido expresarse más brevemente’. El Diccionario de la lengua española de la RAE de 1817 lo define como ‘lo que se dice con muchas palabras pudiéndose explicar con menos’.

Estos circunloquios se cuelan hasta en la sopa para sustituir preposiciones, adverbios y verbos hasta hacernos olvidar que, generalmente, el buen estilo prefiere las formas más breves. Sin lugar a dudas mejor dentro que *a lo interno; mucho mejor poder hacer algo que *estar en condiciones de hacer algo; sin duda preferible para que *en aras de con vistas a; mucho mejor saber que *tener conocimiento de algo.

Con estos circunloquios solo añadimos palabras innecesarias que no aportan contenido, matices ni expresividad a lo que decimos. La buena expresión no es solo cuestión de normas: también tiene mucho que ver el estilo.

 

COMO ACADÉMICA Y COMO MUJER

07/08/2018
Como las oscuras golondrinas becquerianas vuelven a sus nidos, vuelven de tanto en tanto las controversias encendidas acerca del sexismo en el lenguaje. No seré yo quien se queje de que, por una vez, el tema de debate sea el buen o mal uso de nuestra lengua. Nuestra responsabilidad como académicos es intentar, al menos, que las discusiones nos acerquen un poco más al conocimiento de cómo funciona nuestra lengua, una estructura delicada y férrea a la par.

Cuando hablamos de la lengua española no conviene olvidar que nuestra lengua es nuestra, pero también de más de quinientos millones de personas que la tienen como medio de expresión y comunicación; no conviene olvidar tampoco que en la lengua el tiempo y la historia son fundamentales; conviene tener siempre presente, además, que el cambio y la adaptación a los hablantes es condición indispensable para que una lengua siga estando viva. Por lo tanto, hablantes, historia, tiempo y cambio son factores fundamentales en la realidad lingüística.

La lucha legítima, necesaria y encomiable por alcanzar la igualdad de derechos y oportunidades para las mujeres, que comparto y practico, debería ser asumida por todos nosotros, y no solo por las mujeres, que somos las principales responsables de que nuestra reivindicación no se diluya en un tira y hala estéril de defensa de lo políticamente correcto.

Discutimos acaloradamente sobre el género de algunos sustantivos, sobre el matiz despectivo de algunas palabras, y perdemos de vista que la lengua es un sistema que se ha conformado para expresar a los hablantes de una comunidad. El contenido de esa expresión es responsabilidad de cada uno de esos hablantes. La lengua expresa a una sociedad sexista, que expresa contenidos sexistas. La vigencia de uso de las expresiones o giros sexistas, como la de las expresiones o giros denigrantes, discriminatorios o racistas, es responsabilidad de los hablantes. No son otros los que las mantienen vigentes.

Ivelisse Prats confiaba el pasado sábado en su columna En plural en la evolución de las academias. Aunque con poco reconocimiento y mucho desconocimiento por parte del público, la RAE y la Asociación de Academias de la Lengua Española han avanzado mucho, y lo siguen haciendo, en la eliminación del sesgo masculino de las definiciones y los ejemplos que incluimos en nuestros diccionarios, muy abundante en otras épocas. La Academia Dominicana de la Lengua hizo especial hincapié en esta perspectiva no sexista en el diseño y la redacción de nuestro Diccionario del español dominicano; y lo seguimos haciendo, porque los diccionarios nunca están hechos del todo y nuestro objetivo es que nuestro diccionario de referencia esté a la altura de los tiempos y se acerque a una expresión justa de la sociedad dominicana.

En la columna de Ivelisse Prats leo algunos ejemplos muy acertados para ejemplificar que en la mayoría de los casos el sexismo no está en la lengua, sino en el uso que los hablantes hacen de ella. Se pregunta la columnista por qué, si se aceptan términos como abogada, doctora, arquitecta, o diputada se rechaza el término jefa. Desde luego los términos abogada, doctora, arquitecta o diputada no tienen que aceptarse más o menos que sus correspondientes masculinos. El mecanismo morfológico para formarlos existe desde siempre en la lengua española. Cuando la sociedad los hizo necesarios no hubo más que empezar a usarlos. Si un cataclismo borrara de la faz de la Tierra, y permítanme el sarcasmo, solo a los diputados de sexo masculino, dejaríamos de necesitar el sustantivo masculino diputado, pero eso no significa que dejaría de aceptarse o de ser correcto.

Lo mismo sucede con el par jefe/jefa. Que se rechace el uso de jefa por parte de algunos hablantes, más o menos numerosos o que se tiña el vocablo de ciertas connotaciones más o menos peyorativas no depende de mecanismos lingüísticos, sino de las apreciaciones de los hablantes.

En nuestra mano está trabajar para que esto no suceda, como bien hace doña Ivelisse. El hecho de que tradicionalmente se distinguiera como fórmula de tratamiento entre señor y señora/señorita no es más que una distinción sexista que va perdiendo terreno. Como detalle, no olvidemos que en su momento era habitual, con otras connotaciones, el empleo de señorito. En estos casos el sexismo no está en la lengua, como la fiebre no está en la sábana.

Desde luego cualquier reflexión sobre la lengua española por parte de los buenos hablantes o de quienes aspiran a serlo es bienvenida. Reflexionar sobre la lengua no supone irrespetar a la Real Academia Española, ni a las demás academias de la lengua española en el mundo, entre ellas la Academia Dominicana de la Lengua. Tampoco conviene olvidar que no son las academias de la lengua las que establecen las normas de la lengua española. La lengua española, como todas las lenguas, es un organismo vivo e histórico que se va formando a lo largo de los siglos. Su sistema tiene que ver con su lengua madre, el latín, y con muchos siglos de historia a sus espaldas. Las academias proponen obras de referencia, para eso nacieron, que ayuden a mantener la unidad dentro de la diversidad. La guía académica está a disposición de los hablantes que la requieran a través de sus diccionarios, su gramática, su ortografía, sus corpus y sus servicios de consultas, todos ellos de acceso gratuito y a disposición de todos los hablantes del mundo en la red. Aconsejan y orientan a los hablantes que buscan consejo y orientación. Si usted como hablante no lo necesita o no está interesado, es libre de hacerles caso omiso.

Solo la educación de calidad y la formación de ciudadanos críticos y conscientes puede acercarnos a una sociedad libre de actitudes discriminatorias, sexistas, raciales, sexuales, económicas o de cualquier otra índole. La educación es el primer paso, el más importante. Con ella tendremos armas para favorecer el acceso de las mujeres, en igualdad de condiciones, a los medios de producción y de dirección. Estoy de acuerdo con Ivelisse Prats en que faltan muchas trochas por abrir, pero, como he dicho en otras ocasiones, cuando las mujeres nos eduquemos y trabajemos en igualdad de condiciones no hará falta que nos visibilicen. Ya lo haremos nosotras mismas.

Parece mentira que a estas alturas tenga que decir una y otra vez que como mujer no me siento discriminada, ni poco visible, ni excluida, cuando se habla de los académicos, de los docentes, de los padres de alumnos, de los trabajadores. Tampoco excluyo a mis amigas cuando hablo de mis amigos, ni a mis lectoras cuando hablo de mis lectores, ni a mis jefas cuando hablo de mis jefes. Me disgusta que pretendan obligarme a sentirme discriminada o discriminadora. Me precio de ser buena hablante y de aspirar a serlo cada día mejor. Además de a ser buena hablante aspiro a ser respetuosa. Por ejemplo, me incomoda que me obliguen a ver en el uso del masculino genérico un uso discriminatorio que no he sentido nunca. Y no soy la única. Comparto esta postura con escritoras, historiadoras, lingüistas, periodistas e investigadoras. Estoy segura de que también la comparten muchos hombres que, por otra parte, deberían sentirse igualmente ofendidos porque se les prejuzgue discriminadores.

Nuestra preocupación y nuestra meta debe ser desterrar las actitudes y los contenidos sexistas. Dejémonos de poner en solfa nuestra lengua, que bien sabrá adaptarse a ese cambio, como lo ha hecho a infinidad de cambios en su larga historia, y seguirá estando al servicio de todos. Como filóloga y lexicógrafa, como académica, pero, sobre todo, como mujer creo que la lengua española, si saben enseñarnos a usarla correctamente, es el instrumento fundamental para la igualdad de oportunidades. Entender mejor lo que se lee y expresar mejor nuestro pensamiento y nuestros sentimientos son la clave para avanzar como ciudadanos hacia una sociedad mejor en la que todos nos sentiremos representados y expresados.

 

VERDADES DE PEROGRULLO

14/8/ 2018

Los personajes creados por la cultura popular logran con frecuencia un hueco en la lengua. En la tradición española existe un personaje ficticio denominado Perogrullo que acarrea la no muy apreciada fama de decir simplezas tan obvias que las hace sencillamente innecesarias. Perogrullo además reviste estas obviedades de un matiz trascendente y rimbombante que provoca la hilaridad de quienes lo escuchan.

