EXPLORACION DE LA OBRA POETICA DE JOSE MARMOL
En algún verso que aquí omito el poeta nos alerta acerca del fracaso de la poesía si se le visita buscando comprenderla sin sentirla. Es un doble fracaso, el del lector y el del poema.
En verdad, la poesía y la literatura en general no soportan un tozudo racionalismo. Su aproximación requiere un estado de espíritu lo más cercano a la intuición y a la emoción. Sin que por eso se obvien algunos recursos de la conceptualización, no siendo objetos, por lo general, de naturaleza inefable sino lingüística, en su producción y en su recepción.
Esa disquisición no es ociosa cuando se trata de la poesía de José Mármol, autor para quien en su práctica poética y en su práctica ensayística no existe separación entre pensar y sentir, entre escritura y pensamiento, entre lenguaje y conceptualización.
Por tanto, no es posible acercarse a su obra poética sin un mínimo de correspondencia e integración de los dos esquemas fundamentales de la percepción: la emoción y la razón.
Avívense ,pues, los faroles de la atención, la percepción y el juicio, las llaves del entendimiento según Eugenio María de Hostos, junto con la sensibilidad y la intuición, a fin de entrar a la obra poética de José Mármol como exploradores de valiosos yacimientos, llenos de sorpresas y misteriosos desconocimientos que apuntan hacia un descubrimiento, hacia una revelación.
Avívense la curiosidad, la interrogación y la exploración, al contacto con esa materia prima de inigualable valía. Me acerco a ella como a un material bruto que debo apreciar, aquilatar por mí mismo, sin pensar en la fina y compleja elaboración del poeta, como cuando un explorador de minas se acerca al oro, al petróleo o al cuarzo, sin pensar que la naturaleza ha obrado para crear maravillosos yacimientos mineros.
La obra poética de José Mármol es una fuente de múltiples percepciones y hallazgos que invita a leerse, sentirse, disfrutarse, comunicarse con ella, sin descuidar un ápice el entendimiento poético, la inteligencia poética del autor. Estamos ante un poeta, ciertamente dueño de una alta sensibilidad e intuición que le permite crear un mundo paradójico ,radicalmente extraño al sentido común, rasgo principal de su poesía; pero estamos también ante un poeta intelectual, y perdónenme esta paradoja, pero es que hay muchos poetas y escritores que no son intelectuales, pero en el caso de Mármol, pensamiento y poesía, reflexión y poesía van de la mano, hasta el punto que se advierte en él una fuerte e inusual conciencia lingüística y poética que alumbra y guía la práctica poética.
Las visiones de este poeta en torno a todos los elementos temáticos de su poesía nos colocan en situación de alerta, no de disfrute simplemente ni de comprensión y aceptación llanamente.
Sus percepciones son complejas y por lo tanto nos dejan desprovistos de los instrumentos de la convicción. De ahí la gran ambigüedad de los sentidos, la multiplicidad de la interpretación, la duda enérgica que se yergue sobre lo dicho y sobre su decir.
Quizás por eso, para alumbrarnos un poco, para permitirnos seguir las corrientes de su creación, afirmando una y otra vez el carácter ficticio y lúdico, creativo y escritural de su poesía contra una lectura ingenuamente metafísica, filosófica e ideológica, el peso que adquieren los temas del lenguaje y el poema, como objetos poéticos de importancia en la poética de José Mármol.
En gran medida, la poesía de Mármol es metalingüística y metapoética. Son incontables los poemas dedicados a delinear las visiones sobre el lenguaje y la poesía. Son no solo concepciones sino declaraciones acerca del ejercicio poético que debemos atender.
En este autor todo es lenguaje, no solo la palabra, hasta la tristeza es lenguaje, nos dice en un poema. Pero además, es un espacio de la pluralidad de sentidos, de referentes, de cosas, de mundos diversos. Pienso que Mármol quisiera agotar el lenguaje, superarlo en la nominación y la predicación, por eso es tan inagotable su poesía, las posibilidades del decir se dimensionan a lo infinito. Y en ese mismo sentido, como el lenguaje, es “infinito e irrepetible el poema”, nos dice en un verso, que una vez consumado, realizado, se libera del poeta, como afirma en este verso:”Consumado el poema perece su hacedor.”
Al afirmar la dimensión metalingüística y metapoética de la poesía de Mármol, no se asume aquí que estamos ante un poeta que simplemente se solaza con la contemplación de sus instrumentos de labor. Primero, porque el lenguaje y el poema no son vistos como instrumentos, sino como objetos mismos del poetizar como grandes y genuinas materias del ser y el quehacer humanos. Y segundo, porque es muy amplia y profunda la mirada del poeta sobre el universo.
Manifiestamente, en esa poesía veo las profundidades y las otredades permanentes que atraviesan la condición del poeta. El propio yo poético plasma su intimidad, su profundo sentimiento alegre o triste, en poemas como “Habitante”, “Solitario yo”. La nostalgia asoma sus narices en la poesía de Mármol, con rasgos autobiográficos en el poema “Paisaje “en que evoca su infancia en Rio Verde, La Vega.
Los motivos atraviesan también la conciencia de los lectores, no solo la del yo propio sino también la de los demás, la de su propio yo reflejado en su arte, como en el poema “Altérego”, cuando afirma:”Pero mi vida había de ser más breve que mi arte.”
Son motivos que perturban a los seres humanos y a la vez los reconfortan, pero que el poeta José Mármol trata sin los andamios éticos, morales e ideológicos que sacralizan y convierten los grandes temas en ideologías constituidas y confesionales.
