LENGUAJE, DESARROLLO Y CREATIVIDAD INFANTIL UN ENCUENTRO CON NIÑOS EN LA ACADEMIA

“Las palabras vuelan
con gracia de amanecida,
como vuelan los gorriones”.
Ramón del Valle Inclán


Con el propósito de dar a conocer a los niños la institución que regula el uso de la lengua, los ejecutivos de la revista infantil “Tinmarín”, del matutino Hoy de la capital dominicana, organizaron un encuentro con el Director de la Academia Dominicana de la Lengua, Dr. Bruno Rosario Candelier. El conversatorio tuvo lugar en la sede de la Corporación, con la presencia de Rosa Francia Esquea, editora de “Tinmarín”, Yahaira Féliz, encargada de Marca de la empresa y varios niños convocados por la revista para el intercambio cultural. Varios de los presentes formularon preguntas sobre la Academia de la Lengua, el rol del idioma y el uso del lenguaje en los niños. Durante el encuentro, el Director de la Academia destacó el influjo de la lengua en la formación intelectual y el uso del lenguaje por parte de padres y adultos para que los niños aprendan a expresarse bien.
La conversación con Bruno Rosario Candelier sobre el uso de la lengua y el influjo del lenguaje en la población infantil se efectuó en el salón de actos de la Casa de las Academias y, tras el preámbulo de rigor, comenzaron las preguntas de los niños y las respuestas…

¿Qué es la Academia de la Lengua y qué ha hecho a favor de los niños?

En este centro celebramos muchas actividades sobre diversos temas de lengua y literatura, pero hemos hecho muy pocos actos concebidos especialmente para niños, en razón de que la mayoría de las jornadas generalmente se han pensado para adultos, ya que se desarrollan para atender motivaciones y reclamos correspondientes al nivel intelectual de los hablantes en general. En algunas ocasiones hemos celebrado actividades para adultos y hemos incluido la participación artística con niños, pero han sido muy pocas las actividades dirigidas exclusivamente para niños; quizás sea una deficiencia nuestra y este encuentro con ustedes me hace pensar que hemos de tomar en cuenta a la población infantil para concebir y organizar encuentros y jornadas pensadas para niños.

Sé que hay diferencia entre la mentalidad de los adultos y la de los niños y esas diferencias se manifiestan en el grado de conocimientos, en el desarrollo de la inteligencia y la sensibilidad y, desde luego, en la ejecución de la creatividad. Esa diferencia no viene marcada solo por la edad, ya que es una diferencia de formación, de percepción y de valoración de las cosas. Pienso que el niño vive en una esfera de la realidad diferente a la del adulto, ya que el adulto está inmerso en una circunstancia centrada en una responsabilidad de trabajo para cumplir con otros deberes, como los del hogar, obligaciones que, por el momento, no tienen los niños. Todos los adultos fueron niños, de modo que todos vivimos esa etapa de la vida, como la están viviendo ahora los infantes y los pequeñuelos; pero a veces los adultos nos olvidamos que la etapa infantil tiene aspectos y peculiaridades exclusivas, como lo refleja la misma lengua, pero obviamente, a veces distorsionamos esa realidad. ¿Por qué? Porque, con relación al lenguaje, les hablamos a los niños con una entonación diferente a la usual entre nosotros, con matices que alteran la naturalidad de la expresión, es decir, de una manera diferente a la forma como los adultos usamos la lengua entre adultos, ya que la modificamos con giros idiomáticos, con tonos y actitudes, con un dejo que no se corresponde con el modo habitual de hablar y, por tanto, esa alteración o modificación es desaconsejable porque los niños ven la realidad tal como es. Para los niños no hay una modificación de la realidad desde la perspectiva de la lengua, puesto que, cuando escuchan a los adultos, estos hablan entre sí de la forma habitual como lo hacen y, entonces, el niño aprende la lengua tal como la escucha de los adultos que le rodean. Por eso es importante que los padres, los familiares, los maestros, los adultos en general, les hablen a los niños con la debida naturalidad y con propiedad y corrección para que a su vez ellos aprendan a usar correctamente el medio más adecuado de comunicación. A mí me sorprende gratamente la pronunciación fluida, clara, correcta, de los niños de países como España, México o Colombia…hecho que se debe a que los adultos de esas naciones hablan bien.

En general, todos los hablantes aprenden a usar la lengua tal como se habla en la comunidad donde crecieron o se desarrollaron cuando eran niños. Si en la sociedad donde los niños crecen o viven se habla mal, el niño aprende a hablar la lengua con las mismas deficiencias con que la emplean los adultos, ya que va a asimilar una manera de expresión con las limitaciones de los hablantes adultos, porque ese es un patrón establecido; de hecho, cuando comenzamos a estudiar la lengua en la escuela, ya conocemos un caudal de palabras, pronunciamos de una manera peculiar y entendemos lo que nos comunican. Cuando el niño inicia la etapa escolar ya sabe hablar, entiende y valora lo que escucha. ¿Dónde aprendió su lengua? En su casa, en su barrio, en su campo, a través de la conversación de los mayores, lo que escucha por la radio y la televisión; a través del diálogo de los adultos y de la lectura que le leía su madre o alguno de sus hermanos.

