Por Bruno Rosario Candelier
Para mí es de gran satisfacción venir a este recinto de formación de maestros en esta comunidad de Licey al Medio, Santiago, pues aquí me inicié como profesor de lengua española en los años de 1965 a 1969, cuando este plantel escolar se llamaba Escuela Normal “Teodoro Henneken”, y en estas mismas aulas formé en 1967 un grupo literario con el nombre de “Littera”, que fue el primer taller literario creado en la República Dominicana. En ese taller literario se formó el poeta, novelista y académico de la lengua José Enrique García.
Pues bien, el lugar donde estamos me ofrece la opción de establecer una analogía entre la realidad cotidiana y la realidad formal de la lengua, y cómo las diversas actividades laborales, profesionales, productivas y de servicio nos separan o abstraen de las otras realidades, hecho que sirve para explicar que la lengua entraña otro tipo de abstracción. Constituye una abstracción de la realidad porque es una estructura formada por signos y reglas idiomáticas que se han creado para canalizar una representación de las demás realidades del acontecer natural, social, antropológico y cultural mediante el formato de la lengua cuya realidad es peculiar y diferente entre los diversos estratos de la realidad real, la realidad imaginaria y la realidad trascendente.
Es importante entender el rol de la lengua en la cultura. Con la lengua creamos una realidad verbal, una realidad estética y una realidad metafísica que nos sirve para captar, testimoniar y valorar otras dimensiones de la realidad, a las que tenemos acceso, en términos cognitivos y espirituales, gracias a la lengua. La lengua es una creación del hombre, concebida para testimoniar nuestra percepción del mundo, expresar lo que sentimos, pensamos y queremos y, sobre todo, revelar nuestras intuiciones y vivencias del mundo visible y el mundo invisible. La lengua la utilizan con provecho quienes la conocen: intelectuales, académicos, profesores, científicos, literatos, filósofos, sacerdotes, comunicadores y exégetas, es decir, los que hacen uso apropiado de la palabra para canalizar sus inquietudes, anhelos y creaciones. Por eso tenemos que estudiar la lengua ya que la aprendemos de una manera superficial, espontánea e inconsciente según vamos creciendo en el lugar donde nos criamos y nos desarrollamos puesto que asimilamos el lenguaje que hablan nuestros mayores, especialmente padres, tutores, relacionados y amigos, evidencia de que para aprender una lengua no es necesario estudiarla, pero para dominarla hay que estudiarla bien, única vía para tener el conocimiento apropiado.
La lengua se ha estudiado desde que los pueblos empezaron a desarrollarse cultural, intelectual y académicamente, pues sus pensadores, cultores y orientadores advirtieron que había que estudiar ese instrumento de comunicación para lograr un dominio adecuado, porque el sistema de expresión es altamente complejo. En su estructura podemos encontrar la dimensión fonética, lexicográfica, gramatical y ortográfica, aspectos que se aprenden a medida que los aplicamos en sus diversos roles. El léxico se aprende cuando leemos o escuchamos a los demás. Imitamos la pronunciación de los hablantes con quienes nos socializamos en una cultura. Igualmente, para aumentar el caudal de nuestro vocabulario con un conocimiento preciso del significado de las palabras y un uso con propiedad, elegancia y corrección hay que estudiar el sistema de signos y de reglas. Los hablantes de español tenemos la ventaja de que contamos con la Real Academia Española que, desde su fundación en 1713 en Madrid, se ha dedicado al estudio de la lengua y al cultivo de las letras, como podemos apreciarlo en los diferentes códigos de la lengua editados por esa prestigiosa institución de nuestro idioma. Y las academias de la lengua del mundo hispánico se crearon para realizar la misma tarea de la RAE a favor del mejor conocimiento de la lengua, fomentar su estudio y crear conciencia idiomática entre nuestros hablantes de manera que cada usuario de nuestra lengua tenga a su alcance la vía adecuada para un mejor conocimiento del instrumento de comunicación.
