EL DIRECTOR DE LA ADL HABLA SOBRE LAS LETRAS DOMINICANAS

(DIÁLOGO VIRTUAL ENTRE IBETH GUZMÁN Y BRUNO ROSARIO CANDELIER)

 

Ibeth Guzmán: Don Bruno, bienvenido a este espacio virtual. Hoy hablaremos de temas educativos, culturales, de todo lo que sabe don Bruno, que es casi una enciclopedia. Bienvenido, don Bruno, a este espacio. ¿Cómo está?

BRC: Me siento bien, Ibeth. Muchísimas gracias por la invitación. Vamos a ver si lo que conversamos podría servirle de utilidad a quien esté escuchando este programa tuyo  mediante esta plataforma virtual. Sé que tú estás haciendo mucho bien, por el hecho de que has asumido esta forma de comunicación tan útil en esta etapa pandémica. En todo lo que se hace a la larga, ocurre lo que suele ocurrir cuando se actúa. ¿Te has fijado que si uno lanza una piedra o un guijarro sobre el agua, al caer en el haz del agua forma unos círculos concéntricos en expansión? Eso quiere decir que toda acción genera un efecto positivo o negativo según el contenido y la intención del hablante o del actuante. Entonces, todo produce un resultado. Todo puede producir un bien, si se hace con la intención de que produzca un bien, porque si una acción o una palabra se asumen con un propósito malsano o dañino de querer hacer daño, también hace daño. Entonces hay que saber usar las cosas, saber actuar y usar las palabras no solo con propiedad sino con un propósito de edificación. 

Ibeth Guzmán: Muchísimas gracias, Maestro, por esa pequeña clase de filosofía que nos acaba de dar a todos los dialogueros. Maestro, vamos comenzar hablando un poco sobre la educación dominicana y la enseñanza de la lengua en nuestro país. ¿Cuál es su evaluación, su opinión, su perspectiva con respecto a este particular? 

BRC: Es un fenómeno extraño lo que pasa con la educación, porque si vemos el resultado, la conclusión que uno saca es la de pensar que la educación dominicana ha fracasado en atención al resultado o el producto que sale de las escuelas, liceos y universidades. Ahora bien, si se enfoca el resultado que la docencia genera en determinados estudiantes, entonces la conclusión es diferente, porque hay estudiantes brillantes, jóvenes muy talentosos egresados de escuelas y universidades con una sólida preparación. Claro, es una minoría ciertamente. El sector de la juventud que está preparado es muy reducido. Lo que indica naturalmente que algún beneficio obtuvieron al pasar por la escuela, aunque también se puede decir que no hay escuela mala para un buen estudiante, ni escuela buena para un mal estudiante, puesto que si el joven quiere aprovechar su etapa de formación cualquier circunstancia, aún la más adversa, puede ser beneficiosa. Desde luego, hay que mejorar la educación, yo no sé qué hay que hacer para superar esa situación, pero el resultado hay que mejorarlo en términos del aprendizaje, en cuanto a la lengua, en términos del conocimiento del vocabulario, del manejo de la palabra, del cultivo de la creatividad y del razonamiento, de tantos aspectos, como la comprensión de lo que se lee o escucha. Entonces hay una notable deficiencia sin duda alguna. Las autoridades educativas ponen su empeño en contribuir a una mejoría, eso no se puede negar, pero el problema está en que quienes dictan la orientación teórica, quienes encauzan los planteamientos metodológicos desde las altas esferas no son maestros sino dirigentes educativos y quien realmente ejerce influjo en la escuela es el maestro, el que está en contacto directo con el estudiante. Ese es el que contribuye a la educación, y ese es el que puede elevar el desarrollo intelectual, estético y espiritual. Entonces, hay que enfocar la fuente, y la fuente es el maestro. A los maestros hay que formarlos bien, hay que lograr una mejor formación del magisterio, porque los maestros son los que van a propiciar el desarrollo educativo de sus estudiantes.

Ibeth Guzmán: Maestro, no sé si usted comparte esta máxima: Dulce Elvira de los Santos y Remigio García, que tienen muchos años en la dirección de currículos, decían que los mejores profesores deben estar precisamente en esos primeros años de alfabetización y de puesta en contacto del niño o la niña con su lengua materna y con su cultura. ¿Qué usted piensa de esto? 

BRC: Me parece que es una estimación correcta, porque realmente la parte inicial es clave para despertar las inquietudes intelectuales y espirituales del cerebro humano. El cerebro se desarrolla desde los primeros días de la infancia. Esos primeros diez años de vida son claves para desarrollar las actitudes, para desarrollar la propensión humana al crecimiento, canalizar aspiraciones, sueños, pasiones, ideales. Todo lo que puede contribuir a la transformación es importante que se logre desde la primera etapa de la vida y ahí es donde se necesitan buenos profesores. Yo nunca di clases en el nivel primario, y percibo que no es fácil, pero entiendo que esa es la etapa más difícil, la más importante y de mayor exigencia. 

