VELORIO – VELATORIO

“Tenía que estar en el VELORIO. Creo que es un sentimiento que brota de todos. . .”

Esa es la palabra que los dominicanos conocen para el acto que se lleva a cabo después de la muerte de una persona. Es cuando las personas se reúnen para velar el cadáver del finado.

Todo eso es cierto hasta que llega el momento de revisarle los genes al velorio dominicano. La afirmación anterior viene al caso porque en el diccionario de las autoridades de la lengua el velorio es especialmente cuando es de un niño.

Lo que llama más la atención no es solo que es un velatorio de un niño, sino que además para el velorio se consignan en los diccionarios de autoridades que es una velada con fiesta con motivo de alguna faena doméstica, como hilar, matar el puerco, etc.

El velorio con toda propiedad ya no se hace como se hacía antes pues era en realidad permanecer toda la noche en vela al cuidado del difunto; de ese modo se le hacía honor al origen de la palabra.

Del verbo velar que se encuentra en la raíz del velorio y del velatorio se han desprendido otros términos y usos que han cobrado vigencia con acepciones particulares. Entre otros se puede mencionar en Puerto Rico el verbo mismo con el sentido de “tener bajo vigilancia a una mujer soltera, o a una pareja de novios”. Por extensión también es para vigilar a alguien, con el matiz de hacerlo constantemente, como un acecho.

CAMIÓN – CAMIONETA – PISICORRE

“Las ventas de CAMIONES han aumentado durante nueve meses consecutivos (…) Estos CAMIONES ligeros representan el 54 % de todas las ventas de vehículos. . .”

La lengua española se habla en zonas geográficas muy distantes unas de otras. Como consecuencia de este fenómeno algunas palabras han adquirido connotaciones diferentes en algunos países. Otros vocablos han expandido su radio de cobertura por efecto de circunstancias.

En el caso del término camión se está en presencia de un vocablo que quizás por el uso que se ha hecho del vehículo automotor ha terminado convertido en algo más que un vehículo de transporte de grandes cargas.

En México con su gran cantidad de hablantes y su desarrollada cultura llaman camión al “vehículo automotor de cuatro o más ruedas que se utiliza para transportar pasajeros o cargas”. Esta es la definición que ofrece el “Diccionario del español de uso en México”, editado por el Colegio de México.

Como se echa de ver de inmediato, el camión mexicano sirve para transportar pasajeros también, de allí que se conozca el camión urbano, de escuela, etc. En otros países el camión es exclusivamente de carga aun cuando excepcionalmente sirva para transportar pasajeros.

La camioneta es un vehículo automotor más pequeño que el camión y que sirve para transportar cargas. El asunto no termina ahí porque en México es también un “vehículo automotor semejante a un coche, pero con más capacidad para llevar pasajeros”.

La descripción de la camioneta mexicana hace pensar en el pisicorre que conocieron los dominicanos, vehículo conocido también en Cuba donde lo definen como “automóvil sin separación entre los asientos traseros y el portaequipajes, y que termina en una puerta con cristal”, así lo consigna el “Diccionario del español de Cuba” de Haensch y Werner, 2000. Si mal no se recuerda era del género femenino, por lo tanto se hablaba de la pisicorre.

Las dudas las despeja Bernard Hamel en su “Diccionario bilingüe de mexicanismos”, 2002, donde se encuentra que camioneta es un coche familiar cuya traducción es “station wagon”.

Las penas no terminan ahí si se revisa el Diccionario de americanismos de las Academias (DAA) donde se lee que pisicorre es en Cuba lo que ya se copió antes y además camioneta. En Puerto Rico, de acuerdo con ese diccionario, es una “furgoneta preparada para el transporte público de pasajeros entre pueblos de la isla y barrios de las ciudades”; al final añade: guagua pública.

Otra acepción tiene el pisicorre en el último diccionario mencionado: cosa o asunto sin importancia y se la atribuyen a República Dominicana.

Una acepción diferente y muy propia del béisbol trae Carlos E. Deive es su “Diccionario de dominicanismos” cuando registra pisicorre para “pisar un corredor la almohadilla y seguidamente emprender precipitada carrera hacia la base siguiente”.

En su “Lengua y béisbol en la República Dominicana”, Orlando Alba ofrece las dos grafías pisicorre y pisa y corre para la “jugada en la que el corredor se desplaza o intenta llegar a la base siguiente inmediatamente después que el jugador defensivo atrapa la pelota bateada por el aire”.

Mediante la lectura de esta sección se comprueba una vez más la riqueza del español. No solo se añadieron muchas palabras autóctonas de América a la lengua traída de España, sino que se le reconocieron nuevos significados a voces viejas. Muchos de estos cambios pueden explicarse como resultado de las necesidades y el uso.

SUBVERTIR 

“. . . en gesto agudo y sutil SUBVIERTEN materiales ordinarios con los que cohabitamos día a día.”

Hay muchos críticos de artes que juegan con las palabras. Muchas veces hacen a las palabras expresar lo que ellas no dicen. Les extienden el sentido de modo desmesurado. Muchos de ellos son poetas de las letras, se sirven de los vocablos de manera libre y ponen a pensar al lector.

No todos estos críticos tienen el mismo acierto y a veces yerran en la manipulación de los términos de la lengua. Esos son los menos y sus desaciertos son perdonables porque la mayoría de ellos en su menester producen placer.