El nombre del personaje está en el origen del sustantivo perogrullada y la locución verdad de Perogrullo, que el DLE define como ‘verdad o certeza que, por notoriamente sabida, es necedad o simpleza el decirla’.

Aunque hay referencias anteriores al personaje tradicional, una de las más divertidas la encontramos en boca de Sancho Panza cuando, escéptico, responde a unas supuestas adivinaciones sobre su futuro: «Gobernarás en tu casa; y si vuelves a ella, verás a tu mujer y a tus hijos»; a lo que Sancho responde: «Esto yo me lo dijera; no dijera más el profeta Perogrullo». Y fue en una obra de Francisco de Quevedo donde se documenta por primera vez la palabra derivada perogrullada, que el poeta usa para referirse a las «profecías» de Perogrullo. Bastan unos versos del genial autor barroco para hacernos una idea: «El que tuviere tendrá,/ será el casado marido, / y el perdido más perdido/ quien menos guarda más da./ Volárase con las plumas,/ andaráse con los pies, / serán seis dos veces tres».

Verdades de perogrullo, contenidos irrelevantes que Quevedo usa humorísticamente y que suelen provocar hilaridad entre los que los oyen por su misma simpleza. Vigilemos su aparición en nuestros textos.

 

POR UN PAR DE LETRAS

21/8/ 2018

Con un puñado de sonidos se construyen infinidad de palabras con las que tenemos que expresar lo divino y lo humano. No es raro que algunas palabras solo se diferencien entre sí por un par de sonidos, o de letras, si las escribimos. Cuidado, el que la diferencia sea mínima en el sonido o en la grafía no significa que lo sea también en el significado. Una de estas parejas cercanas nos puede servir de ejemplo para tomar conciencia de su existencia y prestar atención cuando las necesitemos.

Los verbos calificar y clasificar son tan cercanos en su expresión que solemos confundirlos. Una ele y una ese son las responsables de la diferencia fonética y gráfica; pero, en lo tocante al significado, es otro cantar. Entre las acepciones de calificar el DLE registra dos que usamos con cierta frecuencia; ‘expresar o declarar un juicio sobre una persona o una cosa’ (Calificó el proyecto de inviable) y ‘juzgar el grado de suficiencia o insuficiencia de los conocimientos de alguien que se examina’ (Calificó a los aspirantes según el baremo establecido).

Sin embargo, clasificar tiene acepciones muy distintas. Como verbo transitivo lo usamos para referirnos a la acción de ‘ordenar o disponer algo por clases’ (Clasifiqué mis libros por género). Para su uso como verbo pronominal el Diccionario de la lengua española registra dos acepciones que son las que a menudo provocan la confusión: ‘obtener determinado puesto en una competición’ (Se clasificó tercero en el torneo de dominó) y ‘conseguir un puesto que permite continuar en una competición o torneo deportivo’ (Nuestra selección se clasificó en los Juegos Panamericanos).

Diferencias morfológicas, sintácticas y de significado que descansan en un par de sonidos (o letras). En nuestra capacidad como buenos hablantes descansa su uso correcto.

Ortoescritura

Por Rafael Peralta Romero

Acentuación de palabras con hiato

Hiato es lo que ocurre cuando  en una palabra hay dos vocales seguidas que pertenecen a sílabas distintas. Para explicar este asunto conviene  recordar el concepto, aparentemente inútil,  de clasificar las vocales en abiertas y cerradas.  Las cerradas son /i/ /u/ y las abiertas /a/ /e/ /o/.

Los hiatos son secuencias de dos vocales que se pronuncian en silabas distintas. Debido al hiato son polisílabas (más de una sílaba) palabras tan breves como oír (o-ír, dos sílabas). Y más aún la forma verbal oía (o-í-a, tres sílabas).

La palabra héroe (hé-ro-e, trisílaba) lleva tilde porque es esdrújula, pero a heroína (he-ro-í-na) se le coloca  en función del hiato. Por la  misma razón que se le marca el acento a heroína se le marca a peledeísta y a cocaína.

De acuerdo a la Ortografía de la lengua española, se consideran hiato,  a efectos de la acentuación gráfica, las combinaciones vocálicas siguientes:

  1. Una vocal cerrada tónica (í, ú) seguida o precedida de una vocal abierta (a, e, o). Ejemplos: María, desvíe, crío, púa, hindúes, búho, caída, reído, prohíbo, aúna, transeúnte.  También, flúor, egoísta, aúllo,  manía, perremeísta.
  2. Dos vocales abiertas distintas (a, e, o). Sucede en las palabras caer, aorta, reactor, herbáceo, loado, roedor. También en los vocablos: poeta, héroe, baitoero, oeste, Bonao, Rafael, Baoruco, teatro.
  3. Dos vocales iguales: azahar, dehesa, chiita, cooperar. También reenviar, loor, reelegir, reembolso…

1-Las palabras con hiato se  acentúan ortográficamente de acuerdo a la siguiente regla:  Las palabras que contienen un hiato formado por una vocal cerrada tónica (ía, íe, ío, úa, úe,  úo, aí, aú, eí, oí). Por eso se le marca el acento a palabras como: serías sabías, desvíen, mío, cacatúa, actúe búho, caídas, raído, oído, transeúnte, a pesar de ser  todas llanas terminadas en vocal o consonante –s, que  ordinariamente no llevan tilde.

Por esa misma razón, llevan tilde las palabras, maíz, baúl,  Raúl, raíz, ataúd, Mijaíl, laúd, tahúr, que son agudas terminadas en consonantes diferentes de –n y –s,  grupo que regularmente no suele llevar acento ortográfico. Por igual, palabras como María, Mejía, río, tío llevan tilde en atención  a la citada regla.

2-Las palabras que incluyen otro tipo de hiato se someten a las reglas generales de acentuación. Así, Jaén, traerás, acordeón, bandoneón,  peleó, Noé, rehén, o chií llevan tilde por ser voces agudas terminadas en –n, -s o vocal. No la llevan por ser agudas terminadas en consonantes diferentes a -n y –s las palabras: Uriel, Rafael, caer, raer, roer, soez, alcohol.

Otras palabras con hiato como Báez, Sáez, Páez, Díaz, Díez, Peláez se acentúan ortográficamente en cumplimiento de la regla general: palabras llanas terminadas en consonante diferente  a –n y –s .

Otras palabras llanas   que llevan hiato no precisan tilde: paella, vean, beato, anchoa, museo, poetas o chiita, Alfau, Abreu, puesto que terminan en vocal, en -n o en –s.

La Ortografía académica hace la siguiente advertencia: “La ausencia de tilde en palabras como  chiita o  en diminutivos como  diita, tiitos  o Rociito responde a la aplicación de las reglas generales de acentuación, pues se trata de voces llanas terminadas en vocal o en –s; por tanto no deben contagiarse con la tilde  que les corresponde a  las palabras de las que derivan: chií se escribe con tilde por ser bisílaba aguda terminada en vocal,  mientras día,  tíos o Rocío llevan acento gráfico por contener un hiato de vocal cerrada tónica y abierta átona”. (Ortografía, página 239).

El Nacional, 29/7/18

CHANCE Y CHANCEAR, NINGUNA RELACIÓN

Pocas palabras extranjeras han mostrado  una capacidad de adaptación al español similar a la del vocablo /chance/, de origen francés, empleado  en nuestro idioma  como equivalente de oportunidad o posibilidad.  Dar chance o pedir chance  encuentran aplicación en múltiples circunstancias, incluyendo actividades tan disímiles como  la relación amorosa, el trabajo o la política.

El Diccionario panhispánico de dudas, publicación de la Asociación de Academias de la Lengua Española,  explica sobre esta palabra lo siguiente:

“chance. Voz tomada del francés o del inglés chance, que significa ‘oportunidad’. Su uso, esporádico en España, está muy extendido en América, donde se emplea en ambos géneros: «No le dan la chance de hacerse a un lado» (O’Donnell Escarabajos [Arg. 1975]); «Siempre había querido estudiar en la Nacional, […] pero la vida nunca le dio el chance» (Gamboa Páginas [Col. 1998]). En Colombia se usa también para designar un tipo de lotería: «Las loterías […] tienen 15 días para fijar el valor máximo que se puede apostar en el chance» (Tiempo [Col.] 18.4.97). Es extranjerismo adaptado, que debe pronunciarse a la española: [chánse, chánze]. Aunque admisible, dada su amplia extensión en América, se recomienda usar con preferencia las voces españolas oportunidad, ocasión o posibilidad, perfectamente equivalentes”.

La adaptación ha resultado tan cómoda que escribimos y pronunciamos este vocablo tal y como  se escribe en francés: chance.

La voz se ha entendido por América y aunque en algunos lugares asume variaciones semánticas, como también alternabilidad de género, entre los dominicanos  se  emplea sólo en masculino (el chance) y limita su valor semántico  al sinónimo de oportunidad, como lo consigna el Diccionario académico: “Oportunidad o posibilidad de conseguir algo. No tiene chance para ese cargo”. Ej.: Si me dan un chance, le demuestro mi capacidad.