Pues bien, esta es una Academia de la Lengua, es decir, una institución creada para promover el estudio y el cultivo de la lengua. Para promover el conocimiento de la lengua crea y difunde libros sobre las palabras y su forma correcta de empleo y da a conocer lo que hay que saber sobre el uso correcto y apropiado de la lengua.

¿Para qué existe la Academia de la Lengua y por qué tantas reglas?

La sociedad está organizada en muchos aspectos y en diferentes organismos y entidades que la representan, puesto que para vivir en sociedad los seres humanos nos organizamos como se requiere para vivir una vida ordenada, disciplinada, con reglas propias de una comunidad civilizada. En la medida en que vamos creciendo, vamos descubriendo que es necesaria una organización, un ordenamiento, una normativa. La vida requiere una disciplina no solo para vivir en determinados lugares, cobijados en una vivienda para estar protegidos de los impactos de la naturaleza y del riesgo de algunos animales peligrosos y de algunos seres humanos malvados, que lamentablemente los hay. Los habitantes de una ciudad, un barrio o una aldea residen en viviendas, en una construcción hecha para habitar con cierta seguridad; algunas de las edificaciones sirven para curar nuestras dolencias, como los hospitales y las clínicas; otras sirven para vender la ropa que vestimos o los alimentos que comemos, como las tiendas, las plazas, los mercados y los comercios; algunas sirven para enseñar, como las escuelas y los centros culturales y otras se usan para diversión, como los parques y las discotecas o para orar, como los templos de las iglesias. Además, la misma sociedad está organizada según las diversas necesidades materiales y culturales, como centros de trabajo y de negocios, lugares para la producción de alimentos y servicios, para pasatiempo y recreación, para transmitir enseñanzas y conocimientos, para oficinas de trabajo o de descanso, es decir, la sociedad en la que vivimos está organizada en diferentes aspectos.

El conocimiento de la vida también está organizado y clasificado; por eso se fundaron las escuelas, donde estudiamos para conocer el mundo y aprender a conducirnos en la vida, mediante el aporte de nuestros mayores en la biología, los números, los idiomas, la historia, la religión, el deporte, la geografía, las artes, las ciencias, etc. Se supone que los estudios que realizamos en las escuelas se hacen para entender mejor la realidad: con ese fin se fundan escuelas, se crean institutos, se instituyen academias, se establecen universidades. Se trata de instituciones que se han establecido para estudiar y conocer mejor la realidad y para conocernos mejor a nosotros mismos. Los que se dedican a estudiar los diversos saberes, organizan esos conocimientos y escriben libros, revistas, periódicos. El conocimiento de la lengua forma parte de los objetivos de la formación intelectual que nos proporcionan las escuelas, los maestros y los libros. En esta institución, por ejemplo, organizamos actividades para conocer mejor la lengua que hablamos y las creaciones literarias que escribimos, ya que los hablantes de la lengua española deben conocer las palabras y la manera como las combinamos y la literatura que se ha creado con las palabras para embellecer la expresión y darle un contenido profundo al pensamiento, que es la expresión artística de la imaginación.

Hablamos, escribimos y nos comunicamos para relacionarnos con los demás. La lengua es el mejor instrumento con el cual nos relacionamos con los demás, aunque podemos relacionarnos con las personas sin usar palabras, con gestos o señales, que llamamos mímica, pero la mímica no es suficiente para comunicarnos bien. La lengua es una herramienta que nos permite establecer una mejor relación con los demás seres humanos y para hacerlo bien, hay que conocer ese instrumento de la comunicación humana que se llama lenguaje; de hecho, la madre, cuando nosotros éramos pequeñitos, fue nuestro primer contacto con el mundo, con la realidad que nos rodea, una realidad diferente de nosotros.  La madre nos conecta con la realidad a través de la palabra y a través del cariño.  El lenguaje que aprendemos de la madre es el que vamos a usar con los demás. La madre nos transmite las palabras que usa y, con su lenguaje y su trato, nos da afecto y esos dos elementos, el afecto y el lenguaje, nos permiten desarrollarnos como seres humanos normales, porque los seres humanos tenemos que realizar algunas inclinaciones especiales para distinguirnos de las demás criaturas del universo, sobre todo para distinguirnos de las bestias.

Para desarrollarnos como seres humanos adultos, civilizados, cultivados en una cultura con los ideales de una sociedad como la nuestra, hay que poner atención a las inclinaciones especiales de los seres humanos, como son las inclinaciones intelectuales, para formar nuestra inteligencia o nuestro intelecto, que nos ayuda a conocer y entender las cosas; las inclinaciones  estéticas, para cultivar el sentimiento de la belleza; las inclinaciones morales, para vivir según una norma ajustada a principios y valores; y las inclinaciones espirituales, para elevar la conciencia hacia la búsqueda de la verdad y el bien.  Al principio, en la primera etapa de la vida, no entendemos bien esas cosas, pero en la medida en que vamos creciendo en edad y en sabiduría, como dice la Biblia que creció Jesús, entenderemos muchas manifestaciones de la vida y de la realidad que ahora no apreciamos o no valoramos.

