DIMENSIÓN METAFÍSICA Y SIMBÓLICA EN LA POESÍA DE OFELIA BERRIDO

Por Bruno Rosario Candelier

 “Llama que quema y se quema,

se consume y consume:

es tu amor”.

(Ofelia Berrido, “Fuego”)

 

   Ofelia Berrido posee una profunda sensibilidad espiritual y estética en conexión con la Energía Esencial del Universo. Ese atributo de su interioridad se manifiesta en una disposición para asumir la dimensión interna y esencial de lo existente y expresarla en sus creaciones y vivencias mediante una onda metafísica y poética, como lo hicieran Emily Dickinson, Alfonsina Storni y Dulce María Loinaz, aunque en la obra de la poeta dominicana se suma la faceta oriental de su cosmovisión con el aliento cósmico de la creación metafísica, este último rasgo propio de la gran poesía universal.

   Podemos vivir metafísicamente el mundo, que implica vivirlo en su vertiente interna y trascendente, como lo viven los iluminados y contemplativos desde el ámbito de su fuero personal mediante la recreación de una llama, un ideal o un sueño. Para entender este planteamiento es importante distinguir tres aspectos conceptuales vinculados a las vivencias de la realidad:

  1. El “mundo sensible” del ámbito circundante, del cual asumimos los datos de lo real-objetivo para transmutarlos en sustancia de nuestras experiencias interiores y, desde luego, en la temática de la creación.
  2. El “mundo entrañable” de las vivencias interiores, donde podemos recrear, a nuestro gusto y manera, el placer de lo vivido con la fruición de lo sentido.
  3. El “mundo trascendente” de la realidad metafísica para vivir, como dijera Platón, el “mundo ideal” de la verdadera Realidad, como lo suelen experimentar los poetas metafísicos.

La creación poética de Ofelia Berrido (1) es una expresión de la dimensión espiritual de su sensibilidad trascendente, con una orientación hacia el sentido de la vida y el vínculo con lo sagrado. No ignoro que la cualidad de un poema radica en su aliento expresivo, su gracia estética y su imagen expresada en datos sensoriales y hondura interior. Desde luego, las ideas que fundan al poema han de concitar el atractivo del sentido que lo orienta porque algo debe darle brillo a la inspiración. Pero como obra literaria o expresión estética del lenguaje, la formalización de la imagen y el concepto ha de imbricarse a la vertiente afectiva del tema, aunque su imagen o su emoción se funden en el aspecto formal de la palabra o en el contenido profundo del concepto.

Pues bien, desde el pórtico de Pájaros del olvido podemos apreciar la onda expresiva de afectiva espiritualidad en este singular poemario:

Abro ventanales,

penetro valles y montañas

y expulso los pájaros del olvido…

¡Despavoridos vuelan hacia el vacío!

Luego, en la afluencia de símbolos te evoco…

entonces, regresa tu voz desde la entraña

 del misterio y la demencia.

   Hay que saber ponderar el aspecto conceptual en la composición de estos poemas en razón de que para nuestra poeta es muy importante, más que la belleza de la forma, la hermosura del concepto, con un peso específico inherente a su visión del mundo. Ofelia Berrido revela una peculiar atmósfera interior, indicativa del horizonte espiritual de sus vivencias y el aura metafísica de sus creencias. Cuando algo concita la vertiente profunda de la sensibilidad interior, provoca no solo una intensa valoración reflexiva, sino un sentimiento de identificación y entrega.

Nuestra poeta suele refugiarse en el claustro de la intimidad para oír el eco del silencio, sentir la hondura de la meditación, disfrutar el sentido de la soledad y vivir el esplendor de la Creación bajo el halo sutil de lo sagrado. Las composiciones poéticas de Ofelia Berrido constituyen un testimonio vivo y elocuente, no solo de su capacidad descriptiva, sino del fulgor intuitivo de su sensibilidad y del caudal de conceptos y emociones que matizan las singulares vivencias de sus experiencias interiores.

La poesía puede inspirarse en cualquier temática y bajo la línea de cualquier vertiente, lo mismo de las cosas agradables de la vida o de las que generan desencanto o desdicha. El estadio de desaliento que genera una realidad dura y nefasta tiene dos grandes aliados que ayudan a combatir los efectos aniquiladores de una experiencia dolorosa, como son la VIDA INTERIOR DE LA CONCIENCIA y el PODER DE CREATIVIDAD.

