BRUNO ROSARIO CANDELIER DIALOGA CON ESCRITORES DOMINICANOS

LOS HABLANTES Y EL ESTUDIO DE NUESTRA LENGUA

Bruno Rosario Candelier dialoga con escritores dominicanos

 

Tertulia Virtual Miercoletras con Juan Matos, Rhina Espaillat, Mercedes Cabral, Juan Freddy Armando, Rosina Anglada, Ana Marchena, José Reyes, Lorenzo Araujo, Eugenio Marcano, Asdróbel Tejeda y Ofelia Berrido. En la plataforma Zoom, 7 de julio de 2021.

 

Bruno Rosario Candelier: Me da mucho gusto conversar con ustedes. 

Juan Matos: Un abrazo desde Usa, don Bruno. La fiesta es nuestra de tenerlo a usted.  

Rosina Anglada: De Santo Domingo, Buena noches, me alegro verle bien, don Bruno.  

José Reyes: Don Bruno, ¿cómo están las actividades por allá?  

BRC: Ahora no son frecuentes, como antes, por la situación pandémica. Pero se organizan algunas actividades virtuales para dar continuidad a una labor que todo indica que deja su huella. Se han hecho unas cuantas actividades virtuales porque las actividades presenciales se han suspendido en todas partes, en todas las áreas del saber, en todas las disciplinas.    

José Reyes: Y en esto, esta plataforma de Zoom ha jugado un papel muy importante.  

BRC: Ha sido clave para mantener la comunicación. Y se han dictado múltiples conferencias, encuentros, diálogos y conversatorios mediante esta plataforma. Imagínate tú si no existiera. El aislamiento hubiera sido mucho mayor.  

Rosina Anglada: Nos ha hecho ganar amigos. Ha sido múltiple el beneficio de las redes.   

BRC: Ciertamente, los medios electrónicos han cobrado más fuerza en esta etapa porque ha permitido que la gente siga comunicándose. ¿Ustedes se imaginan esta pandemia sin los medios electrónicos? Porque no es la primera vez que hay una pandemia en el mundo; pero cuando no existían los medios electrónicos de comunicación el aislamiento era completo.  

José Reyes: Cuando empezó la pandemia, don Bruno, que empezamos a reunirnos a través de Zoom, me trajo a la memoria la segunda vez que Melquíades llegó a Macondo, en Cien años de soledad, que llevó un catalejo. Y él decía que «el hombre ha acortado la distancia» y que «muy pronto podremos ver cualquier parte del mundo estando en el mismo lugar».  

BRC: Se anticipó a la tecnología.  Porque cuando escribió eso, no existían estos medios de comunicación, excepto el radio y la televisión. Quiere decir que los escritores, casi siempre, se han anticipado a los descubrimientos científicos en virtud de su luminosa intuición.  

José Reyes: Eso es así. Hay otra cosa también, que Buendía decía —en este caso Gabriel García Márquez-  que él había descubierto el secreto de Nostradamus.  

BRC: Su gran imaginación le dio prestigio internacional, esa capacidad de invención. Es admirable que él reconocía la inmensa, la grandiosa imaginación que se le atribuía, aunque él decía que no era tanta, como creía la gente. A mí mismo me lo dijo una vez, en una entrevista que le hice en Barcelona: que lo que ha pesado más en él, fue recordar las historietas y los cuentos que le contaban en su niñez sus familiares. Entonces, tuvo mucha memoria, ciertamente, para recordar esas historias que las había escuchado en la infancia, y capacidad para recrearlas. Claro, no se puede descartar su gran imaginación.  

Rhina Espaillat: Desde USA. La memoria es gran parte de lo que uno es. Uno es lo que recuerda. Yo cierro los ojos y veo La Vega cuando tenía cinco años.   

BRC: ¡Excelente memoria la suya! Hay un tipo de memoria que a menudo usamos. Yo le llamo «memoria vicaria». La memoria vicaria es la experiencia ajena que almacenamos en nuestra mente. Es decir, cuando aprovechamos cuentos, historias, vivencias de otros y las asimilamos y convertimos en propias, esa es la «memoria vicaria». Una vez, conversando con Marcio Veloz Maggiolo, le hablé de la memoria vicaria y a él le llamó la atención. Marcio fue un escritor poseedor de una gran memoria, y valoró la memoria. De hecho, escribió sobre la memoria y reconoció ese concepto mío sobre la «memoria vicaria».  

Rhina Espaillat: Cuando uno lee una cosa tan bien escrita que se vuelve experiencia y no lectura, a uno le parece que lo ha vivido. A mí me pasó eso con las cosas que pasan en los libros de Homero. Por ejemplo, la muerte de uno que «le pasó la lanza por el cuello y el alma salió por detrás por donde salió la lanza y el alma estaba diciéndole adiós a la vida y al mundo». Y yo digo «eso yo lo viví».  

Juan Freddy Armando: Buenas noches, para mí es un placer esta noche estar en esta tertulia especialísima dedicada a ese genio de la literatura dominicana, que es el doctor Bruno Rosario Candelier.               

BRC: Muchísimas gracias, Juan Freddy, con tu presencia, todos vamos a aprender. Tú tienes una gran sabiduría, una enorme experiencia y un talento creador.   

