Si las emociones y los sentimientos tuviesen sustancia física: ¿Cómo sería su estructura interior?

Si las emociones y los sentimientos tuviesen sustancia física: 1. ¿Cómo sería su estructura interior? 2. ¿Tendrían átomos, moléculas, ramificaciones, concatenaciones? 3. ¿Se moverían en el espacio como la brisa, se esparcirían como el polvo? ¿Cómo se mueven dentro de nosotros? 4. ¿Son fenómenos independientes de la conciencia? 5. ¿Qué son el temor, el recuerdo, la soledad o sensación de soledad, el vértigo, la tristeza? 6. ¿Cuándo llegan y se van? 7. ¿Tienen su propio lenguaje, al margen del logos?

Son preguntas que me hago y como no hay respuestas fuera de la representación y las imágenes, a veces lo planteo en la poesía. Obviamente, son preguntas que no hago a los filósofos, prefiero hacerlas a quienes tienen alma de artista, como usted.

Camelia

DE BRC PARA CAMELIA MICHEL, 2 DE JUNIO DE 2011

Respuesta

Camelia querida:
Con gusto procedo a responder a tus preguntas, que te desgloso en el orden en que me las planteas:
Tu primera pregunta no tiene respuesta porque está basada en un condicional inexistente. Sobre lo no existente o sobre lo posible o supuesto, no debemos especular, a menos que busquemos hacer un ejercicio de especulación para activar la imaginación creadora o simplemente para dar rienda suelta a la cavilación.

Todo lo que existe, tiene una naturaleza, un valor y una función. En virtud de esos atributos inherentes a su condición de ser, opera su natural disposición con su singular estructura para ser y proceder como le ha sido pautado ontológicamente.

Lo que pensamos, sentimos y queremos conforma una onda metafísica que el espacio registra en alguna capa del Universo y por eso se puede afirmar que hay una memoria cósmica que todo lo conserva, de cuya cantera fluye la sabiduría del Universo, que el Numen integra y guarda para los siglos venideros.

Somos una energía espiritual. Con el Logos fecundante está a nuestra disposición, subyacente en el centro de cada ser humano, la energía interior de la conciencia, que nos permite pensar, comprender, hablar y crear. Además de la realidad circundante, hay una realidad interior y una realidad trascendente, que perciben nuestros sentidos físicos y metafísicos. La realidad intangible tiene una dimensión interna y esencial que da cuenta del sentido profundo de todo lo viviente.

Manifestaciones como el temor, la angustia, el miedo, son expresiones negativas, que se contraponen a las expresiones positivas, como la fe, el amor, la bondad, etc.  La soledad, la tristeza, el ideal, etc., son manifestaciones metafísicas de nuestra personalidad espiritual.

“Nada sucede por azar, sino por razón o necesidad”, dijo Leucipo de Abdera, uno de los pensadores presocráticos. Quiere decir, entonces, que las cosas acontecen cuando conviene que acontezcan, principio místico de alto alcance para nuestra vida y para la creación.

Todo tiene su propio lenguaje de expresión, pero nosotros los humanos, seres pensantes y dicientes, contamos con la palabra, dimensión elocuente del Logos para decir lo que sentimos, para testimoniar lo que percibimos y para canalizar lo que creamos. Desde luego, los poetas tienen a su alcance el lenguaje de las imágenes y los símbolos para canalizar verdades reveladas o verdades intuidas que captan su inteligencia y su sensibilidad, cuando exploran la vertiente profunda de la realidad interior y la realidad trascendente.

Aprovecha, Camelia, tu potencial creador, que en parte heredaste de Valentín Michel y de Mercedes, tu buena madre de quien recibí, en la edad en que nos preparamos para la vida adulta, la instrucción básica de mi formación intelectual, razón por la cual la recuerdo con afecto y gratitud eterna.

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