Como el inglés también ha tomado el vocablo “chance” con el significado de oportunidad, algunos hablantes de origen hispano, sobre todo mexicanos, han introducido la variante “chanza”, como una corruptela de “chance”, para expresar oportunidad, posibilidad. Tanto que el Diccionario de americanismos  indica que en México, El Salvador y Puerto Rico, chanza es sinónimo de  chance. Así define el vocablo:”Mx, ES, PR. chance, oportunidad”.

Chancear es otra cosa. Tenemos en español el verbo /chancear/, palabra derivada del sustantivo  /chanza/ y la terminación –ear. Es sinónimo de bromear (echar bromas).

Como la palabra primitiva es chanza,  detengámonos en ella. Procede del italiano  “ciancia”  (pronunciado chiancia). El italiano la tomó del germánico “zänzeln” (hablar familiarmente).

Veamos  el  significado de chanza para el español general: 1. f. Dicho festivo y gracioso.2. f. Hecho burlesco para recrear el ánimo o ejercitar el ingenio. Hablar alguien de chanza1. loc. verb. Hablar aparentando sinceridad cuando realmente no habla de veras.

Chanza ha generado el adjetivo /chancero, ra/, aplicado a persona que  acostumbra a bromear, a usar chanzas. Es un chancero, siempre está haciendo chanzas.

Pese a lo que ocurra en otros países, chance  solo guarda relación de paronimia (parecido gráfico o fonético) con las  palabras  chanza y chancear, que sí pertenecen a la misma familia semántica y cuyo valor semántico va por el mismo  orden  en que las empleos los dominicanos.  En sentido estricto, chanche no tiene que ver con chancear.

De ñapa

Para aclarar duda a una lectora,  le informo que el sustantivo /adolescente/ no deriva del verbo adolecer. Difieren tanto gráficamente como semánticamente.

Adolecer  tiene estos significados: 1. tr. desus. Causar dolencia o enfermedad.2. intr. Caer enfermo o padecer alguna enfermedad habitual.3. intr. Tener o padecer algún defecto. Adolecer de claustrofobia. 4. prnl. compadecerse (‖ sentir lástima).

Adolescente. Es persona que  está en la adolescencia, que  es el período de la vida humana que sigue a la niñez y precede a la juventud.

EL GÉNERO EN OTRAS VOCES TERMINADAS EN –ANTE, -ENTE

Al final de la pasada entrega, titulada “Sí, presidenta, como sirvienta y parturienta”,  hemos prometido ahondar en este asunto de las voces  terminadas en –nte que son comunes en cuanto al género,  pero que suscitan controversia porque algunas  aceptan variación  para formar el femenino (cliente/clienta;  comediante/comedianta; dependiente/dependienta; infante/ infanta; intendente/intendenta).

Nuestro principal soporte será la Nueva gramática de la lengua española, publicada  en 2009 por la Asociación de Academias de la Lengua Española.

Es muy común que los sustantivos y adjetivos terminados en –e  permanezcan con esa terminación  cuando se trata del género femenino, como son los casos de amanuense, artífice, cofrade, compinche, consorte, conserje, cónyuge. Por igual los adjetivos verde, triste, alegre, honorable  y todos los formados con el prefijo –ble (risible, bebible, amable…).

Sin embargo,  algunos sustantivos  terminados en –e admiten  la alternancia de género (jefe/ jefa; nene/nena; cacique/ cacica). Pero nuestro énfasis está en las palabras  procedentes de participios activos, como indica el título del artículo.

Parecerá una reiteración indicar que  son sustantivos y adjetivos de una  sola terminación muchos  terminados en –nte que proceden de participios presentes latinos (abundante, distante, emergente,  decadente, yacente, complaciente, combatiente, durmiente, convaleciente, sonriente, sobreviviente).

Cuando los sustantivos son  iguales para el masculino y el femenino, se usan  modificadores masculinos, los más funcionales de los cuales son los artículos (un estudiante, una estudiante; el paciente, la paciente). Si son adjetivos seguirán  los pasos del sustantivo al que modifican, de acuerdo a los patrones de la lengua española: una ley decadente, un concepto decadente; mostró un rostro sonriente, puso una carita sonriente.

El  contenido  del párrafo 2.5j de la  Gramática ha sido mencionado en cita del artículo anterior: “Se exceptúan  unos pocos pares, como cliente/clienta;  comediante/comedianta; dependiente/dependienta; figurante/figuranta; infante/ infanta; intendente/intendenta; presidente/presidenta; sirviente/sirvienta  y otros recogidos en  los párrafos 2.5 j y siguientes…”. Entonces aquí les presento  el texto referido:

“Se dan algunas oposiciones –ante/ -anta y –(i)ente/-(i)enta, sin connotaciones particulares o significados añadidos, aunque no todas las voces se usan en todos los países hispanohablantes. Se trata de casos  como los siguientes:

Cliente/ clienta; comediante/ comedianta; congregante/ congreganta; dependiente/ dependienta; figurante/ figuranta; intendente/ intendenta; presidente/ presidenta; sirviente/sirvienta”.

Algunos usos varían de un país a otro. En la República Dominicana habrá pocos  hablantes que empleen  clienta, comedianta y otros  sustantivos de este tipo. Pero nadie duda de los niveles de aceptación con los que cuentan  los vocablos sirvienta, parturienta y en menor grado presidenta. En cuanto a  dependienta, en lugar de la dependiente,  en nuestro país da sus primeros pasos, aunque en otros ya camina.

El término farsanta funcionó en algún momento como femenino de farsante (comediante), sin embargo no prosperó lo suficiente y  el femenino se forma agregando  los artículos –la o –una, según sea el contexto (la farsante hizo buena actuación; es una magnífica farsante).

Esta palabra conlleva una precisión. Farsante o farsanta, en su sentido de  actor de teatro, especialmente de comedias, ha caído en desuso. Sin embargo, como adjetivo, con el significado “Que finge lo que no es o no siente”, debe usarse  solo la forma farsante.  Es un farsante; es una farsante.

Los  sustantivos ayudante y asistente (derivados de ayudar  y asistir) se prestan para variaciones de género que implican cambios semánticos. En España se usa “asistenta” como empleada de hogar. El Diccionario académico así lo indica: 10. f. Esp. “Mujer que trabaja haciendo tareas domésticas en una casa sin residir en ella y que cobra generalmente por horas”. Pero el término generalizado es asistente (la asistente, el asistente).

Se considera anticuado el vocablo “ayudanta”, empleado en referencia a “Mujer que realiza trabajos subalternos, por lo general en oficios manuales”, por lo que se recomienda ayudante, común para ambos géneros (la ayudante, el ayudante.)

Hasta el próximo domingo.

El Nacional, 18-8-18

Palabras de Miguel Solano en la presentación de su obra «La certeza del tiempo»

Muchísimas gracias a todos ustedes por estar aquí.

El más fiel de los creyentes duda cuando le dicen que el Universo fue creado a partir de la palabra. Cuando tú le dices, “Primero fue el verbo”, hasta el papa dice: “Vamos a ponerlo entre signo de interrogación”.

No es malo que tengamos dudas, porque si el cerebro se queda sin duda muere, pero hoy  a ustedes yo le voy a satisfacer esa curiosidad. Hoy ustedes se marcharan de aquí convencidos de que primero fue la palabra, que primero fue el verbo.

Era finales de agosto del año pasado. Nosotros habíamos concluido una sesión de debates sobre la literatura dominicana en la reunión mensual de escritores interioristas, que se efectuó en el Centro Espiritual San Juan de la Cruz. Y terminado ese debate, estamos sentados en el almuerzo, está Bruno en el centro, Manuel Salvador Gautier en la izquierda y yo estoy en la derecha. Entonces, precisamente estábamos celebrando el bautizo de Los cuentos de Juan Carabú, que habíamos publicado para festejar los 100 años de don Manuel de Jesús Campos Navarro, una adorable persona que trabajaba con nosotros aquí intensamente en la corrección de textos y en la ordenanzas de la biblioteca.

Estamos refestejando ese evento y Doy que está sentado a la izquierda, le digo: “Vamos a celebrar, vamos a hacer un acto igual cuando Doy cumpla los 100 años”. Y entonces Doy sonríe y dice: “Falta mucho”. Y Bruno que está sentado, dice: “No importa, prepáralo”.

Y ese “No importa, prepáralo”, esas ocho vocales y diez consonantes son las que las tienen a ustedes ahí sentados, por esa razón es que “Primero fue el verbo”.

Fue el verbo que originó esta obra. Fue esa palabra de Bruno, que dijo: “No importa, prepáralo”. A partir de ahí, necesitábamos una estrategia para concebir el libro y lo primero que había que pensar era que nuestra lucha desde ese instante y hasta el primero de agosto del 2030 es a quien nos vamos a enfrentar.

De manera pues, que el texto que preparase esta celebración tenía que trabajar el tema y si ustedes le dan seguimiento al libro podrán ver que todos, cada uno de los temas están concentrados en el tiempo: como nos afecta y cómo podemos manejar esas circunstancias.