Juan Matos: Don Bruno, el doctor Lorenzo Araujo es un escritor dominicano, residente también acá en los Estados Unidos, en Oklahoma. Se acaba de unir.

Lorenzo Araujo: Un saludo y abrazos a todos. Venimos preparados para disfrutar, como siempre, este concierto en esta tertulia. 

BRC: Sí, es un concierto, porque hay muchas voces. Y cada uno hace su aporte.  

Lorenzo Araujo: Bastante rico, señor Bruno.  

BRC: Esa es la grandeza de la palabra.  

Juan Matos: Debo darles las gracias a todos ustedes por sus parabienes y las oraciones.  

Mercedes Cabral: Buenas noches, Eugenio.  

Eugenio Marcano: Saludos, don Bruno y a todos los presentes.   

Rhina Espaillat: Don Bruno, ¿no le parece que esto es cosa como de brujería?  

BRC: La alta ciencia y la tecnología tienen algo de eso. Los científicos de la física cuántica han dicho que dentro de la misma materia hay un movimiento que parece de fantasmas.  

Juan Freddy Armando: Bruno, una de las maravillas de doña Rhina es que, teniendo casi cien años, conserva su juventud.  

BRC: Esa es una gracia y un don divino.  

Juan Freddy Armando: Se mantiene juguetona, vivaz, simpática, alegre. Es iconoclasta.  

Rhina Espaillat: Cuidado con eso, yo tengo que buscar un diccionario.   

Juan Matos, palabras de bienvenida,  Pues bien, muy buenas tardes, bien amados hermanos de las letras y las artes, bienvenidos a su Tertulia Miercoletras. Esta es la versión correspondiente al miércoles 7 de julio de 2021. Y como siempre nos regocijamos al tener la oportunidad de compartir con ustedes fechas memorables. Y esta, naturalmente, es una de las fechas memorables de la Tertulia Miercoletras porque tenemos el privilegio de valorar entre nosotros al maestro y mentor don Bruno Rosario Candelier. Muy bienvenido a la Tertulia Miercoletras, nos sentimos altamente honrados de tenerle, don Bruno. Y sé que vamos a gozar mucho de esa cantera de conocimiento que siempre usted ofrece. Y nuestro bien amado hermano Juan Freddy Armando, la hermana Mercedes Cabral y Rosina Anglada tendrán el timón de esta barca alegre que va a caminar, sin dudas, va a navegar, sin dudas, va a bogar, sin dudas, en aguas de sapiencia.

 

Juan Freddy Armando,  Buenas noches. Para mí es un gran honor y un gran placer introducir esta Tertulia Miercoletras con Bruno Rosario Candelier, una persona a la que admiro como un genio del conocimiento. Cuando le digo genio del conocimiento es porque es un excelente creativo en las letras, con sus novelas, con sus estudios críticos, con sus ensayos; y porque es un científico del análisis literario. Vamos a decir que es nuestro otro Pedro Henríquez Ureña. Un hombre con una cultura inmensa, con un criterio de análisis científico de los textos literarios, como son los grandes críticos que ha tenido nuestra lengua y que ha tenido el mundo. Y, al mismo tiempo, es un gestor cultural que ha desarrollado una enorme actividad de motivación de jóvenes y de adultos hacia el trabajo literario a través del Ateneo Insular (digo a través del Ateneo Insular, después de formarse el Ateneo Insular, pero antes de eso se pasó su vida estimulando el trabajo creador de la gente). Pero, aparte de eso, es el director de la Academia Dominicana de la Lengua; pero no un simple director, sino que es uno de los más apreciados estudiosos de las palabras, reconocido tanto en España, por la Real Academia Española, como por la Asociación de Academias de la Lengua Española. De manera que nos representa dignamente ante el mundo de la lengua castellana, con su capacidad, con su calidad, con su conocimiento. Pero, aparte de todo eso, Bruno Rosario Candelier es un ciudadano siempre preocupado por los problemas culturales, estéticos y espirituales de nuestro país y siempre ha estado en primera fila ante el enfrentamiento de los problemas que ha tenido nuestro país. De manera que, para mí, Bruno es uno de los líderes que yo aprecio, distingo y sigo. De manera que hoy me siento sumamente feliz de introducir esta tertulia porque lo considero un genio del conocimiento, de las letras, de la creatividad, de la crítica y, como ciudadano de nuestro país, un ciudadano ejemplar. Eso quiero yo decir para introducir esta tertulia y les dejo a ustedes la palabra.

—Juan Matos: Muchísimas gracias, bien amado Juan Freddy. Qué bueno que Juan Freddy nos ha hecho una magnífica introducción de don Bruno. Y yo quiero dejar en manos de don Bruno que, por favor, empiece con este espacio que es suyo, Miercoletras.

 

Palabras de don Bruno Rosario Candelier  

Muchísimas gracias, Juan Matos, por esta honrosa invitación. Naturalmente, me siento conmovido con las generosas palabras, con las hermosas palabras de Juan Freddy Armando. Trataré de no defraudarlos ya que Juan Freddy dijo cosas muy elevadas de mí. Y entonces, cuando ocurre eso, no siempre el disertante satisface las expectativas. Pero, bueno, lo importante es que hay una motivación y ustedes están interesados al participar en este tertulia literaria de Miercoletras.

