INFECCION LINGÜÍSTICA

La Academia Dominicana de la Lengua ha desarrollado numerosas actividades bajo el liderazgo de Bruno Rosario Candelier. De manera regular, funcionan dos “tertulias formales”: una “literaria”, otra “lingüística”.  Poetas, narradores, ensayistas, pueden expresarse en la primera, poner libros en circulación, discutir ideas estéticas; en la segunda, tienen una vía abierta lexicógrafos, lingüistas, investigadores de la historia de nuestra lengua.  Varios diccionarios, la Nueva Gramática Española, se han presentado recientemente en el auditorio de la Academia.

Ahora le ha “tocado el turno” a los pensadores españoles del siglo pasado y lo que va del presente.  El hecho puro de que Descartes escribiera “Discurso del método” en lengua francesa, acarreó notables “ventajas pensantes” para todos los que hablaron ese idioma en los siglos XVIII y XIX.  Las ideas del llamado “pensador de estufa” fueron el arranque de la filosofía moderna. Descartes descubrió el “continente intelectual” que luego “colonizó” Kant.  Es difícil decir cosas nuevas con un lenguaje viejo.  Descartes descubrió que la “única realidad indudable” estaba dentro de su cabeza: su propia duda. “No dudo que dudo”, exclamó.  La duda no estaba afuera, en el mundo; estaba en “el pensamiento”.

La famosa separación  –clara y distinta- entre cosas pensantes y cosas extensas “ocupó” los pupitres de las universidades desde 1650.  Ortega ha dicho que el pensamiento “no es cosa”; que la idea aristotélica de substancia se infiltró tan profundamente en las mentes occidentales, que jamás hemos podido desalojarla.  Descartes “recae” en la ontología tradicional al repensar las palabras latinas “res” y “cogito”.  Términos de filosofía griega “infectaron” las nuevas lenguas romances a través del latín.  Unamuno afirmaba: la filosofía no es sino el desarrollo de la lengua.

En 1958 la Biblioteca de la Revista de Occidente publicó: “La idea de principio en Leibniz y la evolución de la teoría deductiva”, un manuscrito inédito de Ortega.  “Principio” es el punto a partir del cual se inicia un razonamiento.  Se creyó siempre que los principios no necesitaban ser probados.  Ortega estudia en este libro “las formas” en que razonaron: Euclides, Aristóteles, Descartes, Leibniz, los algebristas.  Son meros preparativos para enfrentar el mayor problema filosófico: “veracidad y logicidad”.  Hoy disfrutamos, gratuitamente, de esos prodigiosos esfuerzos intelectuales realizados en lengua española.

CATEGORIAS VITALES
Federico Henríquez Gratereaux

A los hombres no se les concede la vida “hecha”; tienen que hacerla todos los días.  Esta idea orteguiana ha sido interpretada de muchos modos, generalmente con bastante corrección y acierto, pero sin ninguna precisión filosófica.  El gato y el perro viven a partir de sus propias, invariables, naturalezas.  “Gatitud” y “perritud” son moldes instintivos que gato y perro no precisan fabricar “trabajosamente”. El hombre, en cambio, está obligado a “ganarse la vida”, no sólo económicamente, sino también “antológicamente”.  Ciertos hombres desean ser gobernantes o médicos; otros quieren “llegar a ser” empresarios, santos, escritores.

Cada hombre “elige” un “proyecto” de vida dentro del cual “decide” alojarse.  El hombre es un animal capaz de “futurición”; hace ahorros para  viajes que no sabe si podrá realizar.  Todo ahorro, de fuerzas o de dinero, es una previsión del futuro. El futuro puede definirse “técnicamente” como “lo que aun no es”.  Un estudiante de medicina no es medico; espera serlo en lo futuro; actúa, vive, estudia, trabaja, en función del futuro; para ese estudiante todo lo presente es “transito” hacia la graduación.  Las vidas de los hombres están regidas por “lo intencional”; el esquema teórico de lo intencional es: con algo, por algo, para algo.

“Entender” la naturaleza, los objetos del mundo: astros, animales, plantas, no requiere los mismos “instrumentos” que necesitamos para “entender” el entendimiento, el pensamiento, los procedimientos lógicos.  Las llamadas categorías filosóficas son articulaciones o goznes en los que giran y “se deslizan” los pensamientos.  Los cuerpos sólidos han de estar, necesariamente, en el espacio y en el tiempo, dos categorías de la antigüedad clásica; poseen “cualidades”: son blancos, verdes, amarillos.  Las actividades mentales, las tareas “ideales o subjetivas”, exigen el concurso de otras “categorías”: sucesión, relación, modalidad, infinitud, continuidad, causalidad.  Los viejos filósofos utilizaban dos “sacos categoriales”; uno objetivo, otro subjetivo.

La comprensión de la vida humana no puede lograrse a través de categorías rígidas, absolutas, abstractas.  El hombre, según Ortega, es un centauro ontológico, una entidad compuesta, mitad naturaleza y mitad historia.  Este sujeto “preternatural” o medianero, no se “entiende” si no conocemos de él: “ideas y creencias”, “circunstancias”, intenciones, proyectos, decisiones.  Para entender al hombre es preciso narrar su vida, construir su biografía.

UNA LENGUA AFILADA
Federico Henríquez Gratereaux

Durante la noche de ayer –en medio de un prolongado apagón– la Academia Dominicana de la Lengua desarrolló su tercera conferencia – taller sobre el pensamiento español.  La primera fue dedicada a la obra de José Ortega y Gasset; la segunda, a las meditaciones de don Miguel de Unamuno.  Esta vez tocó el turno a Julián Marías, discípulo de Ortega, autor de muchos libros importantes, entre ellos: “La estructura social” y “Antropología metafísica”.  El doctor Alejandro Arvelo, profesor de filosofía, hizo los comentarios a una estimulante conferencia de Julián Marías acerca de la “instalación del hombre en la madurez”.

Para mi fue gratísimo escuchar la voz de Marías exponiendo los problemas de la juventud y la madurez, en hombres y mujeres; todo ello desde una perspectiva filosófica centrada en la vida humana y no únicamente en la vida biológica.  Es una pena que no podamos oír grabaciones con las voces de Platón, Descartes o Kant.  La escritura es la técnica que permitió la transmisión del pensamiento a lo largo de los tiempos.  Para  reproducir las inflexiones de la voz fue necesario esperar “el invento de Edison”.  Conocí a Julián Marías en el curso de una visita a la RD; pronunció entonces una charla  “resplandeciente” en la Biblioteca Nacional.

Si grato fue escuchar a Marías, más agradable resultó comprobar el cuidado con que Alejandro Arvelo revisa sus escritos.  No escapan a su mirada notas al pie de página acerca de matices significativos de algún vocablo de nuestra lengua, ni aquellos distingos conceptuales del raciovitalismo de Ortega que Marías prolonga, aplica o desarrolla.  Los precisos comentarios de Arvelo, adecuados y justos, hechos con verdadero entusiasmo intelectual, deben ser subrayados.  “Filosofía española” es un “producto cultural reciente”, mal recibido y peor conocido en muchos países.  Pero podría ser una caudalosa vía de “incorporación” al pensamiento entre los dominicanos.

Celebro mucho que la Academia Dominicana de la Lengua haya “asumido” la responsabilidad de disponer el estudio de estos pensadores,  que han enriquecido nuestro idioma; por tanto, las posibilidades de intelección, creación e investigación, de quienes hablamos todos los días en español.  Bruno Rosario Candelier, director de la Academia, el académico de número Manuel Núñez, director del programa, merecen calurosos aplausos.

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