Santiago Muñoz Machado: Crónica de la lengua española 2020

La Real Academia Española puso en circulación una obra en la que comparte con el público las actividades que realiza, y este es el primero de los compendios que publicará cada año. Así consta en las noticias de la RAE, en los enlaces de su plataforma digital del 23 de noviembre de 2020. Don Santiago Muñoz Machado, director de Real Academia Española, expresó que “«Crónica de la lengua española es un libro inclinado, sobre todo, a la transparencia y la información, que la Real Academia Española publicará periódicamente al final de cada año. Su objetivo principal es dar a conocer los trabajos desarrollados por la institución y describir o explicar los problemas más relevantes que afectan a la unidad de nuestra lengua en el universo hispano hablante, exponer sus criterios sobre cómo abordarlos y enfrentar los cambios que experimenta nuestro idioma, tanto en cuanto al léxico como a la gramática, estimulando las reformas que convengan en la normativa establecida»”.

“Universalidad de la crónica” y “órgano de comunicación de la ASALE”  

“Dar conocer los trabajos desarrollados por la institución y describir o explicar los problemas más relevantes que afectan a la unidad de nuestra lengua en el universo hispano hablante, exponer sus criterios sobre cómo abordarlos y enfrentar los cambios que experimenta nuestro idioma, tanto en cuanto al léxico como a la gramática”, son los “contenidos que constituirán el núcleo principal de la Crónica de cada año’, consigna el Director (página 2). No obstante, explica, que los mismos “se acompañarán habitualmente de ensayos sobre cuestiones lingüísticas, textos y discursos históricos, y muestras de la actividad literaria de nuestros académicos”. Y explica que “La universalidad con que la Crónica ha sido concebida justifica que la consideremos como un órgano de comunicación de la Asociación de Academias de la Lengua Española (ASALE) en el que, tras este número inaugural, estén ampliamente presentes los puntos de vista particulares de todas y cada una de las Academias que la integran”.

En la “INTRODUCCIÓN” o “exposición preliminar” el director de la obra, don Santiago Muñoz Machado, ha explicado que “a lo largo de la historia la Academia ha pasado por períodos” importantes y ha dividido “esta exposición en “cuatro bloques que reflejan muy exactamente las misiones que ha cumplido en defensa del español”. El primero, explica, “fue el de la normalización preparando los textos y reglas que formarían la preceptiva de nuestra lengua. El segundo se caracterizó por la lucha en favor de la universalización de la normativa académica, frente a algunos intentos de fragmentación o separatismo lingüístico. El tercero está caracterizado por el panhispanismo, esto es, por el trabajo cooperativo con todas las Academias de la Lengua existentes en el mundo, para que la defensa y regularización del idioma sea objeto de acuerdos adoptados en común. El cuarto es el tiempo de la revolución digital”.

 

EL TIEMPO DE LAS CATEDRALES

En este acápite el autor se refiere al “primer bloque” antes mencionado y la conformación de las “tres obras de carácter normativo que la Academia necesitaría levantar para ejecutar el designio de ‘cultivar y fixar la lengua castellana, y que fuese un asilo de ella, en que se conservasen su magestad, pureza y energía’: el diccionario, la ortografía y la gramática de la lengua española. Los tres monumentos que servirían para asentar la nueva regulación de la lengua española, que la normalizaría y uniformaría. Las tres catedrales que conservarían el buen uso del castellano” (p. 3).

Muñoz Machado explica: “Cuando la Real Academia Española fue fundada contaba nuestra lengua con pocos textos que disciplinaran su uso con autoridad”: “Respecto del léxico, existía el Tesoro de la lengua castellana o española de Covarrubias, publicado en 1611, y, en cuanto a la gramática, se habían publicado tratados por algunos autores insignes, como Antonio de Nebrija, Mateo Alemán, Juan López de Velasco, Gonzalo Correas y Bartolomé Ximénez Patón”. Dice que “Algunos, como el de Nebrija, se habían quedado anticuados en relación con el estado de la lengua en el siglo XVIII, y otros parecían manifiestamente insuficientes y, sobre todo, no eran atendidos consecuentemente por los escritores ni tenidos debidamente en cuenta por los legisladores y oficiales de la monarquía”.

