COLOQUIO SOBRE EL ESPAÑOL DOMINICANO

ACADEMIA DOMINICANA DE LA LENGUA 

COLOQUIO SOBRE EL ESPAÑOL DOMINICANO

18-19 DE ENERO DE 2022

 

La Academia Dominicana de la Lengua celebró un conversatorio, titulado «Coloquio del español dominicano», cuyos ponentes fueron profesionales y estudiosos de la lingüística, la lexicografía y la filología, quienes presentaron sus ponencias sobre esta variante de la lengua española denominada «el español dominicano». Profesionales de otras ramas del saber participaron telemáticamente, así como estudiantes de universidades y liceos educativos.

La moderadora, Rita Díaz Blanco, señaló: «Para la Academia Dominicana de la Lengua es un placer convocarlos a dialogar sobe las raíces y evolución del español de nuestro país. El español dominicano es el primer dialecto del castellano en el Nuevo Mundo, pues la antigua Capitanía española de Santo Domingo, actual República Dominicana, fue el primer asentamiento político y demográfico durante la conquista de América. Pedro Henríquez Ureña, en El español de Santo Domingo, escribió que “La Española fue en América el campo de aclimatación donde empezó la lengua castellana a acomodarse a las nuevas necesidades».

El director de la Academia Dominicana de la Lengua, el doctor Bruno Rosario Candelier, filólogo, investigador y experto sobre el tema, es uno de los dominicanos que, actualmente, tiene más libros publicados, con relación a la lingüística y a la filología. Así que vamos a darle la bienvenida para que nos dé la orientación general.

Bruno Rosario Candelier: «Perfil del español dominicano»        

«Hemos concebido la organización de este Coloquio en torno al español dominicano, no solo por la importancia que tiene para la lengua española, no solo por la importancia de la variante dominicana del español en América, y una institución como la Academia Dominicana de la Lengua, es la principal corporación encargada de ponerle atención a la expresión de sus hablantes. Desde luego, hace varios años, en la Academia de la Lengua le hemos puesto atención a la lengua misma y especialmente al español dominicano, como lo demuestran las obras que hemos escrito, y los trabajos permanentes en que nuestra corporación está centrada sobre esta dimensión tan importante como el habla de los dominicanos. Una de las coplas de nuestros hablantes campesinos dice así:

 

Cantar bien o cantar mal 

en el campo es diferente 

pero delante de la gente 

cantar bien o no cantar. 

 

Es una manera de ponderar la importancia, no solo de la creación literaria, sino de la lengua misma, y, además, es una forma de reconocer los diferentes estilos, los diferentes de la lengua misma. Y acontece que nuestra lengua no es la misma que hablaron los que nos colonizaron, durante la etapa inicial de la conquista y la colonización de América, porque, lógicamente, los hablantes europeos que poblaron esta tierra hablaban la lengua castellana de su época.

Los españoles que llegaron conocieron a unos aborígenes que hablaban la lengua taína, y los habitantes originarios de esta isla escucharon una forma de hablar que fue la que se aplatanó en esta tierra; y, desde luego, la lengua que se conoce de esa etapa inicial es la que usaron los cronistas de indias. Pero en esa etapa inicial aún no se podía hablar del español dominicano; pero sí hay documentos que nos muestran cómo hablaban los hablantes españoles en esta tierra, y esa manifestación la podemos encontrar en cronistas de la categoría de Gonzalo Fernández de Oviedo, fray Bartolomé de la Casas, o fray Ramón Pané. Solo con esas tres obras contamos con textos suficientes para tener una idea de cómo se hablaba en esa etapa inicial de la conquista la lengua de Castilla, en esas primeras décadas del español en esta tierra americana. Por supuesto, además de crónicas, cartas, testimonios, documentos oficiales y registros civiles, donde se puede apreciar el español de los hablantes que nos enseñaron la lengua de Castilla, fueron también los primeros hablantes de la lengua española en América. Con el paso de los años esa lengua se fue modificando por el principio lingüístico del cambio que se opera en las realizaciones idiomáticas: permanentemente está cambiando, aunque uno no se da cuenta; pero a lo largo de los siglos ese cambio se puede apreciar, de tal manera que el español que hoy hablamos los dominicanos no es el mismo español que se hablaba cinco, cuatro o tres siglos atrás. Pero sí hay una manifestación global que se manifiesta en todas las etapas de la lengua española y en todas las variantes de la lengua española en el mundo hispano, y es el hecho de que usamos la lengua general y, con las variantes que se van introduciendo, usamos una lengua local, y hay un consenso en estimar que de la lengua general usamos un 98 por ciento del léxico, y de la lengua local un 2 por ciento. Pero ese 2% de la lengua local establece una marca diferencial y, desde luego, eso hace que haya una peculiaridad, léxica, fonética y semántica, entre los hablantes.

