Poco a poco

Esta Eñe ha cumplido ya los cinco años y, si no he contado mal, hoy llegamos a las trescientas. Trescientos granitos de arena que no hacen playa, ni duna, ni siquiera un pequeño castillito de arena en la orilla, pero que, al menos, han conseguido que, gracias a Diario Libre, algunos martes se hable de ortografía, de gramática, de libros, en definitiva, de palabras.

En esta farragosa actualidad nuestra nunca viene mal hacer una pausa para analizar la importancia del lenguaje que usamos para expresarnos. Casi todo lo que llega a nuestra cabeza y casi todo lo que sale de ella está mediatizado por las palabras. Menos palabras, menos entrada; menos palabras, menos salida. Darío Villanueva, director de la Real Academia Española, le entregó en estos días al papa Francisco un ejemplar del «Quijote» y una edición  facsimilar del «Diccionario de Autoridades». Una audiencia privada en la que se habló en español. Francisco fue profesor de literatura en bachillerato antes que papa y expresó su preocupación por la escasez de vocabulario en los jóvenes. Y no va desencaminado. Para muestra, un botón. Se dice que Cervantes usó en el «Quijote» casi 23 000 palabras distintas mientras que la mayoría de nuestros bachilleres no llega a las quinientas.

Frente a esta realidad, permítanme pecar de falta de humildad cuando oigo que algunos profesores comparten con sus alumnos la Eñe de los martes; cuando la veo a veces recortada y colgada en un tablón de anuncios de alguna empresa; cuando genera conversaciones y debates en las redes sociales; cuando los lectores reclaman algún que otro martes que no sale. En homenaje a mi venerado Sancho, aunque un grano no hace granero, poco a poco hila la vieja el copo.

© 2016, María José Rincón.

 

 

Un apoyo innecesario

Cuántas veces cuando hablamos nos faltan las palabras. Aunque en ocasiones la emoción es la responsable, casi siempre se trata de algo mucho más prosaico: no sabemos qué decir, no tenemos seguridad al expresarnos o nos falla nuestro vocabulario, ¿verdad? En esos momentos necesitamos un apoyo para continuar con lo que estamos diciendo. Bueno, cuando nos fallan las piernas echamos mano de las muletas que nos sirven de punto de apoyo. Dice el Diccionario académico que nos sirven «para el cuerpo, evitando o aliviando el empleo de una o ambas piernas a quien tiene dificultad para caminar».

Y de muleta, muletilla, un pequeño apoyo del que echamos mano con frecuencia y que, a fuerza de repetirlo, se convierte en un hábito muy difícil desterrar de nuestra habla después de adquirido. ¿Me explico? Y tanto se afianza el hábito que se convierte en un automatismo, ¿ok? Un automatismo que se extiende y que se populariza hasta hacerse moda, ¿entienden? Una moda que puede cambiar según de qué país hablemos, ¿vale? Cuando en nuestro discurso repetimos periódicamente la misma muletilla, la llamamos timo. O sea, ya saben que las palabras tienen acepciones y, o sea, esta es una nueva y poco conocida del clásico timo, ¿ya?

Si repasamos las muletillas que he ido intercalando en esta Eñe a modo de ejemplo, podemos sacar una conclusión: todas son innecesarias. Y resultan aburridas, exasperantes a veces, para nuestro interlocutor. Como aspirantes a buenos hablantes debemos eliminarlas por completo de nuestros escritos. En la oralidad debemos intentar reducirlas porque delatan pobreza léxica e inseguridad en nuestra expresión. ¿Por qué no empezamos hoy?

© 2016, María José Rincón.

 

 

 

 

 

 

Generar – guajero – haya (halla) – expulsar (deportar)

GENERAR

No es un secreto que este verbo posee varias acepciones que son del conocimiento general de los hablantes de español. Esas significaciones se tocarán de modo breve en esta sección. Los significados que resultan interesantes son los que se reconocen en el habla dominicana. Esos serán examinados en esta sección.