Expone que “esta anomia, y la confusión resultante, determinaron a don Juan Manuel Fernández Pacheco a proponer al rey Felipe V la creación de la Real Academia Española”: “En la Historia de la Academia que figura al frente del tomo primero del Diccionario de autoridades […] se narra así la iniciativa:  Don Juan Manuel Fernández Pacheco «Había advertido, estando en Italia, el baxo concepto en que los de aquella nación y otros extranjeros tenían a nuestra lengua, atribuyendo a defecto de ella el mal uso de varios autores del siglo décimo séptimo: y a la verdad no se veía en sus escritos aquella majestad, propiedad, dulzura y elegancia, que se hallaba en las obras del siglo anterior. La lengua estaba viciada con muchas voces bárbaras e impropias que se habían introducido, y con un estilo afectado: por lo que desde entonces concibió la idea de fundar la Academia, para cultivar y fixar la lengua Castellana, y que fuese un asilo de ella, en que se conservasen su magestad, pureza y energía»” (p. 3).

Explica que “Su preparación se inició incluso antes de que el rey autorizara la constitución de la Academia en octubre de 1714 (la fundación privada había ocurrido un año antes; la primera acta de la junta académica que se conserva es de 3 de agosto de 1713), ya que en 1713 habían aprobado los académicos la «Planta y methodo que por determinación de la Academia Española deben observar los académicos en la composición del nuevo Diccionario de la Lengua Castellana”. Expone que “Los estatutos académicos de 1715 declararon: «Siendo el fin principal de la Fundación de esta Academia cultivar, y fijar la pureza, y elegancia de la lengua Castellana, desterrando los errores, que en sus vocablos, en sus formas de hablar, o en su construcción ha introducido la ignorancia, la vana afectación, el descuido, y la demasiada libertad de innovar; será su empeño distinguir los vocablos, frases, o construcciones extranjeras de las propias, las anticuadas de las usadas, las bajas y rústicas de las cortesanas, y lebantadas, las burlescas de las serias, y finalmente las propias de las figuradas. En consecuencia tiene por conveniente dar principio desde luego por la formación de un Diccionario de la lengua, el más copioso que pueda hacerse: en el cual se anotaran aquellas voces, y frases, que están recibidas debidamente por el uso cortesano, y las que están anticuadas, como también las que fueren baxas, o bárbaras; observando en todo las reglas y preceptos, que están puestos en la planta acordada por la Academia impresa en el año 1713»”.

 

Procedimiento de trabajo basado en autoridades

El autor explica que “El primer diccionario de la Academia Española, publicado en seis tomos entre 1726 y 1739, fue conocido como Diccionario de autoridades porque cada lema que incorporaba incluía una referencia al autor y obra en que lo habían encontrado usado”.  “Formar un diccionario supone elegir palabras que forman el idioma. Cuando esa tarea se acomete sin contar con antecedentes suficientemente completos y fiables, como era el caso, la decisión sobre qué vocablos incluir puede optar por diversas fórmulas, pero la más rigurosa es la que siguieron los fundadores de la Academia. Tomarlos de la mejor literatura, de los textos más importantes que se había escrito en castellano”.

Explica que “Los académicos se repartieron las letras, siguiendo los criterios que estudió minuciosamente Lázaro Carreter, coordinados por el fundamental Vincencio Squarzafigo Centurión y Arriola, académico y secretario perpetuo, ateniéndose a las reglas que ellos mismos habían aprobado a en la planta de 1713”: “Aquí es explícita la idea de apoyar cada palabra que se escogiese en fuentes con autoridad” (p. 4).