Ibeth Guzmán: Se trata de cambiar la visión, porque se tiene entendido que mientras más bajito en los cursos te mandan a dar clases como que menor es tu capacidad, y mientras más te ascienden a darle clases a los más grandes, pues mayor es tu capacidad. Y es un poco cambiar el paradigma.

BRC: Tengo la información de que en países donde la educación ha logrado un alto desarrollo ha sido porque le han dado alta importancia al nivel primario, fruto de ese conocimiento que tienen en atención a la experiencia.

Ibeth Guzmán: Maestro, usted tiene muchos años a la cabeza del  Movimiento Interiorista que ha dado muchos poetas a la República Dominicana desde el Ateneo Insular, ¿Cómo ha sido la experiencia con ese movimiento? Y después, en una segunda parte de esa misma pregunta, ¿Cómo enseñar creatividad literaria? Vemos que hay muchas maestrías en creación literaria y a mí me gustaría que usted, que ha sido maestro, de talleres literarios, nos orientara. Una primera parte de la pregunta: esa experiencia en el Ateneo Insular, que ha formado autores de mucho renombre y una segunda parte: si es posible enseñar la creatividad, si es posible enseñar creación literaria. 

BRC: Fíjate, Ibeth, cuando concebí la idea de crear el Ateneo Insular, a los pocos días comprendí que debía dotar a esas organización de escritores de un ideario estético que sirviese de orientación para propiciar una nueva sensibilidad, y fue entonces cuando nació el ideario estético del Interiorismo, porque me di cuenta del siguiente hecho: los escritores cuando escriben, automáticamente aplican la estética de varias tendencias literarias, nunca de una sola, pues todos los escritores al escribir, aplican técnicas, procedimientos, imágenes y recursos correspondientes a varios movimientos literarios. Cuando observé el comportamiento de la literatura dominicana -recuerda que fui profesor de literatura dominicana durante muchos años en la PUCMM- y entonces, el hecho de ser profesor de literatura me dio la oportunidad de conocer el comportamiento de la creación y de los creadores en términos creativos. Y me di cuenta de que una orientación estética es clave para orientar la propia creación. Desde luego, la experiencia ha sido muy fecunda, porque son 30 años que ya llevamos en el Movimiento Interiorista promoviendo la creación, activando el conocimiento de la literatura, porque hay que tener conocimiento de la historia de la literatura, de los recursos literarios, de la estética de cada orientación literaria. Bueno, son muchos los aspectos que se requieren para ser un buen escritor, tú lo sabes. Entonces, ocurre que el cultivo de la creación y el arte de la creación requieren una formación y una disciplina. Esa es quizás una debilidad de nuestra cultura, ya que tenemos poca disciplina, nuestra educación no nos ha enseñado a disciplinarnos, es decir, a cultivar con rigor el talento, a cultivarnos con lecturas formativas, a tener una observación de la realidad con aplicación de nuestras inclinaciones intelectuales, morales, estéticas y espirituales todo lo que se puede hacer para desarrollar el potencial que hay en nosotros. Una conclusión que logré a tiempo fue la de darme cuenta del rol de la lengua, del poder del Logos, concepto originario de Heráclito de Éfeso, el antiguo pensador presocrático. Cuando en la antigua Grecia, unos 500 años a.C., Heráclito tuvo la intuición de que los seres humanos contamos con una dotación intelectual muy poderosa, intuyó un concepto que plasmó en una palabra para identificar eso que nos distingue y enaltece a los seres humanos. La palabra que él creó fue Logos y dijo que en nuestro cerebro tenemos un Logos, el Logos de la conciencia en virtud del cual tenemos la capacidad para pensar, intuir, hablar y crear. Esas cuatro manifestaciones del intelecto requieren un cultivo especial para desarrollar la conciencia, como deben ser, para hablar con propiedad y elegancia, para intuir el sentido de las cosas y para testimoniar la percepción que tenemos del mundo. Y entonces, en función de esas cuatro potencialidades humanas, es como podríamos efectivamente contribuir al desarrollo intelectual, estético y espiritual de quienes experimentan la necesidad de crear. Fíjate en este detalle, Ibeth y los que nos escuchan, cuando nace en nosotros la inquietud para la creación, es un impulso que nos induce a testimoniar nuestras intuiciones y vivencias de la realidad, porque todos los seres humanos tenemos un punto de contacto con el Universo, y cuando entramos en contacto con ese punto específico que nos da la realidad desde un ángulo de lo viviente, desde una perspectiva singular, tenemos una visión de las cosas que nadie la tiene, y cuando uno tiene conciencia de que esa visión de la realidad es única, es peculiar, es singular, nos permite testimoniar lo que percibimos y, con ese testimonio nos convertimos en creadores. Pero, además, otro aspecto muy importante es el siguiente: la fe que uno puede tener en uno mismo. ¿Tú sabes una cosa, Ibeth? Hay muchas personas con el talento para la creación, que no lo plasman porque no tienen fe en que efectivamente pueden crear. Y es muy importante tener fe en uno mismo, saber que tenemos un talento creador, fe en que uno puede canalizar mediante la palabra, una voz a través de la cual  podamos plasmar lo que percibimos y testimoniar lo que motiva la creación y, sobre todo, canalizar nuestras intuiciones y vivencias con las cuales fundamos eso que llamamos creación; por esa razón la creatividad es un poder humano; todos los humanos, absolutamente todos, poseen el don de la creatividad aun cuando no lo hayan desarrollado. Por supuesto, la creatividad no solo se da en literatura, sino en todo lo que podemos hacer: una mujer en su casa, cuando cultiva su jardín, o cuando decora las paredes de su casa o la ubicación de los muebles de manera que haya cierta elegancia, cierto atractivo estético en su propio hogar. Ahí está manifestando su creatividad. Se manifiesta, desde luego, en el cultivo de las diferentes artes y en la ciencia, y en el pensamiento. La creatividad se manifiesta en todo: en el plano intelectual y también en el plano material, en el plano creador desde el punto de vista literario y científico, pero también desde el punto de vista productivo, es decir, la creatividad no solo es literaria. La creatividad se puede dar en todas las manifestaciones con las cuales testimoniamos lo que podemos hacer y eso es hermoso saberlo y es hermoso sentirlo, porque eso es lo que hace que mucha gente sienta la felicidad de acudir, por ejemplo, a la palabra para dar a conocer lo que siente y lo que piensa y lo que intuye. Eso siempre se puede enriquecer y se puede orientar también para estimular el conocimiento de la realidad, para ensanchar nuestra visión del mundo, para ampliar el horizonte intelectual. Nosotros, como seres humanos, estamos instalados en una realidad. Cada uno, en su circunstancia peculiar, está instalado en una determinada realidad y desde una profesión o desde un oficio, desde cualquier circunstancia en que se encuentre, tiene acceso a una faceta del universo, a una dimensión de la realidad y él, entonces, puede convertir en sustancia para la creación lo que la misma realidad le aporta y entonces los poetas, los narradores, los dramaturgos pueden crear lo que lo nosotros llamamos en el plano literario una realidad estética. Al convertir la sustancia de la realidad real en sustancia para la realidad estética, crean otro mundo, crean otro nivel de la realidad, y eso le permite enriquecer, ampliar el horizonte y, sobre todo, crear, y eso es útil y es hermoso saberlo. Es importante tomar conciencia de esa potencialidad y de esa realidad que está al alcance de todos nosotros, para hacer uso de la palabra con un propósito creador. Tenemos la capacidad, a través del Logos de la conciencia, para percibir el mundo y expresar lo que sentimos e intuimos del mundo.

