El logos sagrado de Karol Wojtyla: de la palabra primordial a la conciencia

Por Bruno Rosario Candelier

A

Juan Carlos Vergara,

cultor de la palabra que edifica.

Una traducción del académico y poeta Bogdan Piotrowski en honor al pontífice polaco en el centenario de su nacimiento 

El papa Juan Pablo II, que vino al mundo con el nombre de Karol Wojtyla, es un agraciado poeta místico del siglo XX y un estudioso de la literatura sagrada que cultivó en varios géneros literarios, con especial predilección por la poesía, el teatro y el ensayo, con altos niveles de conceptuación y creatividad artística hasta hacer de su palabra un escritor consagrado y un ejemplo de sabiduría espiritual. Se doctoró en filosofía y letras, y su tesis doctoral versó sobre san Juan de la Cruz, con un estudio del pensamiento teológico y la visión mística y poética del santo carmelita español, creador de la lírica teopoética más hermosa y trascendente de las letras universales.

Natural de Wadovice, Polonia, Karol Wojtyla era un enamorado de la literatura y, en su condición de poeta contemplativo, cultivó la literatura mística como pensador y poeta con las implicaciones estéticas, simbólicas, teológicas y místicas que canalizaba como fuero y cauce de orientación intelectual y formación espiritual.

El doctor Bogdan Piotrowski, polaco radicado en Bogotá, donde estudió en el Instituto Caro y Cuervo, es un destacado crítico literario, catedrático de literatura, poeta, traductor y promotor cultural. Ejerce la docencia universitaria en la Universidad de la Sabana, y organiza coloquios y congresos internacionales de literatura. En su libro Mousiké: De la poética juvenil de Karol Wojtyla, poemario del Papa Juan Pablo II, nuestro académico de la lengua infiere la poética del mitrado polaco a partir de la poesía de su ilustre compatriota de quien afirma: “Asume en su plenitud el concepto de filiación divina” (1).

   Ahora nos da a conocer Logos, una traducción del original polaco, poemario místico de Karol Wojtyla, publicado en 1939 en Cracovia, Polonia, obra que perfila y recrea la hondura sagrada de este inmenso poeta de las letras universales. Con un estilo de alto nivel expresivo, lenguaje culto y hondura mística, Bogdan Piotrowski logra una magnífica traducción del original polaco.

Karol Wojtyla, el prelado polaco que ocupó durante un cuarto de siglo el Trono de San Pedro en Roma y que protagonizó uno de los papados más fecundos y luminosos en la historia de la Iglesia Católica, vino al mundo dotado de la gracia divina, una inteligencia sutil y una sabiduría sagrada, que en su condición de teólogo y teopoeta, canalizó en su vida sacerdotal y en su obra literaria. Nació en la ciudad de Wadovice, Polonia, el 18 de mayo de 1920, y murió en la Ciudad del Vaticano el 2 de abril de 2005.

Karol Wojtyla sintió desde muy joven no solo la vocación sacerdotal sino también la vocación creadora, y cultivó varios géneros literarios. En su juventud participaba en recitales poéticos, así como en la vida religiosa y cultural de su tierra natal. Tenía en alta estima su vocación literaria, que siempre compartió con su consagración sacerdotal, no solo en textos religiosos, sino también en obras de poesía y ficción.

En su condición de intelectual de alta estirpe, valoraba la palabra poética, la palabra filosófica y la palabra teológica por su dotación divina, que proclamaba con fervor religioso y convicción espiritual.

Ponderaba el amor y la inspiración como el aliento de la creación, como se aprecia en Mousiké, Tríptico Romano y en Logos, como muy bien ha valorado, traducido y comentado Bogdan Piotrowski.

En este nuevo poemario del mitrado polaco percibimos muy bien que el Universo viene del Verbo, y al Verbo regresa como su fuente, según decía y enseñaba Karol Wojtyla. En su lírica, enseña el doctor Bogdan, nos sirve de mediación para interrogar el mundo con los ojos de la fe, el aliento de la esperanza y la doctrina cristiana.

Cada imagen de su lírica adquiere valor simbólico con sentido místico, como muy bien se pueden interpretar estos luminosos versos, que solo un poeta conocedor del polaco, como Bogdan Piotrowski, sabe desentrañar y traducir.

En su admirable versión al español, el profesor Piotrowski logra una fidelidad al sentido místico del texto original del santo polaco y nos hace ver que el mitrado polaco percibe el paisaje como imagen del paraíso. Como místico, Karol Wojtyla percibía el mundo como la Creación de Dios y, en tal virtud, había en el poeta y sacerdote polaco una concepción sagrada de lo viviente.

De ahí que se inspiraba en la verdad y los principios fundados en la teología cristiana y la doctrina católica. De hecho, la poesía de Wojtyla confirma, como ha enseñado Bogdan Piotrowski, que así cono hay palabras poéticas, también hay palabras proféticas. De ahí que la intuición mística de Wojtyla se emparenta con la iluminación sagrada de san Francisco de Asís y la inteligencia mística de san Juan de la Cruz, sus dos santos inspiradores. Y de ahí también el título del poemario, Logos, vocablo de alta alcurnia sagrada en la literatura de la espiritualidad y en la filología clásica, desde Heráclito de Éfeso y Juan el Evangelista del In principio erat Verbum.

En su artículo “Mortandad léxica”, el presbítero Jorge Juan Fernández Sangrador, consignó: “«Y Dios vio que era muy bueno», se repite sucesivamente en el capítulo 1 del libro bíblico del Génesis ante la contemplación de las obras convocadas a la existencia por la Palabra del Creador. Algunas fueron dotadas con la capacidad ínsita de diversificarse y de multiplicarse, en virtud del poder que les otorgó la Palabra única, que preexiste al Universo. Ella es generadora de las otras palabras, variadas y polivalentes, por medio de las cuales esa Palabra primordial ha ido dándose a conocer, a entender y a amar, y con las que el ser humano asigna nombres a las realidades, visibles e invisibles, que se hallan ante él, pues, de no hacerlo, acabará sucediendo aquello que Carl Linnaeus advertía: «Nomina si nescis, perit et cognitio rerum» (Si ignoras los nombres de las cosas, desaparece también lo que sabes de ellas)” (2).

Esa Palabra sagrada o Verbo originario es el Logos primordial o energía sagrada de la conciencia y que Juan el Evangelista identificara con la Divinidad. El Logos de Karol Wojtyla también se empata a lo divino mismo, culmen de la grandiosa obra poética del santo polaco.

La Creación del Universo, que es el Logos viviente de la Divinidad, es el Verbo de Dios, como dijera san Juan en su Evangelio: “In principio erat verbum, et verbum erat apud Deum, et verbum erat Deus”. En ese origen divino estaba la Palabra, como intuyera Heráclito de Éfeso cuando concibió el concepto del Logos como el origen del Pensamiento y la Creación, que es también la dotación sagrada, divina y pura de la conciencia humana.

En virtud de Logos, hay una irradiación espiritual que impregna el dispositivo interior de las lenguas y culturas del mundo con una onda divina que hace posible una conexión mística entre los hombres y los pueblos, lo que explica que un poeta de lengua eslava, como Karol Wojtyla, sintonice admirablemente la cultura latina, como se ve en su tesis sobre la teología mística de san Juan de la Cruz, reflejo de comprensión profunda de su fe cristiana y su creación teopoética. Desde el poema inicial Karol Wojtyla aborda la función del Logos en la gestación de lo viviente con la Palabra inspiradora en la conciencia espiritual humana:

 

Escucho las confesiones vespertinas del jardín,

con la mirada del alma, pienso en la Palabra

 –el soplo de la tarde lleva mis pensamientos

de las granjas olorosas y de los surcos arados,

canta los asuntos de los vados cristalinos,

los párpados abiertos ante la belleza del verde –

la tarde de las palabras humanas es el silenciamiento

en la conclusión espigada: el sollozo de la oración.

 

Mediante la contemplación y la oración, disposición y fervor de la conciencia del creyente, el contemplador de la realidad siente el fulgor de la Creación desde el fuero de la Palabra para ver y ponderar la dimensión sensorial y suprasensible de fenómenos y cosas, al tiempo que subraya el poder del lenguaje, consciente de que el amor, el ideal o la fe impregnan a la palabra humana el aliento divino que ilumina con su sentido el mundo, como canta en la cuarta estrofa de Logos:

 

En las palabras hay poderes, camina la fama,

hay bendición o la plaga –

y sé que con la palabra abrazaré, derribaré,

o yo mismo voy a yacer en las lajas

y la turba hincará en mí la espada

– por esto aprendo el habla vespertina

de los salmos penitenciales israelitas.

 

La Palabra Primordial, Esencial y Trascendente inspiró a Karol Wojtyla la creación del poemario Logos -que motivó a Bogdan Piotrowski a traducirlo a nuestra lengua- ya que el ilustre polaco que fuera Pontífice Romano halló en el Logos de la conciencia el puente entre la Divinidad y la Humanidad -y el propio Karol fue puente, que es el significado de pontífice, ‘que hace puente’ -entre la realidad estética y la realidad sobrenatural, que humanizó, y entre la realidad natural y la Realidad Divina, que propició el cultivo de la imagen y el concepto, potenciado con la sabiduría espiritual del Numen y la sabiduría sagrada del Nous. Así lo vemos en los siguientes versos:

 

Los cielos miran los abismos de las oraciones

-confiesa tu alma en el confesionario,

y en el Sacramento serás digno

del mito de la Palabra.

 

En la apertura del Congreso Internacional en honor al papa Wojtyla, Bogdan Piotrowski consignó: “Su amor por la humanidad se reflejaba en su elevado sentido de filiación divina que, en otras palabras, se afirmaba en la imagen de Hijo de Dios que se le revelaba en la semejanza con el prójimo” (3). En efecto, en otro pasaje de este luminoso y revelador poemario escribió Karol Wojtyla:

 

¡El Escultor Todopoderoso! El nacimiento milagroso

de la palabra en los rayos del poder

 –y la Palabra es el amor del Padre,

el milagro supremo de los ojos todopoderosos,

y el continuo conocimiento de Sí mismo,

la Luz del Amor– transparencia dorada,

la Palabra se hizo Carne – la realización,

la semilla terrena de las promesas del Paraíso.

 

Por el Logos tenemos intuición, criterio y creatividad y, en tal virtud, fluye en nosotros el Soplo Divino que inspira, ilumina y edifica. Así lo entiende Karol Wojtyla cuya obra es testimonio elocuente del poder de la Palabra en el espíritu humano: Escucho las confesiones vespertinas del jardín,/con la mirada del alma te veo, Palabra…

El Logos de la conciencia confirma que fuimos hechos a imagen y semejanza de Dios, como dice el texto bíblico. Y el producto del Logos, que es la creación de la imagen y el concepto, evidencia no solo el poder generador del intelecto, sino la capacidad para colaborar con la Creación divina, que sigue expandiéndose en el fluir de lo viviente:

 

Con su sello, la noche envolvió los escoriales

–vestales con coronas, ofrezcan en los altares

estas palabras como el cordero en sacrificio…

 

Wojtyla tuvo la suerte de leer en su juventud a san Juan de la Cruz, y quedó impactado con la inteligencia sutil y la sensibilidad mística del santo español, hasta el punto de que escribió su tesis doctoral sobre la obra del poeta abulense, a quien llamaba el Doctor Místico. De esa grandiosa tesis cito el siguiente pasaje, clave de la intuición mística de Karol Wojtyla: “El pensamiento del Doctor Místico se funda en lo siguiente: el entendimiento humano, al participar de la ‘sabiduría de Dios’, es partícipe también de la generación del Verbo. Como el conocimiento de lo divino se realiza en fe bajo la moción del Espíritu Santo y sin que se pierda la condición de oscuridad típica de la fe, síguese que el entendimiento se hace partícipe de la generación del Verbo divino” (4). Ese luminoso criterio del eminente polaco se refleja en los siguientes versos de su poemario Logos:

 

Comenzamos la proclama del mito.

En el libro sagrado hay una parábola

–un tallista la forjó en hierro–:

–He aquí a Sí mismo en otra persona

el escultor inspirado, en los rayos de la aurora

labró: Su Pensamiento y Su Palabra –

y con cincel los consignó en un empeño de bronce.

 

Y surgió la creación teopoética, huella y cauce de la inspiración divina. De ahí la idea del arte como creación divina, concepto platónico del que participa el distinguido académico y poeta polaco-colombiano, que ha hecho un grandioso aporte al traducir este poemario de Juan Pablo II. Para corroborar el criterio ancilar en la visión mística del mundo del mitrado poeta, cito un testimonio de María Pilar Ferrer: “Es fundamental entender la elevadísima apreciación que otorga Karol Wojtyla al valor de la palabra. Jamás le satisfacía únicamente el aspecto estético de la literatura. Desde los años de juventud, con gran madurez de pensamiento, insistía en la relevancia de la dimensión mística del arte. En su creación, en sus reflexiones y en las cartas dirigidas a sus amigos, hallamos abundantes ejemplos de su interpretación del arte como un don divino” (5).

Esa concepción teológica del pontífice polaco que fuera Juan Pablo II se evidencia en la formalización de los siguientes versos:

 

En la Palabra se consumió nuestra salvación,

La que se implantó en el umbral divino y humano –

El Santo Obelisco en un mito crucial

Creció en los azules y en la tierra triguera.

