Fin de año

Cada año, cuando llegan estas fechas, acostumbramos a desear lo mejor a los que nos rodean. Los deseos son siempre los mismos. Quizás por esta razón encontramos demasiado trilladas las palabras para expresarlos.

Para hacerles llegar a mis lectores mis esperanzas para 2015 me he auxiliado de las palabras que una mujer extraordinaria eligió para la felicitación navideña de su hija Irene en 1928.

Nadie como un hijo resume lo más  querido, lo más cercano  y, a la par, lo más desconocido. En ellos se resumen nuestros miedos y nuestras aspiraciones. Este año he descubierto a Marie Curie, primera mujer que obtuvo el Premio Nobel y, además, por si fuera poco, en dos ocasiones. Esta mujer, con una voluntad y una mente incomparables, supo expresar con palabras precisas lo que yo les deseo para el año próximo:

«Os deseo un año de salud, de satisfacciones, de buen trabajo, un año durante el cual tengáis cada día el gusto de vivir, sin esperar que los días hayan tenido que pasar para encontrar su satisfacción y sin tener necesidad de poner esperanzas de felicidad en los días que hayan de venir».

Las grandes inteligencias saben expresar también la grandeza de lo cotidiano, de lo que nos depara cada día. Este año, como casi todos, tendrá trescientos sesenta y cinco días para aprovechar al máximo.  Solo de nosotros depende que logremos apurarles hasta la última gota de aprendizaje, de alegría, de amor.

© 2015 María José Rincón González

 

Vencer al tiempo

Supe en estos días que los japoneses llaman tsundoku a las personas que gustan de acumular libros que después no leen. Me maravilla que dispongan de una palabra para eso; señal de que deben tener muchos tsundokus. Confieso que padezco ese mal, aunque yo, al final, sí los leo. Cuando me encuentro con un libro no puedo evitar el deseo de hojearlo, que lleva aparejado el deseo de leerlo y, por supuesto, de tenerlo. Si me encuentro en el metro o en la sala de espera con alguien que lee, se me van los ojos detrás de la portada y no puedo reprimir la curiosidad. Dice Lope de Vega, como solo los clásicos saben decirlo: “Es cualquier libro discreto / (que si cansa de hablar deja) / un amigo que aconseja / y que reprende en secreto”.

Un libro siempre representa la promesa de una historia, el misterio de una conjunción de palabras que nos habla desde otro lugar o desde otro tiempo. ¿Qué hay mejor que una pila de libros por leer?

Si lo que leo me gusta, no puedo parar. Si lo que leo me gusta mucho, lo hago despacio y cierro las páginas cada poco para prolongar la experiencia. Si lo que leo me apasiona, leo despacio y después releo. Y releo muchas veces, generalmente en voz alta. Las palabras bien escritas y las historias bien contadas siempre me han servido de bálsamo: contra la inquietud, contra el aburrimiento, contra la desazón. Pero también me han servido de acicate: para la alegría,  para la esperanza, para la risa, para la memoria.

Qué grande es el misterio de unas letras que van sumándose para construir un mundo que antes no existía; un mundo que, nacido de las palabras, ya no dejará de existir y habrá vencido al tiempo.

Pregúntense ahora quién como padre, como educador, como amigo, podrá dejar de inculcar el placer de la lectura a los que lo rodean. Compartan los libros. No hay enseñanza ni regalo mejor.

© 2015 María José Rincón González

El lenguaje de las leyes

La Academia Dominicana de la Lengua finaliza el año con la incorporación como miembro de número del abogado Fabio J. Guzmán Ariza, un profesional comprometido y un amante de la lengua española.

Entre los académicos siempre ha habido juristas, que han mostrado una especial preocupación por el lenguaje especializado del derecho. Demasiado a menudo olvidamos que los textos jurídicos están destinados al ciudadano, a cualquier ciudadano, con independencia de su nivel social o cultural. Las sociedades democráticas deben instituir una administración pública y de justicia más cercana y accesible para todos; para lograrlo debemos paliar el desajuste entre el lenguaje de nuestras normas y nuestros ciudadanos.

El lenguaje jurídico trata de conseguir un máximo de precisión, pero a menudo produce documentos complejos y ambiguos. Guzmán Ariza ha estudiado nuestros textos jurídicos y administrativos y ha propuesto mejoras que los hagan adecuados, precisos y comprensibles.

Aunque parezca una verdad de Perogrullo, no me resisto a recordarnos a todos que los ciudadanos tenemos derecho a comprender las normas que nos afectan. En palabras de la Real Academia, “ese equilibrio complejo entre precisión técnica y claridad es el que define la excelencia en los buenos juristas”.

