Sobre el ojo de la lengua de Jennet Tireno

Por Miguelina Medina 

 

Al hacer la presentación de esta obra lo primero que haré es poner de manifiesto el espíritu del pensamiento natural y analítico de la autora, y con ello a ella misma.

Jennet Tineo tiene en su interior una fuerza que es un don natural. Esa fuerza natural está en ella ejercitada. Así, de una manera natural, a este tesoro, le hizo cercos de protección con sus aprendizajes impactantes. Con más fortalezas que debilidades, y reconociendo lo mismo en los demás, desvaneció males a su alrededor para apartar su conciencia, delicada y sutil, de las contaminaciones naturales del camino. La firmeza de su pensamiento muestra una persona que analiza consecuencias antes de encaminar sus decisiones. Sus metas, pues, las recorrerá sin vueltas atrás. Eso es grandioso, porque desvanece las posibles culpas de los dejos de los años conglomerados en la inercia. El alma de Jennet Tineo está llena de sabios años y su elevado espíritu está grabado en su pensamiento.

La arquitectura discursiva de Jennet Tineo en la presentación de su obra

La integración de la Arquitectura con la poética discursiva de nuestra autora demuestra que ella ha percibido más informaciones de las que hay en las periferias de la lengua. Por eso ha visto al artista dentro del “ojo de la lengua” y dentro de su propia lengua. Ella se lanza sobre unos ojos que ella puede ubicar porque conoce el interior profundo de las cosas. Y a las orillas de la profundidad las deja quietas, en esta obra. Veamos el paralelismo en la idea que nos transmite el título “Sobre el ojo de la lengua”: ‘En el ojo del ciclón’.

¿Qué es el ojo de un ciclón? “Es una región con simetría prácticamente circular, que se encuentra en el centro de un ciclón tropical fuerte. En él se deja entrever cielo despejado, y justo en el eje de simetría los vientos son leves […]. Allí se registra la presión más baja a nivel de la superficie, y en la tropósfera media se dan las temperaturas más altas…El mecanismo exacto que genera el ojo es todavía un tema de debate entre científicos. Una explicación posible es que el ojo es el resultado de un gradiente de presión vertical, asociado con el debilitamiento y dispersión radial del viento tangencial […]”. (https://www.meteored.com.ar/noticias/ciencia/el-ojo-del-huracan-que-es-y-por-que-se-forma-bandas-exteriores-lluvia-presion-ciclon-viento-tormenta.html).

Si trasladamos estas definiciones, todos estos términos son símbolos que se adecúan a lo que nuestra autora quiere transmitir con su discurso.

En este libro no hay hipótesis, hay la exposición de un argumento y lo soportan los estudios en los cuales ella se ha basado. “Sobre el ojo de la lengua” pone de manifiesto la estructura de las conceptualizaciones de su autora y el riesgo que hay que tomar en cuenta para prevenir que esta estructura se derribe o sufra daños entre posibles tormentas que, además, vienen con vientos, temperaturas variables y miedos en quienes la habitan.

Aunque analizada, de una manera espontánea ella utiliza el conocimiento que obtuvo al ver la Arquitectura por dentro. Experta camina sobre los temas interiores, diseños y fórmulas que a la realidad debe llevar y que, incluso, debe estar acreditada para construir sus edificaciones. Es decir, nuestra autora, al conocer el riesgo de sus afirmaciones, toma las medidas de seguridad para proteger su estudio.

Todo el estudio con el que nuestra autora presenta su obra está lleno de una arquitectura única, un elaborado discurso y fluido ensayo. Su estructura está sin riesgos, sola una Fuerza es superior a ella, y no es riesgo, es Verdad. Y si algo puede parecer debilidad, es poesía. Y en esto es que la autora ha especializado magistralmente sus conceptos. En su ensayo analiza obras literarias de una gran analista de la palabra simbólica, metafísica, inspirada, intuida y revelada, y obras poéticas que son el sostén de sus argumentos.

 

Afirmación del ensayo y su conclusión  

  En su afirmación, “el lenguaje simbólico en la poesía: una puerta a la creación del mundo físico a través de espíritu de la palabra”, nuestra autora quiere consignar que “maniobrar la lengua, sus sonidos, el idioma en sus signos, la palabra desde un punto más que el intelecto, es aprender a sembrar las semillas de nuevas realidades: nuevos espacios-tiempos, que convocan en sí mismos nuevas sociedades, y en ellas un nuevo espíritu” (p. 7).  

Una sutil tristeza ha acompañado a la autora en estas conclusiones, pues está adherida a una esperanza profunda llena de amenes. Quien ama a la palabra ama a los demás. Nuestra autora, fuerte como es, sabe que a pesar de tomar todas las medidas de seguridad, sobre su obra hay una Fuerza impredecible, pero jamás incomprensible, pues sabe que el ojo de Dios está sobre toda fuerza que vemos y que no vemos y solo Él las controla, como aquel que controló el viento que sopló fuerte en la barca: Jesús (Marcos 4:39): “Y levantándose, reprendió al viento, y dijo al mar: Calla, enmudece. Y cesó el viento y se hizo grande bonanza”.

Como poeta que es, nuestra autora nos introduce a su discurso y nos conduce con su “lenguaje único, el que cada quien lleva dentro cuando se le toca”. Sus conceptos los adorna, a veces, con “danzas” y en la mayoría de las ocasiones nos hace entender las líneas de sus pentagramas, sus silencios, sus signos y, por supuesto, las claves, porque sin claves, las notas en los pentagramas no tienen sonidos, los acallan los ruidos del ciclón cuando cesa. Pero todo es bueno en la palabra. Esto ella lo sabe. Lo podemos ver en su propio metafórico lenguaje y simbólicas palabras:

 

“El poeta es quien lee poesía en las hojas de los árboles, 

es el que escucha poesía en el silbido del viento. 

Es un mito. 

El poeta es un poema que se escribe en las manos del tiempo, 

el velo descorrido de la verdad interna, 

es la voz tatuada en todas las gotas de la lluvia, una noche cualquiera; 

el poeta tiene en la mirada un simpático artefacto multiusos 

que algunas veces atrapa objetos 

para pulverizarlos y extirparles un secreto, 

y otras atrapa vibraciones, la nada, el eco del silencio”, (p. 32).

 

Desglose del ensayo

Sobre el ojo de la lengua es un libro que está construido con ensayos, creados por la autora para estudiar obras literarias de diferentes escritores. Y digo construido porque la autora creó cada uno de esos ensayos en su tiempo aislado, nos los creo con el objetivo inicial de conformar este libro. Podemos ver las fechas de las publicaciones y el ambiente en el cual fue publicado o leído. Desde el año 2012 hasta el año 2016 fueron expuestos a los lectores. El libro, Sobre el ojo de la lengua, fue publicado en 2016, significa, entonces, que nuestra autora, y solo ella, conocedora de cada estructura, podía conformar su libro porque la estructura secuencial ensayística que tiene es, como si se hubiera constituido cada estudio con el objetivo de construir su ensayo general. Si le quitáramos las fechas, por ejemplo, no notaríamos las diferentes épocas en que fueron escritos, porque los conceptos no ofrecen ninguna notoriedad de estar desvirtuados del criterio argumentativo de su ensayo, cuyo título podemos leer en la segunda página de este comentario o página 7 de la obra. Algunos, muy expertos, podrían encontrar diferencias de tiempos en la manera de exponer de la autora, pues algunos estudios los ha colocado no en el orden secuencial de las fechas, sino en el orden en que los necesitó para argumentar.

   La autora hace la siguiente afirmación: “El lenguaje simbólico en la poesía es una puerta a la creación del mundo físico a través de espíritu de la palabra”.

Ella se ausculta: “¿Por qué sentimos dentro ese impulso hacia la creación?”. Y se responde: “Este universo conocido es, en su infinita complejidad, obra de todas las mentes, por tanto, esto que llamamos realidad es creación colectiva que continúa creciendo, tiene en su interior un pálpito inquebrantable e inamovible, una vibración que va formando un curso y un discurso”. Luego expresa: “La palabra es el símbolo gráfico y sonoro que nos vincula a nuevas realidades. Ella, en sí misma es el impulso de la creación. La palabra es un puente, el espacio medio entre lo manifiesto y lo no manifiesto”.

La autora nos está diciendo que “el universo es el conjunto de todas las creaciones” que “en él hay una vibración que cursa y discursa y por esta razón algo nos impulsa a escribir y es esa misma palabra creada que tiene su propia fuerza y ejerce su propia fuerza en los creadores para ser plasmada. Y esa palabra es lo que lo hace entendible, es la que descifra las grabaciones del universo; es decir, es el medio para entender lo cifrado en él”. Dice que “es el vínculo que nos mueve en los dos mundos, el creado y el que visualiza la creación, el creador”. Así es que lo traduzco, haciendo una paráfrasis de sus palabras.

 

 Desarrollo de los conceptos  

  1. Por otro lado, la autora expone que “más allá del espíritu que cada época evoca existen valores esenciales a los que el escritor (y todo artista) aspira a experimentar en su obra” (p. 7). Y explica que “en la poesía existen muchas corrientes y en ellas un sinfín de experiencias y formas de vivir el arte poético”.  Dice también que “la tradición nos plantea un cuerpo denso de características y cualidades que han servido de guía a la ruptura y a la heterogeneidad, que las nuevas formas de expresión, nos plantea”. Y añade que “no hay ruptura, novedad, creación sin la base firme de una tradición” y que esta tradición, “más que el conjunto de técnicas o formulas del pasado, son el aire mismo del que se sirve el poeta para encontrar desde ese latido una nueva realidad simbólica”.

En estos criterios la autora expresa nuevamente que “la palabra tiene un poder visible dentro del mundo ya creado, un poder cincunscrito en la reverberación de ese mundo, no visible, no audible, percibida en un estado sutil de la conciencia” y que “los poetas estamos llamados a crear a través de la palabra a envasar esas emociones en la composición poética”.

  1. La autora expone también que “se defiende la idea de que la principal finalidad del arte es la búsqueda de la belleza”. Y trae a su reflexión la siguiente pregunta: “¿Es realmente la búsqueda de la belleza la razón primera del llamado poético al interior de la humanidad?” (p. 8).

Jennet Tineo sostiene que “al comprender el poder intrínseco de las palabras como símbolo gráfico y sonoro que vinculan lo manifiesto y lo no manifiesto, entendemos el valor no visto del arte poético”. Y enfatiza que este valor es “un valor escondido que pocos poetas conocen desde una conciencia despierta”. Señala que “muchas veces la poesía es ejercicio de afirmación personal y experimento del ser social lo que la relega a ser objeto dentro de un panorama material que contiene a sí mismo el mecanismo para desecharla una vez no responda a su tiempo-espacio-cultura, cuando el hacedor de mundos, que hay detrás de la palabra, se activa conscientemente en el que escribe”. Y añade: “entonces ese recipiente de palabras, que es el poema, es permanente vibración, ola constante que crea dentro y fuera de la mente colectiva”.

Con esta explicación la autora nos está diciendo también que ese “hacedor de mundos que hay detrás de la palabra” es ese “valor escondido que se activa cuando entendemos el poder intrínseco de la palabra como símbolo gráfico”. A eso se refiere la autora, y con ello enfatiza la afirmación de su ensayo que dice: “El lenguaje simbólico en la poesía es una puerta a la creación del mundo físico a través de espíritu de la palabra”.

III. La autora retoma el concepto de la tradición en la creación poética, es base de su estudio también. Ella expresa y valora la historia de las creaciones en sus contextos como base natural de los tiempos y continúa en el mismo que no se detiene, por lo cual trae sus conceptos, los ha entrelazado y desenlazado en su visión metafísica de mundo y de quien se vincula a él de la misma manera. Por eso ella dice que “pocos poetas conocen desde una conciencia despierta” ese “símbolo sonoro y gráfico que es la palabra”. Leamos este concepto: “Entre la tradición y la ruptura como ciclos rotatorios en las artes, existe un gran zafacón y unos archivos muertos” –dice– y que “los ciclos son falsas señales de evocación: la verdadera búsqueda no debe ser hacia la diferencia sino hacia el mejor entendimiento, tener una conciencia plena del uso del arte para comunicar y con eso impulsar un nivel superior en los seres” (p. 8).

[Y en este instante me voy a detener brevemente para recalcar la fortaleza interior de Jennet Tineo. Percibo que, de niña, cuando expresaba sus inquietudes y reacciones, ante las cosas que le asombraban, fue escuchada con respeto. Y recordé las palabras de valoración de don Bruno Rosario Candelier a los niños de la Escuela Primaria El Algarrobo, cuando hacían preguntas (Moca, 9 de octubre de 2019). Les decía con ternura que “quien aprende es quien pone atención”: “¿Quién aprende? Aprende quien pone atención, porque cuando ponemos atención se activa la memoria, se activa nuestro intelecto. Se desarrolla nuestra capacidad de actuar cuando ponemos atención. Entonces poner atención es la clave del éxito en el mundo de los estudios, en la tarea de estudiar y de prepararse” (https://www.diariolibre.com/revista/cultura/rosario-candelier-analiza-cuento-de-bosch-ante-estudiantes-mocanos-OB14738251).  A nuestra autora, la delicada intuición la acompaña desde niña].

 

  1. Ella expresa, además, que “todas las artes son espacios de comunicación abiertos sometidos a la interpretación”, pero “el arte debe buscar expresar el principio único desde todos sus componentes y temas: es esta la forma de abrir las alas del espíritu humano”. Explica que “el manejo del mensaje en el caso de la poesía se da como en otras artes, en grados y estos grados está basado en el uso óptico de los materiales que componen la obra” (pp. 8, 9).

 

Los términos estilísticos que forman la arquitectura discursiva de Jennet Tineo van   provocando deleites al lector y lo rinde a caminar por toda la obra. Les inquieta a conocer esto que ella quiere transmitir, que quiere esclarecer en el entendimiento de los demás y enhebrarlos con su honda reflexión.  En su exposición señala que “la utilización de la palabra en su apreciación formal es su primer grado desde su significación y su relación con las demás palabras”. Afirma que “más allá de esto está la vibración sonora, lo que provoca como música en el tiempo”, lo que hace que “el mensaje quede impregnando las metáforas y aliteraciones, las analogías que también van a llamarnos hacia un territorio novedoso “donde el símbolo extiende su reino quedando codificado en el espacio textual una sustancia de múltiples caras”.

 

La escritora presenta, en su concepción simbólica de la poesía, un sentimiento poético con el que eleva sus conceptos a la belleza. Ya no solo convence, ella puede entender a los poetas porque ella misma es de esos poetas que ha estudiado: poetas de musas y silencios postrados. En una disciplinada observación de su derredor ella ha depositado su conocimiento con una estructura bien equilibrada. Ella maneja la voluntad de su ensayo. Mas, pueda que su poesía y ella, a veces, tengan que ser iguales pues no podrá siempre dominarla porque es impetuosa y madre. Parecería que su visión interior tiene secretos a granel y los contiene. Ella se apoya en este género literario para expresar lo que ha percibido dentro de ella misma como la inmensa verdad de la poesía, y lo hace por medio de los estudios que se hace acompañar para sostener su afirmación: estudios de un gran ensayista, y sus propios estudios sobre la adecuación simbólica natural de los grandes poetas. Pero “no todos accederán” a lo que ella está transmitiendo porque es necesario abrir la sensibilidad del entendimiento a la sabiduría superior de los demás, como lo ha hecho ella. Luego de expresarse en su concepto ensayístico, nuestra poeta descansa, pues cumplió con su compromiso espiritual de elevar el espíritu de los demás. Algo muy hermoso que da el sentido final a su obra.

 

  1. Nuestra ensayista expone, finalmente, que “en la modernidad la ruptura se da desde los difusos límites entre los géneros literarios y entre las artes”. Dice que“todo comienza a cohabitar fusionándose y despertando una heterogeneidad que se extiende sobre las estructuras posibles de los movimientos de tradición, llegado a proponer un cuerpo estético sin borde o cuyos bordes son movibles que dejan un espacio para la subjetividad en la actividad creadora y en esta palabra enfocamos al individuo y no desde el campo que compone su experiencia individual para entender el mundo”.  Y añade que es en “ese punto donde es su presencia la fuerza primordial del enfoque creativo, donde se invoca una libertad que permite a la prosa crecer dentro del verso, a la novela ser poema y al poema ser cuento” y puntualiza que “este es un síntoma de una nueva compresión ya no solo del arte poético y literario sino de la evolución desde un conocimiento más docto del lenguaje y su símbolo”.

 

Las obras de los poetas y ensayistas estudiadas por Jennet Tineo en su estudio:

 

  1. Ontología de la palabra, de Karina Rieke, dominicana, nuestra ensayista la presenta con la siguiente expresión: “El misterio del alma humana en Ontología de la palabra”, y dice: “encontrar esa verdad que nos habita es una de las funciones más evidentes del lenguaje, de la palabra. El lenguaje y el pensamiento no son entes pasivos en el desarrollo del fenómeno humano, muy al contrario, son los ingredientes activos que nos transmutan, nos recuerdan y nos construyen” (pp. 12, 13):

 

                    “El disminuido espacio come el cuerpo         

la palabra que hace alzar la cara 

para ver el transcurso de lo inevitable 

hasta que encuentren unos labios aferrarse 

y no sean los míos”.

“Ahí están 

los que mueren noche tras noche 

amándose hasta garabatear 

en su cuerpo su misma defunción 

y aquí estamos los otros 

los que reventamos de envidia por un beso 

aunque sea ajeno”. 

“Hurgo el mundo 

para no sentirme tan sola 

habito estas palabras 

para no morirme con mi muerte”.

 

  1. La intuición trascendente (Creación metafísica estética y simbólica), de Bruno Rosario Candelier, de la que Jennet Tineo la presenta identificándoles “Las musas de fuego”: “Hojas de un libro-tierra son levantadas por las manos-aire, en busca de un pensamiento-fuego, tallado en el papel que llegan a la mente-agua”. Y dice: “para generar una idea en ustedes, resalto las siguientes líneas reflexivas escritas por su autor: “En el sentido cósmico confluyen la corriente armónica, la fuera telúrica, la potencia erótica y la energía divina que integra la esencia de lo viviente” (p. 40).

 

Nuestra ensayista consigna que “en esa forma de expresarlo vemos a qué se refiere cada elemento: la corriente armónica podría simbolizarse como el elemento aire, la potencia telúrica, tal como indica al elemento tierra, la potencia erótica al elemento fuego y la energía divina al elemento agua, porque tal como el agua, es capaz de tomar formas y recipientes diferentes, múltiples cuerpos vivos”. Dice que “Bruno Rosario Candelier logra esto a través de estudio profundo a poetas excelsos, creadores distintos” y que “comenzando con cuatro jinetes de la palabra, cada uno aborda un caballo metafísico singular”. Veamos cómo ella lo expresa:

 

*“El bardo a quien dedica el primer estudio titulado «La vertiente metafísica y estética en la lírica de Ruben Darío, representa en su obra y creación al elemento aire»: eleva una antorcha de aire con los símbolos de su lenguaje-torbellino, nos habla del barquero interior, la ventada oscura, tal como subraya Rosario Candelier en estos versos del poeta” (p. 41): “Y contra el mar los remos, del barquero interior que maneja hacia puertos, que mirar sólo pueden no los ojos abiertos. Hablo de aquellos ojos que piden transparencia, los que la noche llenan tan hondos de presencia”.   

 

**“Mortal hechizo el que nos espera con el segundo jinete, caballero del fuego, a quien Bruno Rosario Candelier le dedica el segundo estudio del libro, bajo el título «La sensibilidad metafísica en la lírica de Pablo Neruda». El autor nos vincula en su análisis al decir apasionado del poeta chileno, muestra cómo las musas del fuego perpetúan el ardor del amor, de la muerte, del dolor, de los deseos y sus múltiples galerías. Al hablar de la creación nerudiana, Rosario Candelier la vivifica en tres grandes apelaciones, a las que denomina la pasión estética, la pasión erótica y la pasión cósmica” (p. 42):

 

“Y que yo pueda al fin, correr en fuga loca 

inundando las tierras como un río terrible 

desatando estos nudos, ay Dios mío, estos nudos 

destrozando, quemando, arrastrando 

como una lava loca lo que existe 

correr fuera de mí mismo, perdidamente 

libre de mí, furiosamente libre 

¡Irme Dios mío, irme!”. 