En el español más conocido, generar es, ‘producir, causar algo’ y, en otra acepción, ‘procrear’. De esta manera lo trae el Diccionario de la lengua española (2014) de la Real Academia. El verbo producir se ha de tomar en este caso como ‘producir una cosa’: así lo consigna el Diccionario de uso del español (2007).

En cuanto a ‘causar algo’ equivale a ‘causar y provocar el surgimiento o la modificación de una cosa material o inmaterial’. Esta es la redacción que incluye en sus páginas el Diccionario integral del español de Argentina (2008). El Diccionario del español usual en México (2002) entiende que este causar es ‘dar origen a una cosa a partir de otra’.

El generar dominicano toma alguna orientación de las acepciones vaciadas más arriba, pues es “pensar, razonar, reflexionar, idear, entender, poseer inteligencia”. En las conversaciones casi siempre se utiliza en sentido negativo. Por ejemplo: “El amigo tuyo no genera ni un voltio”. Este ejemplo va reforzado, pues se establece una comparación tácita con un generador de electricidad al añadir “ni un voltio”.

En muchos casos se usa en sentido festivo, jocoso y de burla. Los jóvenes son quienes se sirven con mayor frecuencia de este verbo. Pertenece el verbo en cuestión al habla.

GUAJERO

“De las personas desaparecidas, siete de ellas están registradas como GUAJEROS o recicladores dentro del listado municipal. . .”

A pesar de que muchos lectores puede que no conozcan la voz “guajero”; por la redacción que ha logrado el periodista, se ofrece una pista segura con respecto de su significado. Un guajero es un reciclador. Luego, en el cuerpo de la noticia se ofrecen más detalles con respecto de este tipo de actividad.

Como sucede en todas las lenguas, la palabra guaje posee más de una acepción. La que interesa aquí es la conocida en América Central en donde significa ‘trasto, trebejo’. Así la define el Nuevo diccionario de americanismos e indigenismos (1998).

El vocablo guaje figura en el Diccionario de aztequismos (1978) con la significación por la que fue conocido al principio, que es la de ‘calabazo seco y hueco que sirve para llevar líquidos’. Por uno de esos fenómenos de las lenguas, pasó también a llamarse de ese modo al “tonto”, pues se presume que este tiene la cabeza hueca.

Por aquello de que es ‘cosa de poco valor’, pasó a denominar también a la ‘mujer fácil, prostituta’, así lo consignan los diccionarios de voces guatemaltecas, entre ellos el Diccionario de la expresión popular guatemalteca (1971) y el Diccionario de voces usadas en Guatemala (1982).

Lo que destaca en esta sección es la manera en que puede introducirse una voz poco conocida en un escrito sin que desconcierte al lector. El guajero es la persona que se ocupa de recoger en los basureros materiales de todo tipo para reciclar y lo hace como actividad laboral consuetudinaria.

 

HAYA – HALLA

“Ellos sí quieren que HALLA un cambio político. . .”

Este verbo de la cita es del verbo hallar, que tiene entre otros significados “encontrar, descubrir, averiguar; encontrarse una persona en un lugar o, una cosa en una situación”.

Si se trata de conferirle sentido a la oración, teniendo en cuenta los significados expuestos más arriba, se halla (encuentra) uno en la imposibilidad de hacerlo.

Haya es una forma del verbo haber. Además, posee un sentido en botánica, pues es un árbol y la madera de este. En el caso del texto comentado, el verbo está expresado en subjuntivo y debió ser “que haya”, con la intención de manifestar un deseo, para formar una frase desiderativa.

Este error no puede disculparse. Es algo elemental saber la diferencia cuando debe escribirse con el dígrafo doble ele /ll/ y, cuando debe hacerse con ye /y/, i griega.

Existe en español otra palabra semejante a las anteriores, “aya”, femenino para la persona encargada de cuidar y educar a niños y jóvenes en las casas de familias acomodadas. Así mismo, la ciudad de los Países Bajos es La Haya, así, con el artículo incorporado y en mayúscula.

 

EXPULSAR – DEPORTAR

“Pero si el juez rechaza el asilo, entonces ordena la EXPULSIÓN del solicitante”.

