CONVERSATORIO CON RAFAEL PERALTA ROMERO
En el Curso de Creación Literaria “Pedro Mir”, realizado en la Biblioteca “Juan Bosch”, de Funglode, tuvo lugar un conversatorio con el escritor y académico de la lengua Rafael Peralta Romero, quien se ha distinguido como periodista, narrador, ensayista y lingüista, áreas del saber que forman parte de la personalidad metafísica del intelectual michense.
Rafael Peralta Romero contó cómo se fue forjando en él su vocación literaria: “Yo sé que cuando estaba en octavo grado, una misión de jóvenes seminaristas y entre ellos uno mucho más culto, pues tenía mucho más lectura que yo, que estaría como en tercero de bachillerato con buena formación, yo le dije: “Mira, yo tengo esta dificultad y es que yo quiero ser escritor”, y él me dijo: “Pero los grandes escritores han sido sacerdotes”.
El narrador esteño manifestó que ese dato fue determinante para que él decidiera ingresar al seminario San Pío X, ubicado en Licey al Medio, en el corazón del Cibao, entre Moca y Santiago: “En ese seminario por primera vez en mi vida vi una biblioteca. Yo había visto libros, pero no todos juntos en un estante de libros”, manifestó.
Dijo que fue adquiriendo libros, novedoso para él ya que el pueblo donde nació y se crió, Miches, no tenía ninguna tradición de escritores, ni de gente culta. Sus abuelos y su padre eran agricultores, aunque toda su familia eran gentes trabajadoras y del campo.
Más adelante, este servidor le pidió que hablara de la anécdota en la que refiere que su padre lo descalificó para el trabajo agrícola. El lingüista michense contó que esa anécdota consistió en que los hombres como su papá, de trabajo duro, entendían que la persona que no tiene mucha destreza, les buscan nombres calificativos, como “sin servir”: “Si uno va bajando una jardita con un saco y uno se cae o uno va a subir y no lo puede subir porque llevas un saco pesado, entonces te dicen: “Tu eres un blandito”.
Peralta Romero relató que un día a él le dio un mareo, que eso tiene su explicación. Estaba frío y sudando y su padre lo sentó en una sombrita y le dijo unas cuantas durezas y después lo fue alejando del trabajo agrícola. Lo dejaba en la casa, pero en la casa a él le tocaba una tarea, que era secar el cacao. Eso era una gran responsabilidad, porque sacar el cacao de una casita al secadero era un gran trabajo: “Ahí fue cuando intervino el agrónomo mocano que visitaba a mi papá, llamado Rafael Espinal. Ese señor fue de los primeros que se hizo amigo de mi papá. Ellos iban a mi casa a hablar con mi papá, quien no era una persona con estudios, pero era buen conversador, tomaban su café y tenían un sitio donde pasar buena parte de la noche, conversando y hablando de todo”.
El escritor expresó que fue Rafael Espinal quien le dijo a su papá, refiriéndose a él: “Ese muchacho va ser literato”, pero entonces él no sabía qué significaba la palabra “literato”.
Durante el conversatorio el escritor habló de su obra La neurosis de Judas, y explicó cómo le vino a la mente articular un cuento con una trama en la que Judas Iscariote es el personaje principal. El narrador dijo que con ese título escribió hace unos años un artículo aplicado a un aspecto de la realidad política apropósito de un personaje público que traicionó a su partido y que debió llamarse Judas: “Yo elegí a Judas porque a mí me duele mucho la actitud de él y de algunos autores. Ellos contradicen la teología. Yo digo que hay que insistir en la traición de Judas. Yo pensé en hacer eso durante un par de años, y dije que había pensado escribir una novela, pero decidí dejarlo en un cuento más o menos extenso que forma parte de un grupo de cuentos de la misma extensión, que están en un libro con el tema de la conciencia”, explicó el escritor interiorista.
Contó que llegó a la narrativa por los años de 1960, siendo estudiante de bachillerato cuando veía en el Listín Diario el concurso de cuentos que organizaba el Movimiento Cultural “La máscara”. También había leído el comentario que hacía Joaquín Balaguer sobre el cuento “La nochebuena de Encarnación Mendoza”, de Juan Bosch. Leyó Apuntes sobre el arte de escribir cuentos, del propio Bosch, y se le metió una idea orgullosa: “Pero si esto lo dijo Balaguer sobre “La nochebuena de Encarnación Mendoza”, entonces yo puedo escribir un cuento así”.
Compartió que así escribió el cuento “La culebra de guano”. Comenzó con apuntes y ese fue su primer cuento, que ganó mención en aquel concurso de cuentos.
Peralta Romero confesó que aún no se siente satisfecho como escritor, ya que le faltan algunas novelas, según la respuesta que diera a la pregunta del director de la ADL, quien consideró buen signo esa disposición del escritor.
Santo Domingo, Biblioteca Juan Bosch, 15 de agosto de 2017.