 

***“El tercer jinete viene montado en un Caballo de tierra, cuyos movimientos nos estremecen. Se trata de un poeta dominicano, a quien Bruno Rosario Candelier le dedica su tercer estudio titulado «Visión social y metafísica en la poesía de Manuel del Cabral”La afinación de su voz poética con la vibración telúrica nos queda clara en su obra, esto es ampliamente subrayado en este estudio (La intuición trascendente, p. 44):

 

“Tu caballo 

hubiera sido siempre una bestia cualquiera. 

Tal vez sin estas cosas los muchachos con sueño 

ya hubieran enterrado tu pistola, tu espuela; 

todo lo que en tu cuerpo y en tu aire 

es la tierra que quiso no quedarse dormida”. 

 

La autora expresa que “Bruno Rosario Candelier potencia nuestro conocimiento desde el yo-carne hasta el yo-espíritu”, al señalar lo siguiente (p. 45):

 

 “Sensorialmente no es fácil situarnos en la realidad que contemplamos puesto que tenemos los cinco sentidos físicos, como la vista, el oído, el olfato, gusto, el tacto, que son una especie de antenas que nos conectan con la realidad y nos permiten tener una comprensión física de lo existente. Es comprobable la existencia de una realidad que captamos con los sentidos corporales cuando percibimos los datos sensoriales de las cosas. Pero al mismo tiempo contamos en nuestra interioridad con poderes especiales como, por ejemplo intuición, la memoria y la imaginación”. 

****Finalmente dice nuestra autora: “así abordamos al cuarto jinete, que llega montado en su caballo de agua, salado, flexible, poderoso y mutable. El estudio dedicado a este poeta dominicano se titula «La conexión metafísica en la lírica de Manuel Rueda»”, poeta dominicano. Y expone que “en el primer poemario de este autor, La criatura terrestre, Bruno Rosario Candelier nos dice que encontraremos «una manera singular de señalar y perfilar el efecto de la tierra, el agua, el fuego y el aire en la sensibilidad y la conciencia, la forma como imprimen su huella en la sensibilidad física y espiritual»” (pp. 45, 46):

 

“Como frutos guardados en bandejas de alabastros, 

como tierra abonada a los sonidos 

así oía laúdes en corrientes de plata reclinados. 

Y volcanes seráficos: 

toda la geología, los perfiles del astro, mar 

el mar meciendo tu riqueza de navío que no arriba 

que mece, que es cadena azul, que es mulso azul, 

ágil sobre otro muslo tembloroso”.

 

Toquemos un último poeta, para completar esta presentación de Sobre el ojo de la lengua, de Jennet Tineo, a quien agradecemos sensiblemente su excelsa manera de ser.

 

  1. Ella analiza Mi infierno, poemario de Elsa Báez. Y lo presenta con el título “Cuando el amor es un oscuro gesto que lacera la palabra” (p. 125). Dice que “la palabra soledad se yergue viva y salva dentro de las muchas que sustentan nuestra lengua y el lenguaje íntimo del alma”. Expresa que “la soledad puede experimentarse desde la poesía como un personaje que susurra expresiones tibias y melancólicas a los oídos del artista”.  “La poesía nos hiere –dice Jennet Tineo–, nos abre de tajo la situación del cuerpo emocional y esa apertura, fisura, quiebre, está casi siempre llena de un magma pasional, de un fuego provocador que mata o purifica, de ese infierno donde clavamos por instinto el caudal de nuestros miedos y deseos”. Leamos los siguientes versos que ella cita, de la poeta Elsa Báez (p. 125):

 

“Me gusta que te entregues a mis labios 

y te estampes en mi lengua 

deslizándote por mi garganta 

caminando por el pecho 

mientras con frenesí 

abrazo tu aroma y exhumo tu presencia”. 

 

Jennet Tineo tiene un engranaje de fórmulas conceptuales que podríamos llamarle ciencia, y su pensamiento analítico trasciende hacia una belleza espiritual que produce un encanto, porque ella es una artista de la palabra que enaltece la palabra y el alma a quien la lee. Hasta podemos sentir que, si no nos explica los versos, podríamos darles las mismas explicaciones que ella les da. Es maravilloso. Y así termino con estos versos de Elsa Báez, expuestos por nuestra autora (p. 125):

 

“No pasa un instante 

Sin que el entorno me agite las cadenas. 

Se muda a otra boca a otros ojos y me tortura. 

                                      ¿Quién dijo que el demonio es masculino 

y que el infierno está debajo de nuestros pies? 

Se siente dentro, cerca del pecho 

     ardiendo…                 

 

    Muchas gracias, Jennet Tineo, por tu inmensa luz. Todo es brillante en tu obra.

(Jennet Tineo, Sobre el ojo de la lengua, Santo Domingo, Academia Dominicana de la Lengua, 2016).

Balaguer, Bosch y Moreno Jimenes

Por José Rafael Lantigua 

 

En los inicios del decenio de los treinta, llegó a Santo Domingo un joven vegano de incuestionable talento cuya notable carrera literaria repercutiría muchos años más tarde a través de América y de otros países del mundo. Tenía apenas 21 años de edad y ya había viajado a España, Venezuela y a distintas islas del Caribe en busca de nuevos horizontes. Hijo de catalán y de puertorriqueña que era a su vez hija de gallego, había nacido en Río Verde, un campito de La Vega donde aprendió sus primeras letras. Al regresar al país, ya su familia se había trasladado de La Vega a Santo Domingo, por lo que inició aquí sus estudios de bachillerato aunque nunca pasó del tercer grado. Empero, su formación intelectual autodidacta comenzaría pronto a dejarse sentir en el ambiente capitalino. Por esos días, arribaba también a Santo Domingo Pedro Henríquez Ureña con el propósito de atender una petición del presidente Rafael Leonidas Trujillo para que se encargara de la Superintendencia de Enseñanza, equivalente al ministerio de Educación de hoy. Henríquez Ureña le ofrecería apoyo al joven vegano que deseaba trabajar con él, y se afirma que fue el primero quien procuró que el segundo se interesase en el conocimiento de los grandes cuentistas latinoamericanos y europeos.

Es Bosch quien introduce en el ambiente literario de la capital, a tan temprana edad, el romance, un género de poesía española utilizado antiguamente por los trovadores y que era fácilmente asimilado por las clases populares. El historiador Vetilio Alfau Durán asegura que, al parecer, el autor de Camino Real –su primer libro, publicado a los 24 años de edad- “penetró al campo de las letras por el portal del romance, género de poesía española tan del agrado del pueblo, y fue el punto de partida de su brillantísima carrera literaria”. Bosch fue autor de varios romances históricos, perfectamente estructurados: Tentico de Luna, El romance del muerto bellaco, Perico Lazala, Nazario Suardí, y Demetrio Rodríguez.

Bosch buscaba asentarse en la sociedad cultural de Santo Domingo. Había acudido a Henríquez Ureña, pero también lo hizo con Domingo Moreno Jimenes, aunque se cree que no lo frecuentaría mucho porque Bosch comenzaba a inclinarse más por el cuento que por la poesía. Pero, aun así compartieron ambos conocimientos y experiencias. “Era entonces Bosch –recordaría Moreno- un hombre que buscaba todos los medios para afincarse en el ambiente capitalino. Se agarraba con las uñas y los dientes para defenderse en la vida”. Anotemos que en su estancia en el extranjero –antes de su exilio- llegó a ser cargador de camiones y presentador de espectáculos de circo. Cuando el “romancero” vegano logró producir los primeros centavos se compró una camisa de seda, que era entonces un lujo notable, y muy orondo fue donde Moreno a anunciar la obtención de la prenda, antes de salir rápidamente a lucirla por las calles en medio de una ufanía que no buscaba hacer daño a nadie.  Pero, Moreno no aprobaba que Bosch escribiese romances. Para el poeta, este género garcíalorquiano no era buena literatura: “poesía de encargo”, la llamaba. Pero, Bosch y los que siguieron su labor sospechaban que Moreno no era capaz de escribir romances, tan atareado como andaba con el verso libre, y pensaron que por esa condición lo desestimaba. El poeta no tardó en darse cuenta de la duda y publicó para el grupo capitaneado por Bosch (quien ya daba muestras de liderazgo) un romance de elaboración cuidadosa, tomando como medida al asonante más difícil que puso a los jóvenes escritores contra la pared, viéndose obligados a revalorar la capacidad literaria de Moreno. Moreno dio a conocer entonces su romance “Don José Núñez de Cáceres, dominicano de América”. (“La Patria surgió de un grito,/ apretado grito prócer…/ Duarte en el exilio mártir,/ Mella y Sánchez en El Conde./ Antes, Juan Sánchez Ramírez/ le cayó como un azote/ a Ferrand, a sus divisas/ y a sus franceses cohortes./ Núñez de Cáceres tuvo/ una visión como norte,/ que no entendió el mundo frío,/ que desgajó el tiempo enorme./ Esa visión consistía/ en darles un solo corte/ a los problemas de América:/ horizonte de horizontes./ Ahora que América fulge/ de un monumental enfoque/ su laurel congrega a dianas/ sobre los cielos del orbe”).

Al margen de la tibia relación que existiera entre Moreno y el autor de La Mañosa, algunos años más tarde, el intelectual venezolano asentado en Santo Domingo, don Horacio Blanco Fombona, que se unió a la lucha contra la intervención norteamericana de 1916, dio la noticia en su revista Letras sobre la posible postulación de Bosch como Pontífice del Postumismo, una información que carecía de sentido total, pues el futuro gran cuentista nunca estuvo asociado al movimiento literario de Moreno Jimenes, y aunque señaló en alguna ocasión que ese grupo y sus postulados literarios le habían hecho “perder el sueño muchas veces”, no existían muestras de que el escritor vegano participara, ni hubiera hecho obra ni militancia, de los postulados enunciados por el grupo postumista. Como era de esperarse, Bosch se apresuró a desmentir la especie: “Muchos distinguidos poetas que se han formado en la escuela villafrancisquita se sentirían justamente defraudados si yo, como un perfecto intruso, tomara por asalto la sacratísima colina”, escribió Bosch a Blanco Fombona con aire irónico. Le sugería además al venezolano que la tiara de Pontífice del Postumismo le fuera ceñida a Andrés Avelino que era el único que no había ocupado el trono, aunque estimaba que si Avelino no aceptaba la nominación entonces debía llevarse nuevamente a Moreno Jimenes al gran sacerdocio. (La carta de Bosch a Blanco Fombona está fechada en Santo Domingo, el 28 de julio de 1935 y se publica in extenso en la Antología Panorámica de la Poesía Dominicana Contemporánea de Manuel Rueda y Lupo Hernández Rueda). Desde luego, el chisme no pasó de ahí. Bosch esquivó el título porque nunca había sido postumista, aunque todavía muchos años después siguió manifestando respeto y admiración por la obra de Moreno.)

Tiempo después, Moreno emprende viaje hacia el Cibao. Sabemos que era un trotamundos literario, que viajaba por todo el país para vender sus libros, en forma de plaquettes, que editaba en las imprentas de los mismos pueblos donde se albergaba, y consigo llevaba además su Colina Sacra que viajaba con él en sus alforjas. Cada vez que veía amenazado su reino como jefe absoluto del Postumismo, salía de la capital rumbo a cualquier región en la promoción de su evangelio estético. En ese viaje al Cibao, conoce en Santiago de los Caballeros a un joven gacetillero que, de vez en cuando, escribía buenos versos, casi siempre de amor incontrolable, fuera de cualquier equilibrio razonable, en la órbita madura y formal de la poesía romántica. Aunque pocas veces le trató directamente, el maestro postumista –en pleno apostolado de su obra- conoció sus versos y le otorgó a los mismos halagos sinceros. El joven en cuestión se llamaba Joaquín Balaguer, era de naturaleza reservada y siempre se le veía acompañado de libros cuando no estaba ejerciendo su corta profesión periodística en el diario La Información. Al conjugar este espíritu de misteriosa timidez de Balaguer con el carácter huidizo y el trajín de permanencia provisional que caracterizaba la agitada vida errante de Moreno, podemos encontrar la razón del por qué estos dos bardos enamorados nunca pudieron profundizar su relación amistosa.

Muchos años más tarde, cuando el poeta había hecho ya su historia y el entonces orador y periodista, convertido ya en político, ascendía al podio presidencial en el palacio de Gascue diseñado, este último no olvidaría la trayectoria del vate que conoció vendiendo sus libros en Santiago y ordenaría en su honor una solemne recepción donde se le impuso al viejo Pontífice Postumista la alta condecoración de los Padres de la Patria. Se cuenta la anécdota que cuando Moreno Jimenes llegó a las puertas del Palacio por la Moisés García, los guardias de turno le impidieron la entrada. El poeta arribó al lugar con su viejo traje raído, su ya muy añeja corbata, su sombrero que había dejado de exhibir su mejor época y sus renqueos que le eran tan típicos. Los soldados no podían entender que a ese hombre de apariencia mísera era al que iban a condecorar en Palacio y lo mandaron de vuelta a su casa. Consideraron seguramente una locura que ese señor le manifestase que él estaba ahí porque había sido invitado por el presidente de la República para rendirle un homenaje. Alguien conocido del poeta llegaba a la recepción en el momento en que ya el poeta comenzaba a retirarse, cuando lo detuvo, indagó sobre el problema y convenció a los soldados que, en verdad, ese era el hombre que Balaguer iba a honrar esa tarde. Dicen que Balaguer se enfureció cuando supo la noticia, aunque Moreno no se quejó por lo sucedido, sólo que llegó un poco tarde a la recepción en su honor, cuando ya todos le esperaban impacientes en el Salón de Embajadores. El Pontífice del Postumismo, el reformador de nuestra poesía, nuestro poeta mayor, a pesar de su grandeza y de su trayectoria, enfrentando humillaciones, desprecios y descalificaciones, siguió siempre impertérrito, con su pobreza a cuestas, acompañando su gloria, su nombre, que se haría imborrable en nuestra historia, su ideal poético y su limpia trayectoria humana y ética.

Domingo Moreno Jimenes nació en una casa de la calle 19 de marzo, anteriormente conocida como calle San José, en Santo Domingo, no en Santiago como divulgó Manuel Rueda en sus escritos y que aún otros siguen afirmando. Murió el 21 de septiembre de 1986, a los 92 años, en el Hospital Central de las Fuerzas Armadas.

 

Libros

Obras poéticas. Del gemido a la fragua 

Domingo Moreno Jimenes

Editora Taller, 1975, 317 págs.

Reunión de toda la poesía de Moreno Jimenes, desde su adolescencia y juventud hasta su madurez, patrocinada y presentada por su mecenas y miembro del Postumismo, Jesús María Troncoso Sánchez.

 

El recorrido poético de Domingo Moreno Jimenes 

Bárbara Moreno García. Impresora Datadruck, Alemania, 2001, 401 págs.

Esta nieta del poeta, nativa de Santiago y establecida en Francia desde 1989, obtuvo su doctorado en literatura en la Universidad de París con esta tesis, prologada por Bruno Rosario Candelier.

 

El Postumismo 

Bergson Rosario, Editorial Ciliya, 2006, 136 págs.

Enfoque sobre la trayectoria de Moreno y su movimiento literario que incluye una antología de los nueve principales seguidores del gran poeta, incluyendo una selección de poemas de Moreno.

 

Benvenuto e addio 

Danilo Manera, Editora Nacional, 2009, 68 págs.

Antología poética bilingüe –italiano y español- de la obra de Domingo Moreno Jimenes, presentada y curada por el crítico italiano Danilo Manera.

 

Domingo Moreno Jimenes. Biografía de un poeta 

José Rafael Lantigua, Editora Búho, 2006, 234 págs.

Única biografía de poeta dominicano publicada hasta la fecha. La primera edición data de 1976. Cumplirá 45 años en el 2021. Esta es la quinta edición. Contiene prólogo de Julio Jaime Julia. (https://www.diariolibre.com/FN21790764), 2 de octubre de 2020.

 

María José Rincón y Emilia Pereyra: diálogo virtual sobre Benito Pérez Galdós

Centro Cultural de España y Embajada de España

(https://www.youtube.com/watch?v=aG3KuztIn5w)

 

 Por Miguelina Medina   

     Pautada para ser presentada como dos conferencias, esta actividad fluyó como un diálogo espontáneo, ameno, profesional y lleno de conocimiento. La académica María José Rincón fue la moderadora de este diálogo, quien desde las plataformas del Centro Cultural de España en Santo Domingo y la Embajada de España, dio la bienvenida a todos los participantes virtuales: “Esta actividad del Centro Cultural de España y de la Embajada de España, en el marco de la celebración de la Semana de España, no podía ser menos que nos detuviéramos un momento a recordar la extraordinaria figura personal, humana y literaria de Benito Pérez Galdós, en este año en el que estamos conmemorando el primer centenario de su fallecimiento”.

María José Rincón es filóloga, lexicógrafa, miembro de número de la Academia Dominicana de la Lengua y, según sus propias palabras, una apasionada de la palabra, de la palabra hablada, pero también de la palabra escrita, “y no hay una palabra escrita con más potencia y más universalidad que la palabra escrita literaria”. Para este diálogo virtual, que tuvo lugar el 15 de octubre de 2020, a las cinco de la tarde, María José Rincón estuvo acompañada por la escritora y académica Emilia Pereyra, de quien expresó lo siguiente: “He querido que me acompañe hoy Emilia Pereyra, a quien le tengo muchísimo aprecio; es mi colega como miembro correspondiente de la Academia Dominicana de la Lengua, pero, además, es comunicadora, es ensayista, es Premio Nacional de Periodismo 2019 y, muy importante para el tema que vamos a hablar aquí hoy, es novelista. Tiene una novela histórica extraordinaria, El grito del tambor, publicada por Alfaguara”.

María José Rincón expuso que Benito Pérez Galdós fallece un tres de enero de 1920 y el periódico El País publica este titular: «Don Benito ha muerto. Viva Galdós. Ha muerto el hombre. Viva el escritor. Vivirá en sus obras mientras viva el mundo». Creo que es un acierto extraordinario darse cuenta de que los escritores sobreviven en sus obras y que permanecerán, mientras haya lectores que tengan interés por leerlos”. Para introducir la figura de Galdós, María José Rincón leyó una “parte dedicada a Galdós del poema «Díptico español», que escribió Luis Cernuda, poeta español del grupo de la Generación del 27: «¿Tenías once, diez años al descubrir sus libros?/ Niño eras cuando un día / en el estante de los libros paternos/ hallaste aquéllos./ Abriste uno/ y las estampas tu atención fijaron;/ las páginas a leer comenzaste/ curioso de la historia allí ilustrada./ Y cruzaste el umbral de un mundo mágico,/ la otra realidad está tras ésta:/ con tantos personajes creados para siempre/ por su genio generoso y poderoso./ Héroes amados en un mundo heroico,/ la red de tu vivir entretejieron con la suya,/ tantos que habría de revelarte/ el escondido drama del vivir cotidiano:/ la plácida existencia real y, bajo ella,/ el humano tormento, la paradoja de estar vivo»”.

La lexicógrafa expresó que “si algo nos gusta, cuando amamos a un autor, es tener mucho material para disfrutar de él”. Dijo que sin duda Galdós representa la novela de finales del siglo XIX, representa ese extraordinario cambio literario generacional que representa la entrada, la ilusión del Realismo en la novela, desde luego, esencial”.  De sus datos biográficos compartió, además, que “Galdós nace en Las Palmas de Gran Canaria –vamos a decir que para España es un territorio periférico y mucho más en la época de Galdós–, en 1843, en el seno de una familia humilde, pero que vivía razonablemente bien, con muchos hermanos. Es un niño que recibe una educación básica, pero es un niño inquieto, sensible al que le gusta la música, le gusta dibujar, le gusta pintar; y de repente, encontramos a Galdós trasladado a Madrid, a estudiar derecho, con dieciocho años. Imagínese lo que supone para este joven encontrarse de repente con la gran urbe, la transformación en todos los sentidos que suponía Madrid, en la mitad del siglo XIX, la transformación social, urbanística, política y de las ideas”. Dijo que “todo eso que él captó, con esa extrema sensibilidad con la que él venía, por su personalidad, por su carácter, se refleja en su novela”.