Otro detalle importante es el siguiente: la lengua tiene una dimensión literaria, que también es una fuente de estudiar la faceta expresiva de la literatura para percibir las manifestaciones estéticas, léxicas y gramaticales, entre los hablantes cultos, que son los escritores. Y, de hecho, desde el siglo XIX, por lo menos, cuando ya contamos con una literatura propia, con cuentos, poemas, dramas y artículos y ensayos, con rasgos particulares del español americano. Desde el siglo XVIII ya hay cuentos orales, hay cuentos que en la tradición le llamamos cuentos de caminos. Un autor como Sócrates Nolasco tiene una obra magnifica, que tituló Cuentos cimarrones, en la que recoge esos cuentos tradicionales donde se puede apreciar el uso de expresiones propias de las regiones campesinas. Pero, además, tenemos la poesía popular, sobre todo en coplas y décimas. Y también, durante toda la época colonial se dio la escenificación de obras de teatro, como se hacía en pasadías de la clase adinerada que llamaban giras campestres, como se puede apreciar en la obra República Dominicana, Directorio y guía general, de Enrique Deschamps.

En los encuentros festivos en que participaban diferentes familias, cuando celebraban sus giras campestres para entretenerse, no solo había cantantes, pues también había ejecutantes de obras de teatro que se improvisaban y declamaban poesías y contaban ocurrencias. Y de esas vivencias hubo una hermosa tradición. Era una forma de conocer, también, el uso expresivo, popular y culto, de la lengua española. Pero si nos centramos en el español dominicano, con las características específicas de nuestro lenguaje, tendríamos que enfocar algunos aspectos que son claves para presentar un panorama del español dominicano.

Pienso que una faceta importante para describir la fisonomía del español dominicano, es el hecho de las llamadas voces patrimoniales. Fue Pedro Henríquez Ureña el primer dominicano en advertir que uno de los rasgos idiomáticos de nuestro español es, justamente, esa dimensión arcaica de voces que se conservan del pasado. Claro, ese rasgo no es exclusivo del español dominicano: si uno estudia el español de Colombia o el español de Perú, va a apreciar que también allí hay voces antiguas de ese fondo patrimonial del castellano clásico. Subrayaba Henríquez Ureña que en el lenguaje de los dominicanos había una buena reserva, que había una buena cantidad de voces de esa veta primordial de la lengua española en América, desde la época en que llegaron los españoles a tierras americanas.

Yo, que nací, me formé y sigo residiendo en el interior del país, que me crie en el campo y comparto con campesinos, escucho todavía voces que son propias de esa etapa original, como, por ejemplo, “agora”, “aguaita”, “maipiola”, “trasuntar”, “añingotao”, “tutumpote”, “dizque”, “asuntar”, palabras que aún se usan, que todavía se escuchan entre nuestros hablantes, sobre todo en zonas campesinas, por lo cual se confirma que ciertamente tenemos un caudal de voces heredadas de la primera etapa del español europeo en América, que entonces se llamaba castellano. Ese es un detalle hermoso de nuestra lengua, del español dominicano, como es el hecho de conservar voces del léxico patrimonial del castellano antiguo entre hablantes del español dominicano.

Otra faceta peculiar del español dominicana es la herencia taína, que conforma el tainismo en el español dominicano, en virtud de las voces heredadas de los hablantes originarios de esta tierra quisqueyana, es decir, de los primitivos habitantes que encontraron los españoles cuando se establecieron en esta isla que llamarían La Española, pues, ciertamente hay muchas voces que confirman la existencia de esa herencia idiomática que nos legaron los taínos.

Entre las palabras de origen taíno que conforma el vocabulario del español dominicano figuran voces como “canoa”, “huracán”, “bohío”, “changüí”, “areíto”, “yuca” y varias más; o voces propias de los lugares y pueblos del país, como Moca, por ejemplo. Es decir, se trata de palabras que heredamos de nuestros antepasados aborígenes y forman parte del legado de nuestro país al mundo hispano. Muchas de esas voces entraron en el Diccionario, en su etapa inicial; y muchas de esas voces pasaron también al lenguaje de los hablantes en todos los países de América donde se habla la lengua española. De manera que esa es una faceta importante que debemos reconocer.