 

**“Un Tratado separado de Ortografía

Nos explica el autor que “No estaba concluida aún la magna tarea del Diccionario, cuando los académicos emprendieron el trabajo de ponerlo al día. Así se acordó en una junta de 16 de septiembre de 1738, que dio providencias para el Suplemento que, en principio, sería el instrumento de que se valdría la Academia para poner al día el Diccionario. Se había avanzado mucho en él y ya tenía un contenido copioso. Pero estas tareas se suspendieron para dar prioridad a un Tratado separado de Ortografía”. “El trabajo de la Ortografía se acabó en 1741 y se publicó en 1742. Se reimprimió en 1754 y 1762”, consigna Muñoz Machado (p. 5

***“Los Estatutos primeros de la Academia habían anunciado que la corporación prepararía una Gramática”.  El autor expone que “Los Estatutos primeros de la Academia habían anunciado que la corporación prepararía una Gramática” y, “En consecuencia, en 1740 encargó a tres académicos que elaboraran el plan para emprender esa obra, destinada, sobre todo, al aprendizaje de la lengua castellana, «con método y sobre principios y reglas seguras», considerando que la de Nebrija ya no se acomodaba al estado actual de la lengua”. “El trabajo de la Gramática empezó en 1742, prosiguió con cortas interrupciones hasta el 22 de junio de 1747. Entonces, aunque se produjeron muchas disertaciones, también se llegó a la conclusión de que harían falta muchos años para concluir la obra”.

Explica que “Se volvió al Suplemento del Diccionario en 1747 que ya en 1751 era un volumen extenso que procedía imprimir. Pero, repartido el trabajo entre los académicos, advirtió la Academia que tenía un número corto de ejemplares de la primera edición del Diccionario y que era más procedente reimprimir toda la obra pero corrigiéndola por completo. Desde entonces se trabajó con mucho cuidado y prolijidad, encargando a varios académicos que propusieran reglas seguras para continuar”.

De la Ortografíahubo ediciones “A lo largo del siglo XVIII, cuatro más en los años 1770, 1775, 1779 y1792” (p. 6).

Del Diccionario: “Las reformas importantes del Diccionario en la cuarta edición de 1803 provocaron muchos cambios que afectaron a la Ortografía. Por ejemplo, la «ch» y la «ll» recibieron el lugar y orden que les corresponden separadas, como letras distintas de las demás del alfabeto. Se quitó la hache de todas las voces en que no se pronunciaban, por ejemplo, Christo y christianismo”.

De la Ortografía: “La Ortografía de 1815 tomó todas estas novedades y otras muchas de modo que se produjo una revisión profunda del «Tratado». En esa edición se hizo una valoración importante de la función de la Ortografía en nuestra lengua: «si se hubiese mirado este asunto con el aprecio que merece, estuviera más arreglado el uso, cuya variedad ocasiona una de las mayores dificultades, y nos ha privado hasta ahora de las grandes ventajas que se seguirían de que estuviese correcta y uniforme la ortografía: porque ella es la que mejora las lenguas, conserva su pureza, señala la verdadera pronunciación y significado de las voces, y declara el legítimo sentido de lo escrito, haciendo que la escritura sea un fiel y seguro depósito de las leyes, de las artes, de las ciencias, y de todo cuanto descubrieron los doctos y los sabios  en todas profesiones, y dejaron por este medio encomendado a la posteridad para la universal instrucción y enseñanza»”.  “Después de la de 1815, en el siglo XIX hubo sucesivas ediciones de la Ortografía, en 1820, 1826, 1840, etc.” (p. 6).  

