EL DIRECTOR DE LA ACADEMIA, DR. BRUNO ROSARIO CANDELIER, DESCRIBE SU ESTANCIA EN ESPAÑA

1. DE LA REAL ACADEMIA A TOLEDO Y ÁVILA

Al llegar a Madrid, me puse al servicio de la Real Academia Española, que me invitó a colaborar en sus tareas lexicográficas.
Es intenso el tren de trabajo que debo realizar aquí. Por lo pronto, estoy colaborando en la revisión del Diccionario de la Real Academia Española (DRAE) y en la confección del Diccionario de Americanismos (DA), pero mi responsabilidad, en esta área, es el léxico del español dominicano.


Respecto al  DRAE, me han incorporado a una Comisión de Estudios Sociales junto a otros siete académicos, todos ellos Miembros de Número de la Corporación de Madrid. Esta Comisión la preside el Director de la RAE, don Víctor García de la Concha. En esta Comisión se van eligiendo las palabras en atención a un lema específico. Por ejemplo, si se elige la palabra tráfico para su estudio, se enfocan todas las voces que contienen ese lema o sus variantes para verificar si la definición es pertinente, si el vocablo está en desuso, si hay que insertar alguna modificación conforme la apreciación actual o cualquier otro aspecto vinculado con su sentido.

Respecto al DA, formo parte de la Comisión Permanente de la Asociación de Academias de la Lengua Española (ASALE). En esta Comisión nos reunimos los representantes, este año de gracia de 2009, de las Academias de Panamá, Ecuador, Norteamericana y Dominicana, junto al Delegado de la RAE y el Secretario General de la ASALE, don Humberto López Morales.
Recibimos el material previamente seleccionado por un equipo de especialistas al servicio de la Real Academia Española, desde la A, la letra inicial del alfabeto, hasta la Z, la última de nuestro abecedario. En dichas palabras constatamos si la definición anotada, en las diversas acepciones, es válida en nuestro lenguaje, si tiene vigencia, si es obsoleto, etc. También hay que consignar las diferentes marcas gramaticales para su registro, como el género, los niveles socioculturales, de estilo, las variantes, etc.

Para airearnos fuera de Madrid, este pasado fin de semana viajamos a Ávila y Toledo.

Teodoro Rubio, el coordinador del Ateneo Insular en Madrid, ha sido como un ángel para nosotros en esta tierra de España. El 20 de febrero nos fuimos de paseo con él para Ávila, la ciudad mística de Castilla. El trayecto, orillado entre sierras con pinares embutidos en la nieve, es impresionante y majestuoso. Recorrimos la ciudad amurallada de Santa Teresa y San Juan de la Cruz. Visitamos el Centro Internacional de Estudios Místicos y la Universidad Mística de Ávila, donde se imparten cursos y seminarios sobre temas de espiritualidad por un precio tentador. Alguna vez me gustaría pasarme una semana en ese centro de estudios místicos bajo la conducción de los padres carmelitas.

Teodoro es admirable, noble y bueno, como el buen místico que es. A eso de las dos de la tarde, almorzamos en uno de los restaurantes típicos de la ciudad -sopa castellana, ternera guisada, camarones revueltos-. Por la tarde, visitamos la Catedral (hasta el mismo obispo nos recibió, puesto que es amigo de Teo), el Convento de Santa Teresa, el Museo místico de la ciudad, la plaza pública. Luego hicimos un recorrido en torno a la histórica muralla abulense. Al regreso, Teo nos recitaba sus poemas encendidos en amor divino, versos impregnados del auténtico destello sutil de lo divino.