Durante largos años los traductores y periodistas, así como la mayoría de los que escriben sobre inmigración en los Estados Unidos, han utilizado el verbo deportar para tipificar la acción que emprende contra los indocumentados la autoridad de migración en su territorio.

Ha de notarse que se emplea la palabra “indocumentado” para usar el lenguaje políticamente correcto y no llamar de “ilegal” a quien reside o permanece en territorio de los Estados Unidos en violación a las leyes de ese país. Los dos verbos del título se examinarán más abajo, tanto en inglés como en español.

En el caso específico que se estudia aquí, expulsar significa “sacar o echar a una persona de un lugar”. El sujeto que se expulsa es obligado por las autoridades pertinentes a abandonar el territorio nacional de los Estados Unidos.

El verbo deportar, a su vez, consiste en desterrar, es decir, hacer la autoridad que una persona abandone un lugar o territorio como castigo o pena. En la acción de deportar se asigna a la persona sujeto de la acción un lugar de confinamiento como castigo.

El destierro puede ser elegido por una persona de manera voluntaria u obligado por las circunstancias, por necesidad. El desterrado se mantiene voluntariamente o por obligación fuera de un territorio. En muchos casos exiliarse se utiliza como sinónimo de desterrar.

En el inglés de los Estados Unidos, el sustantivo deportation se define como la acción de sacar de un país a un extranjero cuya presencia es ilegal o perjudicial. Al leer la acepción que posee el sustantivo en inglés de los Estados Unidos se percata, quien eso hace, de que la acción de deportar es muy específica en la lengua de ese país.

Ahora bien, podría argüirse que el uso del verbo deportar y el sustantivo deportación están tan extendidos y arraigados en el habla y en los escritos que resulta poco menos que imposible erradicar la costumbre que identifica la acción con el verbo en español, con respecto de las sanciones que se aplican específicamente en los Estados Unidos.

© 2016, Roberto E. Guzmán.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Erre que erre

¿A que no habían imaginado que esto de la erre podía llegar tan lejos? Tradicionalmente se la denominaba como ere, si se trataba del sonido simple, y erre si se trataba del sonido múltiple. La nueva Ortografía académica aclara muy bien que el nombre de la letra no tiene que ver con los distintos sonidos que representa; nos recomienda que desechemos esta distinción de nombres y determina, por coherencia con lo que ocurre con otras letras, que su nombre es único: erre. Así tendremos que deletrear res como erre-e-ese y aro como a-erre-o. Prueben a hacerlo correctamente también cuando mencionen algunas siglas muy habituales: una ARS es una a-erre-ese; una ARL es una a-erre-ele.

No crean que esto se queda aquí. Cuando formamos una palabra compuesta valiéndonos de un prefijo y una palabra simple que empieza por erre pueden producirse dos casos curiosos ortográficamente.

Si en la palabra compuesta resultante el sonido vibrante múltiple queda en posición intervocálica debe representarse, según la regla, con el dígrafo rr: contrarreforma, virreina. La posición en la que queda el sonido después de la composición manda. No importa que la palabra base se escriba con una sola erre inicial: reforma/contrarreforma, reina/virreina. Esta erre doble, que así se llama, no puede separarse cuando escribimos; si nos coincide con el final de una línea debemos mantenerla en la misma sílaba: co-/rro, ta-/rro. Solo nos resta tener siempre presente que sí separan las dos erres en dos sílabas distintas si el prefjo termina en -r: hiperrealista se separaría hiper-/realista; superracional, super-/racional.

Ya les dije la semana pasada que el protagonismo de la erre estaba asegurado. Quién nos iba a decir que una sola letra iba a dar tanto de sí. En un sistema tan complejo como la lengua española hasta los más pequeños detalles son significantes.

© 2016, María José Rincón.

 

 

 

 

 

Pequeño gran protagonista

El protagonismo en el nombre de las letras se lo llevan siempre la be, la uve o la ye. No son las únicas de cuyas denominaciones podemos aprender. La humilde letra erre tiene su propia historia: una historia que está lejos de ser simple.