Igualmente, quiero subrayar también lo que podríamos llamar voces criollas, es decir palabras que nacieron en el seno de nuestros hablantes, palabras que no se conocen en ninguna otra variante del español en el mundo hispano. Desde luego, ese no es un atributo exclusivo del español dominicano: todos los países donde se habla la lengua española tienen voces criollas, es decir, términos y expresiones que son originales de sus hablantes. Podríamos citar entre esas voces, las palabras que conforman los dominicanismos léxicos. Como, por ejemplo, “mangú” (que recientemente el Diccionario de la Real Academia lo incorporó al Diccionario de la lengua española, por una iniciativa de Jumbo que María José Rincón y yo apoyamos y propusimos la incorporación de “mangú” en el diccionario oficial. Entre las palabras criollas tenemos “pariguayo”, “concho”, “locrio”, entre muchas otras. Es decir, tenemos la capacidad de ser creadores de palabras que enriquecen nuestra lengua, que potencian el caudal léxico de nuestro vocabulario. Además, también hemos enriquecido el caudal léxico de la lengua española con una dimensión semántica importante, como es la de endosarle nuevos significados a palabras establecidas de la lengua española, que forma lo que se llama dominicanismos semánticos. De hecho, hay muchas palabras de la lengua española que los hablantes dominicanos le han asignado un significado particular. Por ejemplo, la palabra “cuero”, en el sentido de ‘prostituta’; o la palabra “figureo”, en el sentido de ‘ostentación’; o voces como “gancho”, con el significado de ‘trampa’; “chepa, que significa ‘casualidad’; o “lámina”, que significa ‘mujer hermosa’; o “guagua” con el significado de ‘vehículo de transporte público’. Es decir, la dimensión semántica, como práctica del lenguaje, tiene un aporte significativo por el hecho de endosar nuevo significado a voces establecidas de la lengua española. Pero también podríamos decir que nuestro lenguaje, el español dominicano, tiene alguna particularidad que podríamos describirla como una dimensión léxico-semántica o una derivación léxico-semántica, por el hecho de que a una determinada palabra le endosamos una derivación y le damos otro giro significativo: por ejemplo, la palabra “medalaganario”, una creación de la ingeniosidad del hablante dominicano al aludir a ‘un hecho que se hace por puro capricho, porque le da la gana al que lo ejecuta’ para aludir al ´caprichoso´ o ´antojadizo´; o la palabra “conchoprimismo”, formado de la voz decimonónica “conchoprimo”; o la palabra “machepero”, aplicada a ‘quien vive al modo de machepa’ (“el hijo de machepa”, es una expresión muy dominicana para aludir a una persona muy pobre); y también expresiones como “brincadera” o “chiripero”. Es decir, son voces con formas peculiares que no se encuentran en otras variantes del español en el mundo, y eso, por supuesto, es parte del enriquecimiento de nuestra variante idiomática del español dominicano.

En consecuencia, al señalar determinados rasgos del español dominicano (no los estoy nombrando todos, como se puede constatar en mi libro Perfil del español dominicano. Son varios los rasgos que presenta el español dominicano y varios autores han hecho estudios de la realidad idiomática dominicana y varios autores a quienes no les hemos dado la importancia que merecen. Me llega a mente el nombre de Emiliano Tejera, un autor que, a finales del siglo XIX escribió una obra que se publicó al principio del siglo XX con el título de Palabras indígenas de la isla de Santo Domingo. Esa obra es muy importante porque registra las voces taínas que hemos heredado en nuestra lengua. Y así como mencioné a ese autor hay también otros autores de mediados del siglo XX, como Manuel Patín Maceo o Ramón Emilio Jiménez, quienes abordaron el estudio de voces dominicanas, como lo hicieron también Max Uribe y Carlos Esteban Deive; o profesores que en diferentes centros educativos les han puesto atención a la lengua española, que la han estudiado con el rigor científico que merece estudiarse la lengua, como lo hizo Maximiliano Arturo Jimenes Sabater o lo han hecho Orlando Alba, Ana Margarita Haché y Liliana Olloqui, justamente, para testimoniar el giro, el decurso, el trayecto de esta modalidad idiomática, que para nosotros tiene alto valor y que debemos valorar siempre, no solo como hablantes, sino como estudiosos de la lengua, como académicos de la lengua, como profesores de lengua, y, sobre todo, como cultores de la palabra.

Hay muchas formas expresivas y creaciones idiomáticas y textos literarios de mucho valor para el español dominicano. En el campo de la literatura, por ejemplo, es abundante el material de que disponemos para estudiar nuestra lengua. En la rama de la narrativa, la creación poética y dramatúrgica hay textos con datos léxicos y semánticos muy valiosos. Tenemos muchas de esas obras que reflejan, proyectan y enaltecen el uso del español dominicano: rasgos léxicos y semánticos de nuestra forma de hablar con una singular riqueza expresiva. Si hojeamos un libro como el Diccionario del español dominicano, podríamos sorprendernos ante la riqueza idiomática de nuestro lenguaje».

—Rita Díaz: Queremos agradecer la presencia y la ponencia de apertura de nuestro director Bruno Rosario Candelier sobre el perfil del español dominicano. Ciertamente, ese vínculo entre la lengua y la literatura identifican esas manifestaciones del pueblo dominicano.  