Señaló que “en Galdós hay dos hitos interesantes que son: primero el descubrimiento de la gran urbe, de la variedad de caracteres de personalidades, de tipos sociales que se pueden encontrar en cualquier sitio, pero en la urbe capital de España en plena transformación, como lo era Madrid en ese momento, tiene la materia prima indiscutible.  El segundo hito es esa dedicación al periodismo: creo que la vida a pie de calle, el acercarse a la realidad, el conocer a la gente de tú a tú, el conocer cómo habla la gente, la gente de todos los niveles, de todos los sectores sociales, de todos los tipos de educación, es fundamental para ese dominio del lenguaje que adquiere con el ejercicio respetuoso del periodismo”: Cuando uno respeta su propia herramienta de trabajo, enriquece extraordinariamente ese caudal, y Pérez Galdós, con eso, creo que aumentó la capacidad lingüística que él debía tener, probablemente por sus lecturas, por su formación, pero también en ese ejercicio cotidiano de la pluma”.  Expuso que “Galdós fue el traductor de Los papeles de Pickwick, de Dickens, que muchos hemos descubierto después de muchos años”. Dijo que “era un hombre de una cultura extraordinaria y, sin embargo, a veces, su figura se refleja en un hombre castizo, en el mal sentido de la palabra, como un hombre provinciano, de un ámbito muy restringido”. Destacó que cuando viajó por Europa conoció a la intelectualidad de su época, leyó las literaturas y que “sin duda, ese potencial cultural le sirvió también para abrirse mentalmente a todas las influencias de su época y lo centró en eso que es tan importante en la segunda mitad del siglo XIX: el Realismo en la novela”.

Rincón González consignó que “Galdós es universal, y si no queremos decir ‘universal’, vamos a decir que es uno de los grandes escritores en lengua española”: “A mí me gusta hablar no de literatura española –señaló–, no de literatura dominicana, no de literatura mexicana; me gusta hablar de literatura en español, porque si algo tenemos los que somos dueños del español como lengua materna es ser hablantes de una lengua internacional. Y si tenemos el gran lujo de poder decir desde España que García Márquez, Juan Bosch, Vargas Llosa, Jorge Luis Borges, Juan Rulfo, son escritores en lengua española, ¿por qué un lector dominicano, un lector americano, no va a atesorar a Galdós como uno de los grandes escritores de la literatura en español?”. 

Emilia Pereyra 

En la exposición de sus criterios, durante el diálogo, Emilia Pereyra puntualizó que sobre Galdós hay que decir tantas cosas, “sobre todo para mí que me resulta un personaje y un autor tan importante por lo que representa para la literatura, pero también para el periodismo”. Dijo que “hay que recordar que Benito Pérez Galdós es un autor de quien nos comenzaron a hablar en la escuela, en los primeros años de nuestra formación, pues también fue un gran periodista y tuvo un ejercicio prolongado de unos diez años escribiendo crónicas sobre las cortes y haciendo otros tipos de trabajos, como críticas –incluso sobre arte–, y yo creo que fue, justamente, este ejercicio lo que lo fue preparando para luego emprender la gran tarea de escribir novelas realistas y novelas históricas que es un campo fascinante no solamente para mí, sino también para otros autores”.  “Realmente Galdós se sumergió en la vida para entender la vida, pero también para convertirla en material literario, que él lo entendió perfectamente”: “Fíjate que en el discurso que él pronuncia para ingresar a la Real Academia Española, él deja muy clara esa mirada, lo que es el Realismo y la novela, y dice en ese discurso algo así: “Imagen de la vida es la novela, y el arte de componerla estriba en reproducir caracteres humanos, las pasiones, las debilidades, lo grande y lo pequeño, las almas y las fisonomías, todo lo espiritual y lo físico, que nos constituye y nos rodea; y el lenguaje, que es la marca de la raza; y las viviendas, que son signos de familia; y la vestidura, que diseña los últimos trazos internos de la personalidad, todo esto sin olvidar que debe existir perfecto fiel de balanza entre la exactitud y la belleza”. 

Expuso con brillantez Emilia Pereyra que “este autor reproduce en este discurso su visión, su particularísima mirada sobre lo que es la escritura de novela, cada detalle”. Dijo que “así lo reflejó, en todas esas formidables novelas que escribió”. Pereyra expresó que “ese conocimiento de la dinámica, de la política, de las coberturas de los acontecimientos se iban sucediendo o el que le tocaba hacer, luego se reflejan también en todas esas discusiones y confrontaciones que aparecen en sus novelas y en los mismos Episodios nacionales”.

Expresó que Galdós “no solamente fue un conocedor de la cultura, de la vida en la capital española, porque viajó por toda España, incluso, y viajó, no en primera clase, viajó en tercera clase justamente para entrar en relación con ese tipo de público que quería reflejar”. Expresó, además, que Galdós conoció otras literaturas: podía leer en francés, en inglés, y conoció la literatura francesa de su época e, incluso, fue un gran lector de grandes autores como Balzac, Dickens y Flaubert. Expresó que “quizás muchas personas de estas últimas generaciones no se dan cuenta del valor extraordinario que tiene Galdós para la cultura española, pero también para los hablantes de todo el mundo, para la literatura en sentido general, porque es una figura que se puede parangonar con otras, como Balzac, que es un escritor francés de gran repercusión”.

 

   Según Emilia Pereyra, hay algo que hay que destacar de Galdós y es su extraordinaria disciplina que tenía este hombre

—Fíjate, Emilia –dijo María José-, déjame darte el dato, que lo tengo aquí anotado porque hay que leerlo para creerlo: Galdós escribió 77 obras de ficción, 46 episodios nacionales y 31 novelas.

—Emilia Pereyra: Eso es insólito. Sin hablar de las obras de teatro, que son varias, María José.

—María José: Sin hablar de las obras de teatro ni de las crónicas periodísticas.

—Emilia Pereyra: Era tan fecundo que es inconcebible que pueda haberlo sido, pero realmente él lo logró a base de disciplina y talento, porque tenía una capacidad extraordinaria para que las palabras le fluyeran. Le fluían constantemente.

—María José: Sí. De hecho, le permitió vivir de la escritura.

—Emilia Pereyra: Claro, en una época en que no todo el mundo podía hacerlo. Y hay que decir que, a pesar de esa gran producción, muy valorada en sentido general, tiene obras que se consideran maestras, y a pesar de todo eso no le concedieron el Premio Nobel, porque surgen tipos de cuestionamientos en ciertas generaciones y, sin embargo, son las siguientes generaciones las que valoran de una manera serena y pueden sopesar la trascendencia de su obra. Fíjate que en este centenario se han hecho una serie de eventos en torno a la obra de Galdós para resaltar su importancia como autor fundamental de España y para la cultura hispanoamericana y yo creo que ya la figura de Galdós se ha valorado en su justa medida. Y muchísimos escritores que tienen mucho crédito en nuestro ámbito literario han expresado su satisfacción, su celebración en torno a la obra de Benito Pérez Galdós. Lo ha hecho, por ejemplo, Mario Vargas Llosa. Se han publicado biografías, se han dictado conferencias para celebrar la obra de Galdós y se ha estado promoviendo: “Creo que ha llegado el momento en que realmente la figura de Benito Pérez Galdós brilla como nunca, aunque hay que decir que en muchos momentos de la vida literaria, él ha sido valorado debidamente por críticos importantísimos, por lectores, ha sido también leído en las escuelas, ha sido analizado, ha sido valorado, yo creo que forma parte de la Marca España también a esta altura del juego”.

 

Preguntas y respuestas

—María José: Nos pregunta Gabriela Read que, ante una obra tan prolífica, y tú que lo digas, Gabriela, ¿por dónde podemos comenzar a leer a Galdós? Fortunata y Jacinta, mi novela favorita de Galdós. Galdós tiene 8000 personajes (alguien se atrevió a contar los personajes de Galdós). Su obra es un microcosmos, y dentro de su obra Fortunata y Jacinta es un microcosmos extraordinario en el que están reflejados todos los caracteres, todas las pasiones, todos los momentos diferentes de sentimientos, de pensamientos y reflexiones de la vida del hombre. Por eso es tan universal Galdós. Pero si nos gusta mucho la historia tenemos esa extraordinaria serie que son los Episodios nacionales. ¿Tú por dónde empezarías, Emilia?

—Emilia: Bueno, tú sabes mi preferencia por la novela histórica, pero te voy a conceder toda la razón, cuando hablas de Fortunata y Jacinta creo que es una buena novela para introducirse en el cosmos creativo de Galdós y también hay que decir que su primera novela es La Fontana de Oro, que es una novela inicial, luego él va a seguir avanzando y dando muestra de su progreso como novelista, pero creo que sí que a Galdós hay que comenzar a leerlo por Fortunata y Jacinta. Él logró algo que no es tan fácil de conseguir cuando se escribe: conjugar en la memoria histórica, la memoria particular y la memoria emocional que es la que realmente la que enriquece los caracteres, María José. Es decir, un escritor que se precie de trabajar esos personajes a fondo. Y para trabajar la historia emocional el autor tiene que sumergirse en toda esa emocionalidad colectiva y en la suya propia que está viviendo en ese entorno y, entonces es lo que puede dotar de profundidad. A mí me parece esto un aspecto fascinante de la obra de cualquier autor, pero en Galdós se puede percibir muy bien, tú notas la profundidad que tienen sus personajes, la profundidad emocional, la profundidad de sus caracteres, son muy particulares y eso demanda un trabajo de orfebrería profunda para lograr completar esos perfiles de una manera total que puedan enlazar y conquistar al lector. Cuando tú lees un texto de Galdós puedes apreciar que se ha deslizado sin cortapisas esa fluidez, ese trazo elegante, socarrón que va enriqueciendo, va pespunteando el texto y me parece que eso es extraordinario.

María José expresó que “la lectura tiene la capacidad de abrir puertas, de abrir ventanas, mirar hacia otros mundos, de alejarnos un poco de nuestra realidad, pero también de hacer como hizo Galdós, acercarlo profundamente a nuestra realidad en el ánimo de comprenderlo –a veces nos alejamos irónicamente–, como él y como Cervantes, siempre con ternura, porque hay que ser felices también, la lectura nos debe ayudar a ser felices. Yo quiero terminar –agregó– con una cita del propio Galdós en una entrevista que él dio ya cerca del final de su vida, me parece de una grandeza extraordinaria, él sabía que era un autor de éxito entre sus lectores, pero también él sabía que era un autor a veces menospreciado por autores coetáneos, pero él lo dijo así, Emilia, era un grande sin duda: «Yo imagino, sin embargo, un tiempo en que cambiarán de parecer los que hoy empiezan a verme como un viejo maniático, obstinado en tomar en serio las luchas del siglo XIX y en ver por todas partes supervivencias del Absolutismo. Es eso que llamamos posteridad y tiene la virtud de sumar el juicio de varias generaciones sobre lo que valga la pena de ser leído, cuando mi estilo y el de todos no valgan por la sorpresa de la novedad, sino por otras cualidades más permanentes».  

Luce López-Baralt: Luz sobre Luz

Palabras preliminares

 

Esto creo no lo acabará de comprender

el que no lo hubiere experimentado.

(San Juan de la Cruz)

 

El místico se debate “entre la imposibilidad de decir y la imposibilidad de no decir” y admito que en esta coyuntura de mi vida he terminado por cerrar filas con las palabras lapidarias de José Ángel Valente. Como estudiosa he acompañado a lo largo de muchos años la expresión literaria de los místicos más diversos, desde san Juan de la Cruz hasta Ernesto Cardenal, desde Abu I-Hasan al Nuri de Bagdad a Seyyed Hossein Nasr, sintiendo que de alguna manera muy secreta expresaban mis propias vivencias místicas. Conozco de primera mano la desesperación artística del místico, que se siente abrumado por la naturaleza ininteligible del éxtasis que lo avasalla, del Misterio que lo excede. El lenguaje es insuficiente, como afirmaba mi antiguo amigo Jorge Guillén, para expresar el instante en cúspide en que el ser humano percibe, en un estado alterado de conciencia y más allá de las coordenadas de la razón, de los sentidos, del lenguaje y del espacio-tiempo, la unidad participante con el Amor infinito. “Solo el que pasa por ello lo sabrá sentir, mas no decir”, gemía san Juan de la Cruz en el Prólogo a la Subida del Monte Carmelo, sabiendo bien que era mejor reverenciar su experiencia con el silencio. Pero no era solo la condición supraverbal de la vivencia fruitiva de Dios lo que detuvo por años mi pluma, sino la indefensión emocional que sentía ante la magnitud de lo acontecido.

¿Cómo encomendar a un puñado de signos verbales desvalidos un Misterio que me sobrepasa? Estos poemillas, a quienes encomiendo la tarea sobrehumana de balbucir algo de la experiencia mística, suelen ser muy breves –es casi como si se avergonzaran de intentar celebrar una vivencia que quedó al margen de ellos-. Pese a su brevedad, cargan sobre sí tanto las tradiciones poéticas centenarias como las contemporáneas, que he saqueado sin pena para darle forma a mi propio canto.

Es imposible articular con palabras el fogonazo súbito en el que comprendí la urdimbre secreta del Amor que subyace al universo. El Amor último al cual estamos todos convocados. La experiencia abisal sencillamente detonó los versos, y con ellos cinceló un mundo verbal ajeno ya al éxtasis, pero, eso sí, hijo del éxtasis. Confío en que los versos conserven al menos algo del aroma del espacio trascendido que hollé un día. Nada espero de ellos, los sé vulnerables y frágiles, pero cuando se me forzaron, tuve que darles paso. Había llegado el momento, ciertamente atemorizante, de cantar lo vivido.

Querría advertir, por último, que la experiencia de unión con el Todo que aquí se celebra no es exclusiva de los santos medievales ni de los monjes reclusos. Es una gracia arbitraria de Dios propia de todas las épocas y de todas las persuasiones religiosas (y aun de agnósticos al margen de la fe eclesial estructurada) que Ernesto Cardenal me ayudó a asumir hace muchos años para consolar mi asombro: “…las experiencias místicas las pueden tener aun los que no son santos. Son caprichos de Dios, y las da a quien quiere, no porque se merezcan. Hay quienes piensan que puede darlas a los más débiles para ayudarles, porque personas más fuertes no las necesitan” (carta desde Managua, 1984). Andando el tiempo, el poeta reiteraría su alta lección espiritual en el Telescopio en la noche oscura, cuando siente que Dios le susurra:

 

No te escogí porque fueras santo

o con madera de futuro santo

santos he tenido demasiados

te escogí para variar.

 

Nadie –y yo menos que nadie- merece una gracia tan alta, pero aún recuerdo –tutta tremante– cómo fue probar un sorbo de cielo.

Aclarados estos extremos, vuelvo a las palabras de Valente: el místico se debate “entre la imposibilidad de decir y la imposibilidad de no decir”. Y he aquí que se me hizo imposible callar.

 

LUCE LÓPEZ-BARALT

 

LUZ SOBRE LUZ

(Fragmento)

En la interior bodega de mi Amado bebí

un vino que me embriagó

desde antes de la creación de la viña

(San Juan de la Cruz/Ibn al-Farid/Juan Goytisolo)

Con al-Shushtari

Quien gusta el vino que yo bebí

aunque no tenga palabras

se debe al canto.

Con Ernesto Cardenal

Aquel día bebí un sorbo de cielo

-ya sé a lo que sabe el cielo-.

¿Cómo será cuando apure la copa llena?

 

Acerqué a mis labios

un elixir de rubíes

encendido en fuego,

fermentado sin uvas

y vendimiado sin tiempo.

 

Bajo aquel dosel imposible

de púrpura aterciopelada

entoné un himno al silencio.

 

 

Te abracé abisalmente

sin brazos,

el beso fue tan hondo

que me volví beso:

te amé con Tu propio amor.

 

El diamante irisado de mi alma

refractó hasta el último de Tus secretos:

no sé cómo he vivido para contarlo.

El misterio del Amor

cuando se enciende en Luz:

me convierte en un mosaico encendido

que flota sobre la Nada.

La inmensa cítara de la noche

pulsa su música callada

con tenue hilo de estrella:

 

Tu amor me dejó

loca de melodía.

 

Logré escuchar las estrellas sonoras

de paraísos perdidos

cuando me arrebataste al sonido de los colores.

¡Qué maravilla! ¡Un jardín entre llamas!

(Ibn ‘Arabi de Murcia)

 

Ay, Amor,

te dije de mi huerto encendido

¿cómo decirte ahora

de mi huerto incendiado?

Ay, Amor.

Dieu d’Abraham. Dieu d’Isaac, Dieu de Jacob,

non Dieu des philosoohes et des savants,

Certitud, Certitude, Sentiment, Joix, Paix.

(Blaise Pascal)

La fragancia del sol,

el águila sideral,

la rosa infinita,

el claro lirio de la aurora,

la danza de los astros,

el séptimo castillo de la luz:

 

la belleza Te evoca

pero no te contiene.

Doy fe

porque Te he visto.

Plantamos un huerto en las esferas:

de los surcos encendidos brotaron

el sol y la luna

y juntos hicimos

una vendimia de estrellas.

Desaparecen el invocante

y el invocado:

llegué a Tus brazos.

Me vestiste de Ti mismo

para poderme amar,

pero me quedaba grande el vestido.

 

Entonces lo ajustaste compasivamente

a mi medida

que en un abrir y cerrar de ojos

fue sin medida.

Era Tu perla escondida:

cuando me miraste al fin

me fundí de pudor en Tus brazos.

Me diluí en Tu esencia

con la mansedumbre de un astro apagado.

Si Te buscan,

encontrarán mi huella.

 

Con Federico García Lorca

A la vera del agua

sin que nadie la viera

se cumplió mi esperanza.

Bebí de la fuente

que mana agua de estrellas

hasta que me convertí en lucero.

 

 

 

 

Con Angelus Silesius

Me amaste con tal ímpetu

que retrocedieron, avasallados,

los serafines;

los querubines enmudecieron,

inútil ya su canto:

en medio de la nada

la senda llameante de nuestra mirada.

 

Otra manera de arrobamiento hay, (…)

que parece es arrebatado el espíritu con

una velocidad que pone harto temor

(Santa Teresa de Jesús)

Soy el que se detiene en la confluencia

de los mares, (…) el que sacia su sed en

la fuente de las fuentes.

(Abd al-Karim al-Yili)

 

¡Soy la luna llena que asciende!

Detengo la confluencia de los mares,

Incendio todos los perfumes,

Traspongo el Loto del Término,

Descubro más allá de la aurora

El destello de las esmeraldas

Y llego a la tierra verde del Misterio

En donde me aguardas.

 

Los horizontes quedaron libres

de soles y de ocasos,

las estrellas danzaban sin órbita,

la luna roja perdía su aureola,

se anegaban los ecolapsaban las horas:

¡la hebra de mi ser

entre Tus manos infinitas!

Iba nocturna por las islas umbrías

y, repente,spacios,

 

LA LUZ

 

y el infinito reino del día.

Entro en la alfaguara plateada.

El cristal de su azogue vivo

es luz de estrella increada.

Anegada en el círculo centelleante

accedo al vértigo

y a la oblación gozosa:

yo misma soy la alfaguara.

Al hacerme tuya

me inscribiste en tu delicada geometría de luz,

cincelaste estrellas con diamantes,

alternaste las perlas con la espuma,

el nácar con el rocío,

la escarcha con los jazmines

hasta que resplandecí

como el sol

refractado en los mil cristales

de un mar en calma,

o como la luna

cuando arranca luceros

a un campo nevado.

 

Heme aquí,

tu gozosa taracea de luz:

Tu espejo.

Aspiré a ser Tu espejo

pero me convertiste

en Tu propio rostro.

 

Con Moché de León

Soy un palacio sin tiempo

mis cúpulas de cristal sobrepasan el cenit,

el Oriente confluye con el Occidente

en las moradas infinitas de mi medina de luz.