Quien ha sido entrenado en los predios de la espiritualidad, como el ejemplo de Ofelia Berrido, adquiere la fuerza interior para transmutar o sublimar lo que desarticula y altera el curso ordinario de la sensibilidad.

La poesía de Ofelia Berrido me recuerda la de Emily Dickinson por la relación de su sensibilidad empática con lo viviente. A la ilustre poeta norteamericana le tocó sufrir una experiencia dolorosa vinculada a una frustración de amor. La “solitaria de Amherst” se refugió en su residencia  -Emily era rica, bella y talentosa-, abandonó el mundo y se encerró a rumiar su frustración en su lujosa mansión. Allí se dedicó a cultivar el jardín, a contemplar la naturaleza y sublimar su desencanto. Para su fortuna contó con la más hermosa vía de sublimación de la pena: la poesía, a la que se entregó en cuerpo y alma, canalizando en el arte del lenguaje artístico el caudal de su experiencia dolorosa y, en vez de malgastar su tiempo replicando su desaliento, transmutó en hermosos versos el contenido de sus vivencias, adobado al sentimiento místico de lo divino, por lo que pudo potenciar su vida interior y su creatividad, dándole a su existencia, mediante el cultivo de la poesía, un sentido de compensación y trascendencia.

En el caso particular de Ofelia Berrido, tres cosas favorecen a esta singular mujer: el DON DEL ALIENTO METAFÍSICO, con la base mística para hacer de su obra un tributo de amor divino; el DON DE LA GRACIA ESPIRITUAL, con el encanto del entusiasmo enaltecedor, para darle a su pensamiento un toque de distinción; y el DON DEL TALENTO CREATIVO, con el arte indispensable para hacer una creación poética.

En efecto, nuestra querida poeta tiene a su alcance esos singulares atributos para hacer de su palabra, mediante la creación poética, la obra que transmuta una dolorosa experiencia en fuente de belleza sublime mediante el caudal de vivencias espirituales, de manera que nuestra poeta ha sabido transmutar la carga de angustias en sustancia creadora para el arte y en ofrenda propicia al Ordenador del Mundo. La llama de esos dones fecunda su sensibilidad, activa su inteligencia y concita su talante estético para gestar frutos edificantes y elocuentes.

El poema “Perdida en el tiempo” presenta el hallazgo intuitivo de su inteligencia, la delicadeza expresiva de su sensibilidad y los efluvios espirituales de su alma. Hermosa creación que revela el talento de una mujer singularmente exquisita, especialmente sensible y copiosamente inteligente. Efectivamente, así es la mente sutil que posa, susurrante y melodiosa, en los átomos ardientes de un corazón enardecido:

La tormenta incitó

 el derrumbe de delirios…

Abatida por la impotencia,

asediada por la tortura

de vivir en un tiempo ajeno

poco a poco muero.

El  espacio…

El espacio no existe,

solo lo imagino para sentirme viva.

Una miga de esperanza,

sin razones y sin palabras,

cantará en silencio mi destino.

Sentiré el instante aún no vivido,

para que el tiempo

de otro pase y llegue el mío.

   El sentido de estos poemas es el destino humano, índice de su vocación mística y de la dimensión espiritual de su sensibilidad trascendente. La cantera temática de la poesía de Ofelia Berrido, desde cuya esencia aflora el fulgor de lo viviente, procede del caudal de sus intuiciones y vivencias, fuente de la cosmovisión espiritual que atraviesa el trasfondo de estos versos entrañables. Además del valor sentimental que estos poemas tienen para su autora, sus composiciones poseen un valor metafísico por la conexión con la energía esencial de lo existente. Cuando nuestra poeta realiza ejercicios de meditación se entrega al fluir de la conciencia o a experimentar la sensación del vacío para sentirse una con el Todo que la envuelve. Esa es la manera en que medita, una forma particular de vivir la interdependencia con el Todo.  El poema «Llanto sostenido» refleja el vínculo cósmico de una sensibilidad engarzada a la Fuerza Espiritual de la Naturaleza, atributo de los poetas metafísicos (2):

Sucedo como arbusto seco,

como leña sin cenizas,

como papel sin letras,

como lienzo sin obra,

como lluvia de mayo que no llega.

Sucedo, en medio del abismo,

entre lágrimas de un llanto sostenido

para que el sufrimiento y lo turbio se agoten,

para que fertilice la tierra

aún no creada, limpie mi alma

y vuelva a nacer la esperanza.