No hace mucho la RAE presentó un informe lingüístico con recomendaciones prácticas para los profesionales del derecho y la administración pública. Para que se hagan una idea este informe está introducido por un capítulo titulado “El derecho a comprender” que concluye: “Un mal uso del lenguaje por parte de los profesionales del derecho genera inseguridad jurídica e incide negativamente en la resolución de los conflictos sociales”.

Entre estos buenos juristas se encuentra quien hoy se convertirá en un nuevo miembro de nuestra corporación. Fabio J. Guzmán Ariza viene siendo, para orgullo nuestro, la avanzadilla académica en la corrección y modernización del lenguaje jurídico.

© 2014 María José Rincón González

Las biografías de las palabras

Álex Grijelmo compara al diccionario con una lupa para mirar de cerca las palabras. Me encanta la imagen porque expresa certeramente la idea de que los diccionarios son herramientas que nos permiten acercarnos con detalle al contenido que guardan las palabras.

Imaginen ahora si pudiéramos disfrutar de un diccionario en el que cada entrada se dedicara a contarnos la biografía de una palabra: cuándo nació, cómo ha crecido y cambiado, con quién se ha relacionado, para qué se ha usado y, en algunos casos, cuándo y por qué murió. No hace falta imaginarlo; ya existe. Se trata del Nuevo diccionario histórico del español (el NDHE), dirigido por José Antonio Pascual y coordinado por Mar Campos, un proyecto extraordinario de la Real Academia Española largamente anhelado. Lo más interesante es que su condición de diccionario histórico no lo circunscribe al pasado. Conocer en profundidad la historia de las palabras nos ayuda a entender cómo se usan y lo que significan en el presente.

Las nuevas tecnologías alivian un poco la carga de los lexicógrafos y nos permiten a los usuarios ir disfrutando de los resultados parciales de su tarea. Dense un paseo por la página de la Real Academia Española (www.rae.es) en el enlace de la Fundación Rafael Lapesa. Podrán consultar algunos de los registros que ya están publicados y que les ayudarán a hacerse una idea de la magnitud de este empeño. Si el diccionario académico registra unas noventa mil palabras, el NDHE aspira a contarnos la vida y milagros de unas cien mil.

© 2014 María José Rincón González.

No hay de qué

La tilde diacrítica se usa en ciertas palabras para diferenciar sus formas átonas y tónicas. Es lo que sucede con qué, cuál, quién, cómo, cuán, cuánto, cuándo, dónde y adónde.

Este tipo de tilde es excepcional (es decir, no se atiene a las normas generales de acentuación del español) y se utiliza en estos casos para diferenciar entre los interrogativos y exclamativos tónicos y las conjunciones y los relativos átonos. ¡Qué lío! ¿A quién se le habrá ocurrido esto?

Se trata de armarse de valor e ir practicando con paciencia los casos en los que debemos usar esta tilde. Un ejemplo interesante es el de las expresiones que incluyen estas palabras con su correspondiente tilde diacrítica. No son muchas pero las usamos con cierta frecuencia.

Muchos de nosotros pensamos en el qué dirán y nos da no sé qué escribir por el temor a cometer una falta de ortografía. Hay también algunos, a cuál más atrevido, que no “le dan mente a nada”. Quién sabe, a lo mejor no debemos preocuparnos tanto por escribir mal. Qué va, dirán otros, ellos no son quiénes para decirnos cómo tenemos que escribir. No sé cuántas veces he oído la misma cantaleta. No sé a quién se le ocurrió eso de seguir la ortografía, unas reglas del año no sé cuántos.

Generalmente los que así opinan son los que peor escriben. Mira por dónde, no estoy de acuerdo con ellos. Escribir correctamente es difícil pero demuestra formación, interés y cultura. Algunos no les prestarán atención a estos consejos pero muchos los agradecerán. No hay de qué.

© 2014 María José Rincón González

Mientras tanto

¿Quién no anda pegado en estos días a un celular o a un móvil, o como quiera que se llamen esos aparatejos que tanto nos facilitan y complican la vida? Entono el mea culpa y reconozco que cada día soy un poco más dependiente de ellos, aunque me resista. Ya no son solo las llamadas.

Ahora que hemos dejado los mensajes de texto un poco atrás nos aficionamos como neófitos al WhatsApp. Confieso que lo uso con frecuencia y que he tenido que aprender a usar correctamente las nuevas palabras que se relacionan con este servicio. Si nos referimos a la aplicación de mensajería instantánea en sí, debemos respetar la denominación comercial oficial de la marca, manteniendo sus características gráficas registradas: Cada vez enviamos más mensajes por WhatsApp.