En la República Dominicana existe la Academia Dominicana de la Lengua, fundada en 1927, con la misma misión de la corporación madrileña, que es promover el conocimiento de nuestra lengua para que nuestros hablantes lo conozcan mejor y estudiar el español dominicano para dar a conocer nuestras peculiaridades idiomáticas, fomentar ese conocimiento entre los usuarios de nuestro idioma y sembrar inquietudes lingüísticas y literarias a favor de la conciencia de lengua. Aprovecho esta expresión para interrogar a los presentes sobre su concepto de conciencia de lengua:“¿Qué es conciencia de lengua? ¿Qué implica tener conciencia de lengua? ¿Quiénes pueden desarrollar la conciencia de lengua? Toda persona con inquietud y curiosidad por la pronunciación de una palabra refleja esa conciencia de lengua; quien se interesa por conocer con propiedad el sentido de una palabra tiene conciencia de lengua; quien se expresa bien y escribe con propiedad y corrección tiene conciencia de la lengua. Todos podemos mejorar el conocimiento de nuestra lengua, potenciar nuestra conciencia idiomática y sembrar esa inquietud en los demás. Es deber del profesor de lengua concitar esa inquietud, motivar esa preocupación por el idioma y valorar y propiciar el buen uso del lenguaje.
Como parte de mi experiencia académica, he trabajado en varios diccionarios, como el Diccionario didáctico avanzado, el Diccionario del español dominicano y el Diccionario fraseológico del español dominicano, y en otros tres diccionarios en los que actualmente la ADL trabaja. También he colaborado en la revisión de los siguientes códigos idiomáticos: Diccionario, Gramática, Ortografía y Fonética de la lengua española, así como en el Diccionario panhispánico de dudas y el Diccionario de americanismos. Esa labor lexicográfica, gramatical y ortográfica la hemos hecho como parte de la tarea compartida entre la Academia Dominicana de la Lengua y la Real Academia Española. Deseo aprovechar esta oportunidad para exhortarlos a cultivar la lectura, estudiar la ortografía y la gramática y utilizar los diccionarios de nuestra lengua. Entrar en contacto con los códigos de nuestra lengua ha sido una labor fructífera, edificante y enriquecedora.
Antes de abrir un espacio para preguntas e inquietudes de ustedes, quiero explicarles el valor que tiene el sentido en la lengua. Toda expresión lingüística tiene una forma y un sentido. La forma es la manera como nos expresamos o escribimos. El sentido es la dimensión conceptual que portan las palabras y las oraciones que creamos al hablar o escribir. Si nos remontamos al pasado, tenemos que caer en la antigua Grecia, cinco siglos antes de Cristo, cuando florecieron los antiguos pensadores presocráticos, entre los cuales Heráclito de Éfeso reflexionó sobre la lengua. Aprovecho la oportunidad para que presten atención a la palabra Logos y lo que significa, pues este vocablo es clave para entender el sentido del lenguaje y la creación verbal, poética o científica. El Logos es la esencia del pensamiento y la encarnación de la energía interior de la conciencia. Es la más valiosa dotación de nuestra inteligencia, pues viene directamente de la Divinidad por lo cual Juan el evangelista, cuando habla de Dios, usa Logos al decir: “En el principio era el Logos y el Logos era Dios…”, concepto que se ha traducido con el sinónimo de Verbo o Palabra. El Logos encarna una energía espiritual y, citando a Heráclito, entraña “una energía sagrada” que cada hablante tiene inherente en su conciencia, por lo cual podemos reflexionar, intuir y crear.