   En el hondón de su sensibilidad la poeta interiorista se vincula con cada uno de los sentidos, físicos y metafísicos, al palpar las múltiples vibraciones de la Naturaleza. Al evocar sus vivencias entrañables las convierte en sustancia de su poesía. El aliento de lo divino, engarzado a lo real, aflora como la fuerza espiritual que la sostiene y alienta. En “Arcanos sutiles” evoca el ánfora sagrada y con ella el aliento vaporoso que la eleva a las altas esferas, al tiempo que como una domna angelicata de nuestro tiempo en cuya virtud, según los antiguos neoplatónicos, la mujer elegida por los guías espirituales del Universo sirve de canal de inspiración, entusiasmo y sabiduría:

Caracola de extinguida voz

sobre tu pecho de palma,

concha de líquido suave,

néctar para tus labios, esa soy yo.

Bebe de mi cáliz la sustancia del Universo,

en este instante de deleite y pasión

bajo el silencio eterno de los siglos.

Antes que se encienda el cocuyo

cuando la sombra lo abrace

en la última hora del adiós.

   Nuestra poeta experimenta con intensidad supremas vivencias de infinito, cuando se pone en contacto con los elementos, especialmente con el fuego o el agua, símbolos de lo viviente. Es una hermosa manera de propiciar la conexión interior con la Esencia de la Vida, que es lo mismo que decir, con la Energía Espiritual del Cosmos. En efecto, en “Margaritas amarillas”, Ofelia Berrido tiene una experiencia metafísica en la que se siente integrada al Centro del Mundo, atenazada por el aletazo del Misterio (3):

 

Perdida la vestidura

soy burbuja

que se desvanece en el río

convertida en corriente.

Soy energía, origen,

polvo que se refunde en sus ancestros…

   Las imágenes de su poesía guardan una relación con el caudal de sus vivencias interiores, en clave con la Fuerza Espiritual del Universo, venero que potencia lo que hay en una sensibilidad profunda.  La Naturaleza ha sido siempre su predilecta fuente de contacto, razón por la cual ama lo viviente, lo que resuena en el fuero de su alma y en los recovecos de su sensibilidad como se plasma en “Luna atrapada”:

Aquí yace mi cuerpo fogoso y desnudo

sobre el lecho de yerbas y rocío

acariciado por el céfiro del verano

aquí, iluminado por el esplendor de la Luna.

Ansiosa y sedienta espero

para recibir el mar de tus caricias,

beber de tus aguas y bañarme en tu espuma.

¡Pronto! Fecunda mi tierra con tu polen

De prisa… la noche acaba

y tengo atrapada a la Luna.

   La poesía de Ofelia Berrido se funda en una convicción metafísica cuyas raíces remontan a un claro concepto del ordenamiento de lo existente y del destino humano. Esa convicción se manifiesta en los poemas que le han sido inspirados en momentos de introspección meditativa. En ellos hay la descripción de situaciones y fenómenos que las imágenes recuperan para la historia. Así lo evidencian sus frases profundas y sugerentes. Sin duda que la poeta dominicana vino al mundo con el don de la intuición metafísica. En “Veredas del desencuentro” parece estar ante el rostro del Misterio:

Dejó  una huella rota en el fondo del lago;

una palabra mustia merodeando los sueños;

un suspiro de desamor que desea el olvido;

un pensamiento extraviado en la ilusión

de un existir sin sentido…

Y yo… sigo errando, solo errando…

 

Los temas y motivos de la lírica de Ofelia Berrido canalizan sus cuitas entrañables. Esa relación poética entre la emisora de los versos y la realidad que le inspira, manifiesta la dimensión amorosa y espiritual de una sensibilidad abierta, empática y fecunda en íntima conexión con lo viviente, como en “Luna que surca los mares”:

 

Agua, fertilidad…Vida.

Matriz del mundo, llévame oculta

en la media luna que surca los mares;

en las entrañas del pez

 o en tu cóncava cuna:

húmedo y cálido vientre de madre.

   Tiene nuestra poeta un talante sensitivo con una gran capacidad de amor. Ciertamente, a través de sus versos se puede vislumbrar una luz en su interior. La poesía de esta agraciada mujer es la mejor expresión de su alma limpia, iluminada y buena, como se manifiesta en “Vuelo de mariposas”:

 

Te siento sereno

cuando juegas en el parque

y te columpias en el ir y venir

 de la nada…

Abrazada a tu cuerpo

espero el abrir de tus ojos,

velando el aletear de las mariposas

que se posan en tu mirada en ti anclada.