Cuando se hace uso de la palabra y cuando se participa en una actividad en la que hay interesados en una determinada temática, siempre algo queda, por el ejemplo que ocurre cuando alguien tira un guijarro o una piedra sobre el haz del agua en un estanque, una piscina o un río, pues al caer el guijarro sobre el agua genera movimientos concéntricos que van en expansión mediante ondas expansivas. Y eso pasa con la palabra. Cuando se hace uso de la palabra con el propósito de edificar o de orientar, deja una huella positiva. De ahí la dimensión intelectual, ética y estética de la palabra, que es importante tomar en cuenta, porque se debe hacer uso de la palabra para edificar, orientar, estimular, y desde luego para motivar la vocación creadora mediante la palabra. Porque hay muchas personas que tienen talento para la creación y no se atreven a canalizar ese talento, por diversos factores, sobre todo por falta de consciencia o por falta de convicción de que tienen talento. Yo conozco personas que tienen alto talento creador, sin embargo, no se atreven a plasmarlo porque no tienen la convicción de su talento o carecen de la fe para saber que pueden aportar. Es decir, se necesita tener fe en uno mismo, fe en el propio talento creador y fe en la capacidad para hacer uso de la palabra y testimoniar el punto de contacto que todos tenemos del universo. A todos se nos ha dado un punto de contacto con el universo. Yo estoy convencido de que, cuando una persona tiene consciencia de su punto de contacto con el universo puede testimoniar lo que percibe y en tal virtud puede desarrollar su talento creador porque puede plasmar lo que percibe del mundo. Por eso, cada escritor hace un aporte. Todos los escritores, sin importar el nivel de su formación intelectual, todos pueden hacer un aporte cuando dan el testimonio de su propia percepción del mundo, el testimonio de sus intuiciones, pues la intuición es clave para percibir el sentido profundo de la realidad, digamos, la dimensión oculta y trascendente de lo viviente y, desde luego, cuando dan el testimonio de sus propias vivencias.

Nosotros tenemos el poder de la palabra, y lo que la palabra representa es otro nivel de la realidad, una dimensión diferente de la realidad real, que podemos llamar la realidad verbal. La realidad verbal tiene una plataforma singular creada por los propios hablantes. Eso es un fenómeno milagroso decirlo, pensarlo y hacerlo: las personas creamos una plataforma verbal cuando hablamos, escribimos o creamos con las palabras. Y esa creación se plasma en la escritura, en la obra de arte y en la obra de ciencia, en la obra de pensamiento o de espiritualidad. Entonces, celebrar un encuentro como este nos permite reflexionar sobre el rol de la palabra y tener consciencia de los hermosos dones espirituales que hemos recibido. Las personas tenemos la suerte de tener dones inmensos, pero a menudo no tenemos consciencia de la importancia de esos dones. Porque no solo recibimos el don de la vida, sino también el don de la palabra, de la intuición y de la creación. Y eso es hermoso saberlo y disfrutarlo. Los escritores tenemos la posibilidad de testimoniar lo que percibimos mediante la palabra. Y es hermoso tener consciencia de esos dones admirables que nos distinguen y enaltecen.

—Juan Matos: Qué bueno que tenemos la oportunidad de reafirmar esos dones que hemos experimentado en distintas etapas de nuestras vidas, sobre todo en la etapa de formación. Yo le agradezco a don Bruno Rosario Candelier por esta magnífica introducción. Y reitero que yo sentí de primera mano ese aliciente, de manos de su hermano, que fue mi maestro de español en Barahona, don Ángel Rosario Candelier. Yo sentí esa entrega, ese afán por motivar a los jóvenes que manifestamos interés por la literatura. Cambió mi vida haber pasado por las manos de don Ángel Rosario Candelier.

—BRC: ¡Oh qué bien! Me alegra saberlo.

—Juan Freddy Armando: Juan, quiero que me permitas leer del libro Metafísica de la conciencia/El Logos en la pantalla del Cosmos, de Bruno Rosario Candelier, a propósito de lo que Bruno dijo de la intuición, lo que él dice en la página 295 de ese libro: «La palabra intuición viene de las expresiones latinas intus ire. “Intuir” significa ‘ir dentro’, ‘penetrar’, que es lo propio del poder de la mente con que venimos a la vida, atributo que llamamos intuición, el más grande poder del ser humano, porque mediante la intuición podemos conocer lo que sensorialmente no perciben nuestros sentidos corporales, ya que esos sentidos perciben lo que se ve, se oye, se huele, se saborea o se tacta, pero hay manifestaciones de la realidad que van más allá de esos datos sensoriales». ¡Oye, qué observación más inteligente!