La letra erre representa en nuestra lengua dos sonidos: un sonido apicoalveolar vibrante simple y un sonido apicoalveolar vibrante múltiple. Es la diferencia que oyen entre la erre de caro y la de carro. No se asusten con lo de apicoalveolar; con esta palabra nos referimos a que, para articular la erre, acercamos la punta de la lengua a los alvéolos, que son los huecos en los que se insertan los dientes.

¿De qué depende que el sonido de la erre sea vibrante simple o múltiple? De la posición que ocupe en la palabra. Si la encontramos entre vocales o precedida de una consonante que no sea n, l o s representa el sonido vibrante simple: loro, gruta. También representa una vibrante simple cuando la encontramos en final de sílaba o de palabra: tarta, cantar.

En cambio, si ocupa una posición inicial en la palabra o tras las consonantes n, l o s, representa el sonido vibrante múltiple: república, honradez, israelí, alrededores. Cuando de lo que se trata es de representar este sonido vibrante múltiple entre dos vocales debemos recurrir al dígrafo (dos letras que representan un sonido) rr: gorro, marrón.

Lo del nombre de esta letra también ha traído cola. Como en otras cuestiones que tradicionalmente nos provocaban dudas, la nueva Ortografía académica nos ayuda a dejar las cosas claras. Pero eso será ya cuestión de la semana que viene.

© 2016, María José Rincón.

 

Curioso – voyeurismo – inmolarse

CURIOSO

El adjetivo curioso mantiene en español sus significados bien sentados desde hace largos años. Algunos de ellos son de larga data; otros se han incorporado más recientemente. En el español de América el adjetivo posee acepciones propias de esas latitudes. Aquí se estudiarán algunas de esas específicas significaciones y se ponderará la ausencia en los diccionarios diferenciales de una que corresponde al español dominicano.

Entre las acepciones que posee el adjetivo del título están, entrometido. Curioso se llama a la persona que se interesa por aprender. Denomina este sustantivo a quien va limpio y bien arreglado. Así se llama lo que atrae la  atención por su rareza.

Ya el Diccionario de la lengua española de la Real Academia ha recogido una acepción venezolana que se conoce también en España en el registro coloquial.  Es cuando se usa para referirse a quien hace las cosas con habilidad y esmero.

En Hispanoamérica desde finales del siglo XX se llama de curioso al curandero, de acuerdo con lo que asienta el Diccionario de regionalismos de la lengua española (1998). Una definición más detallada incluye el Diccionario del habla actual de Venezuela (1994), cuya redacción es así: ‘Persona que sin ser médico se dedica a curar personas utilizando métodos empíricos’. En ese mismo diccionario se encuentra una acepción que se parece ya a la que se presentará como dominicana más abajo. ‘Aplicado a una persona, que tiene habilidad para realizar muchas labores’.

El sentido de “persona que hace de curandero” lo recoge el Diccionario de americanismos (2010) e incluye entre los países que utilizan la voz, a República Dominicana, Venezuela, Perú, Puerto Rico y algunas zonas de Colombia. Con el significado de “habilidad para trabajos manuales” se conoce en Venezuela, como se mentó antes, en Perú y Costa Rica. Conforme con lo que escribe D. Emilio Rodríguez Demorizi, curioso es “que es diestro en trabajos manuales”. Así consta en Del vocabulario dominicano (1983).

En el 1940, D. Pedro Henríquez Ureña en su libro El español en Santo Domingo, escribe que curioso corresponde a “entendido, ingenioso”. Entendía este respetado maestro que comprendida de esta manera, la palabra pertenecía a los arcaísmos del habla culta.

El hablante dominicano introduce un matiz a la acepción que concierne a la persona que puede realizar varios oficios, pues comprende que no es experto en ninguna de esas labores. Este dato se toma del Diccionario de dominicanismos (2010), que a su vez lo tomó de la segunda edición de la obra De nuestro lenguaje y costumbres (1971).

Ahora bien, ¿cuál es la acepción dominicana olvidada por los lexicógrafos? Es la que alude a curioso en tanto persona que es capaz de arreglar aparatos diversos, carros, televisores, relojes, neveras y, casi cualquier cosa “a que le meta mano”. La pista sobre este “curioso” la ofrece el libro Aiguna palabra dominicana (2015). Lleva esta obra el subtítulo Un mataburro cibaeño.

