A la mesa

Vamos guardando nuestro clavito, aunque a veces puede que se nos quede corto. Con la suma de los impuestos siempre invitamos a un comensal extra con el que no contábamos. Elegimos un día. Sobrellevamos algún que otro tapón. Y, al fin, nos sentamos con unos amigos a la mesa de un restaurante. Los que somos de buen comer disfrutamos de la experiencia. Los que somos además de buen hablar tenemos que pasar por el trago amargo de leer la carta.

Empecemos por una ensalada, fresca y saludable. Se nos atraganta la rúcula; una simple esdrújula que encontramos escrita en el mismo menú *rucula y *rucúla, y eso porque solo tiene tres sílabas. Dejamos a un lado la rúcula y nos decantamos por un rollo, o enrollado. No sabemos si atrevernos porque resulta ser un chicken lettuce wrap. Parece que pollo y lechuga envueltos en una tortilla adquieren cierta categoría si lo decimos en inglés. Un poco desencantados ya observamos cómo el tradicional aliño o el clásico aderezo se han transformado en un hortera dressing.

Ya no queremos ensalada. Pasemos a los entrantes, los entremeses, el castizo tapeo o la criolla picadera. Nada de nada. Si no está dispuesto a atragantarse con un sampler de appetizers, se quedará con hambre; incluso si el plato se compone de chorizo, morcilla y longaniza. ¿Les parece que alguno de estos manjares casa con lo de sampler? A estas alturas no sé si saltarme los entremeses y seguir leyendo el menú o echar mano de un bolígrafo rojo y empezar a corregir.

© 2016, María José Rincón.

Un puntito de sal

Nuestra forma de hablar dice mucho de cómo somos, de nuestra procedencia, de nuestra formación y de nuestra vida. Siempre me ha gustado adivinar de dónde procede una persona por su forma de hablar: a veces es la entonación, a veces la pronunciación, a veces la elección de una palabra o de una expresión. El mundo hispanohablante es tan ancho que no me faltan oportunidades para ejercitar este particular pasatiempo, en el que reconozco que juego con ventaja, la que me dan los muchos años que llevo dedicada a estudiar qué nos une y qué nos diferencia a los que hablamos español.

En ocasiones percibimos las diferencias a simple ¿vista? Mejor, a simple escucha. ¿Han notado este detallito que nos diferencia a los hablantes de una y otra orilla? Las secuencias ir a por, salir a por, venir a por, son habituales en el español de España para expresar un sentido de ‘en busca de’. Déjenme poner un ejemplo del refranero: ir a por lana y volver trasquilado. Por rara que nos pueda parecer, esta secuencia preposicional es completamente normal. Parece tratarse del resultado de un cruce de la idea de movimiento entre una expresión de dirección (ir a un lugar, ‘ir hacia un lugar’) y una expresión de finalidad (ir por una cosa o por una persona, ‘ir en busca de algo o de alguien’). Esta combinación de preposiciones no es moderna y está documentada desde antiguo en español.

Los hablantes preocupados por el buen uso de nuestra lengua (que haberlos, haylos) suelen consultar esta duda. Si ustedes no usan esta combinación, no se preocupen; si la usan, tampoco. Es uno de esos pequeños rasgos que nos caracterizan y que hacen que nuestra lengua, ancha en territorios y profunda en historia, tenga su puntito de sal.

© 2016, María José Rincón.

Instrucciones de uso

La capacidad de formación de nuevas palabras en nuestra lengua es extraordinaria. Podemos crear nuevas palabras, por ejemplo, por derivación (hacer/deshacer, charla/charlista, asma/asmático) o por composición (sacacorchos, bocacalle, cierrapuertas). Y, a veces, podemos deducir su significado del significado de los elementos que las componen.

Uno de los casos más claros son los adverbios formados con -mente. Basta con añadir -mente a un adjetivo en femenino y nos resulta un adverbio que significa ‘de manera’ más el significado que aporta el adjetivo: gratamente, ‘de manera grata’, gráficamente, ‘de modo gráfico’. Algo similar sucede con los prefijos anti– ‘opuesto’ o mini- ‘pequeño, corto’: antiadherente, antibacteriano, minibar, minifalda.

Todos los ejemplos que he citado hasta ahora se incluyen en el diccionario. Pero no siempre es así con derivados y compuestos. Cada diccionario aplica su propio criterio para estas palabras. El Diccionario de la lengua española de la RAE solo incluye los que registran un uso reiterado. Si buscan los adverbios distraídamente o ansiosamente, no los van a encontrar. Eso no quiere decir que no existan o que sean incorrectos.

El hecho de que una palabra no esté en un diccionario no implica necesariamente que no exista o que sea incorrecta. Tampoco necesariamente que sea correcta. El Diccionario del español dominicano, un diccionario de uso, incluye entre sus lemas el dominicano *casimente, incorrecto donde los haya, pero establecido, me temo que para quedarse, en nuestro español.

Moraleja. Cuando elijan o consulten un diccionario, lean las instrucciones de uso. Le sacarán más partido y se ahorrarán más de una sorpresa.

© 2016, María José Rincón.

Reto léxico

Si la resaca farandulera ya se ha ido apagando, todavía padecemos la bajada de la marea electoral, de mayor enjundia. Están siendo días de contar y recontar; y los que vienen deberían ser días de reflexión y de acción para plantearnos lo que hemos hecho y replantearnos lo que tenemos que hacer. Como en todo en la vida las palabras también han tenido su protagonismo en esta marea. Hemos contado votos (los hemos computado considerándolos unidades, si seguimos la definición académica). También hemos recontado los votos. Contar y recontar son sinónimos en este sentido; pero recontar añade una acepción más, la de ‘volver a contar’.

De los verbos pasamos a los sustantivos. Una cuenta es la acción de contar. Son pocas las ocasiones en que elegimos este sustantivo para referirnos a los votos. Las más de las veces lo hacemos para referirnos a una cuenta regresiva o cuenta atrás: tres, dos, uno… De contar derivamos asimismo conteo. Y este sí que protagoniza las cuentas de las boletas electorales. El conteo de los votos es imprescindible; en él se basa la democracia. Los problemas empiezan cuando el conteo le resta protagonismo al resultado. Entre nosotros llamamos a la cuenta atrás conteo regresivo.

