Intuición metafísica en Lupo Hernández Rueda

Por Bruno Rosario Candelier

 

En su condición de académico de la lengua, poeta, escritor y abogado, amén de su admirable testimonio humano, Lupo Hernández Rueda dio variadas notaciones de una singular vocación humanizada, literaria y espiritual.

Bajo la inspiración de Lupo Hernández Rueda, los integrantes de la Generación del 48 decidieron crear una revista literaria, que denominaron Testimonio, para dar a conocer la producción poética y ensayística de sus miembros, incentivar la vocación creadora y promover el conocimiento y la valoración de la literatura. Y la abrieron a todas las corrientes del pensamiento literario y la creatividad artística.

Hernández Rueda fue no solo un grandioso creador sino un valioso intérprete y promotor de la creación literaria. Él fue el inspirador de la revista de su grupo liteario y durante varios años se editó aquí en Santo Domingo y, naturalmente, cumplió con el rol que le correspondió ejercer como órgano de promoción de las artes y las letras. Si contásemos con suplementos literarios y revistas de literatura, contribuiría a la difusión del saber literario y a incentivar nuevas vocaciones creadoras. Entiendo que se hacía más fácil motivar el talento para la creación en función de la motivación de los intelectuales y aspirantes a escritores porque encontrábamos en las revistas y los suplementos literarios el testimonio textual de los creadores, su idea del mundo, su orientación intelectual y su inclinación espiritual. En ese sentido Lupo Hernández Rueda ejerció un gran papel como promotor del saber y como entusiasta forjador de la creación poética. Esa inclinación de su sensibilidad y su conciencia lo convirtió en el líder intelectual de la Generación del 48.

Lupo Hernández Rueda era un creador ejemplar. Asumió su formación académica con rigor, seriedad y disciplina. No había doblez en su conducta, ni pose vana en sus actitudes. Consagrado a la creación, hasta sus últimos días de vida laboró en la composición de poemas. Y entendía que debía procurar el bien de los demás. Por eso era un hombre justo, noble y bueno. Y un cultor de los más altos valores de la conciencia.

Hay, además, otro aspecto importante en Lupo Hernández Rueda, y era su singular distinción como ser humano. Quizás el atributo personal más importante en Lupo era la armonía que irradiaba y la simpatía que sembraba entre sus relacionados, en los integrantes de su grupo y en los miembros de las diferentes generaciones literarias y promociones grupales. Quizás el rasgo más representativo de la Generación del 48 fue justamente el sentido de armonía entre sus socios, y esa vocación de empatía, que se plasmaba en una disposición de solidaridad entre sus integrantes, era el toque de distinción de Lupo Hernández Rueda. Ese singular atributo distinguió a la Generación del 48 entre las agrupaciones literarias del siglo XX.

¿Saben ustedes quien fue la persona que sembró en la Generación del 48 esa actitud de armonía y solidaridad, de compañerismo y de genuina amistad? Fue Lupo Hernández Rueda. Su vocación humana, su actitud de servicio hacia los demás era fruto de un singular amor que ese gran poeta experimentaba y, desde luego, fue la manifestación de una vocación de entrega para ayudar a los demás. No solamente lo demostró en el plano material ayudando a otros cuando tuvo las condiciones materiales para hacerlo. También en el plano profesional, intelectual y literario dio señales de su generosidad y grandeza. Su casa era frecuentada por muchos jóvenes en busca de una orientación literaria que él sabía compartir, porque siempre hizo de la literatura no solo una fuente de creación y de expresión de su propio talento creador, sino un vínculo de relación y fraternidad, ya que aspiraba a hacer de la literatura un vínculo de hermandad entre los creadores que se valen de la palabra y la dimensión estética del lenguaje para contribuir a enaltecer la condición humana.

Otro aspecto importante que quiero subrayar era la dimensión trascendente de la palabra. Esa dimensión era la expresión de la idea que Hernández Rueda tenía de su visión del mundo, ya que entendía que la palabra era capaz de materializar, cuando la asumimos como la expresión de la más alta condición humana, los ideales que elevan la conciencia. Por eso en su creación se evidencia la asunción de la vertiente sensorial de lo viviente, el testimonio de su intuición del sentido de las cosas y el reflejo de su percepción de los efluvios de la Creación.

Su primer libro tiene como título Como naciendo aún. En esta obra encontramos el testimonio del creador que siente que nace al mundo, que permanentemente se está renovando en su contacto con la realidad, porque él tuvo la capacidad de ponerse en sintonía con fenómenos y cosas, con la dimensión esencial y trascendente del Universo, y para lograr ese vínculo intelectual, imaginativo, afectivo y espiritual con lo viviente, supo vincularse con el hombre, con la dimensión sensorial de las cosas y con las emanaciones cósmicas. Esa disposición de su intelecto era también parte de esa sensibilidad, conforme lo que el poeta español Garcilaso de la Vega llamaba el “dolorido sentir”. Decía Garcilaso que todo genuino creador experimenta un dolorido sentir, es decir, una capacidad de integración y comprensión de la cosa de tal manera que, en atención a esa sensibilidad caudalosa, empática y abierta, lo sufría todo, lo vivía todo t disfrutaba todo; y Lupo era así, tenía esa sensibilidad abierta hacia el Cosmos; una sensibilidad honda y caudalosa desde la cual entraba en conexión con la esencia de lo viviente; y una dotación espiritual que le permitía sintonizar las manifestaciones suprasensibles del mundo.

En uno de los más importantes poemas de su primer libro dice: “El árbol al que canto es apenas una tenue llama”. Él no se refiere al árbol común y corriente que apreciamos en la naturaleza. “Árbol” en su lenguaje tiene una connotación simbólica y por consiguiente podemos decir que esa palabra podría aludir al ideal, al aliento de vida, al sentido cósmico, a todo lo grande y hermoso que podemos experimentar en nuestro contacto con lo viviente.

Esa dimensión profunda de lo viviente, que Hernández Rueda intuía con su inteligencia sutil, era una llama intensa de cuya comprensión él sabía que apenas revelaba una tenue llama.  Él tuvo consciencia de la grandeza que lo distinguía y mantuvo siempre la humildad a pesar de saberse dotado de la más alta dotación intuitiva que un ser humano puede experimentar en función de los dones y atributos que ha recibido a través de la palabra: “El árbol que yo canto es una tenue llama”, cantaba nuestro poeta en “Definición del árbol”.

En efecto, “El árbol que yo canto es una tenue llama”, aparece en una de las obras fundamentales de Lupo Hernández Rueda, Como naciendo aún, que ese ilustre poeta oriundo de Santo Domingo publicara en 1953 en la capital dominicana, pero para entender cabalmente la dimensión profunda implicada en ese y otros versos de nuestro creador habría que explicar el sentido trascendente al que alude, cifrado en una imagen y un símbolo plasmados en esa creación poética cuya obra ponderamos por su grandeza, la trayectoria ejemplar de su creador y su encomiable manera de testimoniar su enaltecedora condición humana.

Como hombre dotado de alta sensibilidad espiritual y estética, Lupo Hernández Rueda vino al mundo con el don de la creatividad justamente para poder testimoniar lo que su alma visualizaba y su inteligencia intuía para dar el testimonio de sus percepciones profundas y, sobre todo, para canalizar estética y espiritualmente lo que sentía y percibía a la luz de su inteligencia metafísica.

Los poetas sobresalen por estar dotados de un singular don mediante el cual pueden desplegar su sensibilidad y su conciencia para sentir y entender el mundo como efectivamente lo sienten y lo entienden desde la raíz profunda de sus manifestaciones sensibles y suprasensibles con la huella de su sensibilidad estremecida y el impacto de su conciencia trascendente. Lupo Hernández Rueda fue un ser altamente privilegiado por la palabra, prestigiado por una honda sensibilidad y dotado por una profunda inteligencia, y en tal virtud puso su palabra, su sensibilidad y su inteligencia al servicio de un elevado ideal en conexión directa con la esencia del mundo y el sentido de las cosas. Nuestro agraciado poeta logró ponerse en conexión con la dimensión profunda de fenómenos y cosas porque los poetas pueden dar con el sentido subyacente que hay en las manifestaciones de la Creación, y entonces con esa capacidad que tuvo, nuestro poeta se dio cuenta de que estaba en conexión con algo mucho más profundo que la simple realidad circundante, no solo con la manifestación de la realidad material a la que nos conectamos, sino con esa dimensión profunda de la realidad sutil a la que solo llegan los poetas, los iluminados y los místicos desde sus particulares condiciones en atención a esa singular conexión especial con la esencia del Cosmos.

Hay un circuito del cerebro, que es un tramo especializado de la conciencia, que desarrollan los poetas y los místicos para percibir, en función de esa conexión con la dimensión profunda de lo viviente, las irradiaciones cósmicas en sus peculiares estelas, sonidos e imágenes cuando entran en sintonía con las facetas ocultas de lo suprasensible en virtud de una peculiar dotación para establecer una conexión profunda, y por esa vinculación, que se produce con el más allá, pueden los poetas metafísicos, los místicos y los iluminados captar muy antiguas esencias de la sabiduría cósmica y verdades profundas del Numen del Cosmos. Por eso escribió Lupo Hernández Rueda: “El árbol que yo canto es una tenue llama”, porque él sabía de donde le venía esa luz y de donde procedían las verdades profundas de muy antiguas esencias que enriquecen el trasfondo conceptual de su lírica. Esa conexión profunda con el más allá es una conexión real, sentida y vivida desde el hondón de la sensibilidad hasta experimentar un estremecimiento de conciencia mediante una experiencia cardinal no ya con las señales sensoriales del mundo material, la realidad social o la realidad histórica, sino con la realidad metafísica del Cosmos y, sobre todo, con las irradiaciones profundas vinculadas a la fuente misma de lo que existe. Con esa profunda sensibilidad poética pudo nuestro distinguido poeta entrar en conexión con la dimensión profunda del Cosmos y pudo también lograr la dimensión de un alto nivel metafísico, simbólico y trascendente, y, desde luego, pudo desarrollar su sensibilidad metafísica en función de esa dotación poética a través de una conexión entrañable con la esencia cósmica. Cuando el poeta entraba en sintonía con la esencia del Cosmos y el sentido de lo viviente, a su ser llegaban las irradiaciones cósmicas con estelas, ondas, susurros, señales, imágenes y símbolos de las más extrañas simbologías del inconsciente colectivo y de la sabiduría espiritual del Universo.

Ya los antiguos griegos hablaban del Numen para referirse a la sabiduría metafísica del  Universo, y a ese estadio trascendente de la sabiduría establecen una conexión desde su sensibilidad profunda los poetas metafísicos, los poetas místicos, los iluminados y los santos. Lupo Hernández Rueda tuvo esa dotación profunda que enaltece a los genuinos poetas y, en consecuencia, tenía la capacidad de poder entrar a la dimensión metafísica de lo viviente y acceder, como efectivamente accedió, a la sabiduría espiritual del Numen, razón por la cual pudo captar verdades profundas que plasmó en su poesía como conocedor de la palabra y, como hombre sensible vivió, experimentó y comunicó con palabras simples y comunes, con un lenguaje sencillo y sugerente esa dimensión profunda y trascendente. Por su singular dotación pudo revelar el nivel superior de las imágenes y los símbolos que su percepción traducía al lenguaje de la poesía para canalizar verdades provenientes de las altas regiones donde mora la esencia de la sabiduría cósmica.