Pues bien, esta institución, que se llama Academia Dominicana de la Lengua, existe para conocer mejor la expresión de nuestra inteligencia y de nuestra creatividad que se llama lengua, y con ella una parte de nuestra vida y de nuestra cultura que se manifiesta en el lenguaje, porque nosotros vivimos en una sociedad cuyos integrantes se comunican con la palabra, que tiene una manera de hablar, una manera de vivir y de relacionarse, y el conocimiento de esa manera de entendernos y comunicarnos nos ayuda a comprender mejor la misma realidad, la misma sociedad y la esencia de lo que somos los seres humanos, que sentimos, pensamos, hablamos, escribimos, escuchamos, nos expresamos…

Me parece interesante esta iniciativa de Rosa Francia Esquea, de realizar este encuentro con ustedes, niños y adolescentes, en esta sede de la Academia Dominicana de la Lengua, en razón de que hay algo en común entre todos los hablantes, niños y adultos, que es la lengua. La lengua nos unifica a todos los hablantes de diversos lugares y edades, sean niños, adolescentes, jóvenes, adultos y mayores, sean cultos o iletrados, de manera que esa comunidad de intereses que genera la lengua tiene una razón de ser y esa es una justificación para hacer un encuentro como este para que hablemos sobre la lengua y la literatura, así como de algunos aspectos relacionados con nuestro idioma.

¿Es la primeva vez que aquí, en esta Academia, reciben a los niños en un encuentro como este?

No, no es la primeva vez. Ya habíamos hecho, anteriormente, un encuentro con jovencitos adolescentes que estaban interesados en la literatura infantil. En algunas escuelas del país hemos tenido intercambios con niños, por ejemplo, aquí mismo en la Academia y en Santiago, Moca y La Vega.

Recuerdo que en uno de esos encuentros un niño dijo que había leído la obra El principito, de Antoine de Saint-Exupery, un reconocido autor francés y señaló que no la entendió. En realidad esa obra, pensada para niños, les enseña más a los adultos que a los niños, pues estimo que está escrita para que el adulto entienda mejor al niño. El niño se mueve en una esfera diferente a la esfera de la realidad en que se mueven los adultos, como dije al principio. Los adultos debemos entender esa esfera de la realidad en que viven y se mueven los niños, para conocer mejor sus inclinaciones y gustos, para orientar mejor su imaginación, para canalizar mejor su sensibilidad y su creatividad.

 ¿Qué le parece el hecho de que un niño estudie una lengua extranjera?

El conocimiento de un idioma ensancha el horizonte de la inteligencia y la cultura; además, casi siempre, el que aprende otra lengua diferente de la suya puede desarrollar la conciencia de la lengua, que conlleva un mayor interés por los asuntos relacionados con la pronunciación y el sentido de las palabras y la forma de hablar y de escribir. Esa conciencia puede despertarse mucho más fácil en quien se dedica al estudio de otra lengua. Estudiar otro idioma te hace pensar en tu propia lengua más de lo que lo harías, si no la estudiaras. En ese sentido, me parece positivo el estudio de otro idioma. Al tener que estudiar una palabra en otra lengua, esa palabra tiene que ser pensada en tu propia lengua, lo que ayuda a una mayor propiedad y corrección del lenguaje, que se manifiesta en el uso adecuado de los vocablos, en la forma establecida de la expresión y en la forma correcta de la escritura.

El conocimiento de una lengua es una ventana para conocer su cultura. Lo ideal es conocer bien la propia lengua, pues el que estudia otra lengua no puede descuidar el estudio de su propio medio de comunicación.

 Hay personas que viven fuera de nuestro país y no les hablan en español a sus hijos. ¿No sería mejor que usaran los dos idiomas, por ejemplo, el inglés y el español? ¿Qué recomienda la Academia?

Hay personas que viven fuera de su país original y se descuidan con la formación y la educación de sus niños. Con el pretexto de que están matriculados en una escuela donde se habla y se estudia en inglés o en francés, no les hablan español, entonces no aprenden bien su lengua.

Esta Academia de la Lengua, representa en la República Dominicana a la Real Academia Española (RAE), que es el organismo rector del idioma de los hispanohablantes. La RAE se creó para estudiar la lengua española, para mantener su unidad, para defender su forma distintiva, para preservar el genio del idioma que heredamos de nuestros mayores.

Cada lengua es diferente y tiene una forma distintiva en la pronunciación y en la escritura. Hay que estudiar una lengua para conocerla bien. El conocimiento de las palabras de nuestra lengua, de la forma de pronunciación, del significado de las voces y la combinación de una palabra con otra para expresar lo que pensamos, es importante para una buena comunicación. Para tener un mayor dominio de la expresión, para expresarnos adecuadamente, para que cuando hablemos, los demás nos entiendan y para comprender adecuadamente lo que escuchamos o leemos, hay que estudiar los signos y las reglas de la lengua. Con ese fin se fundó la Real Academia Española y cuando se fundó, se vio la necesidad de que en los países donde se habla la lengua española, era bueno que se estableciera una representación de la institución de la lengua, es decir, un organismo que hiciera lo mismo con el lenguaje de cada uno de los países donde se habla la lengua española.  En cada país donde se habla la lengua española, se ha creado una Academia de la Lengua: en nuestro país se llama Academia Dominicana de la Lengua; en Cuba, Academia Cubana; en México, Academia Mexicana; en Colombia, Academia Colombiana y así en los demás países de América. Todas esas academias deben realizar la misma función que realiza la entidad fundadora, que es la RAE.  La Academia Española, desde su fundación, se ha ocupado del estudio de la lengua y del cultivo de las letras. Se trata de un estudio y de un cultivo que requiere conocimiento y disciplina. Para llevar a cabo esa tarea necesita la colaboración de cada una de las academias de los diferentes países del mundo hispano, ya que la lengua es una sola, aunque tiene variedades en la pronunciación y, sobre todo, en el significado de algunas palabras, pero en general, todos los hablantes del español nos entendemos en cualquier parte del mundo. Desde luego, en los países donde no se habla el español no hay academias de nuestra lengua, con la excepción de los Estados Unidos de Norteamérica, donde existe la Academia Norteamericana de la Lengua Española, ya que  en los Estados Unidos hay cuarenta millones de hispanohablantes y ese hecho justifica la existencia de una academia de la lengua española en un país cuya lengua oficial no es el español sino el inglés. Por ejemplo, ni en Francia ni en Inglaterra hay una academia de la lengua española, porque los hablantes del español en esos países no son tantos, aunque los hablantes de la lengua española en el mundo ya ocupan el segundo lugar y tiene nuestra lengua el tercer lugar de preferencia.