Ibeth Guzmán: Excelente, maestro Bruno Rosario Candelier. Usted es un gran conocedor de la poesía dominicana; de hecho, una de las más de sesenta libros que usted ha  publicado, casi siempre son estudios sobre la poesía dominicana, y uno de los más citados es su obra Lo popular y lo culto en la poesía dominicana. Denos su visión de la poesía dominicana, doctor Rosario. 

BRC: Bueno, esa pregunta es amplia, porque la poesía dominicana es muy rica. Te doy esta primicia: dentro de unos quince días pongo a circular un libro sobre poesía dominicana casualmente, que he titulado La sabiduría sagrada, en la que abordo la creación poética inspirada en la mística. En este año la dolorosa circunstancia de la pandemia me iluminó o me inspiró para escribir una obra de exegesis poética en la que estudio la lírica dominicana a la luz de la mística. La mística es la búsqueda de lo divino y, entonces, comencé a estudiar a todos los poetas dominicanos desde la primera poeta que asumió la lírica entre nosotros, que fue, precisamente, una mujer, cuya obra fue la primera creación poética de calidad en las letras americanas. Me refiero a sor Leonor de Ovando en el siglo XVII. Desde esa época tomó vida la creación poética en esta tierra, en este suelo quisqueyano, lamentablemente el ejemplo de sor Leonor de Ovando no tuvo continuadores de inmediato. Hay que esperar la llegada de otra mujer, en el siglo XIX, que fue Salomé Ureña, una de las grandes creadoras dominicanas, para que el cultivo de la creación poética tuviese la producción ejemplar. Desde luego, paralelamente a Salomé Ureña, surgieron otros grandes poetas, como José Joaquín Pérez y Fernando Deligne. Es en el siglo XX cuando realmente se crea la zapata de la gran poesía dominicana con la creación de Domingo Moreno Jimenes, que crea el Postumismo, y a partir de Moreno vendrían los creadores de los Independientes del 40, con Manuel del Cabral, Héctor Incháustegui, Tomás Hernández Franco, Pedro Mir y Octavio Guzmán Carretero; y luego los poetas de la Poesía Sorprendida, con Franklin Mieses Burgos, Mariano Lebrón Saviñón, Freddy Gatón Arce, Aída Cartagena, Manuel Valerio, Manuel Rueda y otros.  Hasta llegar a la etapa que ahora estamos viviendo, pues tenemos centenares de poetas, entre los cuales los hay muy valiosos, y han surgido otros movimientos literarios, como la Generación del 48, el grupo de la Poética del Pensar, con José Mármol: el grupo de los Escritores del Cibao, con Pedro José Gris, José Enrique García, Cayo Claudio Espinal y Sally Rodríguez. Y el grupo de los interioristas, con Leopoldo Minaya, Tulio Cordero, Fausto Leonardo Henríquez, Jit Manuel Castillo, Carmen Comprés, Ofelia Berrido, Emilia Pereyra, Rafael Peralta Romero y otros. Es decir, la poesía dominicana tiene una creación literaria de alta vitalidad. En los últimos cien años ha sido muy vigorosa la tradición poética. Justamente para esta fecha, cien años atrás, Domingo Moreno Jimenes, siendo un jovencito, asume el cetro de la poesía con un aliento creador y un fervor espiritual a la luz de la realidad dominicana, porque la virtud de Moreno Jimenes fue ponerle atención a la realidad criollista de nuestro país, a la faceta singular de nuestra condición natural, social y cultural. Entonces, desde Moreno hasta la actualidad hay creadores muy valiosos de diferentes tendencias, de diferente potencialidad con un uso ejemplar de la palabra, como revelaron los poetas de la Poesía Sorprendida, que modernizaron el arte de la creación poética con la dotación imaginaria del lenguaje. Y esos poetas se dan cuenta de que tienen que hacer un uso ejemplar de la palabra porque es mediante la palabra como canalizan la creación de imágenes y símbolos y, desde luego, el medio expresivo para testimoniar su visión del mundo, y sienten una fuerte apelación por desentrañar el trasfondo de la palabra y el lenguaje de la imaginación para testimoniar sus propias percepciones y sus propias intuiciones mediante la