CHARLA DE BRUNO ROSARIO CANDELIER SOBRE LAS LETRAS

Por Miguelina Medina

 

En un encuentro virtual del grupo “Encuentro con la poesía”, dirigido por el gestor cultural Domingo de la Cruz, el doctor Bruno Rosario Candelier expuso sobre el tema “Similitudes y diferencias de la producción literaria dominicana entre 1950-2000”.

Al tomar la palabra el doctor Rosario Candelier agradeció la invitación al organizador y a los presentes por participar en esta actividad. Expresó que “actividades como esta suelen ser positivas por el hecho de que motivan la creación literaria, que es muy importante”.

Inició su charla expresando que “partiendo del original griego “poiesis”, poesía significa creación, alusiva al arte de la creación verbal. Explicó que “a mediados del siglo XX, en los años 50, hay cinco grupos claves que fueron protagónicos en la literatura dominicana: los postumistas, encabezados por Domingo Moreno Jimenes; los Independientes del 40, encabezados por Héctor Incháustegui Cabral; la Poesía Sorprendida, liderada por Franklin Mieses Burgos; la Generación del 48, con Máximo Avilés Blonda; y la Generación del 60, con Marcio Veloz Maggiolo. Expuso que esos grupos literarios “estuvieron vigentes hasta los años 80 del siglo XX” ya que tuvieron “creadores de alta categoría”: “Las más importantes obras literarias en el plano poético, que se escribieron en la literatura dominicana del siglo XX la firman los integrantes de esos grupos y han tenido una vigencia indiscutible en el transcurso de nuestra historia literaria, tanto en narrativa como en poesía, teatro y ensayo”, señaló.

Dijo que entre los Independientes del 40 había dos santiagueros ilustres: Manuel del Cabral y Tomás Hernández Franco; en la Poesía Sorprendida sobresalían el montecristeño Manuel Rueda y los mocanos Manuel Valerio y Aída Cartagena.  Señaló que “la presencia de esos autores es significativa y determinante para apreciar el desarrollo de la literatura dominicana, que alcanzó su más alto desarrollo”. “Inclusive, Moreno Jimenes, que era de una etapa anterior, estaba vigente todavía”, consignó. Puntualizó que “los grandes creadores dominicanos del siglo XX, incluso de la primera parte del siglo XX, tuvieron una presencia significativa a partir de los años 50, y esa presencia es tan importante que cuando el país se abre a nuevos aires, a principios de la década de los 60, esos grupos siguen influyendo”. Destacó que Manuel Valerio, que formó parte de la Poesía Sorprendida, influyó en la gestación de los jóvenes del 60; y lo mismo pasó con Aída Cartagena Portalatín, que influyó en los jóvenes creadores y, por supuesto, Manuel Rueda, cuyo influjo fue vigoroso, no solo por la categoría suya como escritor, sino por la dirección de “Isla abierta”, suplemento del periódico Hoy.

Rosario Candelier expresó que “es importante subrayar el impacto que tuvieron los suplementos literarios en las décadas de los 60 al 90”, incluido “Coloquio”, suplemento literario del periódico El Siglo, que tuvo la honra de dirigir: “Yo recuerdo que cuando llegaba el fin de semana todos buscábamos los suplementos literarios; fue famoso el “Suplemento Cultural” del periódico El Nacional, dirigido por Freddy Gatón Arce,  por el impacto que creó en la juventud”. Expresó que “ese influjo de los suplementos culturales ahora no lo tenemos, excepto el periódico Hoy, con el suplemento “Areíto”, que es cultural, aunque la literatura tiene un buen espacio; sin embargo, nos hacen falta suplementos literarios porque concatenaban a los lectores con la literatura”: “Tengan presente que para el desarrollo de la literatura es muy importante la existencia de los lectores porque es entre los lectores donde nacen los escritores”.

Dijo que “la etapa de 1950 al 2000 fue fundamental en todos los géneros literarios”. Rosario Candelier destacó que “en el campo de la poesía, en los años 80 del siglo XX, el Cibao fue determinante en la gestación literaria, como fue el aporte del Grupo de Escritores del Cibao, con Manuel Mora Serrano y este servidor al frente, y creadores como Cayo Claudio Espinal, José Enrique García, Pedro José Gris y Sally Rodríguez”. Expresó que “concomitantemente a ese influjo cibaeño, en Santo Domingo tenían una fuerte presencia escritores como Enriquillo Sánchez, León David, Jeannette Miller, José Mármol, Odalís Pérez, Manuel Núñez, Manuel Matos Moquete, Tulio Cordero y otros”.