 ¿En qué colaboran ustedes con la Real Academia Española?

Las academias americanas, como la nuestra, colaboran en todas las obras de lenguaje que publica la Real Academia Española. Las publicaciones de la RAE, realizadas en colaboración con las academias americanas, comprenden el diccionario oficial de nuestra lengua, donde están las palabras cuyo significado debemos conocer. Tiene también varios tipos de diccionarios, como el Diccionario del estudiante, concebido para el nivel escolar de secundaria y ahora va a publicar otro para el nivel primario. Asimismo, hay una gramática de la lengua española, donde aparecen las reglas que hay que aplicar cuando se habla, se lee o se escribe. Tiene también una ortografía de la lengua, que es la pauta para usar las palabras con corrección, pues hay palabras que se escriben con determinadas letras y algunas llevan acento y otras no. Esas reglas hay que estudiarlas y aplicarlas para que nos entendamos mejor los hablantes de la lengua. Por ejemplo, hay palabras que se escriben con “c”, como “cocer”, pero “servir” se escribe con “s”; otras se escriben con “z”, como “zapato” o “corazón”, aunque nosotros las pronunciamos con “s”; algunas se escriben con “b”, como “bello”, “bien” o “bondad”, o con “v”, como “vaca”, “ver”, “aviso”; y así hay con “m” y con “n” y eso hay que estudiarlo.  Hay palabras que hay que llevan un acento o tilde y otras no lo llevan y eso se estudia en una materia que se llama ortografía. Cada país de habla española, además de emplear la misma lengua, sus hablantes usan palabras propias de su tierra, su tradición y su cultura. Hay palabras que solo se usan en la República Dominicana y hay vocablos de la lengua que solo se emplean en Chile, México o Argentina. Cada país tiene palabras específicas, propias de la variante de la lengua, que constituye su manera de hablar. Las academias las estudian y las proponen para que se incluyan en el diccionario de la lengua para que haya una representación de las palabras propias de cada país en el diccionario que consultan los hablantes en todas partes del mundo. Recientemente las academias publicaron un Diccionario de americanismos donde dimos a conocer las palabras de cada uno de los países de América que hablan la lengua española. Ahora mismo estamos trabajando en la edición de un diccionario para el nivel escolar de primaria, un diccionario concebido para los niños en el que se incluirán palabras de los pueblos de América que hablan la lengua española. Eso se está haciendo con la colaboración de las academias americanas. Todas las academias estamos colaborando en ese diccionario.  ¿Qué vamos a hacer? Vamos a decirle a la RAE qué palabras de nuestro país deben aparecer en ese diccionario, pensado para los niños de los países donde hablan nuestra lengua. A ese conjunto de países donde se habla la lengua española le llamamos “mundo hispánico”. Quiere decir, entonces, que la academia toma en cuenta a los niños al pensar en la edición de un diccionario dirigido al nivel primario o al nivel elemental de la escolaridad, porque hay palabras que debe conocer un niño y hay palabras que todavía no forman parte de su uso, lo que llegará a su debido tiempo.

Algunas palabras se van a incorporar desde ya y estamos estudiando otras y aprovecho para decirles que las palabras que ustedes, como hablantes del español dominicano, entiendan que deben figurar en ese diccionario, especialmente algún vocablo propio del ámbito infantil, háganmelo saber, ocasión que hago propicia para esta solicitud.

En definitiva, lo que quiero decirles a ustedes es lo siguiente: los hablantes de nuestra lengua, de cualquier nivel, en cualquier lugar, deben conocer la lengua española, aunque sabemos que hay un nivel de comprensión del niño, que es diferente del nivel de comprensión del adulto. Por esa razón, hay una literatura para niños. Quien escribe una literatura para niños debe manejar un lenguaje adecuado a la mentalidad del niño, con un nivel de referencias propio del ámbito de los niños, con un contenido adecuado a su nivel de comprensión y una forma apropiada a la esfera de motivación que mueve la sensibilidad de los niños. Hay inclinaciones propias de la mentalidad infantil que mueven la sensibilidad de los niños de un modo especial. Por eso les gustan los cuentos.

¿Cuáles son los intereses que motivan la atención del niño?