Mi palacio no tiene forma ni imagen:

solo lo habitas Tú.

Con Clara Janés

y Vicente Aleixandre

 

Colapsan los hexágonos,

los triángulos y los tréboles,

los jazmines y los émbolos,

los números transfinitos,

los milenios y las eras

mientras Tu beso se prolonga

como el choque imposible de las estrellas. 

 

Más lejos que Aldebarán

y más cerca que mi vena yugular.

Con fray Luis de León

Luz no usada

aire sereno

y música extremada.

Con san Juan de la Cruz

Y la caballería

a vista de las aguas

ascendía

volaba

que

creía

hasta que comprendí

que

me

abismaba

 

Recibí

la Alta Noticia

como si viniera de muy lejos:

enseguida supe

que nacía de mi propio centro.

 

(Luce López-Baralt, Luz sobre Luz, Madrid, Editorial Trotta, 2014, pp. 13-47).

 

Luz sobre Luz: desde la teología a la iluminación poética de Luce López Baralt

Por Luis Quezada Pérez

PRESENTACIÓN: EL APERITIVO

Todavía no salgo de mi asombro. Hace tiempo que no entraba dentro de un corpus poético que me desafiara tanto. Desde mi ámbito filosófico-teológico, me ha deslumbrado este libro que me llegó a través del Dr. Bruno Rosario Candelier, con la finalidad de que hiciera un estudio a la luz de la teología a esta poesía de la conocida y laureada escritora puertorriqueña Luce López Baralt.

Tengo que señalar de entrada, que a la distinguida poeta López Baralt la he tratado personalmente una sola vez, en el marco de una conferencia de la Feria Regional del Libro, donde un servidor presentó una ponencia.

Agradezco al Dr. Bruno Rosario Candelier el brindarme la oportunidad de sentirme desafiado desde la poesía de Luce López Baralt a producir algunas reflexiones teológicas en torno a la misma. Es una feliz coincidencia que el manuscrito de esta obra que voy a comentar, me fue entregado por el Dr. Bruno Rosario Candelier en septiembre de 2020, mes dedicado a la Biblia y en un año tan especial marcado por la pandemia del COVID 19.

Tengo que confesar de entrada que he quedado absorto ante la sublimidad mística de esta obra, LUZ SOBRE LUZ, que me honro en comentar desde un registro teológico. Debo reconocer que con la lectura de esta obra de López Baralt he degustado un gran banquete. Por eso, esta breve presentación la he denominado Aperitivo, para abrir el apetito a los lectores que junto a un servidor se embarquen en sumergirse en las profundidades de la poesía mística de esta mujer, que llena de orgullo el alma puertorriqueña, caribeña, latinoamericana y a toda la geografía universal de habla hispana.

Es mi primer contacto con la obra poética de Luce López Baralt. Estoy convencido que no será la última. Este BANQUETE sobre la poesía mística de López Baralt, lo he organizado de la siguiente manera:

  1. Plato de Entrada: Cántico de las Luces
  2. Cinco Platos Fuertes:
  3. Luz sobre Luz
  4. En la cima del éxtasis
  5. Muy allá de la música-poesía

muy atrás de los cantos sin palabras

  1. Los raptores de lo inefable
  2. Heu! Recidere in mea compellor
  • El Postre: Coda final

Disfrutemos pues, de este hermoso banquete de su poesía mística.

 

INTRODUCCIÓN: Para comprender el planteamiento

Cuando el teólogo se acerca a una poeta, que además de poeta es mística, lo hace con temor y temblor. Lo primero que hace es que se descalza, porque ante la poesía mística, está pisando terreno sagrado.

La poesía trabaja siempre con “la loca de la casa”; la mística traduce la experiencia amorosa de haberse encontrado con el Misterio, dimensión profunda de sentido de la existencia y de toda la creación. El teólogo, aunque trabaja con el LOGOS, sabe muy bien que su logos se maneja mejor con el corazón que con la razón, pues busca acercarse al logos-de-Dios, que es sencillamente AMOR. De ahí que el gran teólogo peruano Gustavo Gutiérrez, padre de la teología de la liberación, defina la teología como “una carta de amor”.

Confieso que he temido al acercarme a la poesía mística de esa gran mujer latinoamericana, orgullo de las letras hispánicas, Luce López-Baralt.

Mi temor reside en que mi teología no sea un aliento que opaque la belleza de sus imágenes lírico-místicas. Por eso, ante el aliento teológico que puedan reflejar mis reflexiones, siempre estaré pasando el paño para lustrar en su luminosidad natural la belleza exquisita de este riquísimo y profundo poemario.

Pienso que LUZ SOBRE LUZ emerge como un verdadero Canto al Misterio, que solamente una persona que aúne en su ser la dimensión poética y la dimensión mística, es capaz de lograr. Y Luce López-Baralt posee en demasía ambas dimensiones.

Mi humilde trabajo consistirá en muchos casos en glosar su belleza lírica y su profundidad mística; en otros casos, hilvanar la lógica estética que ella ha diseñado para hacernos esta entrega tan exquisita; y sacarle filum teológico a una poesía cargada de mística, o a una mística magistralmente expresada en un hermoso lirismo.

LUZ SOBRE LUZ es una obra septenaria, y como toda construcción septenaria, apunta a la perfección, a la plenitud. Entreveo la siguiente lógica en su septenarismo: El CÁNTICO DE LAS LUCES nos lleva al encuentro de la LUZ SOBRE LUZ, haciéndonos vivir EN LA CIMA DEL ÉXTASIS, donde nos situamos MUY ALLÁ DE LA MÚSICA-POESÍA Y MUY ATRÁS DE LOS CANTOS SIN PALABRAS, convirtiéndonos en LOS RAPTORES DE LO INAFABLE, que desde nuestra pequeñez nos hace sentir la sensación limitada del AY! TENER QUE REPLEGARME UNA VEZ MÁS DENTRO DE MÍ MISMO, para terminar como un cometa luminoso, con una CODA FINAL, es decir, una cola terminal que sintetice el recorrido realizado.

Para que los lectores se ubiquen en lo que estoy planteando, muestro a continuación la siguiente tabla que grafica la estructura de este grandioso poemario:

Bloques Título de cada bloque Poemas que lo forman
I Cántico de las luces Un solo Canto
II LUZ SOBRE LUZ 7
III En la cima del éxtasis 34
IV Muy allá de la música-poesía

muy atrás de los cantos sin palabras

22
V Los raptores de lo inefable 20
VI Heu! Recidere in mea compellor! 10
VII Coda final 5

 

  1. PLATO DE ENTRADA 

Cántico de las luces: el caldo caliente

Una frase de Ibn´Arabi encabeza esta entrada: “Mi corazón es capaz de asumir cualquier forma”. Una actitud abierta, ecuménica, acogedora, inclusiva, inicia este “Cántico de las luces”, que constituye una verdadero canto a la creación.

Todo inicia con un ascenso: “Asciendo” para un teólogo tiene una resonancia de plenitud. Por la resurrección, Jesús ascendió de categoría y ahora no es el siervo Jesús sino el Señor Jesús.

Las religiones orientales, ven el devenir de la vida como un “asciendo”, hasta llegar a la perfección y plenitud total.

“Asciendo por escalas de plata”, dice la autora. Este verso me recuerda la “escalera de Jacob” (Génesis 28, 10-22). A este texto, los exégetas lo llaman la epifanía de la bendición”: “Por ti y por tu descendencia todos los pueblos del mundo serán benditos” (Gen.28, 14).

En ese camino de ascenso, “los horizontes se abolen, estallan las palabras”.

Todo desciende como “cascada”, como “torrente”, “me anego”, es decir, me sumerjo en un “abismo de estrellas”.

 

 “¿Quién me ha amado tan adentro?”, se pregunta Luce López Baralt en su hermoso poema iniciático “Cántico de las luces”, con que ella da inicio a su prodigiosa obra LUZ SOBRE LUZ, verdadero monumento místico, donde sobreabunda una poesía sapiencial poco común en estos tiempos. ¿Quién me ha amado tan adentro?, pregunta ella. Pues aquel que está en nosotros más adentro que nosotros mismos, le respondo. Como expresara genialmente San Agustín: “Deo intimo, intimo meo”. Dios está más dentro de mi que yo mismo. Dios es la ultimidad más última de mi intimidad e interioridad. En esa ultimidad de mi intimidad, como hermosamente expresa López Baralt, “los horizontes se abolen, estallan las palabras”. Y “estallan las palabras” porque ya “no hay orilla”. Entramos en aquello que la poeta denomina “nuestro lecho encendido”, donde solamente existe “luz sobre luz”, verso que da título a toda la obra y al primer texto de los cinco que componen lo que yo llamo “plato fuerte”.

El lenguaje balbuciente de su lirismo logra expresar con las mejores imágenes, aquello que ella percibe en su intimidad más última que la trasciende: “asciendo…cascada…torrente…me anego…latido…entro…comprendo…certeza…nupcias…cántico…no hay orilla…la palabra estalla…he llegado…donde me aguardabas…no te vayas…Simurg inacabable…trasciendo…la infinita luz del día…?quién me ha amado tan adentro?…psalle et sile…Dieu d’Abraham Dieu de Isaac Dieu de Jacob…luz sobre luz…las esferas danzan…nuestro lecho encendido…no te ausentes…estuve…lo supe…lo sé para siempre. Este cántico de singular belleza y exquisito lirismo místico, nos sumerge en una tradición de cánticos hermosos, que superan toda comparación. Iniciando por el Cantar de los Cantares, cuando la poeta dice:

 

Nupcias nupcias nupcias

Cuerpo es alma

Y todo es boda

Cántico cántico cántico

 

Del Cantar pasamos al místico San Juan de la Cruz, patrono de los poetas, cuando la poeta expresa:

entréme donde yo supe

y quedéme sabiendo

toda ciencia trascendiendo

 

De ahí la poeta nos transporta al místico mundo oriental:

Mi corazón es capaz de asumir cualquier forma (Ibn’Arabi)

 

zohar zohar zohar

me enciendo me enciendo me enciendo

me incendio me incendio me incendio

 

Subhani subhani subhani

Ana l-Haqq al-Haqq al-Haqq

‘Ayn al-qalbi al-qalbi al-qalbi

 

Y no podía faltar el hermano universal, el poverello de Asís:

fratello sole

sorella luna

Deus meus et Omnia

et Omnia et omnia

 

De ahí nos recuerda a Calderón de la Barca

Psalle et sile

Sile et psalle

 

Hasta llegar a la noche luminosa vivida por la razón y el corazón de Pascal:

Dieu d’Abraham Dieu de Isaac Dieu de Jacob

FEU

Para concluir con una luminosidad incandescente:

luz sobre luz…

las esferas danzan…

y la rosa es sin por qué…

¡Nuestro lecho encendido!…

no te ausentes…

estuve…

lo supe…

lo sé para siempre.

La luminosidad es tan intensa, que la poeta la denomina “abismo de estrellas!”

Sus versos traslucen aquel lirismo luminoso experimentado por Pascal que lo llevó a descubrir que “el corazón tiene razones que la razón no conoce”:

 

Latido latido latido

diástole

sístole

diástole

sístole

sístole

diástole

 

La poeta ha llegado al latir mismo de la ultimidad de la intimidad:

Sístole / diástole

Yin / yang

Zahir / batin

Psalle et sile

 

Y paradójicamente, al llegar al fondo abismal, asciende hacia lo infinito:

Águila sideral

Alondra de espuma

Quetzal de la nada

¡Simurg inacabable!

Comprendo…

Trasciendo…

¡la infinita luz del día!

 

Puedo resultar empalagoso si sigo glosando un cántico que parodiando una obra de Mons. Fulton Sheen, solamente podríamos decir: ¡Este poema merece vivirse!

 

  1. CINCO PLATOS FUERTES
  1. LUZ SOBRE LUZ

Un trozo de la cita del Corán (Cap.34, verso 35) conocida como “Sura de la Luz”, inicia este bloque:

 

Luz sobre luz:

Dios guía a su Luz a quien Él quiere”.

Esta sura nos indica que es una iniciativa de Dios el que podamos acceder por pura gratuidad a su Luz. Esa luz es tan sabrosa, que podemos degustarla como el mejor vino, cuya embriaguez nos hace cantar de alegría y gozo:

Quien gusta el vino que yo bebí

aunque no tenga palabras

                        se debe al canto

 

Y continúa la autora haciendo énfasis en la embriaguez: 

El vino que bebí

fue un licor imposible

que me embriagó

antes de la creación de la viña.

 

Cantar y embriagarse son en la tradición mística, dos expresiones del alma que experimentan todos aquellos que se han acercado al Misterio. Pero la poeta subraya, que aquello que más experimenta el místico es la sensación de luminosidad:

 

Acerqué a mis labios

un elixir de Luz

 

Pero esas sensaciones de canto, embriaguez y luminosidad se viven desde tierra extraña, donde nos rodea el sufrimiento, el dolor, la angustia. Eso hace a la autora referirse de alguna manera al drama que vivió el pueblo hebreo en el exilio a Babilonia, según lo recoge el hermoso salmo 137, al cual hace alusión:

 

¿Cómo entonar en tierra extraña

Los cánticos de Yahvé?

                        ¿y cómo dejar de entonarlos?

 

Ni el sufrimiento, ni el dolor, ni la angustia, ni la muerte, pueden impedir que cantemos y nos alegremos. Es que esa luminosidad que vive el místico es pura amorosidad:

entonces logré escuchar

lo que mi Amado me susurraba

            tan de cerca

 

Eso lo lleva a cantar todo, pues al encontrarse con el Todo, hasta la nada se convierte en canto:

Supe bien del Todo

y por eso canto la Nada.

 

Hay pues una lógica poética en este primer plato fuerte: La luz que recibo gratuitamente, me hace cantar y embriagarme, pues ese elixir de luz es tan fuerte, que me hace cantar hasta en tierra extraña, porque siente a su Amado susurrándole de cerca, que ese Todo me hace cantar hasta la Nada.

 

  1. En la cima del éxtasis

El éxtasis es el orgasmo de los místicos. Llegar a la cima del éxtasis es llegar al delirium de la contemplación, de la experiencia de Dios. Ante vuelos místicos tan altos de Luce López Baralt, la teología lo único que puede hacer es glosar sus versos, sin mancillar la belleza poética que los trasciende.

 

Este segundo plato fuerte nos invita a ASCENDER:

…y la caballería

a vista de las aguas

de súbito con alas

            ascendía

 

Acercarse al manantial de la vida, a la fuente del amor, es convertirse en El mismo, en su imagen y semejanza:

Bebí de la fuente

que mana agua de estrellas

         hasta que me convertí en lucero

 

La poeta reconoce nuestra fragilidad, debilidad, poquedad, pero a la vez descubre la grandeza que albergamos, que nos hace recordar aquello de San Pablo: “Cuando soy débil, entonces es que soy fuerte”, pues llevamos un tesoro en vasijas de barro:

 

Dentro de este mísero cuerpo de arcilla

giran todas las esferas del universo

Los vuelos místicos de la poeta son tan altos, profundos y abismales, que descubre a través de su lírica aquello que decía San Agustín: “La medida del amor es el amor sin medida”:

 

Me vestiste de Ti mismo

para poderme amar,

pero me quedaba grande el vestido

Entonces lo ajustaste compasivamente

a mi medida

que en un abrir y cerrar de ojos

          fue sin medida

 

El místico, una de los grandes descubrimientos que percibe en su experiencia de Dios, es que acercarnos a Dios es identificarnos a Él, no como su espejo que lo refleja, sino como su rostro que nos identifica:

 

Aspiré a ser Tu espejo

pero he aquí que me convertiste

   en tu propio rostro

 

El místico siente la cercanía, la proximidad, la intimidad. Más que trascendencia e inmanencia, lo que vive es la transparencia:

 

Más lejos que Aldebarán

y más cerca que mi propia vena yugular

 

Ante el amor tan grande que recibe el contemplativo de la Fuente, hace que ya no sea posible invocar a ninguna creatura, por grande o sublime que sea:

 

Me amaste con tal ímpetu,

que retrocedieron, avasallados,

los serafines

los querubines, enmudecieron,

inútil ya su canto

¿por qué he de invocarlos ahora?           

Todo desaparece, pues llegué a El:

Desaparece el invocante

y el invocado:

llegué a Tus brazos

 

La poeta percibe que el místico ha llegado al manantial de la existencia, al Misterio:

 

y llego a la tierra verde del Misterio

en donde me aguardas

 

Y al llegar, descubre algo maravilloso:

¡la dicha de ser infinito!

yo misma soy la alfaguara

 

Y aquí reaparece la experiencia misma del Cantar de los Cantares:

 

Tu beso se prolonga

como el choque imposible de las estrellas

Hasta culminar con una expresión feliz:

Cuando me besó el Todo

cesó todo

Hasta el asombro cesa:

Cuando estoy en Tus manos asombrosas

lo más asombroso

             es que ya no hay asombro

 

La poeta vive el éxtasis como “torbellino de luz y alegría” y no se percata de su pequeñez al estar junto a El:

 

Que no se me ocurrió considerar

que no lo merecía

La poeta mística percibe que nada de lo que existe, por sublime que parezca, se puede asemejar a Él, a quien ha visto:

La fragancia del sol

los témpanos azules

el águila sideral

los levantes del aurora

la danza de los astros

la música callada

no eres así

                  lo sé

                  porque Te he visto                  

Esa relación amorosa que establece el místico con el Misterio nos convierte en su reflejo:

Al hacerme tuya

me inscribiste en tu delicada geometría de luz

Heme aquí:

tu gozosa taracea de luz

                  Tu espejo

El contemplativo se convierte “en un mosaico encendido” al experimentar:

El misterio del Amor

cuando estalla en Luz

Es tal el arrebato de placer, que le hace decir a la poeta con elocuente hondura:

Te abracé rotundamente

sin brazos

el beso fue tan hondo

que me volví beso:

te amé con Tu propio amor

 

La experiencia arrebatadora le hace decir “quedé libre del numeral tormento”, pues se da cuenta que “el Sol era yo” y puede afirmar con certeza: “se cumplió mi esperanza”, pues ya no hay distancia que le limite su desbordante alegría:

En un instante al blanco vivo

rompiste los 70,000 velos

que me separaban de Ti

¡perdonen mi alegría!

 

Y la poeta, con una intuición mística muy elevada, puede hacer un acto de fe y decirnos “lo que supe” cuando entré en contacto con El, pues trascendí el tiempo y el saber, al llegar a la plenitud sencilla del Amor:

 

Es más sencillo estar al margen del tiempo

                                  que estar inmerso en el tiempo

es más sencillo saberlo todo

                                  que no saber

es más sencillo ser el Amor

                                  que simplemente amar

El efecto de ceguera queda plasmado en unos versos que recogen la dialéctica opuesta entre la luz y las tinieblas:

Hay quien queda cegado

por las tinieblas

                  yo quedé cegada por la Luz

La mística te introduce en una gran verdad que nos envuelve con su simplicidad:

accedo a una extraña certeza:

la eternidad es sencilla

El místico se sabe pecador, limitado, imperfecto, a pesar de estar rozando con lo sublime, lo sagrado, lo perfecto y por eso siempre está suplicando aquel perdón que lo sana:

Una palabra tuya bastará para sanarme

           Y, en efecto, bastó

El místico se sabe que no es merecedor de tal cercanía amorosa que lo envuelve:

Nadie es capaz de merecer

tu abrazo inmarcesible

la caricia infinita de tus epifanías

Lo que si sabe el místico y lo refleja ella con su lírica es que la vida se vuelve tan alegre, que todo danza:

debajo de tus pies

el suelo baila

El místico entra en una dimensión que prácticamente trasciende el tiempo:

y pude medir lo eterno

            en un instante

 

Luce López-Baralt culmina este segundo plato fuerte con una luminosidad y alegría desbordante:

Danza incesante de epifanías:

así fue Tu amor

            quien lo probó lo sabe

 

  1. Muy allá de la música-poesía

muy atrás de los cantos sin palabras

 

La poeta ha intuido que llega un momento en el camino de la contemplación, donde todo sobra: el sonido, la palabra, el canto.

 

A Pascual bailón, el místico de la Eucaristía, lo único que se le ocurrió fue bailar, danzar.