De recontar derivamos recuento, ‘acción y efecto de volver a contar algo’. Los votos son esenciales: los contamos y los recontamos. Y si de contar, conteo; de recontar, reconteo. Llevamos tantos días contando que nos ha dado tiempo a hacer surgir una nueva palabra. No está en el DRAE, no está en el Diccionario de americanismos de la Asociación de Academias de la Lengua, no la he encontrado en los corpus recientes. Todavía debemos analizar si la creación es tal o si es necesaria, teniendo ya el clásico recuento a nuestra disposición. Un accidentado proceso electoral que nos ha dejado, entre otros retos, un reto léxico.

© 2016, María José Rincón.

Resuena el acordeón

Todavía sufrimos la resaca de los Soberanos. Un año más la alfombra roja se ha poblado de *las mejores vestidas y los nominados han hecho gala de los *looks más atrevidos, más convencionales e, incluso, más disparatosos. Un año más nuestros medios de comunicación se han llenado de errores gramaticales, de una pésima selección del vocabulario y de faltas ortográficas.

Un somero vistazo a las noticias de farándula basta para llevarse las manos a la cabeza. La alfombra roja se escribe con minúscula inicial, por muy roja que sea y por muchos *vip que la pisen. Una reina de belleza junto a otra no son dos *reinas de bellezas. Un boche, por grande que sea, no se convierte en un *Boche. En un titular destacado leí: *«La ceremonia abrió con un opening…». Sobran los comentarios; o tendremos que empezar a decir *no comments.

Los errores en la redacción transforman el texto en algo ilegible, superponiendo un error a otro hasta que es casi imposible desenredarlos. Una muestra: *«Por momentos los que miraban el premio desde ese lugar, en varias ocasiones la transmisión no tenía audio, incluso hasta sin video».

La única que se salva es nuestra singular Fefita la Grande. Se salva ella, porque su sobrenombre ha acumulado todas las posibilidades de errores que en él caben. Enhorabuena a Fefita, la preferida de mi hijo, por su soberano y por hacer resonar en sus letras a ritmo frenético lo más auténtico de nuestro español dominicano.

© 2016, María José Rincón.

Pocas palabras

He de reconocer que no soy muy de campo. Sin embargo, soy amante del silencio, aunque nuestras ciudades estén cada día más reñidas con él. La naturaleza es también «ruidosa», aunque en un sentido completamente diferente. Hay un campo semántico que siempre me ha parecido divertido, por su variedad y sonoridad: el que agrupa a los verbos que designan los sonidos que emiten los animales.

Caballos y burros se distinguen por muchas cosas, entre ellas porque los primeros relinchan y los segundos rebuznan o roznan. En los días en los que el sol aprieta nos envuelve un sonido que llega casi a formar parte del paisaje: las chicharras y las cigarras chirrían o chicharrean; aunque los cuentos nos hablen del canto de la cigarra, estas sonoras palabras se acercan más a su voz real.  También algunas aves como las golondrinas y los vencejos chirrían o trisan.

Si queremos referirnos al sonido que emiten los patos diremos que graznan o que parpan. Eso de que hacen cua cua se lo dejamos a los niños. Todas las ranas croan, no solo las que se convierten en príncipes. Los elefantes barritan. Para ser sincera, nunca he tenido la oportunidad de escucharlos de cerca.  Preciosa palabra para designar un sonido que, si las cosan siguen como van, cada vez escucharemos menos.

A veces los humanos llegamos a parecernos a los animales, con perdón de los animales, y emitimos sonidos para los que nos prestan el nombre. Los bebés gorjean, como los pajarillos, pero también berrean como los becerritos. Los toros y los caballos bufan, incluso los de los muñequitos, cuando resoplan con furia. Díganme si no han visto a más de uno bufar en estos días. Y lo de rebuznar creo que no necesita explicación. A buen entendedor, pocas palabras bastan.

© 2016, María José Rincón.

El Diccionario fraseológico y la cultura idiomática dominicana

Por Bruno Rosario Candelier

A Fabio Guzmán Ariza,

Cultor apasionado de nuestra lengua.

 La Academia Dominicana de la Lengua (ADL) publicó una nueva obra lexicográfica, Diccionario fraseológico del español dominicano (Difrado), de la autoría de Bruno Rosario Candelier, Irene Pérez Guerra y Roberto Guzmán, labor que realizamos con la ayuda de varios colaboradoresen la búsqueda de expresiones fraseológicas.

Este trabajo de investigación idiomática en el campo de la fraseología es una expresión concreta de los estudios lexicográficos. La lexicografía es la disciplina de la lengua que enseña a confeccionar diccionarios, es decir, como ciencia del lenguaje da la pauta para hacer un diccionario, y un diccionario normalmente se hace de palabras, que se definen y se ilustran con ejemplos apropiados. Esa labor lexicográfica entraña el trabajo de seleccionar y describir las palabras que se usan en una lengua determinada y, además, se especifica el significado de cada palabra, con su denotación y su connotación, con sus diferentes acepciones.

El diccionario fraseológico recoge y define frases y expresiones idiomáticas de los diferentes niveles socioculturales de los hablantes -lenguaje culto y vulgar, campesino y urbano, del pasado y del presente- incluidas las diferencias de los hablantes y las regiones geográficas.

Esta nueva publicación de la ADL recopila frases que habitualmente utilizan los hablantes dominicanos, por lo cual nos acogimos al criterio de uso para seleccionar el material lingüístico que sirvió de base a esta obra fraseológica. Con ese fin acudimos a las tres fuentes de información: la literatura, la prensa escrita y la oralidad.

En esta obra fraseológica denominé idiolexías a las unidades fraseológicas o expresiones idiomáticas de nuestro pueblo. Se trata de expresiones que suelen nacer de un hecho real y que se pueden aplicar a otros contextos, con un significado diferente al de la motivación original. Nos guiamos por el criterio de uso para seleccionarlas frases de las fuentes ordinarias, cuya bibliografía se consigna al final del diccionario. La introducción ofrece al lector una orientación para el manejo adecuado de esta obra.

En cada uno de nuestros países hispanohablantes hay, además de las voces de la lengua general, términos y expresiones de la lengua local, con los significados habituales y las connotaciones idiomáticas del lenguaje coloquial. En la Academia Dominicana de la Lengua ya habíamos elaborado un diccionario de voces criollas. En este  diccionario de frases hemos endosado, al léxico y al refranero de la lengua española, un vocabulario y unas expresiones autóctonas con nuevos significados que revelan la peculiaridad léxica y semántica en la variedad del español de América hablado en las Antillas.