 

San Juan de la Cruz iluminó la conciencia mística de Karol Wojtyla, como la de otros iluminados de Occidente. El agraciado traductor de Logos así lo entiende: “Pero también la lectura de las poesías de san Juan de la Cruz cuando era seminarista y joven sacerdote contribuyó a la cristalización de su estilo poético. Karol Wojtyla ya escribía poesías, como sabemos, antes de leer al místico castellano, pero el encuentro con él le llevó a una transformación de su obra poética, que se transparenta en su estilo literario, en las imágenes que utiliza… En el “Canto del Dios escondido” (1946) y en el “Canto del esplendor del agua” (1950) leemos algo de la experiencia vivida entre la distinción del hombre en relación a Dios, y de la unión con Dios, que es fruto de la acción de Dios en el alma humana. Las imágenes que cambian: el mar, el campo, el umbral, la fuente, el pozo, la barca, muestran la dinámica de la vida sobrenatural que, por su esencia, es difícil, casi imposible designar con un nombre” (6).

Con razón Karol Wojtyla le dio forma y sustancia a su grandiosa concepción espiritual de lo viviente a través de la Palabra:

 

Éste es el mito del libro del castillo

 –el cantar de la Palabra–

obra del escultor,

de la oculta alma del artista,

aporta con la palabra y con ella pone al rojo vivo

–un místico celestial, la mirada clavada en la llama–,

busca las palabras prójimas en las caras humanas

y de estas palabras forja una gran confesión:

toda el ansia de la humanidad por la Palabra.

 

Los grandes místicos de todas las lenguas y culturas afirman que en la naturaleza de lo viviente, cauce de lo divino mismo, fluye la Palabra divina, el Logos primordial del Altísimo, ya que el mundo y toda la Creación es el Verbo encarnado en la sustancia de lo visible. Karol Wojtyla dice lo mismo estética, simbólica y místicamente:

 

Escucho las confesiones vespertinas de los arroyos

-las palabras que contemplan las estrellas guardan silencio-

en visiones lunares hay que cambiar las palabras,

que se entrelazarán en el laurel del alma,

palabras que, quizás, se volverán una acusación –

porque hoy cada uno puede confesar

la historia de sus dolores, una rapsodia sangrante

y su propia suerte y la suerte de sus prójimos.

 

Y consciente del poder de la Palabra, la vigorosa dotación del Logos en la conciencia humana, Wojtyla les pide a los que ostentan una función social mediante el concurso del lenguaje -como escritores, sacerdotes, maestros, políticos y comunicadores- que asuman la palabra convencidos de que pueden contribuir a elevar la conciencia humana y hacer más amable la vida y más encantadora la creación:

 

Hicieron rodar las piedras al pedregal

ofrecieron el sacrificio entre los desniveles.

Sólo hay que encender el sacrificio con una chispa,

hay que canturrear las lamentaciones de los salmos,

ustedes – coreutas, protagonistas de los dramas

sacerdotales con la hostia y la ofrenda

deben comenzar a la vista de las multitudes:

a salvar con la Palabra – a salvar de las cadenas

 

¡Con la palabra comienza el sacrificio, y construye!”, leemos al final del poemario Logos (7). Efectivamente, “sacrificio” significa ‘oficio sagrado’, cuya materialización de la palabra ilustra la concepción estética y espiritual del santo polaco y mitrado romano, y subraya el poeta que la dación de la palabra es “una ofrenda sin sangre”, como la zarza ardiente, la zarza de Moisés. Y lo más importante para este pastor sagrado es “la verdad divina de la Palabra encarnada en el Amor”, réplica del Amado que se inmoló en la Cruz, “asombrosa verdad de la Palabra”, que es el amor puro y sagrado, divino y santo, ya que, como concluye nuestro eminente teopoeta, “La Palabra es el amor del Padre”.

 

Bruno Rosario Candelier

Academia Dominicana de la Lengua

Moca, Rep. Dominicana, 3 de noviembre de 2020.

Notas:

  1. Bogdan Piotrowski, Karol Wojtyla: Mousiké, Bogotá, Universidad de La Sabana, 2008, p. 39. Y Tríptico Romano, Universidad Católica de San Antonio de Murcia, 2003.
  2. Jorge Juan Fernández Sangrador, “Mortandad léxica”, en La Nueva España, Asturias, España, 25 de octubre de 2020, p. 33.
  3. Bogdan Piotrowski, “Juan Pablo II: ¿Por qué el Grande”, en Legado de Juan Pablo II el Magno, Bogotá, Universidad Sergio Arboleda, 2015, p. 22.
  4. Karol Wojtyla, La fe según san Juan de la Cruz, Madrid, Biblioteca de Autores Cristianos, 2014, p. 175.
  5. Bogdan Piotrowski, “Juan Pablo II”, en María Pilar Ferrer, Intuición y asombro en la obra literaria de Karol Wojtyla, Pamplona, Universidad de Navarra, 2006, p. 18.
  6. Bogdam Piotrowski, “Juan Pablo II”, en María Pilar Ferrer, cit, p. 56.
  7. Karol Wojtyla, Logos, Cracovia, 1939. Traducción de Bogdan Piotrowki, Bogotá, Universidad de La Sabana, 2020.

Mística del logos en Karol Wojtyla: la teología poética del mitrado polaco

 

Por Bruno Rosario Candelier

 

A

Nicolás de Jesús Cardenal López Rodríguez,

Pastor amado de nuestra grey católica.

 

Las aguas de los ríos manan hacia abajo;

 el torrente del lenguaje monta hacia la cima.

 (Karol Wojtyla)

 

Si decimos que el Papa Juan Pablo II estaba dotado de una elevada sensibilidad espiritual nos parece natural en virtud de la alta categoría inherente a su dignidad eclesiástica, pero si añadimos que ese carismático Sumo Pontífice de la Iglesia Católica era también poeta, comprendemos su gran sabiduría, pero si agregamos que a su condición sacerdotal y poética se sumaba la dotación mística de su sensibilidad trascendente, entonces la admiración es mayor por la conjunción de tan valiosos atributos en ese excelso mitrado.

En efecto, el Santo Padre que dirigió los destinos de los católicos durante más de un cuarto de siglo, se distinguió como uno de los grandes poetas místicos europeos del siglo XX. Su nombre de pila era Karol Wojtyla, oriundo de Polonia, donde nació, creció y se desarrolló intelectual y espiritualmente. El lírico polaco es un poeta iluminado del siglo XX, con un singular magisterio espiritual que se suma a su inmensa sabiduría mística.

Teólogo de la esperanza y teopoeta de la espiritualidad católica,  Karol Wojtyla tuvo, además de su luminosa vocación sacerdotal, una sólida inclinación literaria y una honda sensibilidad mística, dones que cultivó en armonía con su consagración religiosa, sus estudios eclesiásticos y su devoción cristiana. Se graduó en filosofía y letras con una tesis doctoral sobre el pensamiento teológico de san Juan de la Cruz, de quien era particularmente devoto y a quien consagró, cuando fue el Sumo Pontífice de Roma, como el Santo Protector de los Poetas. La poesía era su género predilecto, que compartió con el ensayo, el teatro, las encíclicas y la oratoria. Este ilustre mitrado poeta cultivó la lírica mística con un alto sentido de la belleza y el sentido.

Se sabe que la lírica y la mística confluyen armoniosamente en la más alta cima de la creación humana, pues la poesía no es solo un conocimiento intuitivo de la realidad, sino una vía excelsa para canalizar y potenciar la dimensión espiritual de lo viviente. La mística no entraña solo la búsqueda de lo divino, sino un sentimiento de comunión espiritual con lo viviente en atención a la vocación de ternura y piedad que inunda el alma de los contemplativos. De ahí la pureza y la fascinación de la lírica mística.

El poeta va más allá de la realidad sensorial cuando alcanza, mediante la intuición del sentido, la esencia de las cosas, el valor permanente de criaturas y fenómenos o el alcance de lo divino mismo. La mística es un don, o una gracia, que se suma al talento poético, razón por la cual la poesía y la mística responden, en su contacto con lo trascendente, a una motivación singular y a una búsqueda, en la que el poeta y el místico coinciden en esa tarea luminosa de la literatura.

La búsqueda de la belleza sensorial y, más aún, de la belleza sutil forma parte de las apelaciones de la sensibilidad trascendente que mueve la curiosidad del poeta a expresar lo que concita la onda sublime en su hondura interior. En tal virtud, la búsqueda del poeta y la búsqueda del místico confluyen en un punto de encuentro en esa vertiente de la creatividad que comprende la lírica mística.

La belleza del mundo o el esplendor de la Creación se asumen, según la tradición mística, como una emanación de lo divino. Por eso la poesía es también una vía «hacia el conocimiento de lo Absoluto», como dijera Emilio Orozco (1). Si la poesía propicia un vínculo con la cantera infinita, mucho más la mística, que cifra en el sentimiento de lo divino su razón y su sentido. Más aún, los místicos enfatizan la vinculación amorosa y en todas las cosas exaltan la dimensión espiritual, interna y mística de lo viviente en atención a su anhelo mayor, que es la unión con Dios.  La poesía de Karol Wojtyla centra su atención en lo divino.

En atención a ese objetivo espiritual y estético, tres facetas concitan la sensibilidad mística del mitrado polaco: la realidad natural en su dimensión cósmica; la realidad existencial en su faceta humanizada; y la realidad trascendente en su faceta espiritual (Poemas, p. 23): “En la oscuridad hay tanta luz/ como vida en la rosa abierta”.

 

El sentido místico de lo viviente

En su “Cántico al esplendor del agua”, Karol Wojtyla asume el encanto de la Creación como expresión de lo divino. Este hermoso poema integra en su composición el fulgor expresivo de la belleza sensorial, la mirada amorosa del sujeto lírico y el sentimiento de lo divino ante el elemento de la Creación:

 

Mira las escamas argénteas del agua.

En su hondura el pozo se estremece

como la niña del ojo

cuando la imagen surge en ella.

Si el reflejo de las hojas

en la superficie del agua

toca tu rostro,

te lava las ojeras del cansancio.

Lejos está todavía el manantial.

Esos ojos cansados y ojerosos

me dicen que las aguas sombrías de la noche

rebosando están en las palabras de tu plegaria.

(Secas están nuestras almas, muy secas).

Pero la claridad del pozo palpita en tus lágrimas,

que un hálito de ensueños

-piensan los pasajeros-

habrá hecho brotar del corazón.

 

Este singular poema está inspirado en el pasaje bíblico de la samaritana (Jn 4, 13) cuando Jesús, aludiendo al agua que puede saciar la sed del alma, si la toma jamás vuelve a sentir sed. El poeta sabe que vivimos en “las aguas sombrías de la noche” y están “secas nuestras almas”, mientras llegamos al brocal del pozo de Siquem.

En su exploración profunda, el poeta ausculta la profundidad del alma humana en busca de lo que anhela la conciencia sutil. Advierte la sed que el agua no mitiga. Y la presencia de un manantial con agua de vida, el agua de vida eterna:

 

Nadie se atrevería a mirar como Él,

ni a ver, de esa manera, en sí mismo.

¡Qué distinto es su modo de conocer!

Apenas levantaba los ojos,

pero ¡qué plenitud de conocimiento!

Su rostro era como la luz del agua en el pozo:

Un espejo…, como el pozo…,

luminiscencia profunda…

 

A través de sus ojos escrutaba el resplandor del pozo profundo que su mirada irradiaba. Y la samaritana, atenazada por ese fulgor irresistible, siente la magia de una llama infinita que la embriaga bajo la lumbre de una presencia sutil:

 

Aquel pozo me ha unido contigo,

me ha sumergido en tu persona.

Nada había entre nosotros, nada,

sino la profunda claridad que tiembla

como una pupila limpia,

Engastada en la órbita de piedras del brocal

la claridad me sumergió en tus ojos

y me ha encerrado en ellos.

 

En su expresión traslaticia y simbólica el poeta alude a sombra, cansancio y vacío para referirse a un modo de existencia distante del auténtico sentido de la vida que reclama el alma en su ruta hacia lo Eterno. Y sugiere una vía adecuada hacia la armonía que da gozo:

 

Tarde o temprano,

he de reconocer que me has quitado

un peso, a la medida

de mi cansancio y mis esfuerzos

por conseguir una partícula de esa armonía

 tan sencilla que Tú posees sin agobio…

¡Y que es infinita!

 

Entonces la persona vuelve al pozo profundo en cuyo haz del agua brilla el fulgor de sus pupilas infinitas. De repente, el emisor de estos versos experimentó una iluminación. Misteriosamente, hay vivencias que iluminan y transforman. La vivencia de la mística entraña una iluminación y, los escogidos por la gracia divina, experimentan la más alta experiencia transformante en el hondón de su sensibilidad profunda. El poeta polaco así lo revela cuando dice que “en el reflejo de este pozo se me ha dado/ una experiencia como nunca tuve”:

 

El brillo de la hondura de este pozo,

 del que vine mi cántaro a llenar,

ha tiempo que se iba pegando

 a mis pupilas…

En el reflejo de este pozo se me ha dado

una experiencia como nunca tuve,

y he descubierto así

 mi gran vacío (2).

 

La actitud trascendente ante la vida y la muerte

Con el poema «La madre», que constituye un canto a la vida en alabanza divina, vamos a ilustrar otra vertiente en la lírica de Karol Wojtyla. El poema subraya la sensación que siente la mujer cuando está a la espera de la criatura que se gesta en sus entrañas. El poeta Wojtyla, para lograr su propósito, asume el canto desde la perspectiva de la mujer, una manera de identificarse con el motivo de su inspiración, que es un procedimiento pautado por la lírica mística para alcanzar la compenetración sensorial, intelectual, afectiva, imaginativa y espiritual con la sustancia que asume el creador como materia de su creación. De esa forma puede el sujeto obtener no solo la comprensión del fenómeno sino la identificación empática, una manera de sentir y habitar lo contemplado. El poeta contempla la situación de la madre y se identifica con ella hasta sentir y expresarse como ella:

 

Mi lugar se aleja de mi memoria.