La lengua tiene una estructura gramatical, fonética y ortográfica, que aprendemos a medida que estamos en contacto con ella. Por ejemplo, el léxico se aprende en la medida que escuchamos a los mayores cuando hablan. Por eso quien lee periódicos, revistas y libros enriquece caudalosamente su vocabulario. Para aumentar el vocabulario, para tener un conocimiento preciso de las palabras y usarlas con propiedad hay que leer y consultar el diccionario. Entonces, nosotros podemos desarrollar y potenciar ese conocimiento. Ese es el papel del profesor de lengua, sembrar esa inquietud, motivar esa preocupación porque esa es una vía adecuada. Gabriel García Márquez cuenta que cuando era niño, le preguntaba a su abuelo, con quien se crio, por el significado de una palabra y el abuelo lo llevaba directo al diccionario para que la buscara, y argumentaba cuando la encontraba: “Esa es la manera de adquirir el conocimiento preciso de las palabras, porque el diccionario no se equivoca”. Los que hemos trabajado en diccionarios tratamos de definir las palabras con precisión y ponemos ejemplos para que se entienda mejor. La labor lexicográfica ha sido una experiencia muy rica, porque estar en contacto con los códigos de nuestra lengua y realizar la labor de identificación de una palabra y sus diferentes acepciones da una experiencia y una idea muy enriquecedora, porque como les dije al principio, nuestra lengua es compleja.
Vamos a abrir un espacio para inquietudes y preguntas. A este conversatorio lo he denominado “El valor del sentido” porque la lengua tiene un sentido y lo ha tenido siempre. Ese sentido originalmente se busca desde sus raíces, en la etimología de las palabras. Cuando florecieron los antiguos pensadores presocráticos, sobresalió Heráclito de Éfeso, el primero entre esos destacados filósofos en reflexionar sobre la lengua y el sentido de la lengua. Fue el responsable de concebir una nueva palabra que existe en todas las palabras del mundo y que viene del griego. ¿Saben ustedes cuál es esa palabra? Es el Logos. El Logos es la esencia del pensamiento, pues como ya dije, encarna la energía interior de la conciencia. Del Logos depende la energía creadora, que es una energía divina. Al venir al mundo, el primer don que recibimos, después del don de la vida, fue el Logos de la conciencia, dotación que nos permite tres cosas: reflexionar, intuir y crear.
Participante: ¿Podríamos decir que el Logos es el lenguaje?
BRC: Efectivamente, el Logos es el lenguaje, ya que es la expresión verbal de la conciencia o la manifestación creadora que formaliza la energía interior de la conciencia.
Participante: ¿Qué nos permite hacer el Logos?
BRC: Fundamentalmente tres cosas: reflexionar, que es la capacidad cognitiva e intuitiva de pensar lo que pensamos. Una cosa es pensar, y otra es pensar que pensamos o pensar lo pensado. A eso llamamos reflexión. Otra gran función del Logos es intuir, que implica ver lo que la realidad oculta, apreciar la dimensión interna, esencial, profunda y trascendente de las cosas. Es la más alta potencia del Logos. Por la intuición percibimos lo que no perciben los sentidos corporales que son: vista, oído, olfato, gusto y tacto. Todas las cosas visibles o tangibles las percibimos con los sentidos físicos, que son los sentidos corporales, pero acontece que la realidad no está formada solo por los datos sensoriales de las cosas; todas las cosas tienen una dimensión interna, oculta y mística que es percibida por la intuición de nuestra conciencia. Para lo cual, naturalmente, hay que desarrollar la sensibilidad trascendente. Y la tercera función que realiza el Logos es la creación, es decir, inventar, fabular o crear nuevas realidades con palabras. Crear una mesa, un vaso, una flor, o cualquier aparato electrónico, es indirectamente una función del Logos porque nada se hace sin la intervención de la conciencia, que el Logos propicia. La creación a la que aludo es la verbal, la realizada mediante las palabras. La que utilizamos en los diálogos, en la confección de libros, en la enseñanza y en creación literaria. Todo eso se puede hacer mediante la palabra, con la cual se han creado obras grandiosas, luminosas y edificantes en todas las lenguas y culturas. La intuición que tuvo Heráclito de llamarle Logos a ese poder de la conciencia, sin duda que fue un acierto intuitivo o una revelación ya que se trata de una dotación divina, por lo cual llamó sagrado a ese altísimo don.