En el conjunto del lenguaje, además de las palabras de la lengua, hay expresiones idiomáticas, como locuciones, frases, giros, adagios, sentencias, proverbios, máximas y refranes. En esta primera obra fraseológica de la ADL estudiamos fundamentalmente las frases, locuciones, adagios y giros. Dejamos para un segundo volumen el estudio de sentencias, proverbios, máximas y refranes. En este diccionario fraseológico hemos hecho una recopilación de las expresiones que usan los hablantes dominicanos, y hemos acudido a tres fuentes fundamentales: las referencias bibliográficas, es decir, al conjunto de obras literarias donde rastreamos frases usadas por narradores, novelistas, cuentistas, dramaturgos y ensayistas. Esas obras contienen una variedad de frases, porque los escritores suelen emplear las expresiones que usan los hablantes y las que ellos mismos emplean como escritores. Por eso las obras literarias constituyen una mina de frases, porque es un caudal fraseológico en el ámbito de las idiolexías o modismos idiomáticos.

La primera fuente es la literaria, cuyos textos de ficción escudriñamos para recoger las frases que aparecen en la narrativa. En la fuente literaria se hallan, básicamente, las obras narrativas de cuentos, estampas, relatos y novelas, que cotejamos en la literatura dominicana. También consultamos algunas obras de historiografía y de ensayo.

La segunda fuente a la que acudimos, de gran caudal expresivo, es la prensa escrita de periódicos y revistas en ediciones físicas y electrónicas. Fundamentalmente usamos los periódicos del Listín Diario, Hoy, La Información, El Nacional, Diario Libre, Nuevo Diario y El Caribe. En nuestra investigación lingüística pudimos constatar que los periodistas y escritores dominicanos que escriben en la prensa, sobre todo quienes tienen una columna regular, suelen usar expresiones fraseológicas. Todos están citados.

La tercera fuente es la oralidad, que es el caudal de voces y expresiones habladas en los diferentes escenarios sociales. Esa fuente refleja el lenguaje vivo de la gente cuando se comunica en diálogos, coloquios o conversaciones. La radio y la televisión son fuentes públicas de la oralidad, pero la mayor fuente donde acude la gente son los sitios de concurrencia abierta, como mercados, comercios, centros médicos, guaguas, carros de concho, colmadones, templos, salas de fiesta, pulperías, barberías, estadios deportivos, gimnasios, es decir, lugares donde va la gente por diversos objetivos y, por tanto, donde se manifiesta de un modo espontáneo la oralidad. Los tres autores de esta obra acudimos, cada uno por su cuenta, a esos escenarios del habla viva.

Quien estudia las expresiones fraseológicas se pone en contacto con los hablantes y entresaca de la conversación o de la obra escrita las susodichas frases, porque dentro de una descripción, una narración o el párrafo de un ensayo o estudio crítico, el autor dice una expresión de esas que forman parte de la fraseología. Desde luego, hay que saber identificar y extraer esa frase donde se encuentre, y eso es lo que en fraseología se llama expurgo, que es el acarreo o la selección de una expresión fraseológica, que definimos y consignamos en el diccionario. Es decir, leemos la obra literaria o un periódico y estamos atentos a la conversación, y donde aparece la frase escrita seleccionamos el párrafo para mostrarlo como ilustración.

Naturalmente eso tiene una técnica de trabajo. En primer lugar, las frases se organizan alfabéticamente. Para darle ese orden, se elige una palabra clave que aparezca en la frase; esa palabra se coloca de entrada, de tal manera que le sirva de guía al lector. Por ejemplo, en la frase “hay más días que longaniza”, la palabra clave es “longaniza”. Esa palabra comienza con “l”; entonces se coloca dentro de la letra L, y dentro de cada letra correspondiente se colocan las palabras claves de las expresiones que contienen las susodichas frases. Cada una de las frases se clasifica: la expresión puede ser una locución, un adagio, una frase, un giro. Entonces se le pone el nombre y quien hace ese trabajo debe distinguir qué tipo de clasificación le corresponde a cada frase. Las locuciones pueden ser verbales, adjetivas, sustantivas y adverbiales. Y hay una razón para esa diferenciación. Las frases pueden ser coloquiales y populares. Al lado de esa clasificación se define su significado. Y se consigna su uso en un párrafo de la lengua escrita o con un ejemplo de la lengua viva.

Público: ¿Cómo se define la frase “hay más días que longaniza”?

Público: Que el momento actual talvez no sea tan importante como el que viene.

BRC: Esa es una posible explicación.

Público: Que el acontecimiento actual es tan largo que sobrepasa a la longaniza, que esa bundante.

BRC: Esa es una segunda explicación. ¿Una tercera explicación?

Público: No preocuparse porque el día pasa y vendrán otros.

BRC: Esa sería una tercera explicación. En realidad, la frase “hay más días que longaniza” indica que por delante tenemos varias opciones y oportunidades. Y no hay que preocuparse si las cosas no ocurren, ahora, como esperábamos. Las diferentes explicaciones se llaman “acepciones”. Cuando una palabra o una frase en el diccionario tienen significados diferentes, cada uno de esos significados es una acepción, y normalmente las acepciones, tanto de una palabra como de una frase, en el diccionario se dan a conocer por medio de números y luego se consigna el ejemplo, que se consigna con un párrafo donde aparezca su uso, previamente explorado en un libro de narrativa, un artículo de periódico o en la oralidad. Cuando no encontramos el uso de una determinada frase en alguna fuente, entonces los autores inventamos el ejemplo.

Público: ¿Cómo se sabe si una frase es dominicana?

BRC: Viendo una película española escuché la expresión Hay más días que longanizas, común en el habla de los dominicanos, lo que indica que esa frase no es original del pueblo dominicano, ya que procede de España. Ya que es difícil determinar el origen de las frases, el criterio que optamos fue el uso. Si nuestros hablantes la usan, la registramos como parte del español dominicano.

Público: ¿Cómo se resalta una palabra dentro de un párrafo?