Nuestro afortunado poeta, que fue también un destacado profesional del derecho y la enseñanza, asumió la creación poética como el medio estético y espiritual para canalizar las percepciones de su sensibilidad profunda ya que tuvo como poeta metafísico la capacidad para ahondar en el misterio, y pudo sintonizar lo que los antiguos griegos y los místicos de la India y de otras culturas del Oriente llamaban el Nous. El Nous es esa región del Universo que está mucho más allá de la dimensión sensible a la que llegan los seres privilegiados, sobre todo los poetas metafísicos y los creadores teopoéticos. A esa región del Nous llegó Juan el evangelista desde la cual pudo captar revelaciones profundas que transmitió en el Apocalipsis, en virtud de esa conexión con las capas trascendentes del estadio superior del Universo, con ese estadio de la Creación donde unos pocos privilegiados llegan. Otro singular ejemplo es el de san Juan de la Cruz que, como poeta místico, tuvo acceso a ese nivel superior de la conciencia cósmica y el pensamiento trascendente de la sabiduría mística. Sin duda alguna, Lupo Hernández Rueda fue también un privilegiado de la gracia poética porque en varios de sus poemas, tanto en Como naciendo aun o en Círculo, se puede apreciar esa conexión profunda con la sabiduría metafísica del Universo que nuestro poeta logró atrapar desde su más honda sensibilidad en contacto con la esencia misma de Cosmos, y por eso hay verdades profundas en su obra con las señales de muy antiguas esencias. En virtud de esos altos atributos de su inteligencia sutil en su obra hay no solo una dimensión estética, primer nivel de la creatividad que distingue la creación del lenguaje trascendente, como normalmente se expresan los poetas, sino también una dimensión metafísica con una vertiente simbólica de alta espiritualidad, y por esa razón como poeta pudo Hernández Rueda captar verdades profundas provenientes de la cantera infinita del Cosmos y, en tal virtud, supo captar y expresar las supradichas verdades de muy antiguas esencias,  como son las verdades cósmicas, metafísicas y místicas cuyas imágenes y símbolos conectan directamente con la Divinidad.

Lupo Hernández Rueda tuvo la virtud, como poeta dotado de una alta percepción intuitiva, de atisbar esos espacios siderales y tomar de las irradiaciones metafísicas las enseñanzas que formalizaba mediante el lenguaje de la poesía. Ya he dicho que como persona, Lupo se distinguía por ser un hombre bueno y noble. Nosotros pudimos tratarlo en múltiples ocasiones y pudimos apreciar su talento intelectual, su dotación poética, su condición académica y sus encomiables atributos humanos, y percibimos singulares detalles de su personalidad carismática, como la bondad hecha realidad en su conducta, en su palabra y en su relación con los demás. Él tuvo la conciencia de que, como poeta, contaba con el privilegio de ponerse en conexión con la dimensión trascendente del Universo a la que llegan los grandes creadores, los teopoetas y los iluminados. Él fue uno de nuestros grandes poetas metafísicos, un grandioso creador que dio testimonio con su palabra, su talento y su creatividad de lo que distingue la más hermosa condición humana, condición que ya en la Antigüedad había exaltado el pensador presocrático Heráclito de Éfeso cuando, al crear el concepto de Logos, identificó a los seres humanos como criaturas privilegiadas de la Creación porque mediante el Logos tenemos la capacidad para pensar, el poder para reflexionar, la dotación para intuir y la habilidad para crear. Quienes tienen la dicha de saber activar la palabra, la palabra creadora, la palabra que nos permite canalizar nuestras intuiciones y vivencias con belleza y sentido, como lo hizo Lupo Hernández Rueda, tienen a su alcance la más alta distinción de los mortales.

Su inmensa vocación de armonía y confraternidad, su encomiable disposición para servir y su admirable talento poético los pudimos constatar en las reuniones celebradas en la Academia Dominicana de la Lengua, con su hermoso testimonio de coparticipación y armonía. Así era Lupo Hernández Rueda, con los atributos que lo distinguían como intelectual, como poeta, como intérprete de la literatura y, sobre todo, como ser humano. Esa fue la grandeza de este notable creador que hoy ponderamos por el admirable ejemplo de su conducta, su palabra y su creación.

 Bruno Rosario Candelier

Coloquio sobre Lupo Hernández Rueda

Santo Domingo, Feria del Libro, 20 de abril de 2018

Comecheques, sine qua non/sine *quo non, ante/antes

Por Roberto E. Guzmán

COMECHEQUES

“La limpié de vagos Y COMECHEQUES. . .”

Esta voz que figura en el título es dominicana por todos los costados. Casi todos los hablantes de español dominicano entienden quienes son los comecheques. En esta sección se harán algunas puntualizaciones con respecto de esa voz.

Es fácil comprobar que la voz dominicana está compuesta del verbo comer y del sustantivo cheque. En cuanto al verbo comer hay que subrayar que aquí no se le usa en sentido estricto. Debe interpretarse el verbo con el significado de “mantenerse” o “vivir” de lo que expresa la segunda parte del compuesto, es decir, el sustantivo.

Se hace necesario precisar que el cheque que menciona la voz en cuestión se relaciona solo con los cheques de pago para empleados públicos, es decir, empleados de la administración pública.

Una vez expuesto todo lo anterior procede que se mencione que esta voz no consta en todos los diccionarios de voces dominicanas o de voces de uso en el español dominicano.

No figura en el Diccionario de americanismos de la Asociación de Academias que se publicó en el año 2010. La primera mención de la voz estudiada aquí aparece en la obra Cómo hablamos los dominicanos (2004:111). En ese libro se la presenta con la definición siguiente: “despectivo referido al empleado al que solo le importa el dinero que cobra”.

Con respecto al empleado que se considera un comecheques hay más características que permiten particularizarlo de entre los demás empleados del tren gubernamental. “Que solo le importa el dinero que cobra” significa en este caso que en el desempeño de sus labores reduce estas “al menor esfuerzo posible”.

En relación con este personaje podría escribirse un libro, porque es un sujeto que carece de iniciativa, que hay que interpelarlo para que atienda o preste atención a los usuarios de las oficinas donde se supone que desempeña sus labores. En pocas palabras es un “barajador” de tareas, un “cero a la izquierda” en cuanto al trabajo se refiere.

Hay que tomar en cuenta la voz, porque define muy bien a una gran cantidad de personas que se benefician de los impuestos que el resto de los ciudadanos paga en un país con una abultada empleomanía del sector público.

 

SINE QUA NON – SINE *QUO NON

“. . .es condición SINE *QUO NON la de. . .”

Este latinismo así como muchos otros más existen en diferentes lenguas, pues pasaron por comodidad para expresar condiciones, situaciones y otros asuntos para los cuales se usaron primero en lengua latina. Fueron aceptados por conveniencias en las lenguas extranjeras que de una forma u otra tuvieron contacto con la lengua latina. Muchos de esos latinismos todavía perduran  en la terminología jurídica (¿jerga?) por la comodidad que representan, pues son muy precisos y no dejan espacio a equívocos o interpretaciones aviesas.

Algunos latinismos se han incorporado al lenguaje cotidiano, de forma que ya no pertenecen solo al léxico propio de una profesión o actividad. Este del título es un ejemplo al canto de lo que se asevera en la oración anterior más próxima a esta.

Con estos latinismos hay que observar una regla; estos no aceptan cambios en su composición porque son expresiones hechas que se han incorporado como unidades a la lengua corriente. Además, en lengua latina las terminaciones de las palabras que forman las frases obedecen a las reglas de esa lengua.

Sine qua non es una locución adjetiva que sirve para expresar “imprescindible, necesario”. Casi siempre se utiliza después de una condición o requisito. Indica que es una condición absolutamente necesaria. Destaca que algo es necesario de modo absoluto para que otra cosa se cumpla o se realice. Es invariable en su forma, por lo tanto, en singular o plural permanece sin cambios y sirve para referirse a condición o condiciones.

  1. Arturo del Hoyo en su Diccionario de palabras y frases extranjeras (1995:413) descompone la expresión en sus elementos y escribe que literalmente es “sin la cual no” y consigna el uso completo, conditio sine qua non. El Diccionario de la lengua española escribe la locución latina en cursivas. Es una “condición sin la cual no se hará algo o se tendrá por no hecho”.

Como puede comprobarse por la composición de la expresión, este sine es una preposición del latín que significa “sin” que en esa lengua se hacía seguir del ablativo, Dictionnaire etymologique de la langue latine (1951-II-1108).

Ese sine se encuentra en otro latinismo empleado en el ámbito legal, sine die, o, en lenguaje culto, sine dubio. El qua que trae la expresión es un ablativo femenino, en función de pronombre relativo, pero puede desempeñar funciones de relativo interrogativo indefinido. (Ídem, pág. 971). (Sin cuya condición). El ablativo a que se alude aquí es una categoría gramatical que expresa relaciones de modo, de usos, que en español se introducirían por intermedio de preposiciones tales como por ejemplo: en, sobre, con, por, y que expresan tiempo, materia, procedencia y otros.

 

ANTE – ANTES

“. . .T. G. dijo que *ANTES esa situación. . .”

Cuando se lee la frase copiada más arriba, el lector de inmediato se coloca en la situación de poder entender el mensaje que el redactor intentó pasarle.

El lector avezado no se deja confundir por la ortografía que encuentra, pues escrito con esa /s/  ese al final hace difícil la comprensión del mensaje.

Utilizando los equivalentes de ante, se lee “en presencia de” (delante de), o “frente a”. Puede adquirir el significado de “en relación a, (con)” o “respecto de”. Sustituido por uno de los equivalentes propuestos la preposición ante imprime sentido a la frase.

Algunos ejemplos para ilustrar el uso. “Decidió renunciar a su cargo ante las acusaciones. Pero antes de eso se llevó el santo y la limosna”.

Si se mantiene la escritura de la cita, antes, entonces cobra el valor de un adverbio que indica prioridad en el tiempo o en el espacio (lugar), o bien, denota preferencia. Hubiese sido válido escribir, “…dijo que antes de esa situación…”

En tiempos ya pasados el uso de una u otra podía provocar duda, pues las funciones de ellas no estaban definidas de la forma en que lo están en la actualidad. La confusión entre ante y antes pertenece al pasado. Incurrir en un error de este género es un desliz que algunas personas llamarían imperdonable.

© 2018, Roberto E. Guzmán

Belluga, juguete/juego, testigo/*testiga, tratar de que, reseteo

Por Roberto E. Guzmán

BELLUGA

Belluga es una palabra completamente dominicana, lo es por su formación y por su significado. Según la información que posee el autor de estos comentarios es de uso en la región del Cibao para nombrar a las canicas que los demás dominicanos conocen con el nombre de bolitas.

Las canicas son las bolitas de vidrio con las que los niños de otras épocas se entretenían cuando los juegos eran más sencillos, sobre todo cuando aún la televisión estaba en sus primeros años. Eran variados los juegos que se disfrutaban con la ayuda de estas. Además de las bellugas de tamaño normal había algunas que eran más grandes que se llamaban bolones.

En la capital de la República Dominicana en los años cincuenta del siglo pasado a esa belluga grande también se le llamaba “bon”. Este bon examinado ahora parece que fue el resultado de eliminar algunas letras en el interior de la palabra bolón.

Algo que ha intrigado al redactor de estas notas es el origen de la palabra dominicana belluga. Esa curiosidad también picó a D. Pablo Gómez Borbón quien sugirió que se indagara acerca del origen de la voz en cuestión. Él no se limitó solo a sugerir el tema, sino que se encargó motu proprio de buscar información.

El Diccionario de americanismos (2010:240) trae como sinónimo de belluga la voz belluda. El autor de estos escritos no recuerda haber oído la voz belluda en su vida.

Las bellugas dieron lugar a varias voces que son propias del habla de los dominicanos. Una de esas voces es tuche que se la decía un jugador a su opositor cuya bolita iba a parar contra una pared o un árbol. Al jugador en esa posición no se le permitía inclinarse para lanzar su belluga. El jugador en posición tuche quedaba así si su contrincante lo declaraba de inmediato.

El Diccionario del español dominicano (DED) (2013:677), recoge la voz tuche como parte de la locución verbal estar tuche que es, “En el juego de las canicas, encontrarse en una posición difícil”. Este tuche puede estar relacionado con el touché que se usa en esgrima y se pronuncia tuché.

