LENGUA Y PENSAMIENTO EN LA COSMOVISIÓN DE UNAMUNO

La segunda jornada reflexiva sobre el pensamiento español, esta vez sobre la obra de Miguel de Unamuno, contó con la participación de Federico Henríquez Gratereaux, Alina Bello y Manuel Núñez, quienes sintetizaron el aporte conceptual del escritor vasco, que se destacara como Rector de la Universidad de Salamanca.

Manuel Núñez consignó que la razón poética de Unamuno radica en la creación del arquetipo. Unamuno rechaza la razón abstracta que da primacía al intelectualismo sobre el sentimiento. Creó una idea propia de su ser. Sabemos que hay tres formulaciones posibles: a) el que aparentamos ser para los demás; b) el que creemos ser; y c) el que somos auténticamente. Unamuno crea la propia idea de sí mismo a partir del personaje de Don Quijote.

Su filosofía es reflexión del sentimiento trágico de la vida. Trata de restablecer el vínculo entre la vida, para establecer la comprensión entre todas las instancias afectivas, históricas e intelectuales. Dos oposiciones: el positivismo cientificista y la moral utilitaria. Unamuno vivió el mal del siglo: pérdida de la fe en la inmortalidad del alma y en los fines de la civilización. La metafísica ha perdido con la secularización de la filosofía, el desprendimiento de la teología y la ontología, la otra porción de la metafísica.

El modelo moderno comienza por la pérdida de la fe, ya que Dios pasa a un segundo plano. Unamuno, que ha sido pensador cristiano, recibe un impacto interior producto de un vaciamiento de la trascendencia. Se dice que Unamuno empieza por el hombre de carne y hueso, que tomó como punto de partida de su propia individualidad. Hace la filosofía de la identidad. Es una filosofía de lo propio, de nuestra propia realidad. Hay un abandono de las certidumbres creadas por la razón. Unamuno nos pone delante de un hombre sufriente. El hombre se siente mortal. Se vive luchando contra la muerte. Esa es la visión de lo que llama la agonía. Se trata de un hombre finito, metido en una circunstancia, en una historia y cercado por el no ser, por el aquí y el ahora y por la necesidad. El conocimiento pático, experiencial, sentimental del que somos es lo que llama Unamuno. Conciencia, conocimiento comunicativo, nacido de nuestra experiencia. En El sentimiento trágico de la vida nos muestra la conciencia entre la limitación como individuo y la mirada de la vida total. La facticidad, todo lo que traba la libertad, el aquí, el ahora, la necesidad. Y sin embargo, sentimos el apetito de la trascendencia, saltar las bardas del corral, por trascenderme. De ahí nace la paradoja.

Dos arquetipos se crearán en la obra de Unamuno: el escéptico, la razón, el entendimiento que analiza y establece relaciones en lo que analiza; y el místico, el corazón, la sede de las necesidades valorativas, afectivas, la sede de la creatividad de los valores. Estos dos antagonistas se abrazan y se transforman, sin reconciliarse. No todos los hombres conocen por la razón, muchos no la emplean ni la toman en cuenta; conocen por el corazón, emplean el sentimiento, el amor, los valores. Razón perpleja y fe sin certidumbres.  La función del conocimiento es revelarnos al hombre de carne y hueso. “El mundo se hace para la conciencia, para cada conciencia individual y subjetiva y carece de sentido considerarlo en sí mismo (Del Sentimiento trágico de la vida, Madrid, 1912, pp. 116, 1966). “Si la existencia no es nada más que un relámpago entre dos eternidades de tinieblas, entonces nada hay más execrable que la existencia” (Ibidem, pág. 117). El arquetipo del Quijote constituye el modelo adoptado del heroísmo. El Quijote, el hombre guiado por la ensoñación, por el instinto, es una representación de su yo y de su vida. Refleja el combate entre la razón y las fuerzas oscuras de lo irracional. De ese quijotismo procede la imprecación lanzada al europeísmo de Ortega, cuando proclamó: Que inventen ellos.

Consigna Unamuno que los mecanismos para llegar a Dios, la fe, el sentimiento no son racionales. “Y es que al Dios vivo, al Dios humano no se llega por el camino de la razón, sino por el camino del amor y el sufrimiento. La razón nos aparta de Él. No es posible conocerle para luego amarle; hay que empezar por amarle, por anhelarle, por tener hambre de Él, antes de conocerle”. El existencialismo de Unamuno surge de la necesidad de pensar el lugar del hombre en el mundo. El hombre se encuentra ahí. Se sabe a la vez libre y responsable de sus actos. El hombre solo tiene existencia y debe desarrollarla. La realidad radical para Unamuno es la existencia.

Subrayaron los disertantes que Miguel de Unamuno valoraba en grande el concepto de lengua y el rol de la palabra en la formación humanística, razón por la cual dio un fecundo testimonio, lo mismo en prosa que en verso, de lo que influye la lengua en la visión del mundo y en la creatividad. Como poeta, Miguel de Unamuno escribió en “La palabra”: “Llave del ser fue en un principio el verbo; / por él se hizo todo cuanto muda. /Y el verbo es la cadena con que anuda/ Dios los dispersos granos de su acervo”. Y en “La sangre de mi espíritu”, expresó: “Y ésta, mi lengua, flota como el arca /de cien pueblos contrarios y distantes; / que las flores en ella hallaron brote”. Santo Domingo, Casa de las Academias, 24 de agosto de 2010.

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