Mas no se extingue

el silencio de las callejuelas lejanas

en el espacio cristalino

 reflejado en las limpias pupilas de luminoso zafiro.

Tengo cerca las palabras del niño

 que levantan el silencio:

«Mamá, mamá».

Y luego, cual pájaro invisible,

cae al fondo de las mismas callejuelas.

De siempre retorno a los recuerdos,

que ensanchan

la vida y se alían desde el fondo

 enriquecidos con un sentido inefable.

 

Entonces la voz de la criatura resuena con su eco sonoro en el fuero del ámbito materno, siempre dispuesto a potenciar el aliento de la sangre y la ternura para hacer de la existencia una canción, y de la canción, una oración fraguada con cada vivencia cotidiana. Es la forma de asumir la rutina de una mujer, como la de tantas que en el mundo hacen de lo simple la madeja existencial de su vida:

 

Son los días tranquilos, hijo mío,

de aquellas callejuelas

donde en el silencio protegía tu voz infantil.

Ahora oigo las palabras desde otra lejanía,

palabras que antes apenas murmurabas,

palabras que al intuir tu pensamiento

 me penetran el alma.

 

Mediante la poesía crea el poeta una forma estética para ponderar el valor de la vida, la significación del mundo y la magnificencia del Padre de la Creación. La lírica mística es la más alta forma de expresión de tan excelsos atributos. El sentimiento místico se funda en el amor y el bien, como paso previo a la búsqueda de lo divino: «La mística es una tiniebla luminosa que se convierte en transparente esplendor en el alma a medida que se comprende la verdad» (3).

La persona que asume el rol de madre en este poema de Karol Wojtyla funda su verdad en la certeza de la criatura que gesta su vientre, medita en torno al derrotero del hijo y se asombra por el portentoso acontecimiento que es la vida, que contrasta con la muerte:

 

Toda la vida cabe en ese momento,

condensado en verbo,

convertido en mi carne,

 alimentado con mi sangre,

llevando al éxtasis,

creciendo en mi corazón silencioso

 cual el de un hombre recién nacido

sin que cesara el asombro ni la cotidiana tarea manual.

Este momento, al alcanzar su cumbre, sigue tan fresco,

te encuentro de nuevo y solo falta una lágrima

en mis párpados

en la que los rayos de las miradas

 se funden en el aire frío

y el cansancio encuentre su luz y su sentido.

 

La expresión que pone el poeta en boca de la mujer, «creciendo en mi corazón silencioso», alude a la emoción con que contempla el milagro de la Creación. Al poeta lo subyuga la Creación del mundo y en esa contemplación pergeña la creación del lenguaje mediante el cual testimonia su visión luminosa al contemplar y plasmar una nueva realidad, la realidad estética y la realidad trascendente que su visión mística descubre.  Habla de un “corazón silencioso”. El silencio es lo que se produce en el interior de la conciencia cuando contemplamos o escuchamos, cuando ponderamos la belleza y el sentido de cada cosa, fenómeno suceso o acontecimiento. El autor de «La madre» tomó el acontecimiento supremo de la vida que le tocó gestar a una mujer singular. Y lo convierte en motivo de reflexión lírica y simbólica sobre el acontecimiento cardinal de la existencia humana. El fenómeno de una vida singular le hace pensar el hecho mismo de la vida y en el Dador supremo de todo lo creado.

La mística tiene por objeto exaltar la verdad y la belleza del mundo como manifestación de la Verdad y la Belleza divina. En el poema, la mujer ve a través de la Luz que le deslumbra y le revela el misterio:

 

Una luz se filtraba lentamente

a través de los acontecimientos cotidianos

a que desde la misma infancia se acostumbran

mis ojos y manos de mujer,

y de pronto en estos mismos acontecimientos

brilla una luz tan intensa,

que se anudaron las manos mientras

las palabras perdían su lugar.

En aquella aldea, hijo mío, donde todos nos conocían,

me decías «Madre»,

y nadie quería penetrar en las maravillas diarias.

 

«Y nadie quería penetrar en las maravillas diarias«, dice la voz lírica para significar que pocos valoran el portento maravilloso de cada criatura viviente, de los elementos y las cosas, de toda la Creación. A través del talante femenino el poeta fija su atención en el sentido de los hechos. Valora una señal, la que revelan fenómenos y cosas, y sabe que de nuestro interior profundo mana un río amoroso, que es efluvio de lo divino. A medida que establecemos un contacto con las cosas y, sobre todo, a medida que calamos el sentido trascendente, se despierta la conciencia espiritual con la gestación del sentido estético, el sentido cósmico y el sentido místico, que nos enseñan a sentir y ponderar la dimensión genuina de criaturas, fenómenos y cosas. La persona lírica expresa esa conciencia al sentir lo que sacude su sensibilidad profunda:

 

Sabía que la luz

que acompañaba aquellos acontecimientos

como chispa oculta bajo la corteza de los días,

y que esta luz que no salía de mi cuerpo,

que te he sentido más mío en la luz y en el silencio,

que antes cuando te sentía

en mi carne y en mi sangre.

   Con el convencimiento de que somos partícipes de una esencia trascendente, desarrollamos una nueva conciencia y, a partir de su gestación, comenzamos a ver lo que antes no veíamos. “Ver un mundo en un grano de arena”, atribuía William Blake a la mirada profunda de los poetas místicos. Si el amor es el sentimiento que permite aquilatar el valor de lo existente, la mística es la luz que alumbra la valoración de lo divino. El creador de «La madre» tenía conciencia de lo que despierta esa sensibilidad profunda y así se evidencia no solo en los subtítulos con que Wojtyla divide y organiza la estructura del poema, sino en los planteamientos y reflexiones que fluyen a través de sus intuiciones líricas, estéticas y místicas:

 

Las madres saben los instantes en los que el misterio

humano despierta un reflejo

de la luz en sus pupilas,

 que parece tocar el corazón con la mirada apenas.

Sé de estas lucecitas que pasaron

 sin despertar ningún eco

y dura lo que dura un pensamiento.

Hijo mío, complicado y grande, hijo sencillo,

conmigo te acostumbraste a pensamientos comunes

a todos los hombres

y, a la sombra de estas ideas,

 espera la profunda voz del corazón

que en cada persona suena de manera distinta.

 

«La profunda voz del corazón«, a la que alude el mitrado poeta, es el lenguaje del yo profundo en su vínculo con lo Eterno. El hombre, en contacto consigo mismo, descubre el lenguaje de su interioridad y siente el eco de las cosas y expresa esa dimensión de lo viviente. En comunión con lo existente se le revela el sentido místico del mundo. La intuición de lo profundo, en su hondo misterio, culmina en la conciencia de lo Absoluto.

En la segunda parte del poema, titulado «Imploración de Juan», advertimos que la madre que se alude en el poema no es la madre común, la que puede encarnar cualquier mujer, sino la singular mujer que en función de Madre acunó en su regazo al Hijo del Hombre. Juan, el discípulo amado, el que acompañó a María en su momento estelar, asume el discurso poético para dirigirse a la Madre dolorosa:

 

Yo soy Juan el pescador,

 merezco poco que me amen.

Todavía lo recuerdo a orillas del lago

con la menuda arena bajo mis pies,

cuando de repente, Él.

No podrás recoger este misterio en mí,

pero dulcemente yo estaré en tus pensamientos

como una hoja de mirto.

Que pueda decirte Madre, como Él lo quiso,

te ruego que no toques en nada esa palabra,

en verdad no es fácil medir su hondura,

cuyo sentido para ambos fue inspirada por Él,

para que en Él encuentre cobijo

 todo nuestro amor ancestral.

 

La mística tiene como meta orillar el camino hacia la trascendencia para alcanzar la unión con Dios mediante el amor que concita unión y vivencia de lo sagrado: «Los místicos auténticos buscaron y buscan ese amor trascendente, esa realidad última, sin preocuparse de lo que experimentaban o de si lo experimentaban. Mística es igual a unidad y lo que une verdaderamente es el amor», escribió Ros García (4).  En «La madre» el poeta Karol Wojtyla habla por Juan y dice:

 

¿Dónde está este espacio:

 en el murmullo de mis labios,

en los pensamientos, en la mirada,

 en el recuerdo o, tal vez, en el pan?

Se ha perdido entre tus brazos, con la cabecita

apoyada en tu hombro,

porque este espacio ha quedado en ti

y de ti procede.

 

Se trata de la unidad de lo viviente, como postula la conciencia mística, con una amorosa unidad con lo viviente, como sugiere la misma ley de la naturaleza, pues todo en ella tiende a la unificación y la armonía. La mística busca la unión, y el místico ha de ser un ente de comprensión y unificación. Esa unión la sintió amorosamente el apóstol Juan cuando se une a la Madre antes, durante y después del momento supremo de la crucifixión de Jesús:

 

Nunca se ve el vacío.

 Nuestra unión es tan intensa

que, cuando con dedos temblorosos

 partía el pan para ofrecerlo a la Madre,

me he quedado un momento atónito,

 al ver toda la verdad

en una lágrima que asomaba en sus ojos.

 

Es una conciencia de amor, de integración, de participación y con ella una actitud y una vivencia, una compenetración e identificación. Desde su propia conciencia, que es una conciencia mística, el poeta contempla, medita y escribe. El poema que comentamos revela que Karol Wojtyla vivió intensamente ese proceso estético y místico. Así se aprecia en la tercera y última parte de «La Madre», mediante una vivencia entrañable, tan cara a la lírica mística. Esa vivencia concita la fe en sí mismo, en el propio talento creador y la fe en la trascendencia. El poeta místico se siente vinculado a lo existente y sabe que encarna una porción de la Totalidad. Mediante la unión con lo existente concita una ternura cósmica y una empatía universal. En tanto creador, capta y escribe, mediante la fe en su quehacer que alienta la expresión como testimonio de su percepción y valoración de lo viviente. La madre toma conciencia de su rol y expresa:

 

No me conocí hasta encontrarme en la canción.

Andaba entre la gente

 sin saber separar sus penas

de mis simples actos,

de mis pensamientos de mujer,

 expresados a voces.

 

El lenguaje canaliza los acentos, los recursos compositivos, el tono y el ritmo como medio de expresión del canto, la forma más alta y más reveladora del sentimiento lírico. De ahí que los místicos, cuando rebosan de emoción o júbilo, cantan y, con su canto, entonan una expresión de amor, una emanación jocunda y jubilosa, una oración lírica y mística. Cantan la belleza de la Creación y a su través la bondad del Creador con la exultación y el gozo que concitan su emoción y su entusiasmo:

 

Y cuando el canto estalló

 como una campana sonora,

he percibido que estas palabras

 te sacaban del refugio,

ha de contenerse como luz profundamente

dentro del pensamiento.

 

La Madre está consciente de que se halla en su momento dramático, culminante y desgarrador. Valora el dolor que la embarga y la traspasa. Y ofrece ese dolor como sacrificio de comunión y entrega:

 

Nunca cesará en mí tu recogimiento.

Me levanto hacia ti, que serás parte de mí misma.

Silenciosa como un río de agua trasparente,

 con mi cuerpo dejado vendrán los discípulos,

 hallarán que mi corazón ha dejado de latir.

No dependerá mi vida de la balanza de mi sangre

ni huirá el camino bajo mis pies cansados,

en mis apagados ojos lucirá un tiempo nuevo.

Él será el huésped de mi corazón

y eternamente me colmará la delicia.

 

Figuran en estas estrofas el lenguaje poético de la lírica mística, que fraguan la creación con los recursos compositivos de la invención retórica, como antítesis, paradojas, hipérboles, imágenes y símbolos, formas expresivas que enlazan lo natural con lo sobrenatural y hacen sensible una visión de lo trascendente. La sensibilidad lírica del místico conecta con la dimensión sobrenatural de la realidad ya que la lírica mística encauza y potencia la zona de la realidad sublime y la hace comprensible a la intelección humana mediante los recursos simbólicos del lenguaje poético. La poesía y la mística coinciden en la búsqueda que mueve su sensibilidad, por lo cual los poetas y los místicos acuden a la creación. Por eso escribe nuestro místico a través de la voz de la mujer-madre:

 

Entonces se extenderá mi canto,

llegaré a comprender cada sílaba,

abriré mi canto

 inclinada sobre tu vida entera,

mi canto arrebatado

 por el Hecho tan claro y tan simple

que aparece en cada hombre

a la vez abierto y oculto.

 

Concluye con una frase que sintetiza el contenido temático para exaltar la figura divina encarnada en los humanos por el amor y pondera la vocación creadora de su canto místico:

 

Y este Hecho

 se hizo carne en mí,

se manifiesta en mi canto,

ha aparecido entre los hombres

y ha escogido en ellos su morada (5).

 

Karol Wojtyla asume con intensidad dramática la posición de la madre dolorosa en el momento culminante de la pasión y muerte de su Hijo, mediante versos dolientes y emotivos. Con el aliento de la lírica mística logra una creación trascendente. «La Madre», paradigma y símbolo del amor y el sacrificio supremos, comporta una valoración de la Trascendencia. El mitrado poeta enfatiza, con voz entrañable y luminosa, la significación de la vida, la condición humana relevante y la satisfacción de tributar, a través de la mujer hecha madre, un canto de alabanza al Creador del mundo. 