El niño comienza a desarrollarse desde que nace, físicamente comienza a desarrollarse antes de nacer, pero culturalmente comienza a desarrollarse  desde que viene al mundo, desde los primeros días de su existencia. Los seres humanos debemos adquirir un desarrollo físico y un desarrollo intelectual y espiritual y en este desarrollo el lenguaje juega un papel fundamental ya que el conocimiento de la cultura se asimila a través de la lengua. A ese conocimiento se va por escala, el saber no se adquiere de golpe, ni todo el mundo lo adquiere a la misma edad; por eso hay diferentes etapas en los estudios y en la formación intelectual. Hay diferentes etapas porque los seres humanos van creciendo en edad, en experiencia y conocimientos, pero vamos creciendo poco a poco; por eso, no puede uno pensar que todo lo va a conocer en la primera etapa de la vida, pues vamos conociendo poco a poco y, de hecho, en cada momento de la vida vamos aprendiendo, porque nunca se acaba de aprender todo lo que hay que saber. Es más lo que hay que aprender, que la capacidad que tenemos para aprender. Tenemos posibilidades y potencialidades, dones y limitaciones. Y necesitamos siempre de los otros. Desde que nacemos, para dar los primeros pasos al andar, necesitamos que nos ayuden a levantar el pie para ir dando las primeras pisadas sin peligro.

Al niño le interesa todo aquello que le da entretenimiento y diversión. Por eso le encanta el juego y en todo lo que ve, hace uso de su imaginación y vive un mundo de sueños y fantasías y con su poder de imaginación hace realidad lo que imagina. El juego es una vía para enseñarle al niño lo que debe aprender.

¿Qué opinión tiene usted del uso del lenguaje en los correos electrónicos y el chateo en Internet? ¿No empobrece la forma de comunicación?

La mayoría de los niños y jóvenes que usan el Internet, mediante juegos electrónicos o con mensajes y llamadas por celulares, en conversaciones o chateo por correo electrónico, no siempre hacen un uso correcto de la lengua. Ahora bien, esa deformación del lenguaje no me preocupa, ya que el ejercicio del chateo forma parte de un tipo de comunicación que los actuales usuarios, los niños y los jóvenes que hacen uso de ese procedimiento con un lenguaje inadecuado, alguna vez dejarán de usarlo. Ellos no van a hacer el mismo uso del lenguaje del chateo cuando tengan que presentar un trabajo de redacción en la escuela o el trabajo. Ese uso es circunstancial. La deformación del lenguaje a través del chateo es un uso pasajero y restringido a ese ámbito de la comunicación, privada o semiprivada. Cuando ese jovencito vaya creciendo y se integre a la vida social normal, propia de los adultos, ese uso lo dejará atrás. Los actuales jóvenes, cuando se integren a la realidad social, cultural y laboral, no podrán llevar ese lenguaje al ámbito social, profesional o laboral. Hay gente preocupada por la deformación del lenguaje que conlleva el chateo, ya que estiman que ese uso va a dañar la lengua, pero eso no va a suceder, porque es un uso provisional y circunstancial, razón por la cual no va a alterar la esencia de la lengua.

El conocimiento de la lengua forma parte de los objetivos de la formación humanística que nos proporcionan los padres, los maestros y los libros, por lo cual quiero motivarles, niños que me escuchan, para que estudien la lengua con esmerada dedicación con el fin de asegurar un desarrollo intelectual firme.

 ¿Es cierto que la lectura de libros ayuda al conocimiento de la lengua? ¿Ayuda o frena la imaginación del niño?

¿Te gusta leer o lees porque te lo imponen en la escuela? ¿Quiénes de ustedes leen, a quién le gusta la lectura? ¿Qué buscan ustedes cuando leen? ¿Qué tipo de lectura les gusta leer? Por la atención que están prestando a mis palabras, me parece que ustedes leen. La lectura es el mejor medio para adquirir formación intelectual y desarrollo cultural. Desde luego, que ayuda al conocimiento de la lengua y mejora la capacidad de imaginación del niño.

A propósito de la lectura, permítanme hacerles una sugerencia. Si al leer un periódico, una revista, un folleto o un libro, se encuentran con palabras desconocidas, ¿qué hacen?, ¿siguen leyendo o consultan el diccionario? Consultar el diccionario para buscar el significado de las palabras que desconocemos es lo recomendable. Sea un niño, un joven o un adulto, cuando está leyendo, si hallamos una palabra cuyo significado desconocemos, debemos buscarla en el diccionario. Es la oportunidad de conocer su sentido en un contexto, lo que permite apreciar y valorar el sentido de esa palabra en una oración. Los escritores que escriben para niños saben que el niño tiene una mentalidad o un nivel de comprensión, diferente al que ha alcanzado el adulto.

Dije que el niño vive en una esfera particular, un estadio particular, un mundo particular porque se compenetra imaginativa y emocionalmente con la realidad, con una intensidad mayor que la de los adultos. El niño despliega la imaginación de una manera impresionante, ya que tiene una capacidad de sintonía con las cosas que la mayoría de los adultos perdemos. ¿Saben ustedes  en qué consiste esa capacidad? En darle alas a la imaginación, con una cabal compenetración con lo real de un modo entrañable y profundo. Es la capacidad de compenetrarse con las cosas, de identificarse con la realidad sensorial, con el mundo circundante y es tan profunda esa capacidad que a veces el niño piensa que es uno con la cosa, pues si está lloviendo, se concentra en la lluvia y al ver que la lluvia cae sobre una hoja, en un momento determinado puede sentir que esa lluvia está cayendo sobre su cuerpo. Esa capacidad de sensación y de compenetración es propia del niño y la mantienen, cuando llegan a la edad adulta, los místicos y los poetas, que suelen conservar esa capacidad de sintonía con la cosa. Los poetas y los místicos mantienen esa capacidad que tienen los niños de compenetrarse de manera intelectual, imaginativa, sensorial, afectiva y espiritual con las cosas. Ese es un poder extraordinario que tienen los niños y que conservan los adultos que son poetas o místicos.