palabra; por eso los estudiosos del lenguaje le prestamos atención al cultivo literario, porque en el cultivo poético, narrativo y dramaturgo, la palabra reclama un uso ejemplar. Fíjate que los escritores constituyen el estamento del nivel culto de la expresión. La expresión del lenguaje tiene fundamentalmente tres niveles: el nivel popular, el medio y el culto. El nivel culto es el más alto. Y los hablantes cultos son los que hacen uso de la palabra con plena conciencia del rol de la palabra, con el uso apropiado del lenguaje, con la aplicación de la pauta gramatical y con la conciencia de que hacer uso de la palabra evidencia, mediante su arte de creación, su propia percepción de las cosas y su cosmovisión y sus ideales. Ahora, para centrarme en tu pregunta de cómo ha sido nuestra tradición poética, que es muy rica, muy poderosa, tiene creadores con niveles de alta calidad. Hay poetas que tuvieron un conocimiento cabal de la técnica de la escritura, algunos por estudios y otros por asimilación, por inspiración, por el conocimiento que da la lectura misma de la creación poética, de tal manera que una persona que comience a escribir y que quiera integrarse al sector intelectual de la creación, podría lograr la formación literaria con una lectura atenta de las buenas creaciones poéticas y narrativas, porque a través de su lectura puede asimilar el lenguaje de la creación, la forma de las imágenes de la creación, que son muy similares en el arte literario o la dimensión de los símbolos o la técnica de la escritura. Yo sé, porque lo he comprobado, que hay narradores que aplican determinadas técnicas de la escritura, pero no saben en qué consisten. Ellos aplican en sus obras técnicas y recursos literarios, pero no saben que están aplicando una técnica o un procedimiento de la creación, porque de un modo inconsciente, mediante la lectura que han hecho de otros narradores, deducen, intuyen la técnica que se ha aplicado y, entonces, ellos tienen la capacidad para reproducirla y aplicarla aun cuando no sepan formalizarla teóricamente. Eso le corresponde al crítico literario o al teórico de la literatura o al filólogo, que es otra vertiente porque una cosa es el crítico, es decir, el que interpreta el sentido de una obra, y otra cosa es el teórico, es decir, el que reflexiona al trasfondo espiritual y estético, o el filólogo, que desentraña el trasfondo formal y significativo de una obra literaria. El creador necesariamente no tiene que ser un teórico ni un crítico. Ojalá lo fueran, porque un creador puede iluminar la compresión de una obra mucho mejor que un crítico, eso es cierto. Ahora bien, la mayoría de los creadores de literatura no practican la crítica literaria ni la teoría aun cuando podrían hacerlo, porque las tres manifestaciones del arte literario son la creación, la teoría y la interpretación. Esas tres facetas son diferentes. Lo importantes es, desde luego, a la hora de evaluar la trayectoria de un género literario, el producto, es decir, es el resultado, es el testimonio creador o el testimonio de qué manifiesta en una obra como esta, en una obra narrativa o en una obra de gramática. En resumen, pienso que la literatura dominicana tiene muy buenas creaciones. Pienso que la poesía dominicana tiene una alta ejemplaridad aun cuando no tiene la proyección internacional que podría tener en atención a la calidad de valiosos testimonios creadores y eso se da en todos los géneros literarios. Si tú me preguntas por creadores específicos, yo te podría señalar varios nombres y creadores importantes en todos los géneros literarios de nuestro país. Bueno, tú los conoce probablemente mejor que yo. Nosotros estamos bien en términos de creación literaria y esa esperanza no decae, sino que aumenta, porque en el sector juvenil hay mucho talento, con grandes intuiciones y con gran capacidad intelectual para que la literatura dominicana siga creciendo y potenciándose  como ha sido hasta ahora su trayectoria.