De la Gramática: “Tras la edición primera de la Ortografía, en 1741, la Academia se empeñó mucho en la Gramática. Tuvo en cuenta los antecedentes de gramáticas elaboradas por algunos autores insignes, como los ya citados Antonio de Nebrija, Mateo Alemán, Juan López de Velasco, Gonzalo Correas y Bartolomé Ximénez Patón. Pero el trabajo resultó muy complejo y no fue posible la primera Gramática castellana de la Academia hasta 1771. Desde entonces, diversos autores hicieron sus propias versiones, entre los que la Academia (edición de 1865) destaca a Vicente Salvá y a Andrés Bello. Hubo ediciones de la Academia en el siglo XVIII en 1772, 1781 y 1796. La RAE hizo muchas ediciones en el siglo XIX de su Gramática, que pasó a ser, por determinación de la Ley Moyano, el libro oficial de estudio en la enseñanza media. Hubo ediciones en el siglo XIX en 1854, 1862, 1864, 1865, 1866, 1867, 1870, 1874, 1878, 1880, 1883, 1885, 1888, 1894”.

El autor consigna que “En las «Advertencias» de la edición de 1854 destacaba la Academia la significación de la Gramática: «La lengua castellana, hija del latín, pero enriquecida con voces del idioma hebreo, del griego, del gótico y árabe; tan copiosa en términos como varia en giros; grave y majestuosa en acentos, atrevida en imágenes, órgano el más propio de la elocuencia, instrumento el más noble de la poesía sublime, ocupa el primer lugar entre los dialectos que se formaron al transfigurarse y desaparecer el habla de la estirpe de Rómulo. Sostener la grandeza de tan bello idioma es y debe ser el único afán de esta Real Academia, la cual, ofreciendo a los españoles todos la nueva Gramática, les recomienda, con el mayor encarecimiento, el estudio y la observación constante de los escritores, prez y orgullo de nuestra patria. La aprovechada lectura de las obras con que han inmortalizado su nombre fray Luis de Granada y Miguel de Cervantes, Mariana y Solís, Lope y Rioja, Moratín y Jovellanos, enseñará a los estudiosos lo que no es dado a un libro, destinado solo a franquear las puertas del saber»” (p. 7).

 

El siglo de las catedrales

Don Santiago Muñoz Machado, ha expresado que “el siglo XVIII bien puede denominarse «el siglo de las catedrales», pues “Fue la época en la que la RAE levantó las estructuras fundamentales para fijar la normativa de la lengua y convertir el castellano en una lengua ordenada y bella, usada por todos sus habitantes conforme a pautas objetivas y reconocibles” (p. 8). [Y en esta parte me gustaría compartir un criterio que siento propicio expresar: mi valoración sobre la belleza de este hecho que resalta el autor sobre la historia de la Real Academia Española en el siglo XVIII, en la vanguardia de este patrimonio cultural de las naciones hispanas. He observado (como lo consigna el autor que mencionaré) cómo en la historia de las culturas de los pueblos hubo actuaciones semejantes a esta que narra Muñoz Machado, sobre individuos que, movidos por el amor del bien recibido de lo Alto, ejecutaron arduas labores cruciales y determinantes para impregnar el justo aliento espiritual a quienes estuvieran dispuestos a sumarse a la inmensa y rigurosa obra que encaminaría los pueblos hacia delante. El hecho ocurrió en nuestra Isla Española, en el siglo XVIII, precisamente, y lo recoge en su obra don Bruno Rosario Candelier, director de la Academia Dominicana de la Lengua, titulada El genio de la lengua:

