A LA DANZA INAUGURAL DEL MUNDO
POR RAMÓN EMILIO REYES
Ven a esta tierra para que el recuerdo
no perturbe tu alma,
encuentra tu nostalgia de las cosas perdidas:
amor, ingenuidad,
sosiego en la pureza de una vida descalza
del rigor de las urbes;
saluda la sonrisa de la sensualidad, el placer,
la sensación volátil de que todo es posible
como una playa en el crepúsculo
junto al olor del mar;
besa con tu entusiasmo el ambiente de sueño
crecido entre la oscura
antesala mental de tu esencia de niño arrodillado
y tu afán de ser hombre.
Esta es la espera,
El pasadizo conductor.
Aquí anida el regazo,
se encuentran las canciones;
la mejor fórmula de hallar
los campos mágicos, las frutas seductoras,
los caminos de azúcar que has buscado en el cuento,
el mito, la leyenda,
desde tu primer llanto.
Oye por todas partes la voz de la mujer
cascada frágil llamando siempre a alguien
con cortesía mariana en cada flor abierta;
hasta la seda que rastreabas
a través de la historia
saltando sobre el mar surgirá desde aquí.
Todo lo que tú quieres para dejar de ser:
la pasión, el humo, el paseo tranquilo,
la absorción en ti mismo
el sazém, la oración, la imploración,
la letanía entre campanas coronada de inciensos.
Unificarlo todo saliéndote de ti
para el encuentro con nosotros.
Y podrás escribir:
“estoy, al fin, en el principio;
aquí veo los ríos,
toco las hojas fácilmente,
me emborracho de éxtasis
sin cargos onerosos”.
Comprende ahora
el sentido profundo de la palabra invitación
alojada en la danza inaugural del mundo.
Este es el terso espectro
del poeta del agua, del aire
del asno potencial, manso y agreste,
sintético en la porcelana y la criolla
en la conformidad y la belleza.
Aquí está la mañana cuchicheando
una metáfora de olvido que te llena el recuerdo
de vacío auroral.
(Hay poetas que llaman,
abren palabras para entrar como el del mar:
metafísico Hermes entre la escena griega
y la melena verde de la palma antillana.
Parabolero mágico de la ruralidad
local-universal que te brindamos;
el imborrable Byron de la increíble rima
y la pasmosa métrica dialogada y sensible
se encuentra aquí también;
sentirás junto a ellos la óptima voz del fiord
sonar entre la niebla de las noches mulatas).
El isleño tambor coronado de música
surgirá entre las plantas
para guiar tus ojos soñadores de ritmo
entre los vegetales rebelados.
Los didácticos cantos para tus pies poéticos
orlando los senderos de esta historia encantada.
Sus reflejos animan el filósofo río
que brota inagotable
y sabe al mismo tiempo ser y no ser
para asir con sus cambios
la verdad permanente.
Y al fondo del paisaje un folklor soñoliento
de instrumentos delgados y hojas aromáticas
empalizadas tristes que rodean la muerte
magistralmente pálida,
beligerante débil contra el ansia feliz
de los días de ahora.
La historia es ángel nuevo en el espacio
cuando atraviesas este umbral;
el pirata y el santo se ofrecen en las ruinas
sin ningún compromiso,
el arcabuz silencia para que el goce ocupe
el primer plano de la vida
tras la agobiante carga del trago y de la angustia
desilusión interna de la época-.
Conocerás la tierra del retorno a la paz
donde no hay “razas hegemónicas”
ni animales rapaces, ni hierros de rigor,
ni rigores de hierro, ni exactitud del tiempo,
ni hielo tenebroso en las ventanas,
ni desiertos silentes.
La multiplicidad de astros es estrella común,
sol caprichoso amigo del día y de la noche
(sus hijos de ambos sexos)
Y la preocupación no se precisa,
tierra de nadie con nombre para todos.
Es oro el tiempo aquí.
Es oro el tiempo aquí
para gastarlo en el virtuoso néctar
como un barco.
Busca las calles sonreídas
donde pobres y ricos abandonan su lecho
para cederlo a la nueva impresión
al calor renovado de lo desconocido.
Pensamientos y actos toman forma
de maleable terciopelo
en que es factible la recreación constante
y el reiterado asombro.
Los que llegaron antes
fueron depositando este tesoro
en los bancos lejanos y nos legaron el amor,
y no podemos retenerlo.
¿Para qué limitarnos, con qué intención sufrir,
cuál es la utilidad
de endurecer el suelo con frutos dolorosos?
Hemos llevado en nuestro seno el deseo del mundo.
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