BRC: La palabra se escribe con letras en cursivas, en negritas o en versalitas. En este Diccionario fraseológico optamos por resaltar las frases con letras en versalitas, que es un tipo de letras con que las palabras adquieren otra forma. Ese trabajo lo hemos hecho en cada una de las frases que encontramos y que organizamos alfabéticamente. Este Diccionario fraseológico del español dominicano es un complemento del Diccionario del español dominicano, ambos realizados en nombre de la Academia Dominicana de la Lengua y publicados con el auspicio de la Fundación Guzmán Ariza pro Academia Dominicana de la Lengua, que preside el académico Fabio Guzmán Ariza.

El equipo de redacción del Diccionario del español dominicano contó con María José Rincón, Bruno Rosario Candelier, Fabio Guzmán Ariza y Roberto Guzmán. Ruth Ruiz colaboró en la revisión de ambos diccionarios. En el primero se describieron voces o unidades léxicas, es decir, palabras, no expresiones idiomáticas, que son las que contiene el Diccionario fraseológico.

Público: ¿Cuáles son los autores más citados en este Diccionario fraseológico?

BRC: En el Diccionario del español dominicano el autor más citado es Manuel Salvador Gautier; y en el Diccionario fraseológico el autor más citado es Rafael Peralta Romero. En el diccionario fraseológico la obra más citada es Guazábara, de Alfredo Fernández Simó; y los autores de columnas periodísticas más citados son Orlando Gil, César Medina, Pablo Mckinney, Alfredo Freites, Aristófanes Urbáez, Fabio Herrera-Miniño y Gina López Núñez, que tienen sus publicaciones en los periódicos Listín Diario y Hoy, respectivamente. En el primer diccionario figuran las voces dominicanas, es decir, las palabras que usan los hablantes dominicanos. Y en el segundo, las frases.

Las palabras, que son exclusivas del español dominicano, se llaman dominicanismos, y hay dos tipos de dominicanismos: léxico y semántico. El dominicanismo léxico es la palabra original creada por el hablante dominicano. Pero, si se trata de una palabra de la lengua española, es decir, que se usa en España o en cualquier país del mundo hispánico, forma parte de la lengua general, pero si en nuestro país una palabra tiene un significado diferente al que tiene esa palabra en el Diccionario de la lengua española, le llamamos dominicanismo semántico. Cuando una palabra de la lengua general adquiere un significado diferente en una variante de la lengua española en América, a ese vocablo se le llama americanismo semántico, y si es en Colombia, colombianismo semántico, etc. Ese criterio es válido para cada país hispanoparlante.

El ámbito de la fraseología tiene también sus peculiaridades, que son aquellas expresiones de la lengua general y las que son de uso local. En este diccionario recogimos las frases que usan los dominicanos sin especificar si son o no son exclusivas del español dominicano. Como ya dijimos, usamos el criterio de uso, es decir, si se usa aquí la registramos en el diccionario. Sabemos que una frase se usa si la emplean los hablantes en la oralidad, o si la registran los autores en uno de sus escritos.

En este diccionario hemos hecho una recopilación de las frases que usan los hablantes dominicanos de todos los niveles socioculturales, lo mismo del campo que de la ciudad, del pasado y del presente, entre jóvenes y adultos, del lenguaje de la calle y del lenguaje culto o académico. Y todas las expresiones, lingüísticamente hablando, tienen la misma jerarquía idiomática.

Hay curiosidades que llaman la atención. Por ejemplo, ¿ustedes han escuchado la expresión “esa es una gallina”? Se trata de una frase. Ahora bien, si esa frase se aplica a una mujer, significa que esa mujer es hermosa. En cambio, si se aplica a un hombre, significa que ese hombre es cobarde. Normalmente las llamadas frases idiomáticas o expresiones idioléxicas, son un modismo de la lengua y, en tal virtud, es propia del ámbito de la fraseología.

Hay datos singulares de las idiolexías o de los frasemas idiomáticos. La construcción de una frase, la primera vez que se emplea es la descripción de un hecho concreto y específico; por ejemplo, si ustedes leen el libro de Juan Bosch titulado Indios, en esa obra habla de la historia y la cultura de los aborígenes de este país, y tiene muchos pasajes donde da cuenta del estilo de vida de los indígenas, y en una de sus escenas hay una india que está guayando la yuca. La yuca era uno de los alimentos fundamentales de la raza aborigen de Quisqueya. Con la yuca hacían casabe, arepa, tortas. “Guayar la yuca” es una frase dominicana, que significa “fajarse a trabajar”; por consiguiente, la frase que aparece en Indios, donde textualmente dice Bosch: “Mientras Anaó guayaba la yuca…”, en ese contexto “guayar la yuca” no es una frase sino una mera descripción de lo que hacía la india, por lo cual en la obra del narrador dominicano no es una frase de la lengua española. Ahora bien, si yo digo: “A Ramón lo han puesto a guayar la yuca en la tarea que le asignaron”, esa expresión tiene el valor de una frase idiomática.

Las frases también se pueden llamar idiotismos, idiomatismos o expresiones idiomáticas por su carácter de idiolexías. Cada frase nació de un hecho real y luego comenzó a aplicarse a otra situación. A partir de su aplicación a otro contexto comienza a formar parte del mundo de la fraseología. El término idiotismo o idiomatismo está relacionado con idioma y quiere decir una expresión propia de una comunidad de hablantes, y cada lengua, así como cada país, tiene sus idiotismos peculiares. Todas las lenguas tienen expresiones exclusivas de su respectivo idioma.

La expresión “El que tiene moño bonito aguanta jalones”, nació originalmente de un hecho concreto. En un salón de belleza, a una mujer de cabello crespo, ensortijado y duro, para alisarlo, le pasaban un peine caliente o una plancha ardiente y la mujer sufría cuando lo sentía en la cabeza. Con el fuerte calor, la mujer le decía a su operadora: “ya quítame eso” y la estilista le respondía: “El que quiere moño bonito aguanta jalones”. Es decir, la primera vez fue un hecho real; luego esa frase comenzó a aplicarse a otra cosa.

¿A qué se aplica la frase “El que tiene moño bonito aguanta jalones”?

Público: Que si alguien quiere algo bueno tiene que sacrificarse.

BRC: Exactamente, entonces se puede aplicar a quien no quiere estudiar. El padre le puede decir al hijo: “Fájate a estudiar, si quieres que te dé dinero para ir al cine, pues el que quiere moño bonito aguanta jalones”, es decir, se puede aplicar a varias situaciones.