Para concluir se incluye un dato curioso, es decir, raro, que llama la atención. En portugués brasileño se inscribe una acepción relacionada con la práctica de conocimientos empíricos en medicina. Curiosa, adjetivo sustantivado de curioso, denomina a la “partera sin acreditación legal”.

 

INMOLARSE

“Un suicida SE INMOLÓ en una concurrida calle de Estambul, matando a al menos cinco personas, según el gobernador de la ciudad. Otras 36 personas resultaron heridas. . .”

El lenguaje que se utiliza en los periódicos debe ser claro para que lo entienda todo lector. Por necesidad, esto entraña sencillez y corrección, en castellano preciso y elegante. Quien escribe en un periódico será consciente de que su estilo o, por lo menos, su construcción y selección de palabras se convierte en modelo. Se preconiza así una belleza formal, acompañada de una adecuada selección del léxico.

La concurrencia de factores geográficos, sociales y económicos, entre otros, ha propiciado los contactos del hispanohablante con el idioma inglés. No obstante, deben evitarse la actitud mimética o servil, las mezclas espurias, la subordinación a la semántica de otro idioma, pues esto constituye una renuncia  a la autenticidad del idioma propio.

La lectura de la cita es un ejemplo patente de lo que debe evitarse. En la oración se emplea el verbo inmolarse de manera impropia, con una significación que no posee en español, valga la redundancia. En el desarrollo se examinará el significado del verbo en español y se mencionará su semejante del inglés.

El verbo inmolar en español entraña el sacrificio de la vida u otro bien, ya sea por una causa o un ideal, o por el bien de otras personas. Las definiciones que se encuentran en los diccionarios de lengua española no incluyen el daño material a bienes ajenos o lesiones a otras personas. El suicidio simple y sencillo no alcanza la categoría de inmolación.

En consecuencia con lo explicado más arriba, los atentados terroristas suicidas no revisten los caracteres de actos de inmolación. El terrorista suicida trata de causar el mayor dolor posible, la destrucción de grandes proporciones para atemorizar a los habitantes. La inmolación, en cambio, es un sacrificio individual.

Los ejemplos más memorables son los actos de inmolación de los monjes budistas cuando los hacían en público y mediante el fuego. Lo que se persigue con estas acciones es llamar la atención sobre alguna injusticia, situación o estado que afecta a muchas personas.

En inglés, además de “ofrecerse en sacrificio”, es a menudo, matarse o destruirse mediante fuego.

VOYEURISMO

El viernes, él admitió los cargos de VOYEURISMO.

Voyeurismo es una palabra internacional. Se la ha adoptado como tal en varias lenguas extrañas al francés. Según parece la desviación que implica el voyeurismo es conocida en muchas latitudes y, lo que han hecho las lenguas es adaptarlas a su pronunciación. En español las autoridades de la lengua se empeñaron en hacer la pronunciación más fácil y propusieron la grafía voyerismo.

El voyerismo es la actitud propia del voyerista, y este, a su vez, es la persona que disfruta contemplando actitudes íntimas o eróticas de otras personas. La voz deriva del voyeur que es el mirón que espía secretamente aspectos eróticos de otros. Todas estas voces descienden del verbo ver en francés, voir, con el sufijo de agente -eur.

En el francés del siglo XVII el voyeur era el curioso que venía a Versalles para ver al rey y la corte. La literatura francesa guarda las relaciones de estas personas que no se sabe a ciencia cierta si veían a estos personajes o si solamente recibían relatos de los demás. Estos datos se han tomado del Dictionnaire de la langue française classique, de Dubois y Lagane (1960).

El voyeur observa  a través de una cerradura, de un resquicio, de una rendija y, en la vida moderna incluso con la ayuda de medios tecnológicos para ver a distancia. El voyeur es pues un espectador atraído por una curiosidad malsana.

La palabra del francés es tan internacional que si se la representa en esa lengua se la reconoce tanto como la mala costumbre que también es internacional.

