RAFAEL PERALTA ROMERO RESALTA LA CREATIVIDAD VERBAL DE NUESTRA LENGUA

«Adaptación de palabras extranjeras sin dañar el idioma español» 

   El académico Rafael Peralta Romero dictó una charla en la Biblioteca Nacional Pedro Henríquez Ureña con el título «Adaptación de palabras extranjeras al idioma español».

Al iniciar su exposición el conferenciante afirmó que estamos llenos de italianismos, anglicismos y galicismos. «Claro, no vamos a hablar de los latinismos porque el español es hijo de esa lengua y todo viene de ahí. Vamos a decir que “ferretería” viene del latín, porque ferro es ‘hierro’. La ciencia está llena de palabras griegas: la medicina, la sicología, nombre de huesos… Pero esas no son las palabras a las que nos referiremos y vamos a adaptar su uso, sino palabras que llegaron por la vía del comercio, del arte y de la cultura. Del italiano llegaron muchas palabras como soneto y la palabra piano, y todas esas palabras que se usan en el canto: soprano

«Si no pueden ser traducidos, los adaptamos y los adoptamos», apuntó. 

Al comprender la necesidad de los hablantes, el intelectual explicó que «algunos extranjerismos, que nos llegan por distintas vías (del arte, de la tecnología, del comercio), si no pudieran ser traducidos, entonces, los adaptamos y los adoptamos (palabras diferentes que se parecen fonéticamente, pero que también, en el caso que estamos hablando, se parecen mucho: “adoptar” y “adaptar”), y le decimos: “Tú te vas a quedar aquí, pero tú te riges por lo que nosotros somos”». Afirmó que «Es innegable que este recurso, es decir la adaptación, es una vía para enriquecer el léxico del español, ya de por sí bastante amplio».

Expuso que «El español ronda como las 90,000 palabras (registradas en el Diccionario de la lengua española) más las palabras que se llaman “americanismos”». Dijo que «Cada país de lengua hispana tiene su Diccionario, y hay un Diccionario de americanismos»: «Entonces, ¿cuántas palabras tiene el español? Eso no se sabe porque, vamos a decir, hay palabras que nosotros usamos todos los días que no están en el Diccionario, y palabras que usamos con otro sentido. Por ejemplo, la palabra “cuero” está en el Diccionario, pero para referirse a ‘piel’. Y cuerazo está en el Diccionario, pero para referirse a ‘golpe con el cuero’. Pero ustedes saben… no está en el Diccionario “cuerazo” con el sentido que nosotros lo usamos», consignó el analista.

 

«La adaptación conlleva desaparecer algunas vocales repetidas y sobre todo consonantes que no hacen falta»  

«La palabra “álbum” no ha sido adaptada como otros latinismos: como “podio”, “auditorium”. Se dice “auditorio” y se dice “auditórium”. Pero a auditorium en latín le dicen: “Tú vas a entrar al español, pero, eso sí, tú te pones eso (un sombrerito llamado ‘tilde’). Ponte tu tilde para que seas de nosotros”. “Auditórium” se pone su tilde, si no: “Pues te cambiamos por ‘auditorio’”».  Expuso que «El beisbol es una buena fuente para explicar lo que es adaptación de palabras, comenzando por esa base ball. ‘beisbol’, ‘béisbol’. En el béisbol tenemos muchas palabras que los periodistas en un momento asumieron conciencia de la lengua y la tradujeron». Las palabras adaptadas presentadas por don Rafael Peralta Romero fueron en total 113. De ellas es esta otra porción (recomendamos acceder al enlace compartido el pie de esta reseña para conocerlas todas):

alegro (allegro). Voz latina. Indica viveza en el pasaje musical.

alzhéimer (Alzheimer). Voz alemana. Aunque procede de nombre propio pasa a común y va en minúscula.

bonsái (bonsay). Del japonés. Planta ornamental convertida artificialmente en enana.

beicon (bacon). Panceta ahumada. Lo que aquí llamamos tocineta.

bacón. Es otra forma de adaptación más fiel a la grafía, mientras la anterior lo es a la pronunciación.

beis (beige). Del francés. Color castaño claro.

chofer (chauffeur). Francés. Persona que conduce vehículos como oficio.

   Peralta Romero explicó que «Las palabras tienen dos vías para ser adaptadas: UNA, la escritura original; y OTRA (la más frecuente), la pronunciación de la palabra. “Beicon” entró por su sonido: “beicon”, así se escribe en español.

—Público (F): Tocino.

—RPR: Tocineta. Tocineta sí. “Tocineta” es la traducción; y la adaptación es ‘beicon’. Entones, si queremos hablar más o menos en inglés, porque muchos creemos (ese es otro tema), muchos dominicanos —yo no sé otros hablantes del español—, tenemos un complejo de inferioridad lingüística frente al inglés, y creemos que las cosas dichas en inglés le dan a uno prestancia, y tenemos un gran respeto por otras lenguas.

Con la sutileza del periodista Rafael Peralta Romero compartió la siguiente anécdota: «Yo publiqué mi primer libro de cuentos, que se llama Punto por punto —yo estudiaba Derecho en la Universidad del Este— y un profesor que lo leyó, un abogado reconocido, me felicitó por el libro; pero me hizo una observación. En mi libro aparecía la palabra “bazuca”, escrita “b a z u c a”, y él me observó que «bazuca» se escribe con dos “o”. Y es con “oo” y “k” en la lengua de que procede; pero en español, «bazuca», ya, ese instrumento que no debió existir en el mundo, existe. Por tanto, si existe el instrumento, existe la palabra: “bazuca”, “zu”. Y no teman, que tienen respaldo».