Ibeth Guzmán: Anabel Ortega Pérez le hace una pregunta busca pie, doctor. Le dice que de los poetas dominicanos, cuál usted cree que es el mayor exponente. Enegildo Reyes, desde Santiago, dice: “Bruno Rosario Candelier es el mayor promotor literario de la República Dominicana, además de uno de los grandes intelectuales de nuestro país, por lo que creemos que debería hacerse un premio a su nombre”. ¿Cree usted que podríamos hablar, ya no digamos de un gran escritor dominicano, sino de sus escritores, sus poetas dominicanos de cabecera? 

BRC: Efectivamente, no se puede hablar de un único escritor dominicano como la cumbre. Cada grupo, cada tendencia, cada movimiento tiene más de uno, porque el Postumismo tuvo a Domingo Moreno Jimenes como la cúspide, pero la Poesía Sorprendida tuvo varias figuras estelares que ha mencioné, encabezada por Franklin Mieses Burgos. Fue un movimiento de alta intelectualidad. La Generación del 48 contó con un creador eminente, como Máximo Avilés Blonda, y otros escritores importantes, como Alberto Peña Lebrón y Lupo Hernández Rueda. La Generación del 60 dio a Marcio Veloz Maggiolo, Jeannette Miller, Ramón Francisco y Federico Henríquez Gratereaux. Entonces, cada movimiento, cada tendencia, cada grupo ha dado al país escritores importantes. Los Independientes del 40 tuvieron figuras eminentes, que ya cité, entre los cuales sobresale Manuel del Cabral. Entonces, le digo a Anabel Ortega, que no hay uno solo, sino varios autores que enaltecen la creación. Ahora me viene a la mente la figura de Salomé Ureña, por quien siento una devoción especial. Para mi Salomé Ureña es la cumbre de la creación poética del siglo XIX. Como Flérida de Nolasco fue la cumbre del pensamiento crítico en el siglo XX. A Salomé Ureña la han proyectado todos los que la han estudiado como la gran poeta de la patria, la gran maestra y la grandiosa madre. Pero hay una vertiente en Salomé Ureña que ningún escritor ha advertido: es la vertiente mística de su inteligencia sutil que había en Salomé Ureña. Ella tiene una dimensión espiritual de alta significación sagrada, como la estudio en La sabiduría sagrada y, como te digo esto de ella, también te digo que hay otras escritoras valiosas, como Ángela Hernández, que hizo un estudio bellísimo sobre una escritora dominicana poco conocida de la década del 50 del siglo pasado. ¿Te imaginas a quien me refiero? 

Ibeth Guzmán: Abigaíl Mejía. 

BRC: No. Es contemporánea de ella. Me estoy refiriendo a una escritora que nació en 1900 y murió en el 1952. Se llamaba Martha María Lamarche. Publicó tres libros de poesía y fue una mujer que cultivó la lírica mística en Santo Domingo y con su trabajo creador revivió el cultivo de la lírica mística. Una grandiosa poeta que se mantenía marginada y desconocida. A Ángela Hernández y a su hermoso prologo que escribió, debemos el conocimiento de esa grandiosa poeta, y así hay varios escritores importantes que a menudo no ponderamos lo suficiente en atención a su aporte creador. La poeta que llamó para felicitarme se llama Reina Lisette Ramírez, es una grandiosa poeta que vive en San Francisco de Macorís. Así como ella hay otras creadoras dominicanas que han dado testimonio a través de la palabra o a través de la narrativa, como el caso de Emelda Ramos en Salcedo o el ejemplo de Johanna Goede en Puerto Plata. Hay que pensar en la narrativa también. Escritoras como Ofelia Berrido o como Emilia Pereyra, que tienen obras singulares en el arte de la narración, han hecho un valioso aporte literario. Y hay escritores que desde muy jóvenes, como Pedro Antonio Valdez, que a pesar de su juventud forman parte del canon de las letras dominicanas. Pienso también en Julio Adames, y en José Alcántara Almánzar y en León David, y en Leopoldo Minaya, autores con una obra de alta calidad, como la tiene Pedro Antonio Valdez.