-Rosina Anglada: Doctor Bruno, ¿en qué momento de su vida usted tuvo ese impulso hacia las letras? ¿Dónde bebió, en qué fuentes fue su inspiración? ¿Si desde niño comenzó este andar en las letras? ¿Era asiduo visitando bibliotecas en Moca, su pueblo natal?                                               

—BRC: Fíjate, Rosina. Cuando yo tenía trece o catorce años cayó en mis manos un libro que me impactó. Ese libro se llama La República Dominicana: Directorio y guía general, de un autor de Santiago de los Caballeros, Enrique Deschamps, hermano del famoso orador Eugenio Deschamps. E libro de Enrique Deschamps, que publicó en Barcelona en 1907, tiene un capítulo titulado «Los movimientos literarios». Cuando leí ese capítulo me impactó por la exaltación que él les daba a los escritores famosos de la época, sobre todo de finales del siglo XIX y principios del siglo XX, por ejemplo, a Manuel de Jesús Galván, Fernando Arturo de Meriño; aCésar Nicolás Penson, Emiliano Tejera, Federico García Godoy y Pedro Henríquez Ureña y su hermano Max —quienes entonces eran muy jóvenes, pero ya eran figuras conocidas—; y exaltaba también a otras grandes figuras literarias de finales del siglo XIX, como Salomé Ureña, José Joaquín Pérez y Fernando Deligne, creadores que son pilares en las letras dominicanas; y cuando leí esa exaltación a esos notables escritores, me surgió la idea de dedicarme a la literatura, de consagrarme al cultivo literario. Y quizás con cierta dosis de vanidad tuve el deseo de «ser como uno de esos escritores». Ese detalle fue significativo para mí, de tal manera que, cuando en el año 1986, Cándido Gerón, que entonces era el director de la Biblioteca Nacional, publicó decenas de libros, y entre esos libros publicó uno mío, titulado Ensayos literarios, y cuando lo presentó dijo de mí que yo llenaba el vacío que habían dejado en el pasado los escritores que, justamente, mencionaba Enrique Deschamps, es decir, Galván, Meriño, García Godoy, los Henríquez Ureña, esos grandes escritores del pasado. Y eso me emocionó mucho, porque justamente, al evocar las honrosas menciones de esos escritores y compararme con ellos, pues, naturalmente, era un gran halago. Aunque no queramos reconocerlo, los escritores tenemos un yo que se emociona cuando nos reconocen. Pero, desde luego, lo más importante es lo que uno puede hacer y el aporte que uno puede realizar a través de la palabra a favor de los demás. Entonces, para responder la segunda pregunta de Rosina, efectivamente cuando yo era un jovencito, asistía a la biblioteca pública de Moca. Yo me crie en el campo, bueno, sigo siendo un campesino. Y lo digo con orgullo, porque asimilé la cultura campesina dominicana. Y digo que la asimilé porque en una de las sesiones académicas de la Real Academia Española en Madrid, ante esa pléyade de eminentes lexicógrafos, gramáticos e intelectuales españoles, cuando me correspondió dar el testimonio de palabras dominicanas, entonces recordé voces criollas que yo había escuchado cuando me crie en el campo y, desde luego, voces que forman parte del léxico dominicano, y pude introducir unas cuantas palabras en el Diccionario de la lengua española, lo que me produce una gran satisfacción. Le quiero decir a Rosina que cuando vivía en el campo solía ir con frecuencia a la ciudad de Moca, que sigue siendo un pueblo, pero para uno criado en el campo, ver calles, escuelas, iglesias, librerías, tiendas y, sobre todo, biblioteca, eso era una sorpresa para mí. Entonces, yo entraba a la biblioteca, y leía periódicos, revistas y libros. Sentía una curiosidad especial por esas cosas. Y eso, naturalmente, sentó la base para el desarrollo intelectual. Porque es la lectura, además de la observación de la realidad, la clave para lograr el desarrollo intelectual, estético y espiritual.

Entonces, esas lecturas en esa pequeña biblioteca de Moca, me ayudó. Pero además tuve un padre que leía. Mi padre era zapatero, pero era un gran lector; en sus ratos de ocio, lo veía leyendo un libro, un periódico o una revista. Él nunca me dijo a mí que leyera. Y un buen día comencé a leer. ¿Fruto de qué? Fruto del ejemplo que vi en mi padre. Por eso, la mejor enseñanza que podemos dar es con el ejemplo, porque los hijos imitan lo que ven de sus padres. Y yo veía que mi padre leía y entonces, inductivamente, deduje que para algo servía leer y, efectivamente, así es. Entonces, todas las lecturas, vivencias y reflexiones ayudan, Rosina, porque son múltiples los factores que influyen para que una persona se desarrolle intelectual, estética y espiritualmente.

—Rosina Anglada: Muchísimas gracias, doctor Bruno Rosario. Queremos poner de manifiesto en esta tarde su talante y su preeminencia, que lo acreditan como un gran humanista, y que su prolífica actividad intelectual es destacable, con más de sesenta publicaciones, eso indica que es muy fructífera su consagración al trabajo creador. Me llamó la atención que usted dice que todos los ambientes ayudan a ese desarrollo personal y profesional; que usted trabajó también en un colmado, no sé si es cierto (—BRC: Sí, es cierto); que trabajó en diversas actividades, y que todos esos entornos fueron espacios de aprendizajes que lo llevaron a la inspiración. Lo felicito, de verdad, por esa gran actividad, no sé cómo se reparte tanto tiempo (Y ya que conozco la opinión de sus discípulos, uno de ellos está aquí, Julio Rafael Anglada, que le ha dedicado una poesía muy hermosa; igualmente Anam Fiallo), cómo usted distribuye su tiempo de una manera tan acertada para apoyar a tantos jóvenes en este mundo literario. De verdad que sí es un placer enorme contar con usted, en esta noche, don Bruno, por esta vía electrónica.