“El padre Antonio Sánchez Valverde (1720-1799) es la figura intelectual más importante  del siglo XVIII, y el testimonio literario más relevante de su siglo es su libro Idea del valor de la Isla Española que publicó en Madrid en 1785 […] En la época en que Sánchez Valverde se desarrolla intelectualmente se había arraigado en el país un sentimiento de frustración y pesimismo, con la secuela de abandono y desaliento […] Las familias pudientes que tuvieron la osadía de quedarse para sufrir o gozar la suerte de la Isla, no podían pensar en el cultivo de las letras entre otras razones “por su mucha miseria”, como infiere Sánchez Valverde, en cuya obra, después de presentar el panorama desolador que dejaron las emigraciones, se hace esta pregunta: “¿Qué Artes podría haber en tan desolador estado?”. El cura intelectual se adelantó al principio dialéctico según el cual el desarrollo material es la base del desarrollo espiritual de los hombres de los pueblos […] comprendió que estaba llamado a desempeñar un gran papel como dirigente religioso y cultural, y como un hombre dotado de la grandeza del alma y de los grandes ideales que mueven a los grandes hombres a luchar a favor de su pueblo, actuaba en consecuencia” (Bruno Rosario Candelier, El genio de la lengua, Academia Dominicana de la Lengua, Santo Domingo, 2016, pp. 196, 197)].

 

 LA LUCHA POR LA UNIDAD

En el “segundo bloque” de esta presentación, el autor lo detalla bajo el título de “La lucha por la unidad”. Ha consignado que “Las grandes conquistas del siglo XVIII fueron amenazadas a principios del siglo XIX cuando se produjeron las independencias americanas”: “He estudiado esta cuestión con algún detenimiento en mi libro Hablamos la misma lengua. Historia política de la expansión del español en América, Madrid, Crítica, 2015. A este estudio me remito ahora, sin perjuicio de recordar el problema a grandes trazos” (p. 8).

De esta parte solo citaré lo siguiente (p. 11): * “La controversia concluyó en los años setenta del siglo XIX, cuando empezaron a constituirse las Academias americanas como correspondientes de la Real Academia Española”. * “Desde 1870 la Academia empezó también a incorporar a individuos destacados de América como correspondientes”. * “En la junta de 17 de noviembre de 1870 Escosura leyó un informe «acerca de la manera en que podrían autorizar la creación en países americanos de otra Academia correspondiente de la nuestra y con cierta relación de dependencia». Se aprobó, como acuerdo, el informe de Escosura, que, entre otras declaraciones, contenía las siguientes: los individuos de las diversas «Repúblicas americanas españolas, o independientes», tienen «por patria común una misma lengua y por universal patrimonio nuestra hermosa y rica literatura, interesando a todos igualmente su conservación y acrecentamiento». Y añadía: «los lazos políticos se han roto para siempre; de la tradición histórica misma puede en rigor prescindirse; ha cabido, por desdicha, la hostilidad hasta el odio entre España y la América que fue española; pero una misma lengua hablamos, de la cual, si en tiempos aciagos que ya pasaron, usamos hasta para maldecirnos, hoy hemos de emplearla para nuestra común inteligencia, aprovechamiento y recreo»”.

Muñoz Machado consigna que “Después del acuerdo de la Española de 1870, se fundaron las Academias Colombiana en 1871, Mexicana en 1875, Ecuatoriana en 1874, Salvadoreña en 1876, Venezolana en 1883, Chilena en 1885, Peruana en 1887, Guatemalteca en 1887. En el siglo XX se completó la implantación de Academias con la Costarricense en 1923, la Filipina en 1924, Panameña en 1926, Cubana en 1926, Paraguaya en 1927, Boliviana en 1927, Dominicana en 1927, Nicaragüense en 1928, Argentina de las Letras en 1931, Uruguaya de Letras en 1943, Hondureña en 1948, Puertorriqueña en 1945 y Norteamericana en 1973” (p. 11).