Los novios cuando llegan al cenit de su encuentro amoroso, dejan de hablar, dejan de cantar, solamente se miran y acarician.

La Teología comienza con la Contemplación, que es un momento apofático; continúa con la comprensión-compromiso, que es un momento fáctico; y culmina con la Celebración, que también es un momento apofático.

 

Ante la contemplación, el SILENCIO.

Sobran los sonidos, sobran las palabras, sobran los cantos.

Porque el silencio es el sonido, el silencio es la palabra y el silencio es el canto.

 

La angustia de los místicos es no tener palabra, no tener sonido, no tener canto que pueda expresar lo contemplado. La poeta lo intuye desde el principio: 

Me lo diste Todo:

incluida la angustia

de no poder cantarlo

 

La Contemplación es una experiencia tan profunda y tan desbordante, que hace estallar todo, inclusive las palabras:

Nunca más habré de creer en las palabras:

cuando llegaron a Tu umbral

estallaron como vidrios rotos

 

Al contemplar, el lenguaje, aquello que sale del ser que es polvo-con-aliento, se esfuma, se hace ceniza:

Las palabras han muerto

y celebro con ellas

la feria de la ceniza

 

Inspirándose en aquel discurso métrico-ascético del gran Pedro Calderón de la Barca, se apaga el canto, se entona el silencio y sencillamente el místico canta y calla: 

Psalle et sile

canta y calla

Sille et psalle

calla y canta

entona el silencio

apaga el canto

entre el canto y el silencio

la música callada

 

La experiencia de Dios para el místico es tan fuerte, que encuentra dificultades para comunicarlo, porque se desvanecen las palabras:

Lo que me dijiste

no se lo puedo contar a nadie;

cuando me lo susurraste

las palabras colapsaron.

Incluso el escribir se convierte en un imposible para el místico traducir sus experiencias:

La pluma corría veloz sobre el papel

cuando llegó Tu amor

                         se quebró para siempre

 

También siente el místico que la palabra no logra decir lo que él experimenta: 

Me convertí

en el cálamo y la tinta

y aun así no logro cantarte

La poeta, con gran precisión teológica, califica de impostura el querer expresar con el papel, lo inefable que envuelve la experiencia mística:

Cometí una abominable herejía:

intenté anegar en tinta

el éxtasis, el vuelo y la epifanía.

Inspirada en Borges, la autora, en un arrebato de lirismo, logra plasmar aquello que dice el maestro:

Lejos de mí la tentación de nombrarlo,

porque detrás del nombre           

está lo que no se nombra                                       

 

Al casi finalizar este plato fuerte, la autora desgrana el suicidio de las palabras, pues ellas no son capaces de transmitir lo que experimenta el místico en su cercanía con el Misterio:

 

Según escribo

someto cada palabra que me diste

                  al exilio

 

Si tuviera palabras

enseñaría a cantar a los ruiseñores

 

las palabras huyen

pero desde mí

brota como agua oculta

            el canto sin palabras

 

Y concluye hermosamente:

Es cierto:

mis palabras se derritieron

al tocar Tu Luz 

pero no cambiaría esta afasia

por todos los versos del mundo 

  1. Los raptores de lo imposible

Luce López-Baralt, en este cuarto plato fuerte, nos invita a hacer un recorrido a través del tiempo. No he encontrado una mejor definición del místico que el título de este plato fuerte que ella nos sirve: “los raptores de lo imposible”. Los místicos raptan aquello que parece imposible: la insondable dimensión del Misterio, dimensión profunda de sentido de todo lo existente.

La poeta nos invita a entrar en ese mundo interior, un pozo profundo, manantial que no se seca, a través de un recorrido por aquellos grandes místicos de diferentes épocas, lugares y confesiones religiosas, que han sido “raptores de lo imposible”.

Ella nos empieza este plato fuerte con el Simurg de los persas, para que nos acompañe en un vuelo especial, donde los espacios siderales están dentro de nosotros mismos:

 

Águila sideral                        

Simurg de los persas

quetzal de la Nada

 

Volé con todas las aves de brillante pluma

el más alto de los vuelos:

el que se emprende

            hacia uno mismo

 

¿Quiénes nos acompañarán en “el más alto de los vuelos”?

Primer vuelo: Angelus Silesius

No sé lo que soy

pero sé bien

que no soy lo que sé

 

Segundo vuelo: Attar de Nishapur

Fuera de si, ´Attar de Nishapur glorificó a Dios,

Que le había otorgado el lenguaje de los pájaros:

 

fue entonces que enmudeció para siempre

 

Tercer vuelo: Ibn ´Arabi

Ibn ´Arabi decía

que las gacelas le mostraron el Sol

en la forma de estatuas de mármol

 

Cuarto vuelo: Machnún

Cuando Machnún se enduendó de Layla

adoptó un nombre anochecido: Machnún Layla.

 

Todos evocaban un misterio más alto

que los teólogos llaman el Unus Ambo

con erudición no exenta de afasia y de melancolía

 

           Como ellos, también yo he perdido mi nombre

 

Quinto vuelo: De nuevo Angelus Silesius

La rosa es sin por qué. Florece porque florece

un día florecí en la Rosa

            también sin por qué

 

Sexto vuelo: Abu al-Hasan

Alcanzó la ironía suprema del juego del Amor:

supo que él mismo era la tabla y la pluma

el amante y el Amado

 

Séptimo vuelo: Chuang Tzé

El que lo sabe, no lo dice

y el que lo dice, es porque no lo sabe

 

Y yo, que tan bien lo sé,

        ¿qué hago hablando?

Octavo vuelo: Chuang-Tzú

Para poder hablar,

                             quiso encontrar a alguien

que hubiese olvidado las palabras

 

              (lamento

                que me separen de él dos milenios)

 

Noveno vuelo: El Corán (Azora XXIV, 35)

El nicho de las luces

guarda un candil encendido

en un recipiente de cristal

 

si lo miras

te transformas en estrella

 

Décimo vuelo: Machnún, de nuevo

Entre dunas y fieras

al enamorado Machnún

accedió a la locura

 

fue, desde entonces,

la más alta cordura

 

Undécimo vuelo: Shiva y Shakti y La Sulamita

Shiva y Shakti hacen el amor

            eun jardín de jazmines

la Sulamita se acopla con su amado

            a par de los lirios

en una noche oscura

los amantes olvidan su cuidado

entre las azucenas

 

           sobre un lecho encendido de estrellas

Duodécimo vuelo: Santa Teresa

¡Cómo ardía la luz

en lo interior del sexto castillo!

Pero lo que me ocurrió en el séptimo

no es para ser contado

 

Décimo tercer vuelo: San Pablo

Si en el cuerpo

o fuera del cuerpo

no lo sé

ascendida

al tercer cielo

me atreví a increpar

el aturdimiento del apóstol

pero aquí ya no importa

 

Décimo cuarto vuelo: A Annemarie Schimmel

Los copos blancos

urdían extrañas mandalas

los témpanos azules

evocaban el tormento dantesco del frío

la aurora boreal

parpadeaba su cielo inventado

          hasta que descubrí que había ruiseñores

           cantando bajo la nieve

 

Décimo quinto vuelo: San Francisco de Asís

la Vía Láctea

el ave del Paraíso

la sangre del alma

las campanas de la iglesia escuchadas más allá de las estrellas 

              (no acertamos a decirlo)

 

Décimo sexto vuelo: Jorge Guillén

Sé bien de la geometría celeste:

 

Fui la circunferencia de un círculo

que estaba en todas partes

y su centro en ninguna

 

sé bien de la geometría celeste

 

Décimo séptimo vuelo: Machnún otra vez

noche luminosa

mediodía oscuro

 

Décimo octavo vuelo: Eggidio di Assisi

Vi a Dios tan de cerca

                        que perdí la fe

 

Décimo noveno vuelo: Dante, Ernesto Cardenal, Borges, Pascal

Los entendí a todos

Pero no explico

Ha sido un recorrido sublime, de un grupo selecto de “los raptores de lo inefable, cargados de luminosidad estelar, que enciende hasta los témpanos de hielo. Por eso, concluyo utilizando sus propios versos finales:

Pascal sólo pudo enunciar el

             FUEGO

 

  1. Heu! Recidere in mea compellor

La frase conocida de Thomas Merton, Heu! Recidere in mea compellor (Ay, tener que replegarme una vez más dentro de mí mismo), encabeza este sexto bloque de la obra de Luce López-Baralt, donde a mi humilde entender, la autora plantea 10 aspectos que conforman la experiencia mística.

 

El primer aspecto de la experiencia mística suele expresarse como una vivencia de FUNDICIÓN:

Yo, que una vez

me fundí con el Sol

 

El segundo aspecto de la experiencia mística es que está más allá del tiempo cronológico, es decir, del tiempo cuantitativo (Cronos), aunque no del tiempo cualitativo (Kairós):

yo, que viví más allá de las horas…

 

El tercer aspecto de la contemplación mística es que supera las coordenadas espaciales:

Una vez supe

del mapa exacto de las aguas

¿Cómo cartografiar ahora el Océano

envuelta a mi remota orilla?

 

El cuarto aspecto de la dimensión mística es que nos convierte en una “corriente inversa”, como dice la poeta López-Baralt:

Soy un río

y en un instante del no-tiempo

desemboqué en el mar de las luces

para volver a ser río.

 

El quinto aspecto de la experiencia mística es la dialéctica entre la luz y el brillo falaz:

Una vez reflejé el Sol

ahora sobrellevo el brillo falaz

de una estrella extinta

El sexto aspecto es consustancial a la vivencia mística: la sed.

La fuente parpadea en la distancia

sus gotas de plata danzan sobre las arenas

desafiando mi sed milenaria

¿Cómo romper el espejismo de las dunas?

El séptimo aspecto que señala López-Baralt es la dialogicidad que se da entre lo permanente y lo pasajero:

Entre azucenas olvidadas

y nubes que van de prisa

dialogo con la ceniza

 

El octavo aspecto de la búsqueda mística reside en que aquella persona que se sumergió en el Misterio, siempre escuchará su melodía sonora en su interior:

Una vez me sumergí

en el Mar de las luces:

el rumor del agua

aún me canta por dentro

 

El noveno aspecto se refiere a la irradiación que emite aquella persona que traspasó los umbrales del Misterio:

Un día infinito

logré atravesar al otro lado del Espejo

hoy lo refracto

en mil reflejos

 

El décimo aspecto es que la persona mística no puede dejar de celebrar su experiencia a través del canto, vehículo sonoro para comunicar lo vivido:

Yo tuve un ayer de ruiseñores:

los mismos que escuchaba ‘Attar

en las noches fragantes de Nishapur

 

ahora me uno al llanto de Filomena,

que inundó los campos oscuros de Roma

entristeciendo para siempre a Virgilio

 

  • EL POSTRE

Coda final

En apenas cinco versos, Luce López-Baralt pone punto final a su monumental poema místico con una coda final, término italiano que significa literalmente “cola” y que constituye una especie de epílogo corto. “De lo que no se puede hablar, hay que callar la boca” (Wittgenstein, 2016, p.278). Este célebre aforismo del gran filósofo del lenguaje traduce la actitud fundamental del místico ante el Misterio: guardar silencio. Pocas veces lo he visto escrito mejor que estos versos de Luce López-Baralt: 

Sólo el silencio

podría custodiar el Misterio

 

Estamos ante el verso de mayor densidad mística de todo el poemario. Ante el Misterio, lo mejor es callar, para contemplar y celebrar.

La palabra se enmarca en la oscuridad, al llegar a los linderos de la plena luminosidad:

Antes de la palabra

          la Noche

 

El poeta como el místico es capaz desde la oscuridad buscar la iluminación plena:

Entono canciones en la Noche

buscando al Señor del Día

 

El Día es, jugando con la palabra misma, una llamada, una invitación: Dios nos Invita a Amar.

El Misterio es Palabra que sobrepasa toda palabra. Hermosamente la poeta lo expresa, refiriéndose a El Verbo:

Eres palabra

que se está por decir

 

Finalmente, la poeta, cual conocedora de la teología, termina su recorrido místico con la Parusía, es decir el retorno, el regreso de Aquel que lo llena todo: 

Un pájaro canta lo que va a venir:

Tu regreso

 

Una acotación: Para los que nos desenvolvemos en las lides teológicas, la Parusía siempre será un “parto de la necesidad”. San Pablo nos dice que “Jesús se fue para llenarlo todo”, que Él es el pleroma, el que lo envuelve todo. Si lo llena y envuelve todo, ¿cómo entender eso de su retorno, de su regreso?

Aquí quiero echar mano de la famosa frase de Oscar Cullmann: YA…pero TODAVIA NO. YA está presente, pero TODAVIA NO en su plenitud. Pero, ¿cuándo estará plenamente presente? La única respuesta la han podido dar los místicos: “Cuando el mundo esté maduro en el amor”, expresó alguna vez Pierre Teilhard de Chardin, ante la pregunta de cuándo será el fin del mundo. El AMOR es que define el FIN. San Agustín decía que “el fin de la vida es llegar a la vida que no tiene fin”. Y esa vida que no tiene fin, porque es lo único que no muere, es el AMOR.

Termino como comencé, expresando mi asombro por la calidad estética y mística de esta mujer, cuya obra nos concierne. Al concluir mi trabajo, pienso que palidece al querer glosar tanta hermosura, tanta hondura y tanta luminosidad, al llevarnos ella de la mano desde su talante poético al hontanar mismo de la existencia, donde lo único que percibimos es LUZ SOBRE LUZ.

La lírica sagrada de Luce López-Baralt

Iluminación mística y experiencia teopática

 

Por Bruno Rosario Candelier

 

Quien gusta el vino que yo bebí

aunque no tenga palabras se debe al canto.

(Luce López-Baralt)

 

A

Leopoldo Minaya,

que sabe del néctar sagrado del Nous.

 

La onda divina de la lírica mística 

De la estirpe de las creadoras iluminadas y de las grandes mujeres de la espiritualidad sagrada, la ilustre escritora puertorriqueña Luce López-Baralt nos ilumina con una creación poética de su inteligencia sutil y su sensibilidad estremecida bajo la fragua de una experiencia transfigurada con el aliento de la emoción estética y la fruición espiritual, como se manifiesta en Luz sobre luz, expresión de una experiencia extática, al tiempo que perfila la fuente de su vocación teopoética, canalizando en el arte de la lírica mística sus intuiciones y vivencias desde la peculiar conexión de su interioridad con la Energía Espiritual del Numen y la Llama sagrada del Nous.

Inspiradora de la Escuela Mística de Puerto Rico mediante una enseñanza intelectual, estética y espiritual con alta prosapia divina, la escritora boricua suma a su fecunda bibliografía una luminosa obra poética, como lo revela esta obra inspirada en el ágape sagrado. La vinculación del talante místico de Luce López-Baralt, índice y cauce de una alta vocación contemplativa, explica la creación de una lírica consustanciada en la llama de lo sagrado (1). Su creación poética se funda en su vínculo entrañable con la Energía sutil de lo viviente, como lo han experimentado iluminados, místicos y santos que han disfrutado la gracia de la experiencia extática y que los teopoetas han asumido como sustancia de su creación poética.

La mística entraña la vivencia amorosa de lo divino y, en tal virtud, proviene de una sensibilidad afín a la espiritualidad sagrada. Sentir la presencia divina implica vivir la dimensión interna y esencial de las cosas como emanación de Dios. La experiencia mística conlleva una unión con lo divino y concita un efecto transformante por el amor que se despierta en el contemplativo. De ahí que nuestra poeta testimonia, mediante una imagen arquetípica, la impronta del éxtasis místico en el fuero de su corazón:

 

Como la flor de loto

que surge victoriosa de la ciénaga

ascendí sobre mí misma

y todos mis pétalos de cristal

florecieron en Ti.

 

Si la experiencia extática se manifiesta con el centro de la emoción lírica y estética adviene la creación teopoética, que fragua el sentimiento de lo divino y, en virtud de su efecto transformante, suele generar la onda trascendente de la creatividad. En “Con fray Luis de León”, la poeta mística canta el júbilo de la emoción arrobadora:

 

La inmensa cítara de la noche

pulsa su música callada

con tenue hilo de estrella

Tu amor me dejó

loca de melodía.

 

Luce López-Baralt sabe lo que es la experiencia mística con el arrebato de los sentidos. Haber experimentado el singular estadio del arrobamiento propicia una alta comprensión de los fenómenos de conciencia y de la espiritualidad mística. Se trata de una peculiar vivencia fulgurante en que se siente la presencia de una fuerza superior a la propia en el interior de la conciencia y en toda la sensibilidad, con una sensación de sosiego, luz y armonía que llena el propio ser en su dimensión física, psíquica y espiritual, con el deseo de dejarse llevar para integrarse al seno de la Divinidad.  Esa experiencia arrobadora no depende de la voluntad ni de la conciencia, sino que acontece cuando el Soplo de lo Alto lo decide. La Biblia consignó que el Espíritu Santo sopla donde quiere. Ese estadio de la experiencia mística se refleja en estos versos:

 

Qué bien sé yo

de ese vuelo imposible

hacia el orbe rutilante

de la Nada:

incendio de Luz viva,

relámpago umbrío,

danza infinita de los astros,

danza infinitesimal de los átomos

implacable, impasible, imposible, indecible.

 

La connotación espiritual de los poemas de López-Baralt tiene la onda sagrada y sublime de una peculiar atmósfera vivencial, indicativa de la autenticidad de su experiencia con lo trascendente y reveladora de la hermosura de su vivencia espiritual profunda. Cuando la creación se funda en genuinas vivencias, como manifiestan los poemas de esta ilustre interiorista, inspira no solo el aliento poético de la fragua creadora, sino una cordial empatía con el halo de lo divino, signo del entusiasmo procedente del ámbito superior del Nous.

Auscultar esas peculiares vivencias espirituales en el claustro de la intimidad para sentir el susurro de lo Alto desde el abismo de la propia conciencia es ahondar en el fuero del silencio creativo que encierra la soledad sonora en compañía de la Presencia divina. El fulgor intuitivo de la sensibilidad caudalosa y empática, como la de Luce, con el arsenal de emociones y vivencias trascendentes, matizan el singular estadio de la conciencia profunda. Quien ha experimentado las altas delicias del espíritu en la onda mística de la trascendencia puede apreciar el impacto proveniente de los altos predios de la espiritualidad sagrada y tiene una extraordinaria experiencia con la luz interior para gustar, sublimar y recrear lo que concita el hondón de la sensibilidad. Excepto la experiencia extática, no hay nada que el lenguaje no pueda expresar; y, sin embargo, lo intenta (2).

Tres dones favorecen a esta exquisita creadora de las letras:

  1. El don de la intuición trascendente, con la dotación de una inteligencia sutil y una luminosa sensibilidad para sentir en el espíritu.
  2. El don del aliento poético, con la dotación lírica y simbólica para la creación de la emoción estética y la fruición espiritual.
  3. El don de la gracia mística, con la luz de la sabiduría sagrada y el hechizo de la inspiración divina.

A esos singulares dones de Luce López-Baralt hay que sumar la sólida FORMACIÓN FILOLÓGICA de la poeta, base intelectual y estética que nuestra poeta posee en alto grado para certificar, con el lenguaje de la poesía y la erudición de su cultura literaria, lo que experimenta y escribe con clara conciencia poética y mística, aunque se trate de una vivencia iluminada y trascendente: “Salí de Tu mar en calma/ y heme aquí/ convertida en un río de asombro”.