—BRC: Muchas gracias, Rosina. Realmente todo ayuda. Todo contacto con la realidad siempre es útil. Y, claro, son muchos los influjos que recibimos a diario. Pero lo más importante para el mundo intelectual, científico y artístico, es lograr algo que yo logré. ¿Ustedes saben a qué me refiero? A la disciplina. La disciplina es clave. Hay muchas personas que no logran hacer un gran aporte, no por falta de talento, ni por falta de motivación, sino por falta de disciplina. Y la disciplina se adquiere, no es tan difícil conseguirla para el desarrollo intelectual. Es fundamental, primero, para uno formarse a sí mismo, para formarse con propiedad, con rigor; para no decir o escribir disparates, por ejemplo. Desde el principio, cuando comencé a escribir, siempre le puse atención a decir la verdad, a vivir la verdad. Porque a veces uno lee cosas, que uno siente que son disparates. ¿Cómo se evita escribir disparates? Para lograrlo hay que desarrollar lo que se llama raciocinio, indispensable para hablar o escribir con criterio, que es la capacidad del intelecto para adecuar lo que se piensa con la realidad, adecuarlo a la realidad. «La realidad es la verdad de las cosas», decía santa Teresa de Jesús. Entonces es importante la formación intelectual con disciplina, con rigor y con criterio. Y no es necesario leer demasiado, como cree la gente. Lo importante es saber leer, leer bien, aunque no se lea mucho. Es más importante leer bien, que leer mucho, y no leer mucho sin leer bien.

Ana Marchena: Desde Puerto Rico. Buenas noches, Juan Matos, Rosina, Juan Freddy, y a todos los que nos acompañan, pero muy especial a don Bruno a quien puedo decir que lo que soy hoy se lo debo en gran medida a él, porque siendo una jibarita en la lingüística acudí a la República Dominicana a hacer mi estudio, que fue mi tesis, y se la presenté a él en la Academia Dominicana de la Lengua, y cuando él la lee, pues entablamos un intercambio que marcó mi vida. No sé si recuerda, don Bruno.

—BRC: Claro que lo recuerdo, Ana querida, y quiero subrayar un dato específico porque te estoy viendo a través de la pantalla: tienes una hermosa apariencia. Te ves muy bien.

—Ana Marchena: Gracias. Cuando don Bruno me conoció tenía el pelo cortito. Y entonces recuerdo que, en su entrevista, ante el augusto director de la Academia, yo estaba un poco nerviosa ante esa presencia de ese gran intelectual; y él haciéndome preguntas, y yo me sentía que estaba en un banquillo pasando una prueba bien dura, bien difícil.

—BRC: Y pasaste muy bien la prueba… Pero lo que dijiste sobre la augusta presencia del director, no le doy mucha importancia ya que un cargo es algo transitorio.

—Ana Marchena: Claro, pero se crea un aura alrededor de la persona, y uno, pues de verdad, lo siente, lo palpa. Yo sentía esa aura sobre usted, tan fuerte.

—BRC: Gracias, Ana.

—Ana Marchena: Recuerdo una de esas conversaciones cuando él me dice: «Pero, ¿tú escribes?». Y digo: «Bueno, sí, yo escribo, ahí está mi tesis. Y yo quiero que usted pase juicio por ella, porque usted es uno de los lingüistas e intelectuales dominicanos más destacados». Y dice: «¨Pero yo quiero saber si tú escribes otra cosa».

—BRC: Sí, pensaba, entonces, en poesía y ficción. Y, efectivamente, tú me demostraste que sí. Porque, luego yo te prologué tu libro de poesía.

—Ana Marchena: Así es. Y entonces, ¡a mí me dio un miedo!

—BRC: El apoyo que yo te di a ti, yo siempre he tratado de darlo  a todo el que se acerca a mí en busca de ayuda. ¿Por qué? Porque yo siento que todo el que comienza, necesita un respaldo, el espaldarazo de quien haya transitado cierto camino y que pueda orientarlo.

—Ana Marchena: Claro. Yo se lo agradezco mucho porque fue así. Lo siento como mi mentor. Y Juan Matos, para hacerles el cuento largo corto, Juan Freddy y Rosina, me insistió meses después que le enviara mis escritos de poesía y ¡yo tenía un pánico! Y yo decía: «Pero yo no le puedo mandar esos disparates a este señor». Y don Bruno seguía preguntándome: «Pero, niña, ¿cuándo me vas a mandar…?». Y yo: «Ay, Dios mío». Hasta que un día dije: «Bueno, se los voy a enviar». Y cuando él las recibió, wao, me hizo una crítica que me estimuló realmente…Bueno, finalmente, don Bruno me prologó mi tesis que es La doble negación del español dominicano, con un comentario maravilloso; y me presentó el libro en la Academia Dominicana; y vino a Puerto Rico a presentármelo en la Academia Puertorriqueña de la Lengua en San Juan; después coincidimos en algunos congresos en la Academia de la Lengua.

—BRC: Hicimos un congreso del Movimiento Interiorista del Ateneo Insular allá también en Puerto Rico en tu tierra, en Morovis.

—Ana Marchena: Vinieron Emilia Pereyra y Pura Emeterio, wao, vinieron como quince.