Sin embargo, si queremos referirnos a los mensajes que se envían mediante este sistema podemos echar mano de wasap, sustantivo de nuevo cuño que sigue para su adaptación al español las reglas establecidas por la Ortografía de las academias de la lengua española. Como se trata de una castellanización podemos escribir la palabra en redonda y sin comillas: Me envía tantos wasaps que no me da tiempo a leerlos. Se trata de una palabra aguda terminada en un grupo consonántico por lo que no debemos ponerle tilde aunque la consonante final sea ese. Su hispanización es irreversible porque ha llegado a generar un verbo derivado utilizando los mecanismos regulares del español para la derivación: Nos pasamos el día wasapeando.

Las academias de la lengua tendrán que plantearse la inclusión, o no, de estas recién llegadas en los diccionarios académicos estudiando si su uso se impone, se generaliza y se mantiene entre los hablantes. Otros diccionarios de uso tal vez las incluyan antes. Mientras tanto los que las usamos tenemos que saber cómo se escriben correctamente.

© 2014 María José Rincón González

¡Ay!, la coma

Mucha gente hay por ahí que cree que la ortografía es solo saber cuándo poner o no una hache o elegir entre la be y la uve. Existen además, para los que no lo sepan, los signos ortográficos. Usarlos mal o no usarlos cuando son necesarios también constituye una falta de ortografía de esas que, al menos antes, los maestros rodeaban de un acusatorio círculo rojo.

Entre los signos de puntuación destaca, por su especial dificultad, la coma. Por experiencia propia creo que lo más acertado para mejorar nuestro manejo de la coma es ir puliendo poco a poco las situaciones en las que hay que usarla y en las que no.

Un contexto en el que todos los días echo en falta la coma es en las interjecciones. Estas expresiones exclamativas, formadas por una o más palabras y más frecuentes de lo que pensamos, tiñen de expresividad nuestros escritos. Conservan cierta autonomía sintáctica dentro de un texto y, por esta razón, deben escribirse delimitadas por comas. ¡Ni modo!, tendremos que aprender a usarlas.

Las expresiones que usamos como fórmulas de saludo o despedida se consideran interjecciones y siguen esta misma regla. Todos podemos aplicarla cada vez que escribimos un correo electrónico y lo encabezamos con un coloquial Hola, amigos o con un más formal Buenos días, señores y señoras.

¡Ay, caray! Vaya, vaya, mira por dónde vamos buscándole la vuelta a esa coma. Un poco de práctica y, ¡eureka!, lo habremos conseguido.

© 2014 María José Rincón González

Árbitro de palabras

Los cambios en nuestra forma de vida nos familiarizan con nuevas palabras. Cuando los lexicográficos académicos se cercioran de que estas palabras han llegado para quedarse (o al menos eso parece) empiezan un proceso complejo para su inclusión en el Diccionario de la lengua española (DRAE). La semana pasada hablamos de la creatividad léxica en la tecnología pero las inclusiones no se limitan a este campo. Leer más

Más madera

Nuestro mundo cambia, a veces aceleradamente. Estos cambios se reflejan en la lengua y hacen imprescindibles las nuevas ediciones de los diccionarios. La Real Academia suele hacerlas cada diez años.

Cuando hablamos de una nueva edición de un diccionario lo que despierta mayor interés es la incorporación de nuevas palabras. Si la selección de palabras está bien hecha las nuevas incorporaciones nos sorprenden porque no podemos imaginar cómo no estaban incluidas en la edición anterior.

La tecnología aporta algunas voces que se han convertido en cotidianas. Hagamos un repaso. El Diccionario de la lengua española (DRAE) incorpora un artículo dedicado a salvapantallas y a sus dos acepciones: la lámina protectora de la pantalla y la imagen que se activa cuando no usamos la computadora. Los SMS también han entrado en diccionario académico (ahora que ya casi no los usamos). También encontramos un artículo nuevo dedicado a USB y un añadido en la entrada dedicada a memoria para acoger a las memorias USB. El blog y los blogueros han adquirido carta de naturaleza. A algunos nos gustaba la propuesta de usar el hermoso patrimonial bitácora pero debemos admitir que, al fin, usábamos siempre blog. Así mismo se ha añadido la acepción informática de enlace (‘conjunto de caracteres que se usa como dirección para acceder a más información’) y se ha enmendado el artículo dedicado a sitio para que incluya sitio web.

Los omnipresentes teclados y pantallas han cambiado nuestra forma de trabajar, de comunicarnos y, en definitiva, de vivir. No es nada raro que transformen también nuestra forma de hablar y escribir y, por lo tanto, nuestros diccionarios.

© 2014 María José Rincón González

Palo si boga

Una entrada es el texto que el diccionario dedica a cada palabra y en el que se incluye toda la información gramatical y de uso y, por descontado, la definición de las acepciones. Hay entradas de los más diversos tamaños. Buscando ejemplos de entradas copiosas en el Diccionario del español dominicano me topé con que una de las más largas es la que se le dedica al sustantivo palo. Una de las razones es que con él se han formado muchas expresiones que perviven a lo largo de los siglos. Leer más