Otra voz que se usaba durante esos juegos era ron, que está asentada en el Diccionario de americanismos en tanto “círculo o circunferencia”. El Diccionario del español dominicano en la pág. 608 trae un ejemplo de uso en la literatura dominicana que se contrae al juego de las bolitas, en que se usa la voz ron. El amigo Gómez Borbón se pregunta si este ron tiene relación con el francés rond que se pronuncia de modo parecido al español ron y que como adjetivo se aplica a las cosas cuya forma exterior constituyen una circunferencia.

También solía dibujarse un rombo en la tierra y con el bolón se sacaban las bolitas depositadas allí; si el bolón o la bola de tirar se quedaba en el interior del ron o rombo se decía que estaba mamando o ahogado. Como puede comprobarse con la lectura de estos párrafos, los juegos inocentes de niños dieron lugar a muchas voces en el español dominicano.

El amigo Gómez indagó hasta que encontró que Beluga es un modelo de belluga; es la canica azul con vetas blancas que a él se le ocurre que representan el color blanco del cetáceo beluga en el océano azul. Las similitudes no pueden llevarse demasiado lejos, pues estamos contestes que nunca vimos bellugas con esos colores en el exterior.

Las más atractivas eran las que se llaman “ojo de gato” que eran transparentes con un cristal coloreado generalmente de color amarillo inyectado en su centro. Recuerdo las “agüitas” que eran de vidrio transparente sin adornos.

Otra voz relacionada con las canicas es taquito, que si no falla la memoria era golpeando la bolita con el dedo índice que se retenía con el pulgar para darle más fuerza. La bolita debía golpear los nudillos del otro jugador que colocaba su puño cerrado sobre el suelo frente a un hoyito. Se perdía el turno si la bolita caía en el hoyito. Este uso aparece documentado en el DED, pág. 647, con una cita.

No puede esconderse que produce satisfacción poder dar con el origen de una voz dominicana que se suponía salida de la nada. El autor de estas líneas no puede atribuirse los méritos.

 

JUGUETE – JUEGO

“. . . que si no es así no ven un JUEGO el 6 de enero. . .”

La forma de expresarse que se observa en esta cita es frecuente en el español de todos los días. Muchas personas utilizan indistintamente la palabra juego, ya sea para el juguete como para la actividad o juego. Aquí se tratará de delimitar los linderos de ambas palabras para que no haya lugar a equívocos.

Para los fines de esta sección, el juguete es solo el “objeto” que sirve para jugar. Eso naturalmente no descarta que existen otros significados para juguete que nada tiene que ver con los niños que esperan juguetes el día seis (6) de enero.

A su vez el juego es la acción y efecto de jugar, la actividad o ejercicio recreativo. Del mismo modo que sucede con la palabra mencionada antes, el vocablo juego tiene muchas acepciones que no merecen consideración cuando se trata de entretenimiento de niños.

Lo que se mencionó en el párrafo anterior no significa que no haya juegos que sirvan para divertirse; solo que en estos casos se trata de un conjunto de elementos (objetos) con el que se practican ciertos juegos. No hay que confundir las dos nociones.

Es necesario mantener claros los dos conceptos para que no se incurra en error como sucedió en la cita reproducida más arriba.

 

TESTIGO – *TESTIGA

“. . . tienen que ser TESTIGAS de los acosos. . .”

Testigo es un sustantivo masculino y femenino que denomina a la persona que presencia algo y da testimonio de ello, sobre todo ante un juez. Es también la persona que da fe de la celebración de un acto jurídico.

La razón principal por la que se escribe acerca de la palabra testigo es para abundar sobre el origen de esta, pues en varias ocasiones, por no escribir muchas, se ha leído que el sustantivo en cuestión deriva en su origen de la palabra testículo en latín. Claro, no se olvidará la cuestión del género.

Para comenzar testis significaba testigo. Testiguo deriva del antiguo testiguar. Del latín testis se tomó el raro teste, testigo. Derivados de esta voz latina viene testículo, que es el diminutivo de testiculus, que significa propiamente, “testigo de la virilidad”. Lo escrito resulta de la consulta del Diccionario crítico etimológico castellano e hispánico de Corominas y Pascual (1983-V-478).

El Dictionnaire historique de la langue française (2012-III-3638) corrobora el hecho de que testicule se tomó del latín testiculus, cuyo plural era testiculi, que casi siempre se empleaba en plural testes. Añade ese diccionario que es un uso metafórico, especializado de testis; es decir, testigo de la virilidad.

En portugués la palabra que corresponde a testigo es de género femenino, testemunha y, de acuerdo con el Novo dicionário Aurélio da Língua Portuguesa (1986:1671) este deriva de testimoniare, algo que hace pensar que su aparición en lengua portuguesa es posterior a la entrada de sus similares en español y francés.

En lengua española hay palabras, objetos, animales y cosas que solo tienen un género gramatical. Existe lo que se llama género epiceno que se refiere a los sustantivos cuando estos son de un solo género sin que se haga referencia al sexo, aun cuando designen seres sexuados.

Son sustantivos comunes en cuanto al género los que pueden ser masculinos o femeninos sin que su forma se vea modificada. El nombre común no altera su morfología para señalar el género gramatical. El género de estos se manifestará a través de la concordancia con adjetivos y determinantes, así será, “este testigo / esta testigo”.

De acuerdo con la Nueva gramática de la lengua española, “El género es una propiedad gramatical, de carácter inherente, de los sustantivos y ciertos pronombres que se manifiesta de forma especial en su combinación con determinantes, cuantificadores, adjetivos y participios”. Así se dirá “nueva testigo” para que se sepa que se trata de una mujer.

Algo que está confundiendo a los hablantes y escribientes de español es que muchas profesiones que fueron de género masculino para hombres y mujeres han visto la aprobación de la formación de un femenino para referirse a la mujer que la ejerce. Sobre este punto no queda más opción que mantenerse al tanto de los cambios y actualizaciones. No es una solución fácil.

 

TRATAR DE QUE

“. . . pues hubo funcionarios que TRATARON QUE la información. . .” [no saliera a la luz pública]

El Diccionario panhispánico de dudas (2005:650) es muy claro cuando se refiere al verbo tratar(se) en los casos en este se utiliza como equivalente del verbo intentar, “es intransitivo y va seguido de un infinitivo o de una subordinada en subjuntivo precedidos de la preposición de”.

De forma parecida se expresa el Diccionario de uso de las preposiciones españolas (2007:660), pues este asegura que debe colocarse la preposición DE en los casos en que se trata de un intento.

Las dos obras mencionadas añaden además que cuando significa “hablar o versar sobre un determinado asunto” (DPD), referente, como lo llama el diccionario de uso antes mencionado, ya sea como transitivo o intransitivo no pronominal lleva un complemento con la preposición de, sobre, o acerca de.

Esta noción está expuesta de forma muy clara por los textos citados.

 

RESETEO

“. . . especie de botón de RESETEO. . .”

En la voz del título se descubre por lo menos un componente de palabra que es de uso en español, es re- que significa repetición o negación y procede del latín re.

Lo que resulta más difícil de discernir es lo del “seteo”, a menos que no se tome esa voz en su sentido dominicano, que se usa para así llamar el descanso que se toma en las horas de la siesta. Este “seteo” es una deformación en el habla descuidada de “sesteo”, que es la acción y efecto de sestear. Hay quien afirma que ese seteo es puro “descanso” y casi siempre se usa en sentido negativo para denotar que una actividad no permite descanso al sujeto de esta.

El entorno de la voz estudiada aquí hace pensar con sobrada razón que no se trata de ese “seteo”, sino de una voz extraña al español común, procedente del inglés. Alude la cita al reset bottom, al que se le ha dado una terminación española.

Se ha oído este uso sobre todo en el habla de los jóvenes que son versados en asuntos de informática. Lo emplean para indicar que algo ha sido calibrado, o puesto de nuevo en posición de buen funcionamiento.

Esos jóvenes hablantes del español dominicano también utilizan el “seteo” para indicar que algo está listo, planeado, preparado para que funcione sin inconvenientes. No habría que sorprenderse si también utilizan esta voz del título en sentido metafórico.

Algo que es difícil de predecir es durante cuánto tiempo se mantendrán en uso estas voces derivadas del inglés, pues el segmento poblacional que las usa es muy reducido y los usos de la juventud cambian con mayor rapidez que los de otras edades.

© 2018, Roberto E. Guzmán

 

Siquitrillar/*ciquitrillar, heces/eses, insularidad/isleñidad

Por Roberto E. Guzmán

SIQUITRILLAR – *CIQUITRILLAR

“. . .iban a CIQUITRILLAR a R. F. y a. . .”

El verbo siquitrillar aparece reconocido en el Diccionario de la lengua española de la Asociación de Academias. Esto es, está escrito con una letra ese /s/ inicial, y, con la letra ce /c/ no aparece en ese diccionario.

Algo que llama la atención de un hablante de español dominicano es que ese diccionario no menciona a la República Dominicana entre los países en que se utiliza el verbo. Los países en los que se utiliza la mentada voz y que constan en ese lexicón son Cuba y Venezuela.

Para Cuba el mencionado diccionario ofrece una acepción, “expropiar”. Para Venezuela ofrece tres acepciones, que son: “Derrotar. Matar. Destruir moralmente a una persona”.

En el Diccionario de americanismos de la misma asociación mentada, está el verbo siquitrillar con funciones de verbo transitivo y allí figuran Panamá, República Dominicana y Venezuela con la siguiente acepción: “Derrotar o eliminar a alguien en enfrentamientos cotidianos”. República Dominicana y Venezuela constan con otra acepción, “matar una persona a alguien”. La tercera acepción es solamente para Venezuela y es, “destruir moralmente  a una persona”.

El Diccionario del español dominicano (2013:634) trae el verbo siquitrillar con las acepciones de Panamá y Venezuela, consignadas más arriba. Aparte de eso recoge la voz siquitrilla con el valor que otros diccionarios aceptan, como sinónimo de cabeza. Esos dos diccionarios son, el Diccionario de dominicanismos de C. Esteban Deive (2002:190) que clasifica el uso como festivo y el Diccionario de dominicanismos de Orlando Inoa (2010:204). El último diccionario entiende en la segunda acepción que “no hay sinónimo pleno en castellano para esta palabra”. Abunda más, “Se usa para referirse a la vida misma, al alma”.

El Diccionario del español dominicano escribe que la siquitrilla, además de la cabeza es el glande y trae una cita de la literatura dominicana que no deja duda acerca de ese valor. Es natural que al glande se le llame siquitrilla, si se piensa que a la punta del pene se le conoce como la cabeza de este.

En el libro Aiguna palabra dominicana (2015:350) se encuentra la voz siquitrilla con la definición de, “Parte imaginaria y profunda del cuerpo humano”. El autor de esa obra añade que se usa para “exagerar la intensidad o peligrosidad de un dolor”.

El autor de estas notas siempre pensó que la siquitrilla tenía que ver con la rabadilla, pero debe constar aquí que lo hace por puro instinto, sin tener fundamento lógico, quizás por la similitud entre las dos terminaciones, ya que en el español dominicano hay muy pocas palabras vernáculas con esa terminación. En Cuba la siquitrilla es la clavícula del ave.

El otro aspecto que se desea tratar en este apartado es que en la cita al principio de esta, la voz aparece escrita con una ce /c/ inicial que hace pensar que el redactor lo ha hecho con la intención de embellecer la voz popular e imprimirle más carácter literario.

Cuando una persona se “rompe la siquitrilla” es porque ha sufrido un golpe que lo deja adolorido, pero sin causarle fractura, o, por lo menos se menciona de esta manera hasta que aparece la fractura o algún signo que permita identificar el sitio.

 

HECES – ESES

“. . .que nos ha embarrado de ESES. . .”

El chusco diría que quien la embarró fue quien redactó esa frase. Las eses que escribió es el plural de la letra ese /s/, que según la formación del plural para ese tipo de palabra se hace añadiendo la terminación –s al singular.