 

TIEMPO DE PANHISPANISMO 

El “tercer bloque” de los cuatro en los que el autor dividió su disertación en la Introducción, como presentación de este libro, lo desarrolla con el nombre de “Tiempo de panhispanismo”. Luego de su narración en el acápite anterior dice: “Empezó entonces la etapa del panhispanismo académico, caracterizado inicialmente por una intensificación de las relaciones entre las Academias y una mayor apertura de las obras académicas, muy especialmente, también por su simbolismo, el llamado DRAE o Diccionario de la Real Academia española”.  Consigna que “Un paso decisivo fue la creación en 1951 de la Asociación de Academias de la Lengua Española (ASALE), gracias al decisivo empuje del presidente de México, don Miguel Alemán, que reunió en la capital federal a todas las Academias”.  “Eran tiempos duros en las relaciones diplomáticas con México y el gobierno de Franco no autorizó el viaje. No obstante, los allí reunidos decidieron reservar la Presidencia de la Asociación a la Real Academia. Desde entonces hasta hoy los sucesivos directores de la RAE han presidido la Asociación. En la sede de la calle Felipe IV, en Madrid, se estableció la sede de la Secretaría General de la ASALE, asistida por el personal y los recursos básicos para su funcionamiento, y próxima al presidente para asegurar la máxima eficacia”. Para conocer sobre los “Proyectos en curso de la RAE y de la ASALE”, tema correspondiente al “cuarto bloque” referido, podemos dirigirnos a la página 17 y, por supuesto, a todo el cuerpo de la obra en donde este y todos los temas expuestos están desarrollados detalladamente. 

Como quedó recogido al inicio de esta presentación, el autor ha expresado de la obra que “Su objetivo principal es dar a conocer los trabajos desarrollados por la institución”, así como también explicó que los contenidos de las Crónicas “se acompañarán habitualmente de ensayos sobre cuestiones lingüísticas, textos y discursos históricos, y muestras de la actividad literaria de nuestros académicos”.

Veamos los “Discursos académicos en los Congresos de la Lengua” que esta “edición inaugural” contiene (p. 28): 1. De “Gabriel García Márquez, Botella al mar para el dios de las palabras”. 2. De “Mario Vargas Llosa, La lengua de todos”. 3. De “Carlos Fuentes, Unidad y diversidad del español, lengua de encuentros”. 4. De “Octavio Paz, Nuestra lengua”. 5. Y de “Sergio Ramírez, La lengua en que vivimos”.

Y se consigna en la presentación de este acápite que “La Real Academia Española, junto a la ASALE, es responsable del programa académico de los Congresos Internacionales de la Lengua Española, cuya organización general comparte con el Instituto Cervantes. De amplia repercusión mediática en todo el mundo y con creciente participación ciudadana, los Congresos de la Lengua se han convertido en una gran fiesta del español. Las academias, conscientes de la fuerza de su impacto, incorporan a los congresos, bajo distintos enfoques, la cuestión fundamental de la unidad de la lengua española, concebida como síntesis e integración de la variedad de sus expresiones en el amplio universo hispanohablante. Fiel a ese principio, la Crónica de la lengua española comienza con el tema de la «Unidad y diversidad» del español reproduciendo discursos académicos de relevancia en distintos congresos, para recordar que esa idea sustenta y da sentido al trabajo de las academias, tal como se explica a lo lardo de esta obra”.

Otros discursos incluidos en esta obra son los “Discursos académicos”, que son “discursos de ingreso de académicos”. Así está explicado en la presentación del acápite (p. 732): “Este capítulo está destinado a la publicación de discursos de ingreso de académicos, con motivo de efemérides o por razones especiales de relevancia u oportunidad del contenido. En esta ocasión se incorporan a la Crónica los discursos de Benito Pérez Galdós, en el centésimo aniversario de su muerte, y de Miguel Delibes, al conmemorarse un siglo de su nacimiento, ambos centenarios cumplidos en el año 2020”.  Estos son los títulos de los discursos: “Benito Pérez Galdós¹, La sociedad presente como materia novelable. Miguel Delibes, El sentido del progreso desde mi obra”.