Además del valor estético, simbólico y espiritual que estos poemas expresan, sus composiciones tienen un carácter vivencial por la conexión de la poeta con la sabiduría mística del Nous y la erudición académica de su formación intelectual. Fruto de la disciplina de la autora, estos poemas acogen el eco fecundo de grandes creaciones místicas de las letras universales, desde Halal-Udin Rumi a Ernesto Cardenal, pasando por Ángelus Silesius, san Juan de la Cruz, santa Teresa de Jesús, Nikos Kazantzakis, Pedro Salinas, Jorge Luis Borges, Karol Wojtyla y Clara Janés, entre otros grandes de la lírica teopoética. Los siguientes versos retoman parte del arsenal literario que registra la historia literaria de la vivencia suprema del espíritu:

 

Aunque es de noche

qué hermoso encenderme

en la Luz negra,

en el Mediodía oscuro,

en el Rayo de tiniebla,

aunque es de noche

 

La ilustre filóloga puertorriqueña suele practicar la ascesis interior en procura de una honda vinculación con lo divino mediante el silencio, la contemplación y la oración para entrar en comunión con la Energía Luminosa del Universo. Enajenada en la recámara de su interioridad, la emisora de estos amorosos versos percibe efluvios provenientes de la cantera infinita y, aunque trate de ignorarlos, no puede evadirlos por la impronta fraguada en su sensibilidad profunda, como lo testimonia esta obra de espiritualidad sagrada y amor divino que tiene la huella de las vivencias superiores de la conciencia bajo la onda del Misterio que anonada y la Belleza que enajena. La poeta lo vive con pasión y lo expresa sin rodeos:

 

Cuando me anegué gozosa

en el abismo insondable de sus fosos de luz

celebré al fin la alquimia misericordiosa

de cuando el dos finalmente es Uno:

las extrañas nupcias

de cuando el dos ya no es más.

 

Tiene Luce López-Baralt la sensibilidad mística para experimentar la comprensión estética y espiritual de la trascendencia, la conexión con la sabiduría espiritual del Numen y la experiencia teopática del Nous mediante una profunda compenetración de sus sentidos con el sentido de lo sagrado. Para vivir esas experiencias espirituales hizo de su residencia un santuario que le sirve de fortaleza interior y de antena de recepción de los efluvios sobrenaturales.

Canal de sabiduría mística, la creadora de estos amartelados versos viene del mundo intelectual en el que ha cosechado altos honores por la densidad de su pensamiento y la hondura de sus intuiciones. A sus vivencias interiores se suma la onda espiritual de una llama mística, que su talante sensitivo y su horizonte cultural afinan, perfilan y encauzan con la dulzura del alma enamorada y la singularidad de los fenómenos de conciencia que el rapto extático y el conocimiento teológico le inspiran. En Luz sobre luz, desde la alta recámara de su vivencia sagrada, la poeta experimenta, reflexiona y tartamudea con la perplejidad de la conciencia sacudida por el aletazo del Misterio. Inspirada en la tradición poética sufí para articular su propia vivencia espiritual, retoma la imagen poética del vino para subrayar la embriaguez mística del zumo espiritual, como entendía Ibn al-Farid en “El elogio del vino”. El gran lírico de la cultura islámica alude al vino “creado antes de la creación de la viña”, que la poeta boricua escancia para ofrendar su trofeo espiritual en el banquete de los elegidos, donde ella es uno de los consagrados comensales. Por eso nuestra poeta escribe emocionada, “Con Ibn al-Farid”, al regresar de la vivencia mística de la experiencia teopática:

 

Bebí un licor imposible;

con él me embriagué

cuando aún no estaba

creada la viña.

 

Bajo la extasiada alteración de la conciencia, el alma de la persona lírica vive la singular experiencia de lo sagrado, experimenta la ‘confusión’ de las sensaciones, se desordenan sus sentidos físicos para la percepción lógica, se extrapolan sus emociones y se desarticulan sus vocablos en repeticiones, mantras, lenguas extrañas cuando se lanza a testimoniar esa vivencia del espíritu a la luz de la llama que desmaya los sentidos espirituales. En su cántico sagrado, esta singular poeta elegida de la Gracia y agraciada con la belleza inmortal, canaliza lo que ha experimentado durante la más alta experiencia extática y, al regresar de esa vivencia sublime, la evoca y la transforma en sustancia de su creación teopoética. Asciende a un no-horizonte en un no-tiempo donde todo es uno. Su ser se sumerge en un abismo de luz, estallan las emociones, se desconcierta su inteligencia y siente que se incendian los átomos de su sensibilidad profunda, al tiempo que evoca las palabras del Cántico espiritual del inmortal abulense. En esa experiencia visionaria la autora se confunde con las cosas y canta emocionada, herida de amor y del rocío divino. En un atolondramiento sensorial, la voz lírica habla en lenguas, evoca citas, y vive la fruición de lo trascendente bajo el estremecimiento de fulgores: “Los copos blancos/urdían extrañas mandalas, /la aurora boreal parpadeaba su cielo inventado, /los témpanos azules evocaban el tormento dantesco del frío: / ¡Qué consuelo descubrir / el canto de los ruiseñores bajo la nieve!”).

La persona lírica de estos reveladores versos se remonta al pre-tiempo para escuchar la voz del Amado cósmico. Tanto en el contemplativo egipcio, como en la poeta puertorriqueña, se hace mención de un cielo ideal y de la voz que canta el éxtasis arrobador, con la convicción de que somos uno en el Todo. De esas composiciones líricas algo nos llega al hondón de la sensibilidad, probablemente el tono, la intensidad de la experiencia, la densidad de las palabras que dan cuenta de tan entrañables vivencias, o quizás las imágenes que parecen provenir del lenguaje del yo profundo, del fondo del inconsciente, de la intuición de la conciencia, o del paleocórtex del cerebro, o del Numen de la memoria cósmica con los símbolos que llegan al alma, cima del éxtasis que la convida al canto: “Dentro de este mísero cuerpo de arcilla/giran todas las esferas del universo”.

 

El signo de la revelación sagrada 

Los versos de este grandioso poemario son producto de la intuición mística de la autora y de la revelación sagrada del Nous de lo Alto. El fenómeno de la revelación desconcierta a los contemplativos ya que se trata de una singular experiencia que altera y sobrepasa la condición natural de la conciencia. Dios habla a través de profetas, iluminados, místicos, santos y teopoetas. La Creación del mundo es la forma primordial de la revelación, el testimonio evidente del Logos divino, pero hay una voz de lo Alto que algunos privilegiados escuchan, especialmente santos, místicos y teopoetas, a cuyo través habla la Divinidad, mediante la voz del Nous. Lo que la revelación entraña es algo que el hombre no siempre puede entender, si no le fue revelada. Por eso el poeta contemplativo de Ávila, cuando la madre Magdalena del Espíritu Santo le preguntó, admirada por el portento de sus palabras, de dónde sacaba sus palabras tan maravillosas, el santo carmelita le contestó: “-Hija, unas veces me las da Dios y otras las buscaba yo” (3). El místico poeta de Castilla aludía, obviamente, a la revelación, don y gracia que mereció el iluminado poeta del Carmelo.

Desde luego, no hay que confundir la voz interior de la conciencia, que es intuitiva y personal, con la voz universal, que es impersonal, trascendente y revelada. La voz interior puede ser del sujeto creador o de las cosas; en cambio, la voz universal es supra-personal, ya que se funda en los efluvios de la sabiduría espiritual o en la estricta revelación, que es dación de la gracia. Como he dicho en otra parte, la revelación le es dictada a un interlocutor mediante el cordón umbilical de la conciencia que lo conecta con la trascendencia. La voz del “inconsciente colectivo”, del que hablaba Carl Jung, es diferente de la voz de la revelación. La voz del inconsciente colectivo procede de la sabiduría espiritual memoria cósmica que registra el Numen; la voz de la revelación viene de la sabiduría sagrada de la prosapia divina, que registra el Nous o la fuente misma de la Divinidad. Por supuesto, la voz universal entraña una relación con el Misterio, con la voz del Cosmos o con la sabiduría numénica, por lo cual difiere del conocimiento del Nous, de naturaleza sagrada y divina, así como de la inteligencia intuitiva, que es cosecha personal.

Concibo tres estadios de percepción del conocimiento trascendente: 1. La intuición poética que capta la dimensión interna y esencial de lo existente. 2. La irradiación trascendente, que atrapa mensajes de la sabiduría espiritual de la memoria cósmica. 3. La revelación mística, que recibe una inspiración de lo divino, generalmente inefable, a través del estado alterado de conciencia, como lo han experimentado contemplativos, iluminados, santos, místicos y profetas.

Esos tres estadios superan el conocimiento ordinario e, incluso, el conocimiento científico y el filosófico, ya que trascienden los datos de la experiencia sensible. Hay diversas vías que ayudan a adentrarse en esos estadios del conocimiento profundo, como el silencio, la oración y la contemplación, que Luce López-Baralt conoce y vive. Los místicos suelen ser amanuenses de fuerzas superiores a su condición humana y, por eso, como intermediarios no son ‘responsables’ del contenido que les ha sido dictado mediante voces, visiones, sueños o revelaciones trascendentes. En ese aspecto, la palabra tiene también su dimensión mistérica.

En el paleocórtex del cerebro hay unas antenas neurológicas que captan esos mensajes suprasensibles de índole espiritual, cósmica o mística, pero los interlocutores no son sino agentes intermediarios de esa energía cósmica o divina que la palabra atrapa y formaliza. En la esfera de lo sobrenatural intervienen, en unos casos, la sabiduría espiritual del Numen, que encierra la memoria cósmica y, en otros casos, la sabiduría sagrada del Nous, mediante la gracia divina, en la que fluye la voz del Espíritu Santo, como la escucharan Pablo de Tarso, santa Teresa de Jesús, san Juan de la Cruz y otros iluminados. Existen, por tanto, el conocimiento personal, fundado en la intuición, que descubre verdades profundas, como verdades de vida; el conocimiento espiritual, fundado en la percepciones trascendentes, que atrapa señales del inconsciente colectivo o de la memoria cósmica del Numen; y el conocimiento revelado, fundado en la revelación, que recibe verdades sagradas de la sabiduría divina, proveniente del Nous, como han evidenciado obras de poesía, teología y mística. Las imágenes de la creación poética guardan una estrecha relación con el caudal de esas vivencias trascendentes que experimentan las mentes privilegiadas con la sabiduría divina, como es el caso de nuestra agraciada poeta boricua.

A través de la lírica mística se produce una fusión de la imagen y el concepto con las vivencias interiores en el ámbito de la realidad estética, simbólica y mística. Su recóndita belleza cautiva con el fulgor de la luz y el aroma interior que enciende su aliento estremecido. La gracia mística tiene una manera lírica y simbólica de asomarse al hechizo sutil. Al auscultar la onda trascendente, los poetas comulgan con el alma del Universo en virtud de un fenómeno de conciencia que genera la vivencia del amor indecible bajo la coparticipación del ágape sagrado. De ahí la entrañable empatía con la esencia universal, fragua y cauce de la gracia que arroba, la llama que atiza y el soplo que enajena. Las conceptualizaciones precedentes se manifiestan en la lírica de Luce López-Baralt, cuya creación entraña una expresión sutil, réplica de la enajenación de fulgores celestes, como expresa con emoción la grandiosa poeta de nuestra América:

 

¡Soy la luna llena que asciende!

Detengo la confluencia de los mares,

incendio todos los perfumes,

traspongo el Loto del Término,

descubro más allá de la aurora

el destello de las esmeraldas

y llego a la tierra verde el Misterio.

 

Luce López-Baralt sabe auscultar el interior de sus vivencias, con la intención que buscan los místicos: atrapar la estela de luz que ilumina el mundo y contribuye al desarrollo de la conciencia y al ascenso del espíritu. Justamente en eso radica la belleza mística, que pone de relieve el fulgor de lo viviente, signo de lo divino en el mundo. No es necesario elucubrar teorizaciones teológicas ni pergeñar extrañas metáforas para aludir a lo sagrado, sino sentir lo que la luz sugiere desde la intimidad del fenómeno místico. De ahí la clave de la comunión entrañable con la sustancia de la vivencia espiritual y el aura de la cópula del alma del contemplativo con el alma de lo viviente, como lo hace López-Baralt. Ella lo dice sin rodeos: “La fuente era un cielo nocturno”. En admirables cavilaciones líricas nuestra grandiosa poeta revela su cópula sagrada:

Acerqué a mis labios

un elixir de rubíes

encendido un fuego,

fermentado sin uvas

y vendimiado sin tiempo.

¿Cómo olvidar la copa que bebí

más allá de los labios?

 

Quien otea buscando lo que anhela, lo encuentra cuando se halla a sí mismo. “Conócete a ti mismo”, dijo una vez Sócrates en la Atenas de la antigua Grecia. Una manera de señalar que en nuestro interior profundo subyace nuestra singular esencia (In interior meo hábitat veritas, dijo el pensador de Hipona) porque estamos conectados a la fuente misma de la Divinidad desde nuestra condición humana. Por eso, quien se pierde en lo externo, se extraña de sí mismo. De ahí que el místico busca la soledad, el silencio y la contemplación para entrar en comunión con la esencia pura y prístina de lo viviente y descubrir su verdad profunda, la verdad que encierra esencia y sentido. En todos los ámbitos del mundo fluyen los efluvios divinos. Qué más da saber que en cualquier rincón del mundo hay una huella visible del Eterno.

A pesar del misterio inasible de lo divino, en todo está la clave que nos conecta al Todo subyacente en lo tangible, lo mismo el fulgor de una noche estrellada, el oro rutilante del crepúsculo celeste o el aroma sutil de nardos y azucenas en unos pechos floridos. Al respirar el silencio, la luz acampa en nuestra interior y el alma presiente lo intuido. El destino del que busca no tiene otro sendero que el sentido.

Estos poemas constituyen una hermosa expresión de la vivencia espiritual y estética de Luce López-Baralt (4). En sus composiciones fluye la esencia del Universo, el aliento numénico del Cosmos y la huella de la sabiduría sagrada del Nous. Nuestra admirada poeta se ha compenetrado, desde el hondón de su sensibilidad, con la esencia espiritual de lo viviente bajo la raíz espiritual que conecta su ser con la Energía del Universo. Su creación revela talento intuitivo, gracia estética y hondura mística, evidencia de los luminosos dones con que Dios la distinguió. Así lo siente la propia Luce cuando concibe las cautivantes imágenes indicadoras de su conciencia mística:

 

Al hacerme tuya

me inscribiste en tu delicada geometría de luz,

cincelaste estrellas con diamantes,

alternaste las perlas con la espuma,

el nácar con el rocío,

la escarcha con los jazmines

hasta que resplandecí

como el sol

refractado en los mil cristales

de un mar en calma,

o como la luna

cuando arranca luceros

a un campo nevado.

Heme aquí:

tu gozosa taracea de luz:

Tu espejo.

 

La mirada mística de una poeta 

López-Baralt ausculta el aura del silencio para sentir el aura de lo divino. Se trata de una perspectiva que procura ver, no lo que las cosas reflejan y los efluvios sugieren, sino lo que subyace en sus entrañas. Mirada profunda que requiere no solo inteligencia sutil y sensibilidad empática, sino una sabiduría sagrada con la capacidad para perfilar el valor trascendente del sentido a la luz de lo divino.

Corresponde a las criaturas y a las cosas concitar la atracción para su contemplación, y corresponde al contemplador, como visionario de lo contemplado, calibrar el sentido que las cosas entrañan y la intuición perfila. La contemplación mística, que procura sentir en el espíritu la esencia de lo divino, ahonda el perfil estético al ponderar, en la belleza de las cosas, la vertiente divina subyacente en la materia. Dimensión espiritual y estética que trasciende lo contemplado, y también perspectiva que vislumbra el Misterio con la mirada interior.

Una mirada interior es, en esencia, una mirada mística, que siempre es una mirada de amor. Entender significa, según los antiguos latinos, intus legere, es decir, ´leer dentro´ de las cosas, clave de la intuición que ausculta su interior para descubrir su esencia. De ahí la propuesta de adentrarse en el interior de fenómenos y cosas para apreciar las señales que alumbran el sentido. Se trata de percibir la luz que despliega el nosce te ipsum socrático. Descubrir el velo que oculta la apariencia sensible. Por eso los místicos saben ‘mirar’ porque saben amar. López-Baralt conoce el fulgor que deslumbra y el aliento que extasía y, en tal virtud, tiene el don para saber que todo es bueno y hermoso, como dice el texto bíblico. Parodiando a su modo místico el arrebato de Pablo de Tarso, la poeta puertorriqueña escribe:

 

Logré escuchar las estrellas sonoras

de paraísos perdidos

cuando me arrebataste al sonido de los colores.

 

La Creación del mundo es una señal de la kénosis divina, hecha forma sensible con su hermosura recóndita. En la vivencia de la contemplación se fragua el sentido de fenómenos y cosas. El mundo que vemos es una minúscula porción de lo existente que puede atrapar la mirada. Más hondo y ancho es el mundo del Contemplado, que el alma internaliza tras la vivencia sagrada del misterio divino.

La creación de esta grandiosa poeta puertorriqueña es una expresión de la vivencia del sentido, que la luz de su intuición atrapa. Crear el sentido estético y simbólico es propio de la poesía. Al encanto de la belleza sigue el sentido de lo divino. Cuando algo nos atrae y embelesa, provoca un escozor en la sensibilidad con el asombro que cautiva y el entusiasmo que eleva, como le acontece a Luce López-Baralt ante la apelación de la Belleza y el requiebro del Misterio. Los poetas místicos, como lo hace la poeta boricua, acuden a la lírica para canalizar, mediante la fragua de sus intuiciones y vivencias, la hondura de su fruición a la luz de lo que embriaga y cautiva.

Uno de los atributos estéticos de la lírica de López-Baralt es la de generar nuevos vocablos para combinar sentidos diferentes en su creación poética, lo que le ha permitido recrear lo hermoso que subyace en su interior: revivir la llama de una experiencia mística; encender el encanto de su aura luminosa; acunar el aliento del manadero infinito; atizar el sentido de lo sagrado y, desde luego, encauzar una corriente de sabiduría y amor que enlaza el alma de la poeta con el alma del mundo en un orgasmo de erotismo espiritual:

 

Te abracé rotundamente

sin brazos;

el beso fue tan hondo

que me volví beso:

te amé con Tu propio amor.

 

La poeta luce conmocionada ante el impacto apelativo de la voz universal. Acude al Protoidioma de la poesía; apela a la “sabiduría universal” de la memoria cósmica ante el aliento espiritual del Numen; enfoca los efluvios de la trascendencia, que se manifiestan en ecos, susurros, imágenes, voces, dictados o la música interior que su alma percibe; aborda la contemplación de lo profundo desde el arrebato de la conciencia y ausculta su propio estado interior mediante la coparticipación de la persona contemplativa en la sustancia de la contemplación para dar paso, desde el “cordón umbilical” de la sensibilidad profunda, a la verdad suprema de la conciencia cósmica, que plasma en la forma sugerente de la expresión establecida y la experimental. Por eso escribe, anonadada y delirante la poeta:

 

                                             volaba

                    que

creía

hasta que comprendí

que

            me

                                      abismaba

 

En esta lírica teopoética la creadora procura recuperar el sentido. Quien ha desarrollado la vida interior de la conciencia y ha escuchado la voz interior de las cosas o de los efluvios del Cosmos, vive inmensamente acompañado. Más que lo que pergeñan sus vocablos y lo que sugieren sus vivencias, que nunca se pierden, también dan cuenta de cómo la poeta se adentra en las cosas y ausculta voces, imágenes y sentidos que la realidad atesora en su dintorno. El encanto de las cosas reside en la connotación que adquieren a la luz de quien sabe interpretar lo que su costado atesora. El misterio de la Creación no radica solo en el secreto que oculta, sino en el aliento que vela. Recuperar el sentido es develar ese misterio, rol que la poesía, la religión, la teología, la espiritualidad y la mística atesoran para el que siente y entiende lo profundo. Por eso proclama nuestra poeta:

 

De súbito

quedé libre del numeral tormento,

cesó la herejía de la separación

y se extinguieron los pronombres:

ya nunca más podré enunciar el Tú.