Siento tu aliento tibio en mi hombro.

Abarcada por el calor de tu cuerpo,

busco salir del abismo,

llenarme de vida y asombro…

   El silencio y la meditación afinan con su sensibilidad y, a veces, en estado contemplativo, escucha voces de la cantera infinita. Según la cosmovisión de este poemario de Ofelia Berrido, somos una realidad predeterminada por un ordenamiento al que hemos de someternos inexorablemente. En tal virtud, el contenido de sus versos es de acoplamiento al dictado del COSMOS, así como también a la pauta de la versificación establecida, conforme el ejemplo de “La canción de Nakitekas”:

Desprevenidos nos abraza

lo único certero:

lo que permea la vida,

las experiencias y el destino.

Muere la flor y el árbol,

el siervo y el amo;

muere el bueno y el malo…

Muere el amanecer en el ocaso,

la estrella que tintinea;

hasta el sol muere,

y renace con la aurora.

¡Hay algo oculto en la muerte

que no esté impreso en la vida?

¡Canta, Nakitecas!

¡Canta himnos sagrados!

Canta la canción candorosa

de la imagen desnuda que roba

 los recuerdos y ocasiona el olvido.

   Sé que mediante la creación poética la persona se reencuentra consigo misma y eso es importante para que la energía interior de la conciencia fluya y medre. Los versos de  “Laberinto de sombras I”  concitan emoción y  búsqueda:

Era agua de manantiales, luz divina,

la alegría acompañaba mi danza

al salir el astro de la mañana.

¿Qué misteriosa idea avoca

prueba de mi fe en Ti?

¿Qué bestia salvaje esconde

 los secretos que ocultas de mí?

Soy ahora Minotauro que preso busca

salir de este oculto laberinto

que he creado para mí.

   En mi sala de estudios evocaba el cautivante aliento de una presencia vaporosa. El rumor de la noche se oía suave y placentero; el cielo tenía estrellas y en la magia de sus versos solo tenía oídos para escuchar el ritmo de una música interior bajo el aura de una imagen con su presencia intangible. Cree Ofelia Berrido, en “Guardianes del bosque”, que el bosque es la morada del aliento divino, custodiado por guardianes del arcano:

Morada del aliento,

serpientes de vueltas sempiternas,

aves de rojo plumaje…

¡Pureza viva!

Tu fuerza es existencia

reverdecida al despuntar el día.

Los hijos de las llanuras

son los que alcanzan la cima.

 

   En la visión poética de Ofelia Berrido (4), la Naturaleza tiene una partícula divina que articula lo existente y transforma la condición humana para encauzar la vida hacia el derrotero inevitable del destino trascendente, según ilustra en “Los danzantes”:

¡Oh danzantes de ropajes blancos,

del bosque tropical y espeso!

Mirad las rojas y olorosas drupas,

alfombra de muérdago que fecunda versos.

El jardinero de la noche

con su canto sonoro

en esmeralda transformó las ramas

de pasiones y deseos.

Transfiguradla en Luz Divina

para que pueda lucir una corona

de muérdago en mi frente.

   La connotación espiritual de la poesía de Ofelia Berrido cautiva el alma y deleita los sentidos. Fascina esa manera armoniosa y expresiva de decir las cosas con la emoción pura e íntima del alma. La poeta experimenta un júbilo entrañable al sentir la presencia inmaterial de un aliento iluminado, llama intangible que recrea con el requiebro de la luz en el alero de la lumbre divina. ¿Cómo puede lograr esa forma sutil de sentir lo inalcanzable? Esa disposición de su sensibilidad se funda en el aliento místico de sus vivencias, que otorga el aire de misticismo a su creación, como se aprecia en “La marcha”, viva descripción del éxtasis transformante:

Lo sé por la dicha inmensa

 que me embriaga

y por la danza de mi corazón.

¡Por fin he llegado!

Lo avisto en el brillo

 de constelaciones de tus ojos.

Es una luz fuerte, intensa, cegadora.

Rayos dorados lo cubren todo…

Solo siento

y aspiro el aliento del gran silencio

y una infinita paz se hace cargo de mí.