Doctora María José Rincón: «El tainismo en el español dominicano» 

“Yo creo que los lexicógrafos vivimos en gran medida como casi todos los que investigamos, de lo que hicieron los que vinieron antes que nosotros y siempre lo tenemos que tener presente y les tenemos que rendir ese homenaje al final, pues es necesario. Este trabajo que hice sobre la presencia de los términos indígenas prehispánicos en el español dominicano, “Tesoros de la lengua taína”, precisamente en homenaje a esos tesoros del arte taíno en los que en algún momento se olvidaron de la lengua, cuando la presencia de la herencia taína es evidente en nuestra lengua española». Mostrando en pantalla una vasija de barro con forma antigua, explicó: «Y para transportarnos a lo que pueden significar esos tesoros de la lengua taína que perviven en nuestra lengua, a mí me gusta acudir siempre a una metáfora:

Imaginemos que tenemos una vasija, una ollita muy humilde, de la que no sabemos los años que tiene, no podemos determinar muchas veces la antigüedad, ni siquiera sabemos quién fue que nos trajo esa pequeña vasija. Y esa misma vasija que tenemos en casa, sabemos que ha sido usada por millones de personas, desde que alguna vez alguien la creó, la moldeó, le dio forma para que sirviera para algo en nuestra casa, para que guardara algo en su interior. Al final, ese diseño original de esa persona, se fue modificando con el tiempo, se ha ido adaptando a las necesidades de todas aquellas personas que han ido usando esa vasija desde aquella primera vez que se creó. Esos millones de manos por las que pasa esa vasija, por los que la usan, le van dejando una pátina que hace que sea irreconocible; a veces hace que no nos parezca ni siquiera la misma vasija que aquella vez nos entregaron. En el fondo esa vasija sigue siendo la misma. A veces la arrumbamos en un rincón, dejamos de usarla, ya no nos sirve para nuestra vida moderna. Pero a veces alguien de una generación muy distinta a la nuestra, a veces alguien a miles de kilómetros de distancia, de donde por primera vez se creó esa vasija, pues, la vuelve a encontrar arrumbada, le pasa un paño, y decide que la va a seguir usando y que la va a sacar de nuevo a la vida.

Luego de la esplendorosa metáfora —o una hermosa narrativa anecdótica—, la sensible estudiosa explicó: «Al final, estas vasijas no son más que las metáforas de las palabras: alguien alguna vez crea esa palabra: esa palabra se mantiene con nosotros, va siendo usada por millones de manos para expresar y contener muy diversos significados; a veces las dejamos abandonadas, porque ya no nos sirven para expresar lo que queremos expresar, y, sin embargo, a veces tenemos que recuperar y rescatar. Al final esas son, creo, que las metáforas más evidentes de lo que serían los tesoros de la lengua taína: esas vasijas que llevan siglos con nosotros y que perviven todavía en el uso, en la utilidad de los hablantes, no solo de los hablantes dominicanos, sino también de hablantes de español desde otras muchas procedencias».

Expuso también: «La realidad lingüística de la América prehispánica, anterior a la llegada de la colonización española, de una complejidad casi inimaginable. Los investigadores hablan de aproximadamente 170 grandes familias lingüísticas… Si nos hacemos a la idea de que las lenguas que proceden del latín (que son actualmente todas las lenguas romances), vienen de una sola familia lingüística, pues, imaginen ustedes suponer 170. De esos troncos, de esas 170 familias lingüísticas, se fueron ramificando distintas lenguas, distintos dialectos, muchos de ellos ininteligibles entre sí, unos se extinguieron, otros siguen estando bien, otros están en vía de extinción».

María José Rincón explicó que «La huella lingüística indígena en el español americano, y especialmente en el español dominicano, americano y el español en general, proceden de una familia lingüística: arahuaco, caribe, náhualt, maya, quechua, aimara, chibcha, araucano y tupí-guaraní. Esas serían las grandes familias lingüísticas que dejaron huella en el español». «Evidentemente, para nosotros la más cercana es la primera que dejó esa huella: el “arahuaco” es la primera familia lingüística con la que se encuentra la lengua española cuando llega a tierra americana. La modalidad caribeña que se usa en las Antillas es la que conocemos como “taino”. Es decir que el “taíno” es la modalidad caribeña de esa lengua más amplia que se sigue usando, sigue vigente en algunos sitios de América continental del arahuaco. Y la otra gran familia lingüística de las Antillas sería el “caribe”, que dominaba la parte septentrional del arco antillano, las Antillas menores».