Las heces representan el plural de la hez, palabra que en español posee varias acepciones. Es el sedimento que se forma en los recipientes que contienen líquidos. En la mayoría de los casos se utiliza como sinónimo de escoria que equivale a cosa inútil y despreciable. En última instancia se toma la palabra por otra menos elegante, excremento.

En muchos casos se escribe “heces fecales” para los residuos de comida que el cuerpo expele por el ano después de digerirla. Si se menciona la hez de la sociedad se relaciona esta palabra con la chusma, el hampa, la gente despreciable.

No es raro que se le imprima el sentido de mierda, solo que revestida de ropaje de mejor gusto, para no herir las sensibilidades de las personas que se ofenden con facilidad.

 

INSULARIDAD – ISLEÑIDAD

“. . . para resumir con recrecida pasión la vida de esta ISLEÑIDAD irremediable. . .”

Por la clase de palabras que se han copiado en la frase que se muestra a manera de ejemplo del uso de la voz isleñidad, podrá darse cuenta el lector que se trata de la redacción de una persona con buenos conocimientos de español. Ese rasgo hace presumir que al él elegir la voz “isleñidad” lo ha hecho de propósito, para resaltar la palabra isla. Como consecuencia de eso no se marcó la voz cuestionada con un asterisco ni se critica.

En el español de América ha sido muy usada la palabra isleño, pues a las islas antillanas de habla hispana llegó a temprana hora una inmigración de españoles de las islas Canarias que se reconocieron con el nombre de isleños.

El redactor de la oración reproducida prefirió crear su sustantivo sobre la palabra isla e isleño, en lugar de seguir la costumbre de escribir insularidad que proviene de un vocablo menos corriente menos conocido, como es ínsula que es el que sirve de base a insularidad.

Esta cualidad de isleño tiene más sabor a la zona del Caribe cuando se escribe isleñidad que cuando se mienta con insularidad. Se presume que lo que destaca el redactor es el rasgo de aislamiento que se supone que marca el territorio insular, a pesar de los avances modernos en las comunicaciones de todo tipo.

A manera de conclusión. No se critica la formación de la voz por estar ajustada a los cánones de la lengua. No se alaba para no alentar la corriente productora en los hablantes.

© 2018, Roberto E. Guzmán

Clerén, colapsar, sororidad

Por Roberto E. Guzmán

CLERÉN

El clerén es una bebida espiritosa haitiana. Esta se hace utilizando la caña de azúcar como materia prima. La fabricación de esta bebida es artesanal. Es un proceso parecido al que se sigue para la fabricación del ron, pero sin alcanzar el grado de refinamiento de este.

Por la similitud con el procesamiento del ron el clerén tiene cualidades similares al ron. Podría considerarse como un tipo de ron blanco muy barato. Generalmente se vende al granel a los compradores que traen sus propios envases, o bien, se envasa en botellas o en recipientes ya usados.

Jeannot Hilaire en su obra Lexicréole ofrece como origen de la voz kleren el inglés, pues él considera que esta voz del criollo haitiano deriva de clear rum, (2001:125), que es ron claro, o ron blanco como se le llama en español. En francés representan la voz del haitiano con la ayuda de la letra ce /c/ al principio de esta,  clairin.

El diccionario Haitian English Dictionary, de Freeman y Laguerre define el kleren como un ron blanco barato, sin refinar. (2000:338). Traducción de RG.

Entre las palabras que se ofrecen en haitiano, en tanto equivalentes de kleren, puede citarse tafya (tafia) que es otro tipo de aguardiente fabricado de manera rudimentaria, Diksyonè sinonim lang ayisyen (2001:259).

El clerén es tan crudo al momento de venderlo que quien esto escribe ha visto clerén con restos (pajas) del bagazo de la caña de azúcar en el líquido cuando este se expende para el consumo.

 

COLAPSAR

“. . . los cables *COLAPSARON. . .”

Hace ya un tiempo relativamente largo que este verbo del título entró en el vocabulario activo de muchos de los hablantes del español. Algunos de estos hablantes recurren al uso de este verbo para engalanar su español. Precisamente en ese adorno es donde reside el peligro de emplear ese verbo cuando no es conveniente.

Se demostrará más abajo que este verbo no es el más adecuado en el caso en que unos cables del tendido eléctrico caen, se desprenden e interrumpen el servicio del fluido eléctrico.

El verbo colapsar solo tiene tres acepciones en el diccionario oficial de la lengua española, estas son: Producir colapso a alguien o en algo. Sufrir colapso o caer en él. Dicho de una actividad, decrecer o disminuir intensamente.

Estas dos primeras definiciones obligan a llegar hasta el nombre colapso para despejar cualquier mal entendido en cuanto a su alcance y significación. En general colapso se usa para mencionar la paralización del tránsito.

En el ámbito de la medicina es donde encuentra el sustantivo colapso su mayor campo de acción pues se asemeja al síncope en el modo en que ocurre un desmayo intenso y súbito. Se denomina colapso también a la bajada brusca de la presión arterial que termina en una insuficiencia circulatoria. Hay colapso además en los casos en que se produce laxitud de las paredes de un órgano hueco o de un vaso sanguíneo. A lo anterior puede añadirse en botánica al desecamiento rápido de los tejidos vegetales.

La vida moderna introdujo otros colapsos, tales como el que ocurre en mecánica cuando hay deformación o destrucción repentinas de un cuerpo como resultado de una fuerza. En geología se ocasionan colapsos cuando se producen hundimientos en las superficies del terreno.

El colapso que se utiliza con mayor frecuencia es el que se refiere a la destrucción de una estructura, una institución, o un sistema. Hay que reparar en la palabra destrucción en esta definición. En los casos de cosas materiales esta destrucción conlleva la desaparición de esa cosa o la deja inservible.

Es posible que este uso en la cita sea copiado del inglés, lengua en la que colapsar es caer algo que estaba sostenido. Ese es un sentido del verbo en inglés, que no posee el español. Todos los demás significados son compartidos entre el español y el inglés.

Ya se ha ido demasiado lejos para explicar lo inoportuno que fue el uso del verbo colapsar con relación a la caída de un cable. Es muy raro que el cable resulte destruido, aunque puede resultar inservible. Lo que hay que tener presente es que colapsar no es sinónimo de caer. Sí puede haber colapso de una edificación si esta se derrumba, que así equivale a derribarse, deshacerse.

 

SORORIDAD

“. . . me enseñaron que la mejor opción es. . . la SORORIDAD. . .”

Las lenguas se encuentran en continuo proceso de evolución. El español no escapa a este fenómeno. Los medios modernos de comunicación han acelerado estos procesos. Algunos hablantes de español se encuentran más expuestos que otros a las influencias de lenguas extranjeras, esto sucede con mayor frecuencia en algunos países o áreas geográficas.

La palabra sororidad que se destacó en la cita no es reconocida en todo el ámbito del habla de español. Tiene esa voz coloración extraña a la lengua común, a pesar  de que a través del latín mantiene vínculos con vocablos del español.

La voz *sororidad es una adaptación al español del inglés sorority. Lo que ha hecho el hispanohablante es añadirle la terminación –dad, que en este caso ha intercalado la letra /i/ antes de la señalada terminación por proceder de un sustantivo.

En inglés sorority es un club de estudiantes del sexo femenino, organizado principalmente con propósitos sociales que adopta un nombre que consiste en letras del alfabeto griego. Esa es la definición que trae el Merriam Webster´s Dictionary. (Traducción RG).

El uso de la voz sororidad se identificó en Puerto Rico y por eso consta en el Diccionario de americanismos de la Asociación de Academias (2010:1977). La acepción asignada es, “Agrupación que se forma por la amistad y reciprocidad entre mujeres que comparten el mismo ideal y trabajan por alcanzar un mismo objetivo”.

Si se comparan las dos acepciones transcritas se notará que existen diferencias entre ellas. La más importante es que en inglés se circunscribe a estudiantes y se orienta a actividades sociales; mientras en español puertorriqueño es por un ideal para alcanzar un mismo objetivo.

No debe pensarse que entre la lengua española y este sorority del inglés existe un abismo. El Chamber´s Dictionary of Eymology (2015:1036) al definir a sorority lo hace con la palabra que en español corresponde a hermandad. Piénsese que en español llaman “sor” a las “hermanas” de las órdenes religiosas, que deriva del catalán antiguo sor que es hermana carnal, que a su vez lo hace del latín sóror. La palabra hermana en francés es soeur y en italiano sorella.

Tal parece que en el caso de la voz del título, los hablantes de español puertorriqueño han adaptado la voz del inglés para una organización específica, para la cual no encontraron una palabra adecuada en español. Puede pensarse que lo hicieron también por economía de esfuerzo para emplear un solo vocablo en lugar de varios explicativos.

No se puede negar que “uno de los rasgos que caracteriza al léxico de nuestra época es el enorme influjo que recibe del inglés”. Así se expresa D. Amparo Morales en su obra Anglicismos puertorriqueños (2001:11).

Como una primicia puede mencionarse que entre las adiciones para el Diccionario de la lengua española figura la palabra sororidad, pero ninguna de las acepciones corresponde con la que se citó de uso en Puerto Rico; más aún, una de las acepciones escapa a lo que se entiende en inglés.

Por comentarios leídos acerca del uso de esta nueva palabra del español, se piensa que es una forma de reforzar el empoderamiento femenino. No se adentra en este apartado con respecto de las acepciones propuestas para no abusar de la paciencia de los lectores.

© 2018, Roberto E. Guzmán

Carta del académico numerario José Rafael Lantigua al director de la ADL

1 de marzo de 2018

 

Dr. Bruno Rosario Candelier

Director

Academia Dominicana de la Lengua

Su Despacho.-

Copia: Miembros de Número de la ADL

 

Muy estimado Sr. Director:

 

La Academia Dominicana de la Lengua, pese a criterios en contra, ha sido el centro de una dinámica de proyección que, a mi entender, es única en toda su ya larga historia. Una dinámica que habla de obras tangibles, de realizaciones perdurables y de una presencia activa de actores culturales que han permitido la democratización de la docta casa, con la selección de una planilla de miembros correspondientes que animan los programas de la misma.

Todo esto sin contar los que hemos ascendido a la lista de miembros de número durante su gestión, contribuyendo, modestamente como creo es mi caso, con las actividades organizadas por nuestra Academia.

He dicho en otros escenarios, y lo he repetido en escritos y tertulias que su gestión tiene tres (3) puntos luminosos que bastan para su consagración como director de la ADL. Primero: introdujo cientos de vocablos del español dominicano y de expresiones de nuestro lenguaje en el Diccionario de la Lengua Española de la RAE y en el Diccionario de Americanismos, una labor sin antecedentes, facilitada sobre todo por la apertura de la Real Academia que decidió, hace varios lustros, democratizar su dinámica y coproducir sus diccionarios junto a todas las casas que se cobijan bajo el techo de la docta corporación. En su gestión, estimado Director, el habla dominicana ha sido incorporada, por primera vez, al español universal. Segundo: el Diccionario del Español Dominicano, cuya investigación y recopilación dirigió María José Rincón, Honorable Miembro de Número, y que es una pieza imprescindible y de uso obligado en nuestra bibliografía. Y en tercer lugar: el Diccionario Fraseológico del Español Dominicano que no tiene parangón en nuestra historia cultural, al recoger expresiones que forman parte del “alma dominicana” y que confirman, como usted mismo ha señalado “que el lenguaje es la mejor carta de identidad de nuestra idiosincrasia cultural” y que “la lengua es la cara visible de la cultura de un pueblo”.

Si a estos logros, agregamos la creación de la Fundación Guzmán Ariza Pro Academia Dominicana de la Lengua, dirigida por el también Honorable Miembro de Número, don Fabio Guzmán Ariza, y la labor de difusión sobre el manejo del lenguaje y el buen decir que oferta cotidianamente en nuestros medios impresos y a través de las redes sociales –otra labor sin precedentes y singularmente valiosa en tiempos de desgaste de nuestro idioma a causa de distorsiones provocadas por las injerencias constantes de otras lenguas- no hay dudas de que estamos frente a un periodo excepcional de nuestra ADL bajo su digno rectorado que no pueden ser ignoradas y que habrán de marcar su gestión con ribetes de oro en la historia de la Academia. Debo dejar constancia de la publicación por su parte, como aspecto que completa su labor intelectual dentro del marco de la ADL de los diccionarios de Símbolos y de Mística, recientemente dados a conocer.

