PERFIL LITERARIO DE JOSÉ MÁRMOL
Por Bruno Rosario Candelier
A Irene Pérez Guerra,
A quien le encandila el buen decir.
“Voy hacia la estrella del Uno y sus orquestas.
Empecé por el barro y la luz he de alcanzar”.
(José Mármol, “Llega a cantar lo que eres”)
Cuando concebí la organización de este acto en homenaje a José Mármol, ocurrió un acontecimiento muy importante para las letras dominicanas. Fue justamente el XII Premio Casa de América de Poesía Americana, que nuestro querido poeta obtuvo en España en este año de gracia de 2012, otorgado a su libro Lenguaje del mar. Cuando un autor dominicano merece un reconocimiento internacional, lo menos que podemos hacer es celebrar ese galardón como algo realmente significativo, por el reconocimiento a favor del autor galardonado y por lo que ese reconocimiento entraña para las letras nacionales.
José Mármol tiene una trayectoria literaria limpia, facunda y positiva, razón por la cual ocupa un lugar señero en la literatura dominicana (1). Esa trayectoria lo distingue y enaltece como una persona de mucha armonía y creatividad, con relaciones fraternales y, sobre todo, como un creador que ha asumido la palabra con la conciencia que conlleva entender lo que es la creación. En uno de sus libros, El lenguaje de la poesía, Mármol ha revelado que desde niño fue tocado por una singular apelación para consagrarse, en primer lugar, a la creación artística y posteriormente a la creación literaria. Esa entrañable apelación de su sensibilidad penetró tan honradamente en su alma, que necesariamente tuvo que acudir al cultivo de la palabra para canalizar creadoramente lo que esa apelación implicaba.
Las personas que se sienten sacudidas por la “energía de la creación” y estimuladas por el “impulso de la creatividad”, saben lo que estoy diciendo, porque se trata de una fuerza que está por encima de su voluntad, con un ahínco superior a sus inclinaciones intelectuales o afectivas, ya que se trata de una fuerza que opera en el centro mismo de la sensibilidad y fuerza a consagrar tiempo y talento en un dirección determinada. En el caso singular de José Mármol, esa fuerza lo impulsaba al arte de la creación poética, al que ha dedicado el mayor esfuerzo creador y la más alta cuota de su aporte literario, como lo evidencia el conjunto de sus publicaciones poéticas.
La vocación literaria implica dedicación, cultivo y consagración para llevar a cabo lo que esa vocación concita. En la antigüedad clásica de la cultura griega, Heráclito de Éfeso tuvo la intuición del Logos, con el cual daba a entender la fuente de creación inherente a la energía interior de la conciencia. El pensador presocrático tuvo el acierto de convocar a los jóvenes de su época con inclinaciones intelectuales, estéticas y espirituales. Al comprobar tanto entusiasmo y tanta participación de la juventud pensante de su época, se vio en la necesidad de hacer una clasificación y creó el grupo de los pensadores, es decir, de los jóvenes con tendencias a la reflexión y el cultivo de la inteligencia profunda, conformando un sector de los pensadores con los jóvenes que tenían vocación pensante. También formó el grupo de los estetas, vale decir, de los jóvenes que tenían vocación para el arte, inclinación que se aprecia cuando se manifiesta una singular atracción hacia la belleza y el esplendor de lo viviente. Y en tercer lugar, articuló un grupo de personas con particular inclinación hacia la contemplación y la espiritualidad, en el que incorporó a los jóvenes con tendencias contemplativas y místicas.
Al escuchar las palabras de Manuel Matos Moquete en su estudio sobre la poesía de José Mármol, me vino a la mente la idea de Heráclito de Éfeso, que fue uno de los antiguos pensadores presocráticos, el primero en la antigua cultura griega en articular un pensamiento reflexivo y una conceptualización estética para explicar lo que entrañaban, en términos teoréticos, la mística, la poesía y la filosofía. Si Mármol hubiera sido uno de esos jóvenes de la antigua Grecia y le hubiese tocado vivir en la esplendorosa época de Heráclito, ciertamente hubiera sido una tremenda duda para el pensador presocrático determinar en qué grupo ubicar a nuestro poeta. ¿Dónde, en qué sector, incorporar a José Mármol, ya que tiene inclinación filosófica, vocación teorizadora y talento poético?