Ibeth Guzmán: Él está aquí, Maestro, viéndolo. Está  detrás de la cámara mirando. 

BRC: ¿Ah sí? Qué bueno. La categoría de Pedro Antonio se debe a su talento, al uso ejemplar de la palabra y a su gran intuición, que lo ha convertido en un creador original. Y por eso te digo que a pesar de su juventud él forma parte del canon de las letras dominicanas. Otros narradores como José Alcántara Almánzar, quien es uno de los grandes creadores dominicanos, aunque él no participa a menudo de la vida social porque prefiere mantenerse al margen, no por miedo, sino por una convicción de aprovechar mejor su tiempo para el estudio y la creación.

Ibeth Guzmán: De alta personalidad también, Maestro. Creo que él tiene esa personalidad. 

BRC: Sí, efectivamente. Entonces hay creadores así, sumamente importantes, que han hecho una gran obra. Mira el caso de Manuel Salvador Gautier, que comenzó a los 64 años a escribir y desde entonces cada año ha publicado una novela. Ya ha publicado 15 novelas, muy buenas, en las que proyecta su visión del mundo mediante una retrospección del pasado que sigue influyendo en la conducta social de nuestro pueblo.

Ibeth Guzmán: Y con una personalidad, Maestro, muy humilde y muy reservada. 

BRC: Sí, es un hombre humilde, muy amable, muy bondadoso. Hay muchos escritores así. 

Ibeth Guzmán: Maestro, usted hablaba de que hay dimensiones de la creación literaria que son del creador, pero hay otras dimensiones de la obra literaria que son del crítico. ¿Cómo usted puede, a groso modo, evaluar la crítica literaria de nuestro país?

BRC: Contamos con una importante trayectoria, porque nuestro primer gran crítico literario, que fue Pedro Henríquez Ureña, nos situó en el mapa de la literatura continental  por la calidad de su obra. Y después de Pedro, surgieron críticos muy importantes, como Federico García Godoy, que desde La Vega hizo una grandiosa obra de crítica literaria; como Joaquín Balaguer, que realizó un grandioso aporte crítico; como Antonio Fernández Spencer, eminente teórico y pensador en la crítica literaria; como  Flérida de Nolasco, Manuel Rueda, Héctor Incháustegui Cabral y Manuel Mora Serrano, que tienen un valioso servicio a la literatura dominicana, aparte de su obra de poesía y ficción. Hay muchos escritores de calidad. José Alcántara Almánzar tiene una obra fecunda en el campo de la crítica. Una obra luminosa del pasado es la que publicó Héctor Incháustegui en el año 1969 en la PUCMM, titulada De literatura dominicana siglo XX, en la que hay un estudio crítico desde la vertiente psicológica de la creación literaria. Es una obra edificante de crítica literaria. Quien no ha leído esa obra, búsquenla. Es una obra de una alta ejemplaridad desde el punto de vista de capacidad de auscultación de un escritor para penetrar en la hondura de un texto enfocando la dimensión literaria, estética y espiritual que un escritor puede testimoniar cuando tiene talento por el arte de la creación. Los autores que he mencionado tienen una obra que realmente engrandece el ejercicio de la crítica, porque el crítico tiene que conocer el lenguaje, la técnica de la escritura y la teoría de la creación y, sobre todo, la orientación estética que un escritor aplica. Los escritores cuando aplican una teoría literaria o una estética literaria, a menudo no saben que la están aplicando; sin embargo hacen uso de recursos y modalidades propias de una escritura. Para eso estamos dotados de intuición, para penetrar en la dimensión profunda de las cosas. Ese es el arma con que contamos para ahondar en el conocimiento profundo. En la actualidad hay varias figuras con una notable intuición crítica, como José Rafael Lantigua, José Mármol, Plinio Chahín, Jochy Herrera, Basilio Belliard y Fernando Cabrera; como Miguel Ángel Fornerín, Eugenio García Cueva, Manuel Matos Moquete, Odalís Pérez; como Pura Emeterio Rondón, María José Rincón y Ofelia Berrido; como León David, Franklin Gutiérrez, Miguel Collado y Guillermo Piña-Contreras. Es el crítico literario el intérprete con la preparación suficiente para penetrar en el sótano de la palabra y entender lo que una expresión puede transmitir a la luz de la inteligencia. Y ahora que digo la palabra inteligencia es importante subrayar el significado que tiene el concepto de inteligencia sutil, que es la capacidad del intelecto para penetrar en la dimensión profunda de las cosas. Ese es uno de los aportes que el Interiorismo ha querido sembrar en la conciencia de los escritores dominicanos: penetrar en la dimensión profunda de las cosas para testimoniar la dimensión esencial, interna y mística de la realidad que encierra lo más hermoso y lo más significativo de cuanto existe.