Los dominicanos tienen una voz privativa para designar a la persona que se excita con esta actividad: el brechero. Este adjetivo que funciona como sustantivo también, deriva del vocablo brecha que es la rotura o abertura irregular que aparece generalmente en una pared. Esto es, la voz dominicana coloca el énfasis sobre el sitio a través del cual el individuo logra observar movido por su curiosidad malsana.

© 2016, Roberto E. Guzmán.

 

 

 

 

 

 

El ejemplo

Hemos oído hablar una y otra vez de la genialidad literaria de Miguel de Cervantes. Logró relatarse a sí mismo y a su tiempo y, al mismo tiempo, trascenderse y trascenderlo tan magistralmente que, en su obra, nos ha relatado a todos; y, cuando decimos a todos, nos referimos a todos. En esto consiste la excepcional universalidad de Cervantes. Cuando lo leemos, y es el mejor homenaje que puede hacérsele a un escritor, nos reconocemos a cada paso. En más ocasiones de las que nos gusta admitir, nos vemos reflejados para mal y tenemos que asumir lo poco que hemos cambiado en estos cuatrocientos años que han pasado ya desde que el manco inmortal nos dejó.

Hoy, como tributo personal, quiero compartir con ustedes un fragmento de una de sus Novelas ejemplares. Si la magnitud del Quijote los abruma, no duden en abrir boca con ellas. No se arrepentirán. La ironía de Cervantes salta a cada línea. Lean, si no, las palabras de Preciosa, la protagonista de La gitanilla:

«Coheche, vuesa merced, señor teniente; coheche y tendrá dineros, y no haga usos nuevos, que morirá de hambre. Por ahí he oído decir (…) que de los oficios se ha de sacar dineros para pagar las condenaciones de las residencias y para pretender otros cargos.

-Así lo dicen y lo hacen los desalmados -replicó el teniente-, pero el juez que da buena residencia no tendrá que pagar condenación alguna, y el haber usado bien su oficio será el valedor para que le den otro.

-Habla vuesa merced muy a lo santo, señor teniente -respondió Preciosa-; ándese a eso y cortarémosle de los harapos para reliquias».

Tenía razón Cervantes cuando en el prólogo afirmaba que les había dado el nombre de ejemplares porque «si bien lo miras, no hay ninguna de quien no se pueda sacar algún ejemplo provechoso». Unos sacan el ejemplo de la experiencia de Preciosa y otros, los menos, siguen al teniente.

© 2016, María José Rincón.

Un abril muy especial

Llega abril y con él, este 2016, la conmemoración del cuarto centenario de la muerte de Miguel de Cervantes, Príncipe de los ingenios. Por esos azares de la historia que parecen redactados por el mejor novelista, también en abril de 2016 conmemoraremos el cuarto centenario de la muerte del Inca Garcilaso de la Vega, mestizo y capitán de su Majestad. Alcalá de Henares, en tierras españolas, y Cuzco, en tierras peruanas, los vieron nacer. Los dos convirtieron la lengua española en su patria. Con ella nos hicieron pasar muy buenos ratos y nos enseñaron a conocernos mejor. Ambos contribuyeron con su pluma a que nuestra lengua haya llegado al lugar que ocupa hoy: una lengua de cultura, internacional, hermosa, con una historia muy interesante a sus espaldas y con un futuro que apunta prometedor.

Arturo Úslar Pietri, uno de los grandes escritores venezolanos, nos llamó el Reino de Cervantes. Gregorio Salvador, mi admirado académico, toma prestada la denominación para su Noticias del Reino de Cervantes, en el que recopila artículos periodísticos dedicados al español. Don Gregorio le dedica el libro a Manuel Seco, a quien, con mi anuencia y respeto, nombra notario mayor de este reino. Manuel Seco, mi lexicógrafo de cabecera, dijo una vez que «una lengua es patrimonio de una comunidad, y quien la hace y la deshace es la masa, la mayoría».