José Mármol no solo es un poeta, es decir, alguien que asume la palabra con un propósito estético y espiritual, sino que es, además, un pensador y un cultor de la lengua que tiene la capacidad intelectual para reflexionar sobre la palabra misma. Los antiguos griegos, cuando hablaban de reflexión, usaban una palabra, que en griego es θεωρειν (theorein, ´teoría´), de cuyo vocablo proviene en español “teoría”. Pues bien, para los antiguos griegos el concepto de teoría implicaba la actitud mental de asumir una visión reflexiva del acontecer del mundo a partir de la contemplación de lo viviente, porque suponían en el sujeto creador una actitud de contemplación ante las cosas; no una mera actitud superficial y simple, sino una actitud honda, meditativa y reflexiva, en la que el ser humano había de reflejar sus inclinaciones intelectuales, morales, estéticas y espirituales, dimensiones propicias para entender el sentido del mundo, el sentido de la vida y el sentido de la creación.
En la poesía de José Mármol se nota esa capacidad suya para dar una visión de la vida, para testimoniar esa dimensión estética de lo viviente, para hacer una creación de una manera atractiva y profunda, que es lo que realmente lo convierte en poeta, porque “poeta” en griego quiere decir ´creador´, creador de la palabra, creador de intuiciones metafísicas, creador de imágenes y conceptos mediante los cuales plasma su visión del mundo y da testimonio de lo que intuye y valora, de lo que concita su sensibilidad y su intelecto. Para conseguirlo, hay que contar con una inteligencia sutil y una sensibilidad estremecida, como efectivamente posee José Mármol y eso le ha permitido a él, no solo teorizar en el campo del pensamiento discursivo para dar cuenta del fundamento de la poesía, que es una de las expresiones más luminosas de la creatividad humana, sino crear poesía o, lo que es lo mismo, generar formas expresivas que dan cuenta de un hecho creador encarnado en las palabras que formalizan imágenes y símbolos por cuanto la creación poética permite adentrarse en el ser de las cosas, en el alma misma de lo viviente, en la conciencia del propio sujeto creador, en la conciencia del Cosmos mediante la percepción que tiene el sujeto creador de las cosas y en la relación que la conciencia y la sensibilidad del creador establece con la misma realidad y con el Cosmos a través de intuiciones y vivencias de la experiencia ordinaria y de la experiencia cósmica.
Para dar cuenta de ese poder creador de la inteligencia y la sensibilidad, hay que haber desarrollado lo que he llamado sensibilidad trascendente, es decir, esa dimensión de la sensibilidad que nos permite ponernos en contacto con la dimensión honda y profunda de las cosas y establecer una vinculación particular con el alma del mundo, con la fuerza espiritual del Universo que el Numen canaliza a través de la palabra.
Cuando Heráclito concibió el concepto que funda la idea de la palabra, la expresión y el pensamiento que identificó con Logos, entendió la grandeza del ser humano, grandeza que está a nuestro alcance, porque se trata de un don que nos distingue a todos los seres humanos, como en efecto es la posesión de la virtualidad operativa y creadora del Logos, que es ese don hermosísimo con que contamos y que nos permite entender y expresar el conocimiento del mundo, sentir y explicar en qué consiste la naturaleza, cómo sentimos y cómo son las cosas, de qué manera se manifiesta esa forma peculiar que distingue la sensibilidad humana; y esa disposición intelectual, espiritual y estética se ha desarrollado creadoramente en José Mármol; por eso él ha podido escribir lo que ha escrito y se ha formado académicamente para plasmar, mediante el concurso de la palabra, lo que intuye su intelecto y capta su sensibilidad. Para ello ha dedicado muchas obras de su vida a la lectura formativa, al estudio de la palabra, al conocimiento de la lengua, porque Mármol tiene una virtud entre los hablantes y los poetas dominicanos, ya que tiene cabal conciencia de su lengua. Esto ha ayudado a Mármol enormemente, él mismo lo ha dicho en algunos de sus escritos, pues tiene conciencia de su lengua y esa conciencia ha sido fundamental para entender el mundo, para entender su vocación como creador y para comprender el alcance de la palabra.
Los creadores hacen uso especial de la palabra; los creadores literarios acuden a la palabra para testimoniar lo que sienten ante las cosas o lo que inventan con su poder de creatividad. Cuando la realidad apela nuestra conciencia y concita nuestra sensibilidad, el asombro se vuelve estímulo creador para convertir en imágenes y conceptos las incitaciones que las cosas sugieren a la luz del encanto sensorial o de los efluvios trascendentes.