Obviamente concluye con un texto: “El 911”, que es el número que tendremos pendiente por si hay que hacer alguna llamada de emergencia. Ese texto es una verdadera maravilla, yo le agradezco a Bruno Rosario Candelier, haber pronunciado esas palabras de “No importa, prepáralo”, porque el texto “El 911”, será parte de la literatura universal, no me cabe la menor duda, y yo se lo agradezco a esas palabras.

Yo había pasado toda mi vida sin poder comprender el asesinato de Kennedy y cuando me fui a Estados Unidos, lo primero que hice fue ir a la biblioteca de Kennedy, ir Harvard University, leí lo que producían en la biblioteca, vi los videos y absolutamente nada me podía explicar cómo se habría producido aquel crimen y en el momento que lo matan todos sus funcionarios estaban ahí y todos están dispuesto a aceptar el crimen sin ningún cuestionamiento. Y el hermano de él, Bobby, en lo único que se concentra en su candidatura presidencial. Nadie ponía atención por qué habían matado a este hombre, ni quienes ni como, entonces el libro me dio la oportunidad  de encontrarle respuesta a ese dilema y ese es otro de los grandes agradecimientos.

En materia creativa, la técnica es una trampa y el estilo es una prisión. Cuando pensé en el texto que debía de escribir, tenía que librarme de esas dos y se me ocurrió que lo ideal en este caso, como iba a ser un libro de profecías, era seguir un poco la técnica bíblica de narrar muchos cuentos con un tema que subyace permanente, con un tema que está debajo y se va trabajando. Tú ves cosas por arriba, tú lees párrafos pero en todo momento, siempre el tema está pendiente, está detrás de ti.

Eso me permitió también poder concebir el libro, trabajar y poder enlazar acontecimientos que habían ocurrido en mi vida hacía 25 años y que estaba maquinando en todo ese proceso creativo, pero que yo no le encontraba salida, como es el caso del cuento La paciencia del tiempo.

Ustedes van a leerlo y cada día que pase, ustedes estarán pensando si podrán estar aquí el 01 de agosto de 2030. Yo creo que todos van a estar, los rostros que están aquí hoy son parte de ese proyecto. Todos van a estar y si por alguna razón alguno emprende un viaje, no fuera de la galaxia, sino dentro de la galaxia pero en otro territorio, alguna silla temblará en su nombre, porque ese es un compromiso que hemos hecho con todos ustedes.

Pero hay una razón mucho más poderosa: Yo me inicié en el Movimiento Interiorista, en la casa de Manuel Salvador Gautier y esa gran escuela ha sido a partir de ese momento la esencia de mi vida. Haber aprendido las leyes fundamentales de la narrativa y de la poesía ha sido fundamental en mi carrera como escritor y entonces la gracia probó a uno de talento y además de talento, un padrino que está siempre a tu lado, el regalo es fenomenal y Bruno estaba a nuestro lado trabajándonos, corrigiéndonos, exigiéndonos.

Fíjense, un día Bruno me estaba hablando de uno de los dilemas que más azotan a los escritores dominicanos y Bruno con razón se quejaba de que por alguna razón del mundo, no les gustan leer a los escritores dominicanos y yo le digo: “Bueno, el fenómeno no es extraño por la sencilla razón: Todos nosotros tenemos una educación europea”. Nosotros todos somos hijos del latín, lo que hablamos son lenguas europeas y en ese proceso también estábamos obligados a leer a los autores europeos, no había de otra. Nuestra primera obra Bonó en el 1855, después La Fantasma de Higüey, después Billini.

Todos esos autores venían de Europa, de las universidades europeas. Entonces, es normal que sintieran la necesidad de hablar de su gente, pero Avelino Stanley hizo un recuento en un libro que publicó sobre la historia de la novela y calculaba que hasta los años 40, nosotros teníamos 46 novelas publicadas, pero ya a esta fecha, en el 2018 tenemos 580 más o menos, es decir, los autores dominicanos se han ganado la obligación de ser leído y yo les digo que aquí se está creando muy buena literatura. Precisamente acabo de leer un libro de Avelino sobre el acoso en las escuelas, una novela extraordinaria para el dilema que nos enfrentamos. Ustedes conocen la obra de  Edwin Disla, tanto Manolo como Jesús de la tierra y sus otras novelas, que son formidables.

Aquí está Carlos Nina Gómez. Yo acabo de prologar su último libro sobre periodismo y son 18 ya, entre ellos una novela.

Es decir, hemos entrado en las letras y, como dice Bruno, ya somos parte del parnaso. Por lo tanto, los escritores dominicanos pueden sentirse orgullosos de leer a los escritores dominicanos y les voy a decir por qué:

Primero todos nosotros de una u otra forma hemos sido educados fuera, aquí es difícil encontrar a un escritor que no haya hecho su doctorado o su maestría en el extranjero. Manuel Salvador Gautier tiene un doctorado en Roma, pero lo que hizo grande a Manuel fue que siguió la trayectoria que había hecho grande a todos los escritores latinoamericanos: hablar de su realidad. Eso es lo que lo hace grande y, Manuel Salvador Gautier cada vez que toma un tema, sus últimos dos: El pacto de los generales y Rivas y su mundo perfecto, temas nacionales.

Entonces, ¿Por qué razón usted tiene que manejar temas naciones? Porque un día, un amigo que aspiraba a una posición electiva me pide que lo ayude en su relación con los Estado Unidos. Ya yo había formado una especie de red entre las Universidades y mantenía el contacto y entonces tengo un amigo periodista que trabaja en “New York times”, se ocupa de temas latinoamericanos y llamo a mi amigo y le digo que viene una persona que es muy sabia y quisiera que le hiciera una entrevista y él me dice que no había problemas. Pues yo llevo a mi amigo por una razón del mundo que nadie se lo imagina.

La primera pregunta que le hace el periodista es “¿Cuáles de los autores dominicanos te han influenciado?”. Óigame, mi amigo no había leído ni siquiera a Juan Antonio Alix y quiso manejar el tema con el periodista hablándole de los autores norteamericanos y, entonces el periodista le dijo: “Cuando yo quiero saber cosa sobre Estados Unidos, yo pregunto sobre Estados Unidos, yo no te pregunté sobre eso. Mi pregunta es simple y sencilla: ¿Cuáles autores y obras? ”. Ahí se terminó la entrevista, simple y sencillamente no pudo, no sabía.

Entonces, cuando uno va a cualquier parte del mundo, lo que quieren saber es qué tú eres, no quieren que tú le digas lo que ellos son.En eso es que se han pasado la vida, quieren saber qué tú eres.

Ojalá que este discurso y La certeza del tiemposean el inicio para que los autores dominicanos, antes de cualquier otra cosa, se dediquen a estudiar a los autores dominicanos.

Platón tenía un personaje, que el Universo entero lo amó: “Sócrates”, y Platón para divertirse puso a Sócrates una mujer de carácter difícil, hasta el nombre era difícil, creo que se llamaba Jantipa y un día la mujer se incomoda con Sócrates y a pegarletodo cuanto encontraba en la casa y Sócrates agachándose y evitando y le da con un jarro. Al final Sócrates sale huyendo y va y se sienta en la acera, pero Jantipa era incansable y se dio cuenta que tenía una ponchera de agua sucia, que había terminado de lavar, agarró la ponchera y se la lanza a Sócrates arriba. Él la mira y dice: “Es natural que después de los truenos venga la lluvia”.

Ya ustedes recibieron los truenos, esperen la lluvia.

Muchísimas gracias.

Santo Domingo, ADL, 31 de julio de 2018.

Tímpano terrestre, de Odalís Pérez

Por Camelia Michel

   Es un honor encontrarme en este escenario para iniciar el coloquio en torno a la poesía del Dr. Odalís Pérez, cuyos méritos intelectuales son bien conocidos en nuestra comunidad académica.

En el prontuario poético de este connotado lingüista y crítico literario tenemos una interesante lista de publicaciones, con propuestas llenas de búsqueda y provocación. En 1986 obtiene el premio de Casa de Teatro, con la obra Habitácula. A dicho poemario le siguen La pirámide en el hombro del Dios (1988), Papeles del eterno(1999), Duarte melancólico Tímpano terrestre, ambos del 2013, siendo su más reciente propuesta Especie en movimiento (2015).

El trabajo de este poeta amerita una lectura cuidadosa en todas sus vertientes y textos, por lo que he preferido centrarme en uno de sus poemarios, que entiendo demanda una aproximación y análisis más detallado, dada su complejidad. Me refiero a Tímpano terrestre [1], que considero la obra en la que el discurso transgresor de su autor, Odalís Pérez, llega a su máxima expresión, en virtud de que arrasa con los límites textuales en múltiples ámbitos.

De cada crisis puede surgir un haz de luz. Del cansancio manifiesto en ciertos aspectos de la cultura occidental, surge una suerte de inconformismo que se manifiesta en la denominada posmodernidad. El quebranto de los lineamientos por los que discurren ciertos cauces culturales, ha transformado en parte la expresión artística y literaria, generando una migración y una cuasi colonización de un género a otro.