Las observaciones lexicográficas de esta ponencia «están amparadas, sobre todo, en el Diccionario panhispánico de dudas, publicación oficial de las Academias, el Diccionario de la Academia, el Libro de estilo de lengua española y la Ortografía de la lengua española, todos, publicaciones de la Asociación de Academias de la Lengua Española y de la Real Academia Española», consignó el académico.   

«He observado que los hablantes del castellano a menudo muestran, o mostramos, mucho aprecio por otras lenguas, y nos esmeramos en escribir los términos de estas que nos llegan prestadas conforme a su grafía original; pero olvidan que esa actitud puede ir en desmedro de nuestra lengua, la cual ha de merecernos más respeto que las otras. Los periodistas hacen todo el esfuerzo por escribir en inglés —con muchas vocales con muchas consonantes que no hacen falta— el nombre de una cosa que tiene mangueritas, para unos muchachos desaprensivos fumar en grupo. ¿Cómo se llama eso?».

—Público: Juca.

—RPR: Yo, si tuviera que escribir esa palabra la escribiera: “j u c a”, parecido a “yuca”. Claro, algunos que tienen complejo, cuando diga “juca”, van a pronunciar ‘yuca’, porque los dominicanos creemos que la j tiene que ir con sonido y. Hay palabras en español para ese instrumento innecesario, pero si vamos a aceptar “juca”, escribámosla “juca”.

«Todo vocablo extranjero antes de ser adaptado al español debe escribirse con una marca».  «Si es en caracteres de imprenta será la cursiva —dijo— y si el texto ha sido escrito a mano la marca será colocar el vocablo de que se trata entre comillas. Solamente va entre comillas, por ejemplo, las palabras burlonas, para cuestionar, la mala fe. Por ejemplo, referirse al escritor Peralta Romero, y ponerle “escritor” (entre comillas): eso es un discurso entero contra Rafael Peralta Romero».

«Cuando se adaptan al español los vocablos foráneos, deben comportarse como palabras de nuestro idioma».  «Unos asumen la tilde, como “blíster”; otros la ñ, como “champaña”, “lasaña”; otros pierden algunas consonantes, como “chofer”, y el apellido “Masara”, que era con zz, cuando llegaron los primeros “Mazzara”».

 

«Los nombres procedentes de lenguas que no emplean el alfabeto latino…»

«Lenguas que no usan el alfabeto latino, que se escriben con unos palitos…, como el árabe, el chino o el japonés, ¿cómo lo adaptamos? No hay forma. Primero vienen unos especialistas y le hacen un proceso que se llama transliteración. Por ejemplo, cogen esos palitos chinos y dicen: “Ahí dice chofán”. Bueno, pues escribimos chofán.  Ahora vienen otros problemas a través de eso: adoptan la forma correspondiente a la lengua de quien hizo la transliteración. Por eso un chino va a los Estados Unidos adonde un embajador, le hacen su relación y le dicen: “Usted se llama John” (Aquí vino alguien y quien le hizo la transliteración le dijo “Tú vas para República Dominicana: tu nombre es Juan”). Por esa transliteración, hecha por cada cual, el nombre del país conocido por Qatar en español es ‘C a’, Catar, porque eso es que lo estamos pronunciando. Y así, su gentilicio, ¿cómo lo escribimos?: catarín, con c. Entonces el país es Catar —a confianza—».

«Soja y judo proceden del japonés, pero quien la transliteró al alfabeto latino las escribió con : «Soja», un alimento, ¿verdad? Pero los dominicanos decimos «soya». Y un juego, cuyo practicante tiene una federación que se abrevia «Fedoyudo», pero ellos escriben «Fedojudo»; y si es «Fedojudo» es «Fedojudo». Entonces, esas dos palabras proceden del japonés: soya y yudo. Ambas proceden del japonés, pero quien la transliteró al alfabeto latino las escribió con j, y nosotros, muy complacientes con la fonética inglesa, pronunciamos la j con sonido de y.

—Publico (M): Y «jipeta».

—RPR: No, «yipeta» es aparte.

  «La adaptación de palabras en nuestra lengua es trabajar en pro de la renovación y de la perfección de nuestra lengua», expresó Rafael Peralta Romero.   

Concluyó: «Nuestro idioma debe merecernos más respeto que todos los otros. ¿Por qué tanta preocupación por escribir esas palabras que proceden de otros idiomas? No, preocupémonos por escribir el de nosotros. Los académicos de la lengua, lejos de las opiniones despectivas con las que a ellos se refieren algunas personas, trabajan por la renovación y perfección de nuestra lengua. La adaptación de palabras a nuestra lengua es eso: trabajar en pro de la renovación. Y fíjense que en la lingüística hay tendencias: algunos le llaman “puristas”, porque son conservadores. Entonces, el que acepta palabras de otras lenguas no es tan conservador, no es purista; lo que quiere es que las palabras se escriban como debe ser en español».

(Reporte de Miguelina Medina  https://www.youtube.com/watch?v=kCWnspTQ-Js

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