Lo esencial y trascendente de las cosas

La tercera faceta en la creación poética de Karol Wojtyla es justamente su sensibilidad estética y espiritual. Ese talante interior, intelectual y afectivo, funda una visión profunda de las cosas. El poeta polaco, enriquecido con tres dones eminentes -el don sagrado del sacerdocio, el don estético de la poesía y el don sublime de la mística-, hacía confluir su cosmovisión y su sensibilidad hacia la percepción de los valores trascendentes, que supo captar en todo lo existente.

El hombre superior pone su sensibilidad y su conciencia al servicio de apelaciones trascendentes. Se trata de una actitud y una disposición intelectual, afectiva y espiritual que privilegia, en actitudes, creaciones y conductas, los valores permanentes: la disciplina interior, la paz espiritual, la verdad profunda, la belleza sublime y el bien supremo. Esa ha sido la trayectoria de iluminados, místicos y santos, vale decir, de quienes ponen su tesoro en la búsqueda de la sabiduría y saben que la meta suprema de la vida va más allá de los bienes transitorios.

Karol Wojtyla tuvo siempre esa disposición interior hacia la plenitud de una vida consagrada a lo divino. Y en atención a esa vocación espiritual orientó su formación teológica, fundamentó su inclinación intelectual y encauzó su sensibilidad estética. Su obra literaria es testimonio elocuente de esa visión trascendente de la vida.

En el estudio crítico sobre Mousiké, el poema juvenil de Karol Wojtyla, el crítico polaco Bogdan Piotrowski consigna que la poesía de su ilustre coterráneo ahonda en la temática de la filiación divina, como lo confirma la realidad misteriosa de la palabra y la teología: “(Karol Wojtyla) se dirige a los hombres de todas las culturas, invitándolos a reflexionar sobre la existencia de la persona y sus relaciones con el entorno en que vive, pero especialmente pretende ahondar en la temática de la filiación divina. Ese propósito explica la insistente presencia de la imagen de Dios en sus versos” (6).

En el poema “Canción sobre el Dios oculto”, el poeta polaco enfatiza la valía de la dimensión esencial, interna y mística de lo viviente de nuestra sensibilidad espiritual que, en virtud de nuestros sentidos interiores, atrapa y expresa para obtener una visión profunda, rotunda y entrañable de lo real. Así se expresa el poeta:

 

Las lejanas orillas del silencio

comienzan detrás del umbral.

No podéis pasar por ahí como un pájaro.

Tenéis que deteneros y mirar hacia lo profundo,

hasta que no sepáis separar el alma del fondo.

Allí ningún verdor podrá llenar la mirada,

no regresarán los ojos fascinados.

Tu creías que la vida te iba a defender de la otra Vida,

abismo insondable.

De esta corriente -tienes que convencerte-

no hay regreso. ¡La eternidad te envuelve!

Hay que luchar siempre. No interrumpir el vuelo,

ir con sencillez hacia la cumbre.

Sin embargo, tú siempre retrocedes ante Aquel

que viene de la otra orilla,

cierras las puertas de tu pequeña casa.

Pero Él suaviza sus pasos en el silencio,

y con este silencio acierta en el blanco.

 

El poeta subraya que la llama del amor proporciona la manera de superar limitaciones y temores, al tiempo que constituye la vía para experimentar, con armonía y esplendor, la suprema vivencia del espíritu para vivir el auténtico sentido de la vida:

 

El Amor me lo ha aclarado todo,

el Amor me lo ha solucionado todo.

Por eso glorifico el Amor

en cualquier lugar en que se manifieste.

Ya me he convertido en un llanto abierto

a la tranquila avalancha del agua,

en la que no hay turbulencia alguna

y que tiene algo de la ola tranquila

que en la luz se abre

y con esta luz brilla en las hojas plateadas.

Oculto en el silencio,

yo

una hoja liberada del viento-

ya no me preocupo por los días que caen,

porque sé que todos los días irán desapareciendo.

 

Dice Karol Wojtyla que cuando Dios desciende a las orillas de su alma, “en la oscuridad hay tanta luz/ como vida en la rosa abierta”. En esa hermosa imagen el poeta cifra y revela su convicción profunda, base de su cosmovisión trascendente, en la que fundó su trayectoria existencial este singular hombre del siglo XX. Su creación poética, espejo de esa visión teocéntrica, refleja esa disposición intelectiva, espiritual y emocional de su conciencia por cuanto, como sujeto creador, procura expresar la belleza del pensamiento, libre de retórica insulsa, para dar con la verdad de su vida mediante la verdad y la belleza de su creación. En una de sus más hermosas estrofas, leemos:

 

Lentamente me despojo del brillo

 de las palabras,

conduzco los pensamientos,

como las sombras en rebaño.

Lentamente todo lo lleno con la nada,

que espera el día de la creación.

 

El poeta místico sabe lo que anhela y tiene claro su último destino. Sin embargo, como humano está sujeto a las limitaciones de la condición mortal y atado al abismo que lo separa de lo Eterno. Así lo confiesa el propio poeta cuando se siente acorralado ante el Misterio, que expresa en símbolos propios de este modo del decir místico:

 

Hay en mí un transparente abismo,

ante mis ojos velados por la niebla.

y paso con rapidez,

como un arroyo,

sin tocar el fondo de mi hondura (7).

 

La lírica mística de Karol Wojtyla constituye un canal de la llama divina, y el contenido trascendente de su creación poética revela la concepción del arte como inspiración y auxiliar del plan divino, así como el enfoque de la filiación divina del hombre y la visión de la poesía como una vía hermosa para llegar a Dios.

Los rasgos estéticos y espirituales de Wojtyla son los siguientes:

  1. Empatía universal hacia fenómenos, criaturas y cosas en actitud de convivencia fraterna y solidaria con los elementos, con predilección por el fuego y el agua, mediante los cuales exalta el sentido místico de inspiración bíblica y connotación simbólica.
  2. Coparticipación profunda impregnada de ternura cósmica mediante una disposición de identificación cordial con lo viviente para subrayar el vínculo existente entre lo material y lo espiritual, lo natural y lo sobrenatural, visión que exalta lo Absoluto.
  3. Imbricación entrañable de lo divino en lo humano engarzada a través de la experiencia cotidiana, como la gestación de la madre, hecho que la persona lírica asume desde la perspectiva terrenal y sobrenatural al mismo tiempo, para ponderar el fenómeno de la Creación que funda una mística de la experiencia.
  4. Identificación intelectual, afectiva, imaginativa y espiritual en la que el sujeto creador logra una compenetración con lo contemplado, al sentir y hablar desde la persona que piensa y siente como sujeto del poema con su representación simbólica.
  5. Atención a la faceta esencial, interna y mística de lo viviente, con las virtudes de su triple don sacerdotal, estético y místico, mediante un enfoque centrado en las vertientes de la vida que revelan, a la luz de la intuición mística en sintonía con su apelación interior, su sensibilidad espiritual y su creación teopoética, por la cual enfatiza esa dimensión de lo real con un sentido trascendente.

El aporte intelectual, espiritual y estético de Karol Wojtyla se cifra en los siguientes aspectos destacables de su lírica:

  1. Asunción de la poesía como salmo de oración para certificar la fe, potenciar la vocación mística y acentuar el amor divino, centro de sus apelaciones entrañables.
  2. Empleo de formas expresivas, teatrales y musicales, como vías estéticas para perfilar la dimensión dramática de lo viviente que clama angustiosamente por un destino trascendente.
  3. Uso de fórmulas lingüísticas y recursos simbólicos de las letras polacas, clásicas y universales, para enfatizar la dimensión divina.
  4. Concepción mística de la palabra mediante la cual formaliza el vínculo divino con la Creación, la realidad sagrada del Logos y la experiencia teopática de su expresión espiritual y estética.
  5. Encarnación del sentido del Logos, que asumió con la devoción y la conciencia de su vínculo con la energía de la Divinidad.
  6. Asunción de la energía interior de la creatividad con un sentido de sabiduría y espiritualidad profundamente arraigada en su conciencia, su sensibilidad y su talante.
  7. Ponderación y manejo de la poesía mística, en tanto creación teopoética, como caudal de belleza sutil y sentido teológico.
  8. Valoración de la llama de su luz y la fuerza de su convicción, aspectos que alientan la vocación creadora.
  9. Canalización de una orientación espiritual y teológica, cuya esencia se halla esbozada en su lírica mística.
  10. Formalización de la belleza de la expresión y la dimensión sutil del sentimiento místico, que activaron el don de su creatividad y el sentido trascendente de su visión espiritual.

La conciencia de una Llama sutil, centro de sus apelaciones entrañables, funda la experiencia singular de este sacerdote católico y poeta místico que acudió a la palabra para potenciar el vínculo divino inserto en su esencia, a la que alude el sujeto lírico de sus poemas como la expresión espiritual que transporta el alma hacia el pozo profundo de lo divino en comunión con la Fuerza Espiritual del Cosmos en su dimensión natural y sublime, tal como lo experimentó Karol Wojtyla como autor de estos versos memorables, creación que testimonió, a través de la lírica mística, para plasmar los hermosos dones espirituales y estéticos que iluminan su palabra y encauzan nuestra ruta hacia la Luz.

 

Bruno Rosario Candelier

Congreso Internacional sobre Juan Pablo II,

Santa Fe de Bogotá, Colombia, 20 de febrero de 2010.

Notas:

  1. Karol Wojtyla, Poesías, Madrid, BAC, 1993, p.25.
  2. Emilio Orozco, Poesía y mística, Madrid, Guadarrama, 1959, p. 26.
  3. Ver «Presentan en el Vaticano poemas de Karol Wojtyla», en Listín Diario, Santo Domingo, 19 de febrero de 1995, p. 13.
  4. S. Ros García, «Mística y Nueva Era de la Humanidad», Ávila, España, Centro Internacional de Estudios Místicos, copia mecanográfica, 1994, p. 8.
  5. Karol Wojtyla, Poesías, citado. Ver poema “La madre”, pp. 33-39.
  6. Bogdan Piotrowski, Mousiké, Bogotá, Universidad de La Sabana, 2008, p. 86.
  7. Los fragmentos poéticos que sirven de ilustración al presente estudio proceden del poemario Poesías, ya citado, de Karol Wojtyla.

 

 

Karol Józef Wojtyla. El papa san Juan Pablo II

Por S. E. Nicolás de Jesús Cardenal López Rodríguez

 

Todavía están frescas en nuestra mente las imágenes impresionantes de la ceremonia de canonización de los Papas San Juan XXIII, del que escribí el pasado sábado, y San Juan Pablo II, de quien escribiré hoy.

Según cálculos de quienes suelen estimar esas muchedumbres, unas ochocientas mil personas estaban presentes en la histórica plaza de San Pedro y sus alrededores, y millones en los cinco continentes pudieron seguir la transmisión por televisión y otros medios audiovisuales y digitales.

Y no era para menos. Se trataba de presenciar la elevación a los altares de dos hombres extraordinarios que se ganaron el corazón de buena parte de la humanidad durante los años de su Pontificado.

Karol Józef Wojtyla nació en Wadowice (Polonia) el 18 de mayo de 1920. Durante la ocupación nazi, el joven Karol trabajó en una cantera de piedra y después en una fábrica de productos químicos para ganarse el sustento y evitar la deportación a Alemania.

En 1942, sintiéndose llamado al sacerdocio, frecuentó los cursos de formación en el seminario clandestino de Cracovia, dirigido por el Arzobispo Cardenal Adam Stefan Sapieha. Después de la guerra continuó sus estudios en el Seminario Mayor de Cracovia, de nuevo abierto, y en la Facultad Teológica de la Universidad Jagellonica hasta su ordenación sacerdotal el 1° de noviembre de 1946. Posteriormente fue enviado a Roma donde obtuvo un doctorado en teología con una tesis sobre la fe en las obras de San Juan de la Cruz.

Supo combinar su ministerio sacerdotal, con la docencia universitaria y en el Seminario Mayor de su diócesis.

El 4 de julio de 1958 el Papa Pío XII le nombró Obispo Auxiliar de Cracovia, recién cumplidos los 38 años de edad. En esa condición participó en el Concilio Vaticano II (1962-1965).

El 13 de enero de 1964 el Papa Pablo VI le designó Arzobispo de Cracovia y le agregó al Colegio de los Cardenales en 1967, tomando parte en las cinco asambleas del Sínodo de los Obispos anteriores a su Pontificado.

Fue elegido Papa el 16 de octubre de 1978, comenzando su ministerio de Pastor universal de la Iglesia el 22 de octubre de ese año.

¿Qué decir del Pontificado de nuestro admirado y querido Santo? Sencillamente extraordinario. Comenzando por su duración, casi 27 años, el tercero después de San Pedro y de Pío IX, beatificado por Juan Pablo II junto con Juan XXIII el 3 de septiembre del año 2000. Precisamente el reconocimiento de la santidad en la Iglesia fue uno de los aspectos que más se destaca en el Pontificado del nuevo Santo. Celebró 147 ritos de Beatificación en que proclamó 1338 Beatos, y 51 Canonizaciones para un total de 482 santos.

La corresponsabilidad pastoral la demostró en las 15 asambleas del Sínodo de los Obispos: seis generales ordinarias, una asamblea extraordinaria y ocho asambleas especiales, entre las que se incluyen los Sínodos continentales. Recuerdo que en la clausura de uno de esos Sínodos, durante el almuerzo en el atrio del Aula Pablo VI, le oímos decir textualmente: “quiero que se me recuerdo como el Papa del Sínodo”, y explicó esta palabra de origen griego: “Caminar juntos”.