Ibeth Guzmán: Maestro, dice Luisa Navarro que se queda con ese verso suyo que acaba usted de regalarnos: “Penetrar en el sótano de la palabra”, una grandeza de su talento. Maestro Bruno, le voy a hacer esta pregunta para que usted la vaya procesando. Usted hace casi un año publicó la novela El degüello de Moca, una novela histórica. Y hay varias percepciones de los límites entre la novela y la historia, entre la ficción y el relato histórico. A mí me gustaría que usted abordara su postura sobre la novela histórica y sobre su metodología para usted trabajar esa novela que publicó hace poco más de un año. 

BRC: Bien, Ibeth. Una novela histórica indica que tiene un fundamento en un hecho de la historia, y escribirla supone que el autor tiene que documentarme históricamente, es decir, yo tuve que acudir a la historia para darle un fundamento a los hechos que iba a narrar, porque el degüello de Moca fue un acontecimiento real que sucedió aquí en Moca, (estoy hablando desde Moca, donde resido). El degüello de Moca sucedió en 1805. Fue una tragedia que padeció nuestro pueblo cuando los haitianos invadieron nuestra isla a principio del siglo XIX. Entonces comenzaron a saquear desde Santiago, cruzaron a Moca, luego a La Vega e incendiaron todo, pero en Moca invitaron a la población a un tedeum en el templo de Nuestra Señora del Rosario, supuestamente para darle gracias a Dios por la concesión de esta isla a Francia. Cuando la población estaba dentro, cerraron todas las puertas del templo y empezaron a degollar a cada uno de los presentes en ese templo. Y a los niños, por ejemplo, los lanzaban hacia arriba y los aparaban en la bayoneta; y a las mujeres las atravesaban con sus sables. Bueno, el hecho es que mataron a todos los feligreses y solo se escaparon tres personas milagrosamente. Ahora bien, para contestar a tu pregunta, primero hay que documentarse en cuanto a lo que enseña la historia, que por cierto era muy poco lo que decían los libros sobre el susodicho degüello. De manera que la mayor parte de lo que escribí tuve que hacer lo que hacen los autores de ficción. ¿Qué hacen los autores de ficción cuando tienen que enriquecer un documento, unos hechos, unos personajes? Pues inventar. Ficción quiere decir invención. Entonces, al crear un texto de novela, que es un texto de ficción, aun cuando sea inspirada en la historia, tiene más ficción que historia. La ficción es lo que le añade como invención a lo que aconteció en la realidad. Y esa realidad puedes asumirla y testimoniarla como sucedió. El narrador de una novela tiene permiso para alterar los hechos siempre y cuando no violente la dimensión esencial y cardinal de lo que sucedió. En definitiva, la novela fue escrita en respuesta a una inquietud mía, a una preocupación desde hace muchos años, porque en Moca nos criamos escuchando el relato de los viejos que recordaban lo que les contaban sus abuelos y sus antepasados, de esa tragedia tan terrible que abatió a nuestro pueblo. Y entonces eso estaba latente en mi imaginario y finalmente pude plasmar en esta novela esas inquietudes de nuestra historia en función de una defensa de la Mocanidad y la Dominicanidad, un apego a nuestra tradición. En la búsqueda del horizonte espiritual y moral que cohesiona lo que le da sustancia y sentido a nuestra forma de ser. De tal manera, que Moca y la Mocanidad contribuyeron a cohesionar el sentimiento de nacionalidad de nuestro país a partir de esa luz que brinda la inteligencia y la espiritualidad para tu situarte en una historia, para tu compartir un terreno o un ambiente social y, sobre todo, para edificar un modelo de vida que sirva de base inspiradora para tu propia existencia y la existencia de los tuyos.

Ibeth Guzmán: Maestro, Luisa Navarro le pregunta: ¿Hasta qué grado la historia asumida metodológicamente científica no responde a una ficción desde el hecho mismo del planteamiento del problema?