—BRC: Además, asistieron José Luis Vega, el director de la Academia Puertorriqueña de la Lengua, y la más grande escritora mística de América, Luce López-Baralt.

—Ana Marchena: Así es. Además de intelecto y poesía y literatura, comieron moro y concón raspado. Pasamos una velada maravillosa en mi casa; durmieron allí toda esta gente como tres días, y fue una experiencia maravillosa. Y yo quiero aprovechar, para darte las gracias por tu apoyo, Bruno, tu generosidad, tu tiempo de leer, de construir una crítica maravillosa, de estimular a los que no somos conocidos para que caminemos por este viacrucis que es la literatura. Así que gracias y besos y muchísimas bendiciones.

—BRC: Gracias, Ana Marchena. ¿Pero por qué tú dices viacrucis?

—Ana Marchena: Bueno, porque uno tiene detractores. Tiene gente que te apoyan, pero es un viacrucis porque te tiran, te flagelan, te tiran piedras y te tiran flores.

—BRC: Mira, Ana, todo el que hace un aporte, tiene gente que lo admira y gente que lo atacan. Entonces, sigue hacia delante. Porque las piedras se las tiran al árbol que da buenos frutos. ¿Quiénes tiran las piedras? Los resentidos, envidiosos y frustrados. Haz tu trabajo y olvídate de quienes te atacan. Eso indica que vales.

—Ana Marchena: Gracias, muchas gracias, don Bruno. Así que mi agradecimiento eterno, mi cariño, mi respeto y mi admiración hacia ti siempre.

—BRC: Muchísimas gracias, Ana Marchena, igualmente para ti.

-Eugenio Marcano: Don Bruno, encantado de verlo por este medio. Yo soy una persona externa al círculo de la literatura, y por eso hago preguntas, a veces, medio raras. Pero quiero referirme a algo que usted mencionó de unas palabras dominicanas que usted consiguió que fueran incorporadas al Diccionario de la lengua española. ¿Pudiera darnos algunos ejemplos de esas palabras?

—BRC: Voces dominicanas son “mangú”; “chiripero”, “pariguayo”. Hay muchas palabras dominicanas que usamos con frecuencia y uno no se da cuenta que de es un aporte idiomático del hablante dominicano a la lengua española. Fíjate las palabras de origen taíno, por ejemplo “canoa”, “huracán”, “changüí”. Hay palabras que nosotros creemos que son comunes y corrientes de la lengua española, y de hecho lo son porque forman parte de nuestro vocabulario, del léxico del español dominicano, que es una variante de la lengua española en América; pero hay voces que las usamos con exclusividad los dominicanos, como ocurre en todos los países, porque las voces propias de cada país las tienen todos los países hispanoamericanos: Colombia, México, Argentina, Uruguay, todos los países.  Entonces, además de la lengua general, que es el idioma que entendemos todos los hablantes del mundo hispánico, cada porción de una comunidad de hablantes crea su propio lenguaje en el sentido de que hace un aporte léxico diferente. «Medalaganario», por ejemplo, fue una de las palabras que presenté, y que Ignacio Bosque, el ponente principal de la Gramática de la lengua española comenta como un ejemplo de una combinación léxico-gramatical del español dominicano. «Medalaganario» es una construcción dominicana, que viene de «me da la gana»: «medalaganario» y «medalaganariamente», que significan ‘caprichoso’ o ‘antojadizo’, y “de manera antojadiza”, respectivamente. Y así hay muchas voces que tienen un significado peculiar en nuestro país. La palabra «guagua», nos parece natural que los hablantes de todo el mundo hispánico la entiendan como la entendemos nosotros, es decir ‘un vehículo que da un servicio público a pasajeros’. Eso es una guagua en nuestro país. Pero en Chile, «guagua» es un ‘bebé’. Cada país crea su léxico propio con un significado peculiar o le asigna a una palabra de la lengua un significado particular. Las palabras que creamos los dominicanos son «dominicanismos léxicos» y las palabras de la lengua española a las que les endosamos un significado particular son «dominicanismos semánticos». Entonces, eso es parte de la riqueza de los hablantes, y todos los hablantes en todo el mundo hispánico hacen ese aporte. Cada variante de la lengua española en el mundo hispánico tiene aportes léxicos y semánticos muy importantes.

-Eugenio Marcano: ¿Qué criterio tiene la Academia de la Lengua para admitir una palabra?

—BRC: Tiene varios criterios. Para admitir una palabra propia de un país exige que se use en, por lo menos, tres países. ¿Sabes por qué? Porque si cada Academia de cada país le propone decenas de términos de sus respectivos países, habría que hacer un diccionario de cinco mil páginas, lo que no es conveniente. Por eso cada país debe crear su propio diccionario. Es decir, nosotros, en República Dominicana creamos el Diccionario del español dominicano, como lo ha hecho Puerto Rico, con la creación del Diccionario del español puertorriqueño, que también lo tienen México, Nicaragua, Colombia, Chile, Argentina y los otros países americanos. Una colección de una buena representación de voces americanas aparece en el Diccionario de americanismos. Es decir, cada país de América ha creado su propio diccionario. Y eso es lo que se llama un diccionario la «lengua local» con los vocablos de su habla, que constituye una variante de la lengua española en América, como también existe en Asia y en África. En el Diccionario de americanismos hay una gran representación de las voces locales de cada uno de nuestros países, porque el Diccionario de la lengua española, que comprende las voces de la lengua general, solo recoge unas 95,000 palabras, ya que no puede incorporar todas las voces de las lenguajes locales, porque se necesitaría un diccionario de seis mil páginas.. O habría que hacer varios volúmenes. Con ese criterio de que se use en tres países, pues, se frena la entrada de determinadas palabras al diccionario académico.