Al día siguiente, sábado 21, viajamos a Toledo. Allí nos recibió el poeta Gonzalo Melgar, del vecino poblado de Argés. Fue nuestro guía y generoso anfitrión. Sus hermosos versos, como los de Teodoro Rubio, figuran en la Antología mística del Interiorismo. Me impresionó vivamente esta milenaria ciudad española, con su muralla entapiada como un cinturón de protección. Rodeada por el Tajo, desde dentro o desde fuera del entorno del río, muestran perspectivas cautivantes. Con hermosas construcciones góticas, recorrimos sus callejas antiguas, sus museos pictóricos, sus conventos legendarios.
Sentí una gran emoción cuando, en la parte extramuros, Gonzalo Melgar nos dijo:

-Ahora vamos a ver algo relacionado con nuestro patrono.
-San Juan de la Cruz -le dije.
-San Juan de la Cruz -afirmó.

Y al situarnos del lado oeste del Tajo, en las afueras de la ciudad, nos señaló el lugar por donde se escapó el santo carmelita durante la ´noche oscura´ de su cautiverio.

Me impresionó la alta pared por donde se deslizó el místico poeta abulense cuando se fugó del convento en el que los inquisidores lo habían encarcelado.

A la hora convenida del almuerzo comimos migas manchegas, jabalí serrano y perdices toledanas. Toledo es una viva huella creativa del legado histórico de un pasado fecundo. Una ciudad para recrear la vista, evocar el pasado y revivir la historia.
Toda la inmensa meseta castellana, fragmentada en sembradíos de cereales y olivos, era la misma que estimuló la inspiración del cantor de Castilla, Antonio Machado. De vez en cuando nos sorprendía, a lo largo del trayecto, el vuelo esplendoroso de gozosos gorriones, que parecían entonar alegres endechas. Dios pone en cada paraje del Universo un poco de su Todo infinito.

2. VIAJE DE ESTUDIO Y PASEO A SEVILLA Y SALAMANCA

La primera semana de marzo hicimos un alto en nuestra labor académica en Madrid. Participé en una hermosa Tertulia Poética, celebrada en el Café de Oriente, justo frente al Palacio de la Zarzuela de Madrid, bajo la coordinación del poeta interiorista y entusiasta dirigente literario del Ateneo Insular en España, Teodoro Rubio. Aprecié un fervor lírico y estético desbordante en los contertulios madrileños, aunque los había también de otras poblaciones españolas, como los poetas Gonzalo Melgar, de Toledo, y María Rodríguez, de Jerez de la Frontera.

El primer domingo de marzo, soleado y jocundo, emprendimos viaje hacia Sevilla, la ciudad que inspiró la gestación de la Generación del 27, cuando Federico García Lorca, Dámaso Alonso, Manuel Altolaguirre, Pedro Salinas, Luis Cernuda, Vicente Aleixandre, Ernestina de Champourcin, Emilio Prado y otros valiosos poetas celebraban el segundo centenario de Góngora. La delegación integrada por los Directores de las Academias Hispanoamericanas de la Lengua Española y de la Real Academia Española, viajamos en AVE, el tren de Alta Velocidad que corre a trescientos cincuenta kilómetros por hora. Atravesamos las inmensas praderas de la meseta castellana en un santiamén. Tras un fascinante trayecto por entre cerros poblados de encinas y olivares, llegamos a la bella ciudad andaluza, donde nos recibió una comitiva oficial.

Al cruzar el centro de la ciudad, llegamos a Triana, para instalarnos en el hermoso hotel que nos albergaría por cinco días. Al dirigirme al hotel, observé, embelesado, las singulares edificaciones que daban cuenta de un pasado legendario. En uno de los apartamentos del centro de la ciudad contemplé el floreteo de algunas avecillas, temblorosas y traviesas, que coqueteaban frente a los balcones. Entonces recordé los versos de Rimas y leyendas, de Gustavo Adolfo Bécquer: “Volverán las oscuras golondrinas/ de los balcones sus nidos a colgar./ Pero aquellas que unieron nuestras vidas/ no volverán”.