   Su poesía pone énfasis a su espiritualidad. Tiene su poesía el aliento de una llama encendida en noche oscura. Sus vivencias tienen un sentido y, en tal virtud, reflejan una empatía con la Fuerza Espiritual del Cosmos. Entonces pienso: ¿no es acaso una contradicción inquietarse por el concepto de la vida y de la muerte, como le acontece a la emisora de estos versos? Ese sentimiento existe y le inspira pensamientos y emociones, al tiempo que abre el cauce de su sensibilidad y el aura de la creatividad. Ese sentimiento hace que la emisora de estos versos quiera apresurar el anhelo de dejarse poseer por la vida,  con la emoción de sentir en todas sus formas, colores, facetas y texturas la intrincada red de lo viviente. En “La muerte de ahora” lo plantea:

De ahí, surgiré…

seré vapor, niebla y nube

y caeré suave y cristalina…

multiplicada en lluvia

para unirme a ti

en el océano interminable

de los sueños…

 

El talento creativo de nuestra poeta se manifiesta en la gestación de una cosmovisión metafísica, concepción que le ha permitido revivir lo bueno y hermoso que subyace en su interior profundo; atizar la llama de un anhelo trascendente; encender el encanto de su aura sagrada con su llama luminosa; apacentar el aliento proveniente del manadero infinito; alentar el sentido de la vida y, desde luego, encauzar una corriente de ternura y comprensión que enlaza su alma al alma del mundo. Significativo y hermoso es su poema “Sonido primordial” cuyo aliento metafísico confirma una visión espiritual de lo viviente con un hondo sentido de lo divino. La poeta anhela “develar” el misterio, es decir, ´quitar el velo´, ´descubrir´ o ´revelar´ lo que la realidad profunda oculta:

Silencio inmóvil,

solo el arroyo se escucha

 correr entre las peñas.

Palpitas en mi pecho, corazón del cielo,

al impulsar las aguas del torrente

y desplazarte entre los pinos y los cedros.

Vibración sagrada, sagrada vibración,

sostenida en Do

sobre la corriente y el vacío…

Susurra tu secreto en mi oído,

devela tu misterio y llévame contigo.

   En “Aleph”, la auscultación que realiza la poeta combina la visión cuántica del Universo con la concepción metafísica de lo real, en una creación impregnada de una obvia connotación metafísica y simbólica:

Ve cómo surge el signo primigenio
que vincula al mundo.

Descubre el postrero de esta historia sin fin…
¡Allí yace la palabra!

Es la estampa de los mundos creables.

Una historia sin fin…

Encamina tus pasos firmes

hacia el norte de los peldaños,

como si fuera Babel.
Allí brillan las estrellas.

Una historia sin fin…

Por el Este dirige tu mirada

al Sol que incendiado se eleva.

Cuando retornes del Oeste de Oriente

y del Sur tropical terrenal…

sabrás que esta historia no tiene fin…

¡Contempla!  ¡Contempla!

¡Mira como se forma el verbo

y el infinito que contiene a ADÁN!

   En “Tres días sin sueño”, la voz metafísica del sujeto lírico siente que tiene una coparticipación con la Energía Esencial de lo Viviente, al tiempo que sueña con descifrar el secreto que subyace en la voz profunda de la Creación, y dice:

Es mejor descifrar los sonidos

de la noche profunda,

de la noche que se acerca

a la madrugada de su muerte.

Ya nada te importa,

pero todo se escucha,

 todo se siente, se ve, se intuye…

Una hormiga trepa

el tallo de una rosa.

Oyes la hoja que se mueve,

el abrir de los pétalos de un capullo;

ves como su aroma se esparce;

y sientes que se acerca la abeja.

La noche me ha atrapado

me mantiene en vigilia.

Hay algún secreto

que estoy supuesta a develar

despierta en la noche.

   Entonces la poeta tiene la sensación de que se ha integrado al Todo, de que es la misma mente del Ser que apura el fluir de lo viviente, como lo expresa en “Quantum”:

Soy…

No soy…

¿Quién soy?

Partícula de tiempo

sin tiempo;

Apego, libertad,

ilusión y realidad.

Soy el gran movimiento.

Soy la inercia.

Soy el Todo y la nada;

recuerdo y olvido…

¿Quién soy?

Luz, verbo…

¿No me reconoces?