Todos sentimos y experimentamos sensaciones especiales en nuestro contacto con las cosas. Desde nuestra sensibilidad establecemos un punto de contacto con el Universo, pero lamentablemente no todos han podido desarrollar la capacidad intelectual y lingüística para expresar en palabras creadoras, con sentido profundo y belleza sutil, lo que sienten o piensan. Cuando aparece un poeta como José Mármol, tenemos que celebrarlo, reconocer y valorar la obra que ha escrito en beneficio del desarrollo de la literatura dominicana. Su obra se distingue por los atributos de una visión estética y metafísica de lo viviente con una actitud positiva y amorosa ante la vida, y esa disposición armoniosa y solidaria ante la existencia es lo que ha nutrido su sensibilidad y que le ha permitido expresar a través de la palabra lo que motiva su aliento creador.
José Mármol, ahondando en la palabra, ha penetrado en la hondura misma del verbo, en el centro mismo del poema, porque el poema es una creación del lenguaje mediante la cual los creadores canalizan lo que perciben y sienten. Cuando se tiene la capacidad para ahondar no solo en la apariencia sensible de las cosas, sino en el trasfondo significativo que está más allá de lo sensorial, se llega al nivel de la realidad que es la dimensión esencial y trascendente de las cosas. La obra poética de José Mármol es un testimonio vivo y elocuente de esa doble condición de la obra literaria.
Un poeta puede dar cuenta de lo que les acontece a los seres humanos cuando entramos en comunión con lo viviente, dando cuenta de esa dimensión metafísica de lo existente con belleza y sentido. Esa dimensión aparece en la obra poética de José Mármol con una visión fresca, renovada, luminosa de la realidad. Lo que acabo de decir justifica este homenaje a José Mármol, que en esencia es reconocimiento a su ejemplar trayectoria de poeta, intérprete y orientador literario con una ejecutoria que ha enaltecido la creación poética, que le ha dado brillantez al pensamiento teorético, que le ha dado prestancia a su promoción literaria y le ha dado vida y esplendor a la palabra.
En tal virtud, podemos apreciar, entre los rasgos literarios de José Mármol, la expresión de la dimensión hermosa y cautivante de la vida; la valoración del pensamiento en su dimensión profunda; el rol de la palabra como fuente creadora; el impacto emocional inspirado en vivencias que fundan el concepto y la imagen que piensa y expresa la belleza y el sentido.
Hay que ser un teorizador, y de los buenos, para escribir como escribió José Mármol: “Si el poema es un hecho de lenguaje y el lenguaje es inseparable del pensamiento, entonces, el poema es también un objeto de pensamiento o de conocimiento. Este conocimiento es particular, en el sentido de que no tiene que representar conceptos o cosas, es decir, referirlos, sino que el lenguaje poético tiene la facultad de fundar conocimientos. La rosa que cantan en sus distintos poemas Leopold Marechal, Borges, Martín Adán y Franklin Mieses Burgos no es la rosa de algún jardín, sino la que, como sugería Huidobro, crece o nace en el poema mismo. El conocimiento de esa rosa es una empresa fundamentalmente sensible, radicalmente estética, antes que racionalmente epistémica. La rosa de esos poemas contiene todas las rosas de todos los jardines y callejones del mundo, sin que necesariamente ninguna de éstas esté representada en aquella, en la de los versos” (2).
Hay que ser poeta, y de los buenos, para decir como dijo José Mármol en “Santa Teresa de Jesús” (3):
Hoy no es, simplemente, un día más.
Tibia se levanta la luz y resplandece.
El sol, un mismo sol, diferente al sol de ayer,
se arrima a los costados de balcones y persianas,
se arrodilla, tal vez, sereno, casi mudo,
al pie de las colinas de la ciudad, allí.
Entre puertas, torreones y murallas,
La sobriedad añeja rezuma sus delirios.
Hoy no es, sencillamente, un día más.
Es verano de domingo y el tren
ha llegado, sigiloso, a la estación de Ávila.
Un pequeño huerto allí; todo se recoge;
un dedo que apunta a la eternidad.
El misterio se transforma en remanso de piedad.