 

Los elegidos para experimentar en los fueros de la conciencia las vivencias de las ondas sagradas del Nous, como las que ha vivido Luce López-Baralt, han tenido acceso en esos singulares momentos de iluminación trascendente a un costado del fulgor divino, signo inequívoco de una pureza seráfica. A ese singular estadio de las vivencias contemplativas la denomino “experiencia fulgurante” del misterio. Para suerte de los poetas, privilegiados que orillan la antesala del secreto para atisbar, en sede literaria, la clave del sentido y el fulgor de lo divino, los que sintonizamos el arte de la creación a la luz de la filología también podemos sentir, por mediación de la vivencia vicaria, algo de lo que fragua el hondón de la sensibilidad de la poeta boricua, que sus entrañables versos consignan en sus imágenes y símbolos. Cuando llega la onda de lo divino algo fluye en la conciencia para usufructo de la emoción estética y disfrute de la fruición espiritual, como canta nuestra poeta, arrobada ante la vivencia del amor infinito:

 

Lo que supe

es más sencillo estar al margen del tiempo

que estar inmerso en el tiempo

más sencillo no respirar

que respirar

más sencillo saberlo todo

que no saber

más sencillo ser el Amor

que simplemente amar.

 

Los místicos perciben el fluir de lo viviente en su dimensión sensible y suprasensible. Ven lo que se materializa de la emanación de lo sagrado. Por eso no añoran el pasado, ni tienen nostalgia por lo que ya no es, porque su anhelo mayor es vivir la unión con lo divino. Más adentro de sí intuyen lo que sobrecoge su sensibilidad y activa su conciencia. El anhelo de sentir un aroma de la Presencia sagrada atiza la vivencia y la contemplación de lo viviente: “Hay quien queda cegado / por las tinieblas / yo quedé cegada por la Luz”, exclama excitada la poeta. Esa experiencia de la sensibilidad trascendente hace que las cosas hablen con sus efluvios sobrenaturales.

Ilegibles para muchos, las cosas susurran y delatan lo que entrañan en su dintorno, que los dotados de una singular luz saben desentrañar con sus imágenes, símbolos y mitos. En esa sintonía coinciden poetas, místicos y santos. Cuando esa triple condición confluye en una misma persona, la emoción es múltiple y el efecto también. Por eso la poeta boricua escribe al modo reflexivo de Jorge Luis Borges y al modo místico de Ángel Darío Carrero:

 

Me sumerjo en un mar blanco sin orillas

vuelan las clepsidras y los relojes,

las horas inútiles colapsan

(eran una ficción sin sentido

que agradezco olvidar)

estoy curada del rigor de las horas:

el río de Heráclito se apaga.

Anegada en el mar blanco sin orillas

accedo a una extraña certeza:

la eternidad es sencilla.

 

Ante las vivencias que deslumbran los sentidos y desarticulan la conciencia, la persona lírica puede apreciar tres perspectivas complementarias: el despliegue sensorial de lo viviente, que propicia el goce de los sentidos; el impacto de la luz en la sombra, que provoca la iluminación en el hondón de la conciencia; el hallazgo de la intuición ante la contemplación de una realidad que concita la energía creadora, sea de la realidad o de la propia conciencia. Lo que parece un rejuego de palabras es, de hecho, un requiebro del intelecto ante el deslumbramiento de los sentidos o el estremecimiento de fulgores, como dice Luce en “Domine non sum digna” (“Señor, no soy digna”):

 

La luz de la luna penetra sigilosa en el estanque

y se cuida de no dejar su huella sobre el agua:

Tú no te cuidaste.

 

La onda de la prosapia sagrada 

Cuando se asume el mundo como es, ni pesa el aire, ni corcovea la lluvia, ni brotan suspiros consentidos de melancolía ni los sobresaltos de la añoranza o la nostalgia. En cada fluir de lo viviente late el fulgor que transfigura y el sentido que enamora. Lo que nos asombra afuera, late con su esplendor dentro. La mirada mística, que es una mirada interiorizada y tierna, encuentra sentido en todo, belleza en todo, sacralidad en todo, y todo se siente, se valora y se vive por el Todo. En cada criatura late un vestigio del Paraíso, y en cada rincón del Universo rutila la llama de Dios.  Cuando se mira místicamente el mundo, como lo mira Luce López-Baralt, la vida no es solo hermosa y cautivadora, sino que desde cualquier mirador los pedazos de las cosas se congregan, y la tajada de la luz se reintegra al haz lumínico que reverbera. Aunque algún travieso trozo de sombra se disperse por temor al impacto de la lumbre, siempre fluye el tizón que enciende y enamora. Por eso Juan de Yépez hablaba de la “soledad sonora”, y Luce López-Baralt habla de la “música que calla”:

 

Las palabras

a las orillas de aquel lago de plata

perdían su fijeza de ícono

y con ímpetu gozoso

se desplegaban en todas las direcciones:

dejaron pues de ser palabras,

por lo que ahora callo.

 

La Presencia infinita se manifiesta con claridad meridiana en el alma que atesora sabiduría, luz y ternura. Así lo sienten los místicos, que interiorizan el resplandor de lo viviente y la hermosura de las cosas. En cada amanecer fluye remozada la vida y, en los atardeceres radiantes, serpentean en matices multicolores los susurros de la luz, que salpican con sus cristales de plata el haz de ríos, mares y océanos. La poesía mística, como la de López-Baralt, entraña el cauce de la transfiguración compartida con la fragua del misterio.

La energía interior de la conciencia, que el Logos formaliza en la palabra, entra en sintonía con la energía interior de la cosa, que encarna la llama divina en lo viviente. Entre la Energía superior del Cosmos y la energía interior de la cosa hay relaciones entrañables que imantan la sensibilidad y la conciencia, que la creación poética asume, bajo el éxtasis de los sentidos para fraguar en el concierto del espíritu la llama que enciende el corazón enamorado, como lo experimenta la agraciada lírica puertorriqueña en “Con Jorge Luis Borges”:

 

El tintóreo Hákim de Merv

autor de La aniquilación de la rosa

cometió una abominable herejía:

intentó anegar en tinta

el éxtasis, el vuelo y la epifanía.

 

Para escribir lírica mística hay que sentir que vivimos en un Paraíso y que somos la encarnación de una gracia divina. Como los niños, los poetas, los iluminados, los enamorados y los místicos, Luce López-Baralt participa del “dolorido sentir” de Garcilaso de la Vega y del “gozoso sentir” de los contemplativos. De ahí su visión luminosa, entusiasta y jubilosa de lo viviente. De ahí su valoración de lo real como eco de lo sagrado. De ahí la virtualidad enajenante de su lírica, índice de la profunda vivencia espiritual que entraña su conciencia de lo trascendente como conciencia del sentido. En su Logos personal hay la revelación de una fuerza ancestral, arquetípica y simbólica, que va desde la palabra humana hasta la voz de la Divinidad:

 

¿Cómo decirlo?

Era un orbe de luz,

pero infinito

(entonces no era un orbe)

era un mar sin orillas,

pero nacía en mi interior

(entonces no era un mar)

era yo misma

pero trastocada en Tu hermosura

(Entonces no era yo)

Dime, ¿cómo decirlo?

 

La poeta boricua canta, conmovida, lo que sacude su sensibilidad  y lo que ilumina su conciencia con el gozo íntimo de vivir “un mar de dulzura” y, aunque dice que se ha quedado sin palabras, como suelen dejar al visionario sus impactantes visiones sobrenaturales, prefiere la singular afasia para seguir viendo su Luz. La ilustre poeta caribeña combina imágenes de otros iluminados del decir hermoso, lo mismo de la lírica oriental que de la lírica boricua (“Simurg de los persas /quetzal de la nada”), para sorprender diciendo que el más alto vuelo es el que “se emprende hacia uno mismo”. Se vale la poeta de retruécanos, antítesis y paradojas, recursos de la lírica mística, para ‘explicar’ el singular fluir de sus vivencias y, en una erudita evocación de los dislates de los místicos, la persona lírica de este cautivante poemario trata de ‘entender’ y ‘explicar’ la inspiración que le llega. ‘Confundida’ con el Amado, la poeta se siente una con los elementos y las cosas en una cópula de amor sagrado que la mística entraña y reserva a los iluminados, santos y elegidos. Al regresar de la vivencia del ágape sagrado, la poeta boricua canta jubilosa:

 

Yo he sido huésped de esos clarísimos alcázares:

he hollado sus pavimentos de cristal.

Supe bien del centelleo

de sus cúpulas de plata,

de la iridiscencia infinita

de sus almenas de fuego.

 

Para describir la vivencia de esa cópula embriagante acude a la imagen de otros poetas que sintieron la llama de la dolencia divina:

 

Águila sideral,

simurg de los persas,

quetzal de la nada.

Volé con todas las aves de brillante pluma

el más alto de los vuelos: hacia mí misma.

 

Esa locura de amor domina el hondón de la sensibilidad de la iluminada poeta puertorriqueña ya que su fruición es honda, inmensa y sublime, y, aunque dice no entender, más que balbuceo, más que un susurro emotivo, más que onda intuida, su decir es una revelación trascendente, con la magia del simbolismo que perfilan sus palabras, como se aprecia en “En torno a la Azora XXIV, 35”:

 

El nicho de las luces

guarda un candil encendido

en un recipiente de cristal

que contiene una luminaria

si lo miras

te transformas en estrella.

 

Uno de los textos más sorprendentes de este poemario místico de la escritora antillana es el titulado “Nuestro lecho florido”, en el que la pareja de amantes, en su cópula divina, vive la más alta delicia de los sentidos en un jardín de jazmines y, al evocar la “noche oscura” del inmenso lírico abulense, recuerda que experimentó su cuota de eternidad en un lecho encendido de fulgores superiores:

 

Nuestro lecho florido

Shiva y Shakti hacen el amor

en un jardín de jazmines,

la Sulamita se une a su amado

a par de los lirios,

la amada nocturna olvida su cuidado

entre las azucenas.

Tú y yo nos amamos

sobre un lecho florido de estrellas.

 

Con Annemarie Schimmel, cuya poesía la escritora puertorriqueña tradujo al español, en su calidad de arabista descubrió que “había ruiseñores cantando bajo la nieve”, experiencia sutil en la que coparticipan místicos y poetas cuando ponen en sintonía su sensibilidad con el alma del mundo. Hay que haber transitado varios caminos en los predios del Humanismo y en las antesalas de la Trascendencia para comprender lo que han vivido los iluminados y los místicos de la alta vivencia del espíritu en comunión con lo divino, como lo experimentaran Platón de Atenas, san Francisco de Asís, Halal-udin Rumi, Dante Alighieri, Teresa de Ávila, san Juan de la Cruz, Rabindranath Tagore, Jorge Luis Borges, Francisco Matos Paoli, Karol Wojtyla, Ángel Darío Carrero, Clara Janés y ahora Luce López-Baralt, con la exquisita expresión del más bello decir que hace de la palabra el cauce de fecundas vivencias espirituales y, de la mística, la más alta sabiduría, como lo expresa en sus ardientes versos:

Un océano de Misterio

se esconde en el aliento

que precede a la palabra:

sé que no debo

 revelarlo.

 

En virtud de la alteración de la conciencia, que experimentan santos, contemplativos, místicos, profetas y teopoetas, los elegidos del Espíritu tienen singulares vivencias interiores y algunos han tenido particulares extrapolaciones de su mente en conexión con el fluir de lo viviente en una intensa y luminosa experiencia arrobadora, como son la experiencia cardinal y la experiencia teopática. Luce López-Baralt ha conocido esos estadios en sus vivencias interiores, y algunos de sus poemas así lo evidencian, según lo manifiesta su creación poética:

 

Plantamos un huerto en las esferas:

de los surcos encendidos brotaron

el sol y la luna y juntos hicimos

una vendimia de estrellas.

 

Esa sensación infinita, en el caso de los poetas místicos, tanto como vivencia estética, que lo es, también tiene mucho de vivencia sagrada, en ese “mundo ideal” del que relataba Platón, o ese Tercer Paraíso del que decía Pablo de Tarso, o en ese estado extrapolado de la mente, al que alude la psicología, aunque desde la perspectiva de la mística, es la Luz la que alumbra, enajena y santifica:

 

La fuente era un cielo nocturno

de agua quemada

tiré mis ojos sobre las aguas

vi Tus ojos

y quedó una sola mirada encendida

flotando sobre las ondas.

 

Cuando nuestra poeta dice que se une al llanto de Filomena, que entristeció a Virgilio, al tiempo que alude a la literatura clásica, que conoce a fondo, expresa también la tentación que acecha al místico de rehuir la creación (“Solo el silencio podría custodiar el misterio”, escribió nuestra poeta en uno de sus textos) y rumiar lo que vive al interior de sus sentidos. Para suerte de nuestras letras y para enaltecimiento de la lírica mística, la agraciada cantora boricua ha testimoniado las grandes vivencias de su espíritu y lo ha hecho de la manera más sublime que el buen decir reserva a los elegidos mediante la más hermosa forma a la que acceden los mortales con la dotación sagrada del Logos y el aliento inspirador de la lírica, como lo ha testimoniado esta exquisita creadora al subrayar el fluir del Verbo:

 

En un instante habitado por albas y espejos

al fin supe quién era.

 

Por eso Luce López-Baralt concluye este hermoso y cautivante poemario, Luz sobre Luz, con el sentimiento que alienta el corazón de iluminados, místicos, santos, profetas y teopoetas:

Un pájaro canta lo que va a venir: Tu regreso.

   La autora de Luz sobre luz revela la ternura de su alma, la sabiduría de su espíritu y la autenticidad de sus vivencias a la luz de lo divino. Y descubre el fuero amoroso de sus vivencias y la sabiduría sagrada del Nous, con la verdad mística profunda, la que enajena y transfigura, fulgor que embelesa bajo el encanto cautivador de la Llama sutil.

 

Bruno Rosario Candelier

Academia Dominicana de la Lengua

Santo Domingo, R. Dom., 15 de octubre de 2020.

Notas:

  1. Luce López-Baralt nació en San Juan de Puerto Rico el 21 de agosto de 1944. Obtuvo una Maestría en Literatura Hispánica por la Universidad de New York y un Doctorado en Lengua y Literatura Románicas por Harvard University. Profesora de la Universidad de Puerto Rico, políglota, traductora, ensayista, crítica literaria y poeta. Ha sido profesora visitante de importantes universidades europeas, asiáticas y americanas, y es una eminente arabista y especialista en la obra de san Juan de la Cruz y la literatura mística sufí, cristiana y española. Miembro de número de la Academia Puertorriqueña de la Lengua Española, es miembro correspondiente de la Real Academia Española y de la Academia Dominicana de la Lengua. También forma parte de Asociación Internacional de Hispanistas, Ateneo Puertorriqueño, Asociación Internacional de Cervantistas, American Oriental Society, Instituto de Literatura Iberoamericana y del Movimiento Interiorista. Colabora en varias publicaciones internacionales. Suyos son los siguientes libros: Huellas del Islam en la literatura española (Madrid, Hisperión, 1985), San Juan de la Cruz y el Islam (Madrid, Hisperión, 1990), Obras completas de san Juan de la Cruz (en colaboración con Eulogio Pacho, Madrid, Alianza Editorial, 1991), Un kama utra español (Madrid, Siruela, 1992), Erotismo en las letras hispánicas (México, Colegio de México, 1995), El sol a medianoche: La experiencia mística, tradición y actualidad (Madrid, Trotta, 1996), Asedios a lo indecible: San Juan de la Cruz canta al éxtasis transformante (Madrid, Trota, 1998), Las moradas de los corazones (Madrid, Trotta, 1999), José Hierro y el lenguaje de lo imposible (Madrid, Cátedra, 2002), Poemas de la vía mística (Madrid, Mandala, 2002), El cántico místico de Ernesto Cardenal (Madrid, Trota, 2012), Repensando la experiencia mística (Madrid, Trotta, 2014) y decenas de estudios en revistas y publicaciones internacionales.
  2. Para escribir poesía mística el sujeto creador tiene que haber experimentado el éxtasis transformante. La poesía mística expresa el sentimiento de lo divino, sentido y vivido bajo la inspiración de lo sagrado. Desde luego, la mística entraña el sentimiento de lo divino, y la vivencia mística implica un vínculo sagrado, sentido y vivido con sabiduría y amor, como han testimoniado los místicos de diferentes confesiones religiosas.
  3. San Juan de la Cruz, Vida y obras de san Juan de la Cruz, Madrid, BAC, 1960, 4ta. Edición, p. 186.
  4. Correo de Bruno Rosario Candelier a Luce López-Baralt, fechado el 1º. De diciembre de 2012: “Con inmenso gozo te remito el estudio que escribí sobre tu hermoso poemario, una manera de corresponder al honor que me hiciste al darme a conocer, aún inédito, la creación estética y mística de tus vivencias luminosas. Tu lírica enriquece la poesía mística del Interiorismo y, desde luego, la creación teopoética de las letras americanas y universales. Recibe, con mi enhorabuena, mi abrazo emocionado con hondo afecto y devoción entrañable”.

Guaymama, fumarse, bovino / bobino

Por Roberto E. Guzmán

GUAYMAMA

Algunos objetos han ido desapareciendo del ambiente dominicano. Las guaymamas no las conocen los jóvenes. La vida moderna “se ha llevado de encuentro” muchas cosas y la guaymama parece que es una víctima más.

La guaymama es o era una sandalia con la suela hecha de parte de la goma (llanta, neumático). Un dominicano podría decirle que era o es una chancleta, pues en el habla descuidada (pero entendible) chancleta es cualquier tipo de calzado que no es zapato ni bota.

Era un placer ver la destreza con que los artesanos fabricaban este tipo de sandalia. Era casi un arte, aquello de cortar la goma con una filosa chaveta, sin desperdiciar corte alguno. Es posible que este tipo de “soleta” todavía pueda conseguirse como una rareza o recuerdo en alguna tienda para turistas.

La representación escrita del nombre del objeto de esta sección puede variar, guaimama, guaima, guaimimama. En este aparte se ha favorecido guaymama, porque este guay se toma en sentido onomatopéyico para representar el grito de dolor.

La explicación más socorrida para el nombre de la sandalia es que debe su nombre a la expresión de dolor que lanza el hijo o la hija cuando recibe un castigo consistente en golpes propinados con la ayuda de una de estas sandalias.

Se ha procurado sin éxito en los diccionarios de español dominicano esta voz. Como no se ha encontrado, se documenta aquí para que conste documentada para los trabajos de los lexicógrafos en el futuro.

Reconoce el autor de estos comentarios la deuda que ha contraído con Minerva de Guzmán, quien con buena intención mencionó la palabra del título.

 

FUMARSE

“. . . estaremos nefastamente condenados a FUMARNOS al . . .”

Este verbo del epígrafe no aparece en los catálogos del español común. Parece que no es tan común como lo cree el dominicano que lo usa. No solo lo usa, sino que se hace entender . . . de otros dominicanos.

La frase retropróxima terminó de modo que da la idea de que es un verbo que solo circula en el habla de los dominicanos. Puede escribirse que es un verbo bien conocido hasta cierto punto, pues ha sido documentado desde hace más de sesenta años.

El Diccionario del español dominicano (2013:325) lo define así: “Soportar a alguien o algo que no resulta agradable”. Ya Patín Maceo había recogido el verbo en 1940.

Con esta noción de aguantar una cosa que molesta o duele lleva todos estos años. Cabe aquí que uno se pregunte porqué se hace sobre el verbo fumar. Una explicación puede ser que al fumar lo que se fuma se acaba; es decir, el cigarrillo, cigarro o tabaco se consume, en consecuencia, desaparece o se transforma.

De ahí puede llegarse a la conclusión de que la situación en la que se encuentra el sujeto que se la

fuma, se hace paciente con la esperanza de verla desaparecer. Implícitamente hay en ello una aceptación de la imposibilidad de cambiar las circunstancias. Acepta la molestia, cuyo grado puede variar, como algo inevitable, contra lo cual nada puede.

Con este “fumarse” hay mucho de tolerar con sufrimiento y, en la mayoría de las ocasiones, en silencio; sin posibilidad de expresar el disgusto que ocasionan los hechos.

Hubo hace unos años una canción popular en que se recurría a alusiones, “el tabaco es fuerte, pero hay que fumárselo”. Muchos de los oyentes entendieron que se mentaba, omitiendo decirlo, a la situación política del momento. Como estas hubo muchas expresiones que veladamente expresaban los padecimientos a que se vio sometida la ciudadanía en una época de triste recordación.

 

BOVINO – BOBINO

“. . . ligado a la Encefalopatía Espongiforme BOBINA . . .”