Participante: ¿Qué opina usted sobre el vocabulario que utilizan los jóvenes en las canciones?
BRC: Me parece que refleja cierta pobreza en términos expresivos y conceptuales, aun cuando desde el punto de vista del contenido se podría decir que expresan algo elemental, aunque reflejan la realidad que viven los jóvenes en sus respectivos barrios. Y es una forma, quizás, de conocer la mentalidad y la idiosincrasia de los jóvenes de determinados lugares.
Participante: ¿Qué opinión le merece a usted que en el país haya un léxico tan pobre, es decir, que el país tenga una situación de un léxico pobre, no solo en las grandes ciudades, sino en los hogares medios y en los campos?
BRC: Realmente se puede apreciar una pobreza lexical con un vocabulario reducido y un lenguaje limitado y esa situación obedece a varios factores. La gente no quiere consultar el diccionario; en nuestros hogares los padres no tienen inquietudes lingüísticas, ni los maestros tampoco, y solo algunos tienen una buena expresión; es decir, no tienen un amplio vocabulario. Hay una pobreza idiomática que se refleja en nosotros porque somos el producto de hogares sin inquietudes intelectuales, artísticas y espirituales. Si en nuestros hogares no hay inquietudes intelectuales, estéticas o espirituales no vamos a tenerlas nosotros. Si nuestros amigos, vecinos y en general la gente con la que compartimos no tiene un conocimiento de su lengua, esa realidad se refleja en todos. Ahora bien, nuestra función como docentes y estudiantes e contribuir a transformar esa realidad.
Participante: En ese sentido, a mí me surge una inquietud. Hemos leído algunas investigaciones donde se nos sugiere que al terminar un proceso académico la población debe tener un dominio de un español estándar. Lo que yo he podido notar es que a veces, en los pueblos, el profesor después que estudia, se queda en el mismo contexto; entonces, como que sigue inmerso solo en lo que les enseñaron y los estudiantes que van egresando de esas instituciones siguen con las mismas precariedades y llegan a la universidad y el trayecto no es suficiente para que salgan con ese dominio de una lengua. Entonces, ¿qué se podría hacer para que nosotros podamos mejorar?
BRC: Yo pienso que la mejor manera es formar profesores con una seria y rigurosa formación intelectual en el campo de la lengua y de los respectivos saberes de su carrera. Es importante lograr que esos profesores lean, porque la mayoría de nuestros profesores no leen. Quien no lee no puede transmitir el amor por la lectura porque el profesor no puede trasmitir lo que no tiene. Si no tiene inquietudes no puede sembrar inquietudes. Cuando hablo de inquietudes me refiero a inclinaciones intelectuales, estéticas, morales, espirituales… Esa es nuestra realidad. Ahora bien, esa carencia se pude remediar. Tiene que ser mediante un plan educativo concebido para veinte años y riguroso en su cumplimiento. Pagarles bien a profesores y estudiantes, hacer una buena selección de los mejores estudiantes y estimular su formación intelectual para que estudien.
Participante: Yo decía a algunos estudiantes en cuanto a la lectura que, por ejemplo, hay una debilidad, que esperan llegar a la escuela para poder utilizar la lectura. No ven la lectura como algo que los puede ayudar en la cotidianidad a resolver problemas. Cuando desconocen una palabra no van al diccionario, sino que les preguntan a otros sobre el significado, no aprenden. Tenemos que visualizar la lectura como un medio que nos ayude a resolver problemas. No hay cultura de lectura, podemos tener un mapa en las manos y preferimos preguntar dónde queda un lugar, porque tenemos la cultura de la oralidad, de la pregunta. Debemos motivar la lectura, leer y conocer para nutrir el intelecto.