Asdrovel Tejeda: Me place, señor Bruno Rosario Candelier, saludarlo. Complacido por el trabajo que ha venido usted haciendo desde la dirección de la Academia Dominicana de la Lengua. El idioma, que es un ente vivo, muy vivo y cambiante (servil, a veces, por lo que se debe tener alguna contención), es, mucho antes que las coordenadas geográficas, lo que define un país, lo que unifica un país; porque es, en gran medida, lo que nos da la manera de poder comunicarnos, y la comunicación es la primera prioridad de una nación: la que nos lleva a la cultura, la que nos define, incluso, en los órdenes religiosos, sociales y políticos. Últimamente he visto con mucha preocupación la introducción de diferentes palabras en el argot cotidiano del dominicano. Otros, a través de la emigración, que han llevado palabras tratando de insertarlas en las conversaciones diarias. Y en los pueblos cercanos a la frontera veo con grave preocupación que se usan, junto con el español nuestro, palabras de nuestra vecina nación, creando un nuevo lenguaje. Eso me llena de preocupación porque es una manera de ir desintegrando la nación dominicana. A este tenor: ¿Qué hace la Academia para contener eso? ¿Qué hace para tratar de paliar y sacar las palabras que, como «teteo», son de consumo diario, sobre todo por un sector que no tiene gran educación, que su manejo del lenguaje no pasa de ochocientas palabras, y entonces introduce elementos nuevos, como una manera de hacerse notar?

—BRC: Tienes razón en tu preocupación, y te felicito por tu inquietud idiomática. Se nota que tienes conciencia de lengua. Porque la lengua es la base de nuestra cultura, de nuestra identidad como nación, de nuestra visión del mundo y de nuestra idiosincrasia distintiva. La preocupación que tú acabas de externar forma parte de la preocupación de la Academia, y por esa razón, estudiamos nuestra lengua, estudiamos nuestro léxico, impartimos charlas y conferencias, preparamos talleres y coloquios, publicamos boletines y libros, hablamos por la radio y la tv, concedemos entrevistas y conversatorios, ya que la lengua es la materia prima de las inquietudes intelectuales de los académicos de la lengua. Pues bien, tú has puesto el ejemplo de la palabra «teteo». Pero esa palabra es una creación léxica del español dominicano, y toda creación léxica enriquece el caudal lexicográfico de nuestra lengua. «Teteo» es una bella palabra que nació en el jolgorio que disfruta la juventud en sus diversiones y bebederas. Los pueblos crean palabras. «Teteo» es una nueva palabra dominicana. ¿Tú sabes cuál es el origen de «teteo»?

—Asdrovel Tejeda: No, no; realmente, no.

—BRC: Bueno, se sabrá en algún momento. Yo visualizo una escena, en uno de esos encuentros festivos de jóvenes en bares, colmadones o parques, en que un joven, excitado por los encantos de su novia, tartamudeando por los efectos de la bebida alcohólica, al expresarle a su diva que la ama, empezó a decirle “te te, te te, te te amo” y, ella, emocionada y feliz, le dice “deja tu teteo” y no bebas más. Así sospecho que nació esta nueva palabra, “teteo”, que una canción la hizo popular, y se ha hecho viral en las redes electrónicas y en las crónicas sociales de los periódicos. De todas maneras, “teteo” es un aporte idiomático a nuestra lengua, pues ya hasta la Real Academia Española ha llegado “la onda del teteo”. Sucede que las repercusiones sociales o las expresiones de la realidad cultural de una comunidad de hablantes, constituyen una dinámica permanente y, entonces, hay palabras que surgen, cautivan y se suman al repertorio léxico de una comunidad o de un país. Si a los hablantes les caen en gracia, las nuevas palabras pueden permanecer y adquirir la ciudadanía idiomática mediante la aprobación de los hablantes. Porque a veces ocurre que una comunidad de hablantes crea una nueva palabra, y esa palabra tiene vigencia por un tiempo, pero luego desaparece. Entonces, para que la palabra permanezca tienen que existir hablantes de la comunidad nacional que usen esa palabra; y, en segundo lugar, que haya escritores, como narradores literarios o periodistas, que usen esa palabra para que pase al ámbito de la escritura. Ahora bien, con relación a la preocupación que tú externaste sobre la realidad idiomática del español dominicano, hay actividades que hacemos en nombre de la institución para crear conciencia entre los hablantes del rol de la lengua y la normativa que debe estar presente en el uso de las palabras. Pero la Academia de la Lengua no es una entidad policial, que puede frenar la espontaneidad de los hablantes y, aunque puede desaprobar el uso de determinada forma de expresión, la sanción definitiva la dan los hablantes de la lengua. En la Academia fijamos la norma ortográfica, léxica y gramatical, la predicamos con el ejemplo y la proponemos para su mejor uso; y son los escritores y los intelectuales y los maestros y los sacerdotes y los comunicadores, es decir, los que tienen incidencia en la sociedad, los que más influyen para que se haga un uso correcto, apropiado y ejemplar de la lengua, para que se use la palabra con propiedad, para que se hable con elegancia. Es decir, tenemos una tarea muy amplia y rigurosa; pero tenemos que contar con el concurso de los hablantes, que son los usuarios de la lengua. Los dueños de la lengua no son los académicos de la lengua, ni son las Academias. Los dueños de cada lengua son sus hablantes y tenemos que contar con el concurso de los hablantes para mantener una lengua hermosa, rica, luminosa, edificante y ejemplar. Entonces, esa preocupación que tú externaste yo la celebro, y sé que tú podrías influir para que otros tomen conciencia de su propia lengua. La lengua es la clave, la base de la cultura; es la dimensión más importante de la cultura; porque la lengua es la plataforma válida para pensar, para escribir, para intuir y para crear; la lengua determina, incluso, el horizonte cultural. La capacidad que podemos forjar en nuestra conciencia depende de la lengua. El horizonte intelectual y cultural depende del dominio que tengamos de la lengua. Entonces en esto tenemos que contar con el concurso de los buenos hablantes, para usar nuestra lengua con propiedad, elegancia y corrección, entre los cuales están ustedes.