Una búsqueda de nuevas formas de expresión y creatividad a partir de la ruptura de fronteras, nos lleva a veces a vanguardias y experimentos lamentables, especialmente cuando no se visualiza ningún norte. Pero no sería éste el caso del autor que nos ocupa.

En Tímpano terrestre, texto publicado por Ediciones Artrópodos, nos encontramos con una propuesta poética de bordes estallados, en la que se enlazan los diversos géneros literarios sin principio ni fin y contribuyen a crear un constructo único: un poema de cuerpo heterogéneo, tan unificado y divergente como una corriente de agua que se desplaza en un giro esférico, para abarcar la realidad circundante en todas sus manifestaciones, apelando a los sentidos, especialmente en los aspectos visual y auditivo.

Pero además es un macrocosmos, donde el reino de lo material y sus diferentes manifestaciones vitales, se cruzan con mundos de otra dimensión. De alguna forma, este texto participa de la ambiciosa pretensión de ser un tapiz que refleje la multiplicidad del universo, de los mundos posibles que atraviesan de manera transversal la creación humana, expresada en las complejidades de la lengua. Esta última, a su vez, se mueve como uno más de los variopintos personajes que cobran vida en esta trama de ruptura.

Jorge Luis Borges categoriza muy bien la citada metáfora del tapiz, aplicada a la Divina comedia. En su Estudio preliminar realizado para la sexta edición de Los clásicos, enciclopedia de la desaparecida editorial Grolier Jackson[2], advierte: “He fantaseado una obra mágica, una lámina que también fuera un microcosmo: el poema de Dante es esa lámina de ámbito universal.” Previamente, Borges nos sitúa en una de sus más acariciadas fantasías: “Imaginemos, en una biblioteca oriental, una lámina pintada hace muchos siglos. Acaso es árabe y nos dicen que en ella están figuradas todas las fábulas de las Mil y una noches; acaso es china y sabemos que ilustra una novela con centenares o millares de personajes”.

Cuando nos adentramos en las páginas de Tímpano terrestre podría sucedernos lo mismo que con el hipotético grabado de Borges. Volvamos con su descripción del mágico mosaico: “En el tumulto de sus formas, alguna -un árbol que asemeja un cono invertido, unas mezquitas de color bermejo sobre un muro de hierro- nos llama la atención y de ésa pasamos a otras. Declina el día, se fatiga la luz y a medida que nos internamos en el grabado, comprendemos que no hay cosa en la tierra que no esté ahí.”

Y Borges continúa hablando de las posibilidades infinitas de este mosaico, que vendría a ser un equivalente material del Alev, lleno de plasticidad: “Lo que fue, lo que es y lo que será, la historia del pasado y la del futuro, las cosas que he tenido y las que tendré, todo ello nos espera en algún lugar de ese laberinto tranquilo…”. Pero a diferencia de La divina comedia y de ese grabado oriental con millares de personajes humanos, o, en algunos casos, divinos, los seres que pueblan este poema vienen de universos distantes, tan distantes como un ángel y un diccionario; tan distantes como un águila, una palabra y una nave espacial. Por ende, estamos ante un concepto de Alef expandido, y revertido hacia la epopeya de la lengua.

En el texto que presentamos, el diálogo y encuentro entre los personajes urdidos por Dante y que caracterizan a la Divina comedia, se tornan más bien diálogo entre las formas y acontecimientos que se acercan y separan, deviniendo en una fuga constante. Por ende, este rompecabezas, lejos de ser un laberinto tranquilo, nos enfrenta a la angustia del cambio permanente, de la mordedura del enigma, de la destrucción apocalíptica, donde las señales de la hecatombe asumen luego la condición de heraldo de un renacimiento en la palabra.

Eso lo consigue este poeta -a quien dedicamos la sesión de julio- con el empaste de hechos y seres que constantemente se transforman, con imágenes que llegan y se van, algunas sin retorno posible; otras, repetidas, y unas más, transformadas.

Desde las páginas iniciales nos damos cuenta de que hay un tono profético y también reflexivo o sapiencial, de develamiento de enigmas futuros y una intención descriptiva de un proceso destructivo, donde la luz, el sol, el sonido primordial, la palabra, el eco, tienen un rol esencial y van construyendo un camino donde descubrimos que lo único real es el lenguaje.

En consecuencia, hay que resaltar el uso de símbolos y personajes que remiten al Libro de las revelaciones, y en general, al ámbito religioso judeocristiano (la virgen, el niño, el águila, la serpiente, la paloma, los ángeles, peces, torres) muchas veces en aleación y transmutación con referentes de la realidad social, o con diversos elementos de la naturaleza y de lo contemporáneo, en sentido general. Y, sobre todo, aparecen entrelazados o de forma paralela, con categorías y elementos lingüísticos. Sirva de ejemplo el segmento inicial del poema.

“terremoto: muerte de la muerte. hambre del hambre. soledad de los infiernos. peste que abunda. la peste crece; la enfermedad no miente. no se acaba en cuerpo, en alma. donde pasa, destruye sin preguntar; el amor y el desamor; el odio y el mal de ave solitaria, están juntos ahí, cubriendo la calle. la voz clama, clama hasta llegar al alma. qué temor. qué temblor. movimientos violentos que suben hasta el cielo. lo incomprensible va al templo. va más allá que clamar, que gritar, que rogar. nos lleva a la ruina, a la desgracia. la esperanza ya no es esperanza. espero sereno. solo la caída de la torre; en el gemido, el canto por las calles. la gente huele a miedo. la paz de la gente se une a sus temores. el corazón marchito, el viento en el olvido, el rastro fatal, desesperante, aparece, se coloca, trae su forma, parte en dos todo: una criatura de barro y hierro, desmoronada por el tiempo. al fuego, al fuego se consume. no dura ni un minuto. grande, grande es el temblor. llega y arranca la raíz. es el tiempo, es la hora, es la llamada alerta del grito”[3].

Y más adelante introduce las referencias al lenguaje, al proceso de comunicación: “los signos se hicieron para dos y no sé cómo podré cumplir con el castigo. las ruinas del sol. y de la inquietud no se puede entender. aquella forma. no apretar el gatillo y matar al pensamiento”[4]

Como Ícaro, el hablante lírico busca el sol y termina calcinado: “voy sin rumbo hacia la luz con la mente desnutrida. cegado por mi destino”. Y luego: “una revelación. ángeles vestidos de blanco y de cobre. teñidos de alabanzas vuelan hacia el cielo. la letra sustituye. se agota. el diccionario se acaba. no todo está dicho. no todo. ya se sabe. una vida no daría. la lengua es como espada. palabra. Palabra incorporada. Todo hecho real o imaginario gira alrededor de una sospecha. no cuenta una historia. no basta un hecho. se convierte en voz grave y metálica.”[5]

En la rara atmósfera de caos que prevalece, como especie de pandemónium moderno, se percibe un ambiente obscuro, que remite a los textos antiguos y a los grandes clásicos de nuestra lengua. No se trata, pues, solo del influjo bíblico, sino de obras literarias fundacionales, como la misma Divina comedia, el Paraíso perdido, de John Milton, y quizás haya algo de la crudeza y sarcasmo del Sueño del infierno, de Quevedo.

Hay, además, muchas referencias numéricas, y figuras de la geometría euclidiana: el triángulo, de claro contenido místico, dioses de diversos panteones, y, en general, una aleación de seres que pueblan varias cosmogonías y tradiciones literarias. También se hace alusión a dioses paganos, a animales mitológicos -como el basilisco- a elementos perennes en la poesía de todos los tiempos, como la rosa, y notables imágenes eróticas cargadas de lirismo, entre otros aspectos.

Algunos de los símbolos religiosos aparecen entrelazados o de forma paralela, con categorías filosóficas y elementos diversos. Es preciso destacar la gama de emociones que es capaz de despertar el hablante lírico, quien más bien resulta un narrador muchas veces omnisciente; otras menos, narrador en primera persona, sobre todo al inicio del poema, como pudo notarse en los segmentos iniciales ya citados.

Es importante la relación del lenguaje escrito con el sonido, el signo y el fonema, y la transmisión de los contenidos del lenguaje. La sugerencia de que en la recepción del mensaje -es decir, en la culminación del proceso de la comunicación- se encuentra el depósito de todas las verdades, explica el título de este poema, que como se ha señalado, pretende expresar la odisea del lenguaje a lo largo de la evolución humana, y su rol en la construcción de nuestra noción de la realidad en la que se asienta todo el conocimiento, y por supuesto, la herencia de los mitos.

Veamos:

“si la razón ensancha el tímpano, todo lo escuchado, lo que se oye, audible fórmula sonora del lenguaje, polvo de la vida y pedimento de la muerte, se escucha en lo pagano; se escucha lo sagrado en sus estambres y sudarios”[6].