«Esta lengua que se usaba en este arco de las Antillas menores era una especie de lengua mixta entre una lengua de origen “arahuaco” y una lengua de origen “caribe”, y se llamaba “caribe insular”, nos lo explica muy bien Jensen en sus investigaciones»: «Al tener la lengua “caribe” y la lengua “taina” un origen “arahuaco” común y un contacto muy prolongado y muy cerrado, pues, a veces se nos hace muy difícil determinar el origen de algunos de los términos, va a ser muy difícil determinar si el origen del término es específicamente taino, es específicamente caribe o simplemente podemos decir que es “arahuaco”. Los datos lingüísticos que conocimos de La Española los tenemos —como bien decía Bruno Rosario Candelier en su intervención—, aportados por las primeras crónicas». Apuntó: «Estos datos lingüísticos son muy rudimentarios, pero esos son con los que contamos, y de ahí es que tenemos que sacar nuestra propia investigación histórica del origen, de en qué momento se empezaron a forjar esos préstamos. El estudio de esas primeras crónicas ha permitido a los especialistas dibujar un panorama un poco cercano a los que se cree que podría ser la realidad lingüística de las Antillas, y específicamente de La Española a la llegada de Colón. Las Antillas precolombinas sabemos que eran plurilingüe, es decir, no se hablaba una sola lengua, había mucho contacto lingüístico entre esas lenguas. Por lo tanto, esa expresión que se acuñó en las crónicas tradicionales, “la lengua de los indios”, hay que ponerla siempre entre comillas porque no responde a la realidad, no había una sola lengua: era un entorno plurilingüístico».

Algunos de los ejemplos que expuso María José Rincón fueron los siguientes: «Todo el entorno relacionado con la “yuca” evidentemente tiene muchas palabras que se siguen usando: burénsibucánguayo, son palabras que seguimos usando y que siguen siendo parte del español cotidiano, no solo en la República Dominicana, en el Caribe, sino que son costumbres que, además se han extendido a otras partes del mundo y que, por lo tanto, han adoptado también la palabra. Por supuesto, la yuca no es el único tubérculo o el maíz que adoptamos, está la batata, de origen taino, aunque hay una mezcla con papa. “Ají”, la palabra taína para designar, como decía Oviedo, ‘la pimienta de los indios’; o por ejemplo la voz “papaya”, una voz caribe que, curiosamente, ha sido desplazada en el español dominicano por el termino patrimonial “lechosa”, y sin embargo originalmente la voz indígena original era “papaya”». Presentó en pantalla las siguientes voces relacionadas con laflora: guayacánmanglebejucocabuyacaobaceibacopeyguásumamaguey, caimito».

Roberto Guzmán: «La creación léxica del español dominicano»         

El tercer ponente de esta sala es Roberto Guzmán, desde Miami, con el tema «La creación léxica del español dominicano». Roberto Guzmán es miembro correspondiente de la Academia Dominicana de la Lengua, intérprete y traductor en cinco idiomas:

«Agradezco a todos los que están hoy a través del internet. No podía pensar que el idioma castellano llegara a un mundo nuevo y que permaneciera sin cambios, modificaciones, adiciones, en un mundo con un entorno abstracto, con nuevos frutos, árboles desconocidos, además de jamás vistos antes. Es decir, era enfrentar una nueva realidad con una lengua modelada a otro entorno y sus circunstancias. Se hizo necesario nombrar esas lenguas con o en sociedades hasta entonces desconocidas. La historia no termina con la aspiración a la vida en común de unos y otros, los llegados y los autóctonos: el proceso ha continuado con el paso de la historia y la diversidad de acontecimientos. Al choque inicial siguió luego el desarrollo de las ideas propias en el nuevo mundo, que, como tal, tenía que llegar con nuevas palabras que describieran las noveles aspiraciones de las generaciones sucesivas en este peligroso entorno digital, que formó para sí una lengua, a destiempo labró. Ese tipo de proceso lo definió Pedro Henríquez Ureña con estas palabras: Cada idioma es una cristalización de voz, de pensar y sentir.

La capacidad creativa del hablante dominicano es digna de admiración. Algunos hablantes solo nombran algunas de las muchas voces que han salido de la imaginación del dominicano. Como es natural en un proceso de este tipo, el lenguaje dominicano habla del mundo dominicano: de su entorno, sus problemas y costumbres. Esta reflexión que acaba de hacerse no han de interpretarse en términos despectivos, son ejemplos de temas usados por el hablante de la variedad del español dominicano. Muy bien lo dice un lingüista: El lenguaje ha nacido de la vida, y la vida, después de haberlo creado, lo alimenta. La creatividad léxica cubre prácticamente todos los aspectos de la vida dominicana en sociedad. Es un error pensar que las voces singulares del habla dominicana nacen y se usan solo en el seno de un estrato de la sociedad dominicana: la creación y el uso de las voces dominicanas trascienden las fronteras sociales. Así da cuenta en su estudio Juan José Jimenes Sabater acerca de esa materia: La lengua popular es siempre fuente en que la lengua literaria gusta refrescarse. Ejemplo de eso se encuentra en la literatura dominicana, sobre todo en aquellas que se ocupan de registrar el habla popular, la que procura traer todos los sectores y reflejar con su voz propia el auténtico hablar del pueblo dominicano».