—Juan Matos: ¡Wao, es una cátedra lo que estamos gozándonos hoy!

—Rhina Espaillat: Yo quiero hacer una diferencia entre dos cosas: el neologismo se necesita, porque cuando viene un fenómeno nuevo, que no existía antes, hay que inventar la palabra para ese fenómeno. Y con el neologismo crece el idioma y eso es bueno. Pero, a mí lo que me molesta es la introducción en un idioma que tiene su vocabulario, y precioso como el nuestro, introducir palabras que vienen de otro idioma, que, sencillamente duplican lo que ya existe en el nuestro. Eso es, no solamente innecesario, sino que también saca de nuestro idioma el uso de las palabras apropiadas que tenemos.

 

—BRC: Efectivamente, así es. Permítame ponerle un ejemplo para ratificar lo que usted dice, doña Rhina: la Real Academia Española se resistió durante muchos años en admitir la palabra «implementar», que se formó del inglés «to implement». Si en español existe la palabra realizar, efectuar, ejecutar y otras similares, ¿para qué decir «implementar»? Bueno, finalmente tuvo que admitirla. Y admitió esa palabra por la presión de los hablantes, porque la mayoría de los hablantes usaban esa palabra.

—Rhina Espaillat: Como dicen aquí el «espanglish»; porque hay muchos «ishes» ahora entre los idiomas: «english» es «inish inglish»; «spanish» es «espanglish». Y esas mezclan empobrecen, no solamente el idioma que hablamos aquí en los Estados Unidos, sino el otro de donde viene ese idioma, porque se vuelve impuro. Todo se vuelve impuro. Y, como dice usted, hay que ser elegante en el uso el idioma. Uno se cree como que avanza más si usa el idioma de ese país, pero eso no es avanzar, eso es empobrecer lo que ya uno conoce, y que ya uno ama y debe amar y debe proteger. Como se dice: «Vamos a parquear el carro»; pero «parquear» no es la mejor palabra. Se “estaciona” el carro o el automóvil. Y eso no es difícil. Uno sencillamente tiene que ser, si es bilingüe, hay que ser ‘bi-lingüe’, dos idiomas. Yo tengo dos idiomas y los amo a los dos y los respeto a los dos. Mi papá me decía: «Si tienes la oportunidad de ser bilingüe y hablar dos idiomas bellos, ¿por qué vas hablar la mitad de uno y la mitad de otro? Porque entonces es ‘semilingüe’». Eso es una pobreza. Otro aspecto, don Bruno. Usted habló antes sobre la disciplina. Por favor, denos algunos ejemplos de lo que usted considera disciplina, en este sentido.

—BRC: Cuando leí Las guerras de las Galias, de Julio César, el antiguo general romano, aprendí algo importante. ¿Qué aprendí? Un día, un asistente suyo, asombrado de que Julio César durante el día estaba al frente de los comandos militares, en la noche sacaba espacio para escribir. Y así pudo escribir mucho porque lo hacía diariamente. El asistente le pregunta a qué se debía esa capacidad suya de dedicarse a la guerra durante el día y en la noche poder escribir. Y el general le respondió en latín: «Nulla dies sine línea», que en español significa «Ningún día sin una línea». Yo he practicado ese consejo y lo he asumido como una clave de mi vida intelectual. Yo escribo diariamente. Y a la gente que comienza a escribir le pondo ese ejemplo y le digo lo siguiente: Si usted escribe una página, una sola página, aparentemente es poco; pero si cada día usted escribe una página, en un año tiene 365 páginas y ya eso es un libro. Entonces, eso se llama disciplina. Si se dispone a escribir hágalo cada día. Saque una o dos horas al día para leer. Saque una o dos horas al día para escribir. Eso es disciplina, doña Rhina. Entonces, yo soy disciplinado. Yo aprendí a disciplinarme. Se aprovecha más con disciplina, aunque se sepa mucho.

Transcripción: Miguelina Medina.

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