BRC: La única manera de aumentar el léxico es a través de la lectura y la mejor vía para perfeccionar el conocimiento de la lengua es el estudio de la gramática y la ortografía. Hace unos cuantos años vi el resultado de una investigación que hicimos en la academia donde se determinó que el hablante dominicano común, el que no ha pasado por la escuela, esos trabajadores humildes y labriegos campesinos apenas conocen unas 1.500 a 2.000 palabras. Con eso resolvían la comunicación en su vida. Las personas que habían logrado el bachillerato llegaban de 3,000 a 4,000 palabras. Y quienes habían cursado una carrera universitaria podían llegar de 7.000 a 10.000 palabras; y las personas cultas, que podían ser o no profesionales, porque ser profesional no da categoría de persona culta, llegaban a 25.000 o 30.000 palabras. En el conocimiento del vocabulario hay un léxico activo y un léxico pasivo. El activo es el conjunto de palabras que uno realmente usa cuando habla o escribe; y el pasivo, en cambio, es el conjunto de palabras que uno conoce cuando escucha y lee. El Diccionario de la lengua española tiene alrededor de cien mil palabras, y de esas, los más cultos, llegan a treinta o cuarenta mil; entonces, eso indica la pobreza o la riqueza lexical del hablante.
Participante: A raíz de eso y sabiendo que el lenguaje es vivo, ¿la Academia Dominicana de la Lengua ha visto o se ha planteado en algún momento actividades o algo que motive realmente al incremento del léxico?, pues en mis años de magisterio veo que el idioma ha ido involucionando, que nuestros profesionales cada día tienen un vocabulario más reducido. ¿Qué tengo que hacer, de eso es que tengo que conocer? ¿Ustedes tienen algún planteamiento?
BRC: Nos preocupa esa realidad que usted plantea, profesora, y para orientar a nuestros hablantes tenemos publicaciones de temas vinculados con el vocabulario, con la estructura de la lengua. Además de nuestro boletín, recomendamos las publicaciones académicas de la Real Academia Española y la Asociación de Academias de la Lengua Española. Asimismo las ediciones de nuestros diccionarios, que ha hemos citado anteriormente. En segundo lugar, celebramos en Santo Domingo, en la sede de nuestra institución, actividades destinadas a superar el problema a que usted alude. En tercer lugar, tenemos contactos con universidades y escuelas con cuyos profesores y estudiantes celebramos encuentros, coloquios, jornadas, conversatorios, seminarios, recitales. Y en cuarto lugar, como soy del interior del país, tengo en cuenta la realidad de nuestras provincias, por lo cual he promovido actividades en diferentes poblaciones: Higüey, Miches, La Romana, Hato Mayor, San Pedro de Macorís, en la zona esteña; Montecristi, Mao, Santiago, Puerto Plata en el norte; Moca, La Vega, Salcedo, San Francisco de Macorís en el Cibao; y Baní, Azua, San Juan de la Maguana y Barahona en el sur de la República…en todo el territorio nacional, hemos estado en contacto con la población, con sus entidades educativas y culturales mediante charlas, conferencias, presentación de libros, encuentros literarios, para motivar el estudio de la lengua y el cultivo de las letras en todo el territorio nacional.
Participante: ¿Con qué propósito fue creada la Academia Dominicana de le Lengua?
BRC: Con el propósito de contribuir a la defensa de nuestro idioma mediante el estudio de la lengua y el cultivo de las letras. Las academias de la lengua ponen su atención a la lengua y a la literatura. La lengua es nuestro mejor medio de comunicación y de creación; y la literatura es la expresión estética del lenguaje.
Participante: A raíz de todo lo que usted dice, la inquietud mía es que a los jóvenes de hoy en día no se les da una participación concreta para que pueda incentivarse como ser humano y para que quiera ser una persona como usted; que no importa que tanto yo quiera ser, sino hasta de querer motivar a los compañeros que quieran aprender.