Se construyen como superficie o espacio de creación, como juegos del lenguaje, sin que esa elaboración sea negadora de la conciencia lucida y la intuición despierta, a veces celebrante, a veces angustiada del poeta.
Ahí está, sirva solo de ejemplo de esa estrategia poética, la interrogación sobre Dios en el poema “Abdicación”, “¿Dónde a Dios buscar sin vano desafío?”, y la invitación a Dios en el poema “Deus ex Machina “.
Dios y los dioses son motivos permanentes de la poesía de Mármol. Son grandes objetos poéticos, grandes piezas del juego de la creación, pero también graves preocupaciones. En los citados poemas Dios ha sido colocado en el contexto de la apuesta, de la búsqueda, como si el poeta quisiera ganarle la partida, la partida de llegar hasta él, de conocerlo.
Dios implica una interrogación que encierra un desafío, Dios implica una invitación que igualmente encierra un desafío. Se han entregado los dados al Señor, y es su turno de jugar: “Arroja tú, los dados, Señor, te ha llegado el turno y es invierno.”
En esos ejemplos Dios no es visto desde las miradas del creyente, tampoco lo es en el poema “Oración” o en “Plegaria”. Es que como dice el poeta en un verso “Voy tras el poema extraño a toda forma de religión o fe”. Su poesía pretende alejarse de los conjuros de la religión, la fe y la mística, y puedo jurar que lo logra, pero no siempre.
Sirva de ejemplo también de esa manera de contornar los graves asuntos, como siendo y no siendo, como tomándolos y dejándolos, otro gran ideologema de la cultura, no muy usual en la poesía de Mármol, pero que es muy significativo por el tratamiento que el poeta le da, la patria, en el poema “Insultantes”.
Lo que es de Dios, en el tratamiento, lo es de la patria, un objeto poético que permite al poeta reflexionar con sentido diferente a la visión histórica y patriótica con la que suele manejarse ese tópico desde los estribos del poder y del compromiso orquestado desde el Estado.
Aquí la patria para el poeta es algo íntimo, “Mi patria se detuvo en unas cuan tas calles, “pero también es algo trivial y azaroso, “Estertores, guarachas, batallas santiguadas en mano de la suerte,”. El país del poeta, la patria es un exilio, algo extraño, no venerado como fuerza telúrica. Es la manera como Mármol desacraliza ese gran tema que ética y políticamente esclaviza.
Ahí está también el ideologema del amor al que Mármol ha dedicado tantos poemas y tanta inversión de su yo. El amor es una elaboración permanente tratada desde diversos registros y significaciones. Es el amor como gran verdad, feliz, cuando nos dice, “el amor nos alumbra y toda pena sobra”; o una verdad fatalmente bienhechora, en la expresión, “El amor, ese quebranto”. O el amor sensual, o el amor de amantes, el amor de vocación a la libido, que se recrea y regodea en incontables versos.
La muerte, otro motivo de la preocupación trascendental, es la habitante principal de las otredades de José Mármol. Otredades que describen todo el universo habitado por otro, por la ausencia, que en la relación entre la vida y la muerte, el presente y el pasado, el ser y el no ser, inscriben la negatividad del yo.
Otredades que es “lo vivido a cada leve instante en que uno se despoja de la vida.”.Otredades, que es un silencio, la muerte, “un estado en que no habita ni el lenguaje ni las cosas”. Otredades, ese despojarse de amor, ese verse arrancado de la vida de la mujer, ese temor a”morirse con su muerte”. Otredades,”todo el universo resume allí sus géneros y sus especies muertas;” otredadades de las que sale uno” victorioso y a las que siempre vuelve derrotado.”
Esa búsqueda de las otredades, es decir, de las dimensiones negadores del ser, pero al mismo tiempo constitutivas de su propia naturaleza, es a mi entender uno de los hallazgos mayores de la poesía de Mármol y de la poesía dominicana.
Desde su visión paradójica y su conciencia poética y lingüística, Mármol recrea en su poesía los ideológemas principales de la civilización occidental: tematiza a Dios y los dioses, la patria, el amor, la muerte, los mitos; los andamios y los fundamentos del cosmos y de la humanidad.
Ahí están los eternales elementos no solo de la naturaleza física, material, cósmica, sino sobre todo de la naturaleza humana que somos. Ahí están los grandes cuestionamientos, y los inolvidables instantes de las verdades que construimos.
Ahí están la espiritualidad y la trascendencia. La búsqueda del ser y de la nadería. La negación y la afirmación de las posibilidades a las que aspiramos. Los grandes valores y conflictos que nos conforman.
Ahí están los grandes referentes de todos los tiempos de nuestra civilización, la occidental, la caribeña y la dominicana. Y digo la caribeña y la dominicana, porque es fuerte esa presencia en la poesía de Mármol, no solo los grandes moldes de la cultura universal.
En Mármol veo los nombres de los grandes poetas, decidores, escritores y pensadores de todos los tiempos que han contribuido a plasmar la conciencia humana que hoy asumimos en estado inconcluso, en constante movimiento, una conciencia edificada en la búsqueda de lo sublime, pero consciente de sus limitaciones, temerosa, insegura, feliz a veces, infeliz, siempre.
Las presencias y las referencias en esa poesía no son solo de datas modernas, sino antiguas, clásicas y también actuales. Los poemas de Mármol son materias primas que nos llegan desde las hondas fuentes del lenguaje; del hablar, el poetizar, el vivir, el pensar, el creer y el mitificar .Son espacios simbólicos en los que el poeta inscribe su arte y sus grandes obsesiones y preocupaciones humanísticas.
Por Manuel Matos Moquete
11 de octubre 2012
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