Sevilla es una ciudad encantadora. Casas antiquísimas (el sector antiguo data del siglo XII), impresionantes construcciones árabes, imponentes palacetes góticos y, desde luego, el histórico Alcázar de Sevilla. En muchas de sus calles hay cafeterías ubicadas en sus aceras y muchos parroquianos acuden a esos establecimientos de diversión y esparcimiento, dándole a la ciudad un aire festivo y bullanguero. El hotel donde nos hospedamos, el ABBA Triana, está situado justo al lado del río Guadalquivir, el mismo que inspiró a Federico García Lorca: “El río Guadalquivir/ va entre naranjos y olivos./ Los dos ríos de Granada/bajan de la nieve al trigo. / ¡Ay, amor, que se fue y no vino!”.

Lo que el hombre construye suele ser una evidencia de lo que sueña y piensa. Esto lo digo pensando en las hermosas edificaciones que vimos en Sevilla. Visitamos el Jardín del Alcázar, donde García Lorca leyó, según se nos dijera, su “Elegía a Ignacio Sánchez Mejía”; estuvimos en el convento donde Santa Teresa legó el original de Las moradas; vimos el escenario donde se gestó la Generación del 27; conocimos la casa-museo de Murillo, el gran pintor sevillano de la Virgen y el Crucificado; visitamos el Archivo de Indias, caudal de valiosos documentos sobre nuestra América; pasamos frente al portal por donde se voló (en sentido colombiano, ´fugarse con un hombre´) la lozana andaluza que inspiró tanta crónica inaudita a Francisco Delgado; comimos platos típicos y exquisitos manjares servidos por preciosas azafatas andaluzas.

El Monasterio de Santa María de las Cuevas sirvió de escenario para la reunión de académicos en la que se dio a conocer el proyecto del Diccionario de Americanismos ante las autoridades municipales, la prensa local y los intelectuales invitados a este encuentro con Andalucía.

-Habéis venido a Sevilla -nos dijo la Consejera de la Junta de Andalucía- tierra desde donde partieron hacia América millares de andaluces que implantaron en vuestros países el modo de hablar de nuestra lengua y retornaron luego con aderezos fecundos de un decir rico y hermoso.

Y prohijaron la historia los Rodrigo de Triana, Rodrigo de Bastidas y otros trianeros que fecundaron la estirpe de una raza fecunda, como dijera nuestro Rubén Darío. Todo lo demás fue asunto de coser y cantar. “Y rondaban ruiseñores como en Sevilla en primavera…”, escribiría el Almirante en tierras del Cibao, al que la Reina de Castilla y León le otorgó el poder sobre los nuevos reinos de Ultramar, mientras rondaban por mi mente los versos de agraciados creadores de esta singular tierra andaluza: “Anoche cuando dormía/ soñé, ¡bendita ilusión!/ que una colmena tenía/ dentro de mi corazón. / Y las doradas abejas/ iban fabricando en él/ con las amarguras viejas/ blanca cera y dulce miel. / Anoche cuando dormía/ soñé, ¡bendita ilusión!/ que era a Dios el que tenía/ dentro de mi corazón”.

No fue casual la elección de Sevilla para este encuentro, puesto que Elio Antonio de Nebrija no sólo es sevillano sino el autor de la primera Gramática de la Lengua Castellana, que sentó las bases morfológicas y sintácticas de nuestro sistema de signos y de reglas. Sevilla nos aportó cuantiosos vocablos y el modo peculiar de pronunciar nuestra dulce lengua. Solar nativo de Nebrija en el pasado y, en el presente, de María José Rincón y Luis Carlos Díaz, Sevilla ha dato sustancia y lustre, no sólo al buen decir de Bécquer y Machado, sino salero y gracia a una lengua que enaltece la manera sonora y elocuente de sentir y pensar el aliento divino.