Al margen de algunas decisiones y acciones con las que, posiblemente, podríamos estar en desacuerdo, ninguna de las mismas opacan la brillantez de su obra al frente de esta casa. No obstante, creo que ha llegado el momento, aunque debió ser tal vez desde antes, para que esa obra termine de consolidar su consagración de modo que cuando el tiempo, el gran escultor como decía Marguerite Yourcenar, y los obligados traspasos a nuevas directrices cuando estos se hagan necesarios, obliguen a su retiro como cabeza de nuestra Academia, Usted pueda partir seguro de que su obra privilegió a las más sólidas personalidades de nuestra lengua en nuestra geografía y abrió cauces a la colaboración de otras voces y trayectorias que, sin duda alguna, sin su padrinazgo y orientación no hubiesen tenido cabida en la augusta casa que usted encabeza.

En este sentido, y en atención a su comunicación de fecha veinte de febrero recién pasado, en el sentido de que los miembros de número presenten candidatos que cubran la vacante del fenecido poeta Lupo Hernández Rueda, ocupante del sillón LL de la corporación, me permito ofrecerle la siguiente sugerencia que hago formalmente con la presente y para el conocimiento de los demás miembros:

  1. Hay un grupo notable de personalidades de nuestra lengua, fundamentalmente escritores, filólogos, filósofos, críticos, poetas y especialistas de la mayor talla y nombradía en estudios relacionados con el habla dominicana y con el lenguaje en sentido general, que merecen desde hace rato formar parte de nuestra Academia.
  2. Entiendo que debe escogerse el sustituto del poeta Hernández Rueda de la lista que a continuación le presento, y que para los demás, de ser posible, se creen las letras que sean necesarias, como ha ocurrido con otros casos anteriormente.
  3. Las personalidades que presento son merecedoras de esta alta distinción y creo, con toda seguridad, que la presencia de todas estas figuras que honran nuestras letras y a nuestra intelectualidad, en el seno central de nuestra Academia, o sea como Miembros de Número, permitirán que la casa que habitamos  alcance una proyección que termine por consolidar sus ejecutorias, dado sobre todo la calidad y el respeto que las trayectorias de estas personas tienen en nuestra historia cultural.
  4. En este sentido, propongo formalmente a las siguientes personalidades:
  1. Don Orlando Alba, notable lingüista, con una bibliografía sólida y una carrera académica en Estados Unidos de amplio reconocimiento.
  2. Don Rafael Núñez Cedeño, otro notable lingüista y filólogo, con obra y trayectoria de indiscutible fortaleza en universidades norteamericanas.
  3. Don Franklin Gutiérrez, con doctorado en lengua española y literatura latinoamericana, notable educador, cuya obra “Diccionario de la literatura dominicana, biobibliográfico y terminológico” sentó un precedente valioso en nuestra historia literaria.
  4. Soledad Alvarez de Vega, filóloga graduada en la Universidad de la Habana, especializada en Literatura Hispana y Latinoamericana, estudiosa de la obra de Pedro Henríquez Ureña y cuya labor poética ocupa lugares de preferencia en antologías locales y extranjeras.
  5. Don Eugenio García Cuevas, cuya labor crítica y educativa durante más de tres (3) décadas en la Universidad de Puerto Rico, y sus valiosos estudios sobre la literatura dominicana, ocupan un sitial de honor en nuestras letras.
  6. Don Miguel Angel Fornerín, otro destacado integrante de la llamada diáspora dominicana, grupo que, por cierto, ha enriquecido con sus haberes el desarrollo de la literatura nuestra, enriqueciendo nuestra lengua. Educador, crítico y estudioso consagrado de nuestro discurrir literario, igualmente profesor en la UPR, recinto de Río Piedras.
  7. Don José Mármol, poeta con premios nacionales e internacionales de gran importancia, Premio Nacional de Literatura, principal figura de la poesía surgida en el decenio de los ochenta, filósofo y un estudioso constante de la lengua.
  8. Don Alejandro Arvelo, filósofo, con doctorado de la Universidad Complutense otorgado con los máximos honores y profesor invitado de la Universidad de Nebrija; educador; actualmente, luego de residir durante cinco (5) años en España sirviendo en el sistema educativo dominicano como profesor a tiempo completo para formar profesores de Alta Competencia y Calidad en el Instituto Superior de Formación Docente Luis Napoleón Núñez Molina, de Licey al Medio, Santiago.

Estos ocho (8) ciudadanos de indiscutibles méritos, honrarían la ADL en caso de ser incorporados a la misma, como hace rato debieron ser objeto de este reconocimiento. Aunque no conozco los estatutos de la Academia (a propósito, todo miembro de número debiera recibir un ejemplar de los mismos), han llegado a mi conocimiento dos (2) aspectos que supuestamente indican los mismos. El primero: que no pueden ser miembros de número aquellos que residen fuera del territorio nacional. Y segundo: que los miembros correspondientes ocupan una posición fija y definitiva y que no pueden ser ascendidos a miembros de número. Ignoro si estas noticias son ciertas. En este caso, si lo primero fuese cierto, me permito sugerirle, Sr. Director, que los integrantes del grupo que he mencionado sean seleccionados en asamblea, con el voto mayoritario de los Miembros de Número, como Miembros Correspondientes y que con tal motivo se organicen actividades solemnes para que cada uno de ellos presente sus discursos de aceptación y reciba un diploma acreditándolos como tales. Este año 2018 puede ser ideal para que, en el transcurso del mismo, sean realizadas estas consagraciones académicas.

Por la misma razón, si de los candidatos mencionados sólo podrían optar los residentes en Santo Domingo, resulta obvio que cualquiera de ellos sería mi candidato para sustituir al poeta Hernández Rueda. Si a mí correspondiera, y fuese factible, bajo el entendido de que los estatutos no lo impidiesen, mi candidato primero sería el Dr. Olando Alba, catedrático de la Universidad de Utah y notable filólogo. Empero, si resultase necesario la presentación de una o dos candidaturas de la lista mencionada, de aquellos que residen en el país, someto a la consideración de la Junta Directiva y de la Asamblea de los Miembros de Número, la selección de la Sra. Soledad Alvarez de Vega y del Sr. José Mármol. Son estos pues, de manera formal, mis dos (2) candidatos para sustituir al notable poeta fenecido en meses recientes.

En los demás casos, para ser conocidos más adelante, sugiero que les sean creadas las letras que faltasen para ser igualmente seleccionados como Miembros de Número.

Finalmente, sugiero, con el respeto y la amistad que nos une desde nuestra infancia, y con la gratitud que le debo, que, en lo adelante, se elimine total y definitivamente la práctica del voto por correo electrónico o mediante comunicación o aval firmado, y que todo miembro correspondiente y miembro de número sea seleccionado libre, presencial y democráticamente en el pleno de la asamblea de los miembros de número. Es la mejor manera que tenemos para honrar su enaltecedora gestión y para mantener la alta calidad de sus miembros que es característica de todas las Academias, de la Historia, de la Lengua, de Ciencias, en todo el mundo.

Deseo dejar constancia, aunque creo innecesario hacerlo, de que el suscrito no aspira ni aspirará nunca a presidir la ADL, que sólo me anima el deseo de contribuir a elevar su aparentemente menguada credibilidad y a fortalecer su proyección y el valor de sus objetivos en nuestra sociedad.

Con la reiteración de mi particular afecto fraterno y con mis mejores deseos para el futuro, esperando que esta misiva sea comunicada a todos los Miembros de Número de nuestra casa, le saluda,

 

Muy atentamente,

 

José Rafael Lantigua

Miembro de Número

Academia Dominicana de la Lengua

Sillón A

 

Mester de la academia: seis excelentes escritores

 

Por María Antonieta Ferro


Los mesteres de la Academia Dominicana de la Lengua son intelectuales de alto nivel, vinculados al ámbito literario, político, social y económico del país.

El Grupo Mester de Narradores de la Academia, creado por don Bruno Rosario Candelier, director de la Academia Dominicana de la Lengua, es la joya de la corona de la literatura dominicana. La vida me regaló el honor y el placer de conocer personalmente a todos los mesteres, compartir con ellos y hasta traducir al italiano algunas de sus obras. Fue una gran dicha la que me tocó. En la imaginación común, los académicos se ven como personas inalcanzables, trancadas en su mundo de elucubraciones y pensamientos, lejanas, casi fantasmas con rasgos humanos que sólo aparecen para pontificar sobre asuntos teóricos.

Déjenme decirles que no es así. Por lo menos, no son así los mesteres.
Ellos son intelectuales de muy alto nivel, rotundamente vinculados a la realidad literaria, política, social y económica de la República Dominicana y proyectados en el universo entero. Quien quiere saberlo todo sobre la obra de estos seis escritores, tiene a su disposición el libro de Bruno Rosario Candelier. Quien quiere conocer algo sobre estos seis seres humanos siga leyendo…

A Manuel Salvador Gautier, el coordinador del Grupo Mester, le llamamos Doi. Este apodo es la síntesis perfecta de la generosidad propia de su naturaleza. Aclaro el concepto: Doi se pronuncia igual que doy, o sea la primera persona del indicativo presente del verbo dar. Y aquí está la llave de lectura de mi teoría: Doi siempre da. Él da su sabiduría al mundo, él da buenos consejos y sugerencias a sus amigos, él da cariño a quien lo rodea, él da enriquecimiento espiritual a los lectores de sus novelas. Igual como decían los latinos: nomen omen. La viveza de ingenio y el sentido del humor que caracterizan a Rafael Peralta Romero alegran los conversatorios con él y hacen de sus enseñanzas sobre la lengua castellana un verdadero deleite. Yo le debo mucho, por haberme corregido definitiva e indeleblemente un error que los extranjeros cometen con frecuencia hablando en español: confundirse con el uso de los verbos traer y llevar. Vale la pena narrar la anécdota. Estábamos disfrutando una comida de bufé, compartiendo con varios amigos. Rafael y Doi estaban sentados a mi lado, respectivamente a mi izquierda y a mi derecha. Noté que el vaso de cerveza de Doi estaba vacío y le pregunté amablemente: Doi, ¿quieres que te lleve una cerveza? Sin darle tiempo para contestar, Rafael me miró a los ojos y sonriendo me dijo: “Si se la traes, ¡él estará más contento!”.  Nunca más me equivocaré entre los dos verbos… El poeta Solano es un gran filósofo. Con su mirada atenta y desacralizadora él capta los misterios del mundo y los desvela a los simples mortales. Fiel a su teoría según la cual la vida es goce, él vive su cotidianidad derramando sonrisas y serenidad, soplando igual que el viento entre las ramas de los desafíos, alejando las adversidades, regalando paz. Casi diría que Solano es el Sol que alumbra el camino de quien se le acerca.

Cada vez que me tomo un café pienso en Emilia Pereyra. No solamente por el hecho de que ella tiene una fuerte personalidad, una energía descomunal y la capacidad de transmitirla a los demás, sino también porque el más sabroso café de mi vida lo he tomado en su casa en el campo. Además de ser una destacada creadora, Emilia es una perfecta anfitriona. No se me olvidan los días que pasé con ella y los demás escritores en las lomas. Sin embargo, espero que ella haya olvidado que me tomé una greca entera de café (aproximadamente diez tazas) o que, al menos, me haya perdonado.