En su discurso Roberto Guzmán expresó que «En el habla, las voces del léxico dominicano, pasan de un segmento social a otro». Sostuvo que en estos casos específicos u ‘ocurrencia social’ «los individuos tienden a adecuar su actitud lingüística a la de aquellos con los que entran en contacto social, con su cultura, y saben cómo adaptar su léxico de acuerdo con las circunstancias, pues se cuidan de no usar las voces populares o incultas ya que piensan que ese uso los rebaja a la consideración que ‘de ellos se forman sus padres’»: «Eso en sociolingüística se conoce con el término “textil”, para referirse a ciertas variedades lingüísticas que facilitan el ascenso social y la consideración en las relaciones humanas. En el habla familiar de estos mismos sujetos afloran todas las voces autóctonas y en algunas ocasiones algunas de ellas son utilizadas en sentido de broma por el hablante para mostrar su dominicanidad. Este tipo de conducta recuerda que, a pesar de existir diferentes niveles de expresión, la lengua culta y la popular no son incomunicables, y la una pasa a la otra con sus modos y palabras».

Consignó que «La creación del léxico en el habla de los dominicanos tiene variadas maneras en que puede tratarse». Dijo que «Uno de estos aspectos es el de los temas que propician con mayor ímpetu esta creación». Guzmán se refirió, además, a que «hay palabras que son claves en un contexto social porque el hablante logra la atención con este hecho»: «Un ejemplo de esto es la palabra “gazapazo”, que se define como la ‘irregularidad o fraude de unas elecciones que aparenta que ha pasado en un legalismo’; otra palabra es “calié”, que designa al ‘espía político’». Expuso que «Los segmentos sociales que destacan estos procesos creativos de alguna forma pueden considerarse como aspecto diastrático social, así como la distribución geográfica donde se detecta el origen de la creación» […] Explicó que «Al final de todo el proceso está el signo distintivo de un conglomerado social, que termina siendo una manifestación de la identidad lingüística de ese núcleo». Puntualizó que «Son variados los hechos que influyen en la creación de nuevas voces en el habla»: «En ocasiones las voces provienen de la actitud emocional del individuo o de un grupo de la sociedad ante una situación específica, que luego se olvidan, pues estas voces pasan a usarse en las situaciones similares a las que le dieron origen» […]  También explicó que «La creación léxica es un rasgo de la identidad dialectal que se mantiene en constante evolución porque el léxico es un sistema abierto que no tiene límites». Apuntó que «Esto se entiende mejor si se recuerda que a pesar de que el idioma es el mismo en su esencia encuentra su riqueza en la diversidad y en la renovación constante». Manifestó que «El idioma que habla el dominicano ha sabido conciliar la libertad creativa que le proporciona las circunstancias con el ejercicio de la espontaneidad […] “Parejero”: ‘persona vanidosa pedante’; “marotero”: ‘salida que se hace para recoger frutas de un sembrado ajeno’, voz que pasó del campo a la ciudad» […]

—María José Rincón: Bueno, es un caso que se da. Igualmente, yo me referí, por ejemplo, al de la lechosa, que tiene el término taíno que sería “papaya”, que se usa en muchos sitios, incluida España y en otros sitios donde se habla español y, digamos, en el sitio original del término, pues, el idioma ha adoptado el término patrimonial del derivado de lechosa. Ni es mejor ni peor, simplemente habla de la historia de nuestro idioma. No debemos olvidar que tenemos uno de los idiomas con más tradición histórica y cultural del mundo, por lo tanto, los idiomas van acumulando esas tradiciones, esas enseñanzas, ese recorrido vital del idioma, hacer que se tiña de todas estas anécdotas que después nos resultan muy curiosas.  ¿Cómo es posible que en República Dominicana se le diga más ‘parrilla’ o ‘barbiquiú’ a lo que nació en Rep. Dom. como “barbacoa”? Mantiene sus explicaciones en la historia de la lengua. Pero, nos hace sonreír, como te hizo a ti sonreír esa piña del supermercado en Madrid.

Doctor Odalis Pérez: «Voces africanas en el español dominicano» 

En la segunda sala de ponencias disertó el doctor Odalis Pérez: «profesor, investigador, poeta, crítico literario, miembro de número de la Academia Dominicana de la Lengua».

«Muchas gracias por haberme invitado a este coloquio —expresó Odalis—, a Bruno Rosario Candelier, al abordar un tema que se distancia, a veces, en el tiempo y del espacio, a propósito del concepto de “imagen lingüística”, y, sobre todo, de ese concepto de “voces africanas en el español dominicano”. Yo hablo de “hablar” en el sentido de ‘laboralidad’ que es, realmente, donde yo he laborado un poco y donde he hablado de coparticipante en encuentros, no solamente Villa Mella, sino también la frontera. Y lo que he podido aprender (cada vez que he ido a estos sitios para escuchar), principalmente en las áreas rurales, voces, no solamente africanas, sino voces derivativas de términos que, realmente, nos han ayudado a comprender lo que se llama “el español dominicano”, hoy. Lejos de aquel libro fundador de don Pedro Henríquez Ureña, hemos tenido otros libros importantes que explican que el español en Santo Domingo ha ido avanzando en el tiempo. Max Arturo Jimenes Sabater, escribe un libro sencillo (más bien una tesis), Más datos sobre el español de la República Dominicana (1975), importante para lo que es la geografía lingüística y para sociolingüística dominicana, y que aportó muchos datos al hablar del término tan amplio, a veces, y tan restringido y tan vacilante en algunas acepciones.