Una de las características formales más notorias en este poema de innegable estilo neobarroco, es la construcción continua al tiempo que discontinua, donde no existen párrafos ni estrofas, pero la separación de las ideas surge por el uso del punto, que en algunos casos interrumpe los sintagmas. Con esto se rompe el discurso tradicional, entonces surge una serie de asociaciones breves que refuerzan la idea de fuga.

Podría considerarse que el texto así constituido es la antítesis perfecta de la sintaxis garciamarquina (o garciamarquiana), basada en párrafos extensos, con la eliminación casi total de las pausas que marcan los signos de puntuación más habituales, lo que contribuye a las imágenes literarias recargadas y al efecto de pleonasmo.

Al respecto señala el escritor dominicano Eugenio García Cuevas[7] en la contraportada del libro: “Estamos ante una voz que nombra y ordena-desordena el sintagma hasta descomponerlo y crear otra realidad que se sostiene en la lengua misma”.

Presencia de lo narrativo y de la visión cinematográfica

La presencia constante de lo narrativo se hace patente en la urdimbre de historias de la vida cotidiana, algunas que parecerían sacadas de la crónica roja, como los segmentos que citaré a continuación:“todo comienza un maldito día. la maldad. un hombre mata a su mujer por celos. todo pasa. nadie importa. nadie reconoce. lo visible se hace invisible. este mundo aún no está perdido. sólo queda su recuerdo. su retrato. señales de sus actos. su imagen ya es olvido. consejos visionales se convierten, caen al vacío. desaparece el cuerpo para siempre. una hija queda sola. camina sola por la calle. se convierte en prostituta. se vuelve objeto de uso. desaparece en la deriva. punto. punto. punto”[8].

Y aquí el asomo de crónica roja pasa a denuncia social, para asumir una vertiente existencialista: “punto de la carne, punto del hechizo, punto de ternura. un hombre, aunque es tarde, se lamenta y piensa en lo bella que era su familia. todo lo ocurrido lo arropa de oscuridad. ya no quiere vivir. final abierto. morada, morada negra, morada pestilente. llegada negra. llegada pestilente. tornillo sagrado. asido. vive asido. corre.”[9]

-En otro pasaje, leemos: “comenzó aquel día la tragedia junto al cadáver frío. todo ocurre detrás de la ventana. todo ocurre detrás del espejo. la negra madrugada. la familia llora luz de la mañana”.

Otras historias van atravesadas por el elemento maravilloso de diversas culturas y literaturas. Todo esto alternado o amalgamado y muchas veces desacralizado, como sucede con la Virgen María, que en una “escena” aparece desnuda, “haciendo fiflá”. Esto, previo al advenimiento del apocalipsis.

Cito: “el silencio. no hay silencio. todo acabará en esa, la maldita noche. sobriedad. la virgen maría haciendo fiflá, desnuda. el nacimiento. todo tiene su reflejo. claridad inencontrada. nuevo número. moderno apocalipsis.[10]”

No puede pasarse por alto la visión de muchas escenas, que las acercan a la cinematografía, a las artes visuales. Hay ángeles que estallan, muñecas que se transforman y disuelven. Águilas que se transmutan en serpientes. Veamos: “el planeta rueda por el suelo. camina por el aire. un ángel se infla, estalla, se transforma en líquido, desparrama imágenes infusas; se evapora por lo visto como punto”[11]. En otro segmento leemos: “una muñeca de carne y hueso transita por el aire. se vuelve espuma. estalla. se vuelve agua y cielo. se esfuma por lo visto. punto. punto. punto.”[12]

Todo esto tiende al surrealismo y hasta adquiere cierto carácter de fantasía propio de historias infantiles, que nos recuerda la facilidad con que surgen y desaparecen los personajes de Alicia en el país de las maravillas. Es notable una suerte de grandilocuencia visual que también recuerda al realismo fantástico, ese final apoteósico de Cien años de soledad. A lo largo del poema la lengua se desgaja en signos y sonidos, y va construyendo y destruyendo realidades, por eso, el hablante lírico dice que ya no existe nada, que “la historia no es historia”, que “todo ocurre en el espejo y que se une a la “vieja escritura, al antiguo escudo con señales y que las vocales y consonantes “aparecen debajo del fantasma, se transforman”. Usa una interesante imagen para reprender el lenguaje manido y automático de una realidad rutinaria y limitada, al afirmar que “el eco ahora sale de la boca”.

En otro orden, la lengua, además “salta” y es “mitad águila y mitad serpiente. ave que destruye los límites y cae en los abismos”; y en su espíritu fundacional, de ella “todo habrá de surgir como relámpago”,  porque es una “vertiente que aparece y ocurre en la forma”[13]. El poema finaliza invocando su propio nombre, el nombre de la poesía, que es la fuente que fecunda: “hecho de luz y tempestad. el ícono se abre a la raíz. la raíz narra su sueño. áreas verdes en franca desprotección. lluvia. planeta. vida compleja que dialoga en sus extremos. rito del metal. curva profana. emblema sagrado. este poema no puede, no debe terminar sin ese nombre”. 

Camelia Michel Díaz

Academia Dominicana de la Lengua

Santo Domingo, D.N. 17 de julio de 2018.

[1] Odalís Pérez, Tímpano terrestre, Ediciones Artrópodos, San Juan, Puerto Rico, 2013.

[2] La divina comedia. Estudio preliminar. México, Editorial Grolier Jackson, 1973, 6ta. Edición, p. 9.

[3] Ibídem, pp. 7 y 8.

[4] Ibídem, p. 8.

[5] Ibídem, p. 9.

[6] Ob. cit., p.  25.

[7] Escritor y profesor universitario. Tiene un doctorado en el Dpto. de Estudios Hispánicos de la Universidad de Puerto Rico. Su obra periodística y literaria ha sido premiada varias veces por el Instituto de Literatura Puertorriqueña, Pen Club de Puerto Rico, Overseas Press Club de PR y en dos ocasiones obtuvo el Premios Nacional de Ensayo Literario Pedro Henríquez Ureña en República Dominicana.

[8] Ibídem, p. 15.

[9] Ibidem.

[10] Ibídem, p. 16.

[11] Ibídem, p. 11.

[12] Ibídem, p. 18.

[13] Ibídem, p. 42.

 

Mariano Lebrón Saviñón: el fuego de la palabra peregrina

Por José Rafael Lantigua

 La fuerza del poema radica, sustancialmente, en su lenguaje y en la forma en que ese lenguaje transmite una esencialidad y una visión del mundo y de la vida. El poema es un diálogo cruzado entre la palabra y la revelación. El poeta crea una realidad desde el conocimiento y desde este entorno de la conciencia facilita el surgimiento de otra realidad, la de la revelación. No se podrá comprender el alcance del poema, su entidad, sino se alcanza a poseer su unidad, la palabra que crea sus signos y oferta su velo creador.

La trascendencia de un poema y la estatura de un poeta no deben medirse nunca bajo el rasero de las formas y tal vez mucho menos con la aplicación de mecanismos estilísticos, simbólicos, psicológicos o comparativos con otras disciplinas. El poema es mucho más. Es la sustanciación del Yo y sus alcances. Es la transformación del ethos del poeta para transfigurar su relación con la vida y sus trasuntos, y compartir desde la perspectiva de su revelación los envites y cultivos de sus fuegos interiores y el flujo de sus imágenes. “El poema nos revela lo que somos y nos invita a ser eso que somos”, ha dicho Octavio Paz.

Cuando leo un poema, cuando me integro a la lectura de una obra poética, no reparo en formas ni estilos ni en las siempre odiosas e inútiles comparaciones que es propia de algunos ejercicios críticos, de insertar el poema a clasificaciones que creo ajenas al orden poético. Busco lo que el poeta ha deseado transmitir desde su mismidad, la convocatoria que el poema construye para invitarme a descubrir su imaginario, desde el ser y su imagen, desde las coyunturas propias, íntimas y entrañables del hombre o la mujer que, en la poesía y su ritmo, encuentran la manera de transfigurar su existencia y referir la historia de su gravitación humana.

Independientemente de que pueda leerse bajo esas formas y lenguajes, y de que uno termina siendo influido por el estilo y la retórica en la lectura poética, yo leo el poema al margen de psicologismos o sociologismos, incluso sin detenerme en hermetismos o  en lo que Paz llama “nomenclaturas tradicionales”. Yo busco en el poema lo que su creador transmite, lo que revela, la biografía que me brinda, el sueño, las afrentas, las escapatorias, las afluencias, la perspicuidad, los resplandores, el ensamblaje de silencios, soledades, sombras, vacíos y estrépitos que la existencia crea y disemina. Un poema o toda la poesía de un poeta pueden no alcanzar las alturas del Machu Picchu, pero puede permitirme conocer la biografía humana y sentimental del hombre o de la mujer que edifica su obra. O puedo conocer sus vaivenes vitales, sus desiertos, su desiderátum, sus quebradas, sus desafíos, su lealtad a un decir y a una querencia resistente. Decía Gerardo Diego que la poesía es un “lenguaje incorruptible”. Y no se corrompe porque es el lenguaje del ser que la habita, del ser que la construye, del ser que la levanta. De ahí, sus incógnitas, sus misterios. En el poema yo descubro la tintura del sujeto que lo enuncia, se me revela el acarreo del que carga sus sentimientos, me conduce al conocimiento de su torrentera. Es hermosa esta definición de Lorca: “La creación poética es un misterio indescifrable, como el misterio del nacimiento del hombre. Se oyen voces, no se sabe de dónde, y es inútil preocuparse de dónde vienen”.