Todas las frases nacen de un hecho específico; no es inventado. Lo que acontece en un hecho real se puede aplicar a otra situación con la que no guarda cierta relación; entonces así nace una frase de nuestra lengua. La expresión “chuparse los dedos” indica que algo está muy bueno; pero si oigo decir “A los delincuentes hay que considerarlos, pero yo no me chupo ese dedo”, ¿qué está diciendo con eso?

Público: Que no cree eso.

BRC: Entonces, tiene muchos sentidos. Esto implica que una expresión originalmente es un hecho real de alguien que efectivamente se chupaba el dedo.

En la fraseología me encontré con frases impresionantes, y tanto yo, como las personas que trabajaron conmigo durante tres años en busca de frases idiomáticas del español dominicano, constatamos la variedad de expresiones idiomáticas. Y algunas son impresionantes, como la siguiente: “Solo el que se mueve puede escuchar el sonido de sus cadenas”. Esa frase se aplicaba en los tiempos de la esclavitud. En esa época el amo amarraba al esclavo rebelde con cadenas. Las cadenas eran de hierro, y no podían fugarse porque le ponían una cadena en cada pie. Solo podía dar un paso corto, pero esas cadenas de hierro suenan al moverse; por eso dice que solo el que se mueve puede escuchar el sonido de sus cadenas. Para entenderla habría que situarse históricamente en la época de la esclavitud. Aquí hubo esclavitud desde la etapa inicial de la Colonia hasta la Independencia de 1844. El sentido de esa frase se puede aplicar a los traumas de una persona. Quien tiene un trauma puede evocarlo ante la presencia de uno de los factores que provocaron el trauma.

Público: Una violación sexual, ¿crea un trauma?

BRC: Por supuesto que sí, puede crear un trauma psíquico si la mujer no lo deseaba. Un trauma puede durar un tiempo, pero no todo el tiempo. Una vez le pregunté a una mujer que fue violada, si ese hecho fue terrible para ella, y me contestó que no. Pero esa realidad es traumática para una mujer normal.

Pues bien, hay frases de todo tipo, que tienen connotaciones políticas, religiosas, psicológicas, antropológicas, sexuales o eróticas. Una vez escuché la frase “a esa no hay quien le lamba la arepa”, que se aplica a dos situaciones: a una persona que no se deja faltar al respeto, y a una mujer que no se entrega fácilmente. Las frases citadas están registradas en este Diccionario fraseológico.

En la expresión “Víbora escondida en yerba verde”, ¿a qué alude esa frase?

Público: Que no hay quien las encuentre.

Público: A una gente mala.

BRC: A una gente mala que finge ser buena.

Hay una palabra en lengua española para aludi

Hay una palabra en lengua española para aludir a quien tiene una conducta perversa, pero quiere envolverla como si fuera buena persona, esa palabra es “taimada”. Taimada es una persona que finge ser buena, pero no lo es. La frase “víbora escondida en yerba verde” alude a una persona taimada. Lo importante es usar las palabras con propiedad, porque muy a menudo muchos hablantes usan palabras de una manera impropia. Por ejemplo, la palabra “prístina”, la he escuchado por televisión con el significado de ‘elegante’ y ‘hermoso’. En realidad, “prístino” significa lo primero, lo original, algo primordial. Alguien dijo: “Fulanito tiene una conducta prístina indebida”, pero no se refería a primordial, sino a una conducta falsa”. Hay que saber usar las palabras con propiedad, sobre todo, las palabras cultas.

Oigan esta frase con la palabra serpiente: “El que duerme con serpiente, amanece dormido”. Esa es una expresión que advierte el peligro de compartir o convivir con gente perversa. Los adagios, como las máximas, las sentencias y los proverbios, aluden las situaciones específicas e implican una enseñanza a la luz de unos principios.

Hay una frase que se parece a la anterior: “El que se acuesta con muchacho amanece mojado”.  Hay idiotismos, es decir, expresiones de la lengua que pertenecen al pasado y a determinados modos de vida, porque se usaban en siglos anteriores; y hay algunas que nacieron ahora, que son de este tiempo. Las relacionadas con el mundo de las computadoras son actuales ya que no se conocían en el siglo XX. Un ejemplo es la frase “hacer un zoom”, que significa ‘hacer una ampliación’; o “estar a un clic”, que indica ‘estar a un paso’ o ‘estar cerca de algo’, expresión actualizada del ámbito electrónico.

Hay dos frases parecidas usadas en el ambiente juvenil: “en mangueo” y “en hangueo”. La locución adverbial “en mangueo” significa ‘en práctica sexual libre y sin compromiso’. Y la locución verbal “andar en jangueo”  es ‘dedicarse a la parranda o a la vida nocturna’. “Ella está en mangueo con fulanito”, dicha de una fémina que sale con un hombre y tienen relaciones sexuales sin compromiso.

En el mundo de los niños, hace un par de años escuché la locución “Hacer una piyamada”. Consiste en que un grupo de niños van a la casa de una amiguita, compañera del colegio y en compañía de otros niños. Eso es  “hacer una piyamada”.

Público: ¿Son las idiolexías todas iguales

BRC: No. Hay tres tipos de idiolexías: en primer lugar, la frase hecha, a la que llamo: “frase estereotipada”, como decir: “desde luego”, “bajo ninguna circunstancia”, “por cierto”, “es decir”, “por supuesto” y otras. Ese tipo de expresión son formas de expresiones estereotipadas de la lengua española, pero no vale la pena registrarlas, porque significan lo mismo en todo el mundo hispánico. El segundo tipo de frase la clasifico como “frases establecidas”, especialmente locuciones. Por ejemplo, “tender la vista”, “parar la oreja”, “conocer como la palma de la mano”, “sufrir en carne propia”. Son formas establecidas de la lengua española y se usan en todo el mundo hispano, aunque algunas pueden tener una variante de significado. El tercer tipo de frase, son las originales de un país. Díganme una frase que sea original de este país.

Público: “El corazón de la auyama solo lo sabe el cuchillo”, “Ser una chapiadora”.