  • Hemos visto que estas voces africanas forman parte de una derivación de lo que se llama el radical de base, donde encontramos, muchas veces, esa creatividad del español en Santo Domingo.

En la República dominicana, el hablante crea, muchas veces, el lenguaje —y también el significado, porque hay palabras en las cuales podemos ver la acción creadora—. Por ejemplo, hay algunos, que no son, necesariamente, dados por la llamada africanía. Ese término lo avanzó ese profesor William Mayer, en 1990; él incluso hizo un trabajo de campo habiendo estado en Villa Mella…, y allí, realmente vio que había una herencia africana moderna, una herencia africana que influye, incluso, en el español actual. Y escribe ese libro, que es África en Santo Domingo, muy importante y además de eso, últimamente, necesita una serie de ajustes…, porque la lengua es un fenómeno en movimiento, un fenómeno de identidad, de desidentidad; pero, va creando fuerzas sociales y fuerzas de comunicación.

  • Nosotros tenemos vocablos que se consideran africanismos, pero hay veces que son, no solo africanismos, sino caribeñismos porque en muchos países se pueden leer con otros significados.

Por ejemplo, un vocablo como “bemba”, “bembón”, para referirse a los ‘labios pronunciados del negro’; “bembú”, por ejemplo. Ahí tenemos ejemplos de sustantivo, pero también de adjetivo, de denominación que entra dentro de ese movimiento de integración y de derivación del vocablo de base. Tenemos, por ejemplo, algunos términos africanizados también, como el “mangú fucú”, que en otros países del Caribe y aquí mismo en la República Dominicana, adquieren significados desde el punto de vista de su diversidad, y que, además de eso, se utiliza de una manera arbitraria, a veces (desde el punto de vista de la creencia tradicional, desde el punto de vista de la cocina, de lo que se llama el arte culinario); además desde el punto de vista de la función que le otorga el hablante (en su idiolecto), o un grupo (sociolecto), que son expresiones lingüísticas, realmente, del sujeto, sujeto colectivo o sujeto individual. Y eso hace necesario una investigación».

El doctor Odalís Pérez hizo referencia a libro Estudio etnológico: remanentes negros en el culto al Espíritu Santo de Villa Mella, de Aída Cartagena Portalatín: «En ese libro hay una serie de letras, bailes y música que, realmente, merece la pena que conozcamos algunas de estas historias sonoras, expresivas en este sentido, para ver cómo también eso ha incidido. A veces, muchos de estos fenómenos sociales que creemos que son musicales y no son sociales, son fenómenos donde la lengua tiene una función simbólica, no expresiones específicas […]». Chemba, chembita; se abombó; cachimbo, cachimbear…

«Creo que ese tipo de llamado africanismo, intenta —en el caso nuestro—, lo que se llama una visión transgresiva. Por ejemplo: “Mira esa chemba”. Chemba, incluso, es un vocablo despectivo. Cuando usted dice “Usted no tiene boca, usted lo que tiene es chemba”, eso es despectivo, eso le está atribuyendo una forma fea de dirigirse a este individuo, el vocablo de chemba es de racista; indudablemente es para un uso no social o sacarlo, es un término despectivo. Cuando dice chembita, le tiene un grado de más acercamiento. Chembita se le dice a un niño negro, que tiene una ‘boquita’, pero se le dice con este sentido de que no pertenece a nuestra área… Se abombó, abombarse; hay gente que dice “abombamiento”, en el caso de la alimentación, ‘crecimiento’, ‘eso no sirve’: “La habichuela está abombada”. Cachimbo (una cosa que yo he escuchado): “cachimbo” es ese ‘cigarro en bruto’, ‘objeto para inhalar’ (muchas veces se hace en hoja de tabaco). No se puede decir que el cachimbo es una ‘pipa’ (que es más avanzado y tecnológico). El verbo cachimbear le cambia el significado: eso es ‘echarle vaina a alguien’, al mismo tiempo ‘bailar’. O sea, hay un salto, en el proceso del vocablo». Marimba, marimberocongoconguero; guloya…

«En el asunto de los instrumentos está la marimbamarimberocongoconguero, y eso remite a nuestro espacio Villa Mella: allí hay intérpretes y hay personas que son autoridades (por ejemplo, Brazobán), y que tienen, incluso, una visión bastante clara sobre eso. Están también los guloyas que también es otro asunto de la africanía, que se da desde la cultura cocola y que en San Pedro de Macorís tenemos ejemplos de más. Son visiones, muchas veces, de cuidado con esos llamados africanismos y africanía. Hay personas que creen que aquí nosotros tenemos grupos que son afro-criollos o afro-dominicanos, que hablan una lengua porque realmente es estable; y no es así: hay muchas veces que por razones socio-dialectales se quiere ver la identidad solamente a partir de ahí, y hay variación. Esa identidad, muchas veces, no tiene la fuerza lingüística significante para decir Aquí se habla sí».