El corazón da señales cuando cautiva su apelación profunda. La penúltima noche en Sevilla fue memorable, edificante y luminosa. Después de conocer el Archivo de Indias, visitamos el Monumento de los Venerables donde nos deleitó la música sacra bajo la conducción del padre José Enrique Ayarra, afamado organista de la Catedral de Sevilla, con un concierto al órgano de la Tocata en Fuga, de Juan Sebastián Bach. Bajo la inspiración musical del más melodioso de los instrumentos, en aquella bóveda impregnada de impresionantes alusiones pictóricas, recordé los versos inmortales de fray Luis de León: “El aire se serena/ y viste de hermosura y luz no usada/ Salinas, cuando suena la música extremada/ por vuestra sabia mano gobernada”. Entonces pensé en ti, gaviota distante, cuando escuchaba tu mismo acento cantarín, tu dulce dejo expresivo, tu armonioso canturreo que toca el hondón de la sensibilidad.

Luego pasamos al Museo de Velásquez que, con Murillo y Zurbarán, sevillanos son. Allí pudimos apreciar magníficos cuadros originales del genial pintor, como “La Inmaculada” o el sugerente fresco de Triana, de pintor anónimo.

Las cosas que nos emocionan se deben al halo de luz, magia y misterio que subyuga la sensibilidad profunda.

En ese museo conocí a Rocío García-Carranza, una singular andaluza, artista de una profunda vocación mística. Compartimos al día siguiente uno de los diálogos más intensos que jamás haya tenido bajo la llama de la sutil locura, como decía Platón cuando aludía al culto de lo divino mismo. Rocío simpatizó con el ideario interiorista y aceptó formar el Grupo “Antonio Machado” de Sevilla, bajo la inspiración del Interiorismo. Paso a paso sigue nuestro movimiento expandiéndose por el mundo.

Al día siguiente, viajamos a Cáceres, una hidalga ciudad que aún conserva, en su centro histórico, vestigios vivientes de un ilustre pasado milenario. La Cáceres histórica es una zona medieval con sus callejas antiguas, sus muros insumisos y sus palacios renacentistas con la huella de un pasado lleno de heroísmo y leyenda. Internarse en las estrechas callejuelas de Cáceres -lo mismo que en Sigüenza o Brijuela, donde también fuimos-, es sumergirse en el legado de unas poblaciones que conservan vestigios milenarios de una memoria histórica.

Salamanca coronó una semana de estudios y viajes. No sólo procuramos la descripción precisa del caudal léxico de nuestra lengua en América con su rico repertorio de voces mediante nuevos aderezos semánticos, sino el aliento, redivivo y remozante, que constituye la sal de la vida en su expresión jubilosa o edificante.

Sobriedad, pasión y pureza, los atributos que proyecta la Salamanca clásica, contrasta con la vitalidad, la dulzura y la alegría de la Sevilla que habíamos dejado atrás.Salamanca coronó una jornada de exploración lingüística, recorrido geográfico y evocación emocional. En la Universidad de Salamanca este servidor recibió, el sábado 7 de marzo de 2009, en nombre de la Academia Dominicana de la Lengua, el trofeo que la acredita como una de las 20 Academias Americanas de la Lengua Española ya que fue distinguida con el Premio Nebrija por nuestra labor centrada en el estudio de la lengua y el cultivo de las letras.

Bajo la bóveda de la augusta sala Miguel de Unamuno de esa vetusta universidad salmantina me llegaron estos versos amartelados en lo divino del escritor que enalteció la rectoría de esa prestigiosa institución universitaria: “Del corazón en las honduras guardo/ tu alma robusta. / Cuando me muera, guarda, / dorada Salamanca mía, / tú mi recuerdo. / Y cuando el Sol, al acostarse encienda/ el oro secular que te recama/ con tu lenguaje de lo eterno/ heraldo di tú que he sido”.

Tanto en Andalucía, como en la Alcarria de Castilla, no sólo disfrutamos de hermosos paisajes sino que también probamos los platos más exquisitos para el exigente paladar del buen gourmet.

En el trayecto de regreso a Madrid, el Poniente se comía la luz tras el fulgor del horizonte infinito.

Bruno Rosario Candelier,
Real Academia Española,
Madrid, 12 de marzo de 2009.

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