Vale la pena reflexionar sobre el uso que se hace aquí del verbo subvertir. Este verbo viene definido en el DRAE por sus equivalentes trastornar, revolver, destruir, especialmente en lo moral.

Por lo general lo que se trastorna es la familia, el gobierno, el sistema o un país. Para que un artista haga labor artística no basta con que revuelva materiales ordinarios. Es seguro que las obras artísticas no se logran destruyendo materiales ordinarios.

Conforme con lo que se acostumbre a leer y a entender lo que hacen algunos creadores artísticos es que subvierten el orden de los materiales ordinarios, y por ello debe entenderse que le asignan a estos materiales un destino alejado del que les corresponde en la vida diaria. Este subvertir el orden es una frase muy empleada.

Es posible que a la crítico de arte se le haya escapado una voz que se deslizó debajo del teclado, o bien que se la perdieron en la impresión. No hay mal que por bien no venga, pues en esta ocasión se aprovechó la ocasión para puntualizar algunos asuntos pendientes con el verbo subvertir.

SOSTENIBLE – SUSTENTABLE 

“. . . es que el socialismo es por definición INSUSTENTABLE.”

Muchos hispanohablantes se confunden en la selección de los dos términos del título. Si no se confunden por lo menos titubean antes de utilizar uno u otro. No es mala idea deslindar los campos de acción de cada uno para que haya menos confusión.

Sostenible es lo que puede mantenerse por sí mismo. En la redacción de la nueva edición, vigésima tercera, la enmienda viene encaminada a dar mayor importancia al aspecto de la economía y al de la ecología que es donde este término se usa con mayor frecuencia.

En esas dos actividades es: “que se puede mantener durante largo tiempo sin agotar los recursos o causar graves daños al medio ambiente.”

Sustentable es defender o sustentar algo con razones. Sustentar es sostener, soportar, mantener. Se usa con frecuencia para las lides de las ideas. Se sustenta una posición.

De las dos palabras del título se han hecho negaciones anteponiéndoles el prefijo IN- a las dos y de ese modo convertir el vocablo en negativo. Los cambios no han sido tan prometedores.  La voz insostenible la reconoce la Academia en su diccionario. Por el contrario la voz “insustentable” no ha recibido el beneplácito de las autoridades de la lengua. Algún día se sabrá porque actúan así los académicos.

INYECTAR

“. . .ocupando hasta el 80 por ciento de las habitaciones de los hoteles e INYECTANDO grandes cantidades de efectivo en la economía local.”

El verbo inyectar ha pasado a ocupar el lugar de muchos otros verbos en español. Los verbos españoles así reemplazados dependerán del entorno en que se encuentren. El ejemplo que se comprueba en el texto copiado es prueba fehaciente de lo que se aseveró antes.

Resultará sorpresa para algunos lectores después del tiempo transcurrido que el verbo inyectar solo tenga dos acepciones en español. La primera es introducir a presión un gas, un líquido, o una masa fluida en el interior de un cuerpo o de una cavidad.

La segunda acepción pertenece con toda propiedad a la Medicina. Es introducir en el cuerpo, mediante una aguja unida a una jeringuilla, un líquido o una disolución de un medicamento.

De la lectura de las dos acepciones se colige que el uso que se hace en la cita es extrapolado. Se ha tomado el verbo por su efecto, inyección, y se ha transformado el significado. No hay líquido, aunque sí liquidez y se la ha introducido en la economía local. No hay presión, no hay cuerpo ni cavidad.

No es nuevo que se use el verbo en economía y finanzas para introducir, añadir, verter, agregar, incorporar, sobre todo cuando se trata de recursos de cualquier índole que sean éstos.

La explicación para que esto suceda viene dada por la influencia del inglés. En esa lengua el verbo inyectar además de lo que significa en español es más o menos lo siguiente: introducir algo como elemento o factor en algunas situaciones.

PARTE ALTA 

Hace tiempo ya, cuando la ciudad de Santo Domingo era una pequeña ciudad, antes de la muerte de Trujillo, los barrios estaban muy bien delimitados: María Auxiliadora, Mejoramiento Social, Gazcue, Pajarito, San Carlos, Villa Consuelo, Villa Francisca, Villa Duarte, Ensanche Ozama, etc.

En esa época no tan remota en el tiempo había una parte de la ciudad que se denominaba la “parte alta”. No era un barrio específico, sino una zona de la ciudad. No había que subir tanto porque en la zona de San Miguel se encontraba “El Hospedaje” y ya allí había mucho de lo que se procuraba en la “Parte Alta”.

Esa parte se la conocía por ese apelativo y no era de la mejor reputación. Se pensaba en ir a esa “parte alta” cuando se deseaba amanecer, cuando no se proponía el sujeto acostarse temprano.

En esos barrios de la ciudad -porque englobaba más de uno- había diversión y allí estaban los famosos “cafeses” que eran remedos de los cabarets de las grandes ciudades. Allí se encontraba el distrito del bombillo rojo con la tolerancia del comercio sexual.

Se llamaba así quizás porque estaba en la parte de mayor altura de la ciudad por oposición a la que se encuentra a orillas del mar y del río, o cercana a estas partes que son más bajas.

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