 ¿Por qué los adultos no conservan esa capacidad que tienen los niños de identificarse con la cosa y vivir gozosamente el mundo?

El niño tiene varios atributos que suelen perder los adultos, como la sinceridad, la capacidad de relación, la disposición de vivir gozosamente el mundo. Son atributos o virtudes que a menudo pierden los adultos. ¿Saben ustedes por qué? Por el sentido y la orientación que le damos a la conducción de la vida. La mayoría de las palabras de la lengua española vienen del latín. En latín existen las palabras iocus y ludus, que significan ´juego´. De iocus se  originó “juego” y se derivó “jocundo”, que tiene el sentido de ´gozoso´, porque el juego conlleva gozo, razón por la cual los niños aman tanto el juego. Y de ludus (´juego´, ´acción gozosa´), salió “lúdico”, que indica lo ´relacionado con el juego´. “Lúdico/a” es una actitud o disposición para ver la vida como un juego o como un gozo. Los niños ven el mundo como un juego, asumen la realidad como un juego y por eso gozan la vida, aman y disfrutan la vida; y por la misma razón les gusta jugar, porque en el juego desarrollan sus inclinaciones, gustos y potencialidades. El juego le da sentido a su vida.

A los niños les gusta jugar y a los adultos nos gustaba jugar cuando éramos niños, pero en la medida en que vamos creciendo, esa inclinación al juego se va perdiendo. El juego es una actividad connatural a la condición de niño. ¿Por qué? Porque los niños necesitan moverse, recrearse, actuar, disfrutar y en el juego realizan esa inclinación de su sensibilidad. El juego entraña una diversión, un estado de alegría, de gozo y satisfacción. Por esa razón, desde que tomamos conciencia de las cosas, buscamos el juego, es decir, el gozo, el disfrute y la recreación, que el niño busca a través del juego. El niño prefiere juntarse con otro niño porque con otro niño puede jugar y con el adulto no. Los adultos perdemos la inclinación hacia el juego y la cambiamos por otros intereses: no nos compenetramos con el juego, ni sentimos que existimos por el juego, como lo sienten los niños.

 ¿Qué usted recomienda al autor de una obra que va dirigida al niño?

El arte que hace el adulto para el niño, sea pintura, música, baile, poesía, teatro o cuento, debe tener presente dos condiciones: la capacidad de compenetración espiritual e imaginativa que tiene el niño con la cosa y su inclinación al juego como algo esencial para su crecimiento y desarrollo. Esa capacidad de ver el mundo como un juego y esa capacidad de imaginación para vivir en su propia interioridad una realidad diferente de la realidad que le rodea es algo que debe tomar en cuenta quien escriba para niños o quien elabore un arte destinado al mundo infantil. Esa forma de proceder es propia de la mentalidad del niño. A través de la imaginación el niño vive una realidad diferente de la realidad que le rodea en su casa, en su escuela, en su ambiente y, entonces, en ese mundo interior, en ese ámbito entrañable y personal de su ser, trabaja con la fantasía y crea realidades que no existen en la realidad real, crea mundos ficticios. Crea una realidad ideal, una realidad imaginaria, que es real para sus vivencias, aunque no exista en la realidad tangible. Esa ha sido la clave del éxito de los muñequitos animados, que sus actores activan todo lo que existe; de repente un par de muñecas, colocadas como adorno en el mueble del aposento o de la sala, se activan y comienzan a retozar. La imaginación del niño convierte en juego lo que sucede y lo que visualizan en su imaginación lo hacen realidad. ¿Ustedes saben quiénes prolongan esa capacidad que tiene el niño, de crear una realidad en su propio mundo interior? Los adultos que han desarrollado el poder de la ficción mediante la literatura. Esa realidad interior la hace realidad el poder de las palabras. Los poetas, los cuentistas y los novelistas prolongan, en su vida adulta, lo que vivieron cuando niños. De alguna manera esos creadores siguen siendo niños porque fabulan con la imaginación y las palabras.

Lamentablemente, influyen muchos factores en la vida para que no siempre se prolongue en el tiempo esa realidad vivencial, esa realidad interior, el poder de la imaginación que aprendimos a usar en la niñez. Sería hermoso si todos llegásemos a la vida adulta, viviendo y pensando como niños, pero hay una realidad de exigencias en la vida social, con la responsabilidad que conlleva vivir en sociedad y desarrollarnos con determinadas condiciones materiales y espirituales. Hay una realidad social y económica en la que hay urgencias que satisfacer, conflictos e intereses que remediar, adversidades y contratiempos que disminuyen la calidad de la vida y hacen perder la condición más hermosa de la infancia.