Otro aspecto que debe señalarse en su Pontificado fue el sufrimiento. Jamás olvidaremos aquel sacrílego atentado del 13 de mayo de 1981 que le llevó al borde de la tumba. El mismo dijo que le salvó la mano materna de la Virgen María, por lo que quiso llevar a Fátima el casquillo de la bala con que fue herido para que se incrustase en la corona de la Madre. Recordemos también su ejemplar y heroico perdón al agresor que intentó asesinarlo, yendo a la cárcel en que le recluyeron de por vida. Posteriormente pidió al Presidente Pertini que le indultase y de hecho lo hizo.

Aún le faltarían otros muchos sufrimientos con las varias cirugías que experimentó y sobre todo la larga enfermedad del Parkinson que a la postre le provocó su sentida muerte.

¿Y cómo olvidar sus incontables viajes a los diversos continentes, manifestación clara e su solicitud pastoral por todas las Iglesias esparcidas por el mundo. Recordemos con perenne gratitud sus tres visitas a nuestro país, en enero de 1979, en octubre de 1984 y en octubre de 1992. Así recorrió los caminos del mundo evangelizando a todos y dando elocuente testimonio de amor a las innumerables naciones que visitó.

No podemos dejar de mencionar la convocatoria de las Jornadas Mundiales de la Juventud que congregaban multitudes oceánicas, participé como Obispo catequista en unas diez. Con sobrada razón se le ha declarado Patrono de esas Jornadas. La próxima será en Cracovia que tanto se benefició de su celo apostólico, de su sabiduría y de su probado amor a los jóvenes que siempre profesó.

Esa misma solicitud le llevó a crear muchísimas circunscripciones eclesiásticas, a promulgar el Código de Derecho Canónico latino y de las Iglesias Orientales, dispuso la celebración del año de la Redención, del año Mariano y del Año de la Eucaristía. Acogió a más de ocho millones de peregrinos en el curso del Gran Jubileo del Año 2000.

Murió en el Palacio Apostólico del Vaticano el sábado 2 de abril de 2005, a las 9:37 p.m., en la Vigilia del Domingo de la Misericordia.

¡Salve, heroico, valiente, querido e incansable santo! ¡Agradecemos tu fecunda vida!

(Nicolás de Jesús Cardenal López Rodríguez, “El Papa Juan Pablo II”, Listín Diario, 10/05/2014, p. 9A).

 

Conchero, desescalamiento

Por Roberto E. Guzmán

CONCHERO

“CONCHEROS aumentan pasajes y cumplen a medias medidas contra . . .”

Si alguien que no habla o que no está familiarizado con el español de República Dominicana “se topa” con este “conchero” de la frase, es casi seguro que se quede suspendido en el espacio sideral; es decir, que no entienda.

Solo un hablante de español dominicano puede deducir lo que este conchero significa en la oración que se transcribió a manera de ejemplo del uso.

Para la mayoría de los hablantes de español un conchero es un yacimiento de conchas de moluscos, vale decir, que se relaciona con las conchas de las babosas y los caracoles. La palabra concha representa en algunos países otra cosa que se escoge por no mencionar. Este conchero de los caracoles de otros países se conoce en el país dominicano con el nombre de “conchal” en tanto lugar donde se acumulan conchas de moluscos. El uso y la definición están documentados en el Diccionario del español dominicano (2013:208).

En República Dominicana existe desde hace largo tiempo la voz concho que es conocida de todos los hablantes de esta variedad de español. El concho dominicano alude a dos cosas. Al servicio de transporte colectivo y urbano de pasajeros en carros, y en los últimos tiempos, también en motocicletas que los dominicanos laman de “motores”. La voz concho sirve además para mencionar el vehículo, carro, dedicado al transporte colectivo y urbano de pasajeros.

El conchero del título se creó en época reciente para denominar a la persona que se dedica al trabajo o servicio ya descrito. Como ya existe el “motoconcho”, no se duda que en breve aparezca en el español escrito dominicano la voz “motoconchero” para aplicársela a la persona que se dedica al servicio mencionado, pero en motocicleta. En el caso del vehículo de dos ruedas se ha oído “motoconchista” para el conductor.

La voz conchero se formó añadiendo la terminación -ero al nombre concho para designar a la persona que se encarga de suministrar el servicio de concho. El sufijo -ero es muy productivo en el español antillano para derivados nominales de oficio u ocupación, como sucede en el caso del conchero.

Una acepción de la voz “concho” que ya se estudió con anterioridad en estos escritos es cuando se usa para expresar sorpresa, contrariedad o asombro. Es un equivalente “educado” de coño, pero sin la fuerza ofensiva del último; más bien utilizado como interjección. El concho dominicano en este uso pertenece a la parentela de ¡caramba! cuando indica enfado o extrañeza.

Este concho eufemístico de los dominicanos tiene lazos remotos con la concha de algunos países centroamericanos y con el inglés cunt, pues a pesar de su escritura, la voz del inglés se pronuncia de una manera algo parecida al coño del español latinoamericano. Los brasileños tienen un concho, pero es insulto cuando se usa para expresar vanidoso, engreído.

 

DESESCALAMIENTO

“. . . ha informado que reproduce un DESESCALAMIENTO de la enfermedad . . .”

Las escaladas han subido en la preferencia de los hablantes. Muchos hablantes no reparan en las imitaciones que son inherentes al verbo escalar y, por tanto, al escalamiento, y, como consecuencia, el desescalamiento.

La tendencia que se observa con respecto del uso de esta familia de palabras es algo natural en las lenguas. Una vez que una palabra entra en la lengua, las demás palabras de la misma familia tienden a seguir esos pasos. Se repasarán las acepciones de estas palabras para destacar los límites de sus campos semánticos.

Antes de entrar en otros aspectos del asunto hay que recordar que es una palabra larga. Esto indica el nivel del habla del cual procede la palabra. Este es un ejemplo típico de palabra que usa el registro culto para embellecer sus escritos.

Este desescalamiento tiene estrechos vínculos con escalada, desescalar, desescalada. Esta escalada (escalade) no viene directamente de la escala militar, sino de un uso metafórico de una “estrategia de agravamiento” que se inicia en inglés en los despachos periodísticos y comunicados de los EE. UU. durante la guerra de Vietnam. La desescalation aparece en lengua angloamericana con esta acepción en el año 1965. Los franceses por su parte aportaron la désescalade.

Luego de las intervenciones de estas lenguas extranjeras el español no podía quedarse atrás e introdujo la escalada y la desescalada. Del campo militar y político pasó a otras actividades como la economía y por último en salud pública con el aumento e incidencia de enfermedades.

La palabra escalada consta en el Diccionario de la lengua española desde hace largo tiempo. Desescalada es palabra que no ha entrado al diccionario, no está en la edición impresa de 2014, ni se halla en las consultas en línea. No obstante, algunos diccionarios de uso han aceptado el uso que se ha hecho cada vez más frecuente.

El Diccionario del español actual (1999-I-1516) consigna tanto a desescalar como a desescalada. Para desescalada, sustantivo femenino, escribe, “Disminución en la extensión, intensidad o magnitud [de algo, especialmente de la lucha o la violencia]”. Ese diccionario transcribe un ejemplo de uso de los años 1969 y 1970 relacionados con la guerra de Vietnam. Se presume que fueron estos los años en que comenzó a usarse con este significado.

Con respecto del verbo desescalar la acepción es la apropiada para las funciones verbales, “Disminuir la extensión, intensidad o magnitud [de algo (complemento directo), especialmente de la lucha o la violencia]”. La fecha de la cita de uso en ese diccionario es del año 1981.

En relación con el vocablo desescalamiento, este no aparece en ninguno de los diccionarios consultados. Esto hace presumir que su integración al uso es reciente.

La Fundación del Español Urgente considera aceptable el uso de desescalar y desescalada para las enfermedades, no solo para lucha y violencia; al tiempo que recuerda que para expresar disminución existen en español otros sustantivos que pueden utilizarse, rebaja, decremento, relajación.

Si se desea que el mensaje trascienda, el redactor tiene que elegir vocablos conocidos por todos los lectores. No debe ir a ninguno de los extremos. Esto es, ni demasiados términos rebuscados, ni tampoco voces desconocidas del lector promedio.

Alicate, caballete, journal, gente / hacer gente

Por Roberto E. Guzmán

ALICATE

“. . . es que el sector empresarial deje se ser ALICATE de los presidentes de turno . . .”

Voces como las del título resultan difíciles de documentar en cuanto a la fecha de integración en el habla porque pertenecen al español oral y solo excepcionalmente trascienden a la lengua escrita.

En el desarrollo de esta sección se examinará en cuáles hablas es vigente la voz y las diferentes significaciones que tiene.

En un artículo anterior se propuso una explicación acerca de la razón por la que se piensa que el nombre de esta herramienta se utiliza para transmitir el mensaje que expresa en el español dominicano. Por esa razón no se repite la explicación.

Como es de esperarse, en el habla dominicana la voz será como aparece en el título, alicate, sin la letra ese /s/ al final, pues ambas formas -alicate, alicates- son aceptables para denominar la herramienta.

El uso dominicano ha establecido dos acepciones para la voz estudiada aquí. La primera acepción es compartida por los dominicanos con hablantes de español de otros países; para ser más específicos, con los puertorriqueños. Esta acepción es, “Amigo íntimo, compañero inseparable”. La segunda acepción es solo de uso en República Dominicana, “Persona influyente que consigue que otra se mantenga en su oficio o en su cargo”. Diccionario del español dominicano (2013:29).

Como puede sospecharlo una gran cantidad de lectores al notar la ortografía de la palabra alicate, esta comienza con el artículo árabe hispánico al, lo que denota su origen árabe. Los antecedentes admitidos para esta palabra provienen del árabe hispánico allaqqát del árabe clásico laqqat que era “tenazas” en esa lengua.

En cuanto a la preferencia que cada hablante puede tener para expresar la idea, esta es equivalente de otra voz dominicana, “enllave”, que se ha estudiado ya en estos comentarios. Es muy posible que existan otras voces que expresen la misma idea, pero que no se mencionan en esta ocasión.

 

CABALLETE

Hay algunos caballetes que son más conocidos que otros. Entre los caballetes sobresale primero el caballete de los techos de dos o más vertientes de agua. Luego sigue el de los artistas de la pintura. Otra muy conocida para caballete es la que en el habla dominicana se llama de “burro” que es una simple estructura que sirve para reposar en ella un tablero o pieza que necesita soporte.

Si se trae este caballete a estas reflexiones acerca de la lengua es porque en República Dominicana existe un caballete que no ha recibido tratamiento adecuado.

El caballete dominicano es una parte del ave que se conoce también con el nombre de espinazo. Tiene bien ganada la denominación caballete porque de allí parten en la parte trasera del animal las costillas. Este caballete divide el cuerpo del ave en dos partes que regularmente son iguales. Este uso se ha encontrado en la región central del Cibao, en zonas rurales, así como en el suroeste del país.

 

JOURNAL

“Como ya han investigado algunos JOURNALS de educación . . .”

Hace largo tiempo que algunos periódicos utilizan el término del epígrafe para referirse a un tipo específico de publicación. Se ha notado en el uso de esta voz, extraña a la lengua española, que quienes la usan tratan de conferir a esa publicación un matiz de publicación seria o científica.

Este uso se sitúa lejos de la verdad en lengua inglesa, y desde luego, más lejos aún de la española. A este propósito puede adelantarse que en español existen varias palabras que nombran con exactitud una publicación de este género.

Estas “revistas” generalmente se citan en los periódicos y publicaciones con el nombre en inglés de journal, cuando en realidad es una “revista médica” de carácter científico. Es una “publicación periódica” que rara vez es diaria.

En francés el journal es un periódico que muchas veces es diario, pues es lo que significa journal en francés. En inglés designa algo más que algo diario, pues ha servido de nombre a un registro de operaciones mercantiles diarias, así como a la narración de acontecimientos organizada por días que lleva una persona.

En español se conocen varias palabras relacionadas con la palabra jour del francés, a manera de ejemplos pueden citarse jornal, jornalero, jornada. Jornada y jornal son palabras de larga data que constan ya en el Tesoro de la lengua castellana o española de Covarrubias (1611:491). Claro, la representación gráfica era iornada y iornal; esto así porque la jota con la representación actual apareció después de la composición del Tesoro. Es pertinente recordar que el nombre “jota” procede del nombre griego de la letra /i/, iota.

 

GENTEHACER GENTE

“. . . allí me HICE GENTE . . .”

La locución verbal “hacer gente” consta en el Diccionario fraseológico del español dominicano (2016:238) con la definición de uso para, “Dar buena educación y buena posición social y económica”.

En la América hispanohablante la palabra gente significa “persona, individuo, persona decente”. No conforme con lo que el Diccionario de la lengua española trae, el Diccionario de americanismos completa la idea al añadir a lo anterior, “de buen comportamiento”, que es la persona “que es o se comporta del modo debido, como corresponde, correctamente”.

En República Dominicana cuando se desea exagerar las cualidades ya asentadas antes, califican a ese individuo de, “muy gente” y con ello se pondera la educación y la honestidad.

A lo anterior puede agregarse que en las conversaciones entre hablantes de español dominicano se ha oído decir que alguien “se hizo” gente para referirse a “crecer” en un ambiente. Empleado de este modo casi siempre se oyó cuando la persona que hablaba era de extracción humilde y evocaba el amparo recibido de una familia pudiente que lo había ayudado; con el auxilio de esa familia “echaba cuerpo”.