Mariano Lebrón Saviñón hizo del poema una forma de enunciar sus vínculos con el amor. Y esa es su biografía. Su poesía es su biografía desde los caminos devocionales, galantes, estimativos del amor. Es uno de los poetas más coherentes de la poética dominicana. Toda su poesía, hasta la que se interna en las angustias y dolores de la realidad social, está contemplada desde el amor y sus vías. El romanticismo llenó sus alforjas. Y en ese fuego abrasador, sustentó toda su peregrinación poética desde que a los quince años de edad comenzara a dar a conocer sus primeros sonetos. (“No era nadie:/ era el susurro/ de tu voz en la rosa […] No era nadie,/sólo el fulgor/ de tu recuerdo en la ausencia”.) Y a esa edad tempranera, adolescente en cierne, proclama desde ya lo que fue tema y esencia de su poesía, desde las distintas perspectivas de su abordaje. (“Canéfora de amor/ yo tengo un sueño. […] Y tremolar de canciones/ y flores en mi cancionero/ y tengo tesoros tuyos:/ los de tus ojos, los de tus senos,/ los de la comba radiante/ de tu vientre pregonero./ Y aún tengo más,/ tengo un sueño”.) Es una proclama. La percibo como un edicto de lo que habría de ser su poesía, del tema, fondo y sustento de la poesía que irá construyendo, paso a paso. Quince años y el peregrinaje inicia teniendo a los “Versos sencillos” de Martí, a la gloria de Antonio Machado y a la muerte de uno de sus íconos irrenunciables, Federico García Lorca, como motivos para levantar su poesía. Cuando cumple los dieciocho, la forma varía, el estilo se ensancha, pero el tema lo persigue, lo arropa, lo conduce. Es la conciencia de su conciencia. Su identidad. Una plenitud que sólo está lista para continuar su derrotero, no para abandonarse a otras cuitas, a otros desafíos. (“Se asombrará la tarde./ Tocaré tierra con mi cara de extraño/ peregrino./ Todo estará igual:/ el rosal, el recuerdo, mi mirada/ y mi anhelo de ayer./ Tendrá el cielo cadencia de ternuras/ Y tú,/ y tú/ ¡quién sabe si me habrás olvidado!”.)

El amor, la soledad, las ausencias, el mar, la muerte: todo lo que a los románticos les fue materia imprescindible de expresión y dominio, serán elementos constantes en la configuración de la poesía de Lebrón Saviñón. A su decir romántico, se le agregará uno propio: el trópico. Un fuego que delinea su peregrinaje, su camino, el fragor de sus canciones. Tiene ya veinticinco años y sigue en sus quince, creciendo. (“Bajo el álamo en flor te di mi beso./ Tú estabas como el canto de la tarde,/ iluminada y pálida y rendida./ Y temblamos los dos en el estanque”.) Es sorprendente, pero cuando tiene apenas diecisiete años, cuatro años antes de que surgiera La Poesía Sorprendida, Mariano Lebrón escribe el que, a mi juicio, es su poema más representativo y una de las piezas que forman parte del conjunto histórico de la poesía dominicana. Con “Me duelen estos hombres”, el poeta parece variar su identificación persistente con la escuela romántica. Empero, el dolor por la observación del drama social se une desde su clamor, al amor por los humildes, aquellos del “montón salidos” que poetizara Federico Bermúdez, otro de los poetas admirados por Lebrón Saviñón. (“Estos hombres me duelen. Vestidos de sudor/ comerán pan amargo y agrio como la vida,/ amasan la caricia del trigo y del amor/ y recogen la ofrenda de un trabajo perdido/ en el vientre fecundo del engaño y el dolor./ Pero ya están pegados a la tierra/ como su complemento […] Y por eso me duelen estos hombres […] me duelen en el alma,/ me duelen en el pecho su canto y su mirada”. Y he aquí uno de los trozos poéticos más emotivos y fundamentales de la poesía dominicana: “¡Ay! Esos hombres tristes, montón de piedra dura,/ (arteria de cantera formando su nervura),/ no saben de la dicha, no saben de la gloria. Me duelen en el alma, me duelen en la historia. […] Y en tanto que ellos sigan sin mañana ni sol,/ me seguirán doliendo, seguirá mi dolor.”)

El peregrino seguirá su camino. Y a los veintiún años –sigue siendo un adolescente- se produce un fenómeno que reseña la historia de nuestra literatura sin otorgarle la importancia que tuvo, en términos simbólicos y creativos, el hecho. Yo lo conté del siguiente modo, hace cuarenta y dos años, cuando salía de la adolescencia, en mi biografía de Domingo Moreno Jimenes. El poeta postumista me lo contó tal cual en su humilde morada del Barrio de Mejoramiento Social. Lo resumo: En 1943, Moreno Jimenes va a ser copartícipe de una experiencia poética muy singular. Se trata de un experimento lírico tridimensional, en el que tres voces actúan de forma conjunta, aunque con acento individual, pero siempre alternada y concurrente. Sus creadores –Mariano Lebrón Saviñón, Alberto Baeza Flores y el propio Moreno- le llamaron Los Triálogos. En Los Triálogos se intenta una poesía de tres caras, de tres posibilidades, según lo definiera el chileno Baeza Flores, donde se va a cuidar mucho la estética expositiva y se va a poner en juego la sensibilidad de los poetas actuantes, una especie de test valorativo del coeficiente creativo del poeta, quien para crear ha de meditar con una rapidez que quepa dentro de la sensibilidad propia de un creador original y trascendente. “Empezamos a caminar –dice Baeza- siempre hablando, como si no existiera el día del pan y de la necesidad. Transfigurados, nos transfiguraba también”, queriendo significar la acción influenciadora de Moreno. “Mariano Lebrón Saviñón –alto, vehemente, escuchador y discurseador. Moreno Jimenes, profético, sentencioso, brillante, augurador-. Yo, bastante hechizado por ese frenesí que iba a desembocar en Los Triálogos”.

El proceso creativo tan distintivo de Los Triálogos se desarrolló mientras los tres aedas –Moreno, Baeza y Lebrón- caminaban por la ciudad, haciendo sus paradas en lugares diversos, parques, sitios de expendio de frituras. Nunca cesaban de crear. Creaban, poesiaban, mientras conversaban de manera continua, sin detenerse, ni siquiera cuando saboreaban unos “fritos” de Villa Francisca o de la Avenida Mella.

Quizás aquella acción podría parecernos hoy extravagante y propia de ingenios cuya clarividencia estaba opacada y era reacia a un compromiso más formal con la literatura. Sin embargo, Los Triálogos no pueden ser comprendidos mejor como experiencia literaria si no se escudriñan las raíces del momento histórico que vivía el país para ese tiempo. Comenzaban a patentizarse las contradicciones del régimen trujillista. La ciudad era el espejo de una realidad que apenas iniciaba los balbuceos de su inacción creadora en el marco de las concepciones culturales, vistas estas como fuente libre de ataduras y vehículo potencial para el desarrollo intelectual. Al otro lado, el mundo estaba siendo víctima de los flagelos del nazismo y de la desgracia de la guerra. Vuelvo a citar a Baeza Flores: “El mundo nos golpeaba y en medio de ese ambiente epocal intenso, ensayábamos una poesía tridimensional como un testimonio humano, para afirmar lo humano, en nuestra medida. Para una fe de vida, rodeados de tanta muerte, que nos salpicaba, allí y acá…No era una evasión, era el inventario al borde de los abismos del infierno. Así nacieron Los Triálogos”. Sus protagonistas: tres poetas con distintas nervaduras y de edades desiguales: Moreno Jimenes, de 49 años; Baeza Flores, de 29; y Lebrón Saviñón, de apenas 21 años de edad.

No existen antecedentes de acciones poéticas similares que conozcamos. Se estaba creando pues una experiencia, se estaba escribiendo un expediente nuevo en la lírica hispanoamericana. Los poetas aprovechaban los parques en las horas nocturnas para resumir las acciones del día. Así surgieron los libros o cuadernos que contenían Los Triálogos. Citamos siempre a Baeza porque fue de los tres el que dejó constancia más detallada del suceso. Dice: “Se escribía de acuerdo al tema que surgía, que lo ponía un poco al azar, y luego hablábamos de manera bastante continua, espontánea, escribiendo muy rápidamente, en una continuidad sin tregua, para no perder el estado de gracia poética”.