Y aquí empieza nuestra responsabilidad, la de los hablantes, la de los simples mortales, si nos comparamos con los que llevo mencionados. Somos nosotros los que tenemos la palabra para transmitir esta lengua que nos han legado innumerables generaciones. Piensen, si no, en aquello que escribió Javier Marías, uno de mis novelistas preferidos: «La lengua es lo único que poseemos todos, incluso en las peo­res circunstancias. La tienen por igual los pobres y los ricos, los sabios y los ignorantes, los sanos y los enfermos, los de izquierdas y los de derechas». Seguro que nos reconocemos en alguno.

© 2016, María José Rincón.

Debilidad por los detalles

Ya habrán notado que siento debilidad por la redacción de los titulares. La concisión no siempre es sencilla. El esfuerzo presiona al redactor. Hay que ser apropiado, conciso y, por si esto fuera poco, hay que captar la atención del lector. Nada de esto se aleja mucho de lo que pretendemos cualquiera de nosotros cuando escribimos. Para lograrlo no basta con una buena ortografía; ni siquiera con un vocabulario amplio y  con la pericia suficiente para usarlo apropiadamente. Para que todo encaje es imprescindible manejar bien la gramática.

Vamos con un ejemplo; un mensaje periodístico en las redes sociales: «Lanza canción grosera contra una periodista que usa palabras sexuales». Dejando de lado la selección del adjetivo sexual (que yo habría sustituido por obsceno), centrémonos en la comprensión del mensaje. ¿Logran aclararse? ¿Quién usa esas palabras sexuales? ¿La canción o la periodista?

El malentendido está provocado por un uso incorrecto del orden de palabras. La oración subordinada de relativo que usa palabras sexuales funciona como un adjetivo y debe acompañar al sustantivo al que califica, en este caso, canción. Puesto que estamos ante una oración explicativa nos servimos de las comas para delimitarla: «Lanza canción grosera, que usa palabras sexuales, contra una periodista». Los signos de puntuación son nuestros grandes aliados en la gramática. Y si lo querían aun más breve: «Lanza canción obscena contra una periodista».

Una adecuada selección léxica, conocimientos gramaticales, apoyo ortográfico de los signos de puntuación, y un titular, que podría parecer simple a primera vista, gana muchos quilates lingüísticos. No es tan difícil. Prueben a prestar atención a los detalles.

© 2016, María José Rincón.

 

Cosas veredes

Como saben ustedes, tengo el honor y la responsabilidad de ser miembro de número de la Academia Dominicana de la Lengua y correspondiente de la Real Academia Española. Miembro, que no *miembra. Miembro, según el DRAE, aparte de otras acepciones  en las que más de uno estará ya pensando, es el ‘individuo que forma parte de un conjunto, comunidad o corporación’.

Una sola palabra que lleva a más de una confusión con su género gramatical. Se trata de un sustantivo epiceno, que designa un ser animado con una forma única, indistintamente del sexo. Cada sustantivo epiceno tiene su propio género gramatical. Los hay masculinos (miembro, personaje) y femeninos (persona, víctima). Y un epiceno masculino puede referirse a un hombre o a una mujer (Irene Pérez Guerra y Margarita Haché son miembros de número de la Academia); y, claro, un epiceno femenino también (La víctima, un conductor joven, sufrió varias lesiones).

No podemos olvidar nunca que, aunque los referentes tengan un sexo determinado, la construcción de la frase no se hace en relación con ellos, sino en relación con el género gramatical de las palabras. Si el epiceno es masculino, aunque su referente sea una mujer, la concordancia tiene que ser en masculino, y viceversa; serán, por tanto, el miembro elegido, aunque sea una mujer, y la víctima rescatada, aunque sea un hombre. Es verdad que el uso ha extendido la utilización de algunos epicenos como comunes en cuanto al género. Es lo que sucede cuando utilizamos la construcción la miembro de la Academia. Sin embargo, no ha sucedido lo mismo con otros epicenos; no usamos *la personaje, *el víctima, ni mucho menos *el víctimo, *el persona, ni mucho menos *el persono. Y todavía no he oído a nadie rasgándose las vestiduras por ello. Aunque cosas veredes…

© 2016, María José Rincón.