Desaciertos normativos en mensajes de miembros de grupos y otros usuarios

Por Tobías Rodríguez Molina

 

Existen muchos usuarios de la lengua española,  me imagino que también en otras lenguas sucede, que creen que porque están escribiendo por las redes no hay que preocuparse por los errores que se cometen. Están muy equivocados los que así piensan porque esa actitud les perjudica, ya que aparecen como deficientes usuarios de la lengua, lo cual les reduce la apreciación que uno puede tener de ellos. Veamos una bastante elevada cantidad de deficiencias de deficientes usuarios.

  1. “El lugar más seguro dónde podemos estar es en las manos de Dios.” (Mensaje enviado por wasap). Ese donde no puede tener la tilde diacrítica porque no es un interrogativo, sino un relativo equivalente a “en que”. Esa oración gramatical es algo así como la respuesta a una pregunta que sí llevaría un “dٕónde”, como sería la siguiente. “¿Dónde podemos estar más seguros?”
  1. “Me has dado la capacidad de decidir sobre mi felicidad, sobre como ver las cosas…” (Mensaje enviado por wasap). Dos desaciertos saltan a la vista; el primero la falta de la tilde diacrítica al “cómo” interrogativo indirecto. El segundo es o una “y” copulativa o un punto y coma antes de “sobre cómo ver las cosas.”
  1. Al parque se van agregando nuevos atractivos, en la medida que el proyecto se desarrolla.” (Publicidad sobre el Parque Botánico Eugenio de Jesús Marcano). Esa oración no lleva coma y contiene el llamado “desenqueísmo” al eliminarle “en” al relativo “en que” en la parte de la oración que debe ser “en la medida en que el proyecto se desarrolla.”
  1. “En la medida que el pueblo se educa, el país cambia automáticamente hacia su mejoría.”(Candidato a un cargo electivo y es poseedor de una elevada  cultura). Al igual que el caso anterior, emplea el “desenqueísmo” al expresar “En la medida que” debiendo ser “En la medida en que”.
  1. “La publicación generó comentarios, a algunos le parecía gracioso y así lo demostraban con emoticones…” (Articulista de la Academia Dominicana de la Lengua). Aparece en esta expresión un “le” que debe ser “les” por la concordancia con “algunos”. Esa falta de concordancia es muy común en los usuarios dominicanos.
  1. “Se feliz, no te canses de hacer el bien.” (Miembro de una comunidad de católicos). El verbo inicial debe escribirse “Sé” pues lleva la tilde diacrítica; y después de “feliz” deber ir un punto y coma o, mejor aún,  una “y”.
  1. “…sigue agradeciéndole por todo lo que te concede, recuerda que solo El te proporciona lo necesario para que permanezcas en su gracia.” (El mismo del caso anterior). Aquí aparecen dos oraciones gramaticalmente completas,  por lo cual no pueden separarse por una coma, sino por un punto que debe aparecer entre “concede” y “recuerda”.
  1. “Por el momento sólo están permitidos un día a la semana con un número reducido de asistentes.” (Periodista Ycell Suero, Diario Libre). A partir del 2010 ese “solo” ya no lleva la tilde diacrítica.
  2. “En esta fase sólo vamos a oficiar misas los domingos…” (Un sacerdote de la capital dominicana). También este sacerdote le mantiene la tilde al “solo”.
  1. “Tengo mi hipótesis ya veremos finalmente cuales son los objetivos políticos de Danilo Medina.” (Miembro de un grupo político con una página virtual de comentarios breves). Este comentarista no puso el punto al terminar la oración “Tengo mi hipótesis”, que aunque es breve, es una oración completa. Tampoco le marcó la tilde diacrítica al interrogativo “cuáles”.
  1. “…todo el mundo quiere ser protagonista de palabras no de hechos que vallan en beneficios del país, si no de ellos individualmente.” (Miembro del grupo político con página virtual). Escribió “vallan”, una forma verbal no existente en español, en vez de “vayan, una forma verbal de “ir”; además, incurrió en el desacierto de usar la expresión adverbial “en beneficio” queriendo hacer concordar este último término “beneficio” con “hechos”. Otro desacierto consiste en emplear el adversativo “sino” separado.
  1. “No recibimos nada por qué no lo aceptamos. No la ponen difícil.” (La misma persona del caso anterior). Eso que el usuario escribió “por qué” como si fuera pregunta, pero va unido y sin tilde. Debió escribir “No recibimos nada porque no lo aceptamos.” Y la última oración debe ser “Nos la ponen difícil.”
  1. “Estoy en la lucha…haber si todo estos males se cambian.” (Otro miembro del grupo político ya citado). En “haber” incurrió en tres desaciertos pues debe escribirse “a ver” sin h, separado “a ver” y con v. Escribió “todo” sin concordar con “males”, por lo que ese grupo sintáctico debe escribirse “todos estos males.”
  1. “Vamos a insertar a esos ciudadanos en cualquier sector que se necesite su ayuda.” (Candidato a un elevado cargo electivo). El desacierto presente en ese texto es el llamado “desenqueísmo” pues eliminó “en” del relativo “en que” del grupo “en cualquier sector en que se necesite su ayuda.” En ese desacierto incurre un porcentaje muy elevado de usuarios del español en nuestro país.

Ya han visto los desaciertos de una cantidad considerable de usuarios de la lengua en nuestro país. Es de desear que se ponga un mayor cuidado aunque uno escriba por las redes. Nuestro idioma español hay que cuidarlo siempre.

Ortoescritura

Por Rafael Peralta Romero

 

Ortografía

El apellido, esa parte del nombre propio que nos identifica como miembros de una familia, por su rol de antropónimo debe escribirse con mayúscula inicial, aunque esté expresado con sustantivos tan comunes como madera, puente, puerta o mesa, río, mata.

Por sus mismos orígenes, algunos apellidos han adquirido la preposición /de/ (de León); otros llevan además los artículos –la o -el, según el género (de la Cruz, del Castillo); y también unos llevan el artículo –la antepuesto (La Luz, La Guardia).

Con frecuencia vemos apellidos escritos con la preposición en mayúscula y en algunos casos lo propician los portadores de ese nombre familiar (De Castro, De Óleo). Pero aún más, algunos colocan mayúscula al artículo –la,  en apellidos que llevan este vocablo entre la –de y el sustantivo (De La Cruz, De La Rosa). ¿Procede poner mayúsculas en las preposiciones y los artículos de los apellidos?

La Ortografía de la lengua española, publicación oficial de la Asociación de Academias de la Lengua Española y la Real Academia Española, indica al respecto que si un apellido español comienza por preposición, o por preposición y artículo, estos se escriben con minúscula cuando acompañan al nombre de pila: Fernando del Campo, Luis de Torres, Juana de la Rosa; pero, si se omite el nombre de pila, la preposición debe escribirse con mayúscula: señor De Torres, De la Rosa, Del Campo… (Edición 2010, pág. 467). Cuando se invierte el orden de nombre y apellido, como para archivo o referencia bibliográfica, y el apellido precede al nombre de pila o se prescinde él, se empleará mayúscula inicial en la preposición. Ejemplo: De la Rosa Carpio, Ramón; De León, Osiris; De Castro, Aníbal.

Los apellidos que empiezan por artículo /La/, que no son muchos, deben escribirse siempre con mayúscula inicial, vayan o no acompañados del nombre: calle La Guardia, Pedro La Guardia; Milton La Hoz, señora La Hoz, José La Luz, Horacio La Madrid. Lo mismo va para los apellidos: La Torre, La Vega, La Rubia, La Parra, La Huerta, La Calle, La Blanca, La Merced…

El aeropuerto local de Nueva York ha sido nombrado La Guardia en honor al alcalde Fiorello La Guardia. Una calle en Santo Domingo se denomina La Guardia, igual que una ciudad de España. En cada caso La/ en mayúscula.

Procede insistir en el detalle relativo a los apellidos que llevan preposición y artículo, y reiterar que estas dos partículas se escriben con minúscula si van junto con el nombre: Félix de la Rosa, Santiago de la Cruz, Rosa Francia de la Mota, Laura de la Nuez, Jacinto de la Concha, Félix de la Vega, don Quijote de la Mancha.

Los apellidos que llevan preposición y artículo masculino (el) se someten, como en cualquier expresión común, al fenómeno llamado contracción: de + el se trueca en –del. En este grupo entran: del Toro, del Castillo, del Cristo, del Rosario, del Monte, del Pino, del Risco, del Río. Cuando se mencionan sin el nombre de pila asumen la mayúscula en /Del/: Del Toro, Del Castillo…

Provocan mucha tentación para ser alterados, por gusto o capricho, los apellidos que solo llevan la preposición delante del sustantivo. Las tendencias son a escribir la –d con mayúscula (De Camps, De Castro…) o colocar un apóstrofo D’, como ha hecho mi apreciada colega Nexcy D’ León, cuyo apellido verdadero es de León. Otros con -d: de Soto, de Torres, de Óleo (sin apóstrofo), de Luna, de Silva, de Dios, de Aza (sin apóstrofo). El sustantivo base del apellido puede estar en plural y, desde luego, el artículo debe concordar: Apolinar de los Santos, Waldo de los Ríos, Bartolomé de las Casas, María Antonieta de las Nieves. La mujer que quiera colocar el apellido de casada a continuación del suyo, si el del marido comienza con la preposición -de, la segunda vez va en mayúscula: María López de De León, Rebeca Núñez de De Peña, Petra de Del Castillo.

10/10/2020

Los prefijos son elementos que colocados delante de una palabra dan origen a una nueva (re + formar: reformar). Resultan muy productivos para el enriquecimiento de nuestra lengua. Comparten ese honor con los sufijos, más beneficiosos aun, pues se colocan al final de la palabra y derivan muchas otras (ero+jardín: jardinero, y por igual con los infijos, los cuales llevan la partícula modificadora en el medio (pie+ ec+ito: piecito). El tema ha sido tratado antes en esta columna, pero conviene insistir, sobre todo con los prefijos. Observe, por ejemplo, las distintas formas en que aparece escrito el vocablo referido a un pasado presidente de la República, usando la palaba base precedida del prefijo /ex/. Lo he visto de todas estas formas: ex Presidente, ex presidente, ex–presidente ex–Presidente, ex/Presidente… pero también de la forma correcta: expresidente. Alguna vez el uso se acomodó a la colocación de /ex/ separada de sustantivos que se refieren a ocupaciones, cargos, parentescos alterables y otras situaciones de las personas. De ahí que aún persista la rutina de colocar el prefijo separado de la palabra base como suele ocurrir en ex presidente.

De acuerdo a la Ortografía de la lengua española, es preferible “asimilar el comportamiento gráfico de ex al de los demás prefijos, de manera que se escriba unido a la base cuando esta sea una sola palabra (exministro, expresidente, excónsul, exnovio, exsuegra, etec) y separado de ella en aquellos casos en que la base sea pluriverbal (ex alto cargo, ex teniente coronel, ex primer ministro…) pauta que ya reflejan los ejemplos reales de uso que se acaban de aportar”. (Ortografía, 2010, pág. 538).

Los prefijos aparecerán soldados a la palabra aunque ésta se haya compuesto con otro prefijo, por ejemplo, reelección está formada por el prefijo /re/ más el sustantivo /elección/, pero resiste la colocación del prefijo anti: antirreelección. Por igual, rector más vice aporta vicerrector, y quien haya salido de ese cargo es un exvicerrector, así también exvicepresidente, con correspondiente femenino ambos.

Del prefijo /anti/ vale apuntar que es un prefijo más y que por tanto se escribe unido a la palabra base y forma una nueva, por tanto escribiremos: antilavado, antinarcóticos, antieconómico, anticorrosivo, antiético, anticiclónica.

Este prefijo presenta una particularidad cuando la palabra a la que precede inicia con mayúscula porque es, por ejemplo, un antropónimo: anti-Trujillo; anti-Peña Gómez, pro-OMS. También se escribirán con guion si la palabra es nombre topónimo: anti-China, anti-República Dominicana…

Conviene recordar que los prefijos actúan a favor de los usuarios de la lengua, ya sea hablada o escrita. Si la partícula se antepone a un verbo crea otro: ante+poner: anteponer; infra+valorar: infravalorar, re+dirigir, poner, tocar, diseñar, fundar, abrir, inventar, escribir,…y muchos verbos, forma otros muchos iniciados con re.

Al sustantivo le resultan amigables los prefijos, por igual sufijos, para reproducirse: contrarreforma, prosalud, antivirus, vicealmirante, teleconferencia, megapuerto, multicentro, megacentro. Prefijos agregados a adverbios originan otros adverbios: ante+ayer: anteayer, súper + bien: superbién. Usted puede agregar el adverbio súper a otros adverbios, aun fuese usted el primero en usarlo: superlejos, supercerca, supertemprano, supertarde. Lo mismo que si lo agregara a un adjetivo: superbello, superfeo, superbueno. Apropósito del adjetivo, es otro socio del prefijo en la constitución de palabras: prohaitiano, progringo, cuasifiscal, suprarrenal, subregional, subacuático, prenatal. Para concluir le recuerdo que /ex/ no se suelda si el nombre al que modifica es pluriverbal. Ejemplos: ex primera base, ex jardinero central, ex sargento mayor, ex arzobispo metropolitano, ex primer ministro, ex vice primer ministro, ex general de brigada, ex procurador fiscal, ex primera dama, ex juez de la instrucción.