Soy vos…

   En el estado de coparticipación con lo viviente, coexisten la vida y la muerte, la sombra y la luz, arriba y abajo, dentro y fuera. Todo es un continuum (5). Todo está en todo. En tal sentido, la muerte forma parte de la vida en un eterno sucederse sin término:

La muerte es la vida en un continuum.

La muerte no llega: nos acompaña siempre;

Es parte de nosotros, como lo es nuestro rostro;

o la mirada de nostalgia al recordar

 viejos amores:

la muerte está en cada fibra de nuestro cuerpo,

es la vida que late y seguirá latiendo,

Es luz… Luz eterna…

   En sus vivencias entrañables, el místico intuye que la vida, como expresión divina, es eterna por el vínculo entrañable con la Potencia Universal de lo Viviente. Es una manera de descubrir, mediante la revelación ontológica, que el Ser se revela en su plenitud viviente. Esa conciencia de lo real conlleva una elevación moral y una iluminación interior que supera el miedo a la muerte, propicia la liberación mental y alienta el apego a lo que realmente vale y trasciende. En tal virtud, el místico descubre el sentido de la sabiduría, la bondad del amor, la verdad metafísica, los efluvios espirituales, la voz universal, el entusiasmo divino y las revelaciones trascendentes. En “Revelación”, la poeta interiorista Ofelia Berrido revela lo que experimenta el alma ante la subyugación que imanta los sentidos bajo el arrebato de la Belleza y el Misterio:

Aquel día…

Aquel instante imposible de medir

experimenté la diafanidad del Universo.

No vi  tu imagen ni oí tus palabras,

pero te aprehendí.

En aquella luz nunca antes vislumbrada,

en aquella intensa claridad;

en aquella naturaleza en su esplendor;

en aquella felicidad en la cual me convertí

Te sentí.

Aquel rapto de paz y de goce

me cerró las puertas de la duda

y me abrió el camino de la fe.

   En su meditación profunda, nuestra poeta se une a todo, se vuelve todo y lo siente todo. Y en esa identificación con lo viviente se hace uno con los elementos y las cosas, ya que se consustancia con todo, como se puede apreciar en varios de sus poemas. Se trata de una poesía reflexiva cuya belleza se funda en la hondura del contenido mediante el cual encauza, con el concurso de las imágenes, el pensamiento que lo funda integrado a un sentimiento con sentido. Cuando imagen se formaliza en conceptos cautivantes genera deleite conceptual desde el trasfondo de su contenido por la hondura interior que le otorga el rango creativo. La dimensión de la creatividad que llamamos poesía ha de formalizarse a través de figuraciones imaginativas o conceptos simbólicos. Cabal ejemplo de lo que afirmo es el texto titulado “Nada puede ser atrapado”:

Mi espíritu no puede ser

 atrapado ni poseído ni explicado.

No hay principio ni fin,

ni interior ni exterior.

No hay instancias…

Solo una confesión silenciosa;

un beso y un abrazo al viento;

un fuego inexistente que te quema;

un sentir sin toque;

un aprender sin palabras;

un Todo en la nada.

   En “Pájaros del olvido II”, un poema con alto vuelo lírico y hondura trascendente, podemos apreciar la recreación de una vivencia estética desde la perspectiva cósmica de la Creación. Este poema entraña un salto hacia la metafísica desde la visión búdica y cuántica de lo existente. Ofelia Berrido se inspira en el sentido budista del vacío, concepto que tiene una honda connotación mística en las culturas contemplativas del Oriente. Es una forma metafísica de la renuncia y una vía simbólica del desapego, del no-deseo, ni de nada que implique la querencia de la voluntad para experimentar la vivencia de la nada en la nada misma del vacío, el silencio, la soledad y la contemplación. Poética del desapego, también lo es de la vocación contemplativa que hace de la palabra el centro de reflexión y espiritualidad a la luz de una alta inclinación del espíritu humano en virtud del impulso interior que asciende hacia la región sutil de la pureza seráfica para experimentar en el hondón de la sensibilidad la purificación que edifica, la fruición que eleva y el éxtasis que transforma:

  Los pájaros del olvido

En el desvelo de la madrugada

despavoridos vuelan hacía el vacío.

Cantan en voz desesperada

para expulsar tu voz y tus caricias;

para revivir mi piel marchita;

borrar tu nombre, animar mis ojos,

y devolverme la sonrisa.