BRC: Todos venimos a la vida con condiciones materiales y espirituales que nos permiten desarrollar el potencial interior que traemos con la vida. Si tú sientes que no te dan el espacio que necesitas, búscalo, reclámalo, exígelo. Y pon de tu parte para lograr el desarrollo intelectual, estético y espiritual al que puedes llegar según tus apelaciones y anhelos.
Participante: Eso le iba a decir, porque el joven de hoy en día, el emprendedor que sale a buscar lo que desea, se ve acorralado, pero ya en sí, cuando tiene esa oportunidad, vemos que muchas instituciones después que ese joven obtiene el conocimiento, que ven que él quiere lograr su objetivo, después de tanto tiempo es que le dan la oportunidad, no cuando se lanza realmente.
BRC: No conozco en detalles la circunstancia a que te refieres, pero no creas que todo ha sido siempre fácil. Hay que luchar para superarse. Hay que vencer limitaciones materiales, sociales y culturales. Ten presente lo que decía Ovidio en la antigua Roma: “Mientras tengáis juventud y vigor, desafiad tormentas y mal tiempo, que ya llegará con silencioso paso la encorvada vejez”.
Participante: Maestro, mi pregunta es con relación al Logos, si el Logos es lo que nos permite reflexionar y crear, ¿por qué hay personas que se limitan a repetir o copiar lo que otros hacen?
BRC: Porque no son originales ni auténticos ni genuinos creadores. Es creador quien crea a partir de sus intuiciones y vivencias. Pero ciertamente hay muchas personas que no sienten motivación para nada. Como también es una realidad que hay muchas personas que tienen honda motivación, múltiples motivaciones. Son muchos factores que influyen para que desde pequeño uno sea lo que es. Hay personas que tienen una alta sensibilidad para todo, y hay otros que tienen una sensibilidad muy débil o poco desarrollada. Parecen anerómicos. Esta es una palabra formada por “an” y “eros”. “An” significa ‘sin’; y “eros” quiere decir amor, pero para los antiguos griegos, no solamente se refería al amor, sino que aludía a la aspiración de ser mejor y a esa potencia de la conciencia para desarrollarse plenamente; eros es lo que da aliento para vivir; entusiasmo para medrar; deseo de superación y, en tal virtud, genera un ansia de saber, de crear; y quien no tiene nada de eso es un ser anerómico, por tener una sensibilidad casi muerta. Cuando pasa eso, no se puede hacer nada, pero la mayoría de las personas tienen una sensibilidad dispuesta y una inteligencia activa, con una voluntad animosa, con la disposición para desarrollarse cabalmente. En realidad, quien no se desarrolla es porque le ha faltado esa peculiar motivación para hacerlo. Nuestra misión es procurar que todos desarrollen su mejor condición.
Participante: La tecnología ha afectado la forma como se estudia y se aprende. ¿Cómo usted ve eso de la tecnología en la lectura?
BRC: En algunos ha influido negativamente porque piensan que no tienen necesidad de leer un libro y hasta se sienten ahogados por la tecnología. Incluso, algunos dicen que corremos el riesgo de que se piense menos por el hecho de que están saturados de información. Pero la realidad es que hoy no podemos prescindir de la tecnología; tenemos que crecer y desarrollarnos en esta época con la tecnología electrónica, que ha contribuido enormemente en el desarrollo de la comunicación. Cuando yo era profesor aquí, hace cincuenta años, esa pregunta nadie la haría, porque no había el avance tecnológico que hay hoy. Solo había teléfonos, radio, tv y libros en la época en que yo me desarrollé, pero ahora hay muchos recursos. Cada uno debe vivir su época. En lo posible, traten de no echar a un lado los libros en físico, porque la lectura de un libro impreso ofrece un contacto directo, más cercano con los libros a través del formato de la edición, el color de su portada, la organización de los capítulos, la oportunidad de subrayar y hacer anotaciones y comentarios. Hasta el color de la portada influye en la motivación. Cuando yo busco uno de mis libros en mi biblioteca personal, lo encuentro por el formato, el color, la textura de su presentación, que distingo y recuerdo fácilmente.