 

UNA MISIVA DE CÉSPEDES Y LOS PRONOMBRES LE, LES

17/10/2020

A propósito del artículo “Ortografía de los apellidos que llevan artículo y/o preposición”, publicado el 4 de octubre 2020, nos ha remitido una atenta misiva el doctor Diógenes Céspedes, miembro de número de la Academia Dominicana de la Lengua. A continuación la reproduzco:

Tu artículo sobre la ortografía de los apellidos es el tipo de trabajo que debe divulgarse para escolares, universitarios y público lego. Así pueden recortar el artículo y consultarlo cada vez que quiera. Sigue por esa ruta. Hay dos temas de vital importancia que nuestros escritores, académicos y público general no dominan cuando escriben.

Te los doy para posterior desarrollo: El uso de le y les como pronombres en singular y plural. La gran confusión se produce cuando la anáfora o antecedente está muy alejada como sujeto del complemento o atributo o complemento al que remite le o les. El usuario se pierde y olvida si va el le/les en singular o plural. O cuando aparentemente el sujeto de la oración está tácito o sobreentendido, como en el famoso título del cuento de Rulfo: Diles que no me maten. Los usuarios se comen la ese de diles, que remite a los soldados que van a ejecutar el fusilamiento. Ahora no recuerdo si la anáfora del título de la novela de Matos Moquete, Dile adiós a la época, remite a un sujeto tácito singular o plural; y 2) merece un artículo de divulgación el uso de los pronombres posesivos en plural cuando el poseedor está en singular. Un ejemplo ilustrativo: todas las noches y de día también escucho y veo a los programeros de radio y televisión darles las gracias a los televidentes o radioyentes por permitirles entrar hasta sus hogares. En puridad de lógica semántica los televidentes y oyentes, ni juntos ni por separado tienen hogares. Por lo tanto, hay que decir permítanos entrar a su hogar, aunque el sujeto poseedor esté en plural, pues él solo posee un hogar. Y en caso de que tenga una casa secundaria en La Romana o Jarabacoa, no pueden estar viendo tv simultáneamente en el hogar de esas dos ciudades, porque no tiene el don de la ubicuidad. Este es un artículo que deberá ser muy iluminador para el usuario y con muchos ejemplos de cómo resolver ese asunto, pues no siempre a un poseedor en plural va lo poseído en plural. Saludos cordiales, Diógenes.

 

Le y les

El uso y mal uso de los pronombres personales átonos /le/, /la/, /lo/ y sus formas en plural /les/, /las/, /los/ constituye una piedra de tropiezo. En unas regiones predomina el uso incorrecto de LO, mientras en otras es LA y creo que tanto en España como en América el empleo vicioso de LE afecta a mayor número de hablantes. Le y les corresponden al complemento indirecto (dativo). Por ello, la norma culta del español estándar establece el uso de estas formas para ejercer dicha función, independientemente del género del sustantivo al que se refiere el pronombre: “Hablé con el abogado y le expliqué el caso”. “Le dije a mi esposa la verdad”. El plural LES. Este pronombre se emplea en plural (LES) cuando el complemento al que se refiere también es plural: “Les aseguro que quien cree tiene vida eterna” (Juan 6, 47). “En verdad les digo que si el grano de trigo que cae en la tierra no muere, queda solo…” (Juan 12, 24). En ambos casos, el sujeto hablante (Jesús) es singular y los oyentes (los discípulos) es plural. Si el sujeto hablante fuera plural (nosotros) y el destinatario del mensaje singular, LE permanece en singular: “Le pedimos al Señor que le conceda el descanso eterno…”. “Queremos recordarle a nuestro presidente que las bases del partido siguen aquí abajo”.

 

Temas idiomáticos

Por María José Rincón

HABITANTES DEL DICCIONARIO

22/09/2020

Los nombres propios no se quejan de su escaso protagonismo en el diccionario. Saben que se lo tienen merecido por dedicarse solo a individuos particulares y por carecer de significado léxico. No obstante, las entradas del Diccionario del español dominicano están plagadas de personajes.

Desconocemos (al menos yo) quién fue Cuca, pero sabemos que algo pasado de moda es de cuando Cuca bailaba. Tampoco nos han presentado nunca a Blas (al menos a mí), y, sin embargo, nos acordamos de él cuando alguien desaparece en cuanto se termina la comida: como Blas, ya comiste, ya te vas. No sé si tienen el gusto de conocer personalmente a Linda, pero, si no ven a Linda, puede significar que no han conseguido algo que está en juego, que no han comido o que no han mantenido relaciones sexuales.

A Adán lo conocemos casi todos, aunque no personalmente, y su nombre aparece en la manzana de Adán, la nuez del cuello de los hombres. También la flora y la fauna hacen gala de sus antropónimos; recuerden, si no, la sangre de Cristo o el san Antonio, un pequeño insecto de color verde intenso con manchitas amarillas. No conviene olvidar que, en el español dominicano, el término san Antonio (o sanantonio) se refiere también a una palabra malsonante, ofensiva o soez.

He reservado para el final mis preferidas, dos locuciones con nombres de personajes históricos. Si has perdido tus posibilidades de lograr algo, estás preso por la guardia de Mon, hipocorístico de Ramón Cáceres, presidente de la República Dominicana a principios del siglo XX. Si estás muy perdido, literal o metafóricamente, estás más perdido que el hijo de Lindbergh; cruel, pero expresiva. Ya conocen a algunos de los personajes y personajillos que pueblan nuestro diccionario.

 

FAMILIAS QUE NOS AYUDAN

29/09/2020

El vocabulario de nuestra lengua es tan extenso y tan complejo que pocos (quizás nadie) podrán decir que saben cómo se escriben todas las palabras del español. Los hablantes a los que nos preocupa la ortografía de las palabras recurrimos al diccionario cuando nos topamos por los caminos de la lengua con alguna voz desconocida para nosotros cuya escritura nos plantea dudas.

A veces la palabra no es una completa desconocida. Nuestro conocimiento sobre los mecanismos que la lengua usa para crear palabras puede sernos de utilidad ortográfica muy a menudo. ¿Cuántas veces una simple ese o una simple zeta nos ponen a dudar? ¿Se escribe abrazar o abrasar? Dependerá de a qué palabra nos enfrentemos. El diccionario es el recurso habitual, pero también podemos deducirlo si analizamos la composición de la palabra. En la formación del verbo abrazar (‘estrechar a alguien con los brazos en señas de afecto’) entra la palabra brazo, escrita con zeta. Este mismo brazo lo encontramos en muchas palabras que forman familia con él, y que comparten su ortografía: abrazo, antebrazo, reposabrazos, abrazadera, braza o brazada.

En cambio, en la formación del verbo abrasar (‘quemar, reducir a brasa’) interviene la palabra brasa, escrita con ese. El sustantivo brasa también forma su propia familia, que comparte con ella su ese: abrasadorabrasiónabrasivobrasearbraseroabrasante.

 

DETALLES QUE HABLAN BIEN

6/10/2020

 

Entre los signos ortográficos dobles las comillas presumen de tener una historia curiosa. Su denominación consiste en el diminutivo lexicalizado de coma. Desde su origen se utilizan para enmarcar una parte de un escrito que quiere destacarse por alguna razón. En tipografía encontramos tres versiones de las comillas cuyos usos y preferencias conviene que conozcamos. Las comillas angulares (« »), llamadas comillas latinas o españolas, las comillas altas (“ ”), también denominadas comillas inglesas, y las comillas simples (‘ ’). En las tres modalidades, por tratarse de signos ortográficos dobles, debemos prestar atención a que siempre estén presentes tanto las comillas de apertura como de cierre. La función principal de las comillas es delimitar frases o párrafos que reproducen con exactitud y fidelidad las palabras textuales de alguien; en las obras literarias enmarcan además los parlamentos de los personajes.

¿Cómo elegir qué tipo de comillas usar cuando estamos escribiendo? Si lo hacemos en español, se aconseja elegir las comillas españolas o latinas (« »): El profesor preguntó: «¿Han leído la novela?». Las comillas altas (“ ”) las reservamos para los casos en los que debamos incluir un texto entrecomillado dentro de otro que ya está entrecomillado, como si se tratara de una pequeña muñeca rusa: El profesor preguntó: «¿Qué significa la frase “Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento…”?». Las comillas simples (‘ ’) se especializan en una tarea muy concreta: indicar que la palabra o la frase enmarcada por ellas se usa como definición de otra palabra. Los lectores de esta Eñe están más que familiarizados con ellas: El profesor recordó que la palabra pelotón está usada con la acepción militar de ‘pequeña unidad de infantería’.

Tres versiones de las comillas cuyos usos nos conviene tener presente para que nuestros textos hablen bien de nosotros.

 

ZARZUELA PARA UN ANIVERSARIO

13/10/2020

Los personajes de la famosa zarzuela La verbena de la Paloma no se cansan de repetir que «hoy las ciencias adelantan que es una barbaridad». Si así lo constataban el boticario don Hilarión y su amigo don Sebastián allá por el Madrid de 1894, imagínense lo que dirían si asomaran las narices por este siglo XXI.

El 12 de octubre celebramos cada año el aniversario de la fundación de nuestra Academia Dominicana de la Lengua. La conmemoración acoge una sesión plenaria de los miembros de número de la Academia. Y ayer, nuestro nonagésimo tercer aniversario, no iba a ser menos, a pesar de las circunstancias virales que nos asedian en este 2020. Tratamos, como siempre, de lo divino y lo humano en lo que se refiere a la situación de la lengua española en la República Dominicana y en el mundo. Revisamos lo realizado e hicimos planes para lo que nos falta por hacer.

La diferencia en este año tan particular es que la tecnología fue nuestra aliada esencial, la que hizo posible que la conmemoración académica pudiera llevarse a cabo en las condiciones adecuadas. Somos testigos de cómo cada día la tecnología, a la que tantas veces culpamos de nuestros errores o de nuestras carencias, se convierte en el asistente imprescindible para facilitar el trabajo académico y para lograr que sus resultados lleguen a los hablantes interesados en conocerlo.

Este año el aniversario llega preñado de proyectos y de pasión por llevarlos a buen puerto. No se equivocaba Manuel Alvar cuando, refiriéndose a lo que falta por investigar en la lengua de nuestra isla, afirmaba que «también la República Dominicana tiene un tajo –grande– abierto y pocos operarios».

 

DE ENHORABUENA

20/10/2020,

Quiero que con esta Eñe de hoy celebremos juntos el nacimiento del Instituto Guzmán Ariza de Lexicografía, un extraordinario regalo de cumpleaños para el nonagésimo tercer aniversario de la Academia Dominicana de la Lengua. El Instituto Guzmán Ariza de Lexicografía formará un equipo de trabajo especializado, dirigido por quien les escribe, dedicado al diseño y la construcción de diccionarios que registren el léxico del español dominicano.

Todos los hablantes de español tenemos en la riqueza de nuestras palabras uno de nuestros principales motivos de orgullo. Los diccionarios nos ayudan a conocerlas, las nuestras, las de otros, las de todos. Entre los logros de la Academia Dominicana de la Lengua se destacan sus diccionarios. El IGALEX los actualizará, preparará nuevas ediciones y las pondrá a disposición del público en formato digital.

La consulta en línea y gratuita del Diccionario del español dominicano es uno de nuestros primeros objetivos. La repercusión que tuvo su publicación en 2013 se potenciará con su accesibilidad. Nuestra forma de hablar español, nuestras palabras y acepciones peculiares, no solo nos interesan a nosotros; todo hablante de español como lengua materna las sentirá como parte de su patrimonio si puede conocerlas y valorarlas; así mismo todo hablante de español como segunda lengua podrá consultarlas y familiarizarse con ellas.

Imagínense lo que supondrá que todos podamos consultar en línea en un diccionario moderno y riguroso toda la información acerca de nuestras palabras: de dónde vienen, cómo se escriben, qué significan. El Instituto Guzmán Ariza de Lexicografía aspira a convertir al Diccionario del español dominicano en una herramienta disponible para todos que nos haga sentir orgullosos de nuestra forma única de hablar español y que nos ayude a convertirnos en mejores hablantes.

 

Mortandad léxica

Por Jorge J. Fernández Sangrador

La conmemoración del nacimiento de Miguel Delibes ha avivado, como siempre que se evoca la figura y la obra del gran escritor español, el escozor que la desaparición de los vocablos campesinos y regionales específicos produce en el ánimo de los amantes de la riqueza léxica multisecular de nuestro idioma.

En su reivindicativo discurso de ingreso en la Real Academia Española, dijo: «Me temo que muchas de mis propias palabras, de las palabras que yo utilizo en mis novelas de ambiente rural, como por ejemplo aricar, agostero, escardar, celemín, soldada, helada negra, alcor, por no citar más que unas cuantas, van a necesitar muy pronto de notas aclaratorias como si estuviesen escritas en un idioma arcaico o esotérico, cuando simplemente he tratado de traslucir la vida de la Naturaleza y de los hombres que en ella viven y designar al paisaje, a los animales y a las plantas por sus nombres auténticos».

Hizo este pronóstico en mayo de 1975, cuando se sentó en el sillón “e” de la Docta Casa. Y el tiempo le ha dado la razón. Con la emigración a las ciudades y el abandono de las labores del agro han ido en desuso los términos con los que los habitantes de los pueblos, aldeas y caseríos de España señalaban, denotaban y definían los elementos que componían su entorno y su mundo.

Y es que no solo se mueren los pueblos, sino también las palabras que les dieron vida. Los medios, sin embargo, para evitar que se volatilicen los vocablos del habla popular en núcleos pequeños de población comenzaron a aplicarse a principios del siglo XX con la confección del “Atlas Lingüístico de la Península Ibérica”, concebido por Ramón Menéndez Pidal y dirigido por Tomás Navarro Tomás en los años 1920 y 1930. Este último fue, además, el creador del “Archivo de la palabra”, un registro del habla viva de las distintas regiones y capas sociales en nuestro país, de canciones tradicionales y de la voz de personalidades relevantes.