BRC: “El puerco no se rasca en jabilla”. Hace un par de horas se la dije a un español y no la entendió. Otras son: “De cualquier yagua vieja sale un tremendo alacrán”. “Coger lucha”, “Buscar el bajadero”, que es encontrarle la solución a un problema. La siguiente expresión: “Esa mujer cogió fiao”, se le aplicaba a una mujer que mantenía relaciones sexuales con su novio antes de casarse. “Remenear la mata”, en República Dominicana significa que el gobierno realiza cambio de funcionarios en el tren gubernamental.

Público: Y la frase “Las palmas son más altas y los puercos comen de ellas”.

BRC: Se usa en literatura. Juan Luis Guerra la emplea en una de sus canciones, pero se trata de una frase del lenguaje tradicional dominicano. Esa frase la conozco desde niño, mucho antes de existir el anuncio que la emplea.

La ya citada frase “Hay más días que longanizas” me parecía una frase dominicana, pero hace par de años vi una película española, ubicada a principios del siglo XX en Castilla, en la que una actriz le dice al hombre que la deseaba: “No te preocupes que hay más días que longanizas”. Un dato importante de esto es decir que la mayoría de las frases que usamos los dominicanos no son creaciones nuestras, pues la mayoría vienen de España. La frase “gato entre macuto” es posible que sea dominicana.

Donde aparecen frases genuinamente dominicanas es en el campo. El Cibao y el Sur constituyen una mina de frases típicas. A Melton Pineda le oí decir: “Qué culpa tiene la estaca si la rana salta y se engancha”. Esa frase refleja una pura vivencia campesina. Las empalizadas de los campos suelen ser unos palos que termina en puya, y cuando la rana se asusta, salta; imaginen el hecho en que la rana, al saltar, queda enganchada en la estaca. De ahí la citada frase expresiva y sugerente. Cuando la escuché, me encantó. Desde luego, la copié y la pasé al diccionario. Hay centenares de frases que reflejan la cultura y la idiosincrasia de nuestro pueblo. Otras tienen una moraleja, como “Tortuga quiere, pero concha no la deja”. Esa frase me la dio a conocer Carmen Pérez Valerio, quien me dijo que su abuela la usaba con frecuencia. La tortuga mora dentro de una concha, que suele ser pesada; cuando quiere moverse, no puede. Se usa para indicar que no siempre podemos hacer lo que deseamos.

El caudal de expresiones idiomáticas refleja el vínculo con la realidad sociocultural de los hablantes, proyecta la mentalidad de una cultura y manifiesta un nexo entrañable entre la forma de expresarse y la idiosincrasia de una comunidad, como se puede inferir de esta nueva obra lexicográfica que la Academia Dominicana de la Lengua pone al servicio de nuestro pueblo.

Bruno Rosario Candelier
Biblioteca Juan Bosch de Funglode
Santo Domingo, 3 de mayo de 2016.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Culambre – convencer de – tener lugar/*tomar lugar – fatalidad

CULAMBRE

En el ámbito de la lexicografía hay que ser muy cauteloso antes de descartar una voz. Si alguien la recuerda o la usa, es muy probable que lo haga porque recibió la influencia de otros o la escuchó antes. Quienes muestran mayor propensión a crear voces de modo autónomo son los intelectuales que escriben, ya sea esta escritura ocasional o consuetudinaria. Los jóvenes son una fuente permanente de creación de nuevas voces.

Si la voz que recoge el lexicógrafo la utiliza una persona sin pretensiones, es muy probable que hay sido aprendida al calor de las conversaciones y situaciones en el seno de la comunidad.

Este “culambre” del título no es una de las voces que se recuerdan o que se atesoran en el cofre personal  de las palabras dominicanas; pero eso no significa que la palabra no tenga carta de naturaleza en el español dominicano.

Además de lo anterior, en una obra dedicada a inventariar las voces vernáculas del español dominicano se la ha consignado; por tanto, hay que dispensarle las consideraciones que merece. El libro en el que consta la palabra es Aiguna palabra dominicana. Un mataburro cibaeño. Libro que a pesar de algunas lagunas reviste un valor digno de reconocimiento.

Para el vocablo culambre, esa obra trae como significación que es el “lugar donde se ven muchas nalgas de mujeres, como en una piscina o en una playa”. Ha de hacerse notar que cuando se lee que en esos sitios se ven nalgas, no quiere eso decir que están a la vista, desprovistas de ropas. En esta definición se nota exageración o uso de vocablos con valor popular.

Además, la voz está formada de acuerdo con los usos de la lengua. Piénsese que otras palabras de buena solera tienen la terminación -ambre cuando comunican la idea de gran cantidad o conjunto. Ahí están como ejemplo de ello pelambre, que en una de sus acepciones es, “conjunto de pelos o pieles”, “pelo muy abundante”. Otro ejemplo de vocablo de esta suerte es enjambre que es “conjunto de abejas o insectos”, “grupo muy grande de personas”. Raigambre, “conjunto de raíces”, “conjunto de antecedente o intereses”. Este -ambre es un sufijo que forma sustantivos colectivos o que indican abundancia.

Hay lugar aquí, una vez más, para celebrar el poder de creatividad que demuestran los hablantes en su diario discurrir. Alabada sea esa lengua sin riendas.

 

CONVENCER DE

“Estoy convencido QUE la Cumbre supondrá un antes y un después en la forma en que. . .”

Aun cuando algunas sugerencias o insinuaciones no revisten carácter obligatorio, pues solo tienen el carácter antes mencionado, el uso por las mayorías, aliado a las opiniones de los entendidos en la materia, erigen en un deber que se abracen algunas de esas costumbres, porque se consideran preponderantes en la teoría y en la práctica.

Esto es, en el caso del verbo convencer, en una oración de la índole del ejemplo copiado debe primar la selección de hacerlo seguir por la preposición DE. Las razones que impulsan a sostener este criterio se exponen más abajo.

El verbo convencer es un verbo regular. En los casos en que proyecta la idea de hacer o lograr que alguien crea o realice algo, es lo que se conoce como un verbo de influencia. En casos como esos, se acompaña con un complemento directo o con un complemento con DE y, en algunos casos, con PARA. Se considera incorrecto omitir la preposición en casos como estos.

Si el verbo convencer se emplea para expresar que después de pensar se ha llegado a creer o a aceptar algo, en ese caso también debe utilizarse la preposición DE para acompañarlo. Cuando el complemento del verbo en cuestión es una proposición con QUE, no debe prescindirse de la preposición DE.