Esta poesía triangular, experiencia colectiva de tres poetas al unísono, aunque conservando sus individualidades, se constituye sin pretenderlo sus creadores, en un acopio de vanguardismo en el contexto de la literatura hispanoamericana. Poesía a tres voces que fue un ensayo dimensionalmente poliestructural, un intento cuasi-aristotélico, insertado en las testas de imaginación indómita de poetas de tiempo completo que salen un buen día a la calle en medio de las gentes, atónitas e irreverentes, mecánicas y sojuzgadas, a crear, a expandir el pensamiento, a abrirle alas a la imaginación en el mejor sentido de la frase. Moreno Jimenes definió esta transfiguración callejera a su modo, quiero decir como el poeta auténtico que fue: “Los Triálogos: murieron tres hombres. Nacieron tres hombres. Dios no tuvo nada que decir y volvieron a renacer los innumerables hombres de la tierra”.

Fue otro escaño en el trajinar peregrino de Lebrón Saviñón, de quien dice Manuel Rueda que “además de su juventud se daban en él condiciones excepcionales de fervor y brillantez”. Los Triálogos fue un acto de poesía sorprendida, aunque Ramón Francisco afirma que, contrariamente a lo que Moreno, Baeza y Lebrón consideraban, “fue la poesía quien los sorprendió a los tres”. Mariano continúa su peregrinación poética y se integra al movimiento de La Poesía Sorprendida, el más relevante agrupamiento poético de nuestra historia literaria. Tiene aún 21 años. El movimiento nace en octubre de 1943 y Mariano había cumplido esa edad en agosto, o sea apenas dos meses antes. Rueda, apoyado en textos poéticos de Lebrón Saviñón y Manuel Valerio, afirma que los sorprendidos vivían “dentro de una realidad maravillosa, común a todos los del grupo, en una especie de Pentecostés donde a cada uno se repartió el fuego de la lengua unido a profundas experiencias comunitarias”.

Y así continuó el peregrino de la poesía en sus andares, junto a su canto, apegado al trópico y al amor (“Tu sol, trópico undoso, grita y canta/ y vibra como hermosa cabellera./ Aroma y canta y grita el sol, y aroma”). En su textualidad, surge el “trópico sin dolor”, el “trópico loco”, el “trópico enardecido”, las “luces del trópico”. Lo vislumbra de distintos modos, lo acoge y lo invoca con diferentes medidas. Clásico, neoclásico, romántico. Etiquetar sus formas es reducir su discurso poético, tan pleno, tan en sólida comunión con la palabra y la imagen. Será sin dudas todo lo que de su obra se dice, pero lo que importa es su andadura por una poesía que no rompió esquemas sino que los sostuvo. En Lebrón Saviñón, los dilemas clásicos del poema se mantuvieron incólumes. Los críticos, dice Rueda, se sorprendieron por “la frescura del tono”, y los profanos, por “el ropaje neoclásico”. (“Yo soy mi soledad/ y soy mi tarde./ Y soy la sensitiva despreciada,/ que se abre al sol y tímida se cierra”).

Nace como poeta en 1937 y llega a los sesenta con sus ademanes de amor, con su acento de olvido, con sus huecos tristes, con sus motivos de mar.  (“Nadie podrá lo que mi amor no pudo”). El romántico no cede. Ha peregrinado mucho para volver siempre a su punto de partida (“Yo volveré una tarde a tu primera estancia,/ mujer, junto a tu sueño de olvido en desespero./ Veré tu hondo martirio en arco de esperanza./ Yo volveré una noche hablando a tu recuerdo”). Toda su visión, sus cantos, sus paisajes de sombras, latieron fundamentalmente en los cuarenta. Su mejor obra está allí, en ese decenio. Arribará a los sesenta y continuará su peregrinaje poético hasta la entrada del milenio, a pesar de ser un poeta de escasos libros. Y siempre será el amor el motivo que impulsará su numen. (“Mujer, déjame solo hasta el milagro triste de tu mirada fría./ Mujer, déjame triste en soledad de musgo/ melancólico y solo con mi vida/ hasta el cielo imponente de tus cruces”).

He ahí la obra del último de los  poetas románticos dominicanos. “Apertrechado de Bécquer y Machado, de Lorca y Fabio Fiallo”, asegura Bruno Rosario Candelier. Un poeta en quien se notaba el hálito de un Miguel Hernández y de un Rafael Alberti, en la consideración de Manuel Rueda. Diógenes Céspedes ve a Bécquer también influyendo en su poética, pero por igual al último poeta del romanticismo alemán, Heinrich Heine. Lo que importa resaltar: vivió bajo el fuego peregrino de su trajinar poético sin abandonar nunca sus coordenadas sentimentales y sus resonancias románticas. Desde el quinceañero que en 1937 inicia su camino en la poesía, hasta el poeta asentado y firme que arriba al año dos mil con sus mismas inquietudes y sus persistentes oleadas de amor. El paso del hombre que establece en 1956, a sus treinta y cuatro años de edad, su ideario poético, cuando advierte en “Elegía absurda”: “Tengo necesidad de mi alegría./ Tengo necesidad de mi dolor”. Y vuelve a repetirlo, como si necesitara confirmarse en su atuendo de querencias y aflicción, en 1968, cuando ya tiene 46 años: “Yo tengo mi dolor. Lo acuno ansioso/ en el rescoldo de mi amor: su nido..” Y en 1983, cuando ya cumple 61 años, proclama sin ambages: “Vuelvo a ser ruiseñor nostálgico de auroras,/ vuelvo a la lluvia alegre, a la canción del pino./ Aunque es de escarcha y nieve mi nostalgia/ he vuelto al primer trino”. Y seguirá gravitando en sus contingencias, en su tiempo de amor sin vencimiento, en sus canciones de irradiaciones, alientos, anhelos, soledades, estremecimientos y quejumbres de inconmovible pasión.

Manuel Rueda lo advirtió: sus “temas y estilos permanecen inalterables, únicos y compactos en su fluidez”.  Y lo vio como “el poeta del amor, de las imposibles realidades del amor”. Bruno Rosario Candelier lo observó “fiel a su estética original”, en cuya poesía se refleja “un sacudimiento emocional estremeciente con una gracia poética canalizada en la expresión cálida y límpida, ardorosa y cordial”.

Yo lo veo ahora mismo, con su voz tronante y su verbo sonoro, su palabra solemne y su trino poético, vivo, vívido, en las horas en que llegaba con su estatura humana e intelectual a las aulas de la universidad, donde fui su alumno de Historia de la Cultura y de Historia de la Literatura Dominicana. Era una fiesta escucharlo. Sabíamos algunos que ya el tiempo de su esquema literario estaba haciendo mutis, pero nos entregábamos solícitos a su palabra y a sus gestos y a sus hendiduras, aquellas que nos mostraron un camino y unas formas y una hechura para entender las letras y las altas dimensiones de la cultura y sus variados caminos. Sus cátedras figuran entre los grandes momentos de nuestra vida, como una herencia impoluta, como una huella que no la borra el tiempo ni las modas ni las argucias y vaivenes de la modernidad líquida. Con toda seguridad, ha de ser cierto lo que sentenció en su poema “A uno de tantos”: “¡nunca se muere una canción!”.

Bibliografía

Los humildes, Federico Bermúdez; Estudio: Joaquín Balaguer; UCMM, 1968; 110 págs.

Tiempo en la tierra, Mariano Lebrón Saviñón; Prólogo: Manuel Rueda; Editora Corripio, 1982; 240 págs.

Los Triálogos, Poesía a tres voces, Domingo Moreno Jimenes, Alberto Baeza Flores, Mariano Lebrón Saviñón; Editora  Mediabyte, 2003; 83 págs.

La Poesía Dominicana en el Siglo XX, Alberto Baeza Flores; Prólogo: Héctor Incháustegui Cabral; UCMM, 1976; 671 págs.

Domingo Moreno Jimenes, Biografía de un poeta, José Rafael Lantigua; 5ta edición, Editora Búho, 2006; 234 págs.

Vuelta al ayer, poemas, Mariano Lebrón Saviñón; Ediciones El Pez Rojo, 1997; 85 págs.

Bajo la cruz del sueño, Mariano Lebrón Saviñón; Biblioteca Nacional, 2002; 45 págs.

Desde un prado luminoso, poesía completa, Mariano Lebrón Saviñón; Ediciones de Cultura, 2011; 412 págs.

Poemas de amor de Mariano Lebrón Saviñón; Compilador: Julio Jaime Julia; Editora El Siglo, 2011; 60 págs.

Infinitestética; El tercer libro de Los Triálogos; Domingo Moreno Jimenes, Alberto Baeza Flores, Mariano Lebrón Saviñón; Ediciones de La Poesía Sorprendida; Librería Dominicana, 1943; s.n.p.

Antología poética, Heinrich Heine; edición bilingüe; Introducción: Berit Balzer; Ediciones de la Torre, 1995; 238 págs.


José Rafael Lantigua es miembro de número de la Academia Dominicana de la Lengua. Ocupa el sillón A que perteneciera al fundador de esta corporación, Mons. Adolfo Alejandro Nouel, Arzobispo de Santo Domingo.