Y por últimas, pero no menos importantes, las dos flores que perfuman el jardín de la literatura dominicana: las poetisas y narradoras Ángela Hernández y Ofelia Berrido. La característica que tienen en común, o sea, la formación científica (en ingeniería química y medicina, respectivamente), constituye en mi opinión un valor añadido a sus creaciones literarias, que podríamos definir como vivisecciones de los sentimientos humanos, reconstrucciones del ADN de las emociones universales, transposiciones narrativas de la evolución espiritual de los seres vivientes. Quizás por esa misma razón Ángela y Ofelia contribuyen de manera sustancial a la vida social del país y al desarrollo de su cultura. Un verdadero ejemplo para todas las mujeres del mundo.

Finalmente, no está demás subrayar que varios miembros del Grupo Mester de la Academia han sido galardonados con importantes premios literarios. Son Premio Nacional de Literatura (el máximo galardón de las letras dominicanas): Ángela Hernández (2016) y Manuel Salvador Gautier (2018). En 2008 fue Premio Nacional de Literatura el fundador del Grupo, don Bruno Rosario Candelier. Puedo decir, sin miedo a que me contradigan, que el Grupo Mester de la Academia bien se merece estos éxitos, por su dedicación a las letras, su labor de creación y por las calidades humanas de cada uno de sus miembros. Mi auspicio es que en el porvenir reciban el Premio Nacional de Literatura también Emilia Pereyra, Miguel Solano, Rafael Peralta Romero y Ofelia Berrido, para que el Grupo Mester de la Academia se convierta en el Olimpo de las letras dominicanas.

Testimonio de una trayectoria

Por Manuel Salvador Gautier

Académico de la lengua

 

Ante todo, mi agradecimiento al jurado, compuesto por el presidente de la Fundación Corripio, don José Luis Corripio (Pepín), quien creó el Premio Nacional de Literatura; el ministro de Cultura, don Pedro Vergés; los magníficos rectores de las universidades, UNPHU, PUCMM, INTEC y UCE, y el director de la Academia Dominicana de la Lengua, Dr. Bruno Rosario Candelier, por haber considerado mi obra literaria merecedora de este Premio Nacional de Literatura.

Quiero dedicar este premio a mi padre Manuel Salvador Gautier González (Flon), y a mi madre, María Josefa Castellón (Maricusa), por educarme para que, con capacidad y éxito, yo haya podido ejercer la profesión de arquitecto y producir esta obra literaria. Asimismo, quiero dedicarlo a mis hermanos Josefina y Tabaré, José y Daisy, y Milagros y Orlando, porque siempre nos mantuvimos unidos, y deseamos lo mejor para cada uno de nosotros. Quiero hacerlo, también, a todos mis sobrinos, por ser tan afectuosos conmigo, dándome un respaldo familiar que me produce gran satisfacción.

A mi sobrina, la historiadora y profesora María Josefina Álvarez. Deseo también agradecer a varios intelectuales que, de una manera u otra, contribuyeron a que esta obra literaria tuviera la calidad que hoy se premia. Al cuentista y novelista Virgilio Díaz Grullón, a quien entregué mi novela recién terminada para que la evaluara y me dijera si tenía algún valor literario. Virgilio la leyó (era un legajo de unas 1,800 páginas). Cuando terminó, me llamó y me dijo que la novela era muy larga, y que yo tenía que reducirla lo más que pudiera. “No te voy a decir lo que debes quitar; eso tienes que hacerlo tú”, me advirtió. Tampoco me dijo si la obra tenía valor literario, pero yo entendí que me estimulaba a seguir escribiéndola. La reduje a 1,200 páginas, quitando pasajes que me parecían muy buenos, pero que no tenían relevancia para la historia principal. Al poeta, cuentista, novelista y ensayista José Alcántara Almánzar, mi primer asesor literario, quien me indicó una serie de medidas narrativas a tomar, tales como rehacer pasajes para que dieran mayor sentido a lo que se decía, y demás. Al poeta y publicista Juan José Ayuso. Cuando ya yo tenía la novela diagramada para publicarla, se la entregué a Ayuso con el fin de que me trazara una estrategia de publicidad. “La obra es muy larga; poca gente va a comprarla para leerla”, me dijo. “Tiene cuatro partes; divídela en cuatro novelas”. Así surgió la tetralogía Tiempo para héroes. La obra trata sobre la expedición de Constanza, Maimón y Estero Hondo, que, en 1959, desembarcó en el país para derrocar al dictador Rafael Trujillo. Mi sobrina trabajaba con el historiador Emilio Cordero, a quien conozco desde que éramos niños. Su hermano, José, murió mientras combatía en Maimón y Estero Hondo. Por eso, cuando mi sobrina le contó a Cordero que yo iba a publicar una novela sobre esa gesta, este le señaló que quería leerla, porque, si no servía, me lo iba a decir. Le entregué el primer ejemplar que salió del taller. Cordero lo leyó y me mandó un mensaje, donde me recomendaba que inscribiera la tetralogía en el Premio Nacional de Novela Manuel de Jesús Galván de ese año, porque yo lo iba a ganar. Fue el primer reconocimiento a la calidad de mi obra. En ese momento, yo no sabía que ese premio existía; pero inscribí la obra y ganó, como predijo Cordero.

Al ensayista, crítico literario y novelista Dr. Bruno Rosario Candelier, presidente de la sociedad literaria Ateneo Insular Internacional y director de la Academia Dominicana de la Lengua. Soy miembro del Ateneo Insular desde 1995, donde, en las reuniones mensuales que se convocan, el Dr. Rosario Candelier expone sus orientaciones sobre la poesía y la narrativa. En las obras que realicé a partir de entonces, les incorporé un cierto sentido poético que les han conferido un carácter de mayor trascendencia.

A todos los miembros del Ateneo Insular, en especial a los poetas Carmen Pérez Valerio, Pedro José Gris y Ramón Antonio Jiménez, quienes, con sus participaciones, mantuvieron mi interés en los temas que se trataban en esa sociedad. Al poeta, cuentista, novelista y ensayista José Acosta, por su amistad. Acosta reside en Nueva York y ha contribuido a que mi obra sea leída en esa ciudad.

A los miembros del Grupo Mester de Narradores de la Academia Dominicana de la Lengua, los escritores Ángela Hernández, Emilia Pereyra, Ofelia Berrido, Rafael Peralta Romero y Miguel Solano, por su compañerismo. Al presidente de la Editorial Santuario, Isael Pérez, y a su esposa, Oneida, por haber difundido mi obra literaria, de manera que se conociera en todo el país. Al Arq. Eugenio Pérez Montás. Fuimos condiscípulos y amigos en la carrera de arquitectura, en la Universidad de Santo Domingo, de 1950 a 1955, y hemos mantenido esa amistad desde entonces. A todos ustedes, público presente, que han venido a celebrar esta premiación junto conmigo.

Cuando en 1986, a los 56 años, comencé a escribir ficción, no imaginé que mi obra literaria tendría éxito alguno. Me dediqué a escribir porque sentí una compulsión a hacerlo, una necesidad para satisfacerme y sentirme completo. No era la única vez que lo intentaba. A los catorce años traté de escribir mi primera novela. Estábamos en 1944, a finales de la Segunda Guerra Mundial, y salió en la prensa que un submarino alemán averiado había buscado refugio en las playas de Puerto Plata. La noticia me interesó. Pensé que era una situación que podía generar conflictos entre alemanes y dominicanos, ya que habíamos declarado la guerra a Alemania. Redacté algo sobre el asunto, y ahí se quedó. Más tarde, mientras ejercía mi profesión de arquitecto, en varias ocasiones lo intenté de nuevo, hacía algunas notas, pero no las seguía. En 1986, sin embargo, aproveché que dispuse del tiempo necesario para iniciarla y continuarla. En la oficina no había trabajos, y yo me entretuve con eso. Cuando llegó trabajo, ya yo no podía abandonar el proyecto de novela, como otras veces. Sabía que podía seguir adelante y lograr lo que tantas veces quise. Para no descuidar mi trabajo profesional y la redacción de la novela, me levantaba en la madrugada, le dedicaba unas cuantas horas a la escritura y luego, a las siete de la mañana, me iba a trabajar. No fue agotador, como parecería ser. Estaba disfrutando con las dos cosas. Al cabo de un año y medio, tenía redactada la primera versión de Tiempo para héroes. No esperé. Continué con otra novela, La mala maña; la terminé; inicié otra, Toda la vida, y siguieron las demás. Así somos los escritores. Nos apasiona lo que hacemos, y no nos detenemos nunca. Comencé a escribir sin ninguna preparación académica literaria. La tetralogía Tiempo para héroes es una obra espontánea que se iba formando según la escribía, aunque sí tuve un propósito para hacerla: contar la historia de los héroes de Constanza, Maimón y Estero Hondo. Al darme cuenta de que quería dedicarme a escribir narrativa, decidí conocer más sobre la manera en que esta se redactaba. Estudié algunos libros que lo indicaban; asistí a cursillos de literatura. Supe de las distintas maneras en que se prepara una novela y de las nuevas técnicas que habían surgido a principios y mediados del siglo XX, como las desarrolladas por Franz Kafka, James Joyce y William Faulkner, entre otras. Determiné que yo podía adoptar estos conocimientos a mi obra. A Serenata, la novela sobre las relaciones entre la poeta Salomé Ureña y su esposo, el político Pancho Henríquez y Carvajal, que publiqué en 1999, la organicé en varias partes, cada una de las cuales se inicia con un monólogo del personaje principal, Pancho, y sigue con un episodio narrativo; cada episodio trata una historia completa y tiene un narrador distinto. Utilicé técnicas postmodernas como las de relatar en dos tiempos a la vez y, también, cambiar el tiempo gramatical del verbo en un mismo párrafo. Estos aspectos de organización y redacción literarias los continué aplicando en las siguientes novelas que trabajé. En esos 32 años en los cuales me he dedicado a escribir, he publicado dieciséis novelas, cuatro libros de ensayo y un libro de cuentos. He sido incansable en mi producción literaria, y he sido recompensado con una serie de premios literarios.