Participante: Buen día, Maestro. No todos los jóvenes utilizamos mal la tecnología porque tenemos la oportunidad de descargar libros, aplicaciones que nos permiten leer con facilidad. Los libros en físico tienen sus ventajas, como usted dice, porque los podemos tocar, oler, sentir, buscar palabras en el diccionario o marcarlas para aclaraciones, cosa que se dificulta con el celular o la computadora porque hay que salir de la aplicación para buscar, por ejemplo, en un diccionario. Pero una pregunta: cuando usted está leyendo y busca el significado de una palabra, ¿cómo uno hace para integrar esa palabra al vocabulario? Particularmente a mí me da trabajo.
BRC: Todo lo bueno da trabajo. ¿Qué haces cuando no conoces una palabra? ¿La buscas en el diccionario o tratas de interpretarla a través del mismo contexto?
Participante: La busco en el diccionario. Mi inquietud es saber cómo se hace más fácil aprendérsela para aplicarla o integrarla al vocabulario.
BRC: Cada persona debe idear la forma de aprender y de buscar; eso depende de cada uno.
Participante: Y utilizarla, don Bruno, porque palabra que no utilizo, palabra que se me va a olvidar.
BRC: Y hay que hacer un esfuerzo de impresión en la mente, imprimir esa palabra en tu mente, asociarla con otras, repetirla y usarla. Pienso yo que sería lo mejor.
Participante: ¿De qué manera cree usted que es la mejor forma de comprender la lengua?
BRC: La mejor forma de comprender la lengua es utilizar las cuatro artes del lenguaje: escribir, leer, escuchar y hablar. Una escritora y profesora puertorriqueña llamada Antonia Sáez escribió un libro titulado Las artes del lenguaje, libro que conocí aquí en este recinto escolar hace 52 años. Ahora les llaman las competencias básicas, le cambian la denominación, pero es lo mismo.
Participante: Hablando de los trabajos de motivación que ustedes realizan, ¿cómo ve usted la motivación general del pueblo?
BRC: La realidad muestra que no hay mucha motivación, ni auspiciosas señales que den cuenta de que la población tiene interés por los conocimientos. Cierto es que las personas necesitan satisfacer sus necesidades básicas y para eso trabajan. Ya decían los antiguos romanos: “Primum vivere; deinde philosophare”, que quiere decir: “Primero vivir; después filosofar”. Filosofar es todo lo que no es trabajar para ganarse la vida, que lo hace desinteresadamente.
Participante: ¿Por qué hay tanta variación si es la misma lengua?
BRC: Porque hay múltiples hablantes. Cada hablante es un creador de formas expresivas o discursivas de la lengua y tiene la opción de crear nuevas variantes, lo que enriquece la lengua. Por eso, hay palabras en Argentina o en Colombia, México o Perú que nosotros desconocemos, pero también hay palabras en Santo Domingo, Las Palomas o en Junumucú que no conocen en otro país. Es decir, la lengua va evolucionando, fluye en permanente actividad y movimiento. De hecho, todo lo que existe, según ha enseñado la física cuántica, está en constante movimiento. La cultura está en permanente transformación, por lo cual es un error encasillarse, aferrarse a lo que uno conoció cuando creció, pues hay que abrirse a las nuevas realidades.
Participante: Como las cosas han evolucionado tanto, los diccionarios ya no deberían existir.
BRC: Lo que se lee en un mensaje electrónico, por un teléfono celular o una computadora, alguien lo escribió y para hacerlo tuvo que tener el conocimiento de lo que escribió; entonces, no se pude prescindir de lo que es necesario. Ahora bien, si todos los hablantes naciéramos conociendo la lengua, los diccionarios sobrarían, como también los maestros y los libros. De manera que no podemos prescindir de los diccionarios, como planteas. No todo lo que se escribe por internet es correcto; hay gente que escribe y habla sin fundamento.