Sin saber ni entender,

entre el cielo y la tierra,

en el centro de lo desconocido

habito y pienso.
Abro las ventanas rojas

de mi corazón adolorido

y expulso los pájaros del olvido.

El Universo esconde el secreto…

Su grandiosidad no es capaz

de expresar la verdad de tu ausencia…
Y los pájaros del olvido vuelan hacia el vacío…

   En “Invisibles mundos” la poeta siente que “todo se desvanece”. Ese planteamiento tiene varias implicaciones: conexión cósmica, intuición metafísica, vivencia mística, catarsis lírica, logoterapia poética, comprensión búdica y fruición espiritual. En su percepción de lo viviente, nuestra poeta tiene una percepción múltiple y simultánea de una misma cosa, ya que la realidad es un entresijo de redes, partículas y ondas que conforman la sustancia de lo existente:

 

Soy éter, rocío, niebla, espuma… 

Soy humo de un fuego ausente,

cenizas de una madera verde,

vapor del suelo tras la lluvia.

Soy polen que el viento carga en su seno,

olor a lluvia del desierto, fuego y agua.

Soy… presencia de muerte,

  esperanza de vida,

ámbar de la extinta Hymenea.

Soy la resina de mi herida,

arcilla y arena endurecida,

tierra en reposo… milenios.

   Este denso poemario de Ofelia Berrido canaliza en sus versos, con el lenguaje del yo profundo y la reflexión de la dimensión espiritual de las cosas, secretos del propio jardín, ese fuero interior en el que fluyen sueños, miedos, ansias, dudas y certidumbres para que “las pasiones se expresen en un alma que persigue la calma”. De algún modo es también la expresión de la lucha entre el ruido y el silencio, entre el instinto y la razón, entre su pasado y su presente. Eso es Pájaros del olvido, expresión de la vida interior con su misterio inherente y su reto inminente, según “Señales dolorosas”:

Me das señales dolorosas

y aquí estoy, rebelde,

padeciendo esta aflicción.

El entender no aminora mi sorpresa.

El sentir tu presencia, no suprime el temor.

Ahora que encuentro la paz

me arrebatas todo.

Cuando por fin disfruto el mundo,

lo pierdo todo.

Veo cómo la muerte acecha, pasiva

y  la  encuentro en todas partes casi dormida.

Recibo tus señales.

Una y otra vez veo tus huellas

y no lo puedo creer.

Huyo despavorida…

No me preparo para la muerte,

sigo en este mundo de la forma

atada a las pequeñeces.

 

Para una sensibilidad espiritual y estética identificada con el Budismo Zen es natural que su poseedora se incline por el cultivo del tanka, una forma de creación poética, condensada y elocuente, ideada para canalizar, en la brevedad de unos versos sencillos, una visión mística del acontecer de lo viviente, como se evidencia en este breve poema filosófico al estilo japonés:

Débil corazón

que ansiaba llegar y se cansó

 en el camino…

Yaces en la oscuridad certera,

tu tumba huele a flor.

   Cuando se tiene una inteligencia sutil y una sensibilidad porosa a la belleza y el sentido, como la tiene Ofelia Berrido, se suele percibir la connotación inherente a la dimensión interna y mística de lo viviente, conforme lo revelan estos versos:

En tus hojas descubro

 la fragilidad,

en tus raíces los secretos del Universo.

 

En fin, estamos ante la obra de una autora con fino aliento espiritual y claro sentido cósmico, canalizado en el lenguaje de la poesía con delicada gracia y encanto sensorial. De la estirpe de las creadoras genuinas, esta agraciada poeta dominicana tiene una alta dotación sensible con una peculiar frecuencia espiritual que le permite experimentar las manifestaciones trascendentes de la vida y, mediante la canalización de sus intuiciones y vivencias, al tiempo que asume el punto de contacto con lo viviente, encauza su manera de entender el mundo desde la singular conexión de su sensibilidad profunda.