Con el Premio Nacional de Literatura culmina la comprobación del valor de mi obra literaria completa. Tras haberlo ganado, he pensado mucho en dos intelectuales, Virgilio Díaz Grullón y Manuel Rueda. Díaz Grullón es Premio Nacional de Literatura (1997), y yo lo admiraba por haber escrito una obra literaria con la cual obtuvo este reconocimiento. Desde que me ayudó en la redacción de mi primer trabajo, consideré que era mi deber asistir a todos los actos públicos en que se conmemoraba su obra. Él iba a las tertulias que se daban los sábados en la mañana en la Librería Trinitaria, de doña Virtudes Uribe, y allá me dirigía yo. En otra tertulia, supe que Díaz Grullón también era poeta, aunque su poesía nunca la dio a conocer al público. Manuel Rueda también es ganador del Premio Nacional de Literatura (1994). Rueda me conoció como literato después de él participar en un homenaje que le hizo el Ateneo Insular en Montecristi, donde yo presenté su novela Bienvenida y la noche. A partir de entonces, actuó consecuentemente para promoverme a mí y a mi obra literaria. Me invitó a las tertulias que él organizaba con varios intelectuales en el edificio del periódico Hoy; me incluyó en la comisión que determinó cuáles habían sido las mejores obras literarias del siglo XX, en América Latina; me invitó a su casa, donde leyó una obra teatral sobre un momento en la vida de Eduardo Brito. Siempre he considerado que, en la segunda mitad del siglo pasado, la República Dominicana tuvo por lo menos dos genios de la literatura universal: Manuel Rueda y Virgilio Díaz Grullón. Para terminar, les voy a leer un fragmento del episodio titulado: “La revelación sin nombre”, del Capítulo 1, de mi novela El asesino de las lluvias: “Yo continué en línea recta hacia el recodo del río. Pisé flores azules, amarillas, blancas. Toqué un árbol alto y frondoso con una sombra oscura que opacaba el aire verde. Era el primero de un grupo tupido que penetré volando como un barrancolí, pequeño y confiado, tan inmerso en su recorrido que desdeñaba el entorpecimiento de la oscuridad. Llegué hasta el río, rugiente y huidizo, con sus músculos acuosos y retorcidos. Me embriagué de olor a hojarasca disuelta en la tierra y de humedad fermentada. Recogí una pomarrosa que flotaba cerca de la orilla y la llevé a los labios. Algo inexplicable impidió que la mordiera y me obligó a notar las sombras que me arropaban. Tiré la pomarrosa al río para que prosiguiera su viaje inútil, y me agaché a recoger una flor pequeña, incolora, campanita de pétalos, tejido de luna en la maraña de la oscuridad. La flor se abrió y me enseñó su pistilo cuajado de partículas de polen, que se prendieron como soles diminutos para iluminar el espacio en que me hallaba, un lugar sin dimensiones, donde nada y todo era real. Sentí un efluvio de paz, un deseo de amar todo lo que me rodeaba, de disolverme en lo impredecible. El aire cambió de un color negruzco a otro violáceo; se hizo espeso, de una viscosidad irrespirable. Me empujaba una fuerza desconocida a la cual me acogí. El río se perdió en la inexactitud del espacio; solo oía su sonido, insistente, intermitente. Pensé que me movía, pero sabía que estaba estático, clavado en el mismo lugar. De improviso entendí que orillaba el hueco de la vida y de la muerte. Era redondo, amenazador, y tuve miedo; sin embargo, no pude evitar acercarme a su borde hasta alcanzarlo. Allí me asomé a su misterio. En el fondo no había nada, ni siquiera una luz, como yo esperaba. El peligro de su atracción me sofocó. Sabía que en cualquier momento me lanzaría en sus profundidades. Entonces apareció a mi lado un ser idéntico a mí, solo que insubstancial como mi aliento. Entró en mi cuerpo y respiró conmigo. “Disuélvete en mí, no tengas miedo; la vida soy yo y la muerte eres tú”, dijo por mi boca. En ese momento no capté su significado. No estaba preparado para desentrañar ese misterio metafísico. Me distrajo el ser paralelo. ¿Quién podía ser… mi ángel?, fue la incógnita que me preocupó, condicionado como estaba a mi mentalidad de niño. Más tarde, cuando comencé a poetizar y a evocar esta visión, lo denominé mi musa o el espíritu de la vida. El incidente fue una iniciación. Para ser poeta, hay que estar iniciado y fui iniciado por ese ser paralelo, el dios que soy yo como ente maravilloso de la naturaleza. Nací a la existencia de la poesía en ese momento; entré a la sensibilidad de una herencia ineludible que descodifica la palabra. Pero los iniciados no siempre tienen éxito en su primer periplo. Mi ser paralelo me reveló la verdad; mas no la reconocí enseguida. No existía en mí en ese momento. Debí esperar otra revelación para completar mi iniciación. Me desperté en los brazos de papá, que corrió tras de mí y vio cuando me interné entre los árboles.

“¿Qué te ocurre, mi hijo? ¿Estás bien?”

“Estoy bien, papá; solo que me caí”.

Lo abracé refugiándome en su preocupación. Le mentí, no quise explicarle lo que había pasado. Tampoco se lo conté a Lili, a quien había dejado de adorar, a pesar de su hermoso pelo, sus orejas rosadas y los dos lunares en el cuello. Sin embargo, se lo relaté a Santico al día siguiente, mientras nos acompañaba en el paseo a caballo por la finca. Quería impresionarlo para que se diera cuenta que Lili había escogido mal y que yo era el mejor de los dos. Yo iba en el mismo caballo que seguí en el episodio del potrero. Santico me lo trajo y me ayudó a montarlo en una silla demasiado grande para mí. “Este potro es muy manso, usted tiene buen ojo”, me dijo para confortarme, y lo fustigó en las ancas provocando que el animal diera un brinco hacia delante y comenzara un trote al desgaire.
Sentí una inestabilidad abrupta, una sensación de abismo inminente; mas logré dominarme. Me equilibré; controlé con las riendas la marcha del animal como me habían enseñado, presionándole la boca con el bozal para obligarlo a seguir mis instrucciones. Sonreí a Santico a mi lado; le di las gracias por su ayuda y entonces, sin más preámbulos, le hablé de la florecita transparente. Le expliqué cómo se abrió en mis manos, lanzando lucecitas que iluminaron la oscuridad. “En sueños no importa, pero en la realidad nunca tome una de esas florecitas en sus manos; hacen daño”, me dijo. “¿Cómo pueden hacer daño, si alumbran para guiar en las tinieblas?” Santico me miró con ojos mansos. “Solo sirven para conducirlo al infierno”, dijo, y espoleó su caballo. Rechacé el comentario del vaquero. ¿De qué infierno hablaba? ¿Del infierno en que vivimos todos nosotros? ¿Del día a día desalentador y atroz en el que debemos rezar a Dios para que nos proteja y nos conduzca al Cielo? ¿O del otro infierno, absorbente, transportador, el del poeta, el del visionario, el del místico, el infierno de quien engendra otra realidad con las palabras y da sentido a lo absurdo de la vida y a lo inefable de la inmensidad cósmica?

Santo Domingo, Teatro Nacional, 20 de febrero de 2018.

Exaltación de Manuel Salvador Gautier, Premio Nacional de Literatura

Por Emilia Pereyra

Académica de la lengua

 

Señor ministro de Cultura, Pedro Vergés

Señor José Luis (Pepín)  Corripio, presidente de la Fundación Corripio

Señor Manuel Salvador Gautier, prestigioso galardonado

Miembros del jurado: Ministerio de Cultura, universidades UNPHU, PUCMM, INTEC, UCE, UASD y UCSD, Academia Dominicana de la Lengua y la Fundación Corripio

Escritores e intelectuales, profesores, familiares de nuestro galardonado, señoras y señores:

Difícilmente se encuentre a un integrante de la comunidad literaria dominicana que no se sienta regocijado con la elección de Manuel Salvador Gautier como Premio Nacional de Literatura 2018, con el que se reconoce una trayectoria resplandeciente y una vocación fructífera. Gautier y su celebrada obra narrativa son un caso excepcional en los anales de las letras dominicanas. Y una de las razones es que el autor empezó su carrera literaria en la madurez, a una edad en la que muchas personas se disponen a retirarse de las actividades productivas y a disfrutar del merecido descanso. Sin embargo, poseído de mucha energía y deseos de encarar desafíos en un  territorio nuevo y complejo, Gautier cerró una larga etapa  en la  que trabajó como arquitecto y docente, logrando respeto y reconocimiento,  y,  tras pasar esas páginas,  empezó  a concretar su  aspiración creadora. Mientras su interés por la literatura permanecía aparentemente aletargado, el hombre vivía, con todo lo que esto implica,  acumulaba experiencias y hacía reflexiones que habrían de servirle en el futuro para modelar al escritor  deslumbrado con el oficio que esta noche  aplaudimos.

Resuelto a transitar el camino elegido, el narrador comenzó a escribir  su obra con gran disciplina, al punto de que en la actualidad cuenta con 16 títulos  publicados en algo más de  20 años, y muchos de ellos  han  sido reconocidos en concursos nacionales y extranjeros. Su entrega al ideal de la creación, como medio de realización personal  y desarrollo intelectual, aporta a la sociedad un valioso ejemplo  y es para  la  comunidad literaria  aleccionadora,  ya que  contrario a lo que suele pensarse  se pueden obtener muchos beneficios en la tercera edad,  en el campo del pensamiento y la escritura, que requieren madurez y perseverancia.

Volviendo a sus inicios, debemos resaltar que la firmeza  con la que Gautier empezó sus andares en la literatura dio muy pronto grandes frutos. Al principio él  tocó  puertas, para buscar sugerencias de  los más acreditados autores y tras el lanzamiento de su tetralogía “Tiempo para héroes”  fue reconocido con el Premio Anual de Novela 1993, galardón que lo situó como un autor que debía ser tomado en cuenta y le abrió  otras oportunidades y espacios a este campeón de los lauros, lo cual se confirma con creces esta noche. Gautier ha sustentado su carrera sobre densos pilares. Se ha ocupado de profundizar en los estudios literarios y en la lectura de grandes obras de autores nacionales y extranjeros. Además, posee una alta valoración de la lengua española y la cultura nacional.

A sabiendas de que todo escritor es un memorioso, ya sea del pretérito, de lo que sucedió hace poco o de  lo que se vive ahora, Gautier  fijó su atención en el pasado y le aportó a la novelística  obras como la  ya mencionada tetralogía,  acerca de un tramo de la lucha contra el  régimen de Trujillo,  y ha seguido recurriendo a la  cantera de la historia,  para producir relatos, lo cual  lo ha llevado a hacerse de  una bibliografía sólida y profundamente  vinculada a  la nación y a la idiosincrasia dominicana, por lo que estamos ante un prosista que ha encontrado iluminación donde otros solo han visto rancios sucesos.

Respecto a Tiempo para héroes, José Alcántara Almánzar expresó que “pocas veces se ha logrado plasmar en una novela dominicana  una imagen tan vívida y humana del déspota (Trujillo)  y su era”, lo que indica que nuestro autor  ha  recreado con pericia  una de las etapas más oscuras del devenir nacional.

En 1995 el escritor recibió el Premio Anual de Novela por Toda la vida, que abarca un largo tramo del siglo recién pasado y  proyecta el drama de una generación que pese a su empeño  no alcanzó sus metas. Años después, Gautier  volvió a inspirarse en un lapso prácticamente  inexplorado por la historiografía. Me refiero a la estancia en Europa del héroe Juan Pablo Duarte, que lo motivó a escribir  la novela Dimensionando a Dios, Premio Feria del Libro Eduardo León Jimenes 2011, narración que esboza lo que pudo acontecer en la vida del prócer. Dejándose cautivar por el pasado, Gautier divulgó la obra Serenata,  sobre la poetisa Salomé Ureña y los hermanos Henríquez Ureña, relevante familia de intelectuales.

De acuerdo al crítico literario Bruno Rosario Candelier, director de la Academia Dominicana de la Lengua, en este texto Gautier consigue una proeza narrativa, pues mediante el recurso epistolar conoce a un clan y a través de este ausculta a la sociedad y explora el corazón de una rama de gran importancia.  En  Balance de tres, con que logró el Premio de Novela de la Universidad Central del Este en el 2001, Gautier  halló el cauce para adentrarse en  la invasión norteamericana de 1916, y explorar, a través varios planos narrativos, el lado íntimo de tres personajes de ficción, que terminan decepcionados ante el fracaso de sus utopías. Con el hermoso título Historias para un buen día,  el  prolífico narrador  nos sumerge en la dinámica de otro grupo familiar del siglo XIX, que produce un vicepresidente de la República y destacados médicos e ingenieros. Acerca de  esta narración,  el poeta  Juan Freddy Armando escribió que el autor sumó a sus vivencias familiares, sociales y políticas, el conocimiento del alma y de su país.

 El asesino de las lluvias, relatada en primera persona, es una de  las novelas en que Gautier ha centrado la atención en la contemporaneidad. También en este texto, publicado en el 2008,   profundiza en la lucha entre la condición humana, que a su juicio envilece al ser, y su anhelo de sobreponerse y alcanzar la trascendencia. En esta narración, inspirada en el recuerdo de  Franklin Mieses Burgos,   que el destacado vate José Mármol ha llamado “la novela de la poesía”,  subyace el sentido cósmico, en vista de que el autor ausculta en las dimensiones metafísicas, antropológicas y sicológicas, con refinada prosa. Esta ficción, de claro perfil interiorista, movimiento literario creado por Bruno Rosario Candelier, del que el autor es militante, realza el don de la creatividad del ser humano. Posteriormente, el imbatible Gautier volvió a encontrar aliento en la modernidad para bosquejar La fascinación de la rosa, intensa novela en la que plantea la necesidad del hombre actual de sumergirse  en su interior y encontrar las verdades que le rodean. Es un  texto  lineal, de estructura sencilla y planteamientos introspectivos, de corte interiorista.