En las hipótesis en las que convencer representa un estado de  afección psíquica, el complemento de persona puede considerarse como directo o indirecto. En casos de este tipo, el verbo puede desempeñar funciones de transitivo o intransitivo En el primer caso actúa para cambiar de opinión o actitud. En el segundo se asemeja a producir satisfacción.

 

TENER LUGAR – *TOMAR LUGAR

“Para que la presentación TOMARA lugar, se concretó un acuerdo entre el distrito. . .”

Algunas mínimas diferencias en la expresión escritural representan grandes diferencias en la comprensión. La diferencia entre una y otra acrecienta su dimensión como consecuencia de la falta de contacto que se hace patente en la comunicación escrita. Como resultado de estas circunstancias los mensajes escritos son muy diferentes de los verbales.

Los olvidos que suelen acontecer en las comunicaciones verbales son intolerables en las relaciones entre ausentes. Esta introducción viene a cuento porque la falta que se detecta en la cita que se critica, pasaría inadvertida en una conversación, mas en la comunicación escrita es insoportable. La comprensión del mensaje no puede dejarse reposar solamente sobre el contexto.

Un acontecimiento tiene lugar cuando ocurre o se produce. Esta combinación pertenece más bien al registro literario, lo que otros reconocen como perteneciente al nivel formal. Se usa para dar a entender que algo sucede o se realiza en un momento determinado o en un sitio que se menciona. Indica que el sujeto de lo que se habla, acontece, se celebra, se efectúa.

Si se examina el tomar lugar, el empleo del verbo tomar sugiere que lo que se mienta ocupa un sitio, que reemplaza a algo; y no eso que se pretendió transmitir como mensaje.

En otras lenguas ocurre un fenómeno semejante, pues en francés es avoir lieu y, en portugués brasileño es ter lugar. En la última lengua se le cataloga de galicismo. En los dos casos de estas lenguas puede comprobarse que el verbo así como el sustantivo, corresponden en ambas lenguas a la exacta traducción del español.

 

FATALIDAD

“. . .sufrió múltiples heridas mientras doblegaba a un atacante que intentó causar una gran explosión, algo que hubiera causado varias FATALIDADES. . .”

La expresión popular es muy acertada: “las apariencias engañan”. Eso de las apariencias tiene mucha validez en el acontecimiento que relata la reseña del periódico. La apariencia a que se alude más arriba se desarrollará en el cuerpo de esta sección.

La fatalidad del español es la cualidad de fatal, que es una fuerza inexorable que influye y decide sobre la suerte de los humanos y de las cosas. En el concepto que más se asemeja a la situación a que se refiere la reseña citada, la fatalidad tiene relación con un acontecimiento desgraciado o de consecuencias lamentables.

Por la redacción que se observa en el texto reproducido a modo de ejemplo del uso, se nota que no se refiere a este tipo de fatalidad, sino a otro que no existe en la lengua común española. Lo que salta a la vista en el hecho relatado es que el uso de la palabra fatalidad no es la adecuada.

En inglés existe una voz parecida (¿?) a la del español que es objeto de este estudio, se trata de fatality. En esa lengua la fatalidad es la cualidad de causar muerte o daño, esta voz predestina desastre en inglés y refiere a la muerte que es el resultado del desastre.

De manera regular la voz fatality se traduce por muerte, muerto, víctima mortal. En inglés, la voz fatal que se escribe igual que en español aunque se pronuncia de acuerdo con el sistema inglés, además de significar fatal, como en español, significa mortal. En este mismo orden de ideas, una fatal injury es una herida o lesión mortal.

Algo parecido a lo que sucede en español, se produce en francés, lengua en la que (cual) fatal acarrea el sentido de “inevitable”, que deriva del latín fate. En esa lengua a menudo fatal se traduce por mortal, porque esa es la idea de su contenido. De modo similar acontece en portugués brasileño, en esa lengua fatalidade, del latín fatalitate refiere a acontecimiento funesto, desafortunado, desgraciado.

El tipo de inexactitud que se observa en el texto de la cita es el producto de la improvisación. Sucede muy a menudo cuando el periodista se arroga el derecho de traducir y no consulta a un intérprete profesional que ofrecería en un caso como este una traducción precisa.

© 2016, Roberto E. Guzmán.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Cucú – vacío y laguna – exuberante y exorbitante

CUCÚ

Aparte del pájaro de este nombre que se conoce en la República Dominicana, la voz cucú también tiene un significado propio que muchos, por no decir todos, los diccionarios del habla dominicana han olvidado. No es palabra exclusiva con ese significado para la República Dominicana, pues como se comprobará más abajo se la conoce en otros países.

En la República Dominicana la palabra “cucú” casi siempre se la emplea en la locución verbal “estar cucú” para dar a entender que la persona que así se califica “. . .no está actuando normal, y hablando disparates. . .” Esta es parte de la definición que incluye la obra Aiguna palabra dominicana (2015).

Ya en el año 2010, el Diccionario de americanismos había registrado para cucú, referido a persona, ‘algo trastornada, chiflada’, acepción que puede retenerse como un modo diferente de expresar la misma idea.

El vocablo estudiado aquí posee otras significaciones completamente diferentes en países donde se lo considera malsonante. En otros países llega a ser considerada voz tabú, dependiendo del país en que se utilice y, cuyos significados varían de acuerdo al contexto; estas acepciones van de “culo de niño; pene de niño”; pasa por “nalgas”, hasta llegar a “vulva”.

El país que comparte con la República Dominicana la locución familiar festiva “estar cucú” es Chile país donde significa ‘estar algo trastornado’, así consta en el Diccionario del habla chilena (1978).

En inglés se conoce una voz parecida a esta para expresar algún trastorno de la conducta semejante al mencionado antes; se trata de cuckoo que se pronuncia de modo parecido, con la diferencia de que en inglés la última sílaba no es la tónica. En esa lengua es adjetivo y el Merriam-Webster dictionary la define de uso para el ‘deficiente en sentido o inteligencia’. Este vocablo, “sentido”, que se trae del inglés hay que tomarlo como de “estable capacidad mental, que muestra sano juicio”.

