TERTULIA LINGÜÍSTICA SOBRE GÉNERO GRAMATICAL

Con la coordinación de María José Rincón, que dirige la Tertulia “El ánfora de las palabras”, nuestra Academia celebró un acto público para enfocar el controvertido tema del “género”, tan vapuleado en nuestro tiempo como consecuencia del uso abusivo del doble género gramatical.
El director de la Academia, consignó que las palabras que se clasifican como sustantivos y adjetivos se rigen por una desinencia o terminación cuya forma denota si son masculinos o femeninos, excepto algunos casos especiales, como los nombres comunes, entre otros. Subrayó que la Academia no aprueba el concepto “doble género” o “lenguaje de género” porque carece de base lingüística. No se puede confundir el concepto de sexo con el concepto de género. Las palabras tienen género, pero no sexo; en cambio, los seres vivos tienen sexo pero no género. Los conceptos de macho/hembra, hombre/mujer, aluden al sexo diferenciador. El concepto de género no es de naturaleza biológica sino gramatical, que se aplica a sustantivos y adjetivos (masculino/femenino). Decir, “ciudadanos y ciudadanas”, “dominicanos y dominicanas”, “latinoamericanos y latinoamericanas”, etc., no es apropiado porque se trata de una fórmula innecesaria, lingüísticamente redundante en la mayoría de los casos. Es la fórmula del mal llamado ´doble género´, que han promovido los grupos feministas con la intención de poner de relieve la figura de la mujer.

Señalé que el lenguaje se rige por una ley básica: la economía de la lengua, que postula el empleo de la menor cantidad de palabras para expresar la mayor cantidad de ideas. Es chocante decir “Voy con mis hermanos y mis hermanas para que se junten con tus hermanos y tus hermanas en la fiesta de esta noche”. Quienes dicen en público “los capitaleños y las capitaleñas”, cuando hablan en privado no dicen “ayer fui con mis amigos y mis amigas a cenar”, sino que simplemente dicen “Ayer fui con mis amigos a cenar”. ¿Por qué repetir el vocablo en femenino? Esa repetición del femenino es redundante. En semejante desacierto incurren, por un populismo verbal mal fundado, quienes dicen “los y las”, o “a todos y todas”, como si “los” y “todos”, no fuera un conjunto que los engloba y comprende. En ese dislate han caído políticos, profesores y sacerdotes, que usan esa fórmula aunque les resulte chocante y pesada la reiteración.

Las Academias no aprueban la propuesta del “doble género”, como consignó la Nueva gramática de la lengua española, por la siguiente razón: “El género no marcado en español es el masculino y el género marcado es el femenino (…), lo que hace innecesario mencionar el término marcado”. Es decir, “en la designación de seres animados, los sustantivos de género masculino no solo se emplean para referirse a los individuos de ese tipo, sino también para designar la clase que corresponde a todos los individuos de la especie, sin distinción de sexo”. Si decimos “los hombres”, en términos genéticos, se alude a todos los seres humanos, en cuyo conjunto figuran las mujeres. Si decimos “los dominicanos”, en términos jurídicos, comprende a todos los ciudadanos, hombres y mujeres, de República Dominicana. Si decimos “los estudiantes”, no hay que decir “las estudiantes” o, peor, “las estudiantas”, ya que quienes pertenecen al sexo femenino quedan comprendidas en el conjunto “los estudiantes”. Por tanto, es incorrecto decir “los y las dominicanas”, “todos y todas”, ya que el uso genérico “los dominicanos” comprende a toda la población de República Dominicana, no solo la masculina. Además, el artículo masculino (“los”) no concuerda en género con “dominicanas”, que es femenino, razón por la cual no es válido, gramaticalmente, decir “los y las dominicanas”. De igual manera, cuando decimos “todos”, no se excluye a nadie, pues el vocablo “todos” no establece diferencia de sexo, edad, condición social, etc., ya que engloba un conjunto. Exceptuando los términos de cortesía, como “señores y señoras”, “damas y caballeros”, el circunloquio expresivo “los” y “las”, es innecesario, sobreabundante, redundante e incorrecto, sea quien sea el hablante. Si decimos “Saludos a todos”, es impertinente añadir “y a todas”, porque “todos” comprende a cuantos están presentes sin marginar ni, mucho menos, discriminar a nadie.

Por otro lado, la razón por la cual decir “miembra” es gramaticalmente incorrecto y, por tanto, inadmisible, se debe a que la palabra miembro alude a la condición de pertenencia de alguien a un grupo, organización o instancia. Por consiguiente, miembro se aplica a cualquier persona, hombre o mujer, por pertenecer a una determinada organización.

Es importante consignar que con la presente normativa, la gramática no discrimina a la mujer porque si la discriminara, no habría admitido, como efectivamente admitió, el uso del femenino para los oficios y profesiones, cuando se refiere a la labor realizada por una mujer. Así decimos abogada, arquitecta, médica, odontóloga, filóloga, etc., para referirse a la titular femenina de una de esas ramas profesionales. El director de la Academia precisó: “Somos respetuosos de la mujer, pero la defensa, justa y valedera, que hacen las feministas de las mujeres, no debe hacerse en menoscabo de valores y principios, entre los cuales figura la normativa gramatical”.

Por su parte, la coordinadora de la Tertulia Lingüística, María José Rincón, puntualizó: “La lucha legítima y necesaria por alcanzar la igualdad de derechos y oportunidades para las mujeres ha tomado, en el caso de la crítica al lenguaje sexista, derroteros poco sostenibles. Como casi siempre, nuestra sociedad se preocupa por las apariencias y deja de lado lo realmente importante: el contenido. La preocupación por las formas agota nuestras energías y nos impide llegar al fondo. Discutimos acaloradamente sobre el género de algunos sustantivos, sobre el matiz despectivo de algunas palabras, y perdemos de vista que la lengua es un sistema que se ha conformado para expresar a los hablantes de una comunidad. El contenido de esa expresión es responsabilidad de cada uno de esos hablantes”.

Luego María José Rincón enfatizó: “Como mujer y como lingüista lamento que invirtamos nuestro tiempo en decorar el tejado cuando los pilares son los que se tambalean, un ejemplo más de nuestras prioridades extraviadas. La lengua es el medio de expresión de una sociedad sexista, que expresa contenidos sexistas; pero el sexismo no está en la lengua, del mismo modo que la fiebre no está en la sábana. Cuando las mismas mujeres nos vanagloriamos de cómo nuestras parejas «nos ayudan mucho en casa», expresamos un contenido sexista, aunque lo hagamos en lengua de signos. Preocupémonos por desterrar el sexismo de nuestras actitudes y de nuestros contenidos; nuestra lengua sabrá adaptarse a ese cambio, como a muchos otros y comunicará con sabiduría a esa nueva sociedad a la que aspiramos, en la que nos sentiremos representados y expresados”. Santo Domingo, Casa de las Academias, 23 de marzo de 2010.

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