“No puedo mencionar a todos los escritores importantes de ese primer medio siglo, en cuanto a esta valoración –dijo–, porque fueron muchos los autores cuya presencia siguió siendo significativa y sigue siendo aún, como Marcio Veloz Maggiolo en la narrativa o Federico Henríquez Gratereaux en el ensayo, que han sido intelectuales determinantes para el desarrollo de la creatividad durante muchos años, como Virgilio Díaz Grullón, Andrés L. Matero y José Alcántara Almánzar en narrativa, o León David, José Rafael Lantigua y Manuel Núñez en la crítica”. Dijo que “un detalle importante es que hay escritores con una obra fundamental y, sin embargo, no gozan de un reconocimiento o de una presencia o de un conocimiento de parte de los demás escritores”. Puso como ejemplo a dos escritores, José Acosta y José Frank Rosario, que residen en Nueva York, o José Bobadilla, autor de una prosa maravillosa y que pocos citan. Y la obra de dos bibliógrafos fundamentales, como Franklin Gutiérrez y Miguel Collado.  Dijo también que hay escritores que se desarrollaron en la parte final del siglo XX y tienen una obra importante, como Freddy Bretón, Manuel Salvador Gautier, Pedro Antonio Valdez, Emilia Pereyra, Ofelia Berrido, Ángela Hernández, Rafael Peralta Romero y Miguel Solano.

Rosario Candelier expresó que hay muchos escritores que ya tienen una obra significativa, entre los nuevos creadores, como Yky Tejada, Fausto Leonardo Henríquez, Leopoldo Minaya, Carmen Comprés, Jit Manuel Castillo, Jaime Tatem Brache y Reina Lissette Ramírez. Puntualizó que “hay muchos escritores con una obra significativa, con una obra de calidad, representativa de los movimientos y de las diferentes tendencias estéticas”.

De los “textos fundamentales” que mencionó, citó a Territorios extraños, de José Acosta; En la voz del silencio, de Jit Manuel Castillo, un fraile franciscano residente en Santo Domingo; Un latido en el bosque, de Yky Tejada; Luz de los cuerpos, de Sally Rodríguez, una obra fundamental en la lírica dominicana; La hora llena, de Leopoldo Minaya; Si el alba se tardara, de Tulio Cordero; y Gemidos del ciervo herido, de Fausto Leonardo Henríquez, residente en España, Premio Internacional de Mística de la Fundación Fernando Rielo, una hermosísima obra de lírica mística;  Las voces, de Pedro José Gris; Recinto de fuego, de Carmen Comprés; Danza del amor y los mandalas, de Tony Raful y No es un soplo la vida, de Daniel Beltré –que nos sorprendió porque él no formaba parte del mundillo literario-, un abogado, residente en Santo Domingo, con una obra singular, extraordinaria”.

“La literatura dominicana está viva, está pujante”

Así lo consignó el crítico literario, “ya que tenemos autores fundamentales en el plano del cuento, la novela, la poesía, el ensayo y la crítica literaria”.  “Yo no voy a decir que puedan competir con los autores establecidos del siglo XX, como Manuel Rueda, Franklin Mieses Burgos, Antonio Fernández Spencer, Freddy Gatón Arce, Manuel del Cabral, Tomás Hernández Franco, Héctor Incháustegui, porque mientras el autor está vivo hay la esperanza de que siga escribiendo y de que pueda producir un texto superior en términos conceptuales, estéticos y espirituales”.  Destacó que “la tradición nuestra, muy rica desde mediados del siglo XX con la presencia de autores como Domingo Moreno Jimenes, Juan Bosch, Joaquín Balaguer, Manuel del Cabral, Franklin Mieses Burgos, Manuel Rueda, Aída Cartagena y Flérida de Nolasco, así como Lupo Hernández Rueda y Máximo Avilés Blonda de la Generación del 48, tal vez han sido poco estudiados o poco valorizados”.