En las novelas Tres cosas te ofrezco y El misterio de la corbata verde, divulgadas posteriormente,  nueva vez nuestro narrador reveló, con el vigor propio de su pulso, que lo cautivan temáticas del tiempo que le ha tocado vivir y que  sabe moverse con destreza y construir tramas sobre el espionaje, las investigaciones policiales y los bajos fondos. En su  novela La mala maña Gautier volvió a explorar los recovecos de la historia y ofreció a sus lectores  un fresco literario de la época conocida como “La España Boba”, donde igualmente se vale de la ficción para reflejar el drama de entonces.

A finales de diciembre de 2017, se dio a imprenta, aunque todavía no circula, El pacto de los generales, obra en la que el autor regresa al  ayer dominicano para relatar entresijos de la Revolución de Moya, desde tres perspectivas que colocan en relieve el aspecto humano de los protagonistas. La carrera literaria del  creador  fue  enaltecida en el 2007 cuando ingresó como miembro correspondiente a la Academia Dominicana de la Lengua, y disertó sobre la narrativa criolla  y las expresiones del idioma. Con el hermosísimo título de Un árbol para esconder mariposas, publicó en el 2010 una novela cuyos  protagonistas son un hombre y a una mujer de razas distintas, quienes experimentan confrontaciones raciales y sociales, con varios trasfondos como son las creencias mágico religiosas, la matanza de Palma Sola y la vida de los inmigrantes en New York. Esta obra  se inscribe en la posmodernidad y explora  problemáticas actuales que no solo atañen a la nación y a sus diásporas sino también a diversos países que enfrentan conflictos causados por los desplazamientos humanos  y los antagonismos étnicos y culturales. Sin embargo, no solo la narrativa ha interesado al versátil autor. Además,   ha cultivado el  ensayo y merecido reconocimientos en este género, ya que con el título  “La fatalidad no está en un campanario de París” recibió en el 2002 el Premio “Víctor Hugo en la Historia” y  posteriormente volvió a triunfar con el Hechizo en las palabras, al obtener el Premio Anual de Ensayo Pedro Henríquez Ureña 2015.

Antes, en  el 2010, este dominicano dio a la estampa el libro  Gautier visto por Gautier, con lo que  ha hecho lo que no suele hacerse en el ámbito intelectual nuestro: autoanalizar la creación personal y  examinar  motivaciones. La obra, presentada por el narrador Luis R. Santos, recoge las palabras que el autor ha pronunciado sobre sus libros, y en algunas de las cuales expone sus teorías sobre la escritura, su aproximación a la poesía y sus niveles de consciencia escriturales. Gautier publicó su libro más personal, y mostró, según Santos, sus vetas humorísticas y hasta narcisistas, dejando ver que es profundamente humano. Yo añado que Gautier  demostró además la seguridad que posee en sí mismo y en lo que sabe, su fuerza interior, su sensibilidad  y espíritu de superación.

Dominio de la lengua, amplia cultura, inagotable curiosidad,  fascinación por la escritura, certera intuición, disciplina monacal  y prudencia son cimientos en los que este hombre, hechizado con el maravilloso oficio de contar historias, ha hecho una importante  bibliografía  con la que hoy cosecha el más sustancial reconocimiento concedido en nuestro país a la trayectoria literaria. Es Gautier un cultor de la fantasía que abreva en el pasado y en la actualidad. Sabe que lo fantaseado  puede incluso llegar a tener mayor peso que lo real, y por eso sus novelas, inspiradas en episodios pretéritos y en hechos y fenómenos actuales, han sido aderezadas con la imaginación y la exploración interior, infaltables en una buena trastienda literaria. Como todo escritor notable, él  posee la habilidad de tejer ilusiones y seducir lectores. Conoce el potencial simbólico de las imágenes y las aplica  armoniosamente en sus obras. Además, sabe que no hay creación literaria  sin alma, sentimiento y razón.

Ha navegado victoriosamente en la memoria colectiva  y en sus recodos y a la vez ha abierto las puertas a la actualidad y a la reminiscencia personal en varias de sus obras, dotándolas de intimismo, persuasión  y sensibilidad. Sabe Gautier que  remembranza y fantasía van unidas. Y como bien ha dicho Juan Marsé, admirado autor  catalán,  al recibir el Premio Cervantes en el 2009, un escritor no es nada sin imaginación, pero tampoco sin memoria. Y no puede hacer nada significativo, sostengo yo, si no persigue la belleza expresiva, que se trabaja con conciencia y  a pulso haciendo magia con la  reflexión y  el lenguaje, amando, puliendo y respetando las palabras… como lo hace paciente y gozosamente nuestro galardonado, modelo de caballerosidad, nobleza,  disciplina,  amor por las letras y reinvención existencial.

Queda, pues, demostrado por qué Manuel Salvador Gautier y su escritura son un caso excepcional en las letras criollas y por qué el  Premio Nacional de Literatura 2018 ha sido concedido justicieramente a un grande que enaltece a la República Dominicana y a su cultura, con quien tenemos el privilegio de compartir espacio y tiempo.

Santo Domingo, Teatro Nacional, 20 de febrero de 2018.

 

 

El Premio Nacional de Literatura a Manuel Salvador Gautier

Por Pedro Vergés

Ministro de Cultura y académico de la lengua

Llegamos hoy a la vigesimoctava edición del Premio Nacional de Literatura, que este año ha recaído en la figura del escritor y amigo Manuel Salvador Gautier. La convocatoria anual de este prestigioso galardón, que se otorga a la obra literaria de toda una vida, contó el año pasado con un par de novedades que, por lo recientes, conviene que recordemos esta noche.

La primera fue la justa incorporación de la Academia Dominicana de la Lengua y la segunda la creación de un comité de preselección que asegurara un mejor y más rápido escrutinio y a la vez facilitara la labor del Jurado, compuesto, como ustedes saben, por la ya mencionada Academia y por los señores rectores de las prestigiosas universidades Autónoma de Santo Domingo, Nacional Pedro Henríquez Ureña, Católica Madre y Maestra, Central del Este, Católica Santo Domingo y el Instituto Tecnológico de Santo Domingo. Creemos de verdad que ambas decisiones, tomadas de común acuerdo entre el Ministerio de Cultura y la Fundación Corripio (nuestra inseparable compañera en la tarea), fueron convenientes y atinadas y que el premio que hoy concedemos ha ganado, con ellas, más objetividad y más firmeza.

Pero el empeño de realizar cada vez mejor esa labor conjunta no termina ahí. Este año también hemos querido enriquecerla (y nunca mejor dicho), aumentando su dotación, que ha sido duplicada y que, por lo tanto, ascie+nde a la cantidad ya nada desdeñable de dos millones de pesos. Los que nos movemos en el mundo de la cultura, y más concretamente en el de las letras, sabemos bien que un premio que alcance dicha suma pasa a ser otra cosa. No es que, por eso, aumentemos el prestigio de la obra premiada, que sigue siendo el mismo, pero no cabe duda de que, con eso, la valoramos más. La generosidad de la Fundación Corripio, en la persona de su presidente, ha querido, además, que esos dos millones se entreguen en la presente edición, lo cual me proporciona una doble alegría, la de decírselo a todos ustedes y la de que el amigo Manuel Salvador Gautier sea el primero en cobrarlos.

Dicho eso, conviene que añada lo que todos sabemos, que no hay un prototipo de escritor. Al margen de corrientes, modas, estilos epocales, ideologías, etcétera, todos los escritores son en cierto modo únicos e incomparables. Lo son, naturalmente, en su manera de concebir las cosas (eso que llamamos la realidad) y también en su forma de expresarlas. Hay, sin embargo, una trayectoria más o menos idéntica o predecible en casi todos.

El lector tiene una idea bastante aproximada y uniforme de la figura de ese transformador del mundo y espera que se cumpla en la biografía de cada uno de ellos. Es casi, diría yo, una visión biológica de su proceso de nacimiento, crecimiento y muerte que, la verdad sea dicha, no suele variar mucho de uno a otro. Pero hay escritores que rompen el esquema, que se nos escapan de las manos, sea por su actitud frente a sus propias creaciones, o sea por la particular asincronía del conjunto de ellas con respecto a esa imagen predecible o preconcebida que de su persona se hacen los lectores.

Kafka quería que a su muerte se destruyeran todos sus escritos y, si no llega a ser por su amigo Max Brod, que desoyó el consejo, hoy tendríamos una visión bastante mostrenca de su genio. Hilde Domin, la poetisa alemana que vivió entre nosotros, que se puso Domin en honor a nuestro país, y que se hizo después tan conocida, la esposa del gran estudioso de nuestro patrimonio, Edwin Walter Palm, escribió su primer poema aquí, en Santo Domingo, siendo ya muy adulta y cuando ni se le ocurría que pudiera servir para ese menester. Me lo contó ella misma, en Berlín, así que doy fe del testimonio. Italo Svevo recibía clases particulares de un genio, James Joyce, y se sentía en esa extraña categoría intermedia entre un escritor fracasado y un aficionado, hasta que le dio a leer a Joyce uno de sus escritos. Animado por este, que se las sabía todas en el terreno de la literatura, terminó escribiendo La conciencia de Zeno, una de las novelas más importantes del siglo XX europeo. Edouard Dujardin publica una novela mediocre, Les lauriers sont coupés, en la que, sin embargo, inventa el “monólogo interior” que se convertiría en una de las técnicas esenciales de la novela del siglo pasado y de este. Y, si no, que se lo pregunten al Joyce ya mencionado. Y así por el estilo.

Iba a incluir en la lista a Rimbaud, cuyo caso resulta tan igualmente extraño y singular, pero mejor no sigo rememorando nombres en este que no puede ser un discurso muy largo. La lista, en todo caso, me ha venido a la mente por la figura del galardonado de esta noche, el escritor Manuel Salvador Gautier, que es, no cabe duda, un raro. Digo raro, que conste, en el sentido literario del término, no en ningún otro. ¿O no lo es quien, a lo largo de más de seis décadas, nos lleva a creer que estamos frente a uno de nuestros mejores arquitectos y de pronto se interna en el complejo mundo de la narrativa con nada menos que una tetralogía compuesta por las novelas El atrevimiento, Pormenores del exilio, La convergencia y Monte adentro? Coincidirán ustedes con quien ahora les habla que, a la edad de 63 años, no suele comenzarse una carrera literaria, y el ejemplo de Manuel Salvador Gautier llama por eso la atención y hasta diría que despierta nuestra curiosidad. Se lo dice a ustedes quien, en su momento, asistió sorprendido a la contemplación, casi digo descubrimiento, de los cuatro manuscritos o borradores, aun sin publicar, de dichas novelas, debidamente colocados, para no sé qué concurso, en una caja de cartón. De eso hace ya muchos años, casi veinte, más de veinte y, desde entonces, para nuestra sorpresa y regocijo, Manuel Salvador Gautier, el buen amigo Doy, ha tenido el coraje de demostrarnos que no se trataba ni de un golpe de suerte ni de un desahogo producto del recuerdo y la experiencia. Muy en la línea del recuento de episodios históricos con los que algunos escritores (Palma, Galdós, Penson) han pretendido recuperar los capítulos más significativos de una época, o de todas las épocas, Manuel Salvador Gautier ha emprendido un camino en el que todavía se halla y que ha ido dando productos cada vez más acabados, como Dimensionando a Dios, sobre Juan Pablo Duarte, y Serenata, sobre la familia de Pedro Henríquez Ureña. Tales esfuerzos se ven hoy compensados por este Premio Nacional de Literatura, que se suma a galardones anteriores y con el que el jurado ha querido reconocer no solo sus bien ganados méritos, sino también su ejemplo de infatigable trabajador y de ser humano bondadoso, solidario y defensor de las mejores causas de la nación. Exaltemos, pues, la rareza, la singularidad, la calidad literaria de nuestro Manuel Salvador Gautier, con el deseo y la esperanza de que podamos seguir beneficiándonos de su sabiduría y su dominio artístico.

Santo Domingo, Teatro Nacional, 20 de febrero de 2018.