Aunque es preciso decir que hoy existe igualmente una conciencia viva del problema entre gente joven. Es el caso de María Sánchez, una veterinaria cordobesa que acaba de publicar un libro sobre la recopilación de términos rurales en peligro mortal. Se titula “Almáciga”, palabra de proveniencia árabe, cuya segunda acepción en el “Diccionario de la lengua española” es «Lugar donde se siembran y crían los vegetales que luego han de trasplantarse». Es decir, un semillero, un seminario, un vivero. En este caso, de palabras. En el apartado “Algunos pasos sencillos para preparar nuestra almáciga” explica cómo lo ha hecho ella, cosiéndolas luego en almazuela. Las hay preciosas: jañiquín, petricor, oriscana, alpararia, tárama, pergañas, aliara o seher.

De esta variedad léxica han quedado hermosos testimonios en la obra de Miguel Delibes. Sirva de ejemplo aquella exultante visión de la primavera recién advenida en “Diario de un cazador”: «El campo estaba hermoso con los trigos apuntados. En la coquina de la ribera había ya chiribitas y matacandiles tempranos. Una ganga vino a tirarse a la salina y viró al guiparnos. Volaba tan reposada que le vi a la perfección el collarón rojo y las timoneras picudas. En la salina, la gabusia se despegaba del cieno del fondo… Era un espectáculo… Así, como nosotros, debió de sentirse Dios al terminar de crear el mundo».

En efecto. «Y Dios vio que era muy bueno», se repite sucesivamente en el capítulo 1 del libro bíblico del Génesis ante la contemplación de las obras convocadas a la existencia por la palabra del Creador. Algunas fueron dotadas con la capacidad ínsita de diversificarse y de multiplicarse, en virtud del poder que les otorgó la Palabra única, que preexiste al Universo. Ella es generadora de las otras palabras, variadas y polivalentes, por medio de las cuales esa Palabra primordial ha ido dándose a conocer, a entender y a amar, y con las que el ser humano asigna nombres a las realidades, visibles e invisibles, que se hallan ante él, pues, de no hacerlo, acabará sucediendo aquello que Carl Linnaeus advertía: «Nomina si nescis, perit et cognitio rerum» (Si ignoras los nombres de las cosas, desaparece también lo que sabes de ellas).

(La Nueva España, 25 de octubre de 2020, p. 33).

Tributo a Salomé Ureña en el día de su nacimiento

Por Miguel Collado 

   Fue para engrandecer las letras dominicanas y para darle esplendor al sistema de educación de su patria que Salomé Ureña Díaz nació en la ciudad de Santo Domingo «el viernes 21 de octubre de 1850, a las 6 de la mañana, en el barrio de Santa Bárbara, antiguo solar de buenas familias, en la casa de su abuela materna, hoy número 84 de la calle Isabel la Católica, junto a la casa de Juan Pablo Duarte». (1) Era hija de Nicolás Ureña de Mendoza (1822-1875) y Gregoria Díaz de León (1819-1914), quienes se unieron en matrimonio el 25 de diciembre de 1847, instalando su hogar en la calle Mercedes No. 37 de la citada ciudad. Por ambas familias, su origen era humilde. Como tributo a su memoria en República Dominicana se celebra, cada 21 de octubre, el Día Nacional del Poeta.

Su padre ―figura de mucho prestigio en la sociedad dominicana de la época, poseedor de múltiples talentos: poeta, educador, abogado, político y periodista― ejerció fuerte influencia en su formación cultural y en su pasión por la literatura. A temprana edad Salomé había leído los clásicos españoles y publicaba poemas antes de cumplir los 20 años de edad, utilizando el seudónimo de «Herminia» de 1867 a 1874.

El 11 de febrero de 1880 contrajo matrimonio con el educador Francisco Henríquez y Carvajal. La boda se celebró en la ciudad de Santo Domingo en la casa donde residía Salomé, situada en la calle San José No. 13 (hoy 19 de Marzo No. 254) esquina calle De la Cruz (hoy Salomé Ureña). Los padrinos fueron Noel Henríquez, su suegro, y Gregoria Díaz Vda. Ureña, su madre; y testigos fueron cuatro hermanos de Francisco: Manuel, Federico, José y Salvador Henríquez y Carvajal. Presentes estaban Alejandro Wons y Gil y el educador y poeta Emilio Prud’homme.

La primera casa en la que residió la pareja formada por Francisco y Salomé, inmediatamente después de la boda, fue en la ubicada en calle Del Estudio No. 25 (hoy Hostos). Aquí vivieron algo más de un año, pasando a residir luego en la casa materna de Salomé, es decir, en la San José No. 13. Procrearon cuatro hijos: Francisco Noel, (2) Pedro, Max y Camila Henríquez Ureña. Todos, y cada uno en su campo profesional, habrían de ser destacadas y honorables figuras de la vida pública latinoamericana. El primero en el ámbito jurídico, en Cuba, y los demás, tanto en las letras como en el magisterio. ¡Honorables y ejemplares ciudadanos de las Antillas fueron los cuatro! Pedro, el más brillante, de toda la América hispánica.

Si Leonor de Ovando es, según Marcelino Menéndez y Pelayo, «la primera poetisa de que hay noticia en la historia literaria de América», Salomé Ureña es la primera autora dominicana que publica un libro de poesía: Poesías de Salomé Ureña de Henríquez (Prólogo: Mons. Fernando Arturo de Meriño. Santo Domingo, Rep. Dom.: Sociedad Literaria Amigos del País, 1880, XV-214 p.).

Ese hecho convierte a la madre del más prominente humanista dominicano de todos los tiempos, Pedro Henríquez Ureña, en una pionera desde el punto de vista histórico- bibliográfico, y específicamente en el ámbito de la creación literaria.

El libro de la fundadora del Instituto de Señoritas, gran colaboradora del apóstol antillano Eugenio María de Hostos, hace su aparición seis años después de haber sido publicada la primera antología literaria dominicana: Lira de Quisqueya: poesías dominicanas (Santo Domingo, Rep. Dom.: Imprenta de García Hermanos, 1894. 328 p.), editada por el puertoplateño José Castellanos, quien incluye en dicha obra siete poemas de la reputada poetisa y ejemplar educadora: «La gloria del progreso», «Recuerdos a un proscripto», «Melancolía», «Contestación», «A mi patria, Gratitud» y «Un himno y una lágrima». Disfrutemos de la lectura del primero de esos textos, escrito en 1873:

 

LA GLORIA DEL PROGRESO

A la sociedad «La juventud»,

No basta a un pueblo libre

la corona ceñirse de valiente;

no importa, no, que cuente

orgulloso mil páginas de gloria,

ni que la lira del poeta vibre

sus hechos pregonando y su victoria,

cuando sus lauros se adormece

y al progreso no mira,

e, insensible a los bienes que le ofrece,

de sabio el nombre a merecer no aspira.

¡Oh, dichosas mil veces las naciones

cuyos nobles campeones,

deponiendo la espada vengadora

de la civil contienda asoladora,

anhelan de la paz en dulce calma

conquistar del saber la insigne palma!

Esa del genio inmarcesible gloria

es el laurel más santo,

es la sola victoria

que sin dolor registrará la historia

porque escrita no está con sangre y llanto.

¡oh juventud, que de la Patria mía

eres honor y orgullo y esperanza!

Ella entusiasta su esplendor te fía,

en pos de la gloria al porvenir te lanza.

Haz que de ese profundo

y letárgico sueño se levante,

y, entre el aplauso inteligente, al mundo

el gran hosanna del Progreso cante.

 

En la introducción a la segunda edición su obra poética citada (Madrid: Tipografía Europa, 1920. XV-142 p.), su hijo Pedro dice:  «Nunca salió de su país. Durante su infancia no asistió a otras escuelas que las de primarias letras, únicas abiertas entonces a las mujeres; pero su padre, poeta discreto y abogado de buena reputación, que ocupó puestos de senador y de magistrado, le dio la mejor educación literaria que allí podía alcanzarse en aquellos años: fundamento de ella fue la lectura de los clásicos castellanos».

Y aquel hijo agradecido que Salomé le confió al porvenir nos sigue hablando de su inmortal madre: «Nunca escribió mucho. Comenzó a componer versos a los quince años; a los diez y siete comenzó a publicarlos bajo el seudónimo de Herminia; desde 1874 los publica siempre con su firma. […] Paz y progreso fueron sus temas desde 1873 hasta 1880; y la constancia de su prédica le conquistó la admiración y afecto de aquel pueblo…La preocupación patriótica llegó a sobreponerse a tora otra idea en el espíritu de la joven poetisa: la literatura fue para ella consideración secundaria junto al deseo de hacer llegar su prédica a la conciencia de toda la nación. Servir fue para ella, como para el poeta griego, la aspiración única».

Salomé es la voz lírica femenina más elevada de la literatura dominicana del siglo XIX y una de las figuras de mayor espíritu patriótico en toda la historia de la cultura nacional. Y es, a nuestro humilde entender, la dominicana poseedora de más méritos civilistas para ser considerada Madre de la Patria Dominicana.

Su trágica muerte —a causa de la tuberculosis, enfermedad incurable para la medicina de entonces— aconteció el 6 de marzo de 1897 en la zona colonial de la ciudad de Santo Domingo, específicamente en la calle que hoy lleva su nombre. Fue ese un acontecimiento que estremeció en lo más hondo a su iluminado maestro Eugenio María de Hostos, quien, taladrado con la infausta noticia de su muerte —encontrándose lejos de su segunda patria, en Santiago de Chile— en junio del citado año dictó a sus discípulos del Liceo Luis Miguel Amunátegui aquellas heridas palabras con las que —conducido su desolado espíritu por la gratitud y la admiración sentidas por esa extraordinaria mujer, educadora y luchadora indesmayable que fue Salomé— la valora así en su dimensión poética:

«Esta poetisa dominicana, que habría sido la admiración y el orgullo de cualquiera sociedad antigua, (porque las sociedades antiguas aprecian más y saben apreciar mejor que las nuevas a los cultivadores de la poesía y de las artes).

[…]

Parece que desde temprano empezó a cultivar su talento poético, pues ya de años atrás lo revela en su composición a la Patria, uno de los poemas cortos más vibrantes de la lira contemporánea en nuestra América. […] Pero, dicha sea la verdad, la poesía de esta poetisa no es de las que gusta al vulgo. Lenguaje severo, tono elevado, sentimientos profundos; y ninguna de estas cualidades son accesibles al vulgo en parte alguna.

Las poesías de Salomé Ureña de Henríquez son todas del género lírico y de carácter eminentemente subjetivo; pero como el sujeto es una entidad de primer orden en cuanto dice relación a sentimientos nobles y a ideas generosas, la tarea de la poetisa dominicana abarca todos los tonos: el familiar, cuando hablan en ella los sentimientos de familia; el elevado, cuando hablan los nobles impulsos y deseos de la educadora; y el tono de la indignación y del entusiasmo, cuando hablan ideas, sentimientos y aspiraciones patrióticas.

Indudablemente, lo más grande que hay en la poetisa dominicana es la fibra patriótica. Cuando se conozcan en América los cantos patrióticos de Salomé Ureña de Henríquez, no habrá nadie que les niegue la superioridad que tienen entre cualesquiera otros de la misma especie en nuestra América.

Algunas composiciones consagradas por ella a la educación de la mujer, compiten con sus poesías patrióticas en alteza de miras y en nobleza de expresión. Aunque no muchas, estas composiciones son muy notables y dignas de coleccionarse.

Los tributos poéticos de Salomé Ureña de Henríquez a los afectos, a los seres queridos, al hogar, a su digno esposo y a sus hijos, forman una serie de composiciones extraordinariamente subjetivas, pues todas juntas sugieren la certidumbre de que la poetisa era además una mujer; no hay ninguna de ellas que no sugiera algún sentimiento delicado, alguna recóndita sonrisa de complacencia, algún noble estímulo para la vida, alguna de esas tristezas reconfortantes que sirven de séquito, y a veces de ovación, al mérito moral e intelectual desconocido». (3)    Los restos de Salomé Ureña de Henríquez descansan, desde el 21 de octubre de 1988, en el Panteón de la Patria, en la misma cripta donde reposan los restos de su amado hijo Pedro Henríquez Ureña.

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(1) En: Silveria R. de Rodríquez Demorizi. Salomé Ureña de Henríquez (Buenos Aires, Argentina: Microforma, 1944), p. 6.

(2) Sobre el hijo mayor de Salomé publicamos un estudio biográfico: Francisco Noel, el primogénito de Salomé Ureña de Henríquez (Santo Domingo: Centro Dominicano de Investigaciones Bibliográficas, 2017, 100 p.). Casi toda su vida transcurriría en la isla de Cuba, donde fue un connotado hombre de leyes, experto en materia de seguros. Su nacimiento fue motivo para Salomé escribir su poema «En el nacimiento de mi primogénito».

(3) Eugenio María de Hostos. «Salomé Ureña de Henríquez», en su obra póstuma: Meditando. París, Francia: Sociedad de Ediciones Literarias y Artística, Librería Paul Ollendorff, 1909. Pp. 223-230. Ese texto en torno a la que fuera su gran amiga y ferviente seguidora fue originalmente publicado en el número 128 de la revista Letras y Ciencias (Santo Domingo) el 2 de septiembre de 1897.

(http://primicias.com.do/?p=40205). 21 de octubre de 2020)