Rosario Candelier expresó que “la presencia social favorece a la difusión de la obra, de tal manera que una deficiencia de nuestra literatura, en términos de proyección internacional, no es por falta de calidad de nuestros autores o de nuestras obras, sino por falta de ese estímulo a nivel internacional”. Señaló que “el Ministerio de Cultura tiene la responsabilidad de procurar esa promoción para contribuir a la expansión y la difusión de las grandes obras de autores dominicanos. Dijo que “un autor como Manuel Valerio, que formó parte de la Poesía Sorprendida, tiene una obra memorable, pero los mismos escritores dominicanos lo desconocen”, comentó.

El destacado analista literario valoró que “hay mucha gente, sobre todo en el ámbito de la juventud, que está interesada en la literatura, que le va a dar continuidad a esa tradición que viene desde el siglo XIX  y seguirá proyectándose en el tiempo con la creación de las nuevas generaciones”. Dijo que “es muy importante esa tradición porque, si hablamos de un autor de la categoría de Juan Bosch o Alfredo Fernández Simó o Melba Marrero de Munné, quisiéramos que aparecieran en las nuevas generaciones creadores que pudiesen, no para competir ni establecer una marca de diferenciación, porque la literatura no es una carrera de caballos para entrar en una competencia, sino que se pueda poner como referente y decir ‘este escritor tiene una obra que puede proyectarse como se ha proyectado la obra de Juan Bosch o la de Manuel del Cabral o de Franklin Mieses Burgos’”.

Bruno Rosario Candelier consignó que “un autor como el que va a continuación, me refiero a Odalís Pérez, tiene una creación poética formidable que muchos desconocen. Cuando estudié la obra poética de Odalís Pérez comprobé que es de los pocos poetas dominicanos que han cultivado la creación poética a la luz del protoidioma de la creación con alta propiedad semántica, estética y literaria, y eso es significativo en un autor”. Destacó que “un creador como Odalís Pérez hay que darlo a conocer y proyectarlo para que aprendamos de él lo que él ha aportado a través de la lírica, el ensayo, la crítica y la teoría literaria, géneros en los que ha hecho un aporte eminente”.

El director de la Academia Dominicana de la Lengua evocó el día en que conoció a Domingo Moreno Jimenes y Max Henríquez Ureña en la Librería Dominicana: “En el año 1964 yo asistí a una conferencia en esa famosa librería y tuve la suerte de conocer a Domingo Moreno Jimenes y a Max Henríquez Ureña, que fue memorable para mí. Entonces tenía 23 años, y cuando uno, al comenzar, tiene la oportunidad de conocer a un escritor establecido, eso es de alta motivación para uno. Y, de hecho, hay una foto por ahí donde figuro con esas celebridades de la literatura dominicana. Traigo ese hecho a colación por el impacto que determinados hechos y escenarios significan y concitan para la creación. La citada librería era un centro de cultura, donde se impartían charlas y conferencias, un centro de encuentro de intelectuales, lectores y escritores, y la literatura necesita tanto a los creadores de obras literarias como a los que la leen. Sin lectores, la obra literaria no culmina su destino que es, justamente, que haya esa comunión entre el autor, la obra y el lector”.

“Una de las muchachas hizo una pregunta a la que me voy a referir tangencialmente, y es el hecho de que los que escriben deben hacerlo, si aspiran a ser genuinos y auténticos, desde sus propias intuiciones y vivencias. ¿Para qué?  Para que haya el testimonio de lo que perciben del mundo.   Cada ser humano tiene un punto de contacto con el Universo y desde ese punto de contacto tiene acceso a una perspectiva singular y peculiar de la realidad. De tal manera que cuando uno tiene conciencia de eso, opta por testimoniar lo que percibe y eso lo convierte en escritor –que es lo que hemos hecho todos los que escribimos–, para lo cual lo primero que se necesita es fe en uno mismo, en el propio talento y en la posibilidad de hacer un aporte a través de nuestra palabra.

“Mediante el cultivo de la palabra podemos contribuir al desarrollo de la conciencia, fundamental para concitar y sentir la dimensión estética y espiritual de la palabra”, comentó Bruno Rosario Candelier al concluir su charla temática.

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