El sentido común ordena mantener ciertas distancias, no solo con respecto a las actuaciones en sociedad, sino también en la redacción de textos. Lo menos que puede expresarse es que produce tristeza leer la confusión en el empleo de dos palabras patrimoniales del español que se dicen de la misma forma, pero que tienen significados muy distantes.

Bovino, con la uve, V de vaca, V pequeña, V corta, es un adjetivo que refiere a las vacas, con la misma ve y, los toros; es decir, a animales mamíferos, grandes, con cuernos lisos, rumiantes, de cola larga con un mechón en el extremo.

Bobino tiene relación con el verbo bobinar, que en República Dominicana casi siempre se usa en tanto embobinar. La palabra más común de esta familia es bobina que es un cilindro, canuto, carrete o rollo, que es la palabra preferida en el español dominicano. Así podría decirse que el rollo de película, de papel de imprenta o el del componente de circuito eléctrico, todos estos son bobinas de diferentes dimensiones.

Se recuerda que en todas las ciudades dominicanas de alguna importancia existían talleres de rebobinado de motores o componentes eléctricos. Esa labor se anunciaba en letreros visibles para el transeúnte y se recuerda que la ortografía era acertada.

Muchos de estos desaciertos pueden evitarse añadiendo un poco de cuidado en la redacción.

El español y su influencia en el mundo actual

Por Tobías Rodríguez Molina

El  español, al cual también se le denomina castellano por haber nacido  en la región de Castilla, es una lengua romance por derivarse del latín, que era la lengua oficial del imperio romano; es el tercer idioma más hablado en el mundo, detrás del chino mandarín y del inglés, por el número de hablantes que la tienen como lengua.

Es hablado como primera o segunda lengua por unos  500 millones de personas, y es uno de los seis idiomas oficiales de la Organización de las Naciones Unidas (ONU).

Es la lengua oficial de España y de los países que fueron conquistados o colonizados por los españoles; es decir, que es tenida como lengua oficial de los países  de América, exceptuando a Haití, Brasil y los Estados Unidos. Sin embargo, a pesar de que no es lengua oficial de EE.UU., hay varios estados de este último país en los que la habla un elevado porcentaje de los residentes en Colorado, San Antonio, Texas, La Florida, California, Nueva York, etc.

Es de notar que en el Capitolio ha penetrado el español, como lo indican los siguientes detalles: a. La hija del expresidente Carter tenía un profesor de español que iba a la Casa Blanca a enseñarle esa  lengua.; b. A la toma de posesión del presidente Bush fueron invitadas las merengueras dominicanas Milly Quezada y su hermana Joselín.

De esos dos hechos se puede deducir que el español ha ido ganando terreno en el mundo. Cada vez aumenta su influencia y cada vez son más los que se preocupan por manejar esa lengua, es decir, hablarla y escribirla de acuerdo con el uso y las normas que la caracterizan.

La lengua siempre ha sido el termómetro para medir la cultura de los pueblos; de ahí la importancia de emplear con “propiedad” y “corrección” tanto la lengua oral como la escrita.

Propiedad quiere decir emplear con el significado exacto  las palabras de una lengua. Por eso, cuando empleamos una palabra con un significado que no es el exacto, cometemos lo que es denominado como impropiedad léxica. Si decimos, por ejemplo, “Mi hermano es muy correlativo” caemos en la impropiedad porque correlativo significa “que guarda relación con algo”, por lo que ese término no cabe en ese contexto.

La corrección consiste en emplear la lengua sin errores  de sintaxis, como “me se olvidó” o “ella está media enferma, o “allí hubieron varios brindis de cerveza, o “esos son problemas muy difícil de erradicar. Los tres últimos casos contienen errores de concordancia y el primero, error  del orden de los componentes de una oración.

También hay que mantener  la corrección  en la escritura, evitando los  llamados errores de ortografía, como sería escribir “ilo” o “ermano”, sin la h que les correponde, o cavesa von v y s en lugar de b y  z, o yegaria sin ll y sin tilde, debiendo escribirse llegaría.

Causa mala impresión escuchar a una persona que se expresa en un español repleto de errores en la pronunciación, ya que automáticamente la encasillamos entre las personas de baja categoría cultural y social, siendo muchas veces personas con estudios de posgrado y tenidas como profesionales de renombre.

Por eso debemos preocuparnos todos los hablantes de una lengua por tener dominio de la misma tanto en la oralidad, en lo atinente a la pronunciación y al léxico, que debe ser variado y abundante, para así evitar la repetición de palabras o el empleo de palabras genéricas, como cosa, asunto, cuestión, pendejá, vaina, etc., así como también hay que preocuparse por  la escritura correcta de las palabras,   incluyendo  el adecuado empleo de los signos de puntuación, de los cuales depende, si están bien empleados, una adecuada comprensión de los contenidos del texto.

Es  sabido por muchos que poner bien o mal una coma puede causar lo contrario de lo que se quiere expresar. Ejemplo:  ”No iré el domingo al campo”; en ese ejemplo se indica que la persona que habla o escribe se quedará en la ciudad el domingo; pero si se escribe o se dice: “No, iré el domingo al campo”, se afirma que no se quedará en la ciudad  el domingo, con lo cual se dice lo contrario del caso anterior sin coma.

Ahora bien, ¿cómo lograr dominio de la lengua tanto oral como escrita? El instrumento o ayuda más eficaz y de rendidos beneficios lo constituye la lectura frecuente de libros y textos de escritores que empleen la lengua con riqueza léxica y con total corrección en todos los aspectos de la normativa.

Una persona que lee y lee bien adquiere un mayor grado de cultura y, a la vez, perfecciona su lengua en los aspectos ya indicados de la propiedad y la corrección, y en los siguientes:

  1. Si lee en voz alta, mejora su dicción y adquiere mayor fluidez.
  2. Aumenta su capacidad de comprensión de las ideas, adquiriendo destrezas para discernir entre lo principal o más importante y lo secundario o menos importante.

Todo lector debe tener junto a él un diccionario general de la lengua, que puede decirse que es  el aliado principal de toda  persona, sea estudiante o profesional, inquieta por manejar  cada vez mejor  su lengua y para adquirir  la ampliación de su vocabulario, que lo dotará de la  importantísima riqueza léxica.

Lo anteriormente expresado deja dicho  por qué los profesores se preocupan tanto de que sus alumnos adquieran conciencia de la importancia de la lengua para su vida como estudiantes y de futuros profesionales. Deja entendido, además, cómo una persona  que domina bien la lengua es considerada más capacitada y más culta que otra que no la domina y, en consecuencia, la primera tendrá mayores posibilidades de un buen trabajo por el mayor prestigio en la sociedad y en la empresa en que trabaje y, por eso, podrá tener mayores  posibilidades de ascenso  y de aumentos salariales.

Chichigua, desgaritarse

Por Roberto E. Guzmán

CHICHIGUA

“Las cometas, conocidas en el país como CHICHIGUAS. . .”

Este aparte puede comenzarse por destacar lo sencillo que parece en la actualidad pensar que se llame de cometa a una armazón que alcanza altura modesta, que en República Dominicana era hecha con métodos rudimentarios para diversión de chicos. Esto se escribe como introducción porque la semejanza entre la chichigua dominicana y el cometa, astro, es muy poca.

La palabra chichigua se trae a estas reflexiones acerca del idioma porque esa voz posee otras significaciones en otros países; además, porque su etimología es interesante como se apreciará más adelante.

La chichigua dominicana es muy bien conocida del hablante. No hay lugar a equívoco. El asunto se complica cuando el hablante de español dominicano descubre que hay otras chichiguas. Más sorpresa ocasiona al leer que esa otra chichigua tiene su origen en una lengua azteca. Primero hay que despejar lo concerniente a la chichigua dominicana.

No existe relación alguna entre la chichigua dominicana y la mexicana. La primera mención de chichigua consta en el Diccionario provincial casi razonado de vozes y frases cubanas (1836:214), voz indígena, donde puede leerse que en un lugar en Cuba se conoce con este nombre femenino “a una de las clases más pequeñas de cometas”.

Constantino Suárez (españolito), en su Diccionario de voces cubanas (1921:179) trae la pregunta que se hizo quien escribe estas reflexiones acerca de la lengua. Si la voz es de origen indígena “no se usaría como hoy, puesto que no se sabe conociesen estos juguetes los niños indios”.

Cabe aquí otra pregunta. Si los conquistadores (invasores) llevaron tantas voces indígenas de Santo Domingo a tierra firme, ¿Cómo es que no llevaron la voz chichigua con ellos para aparejarla con la voz conocida en México, papalote?, voz del azteca papalotl que en su acepción directa significa mariposa, y por extensión, denomina al juguete cometa.

Tal parece que ese inconveniente no escapó a la agudeza de D. Emilio Tejera, pues en su obra Indigenismos (1977-I-508) transcribe lo que escribe Pichardo en el Diccionario provincial, así como hace mención de las acepciones conocidas para la voz en otros países, con las referencias bibliográficas correspondientes. En Puerto Rico se conoce esta cometa con el nombre de chiringa, Vocabulario de Puerto Rico (1967:147).

Todos los autores mencionados aseguran que se usaba para “cometa pequeña”. Como puede certificarlo cualquier dominicano, hace muchos años que la chichigua dejó de ser el nombre para la cometa pequeña. La chichigua puede muy bien ser un “pájaro” grande. Se usó aquí el vocablo pájaro en tanto sinónimo de chichigua porque así se ha hecho (o se hacía) en el español dominicano.

Mediante la lectura de lo expuesto más arriba puede inferirse que chichigua es voz común para los hispanohablantes de las Antillas, es decir, Cuba, Puerto Rico y República Dominicana.

Chichigua es cosa o cantidad pequeña, insignificante en Colombia y Ecuador. En Guatemala y México es la hembra de un animal que está criando. En El Salvador, Nicaragua, Guatemala y México es ama, nodriza, mujer que amamanta una criatura ajena. Es nombre azteca alterado de chichihualli, teta, mamila. Diccionario de mejicanismos (1895:165). Esto así porque chichi es mamar. Diccionario de aztequismos (1978:67).

Aquí no acaba la historia de la chichigua centroamericana, pues el acortamiento de la voz chichigua con el significado mexicano produjo chichi para teta, en el español y el inglés del Sur de los Estados Unidos. Chichi o chiche es glándula mamaria, seno, teta en New Mexico y el Sur de Colorado. A Dictionary of New Mexico and Southern Colorado (1983:45).

Al final lo que queda es que no hay una sola chichigua. La significación depende del país en que se use la voz. En cuanto al origen indígena de la voz usada en las Antillas, puede decirse que es más bien incierto.

En República Dominicana la chichigua produjo una chichigüita. Se usa esta voz en tanto nombre o adjetivo para aplicárselo a una mujer pequeña de tamaño, que se mueve con rapidez. Con ese nombre aplicado a una mujer de escaso tamaño se pagan las deudas con las chichiguas de otros países. Por el tamaño, mujer pequeña, del modo en que se conoce chichigua en Colombia y Ecuador. Y con respecto al movimiento rápido, se asemeja al desplazamiento (flotación) de la mariposa del azteca. Esto que acaba de destacarse puede ser producto del azar, pero es una realidad.

 

DESGARITARSE

“. . . y así evitarles a mis hijos el engorro de salir DESGARITADOS . . .”

Se resaltará en esta sección una acepción que mantiene el verbo del título que no ha sido debidamente reconocida en los diccionarios diferenciales de español dominicano. Después de la exposición de la acción peculiar con sus características únicas, se citarán varios ejemplos con la esperanza de que los hablantes de español dominicano reconozcan en ellos su práctica habitual.

Antes de continuar hay que apuntar algo en la frase reproducida a guisa de ejemplo del uso de la palabra del título, allí se deslizó un error que se ha observado en otros textos. “Evitarles a mis hijos”. No hace falta el pronombre les incorporado al verbo, si a continuación aparecen los hijos. Bastaba con, “Evitar a mis hijos”.

Desgaritar parece una composición de des- y garete; así podría pensarse al leer con ojos inocentes el verbo. Etimología irreflexiva atribuida ingenuamente motivada por las muchas voces de marinería que han pervivido en América. Esto así si se piensa que en el argot marinero la locución adverbial “al garete” transmite la idea de estar a la deriva, esto es, “sin dirección o propósito fijo” acepción actual, pero que en su origen fue “navegar a la merced de la corriente o del viento”. En resumidas cuentas, desgaritarse se incorporó muy temprano al español.

Corominas y Pascual documentan en su Diccionario crítico etimológico castellano e hispánico (1980-III-94) una larga explicación acerca de la idea que se formó Esteban Pichardo, que coincide con la expuesta más arriba, a pesar de estos etimólogos introducen la posibilidad de que se formara con el prefijo des- y el sustantivo femenino garita, influenciado esto por la significación del portugués del Brasil, de desguaritado.

  1. Esteban Pichardo en su Diccionario provincial casi razonado de vozes y frases cubanas (1835:227) al ocuparse de los verbos desgaritar y desgaritarse, reenvía a la palabra garete que se halla en la página 275. Allí sostiene que, “Irse o estar al garete es frase tomada de la marítima en la significación metafórica de perderse, trastornarse, desordenarse o extraviarse alguna cosa, a la cual faltó el rumbo gobierno o cuidado. De aquí el verbo Desgaritar o Desgaritarse, al cual se da en esta isla el mismo significado”.

En el español general el verbo desgaritarse referido a una res es “separarse de la madrina o del sitio”. Es muy probable que de esta acepción más bien rural haya pasado al español dominicano general en tanto “huir o separarse de un grupo”.

Lo que se persigue con estas explicaciones es llegar hasta afirmar que en el español dominicano actual el verbo desgaritarse no solo es “huir o separarse de un grupo”, sino de cualquier sitio o en cualquier circunstancia. Es más, puede aventurarse que desgaritarse mantiene en el habla de los dominicanos un rasgo de precipitación; es decir, huir (aceleradamente, deprisa, velozmente). El dominicano para expresar la idea de la última frase diría, “más rápido que de carrera”.

Se piensa que la persona que se desgarita no dice hacia dónde va. No se toma el tiempo de advertir a los demás hacia dónde se dirige porque su propósito principal es alejarse del lugar o el grupo en que estaba. Quizás ni el mismo sujeto de la acción sabe hacia dónde se dirige.

Todo lo anterior es para dejar en claro que la acepción que se consigna en los diccionarios de español dominicano no está completa con la redacción que incluye separación de un grupo; debe incluirse en la definición, “de un lugar”, y, acomodar la redacción para incluir las características anotadas más arriba.

Pautas para el empleo de la coma, el punto y el punto y coma (2 de 2)

Por Tobías Rodríguez Molina

Usos opcionales de la coma

  1. Un uso opcional es el del caso de la anteposición de elementos sintácticos subordinados, es decir, que son dependientes de la parte principal de la oración y cuya colocación lógica o normal suele aparecer al final de la oración. Ejemplos: a. Al llegar a la casa Pedro lucía completamente fatigado. ; b. Cuando Juan regresó del paseo su madre se puso muy feliz. Fíjense que en la oración a. se puede poner una coma después de “casa”, y en la b. se tiene la opción, no la obligación, de ponerla después de “paseo”.
  2. En las oraciones con elipsis o supresión del verbo, no es obligatorio poner la coma en vez del verbo elidido. Ejemplos: a. Uno de sus primos estudió la carrera de Electrónica y el otro la de Administración. ; b. Javier se radicó en Mao y su tío, en Puerto Plata. Se tiene la opción de poner, en la oración a, una coma después de “otro”  y  en la b., después de “tío”.
  3. También es opcional el uso de la coma delante de “pero”, “mas”, “aunque”. Debemos aclarar, sin embargo, que en las oraciones que tienen esas expresiones, existen cuatro posibilidades u opciones, dependiendo, muchas veces, de la complejidad de la estructura oracional de que se trate y, por supuesto, de gustos estilísticos y de otros factores de difícil precisión. Las opciones son: no poner ningún signo, la coma, el punto y coma o el punto.  Veamos algunos ejemplos: a. Es una persona muy inteligente pero completamente desorganizada. ; b. Le ofrecieron ese trabajo, pero  lo rechazó al instante. ; c. Alberto está  hoy complaciente con todo el mundo; aunque no vayan a  creer que él es siempre así. ; d. Sus notas todo el tiempo habían  sido las peores del curso. Pero, para sorpresa de todos,  su nota final estuvo entre las mejores.

Usos del punto y coma

Este signo de puntuación tiene un solo uso obligatorio y varios que son opcionales.

Uso obligatorio

Aparece este uso obligatorio en estructuras oracionales que tienen coma empleada en el interior de cada estructura enumerada. Ejemplos: a. De su tienda quiero que me  envíe los siguientes artículos: camisas, dos docenas; pantalones, dos docenas; medias, tres docenas; corbatas, dos docenas, y toallas, dos docenas. ; b. En nuestro paseo visitamos las siguientes ciudades: Santo Domingo, la capital dominicana; La Vega, la ciudad olímpica;  Moca, la ciudad del viaducto; Santiago, la ciudad corazón, y Puerto Plata, la novia del Atlántico.  Como pueden ver, en el ejemplo a.   se pone una coma entre el artículo comprado (camisas)  y la cantidad, y punto y coma entre cada artículo y su cantidad y el otro artículo y su cantidad.  En el ejemplo b. , se escribe coma entre la ciudad y el calificativo, y punto y coma entre la ciudad y su calificativo y la otra ciudad y su calificativo.

Usos opcionales

  1. Se emplea punto y coma opcional delante de “pero”, “mas”, “aunque”. (Ver el caso 3 del uso opcional de la coma).
  2. También se usará en forma opcional en las proposiciones yuxtapuestas. Estas son partes de una oración compuesta a la que se le ha eliminado el nexo que indica la relación existente entre ambas partes. Aclaremos lo anterior mediante un ejemplo: “No asistió a la clase de hoy porque estaba aquejado de una fuerte gripe”. Si a esta oración causal le eliminamos el nexo “porque”, la convertimos en dos proposiciones Obsérvenlas: “No asistió a la clase de hoy;  estaba aquejado de una fuerte gripe”. La otra opción en este caso es usar el punto en vez del punto y coma.
  3. Otro empleo del punto y coma  opcional   aparece  delante de “es decir”, “o sea”, “esto es”, “por consiguiente”, “no obstante”, “sin embargo”, cuando estas expresiones unen las dos  partes (o proposiciones) de una oración compuesta.

Las opciones son dos: o punto y coma  o punto. Vean los siguientes ejemplos. a. Amaneció con una fuerte fiebre; sin embargo, eso no le impidió asistir al trabajo. ; b. Está obligado a sacar mejores notas en el próximo examen para liberar la Biología. Por consiguiente, tendrá que concentrarse más en el estudio de esa materia.

Usos del punto

Este signo de puntuación tiene un uso obligatorio y varios opcionales.

Uso obligatorio

Se emplea en forma obligatoria, pudiéramos decir que en teoría, al final de cada oración, sin importar que aparezca en medio de un párrafo, al final del mismo o al final de un escrito. He dicho que “en teoría”, ya que en medio del párrafo, pudiera darse la opción con el punto y coma, y otras veces pudiera haber punto suspensivo al final de la oración. Aclaremos, además, que la oración puede ser gramaticalmente completa o contextualmente completa. Veamos ejemplos de ambos tipos: a. Gramaticalmente completa: Celeste se graduó de bachiller hace un mes. ; b. Contextualmente completa: ¿Ya comenzaste a trabajar, Alberto? –Sí, Daniel. La pregunta es una oración gramaticalmente completa y la respuesta, que es “Sí, Daniel”, es contextualmente completa. (Nota: Recuerden que se marca el punto en las palabras que se abrevian, como en Lic., Ing., Dr.).

Usos opcionales

Se emplea el punto en forma opcional en los mismos casos del uso opcional  del punto y coma. (Ver el punto y coma opcional en los casos 1, 2 y 3).

Ya vieron todos los variados casos que se dan con respecto al uso de esos tres signos de puntuación y el cuidado y la atención que hay que tener para usarlos como es debido.  Yo confío en  que la manera en que les presenté  los aspectos teóricos y los ejemplos para cada caso, y el deseo y el empeño por mejorar de  ustedes, los convertirán en  mejores redactores de textos.