 

Bruno Rosario Candelier

Presentación de Pájaros del olvido

Santo Domingo, ADL, 25 de octubre de 2012.-

Notas:

  1. Ofelia Berrido nació en Santiago, República Dominicana. Estudió en los Estados Unidos de Norteamérica. Ha viajado por varios países cuya cultura mística y literaria ha nutrido su formación intelectual. Habla español, inglés y francés. Docente de literatura y español. Doctora en Medicina por la Universidad Autónoma de Santo Domingo, se especializó en Ginecología y Obstetricia y en Oncología Ginecológica en la Escuela de Residencias Médicas de la Maternidad Nuestra Señora de la Altagracia. Busca en el interior del hombre la raíz de sus fortalezas y debilidades, sus alegrías y sufrimientos para entender el sentido de la vida y el mundo. Una necesidad de comunicación con el Poder del Universo fecunda su sensibilidad espiritual y se siente atraída por la Energía Cósmica, concitándole los secretos de la vida, lo Absoluto, que busca como una necesidad espiritual y estética. Cultora de narrativa, ensayo y poesía, publicó la novela mística El sol secreto (Santo Domingo, 2006) y ahora el poemario metafísico Pájaros del olvido. Como un ángel de luz y ternura, disfruta la pasión de lo divino en virtud del don espiritual que embellece su alma y nutre su sabiduría. Cautivada por la Potencia del que Es, vive y goza la pasión de lo divino.
  2. En carta que me enviara Ofelia Berrido, mediante correo electrónico fechado el 23 de abril de 2012, me escribió: “Vivimos pensando que actuamos, que nos movemos, que las cosas cambian y sencillamente el tiempo pasa y las cosas develan su potencialidad, su naturaleza.  Todo estuvo ahí desde un principio… Todo está ahí simultáneamente.  Nuestra vida y nuestra muerte,  nuestros dolores y nuestras alegrías, nuestras ataduras y nuestra liberación: todo está ahí en el tiempo desarrollándose, dejándose ver. Todo está ahí. Todo es… infinitamente…”.
  3. En mi contestación a la poeta interiorista, le escribí por la misma vía y en la misma fecha lo siguiente: “Es sorprendente el concepto de que las cosas coexistan en una simultaneidad de pasado y futuro, de tiempo y materia, según lo explica la visión cuántica, metafísica y poética, como la han percibido algunos poetas, entre ellos, el dominicano Noé Zayas y el boricua José Luis Vega. Los grandes idearios espirituales,  conllevan una nueva visión del mundo y de la vida, con una transformación que se manifiesta en el comportamiento y la creatividad. Ese es el efecto transformante de la iluminación, que logran místicos y contemplativos desde una de las orientaciones espirituales que existen a disposición de los interesados”.

 

En carta que me enviara Ofelia Berrido, mediante correo electrónico fechado el 23 de abril de 2012, me escribió: “Vivimos pensando que actuamos, que nos movemos, que las cosas cambian y sencillamente el tiempo pasa y las cosas develan su potencialidad, su naturaleza.  Todo estuvo ahí desde un principio… el pollo es pollo aun siendo huevo; está ahí sin lugar a dudas, pero solo en el tiempo somos capaces de verlo. Todo está ahí simultáneamente.  Nuestra vida y nuestra muerte,  nuestros dolores y nuestras alegrías, nuestras ataduras y nuestra liberación: todo está ahí en el tiempo desarrollándose, dejándose ver. Todo está ahí. Todo es infinitamente…Quiero tocar un poco el Genjo Koan, pero es bueno recordar, aunqu

 

 

  1. e bien sé que es de su conocimiento, que cuando se habla de Budha no se habla de ningún dios. “Budha” significa sabio y “buddha”, con dos “d”, se refiere al ser que ha alcanzado la iluminación. Es decir, el ser humano que ha penetrado la ilusión del mundo y ha alcanzado el conocimiento liberador. Por otro lado, el Budismo es el sistema filosófico promulgado por Siddhartha Gautama, pero el buddha no es un nombre propio, sino un adjetivo que califica un estado o condición, aunque en Occidente el término ha acabado por convertirse en un nombre propio y personal que designa a Siddhartha Gautama, el fundador del Buddhismo”.
  1. En mi contestación a la poeta interiorista, le escribí por la misma vía y en la misma fecha lo siguiente: “Es sorprendente el concepto de que las cosas coexistan en una simultaneidad de pasado y futuro, de tiempo y materia, según lo explica la visión cuántica, metafísica y poética, como la han percibido algunos poetas, entre ellos, el dominicano Noé Zayas y el boricua José Luis Vega. Los grandes idearios espirituales, entre los cuales el Budismo tiene un lugar singular, conllevan una nueva visión del mundo y de la vida, con una transformación que se manifiesta en el comportamiento y la creatividad. Ese es el efecto transformante de la iluminación, que logran místicos y contemplativos desde una de las orientaciones espirituales que enaltecen la vida”.
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