Pues bien, para formalizar este reconocimiento entrego a José Mármol el diploma que lo acredita con el Premio de la Academia, cuyo texto reza así: “En atención a su aporte creador en cuya poesía la palabra es un fulgor de la imagen que piensa el pensamiento con el uso ejemplar de la lengua, esta Academia distingue a José Mármol con el PREMIO DE LA ACADEMIA. Para que así conste, se expide el presente diploma firmado por el Director y refrendado por el Secretario de la institución”.
Bruno Rosario Candelier
Academia Dominicana de la Lengua
Santo Domingo, Ciudad Colonial, 11 de octubre de 2012.
Notas:
- Poeta, ensayista y orientador literario. Nació en Santo Domingo, República Dominicana, en 1960. Realizó estudios de postgrado en Lingüística Aplicada en el Instituto Tecnológico de Santo Domingo. Coordinó el Taller Literario “César Vallejo”, de la UASD, y el Círculo Literario del INTEC. Ha enseñado filosofía en diferentes universidades del país y ha recibido numerosos premios, entre ellos está el más reciente: el XII Premio de Poesía Casa de América, presea que obtuvo en Madrid por su libro Lenguaje del mar. Ha publicado los siguientes libros de poemas: El ojo del arúspice (Colección Luna Cabeza Caliente, 1984); Encuentro con las mismas otredades I (Colección Egro de Poesía Dominicana Contemporánea, 1985); Encuentro con las mismas otredades II (Editora Amigo del Hogar, 1989); La invención del día (Ediciones Intec, 1989) con el cual obtuvo el Premio Nacional de Poesía 1987; Poemas 24 al Ozama (Madrid, 1990); Lengua de paraíso (Ediciones UNPHU, 1992), galardonado con el Premio de Poesía Pedro Henríquez Ureña 1992; Deus ex machina (Casa de Teatro, Editora Taller, 1994), libro que recibió simultáneamente los premios Casa de Teatro 1994 y el Accésit del Premio Internacional “Eliseo Diego” 1994, de la revista Plural, del diario Excelsior, de México, y la antología personal Lengua de paraíso y otros poemas (Editora Amigo del Hogar, 1997). Además, Voz reunida (poesías de 1984 a 1994), volumen publicado por el Consejo Presidencial de Cultura, en 1999; Criatura del aire (Colección Egro, Amigo del Hogar, 1999); Premisas para morir. Aforismos y fragmentos (Amigo del Hogar, 1999); La invención del día (Bartleby Editores, Madrid, 2000); Deus ex machina y otros poemas (Colección Visor de Poesía, Madrid, 2001); Premesse per moriré (Stampa Alternativa, Italia, 2001). Además, Torrente sanguíneo (Colección Egro de Literatura Dominicana Contemporánea, 2007), con el cual obtuvo, nuevamente, el Premio Nacional de Poesía “Salomé Ureña”; Maravilla y furor (Colección Egro de Literatura Dominicana Contemporánea, 2007); Miradas paralelas, en colaboración con el fotógrafo español Ángel A. Martínez (Amigo del Hogar, República Dominicana, 2009); La poesía del siglo XX en República Dominicana, en colaboración con Basilio Belliard (La Estafeta del Viento, Colección Visor de Poesía, Madrid, España, 2011); El amor, ese quebranto (Colección Egro de Literatura Dominicana Contemporánea, 2012); y Estación de perplejos (Aforismos, sentencias y fragmentos) (Colección Egro de Literatura Dominicana Contemporánea, 2012). Su prosa ensayística inicial fue recopilada en Ética del poeta (Amigo del Hogar, 1997). Además, ha publicado Rufino de Mingo (monografía), en colaboración con José David Miranda (Arte Español Contemporáneo, Madrid, 1991); Las pestes del lenguaje y otros ensayos (Letra Gráfica, R. D., 2004); El placer de lo nimio (Letra Gráfica, R. D., 2004); Cansancio del trópico (Bartleby Editores, Madrid, 2006); La poética del pensar y La generación de los ochenta (Colección Egro de Literatura Dominicana Contemporánea, 2007); Defensa de la poesía: defensa de la vida (Colección Egro de Literatura Dominicana Contemporánea, 2012); y El lenguaje del mar (Premio Internacional de poesía Casa de las Américas, Madrid, 2012).
- José Mármol, La poética del pensar, Santo Domingo, Búho, 2007, p. 26.
- José Mármol, Lenguaje del mar, Madrid, Visor, 2012, p. 46.
Dejar un comentario
¿Quieres unirte a la conversación?Siéntete libre de contribuir