BRC: Puede haber una historia-ficción, de hecho, las hay, pero hay que diferenciar la historia como tal, que es el recuento de lo que efectivamente aconteció. y hay diferenciarla de la ficción, que es el recuento de lo que puedes inventar. Una cosa es la realidad y otra la imaginación, la invención, la ficción. Entonces, por supuesto que se pueden combinar, pero conviene diferenciar la realidad histórica de la realidad ficticia, que son aspectos diferentes aun cuando ambas se nutren y se enriquecen y se complementan. Hay que conocer la historia para conocernos mejor y para proyectar nuestro futuro en función de un mejor desenvolvimiento y realización. Hay una supervivencia del pasado en el presente, y eso es historia; hay una propuesta imaginaria para enrumbar la historia, y eso es ficción.

Ibeth Guzmán: Maestro, ya una sugerencia final a los creadores y a los maestros en estos tiempos de confinamiento y cómo aprovechar esta etapa para la creación. ¿Qué usted recomienda? En unos breves minutos para ya dar termino a este grandísimo diálogo que hemos tenido esta tarde con usted.

BRC: Es importante que cada uno le haga caso al dictado que nace de su mente o de su corazón, de su interior. Hay una voz interior que dicta lo que conviene que hagamos, que dice qué hacer, cómo actuar y cómo proceder. La vocación literaria nace también desde dentro. Es una apelación. La palabra apelación significa llamada. Nosotros sentimos una llamada y esa llamada se vuelca y canaliza a través del acto creador, que si lo hacemos con pasión, si lo asumimos con todo el potencial que hay en nosotros, entonces podemos dar el testimonio de algo que pueda ser significativo para otros. Eso justifica la creación. Cuando uno crea, quien hace su propia producción, siente la satisfacción de hacer lo que está haciendo. Si se hace con pasión, si se entra fervorosamente con amor a lo que está haciendo, el resultado puede ser edificante. Eso es clave para usted lograr impactar en los demás, porque los demás se van a dar cuenta de que lo que usted ha hecho tiene la pasta de su propia esencia y con la esencia nos hermanamos todos, porque todos compartimos no solo una herencia biológica, sino también herencia espiritual que se manifiesta en el alma y en la espiritualidad y en nuestra propia conciencia.

Ibeth Guzmán: Dice el poeta David Alexander Sena: «No quiero que se vaya el Maestro sin antes hacer esta pregunta: ¿Cómo ve usted la literatura dominicana en el contexto latinoamericano?

BRC: Ahí tenemos un bajo rendimiento, porque nuestra literatura no tiene la proyección internacional que merece. Yo pienso que nosotros tenemos narradores y poetas de tan buena categoría como los narradores y poetas que están establecidos internacionalmente. Nosotros no estamos establecidos internacionalmente por falta de un organismo en el país que promueva a nuestros escritores, y ese organismo tiene que ser el Ministerio de Cultura, que está llamado a promover a los escritores dominicanos. Es una labor de promoción lo que nos hace falta, no es una labor de creación, porque la creación la tenemos. Tenemos muy buenos creadores en todos los géneros literarios, en todas las edades y en todos los movimientos literarios. Lo que nos hace falta es promoción internacional. Yo te puedo dar el testimonio de que, cuando yo he estado fuera del país, que he ido a librerías de diferentes países, tanto en España como en Latinoamérica, he buscado textos de autores dominicanos y no me he encontrado con ninguno. Ni un autor nuestro aparece en las librerías, porque nos falta esa labor de promoción. Es un trabajo de promoción que le corresponde hacer al Ministerio de Cultura para que logre situar a los principales escritores dominicanos, que muchos se lo merecen por la calidad de su producción, por la ejemplaridad de su lenguaje, por el contenido trascendente su escritura  y, sobre todo, por la onda espiritual que transmiten a través de la palabra.

Ibeth Guzmán: Gracias a todos los dialogueros que están del otro lado de la pantalla y sinceramente no hay palabras para agradecerle al Maestro Bruno Rosario Candelier que vino a compartir con nosotros su vida de rigor intelectual, de disciplina, de mucha lectura y escritura. Vino a regalarnos una tarde de alegría y de gozo espiritual. El próximo mes saca su libro La sabiduría sagrada, que esperamos con ansias del doctor Bruno Rosario Candelier, que no para de escribir. Maestro, usted tiene una disciplina ejemplar, rigurosa, que escribe todos los días. 

BRC: Cierto, escribo cada día.

Ibeth Guzmán: Maestro, qué felicidad. Gracias por regalarnos esta tarde.

BRC: Muchísimas gracias a ti. Me siento altamente complacido por este encuentro y quedo a tu disposición.

Ibeth Guzmán: ¡Ay! Gracias, Maestro.

BRC: Bendiciones del Altísimo para ti y todos ustedes, presentes en la pantalla.

Ibeth Guzmán: Un abrazo. Y será, a todos ustedes, hasta un próximo diálogo académico online. Hasta entonces. 

BRC: Bendiciones del Altísimo. ¡Salud y vida!

(Facebook live, conversatorio entre Ibeth Guzmán y Bruno Rosario Candelier).

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