Participante: Con relación a la lectura electrónica, yo no le veo nada negativo a que la gente lea un libro en la computadora. Yo lo hago. Si estoy esperando turno en una clínica, yo leo en mi celular; donde realmente está la problemática es que cada vez somos más diletantes, porque el que no sabe buscar puede caer en el error de utilizar espacios donde son otros estudiantes que aportan las ideas y no crecen intelectualmente. Los maestros debemos dar la orientación de las fuentes que queremos que consulten los estudiantes.
BRC: Es correcto, profesora, lo que usted ha dicho. Nuestro rol es orientar y estimular.
Participante: Ahora con la tecnología, cuando un profesor nos pide analizar una obra, lo que hacemos es buscar en internet y ni siquiera nos detenemos a ver si ese comentario es adecuado.
BRC: Hay algo que se llama vocación intelectual, si uno no lo desarrolla no va a querer hacer nada que implique leer, estudiar, pensar, analizar; si no hay vocación, no se puede hacer nada.
Participante: Según su experiencia, ¿dónde radica el problema de la asimilación del estudiante?
BRC: Con relación a la lengua y a todos los conocimientos, he llegado a la conclusión de que, para aprender, se necesita algo indispensable para lograrlo. ¿Saben ustedes a qué me refiero?
Participante: A la disposición
Participante: A la motivación
Participante: Al deseo
BRC: Las tres respuestas son válidas, pero hay otra respuesta más importante. El término clave, indispensable, imprescindible para aprender es poner atención. El estudiante brillante es el que pone atención; más aún, si un estudiante es brillante, con atender bien no tiene ni que estudiar. Un estudiante que pone atención a su profesor, aprende. Quien se distrae, no asimila. ¿Qué es poner atención? Es concentrar la mente en lo que estamos viendo, leyendo o escuchando, y la atención va a desarrollar la capacidad de observación porque todo se concentra en el contenido, la forma y el sentido de lo que estamos leyendo, observando o escuchando.
Participante: En un artículo de psicología leí que la observación detenida, pertenece a un cuarto nivel de aprendizaje. El ser humano se desarrolla en varios niveles de aprendizaje y eso de poner atención no todos desarrollan esa capacidad.
BRC: Porque nuestra formación es muy superficial. No prestamos atención a las cosas claves de la vida. No hemos aprendido nuestra lengua sino superficialmente. No valoramos el saber preciso y apropiado sobre los diversos asuntos de la realidad
Participante: ¿Cuál es el proceso que se sigue para incluir una palabra nueva en el diccionario?
BRC: En primer lugar, cualquier persona puede presentarle a la Academia una palabra con el fin de que nosotros evaluemos la posibilidad de admitirla como válida para proponer su inclusión en el diccionario. Yo he recibido peticiones de personas que hacen esas sugerencias; entonces se hace lo siguiente: primero, hay que definirla. De hecho, a mí me tocó definir algunas palabras para incluirlas como dominicanismos en la última edición del Diccionario de la lengua española, publicado en 2014. Segundo, tenemos una comisión lingüística que la evalúa y, si se aprueba, esa palabra pasa a la reunión conjunta de los académicos para ratificarla y enviarla a la RAE. Tercero, el pleno de los académicos de la Real Academia Española aprueba o rechaza la petición de inclusión. Una de las palabras que incorporé al DLE es “chin”. Otra fue Interiorismo, un movimiento literario que me tocó el honor de crear. De manera que si algunos de ustedes, alguna vez entienden que tal o cual palabra debe figurar en el diccionario de dominicanismos o en el diccionario de nuestra lengua, ya saben que pueden enviarme su propuesta. Muchísimas gracias por su atención, su interés y su buena disposición.
Bruno Rosario Candelier
Conversatorio en ISFODOSU
Recinto Luis Napoleón Núñez Molina
Licey al Medio, Santiago, 17 de abril de 2017.