Los artistas son los seres humanos que prolongan la condición del niño que había en ellos y la prolongan en su edad adulta, ya que siguen imaginando, fantaseando y creando lo que viven en su propia realidad interior y crean una nueva realidad mediante el lenguaje del arte, la poesía o la ficción. La realidad estética es en el adulto lo mismo que la realidad ideal o imaginativa en el infante o en el niño, una hermosa realidad que él vive en su interior. Esa  realidad estética amasa vivencias y conocimientos, atesora la experiencia de la vida y crea un mundo de palabras, un mundo verbal: una realidad diferente de la realidad que conocemos. Cuando los adultos hacen una creación inspirada en la realidad estética de su mundo interior crean, como los niños, una realidad hermosa y cautivante, una realidad en la que hay felicidad, armonía y sosiego. Hay un personaje de un escritor inglés famoso, William Shakespeare, que escribió Hamlet, donde el personaje no quiere enfrentarse a los problemas de la realidad de la vida adulta y dice que prefiere refugiarse, como se refugian los moluscos, en una concha. Se refugia en su imaginación “para no soñar horrores”, dice. Los horrores de la realidad real, como a veces sucede con el deber, el trabajo, las obligaciones, las responsabilidades, todo eso.

Hago mención de esto, porque ese ámbito de la imaginación, muy fecundo  en el niño, tiene una peculiaridad, una razón de ser y los adultos debemos proporcionarles a los niños las condiciones para que vivan esa etapa con plenitud y felicidad y es admirable cuando un adulto trabaja para los niños. Dar apoyo a esa etapa de la vida y crear las condiciones materiales, artísticas, intelectuales y espirituales para que el niño siga siendo niño y viva como niño. Hay una literatura escrita para niños, pero los adultos, cuando escriben para niños, no siempre alcanzan el objetivo, es decir, lograr que el niño la disfrute, la goce y la entienda, pero es loable la intención de buscar la comprensión del niño, de que este viva una realidad diferente y que nosotros, los adultos, podemos alimentar esa realidad para que le sea placentera y provechosa.

Los estudiantes de mi generación, cuando éramos niños, fuimos educados bajo la consigna de “la letra con sangre entra”, y puedo decirles a ustedes que esa frase, que encierra una metáfora, era un método, duro y exigente, que tenía algo de la antigua disciplina espartana: o aprendías o te echaban de la escuela. Y no era para lamentarse, porque no todas las personas tienen la vocación para el estudio y la disposición para la disciplina intelectual.

  ¿Usted mencionó la palabra metáfora, cómo la explica para nosotros?

Voy a tratar de remontarme a mi infancia para contarles a ustedes una anécdota que me llamó poderosamente la atención. Cuando yo tenía cinco o seis años de edad, llegó a mi casa una señora que solía entrar a saludar a mis padres. Esa señora iba todos los días a la santa misa, al templo de la ciudad y nosotros vivíamos en Guaucí, un campo en las afueras de Moca, ubicado a dos kilómetros de la ciudad. La susodicha señora, llamada Eduvigis Hidalgo, al regresar a su casa, a veces entraba a la nuestra. Mi padre trabajaba zapatería en la misma residencia. Se llamaba Juan y le decían Juancito, y un día doña Eduvigis llegó emocionada, diciendo: “¡Juancito, si hubieras visto lo que yo vi! El sacerdote tiraba chispas de oro por su boca, puras chispas de oro”. Esa frase retumbó en mi oído: “El sacerdote tiraba chispas de oro por su boca”. Entonces le dije a uno de mis hermanos: “Qué pena que no estuviésemos allí para recoger el oro”. Muchos años después supe que a esa manera de hablar, “tirar chispas de oro”, se le llamaba metáfora, porque no era oro lo que el cura tiraba por la boca; la señora quería expresar que el cura decía palabras hermosas. La susodicha señora quiso decir que ese cura hablaba bien o hablaba bello, con un lenguaje elocuente y elegante. En su expresión había la creación de una figura que se llama metáfora. ¿Qué es una metáfora? Es una forma elegante del lenguaje, es decir, una manera hermosa de expresar, mediante una comparación, la cualidad de algo. Consiste en comparar una cosa con otra con la que se le parece. A una mujer con pelo rubio le podemos decir que tiene “pelo de oro” y eso es una metáfora, como tantas otras que hay en la lengua y en la literatura, como decir “boca de rubí” o “dientes de perlas”.

Hay muchas metáforas en la lengua y la creación de metáforas implica un acto de creatividad del hablante. Los literatos son hablantes especializados y se distinguen porque son los que usan la lengua con sentido artístico. Ahora bien, los seres humanos, cuando recibimos el don de la vida, recibimos varios dones, como la capacidad para querer, comprender, pensar y crear. Son varios dones que espiritualmente nos enriquecen, como son la palabra, el amor, la reflexión  y la creatividad. Como dice el libro mayor de nuestra cultura, que es la Biblia, no solo de pan vive el hombre. Los seres humanos tenemos capacidad para crear, aunque es cierto que no todos los seres humanos creamos, ¿por qué? Porque no todos desarrollan el don de la creación, ya que  los dones hay que desarrollarlos. Si ustedes tienen un pedazo de tierra y nunca siembran nada, esa tierra no va a producir, pero si quieren que produzca flores o frutas comestibles, hay que sembrar la mata que produzca la flor o la fruta; pero para que esa mata produzca, hay que arrancar la yerba mala que le chupa la energía productiva y echarle agua y abono para que se nutra y crezca.