Quizás el hilo conductor para el uso de vocablos parecidos en estas lenguas viene de que el ave lo que hace es que repite su canto o sonido “cu-cú” que la señora Annabelle Stockton de Dod en su obra Guía de campo para las aves de la República Dominicana considera “melódico y suave”. Para muchas personas el canto es monótono, repetitivo, como lo haría quien no está en su normal estado psíquico, del modo en que lo hace quien “habla disparates”.

En un orden parecido de ideas se encuentra la voz “cucufato” que según el Diccionario de regionalismos de la lengua española (1998) en Chile corresponde a ‘chiflado, loco’. Esta noción se encuentra corroborada por el Diccionario de americanismos ya mentado, que refiere que en Puerto Rico se llama de este modo a la persona ‘tonta’ y, en Bolivia y Chile a la persona ‘algo trastornada, chiflada’.

Lo que se espera es que con la atención que se ha prestado a la voz y los argumentos que se han traído a su favor, esta logre su inclusión en los lexicones del español dominicano del futuro.

 

VACÍOS – LAGUNAS

“. . .para combatir la evasión fiscal, que van desde la cobertura de VACÍOS LEGALES en los que se amparan evasores fiscales. . .”

En la frase copiada, el verbo ir pudo muy bien emplearse en singular, va, pues el antecedente es “la evasión fiscal”. Como dicen los dominicanos, “dejémoslo de ese tamaño”.

En muchas ocasiones las palabras que se leen en los periódicos son traducciones apresuradas de noticias extranjeras hechas por personas sin la formación profesional para realizarlas. En otros casos lo que les falta a los improvisados traductores es la dedicación.

La combinación destacada en el texto copiado es una prueba al canto de la improvisación. Eso de “vacío legal” hay que alabarlo como buena invención, pero es una pena que eso no traduzca la idea de lo que el loophole del inglés significa.

En el título al lado de la palabra empleada en la cita se colocó el vocablo laguna. Esa es la traducción que se propone y a seguidas se va a analizar cómo se ha llegado a esa conclusión.

La laguna legal se produce cuando la ley acerca de los impuestos muestra una deficiencia, una falta o una imperfección porque en ella, la ley, hay una ausencia de elementos. Estas características se convierten en una manera de evasión fiscal, se tornan en una oportunidad para evadir los pagos.

El Black´s Law Dictionary (1990, edición de 1,674 págs.) entiende que el loophole es ‘en materia impositiva una disposición en el código fiscal que permite a los contribuyentes evitar o reducir sus pagos de impuestos’. (Traducción RG).

Una laguna es una: ‘falta o ausencia de elementos en una serie, un texto…’ ‘Es una deficiencia, falta o imperfección’. De ese modo lo redacta el Gran diccionario de la lengua española de Larousse.

 

EXUBERANTE – EXORBITANTE

“. . .que el condado quiere financiar el transporte público y dejar de pagar costos EXUBERANTES construyendo nuevas vías. . .”

A cualquier hijo de vecino se le escapa una indelicadeza semántica, pero cuando se escribe un artículo de opinión en un periódico lo que se hace es un acto de reflexión. Esa meditación que se plasma en la publicación es el resultado de una elaboración cuidadosa. Si falta alguno de los rasgos antes mencionados, entonces el producto puede padecer de errores.

Algunas palabras en español tienen semejanza unas con otras. Algunas similitudes obedecen al origen común; otras son producto de  la enunciación parecida de los vocablos. En la mayoría de los casos, las confusiones entre términos son el producto de descuidos.

Exuberante se describe con la ayuda de vocablos como extraordinariamente abundante, desarrollado, copioso, generoso, opulento. De formas muy llamativas; lleno de vigor o vitalidad. (En el seno de esta voz se encuentra el elemento del latín uber, que se toma por abundante). Ninguna de  estas palabras encuentra espacio en la lógica de la frase que escribió el político autor de la frase transcrita.

En lugar de lo que salió, quizás pensó en colocar allí la palabra exorbitante que tiene una equis /x/ y una be /b/ muy cerca una de otra, que se ajusta a la tendencia de expresión de la frase, pues significa excesivo, exagerado (los dos con equis), que excede lo considerado normal, desmedido, exagerado; que sobrepasa los límites de lo razonable.

En esta ocasión es muy probable que al redactor de la desafortunada frase le haya sucedido como acontece en la mayoría de los casos en las lenguas, que las palabras se utilizan sin haber jamás leído una definición de ellas. Estas se adoptan y se integran al vocabulario activo como consecuencia del roce con ellas y, ese proceder es normal.

En el caso preciso, el contacto con el término sometido a examen fue insuficiente; la relación que se estableció entre los dos elementos no consiguió resultados positivos. Hubo confusión entre los dos vocablos del título con consecuencias que producen perplejidad en la lectura de la cita.

© 2016, Roberto E. Guzmán.

 

 

 

 

 

 

 

 

Poco amor propio

Cuando un hablante con poca formación escolar comete un error ortográfico, no deja de ser una falta, pero podemos llegar a justificarla; cuando el que comete el error es un profesional al que se le supone formación académica superior, la falta ortográfica no tiene justificación posible.

Como profesionales formados, hemos tenido la oportunidad de acceder a la educación, oportunidad que no se les pone por delante a todos; la educación nos ha abierto la puerta al uso de herramientas que nos ayudan a seguir formándonos, hoy más que nunca; las nuevas tecnologías nos ponen al alcance de la mano correctores, buscadores y aplicaciones que nos ofrecen con inmediatez respuesta a nuestras dudas; las Academias de la Lengua ofrecen en línea y de forma gratuita los manuales de referencia para el buen uso de nuestra lengua.

En estos días he visto dos campañas publicitarias, entre las muchas que empapelan nuestras calles, con un error ortográfico que delata mala formación y poco amor propio por el trabajo bien hecho. Un error sencillo, humilde, pero que, por esta misma razón, prueba lo que digo: Preocupados por *tú bienestar y Cuento con *tú voto. ¿No ha habido nadie que les recuerde a los creadores de estas campañas que el adjetivo posesivo tu no lleva tilde? La tilde no se usa para dar énfasis a una palabra. La tilde solo marca la posible tonicidad de un monosílabo; y los adjetivos posesivos monosílabos son siempre átonos.

Pueden estar seguros los titulares de estas campañas, y de otras muchas con nulo respeto por nuestra lengua, que no valoro en mucho su preocupación por mi bienestar y que, por razones similares, no contaron con mi voto.

© 2016, María José Rincón.