 

Mención de los demás títulos de la obra 

Completo la presentación de esta obra haciendo mención de los demás títulos, como una manera de dejar generalizada la visión de su contenido, el cual deberá ser abordarlo con la debida relevancia con la que fue plasmado en la misma: “La renovación continua de los diccionarios y otras obras esenciales” * “El arte de hacer el Diccionario de la lengua” * “Las prescripciones lingüísticas de la Academia” * “El debate sobre el lenguaje inclusivo” * “El español en el ámbito digital” * “Los lenguajes de especialidad” * “Estampas de la historia académica” * “Nuestros libros” * “Nuestras revistas” * “Iniciativas de educación, comunicación y cultura” * “Palabras del año en el universo hispanohablante”.  Y extraigo uno de estos temas para concluir mi presentación: “El español en el ámbito digital”. Dice así la explicación que se hace en la presentación del acápite (p. 528): “La RAE vive una profunda transformación tecnológica, que se percibe en el replanteamiento de sus obras desde una concepción digital, en la apuesta reforzada por los servicios virtuales, que permiten interactuar con los hablantes, y por los recursos de toda índole que favorecen el acceso a las obras académicas, y en la adopción definitiva de un nuevo método de trabajo, que incorpora todas las ventajas que ofrece la tecnología. En las páginas siguientes se ofrecen distintas perspectivas de la nueva Academia digital: la presentación del proyecto puntero Lengua española e Inteligencia Artificial, en el que la RAE ha asumido el liderazgo de una iniciativa multidisciplinar de gran envergadura; el análisis del lenguaje de los emoticonos, convertidos hoy en parte de la vida cotidiana de los hablantes, la reflexión sobre el uso del español en Internet y la presencia actual de la Academia en la redes sociales, con un colofón en forma de cuento que incita a la introspección y al debate”. Leamos, pues, el “colofón” de este acápite (Los superíndices o invocaciones que aparecen pertenecen al texto de la obra cuyas notas están en la página 549):

 

PERSPECTIVAS DE FUTURO

Han pasado cerca de cuarenta años desde que apareció el primer emoticono-emoji, su evolución, en pocos años, ha sido muy rápida. Algunos han llegado a compararlos con las representaciones gráficas, con los pictogramas, anteriores a la escritura, e incluso con las pinturas rupestres de Altamira —a las que se han considerado proto-emojis—²². No parece, a estas alturas, que se trate de una simple moda, sino más bien de una evolución en la forma de comunicación [al menos en el ámbito de la tecnología]; una evolución en la que la influencia de otros modos de expresión complementan a la expresión escrita; todo bajo el rubro de la innovación tecnológica. Su recorrido parece indicar que se han «aproximado» mucho a lo que podría ser un lenguaje universal en la red. Las grandes compañías tecnológicas has apostado, sin ningún tipo de vacilación ni recorte, por ellos, el porcentaje de usurarios que ya son incapaces de comunicarse sin usarlos aumenta progresivamente. Pero a pesar de ello, conviene insistir, no constituyen un lenguaje porque no cuentan con una gramática que permita combinarlos en unidades de significado más complejas.

Solo queda vislumbrar su futuro que parece ser pasará por el complemento del sonido. Ya empiezan a verse los llamados memojis (emoticonos personalizados a partir de nuestra cara). En palabras de la doctora Sivera, «Los animojis, o emojis con movimiento podrían imitar a tiempo real el estado de ánimo de los usuarios, incluso incorporando rasgos prosódicos cuando se hibriden con tecnologías como el reconocimiento facial y de voz»²³” (pp. 548, 549).

(Santiago Muñoz Machado, Crónica de la lengua española, Real Academia Española, España, 2020).

¹   Comparto el enlace del grandioso conversatorio-conferencia virtual, “Galdós: La red del vivir”, que sobre Benito Pérez Galdós tuvieron las académicas de la Academia Dominicana de la Lengua, María José Rincón y Emilia Pereyra, el 15 de octubre de 2020 “en el marco de la celebración de Las Semanas de España” (https://www.youtube.com/watch?v=aG3KuztIn5w).

Reseña de Miguelina Medina para la Academia Dominicana de la Lengua.

 

 

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