Pues bien, así como a la tierra hay que desyerbarla y echarle agua y abono, es decir, darle la atención debida para que dé flores o frutos, según cada caso, asimismo nosotros tenemos que cultivar los dones con que venimos a la vida.  El poder de la creación hay que cultivarlo, porque no se desarrolla solo. Somos interiormente como un jardín, pero a ese jardín interior que es cada uno de ustedes, produce frutos si se cultiva, ya que si no se cultiva, no produce nada. Cada uno de ustedes es un jardín. Esa manera de hablar es una metáfora, pero ese jardín interior necesita que se atienda, exactamente como se debe atender el jardín del patio, ya que no produce nada si no hacemos lo que hay que hacer para que produzca. Por ejemplo, podemos llegar a ser lo que deseamos en la vida. Ahora mismo ustedes pueden pensar en lo que quieren ser cuando adultos, pero para llegar a ser lo que quieren, tienen desde ahora que comenzar a prepararse y hacer lo que hay que hacer para conseguirlo y pueden conseguir lo que quieran. Pero no pueden decir… cuando sea adulto voy a ser arquitecto, abogado y médico, o voy a ser comerciante, agricultor o maestro constructor, etc. Hay que elegir una profesión o un oficio, pero solo una cosa, no dos o tres al mismo tiempo, pues puede aspirar a desempeñarse en un oficio o en una profesión, pero no en dos o en tres a la vez.

La creatividad se da en todo. Estos asientos en los cuales nos sentamos, esta mesa que tenemos delante de nosotros, ese cuadro que vemos sobre esa pared, todas las cosas fueron creadas por alguien. Esta taza de café la hizo alguien, como también este libro o este lápiz. Todo eso es creatividad. Todo lo que usamos lo produjo alguien y constituye una expresión de creatividad. La creatividad no solamente se da a través de la palabra. La creatividad se manifiesta mediante muchos medios y maneras. Hay muchas formas de creatividad. Cuando era niño, yo era muy creativo. A mí me tocó vivir en una etapa de mucha pobreza, con muchas limitaciones. Yo mismo construía los bates con los que jugábamos el juego de pelotas y hacía las pelotas y recortaba el rodete de las gomas o neumáticos de los vehículos para hacer una rueda, que tirábamos a correr con la penca de la palma. La palma es un arbusto tropical, muy nuestro, tiene unas hojas cuyo tronco se llama penca y la penca tiene una hondonada que sirve para agarrar la rueda y hacíamos competencia de carrera y gozábamos con nuestra creatividad. Yo mismo recortaba la penca de la palma, que servía para sujetar y empujar la rueda y con la yagua de las pencas nos deslizábamos por las pendientes de los barrancos, llamadas “jaidas” en los campos del Cibao y nos bañábamos en los ríos y jugábamos a las escondidas y contábamos cuentos por las noches. Los cuentos nos encantaban y había cuentos de terror, que nos engrifaban los pelos. Imaginábamos que un caballo se comía una mariposa y comenzaba a hablar y volaba y yo me encaramaba sobre su lomo y paseaba por sobre montes y aldeas y los demás niños se quedaban alelados con las historietas que les contaba. Entonces no teníamos radio ni televisión. Carecíamos de recursos económicos, pero teníamos imaginación y creatividad. Nosotros hacíamos creaciones con lo que nos brindaba la naturaleza; la penuria no nos limitaba. Recortábamos la goma de las llantas de los carros y la envolvíamos sobre sí misma para hacer la bola y buscaba un rodete de hilo, tomaba el hilo y lo enrollábamos sobre la bola hasta que quedara bien forrada y con esa bola jugábamos beisbol. La creatividad se puede dar en todo. Cuando el tiempo fue pasando, desde la adolescencia comencé inclinarme por las letras, pues me di cuenta que había otro mundo, el mundo de los libros, el mundo de las ideas, el mundo de la creación literaria y experimenté la vocación literaria y me di cuenta que podía ser creativo con la palabra. Desde luego, hay que prepararse para emprender cualquier acción creativa, como hay que prepararse para todo.

Tenemos inclinaciones intelectuales con las convicciones que nos permiten  comprender la realidad y entender el sentido de la vida. La realidad se nos da, pero tenemos que comprenderla y valorarla para saber vivir. Tenemos inclinaciones estéticas destinadas a ver la vivencia y el disfrute de la belleza. En todo podemos apreciar el sentido de la belleza. Tenemos inclinaciones morales para saber que la vida en sociedad ha de fundarse en valores y conducirse bajo el cumplimiento de unas reglas o una normativa de comportamiento con actitudes de respeto y armonía hacia los demás. Tenemos inclinaciones espirituales que nos ayudan a crecer interiormente, ya que no solo tenemos un cuerpo físico, sino un alma que cultivar porque tenemos que desarrollar una vida interior. Hay un pasaje bíblico que dice que Jesús crecía en edad y sabiduría. Quiere decir, entonces, que hay que crecer en edad y en sabiduría. Para crecer en sabiduría hay que prepararse espiritualmente. Cada uno de ustedes está pautado por un destino y sobre la marcha sabrán qué espera el destino de ustedes.

Bruno Rosario Candelier
Academia Dominicana de la Lengua
Santo Domingo, Ciudad Colonial, 10 de agosto de 2010.

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