Otras de las explicaciones que ofreció Odalis Pérez en su ponencia es la siguiente:  «A propósito de esos vocablos que les he estado mencionando, no sé si ustedes observan que los sociolectos y los idiolectos han ido eliminando: por ejemplo, nadie habla de bemba hoy, porque los jóvenes dominicanos de 17, 18, 20 no escuchaban eso: eso de negro bembón que se escuchaban en canciones y que entra, incluso, por la línea de la cubanía (salsa y demás), aquí el joven, como no es esta su orientación, no lo usa; no lo usa tampoco un adulto o un envejeciente que no está tan familiarizado; porque el asunto es que, también, la problemática de la tecnología ha cambiado, incluso ya hay personas que establecen reglas del lenguaje, que no es más que querer constatarlo. Hay veces que los lingüistas utilizan un vocablo porque está en uno u otro diccionario (o alguien investiga), pero eso no quiere decir que entra en funcionamiento… Ahora mismo lo de mofongo y lo del mangú, hay una diferencia: por ejemplo, usted oye a profesores diciendo que el mofongo es un plátano majao con chicharrón, pero que es liso… Pero no es nada más con chicharrón: ya hay mofongo hasta con camarones; y todo eso: hay muchas variaciones del significado» […].

 

Doctor José Enrique García: Perfil del español dominicano, de Rosario Candelier       

Las ponencias de la tarde iniciaron con el doctor José Enrique García, con un estudio sobre el libro de Bruno Rosario Candelier, Perfil del español dominicano.

La primera nota que vino a mis manos para trazar estos párrafos, esta DISQUISICIÓN GENERAL, pues tiempo nos falta para adentrarnos en los pormenores sustanciales de este libro que, a fin de cuenta, son los que proporcionan el grosor del tema del mismo, y es esta: tal parece que Bruno Rosario Candelier, presidente de la Academia Dominicana de la Lengua, dilatado investigador de nuestra realidad lingüística y literaria, al pensar este libro acudió a los orígenes de la investigación científica…, que requería de puntear, marcar, señalar y observar para que se construya un testimonio, una metodología primigenia, útil para la consecución de un libro como Perfil del español dominicano. Voces y expresiones del habla criolla. Así, anotando, subrayando, atrapando, intuyendo, escarbando, concretando en la línea la realidad ordinaria del pueblo dominicano, todo aquello que vio, sintió, ocurrió, oyó, percibió los latidos de los sentidos palpitando y confluyendo en el cuerpo temático de este libro. Lápiz, lapicero, pluma, carbón, el instrumento que en la mano tuviese, se siente y se advierte en estas páginas. Y esto tiene una importancia no relativa, pues estos textos metodológicos señalan e imprimen una inmediatez, esa cercanía que insuma, esa sincronía que es esencia entera del libro. En brevedad, es un texto esencialmente sincrónico. Desde luego, como elemental máxima: no hay sincronía sin diacronía (y el libro lo demuestra). Lo diacrónico es lo primero, y en ese primero descansa lo sincrónico. De lo que se trata es que el cuerpo del texto sustentador tiene lo sincrónico, lo que le imprime su sello, su naturaleza.

La práctica metodológica que conduce a la recuperación de las informaciones pertinentes, a los pormenores lingüísticos, a la característica de la materia, el lenguaje actual dominicano se afirma en estos medios: libros, artículos de periódicos, revistas, folletos, artículos de diversas materias, alocuciones de radio y televisión, que van desde la especulación filosófica, hasta temas de jardinería, deportes, farándula. Todas las formas del decir y del escribir dominicano aparece en estas páginas. La bibliografía general del libro contabilizada arroja 404 publicaciones que cubre las más diversas formas y medios. Esos 404 textos proporcionan al libro un fuerte y decidido rigor científico imprimiéndole total legitimidad.

Este es un libro —reiteramos— pensado, de ahí su coherencia, manifestada en una vértebra que norma su estructura, todas las partes que lo integran, aun aquellas, que a primera vista nos ofrece una montaña de esa médula. Nos referimos a los temas de naturaleza literaria: no representan distanciamiento, son también parte intima del tejido intrínseco de la obra. Ahora bien, con una inclinación bien especificada, bien dirigida: subrayar los elementos lingüísticos que en ellos se articula; y se presencia esa sincronía del lenguaje dominicano, propósito de esta obra que se explicita en esta proposición: presentar en un plan el estado, aunque siempre en movimiento, del español dominicano de las últimas décadas. De modo que, Perfil del español dominicano tiene un núcleo central: el plano sincrónico de nuestro español, el español que hablamos y que escribimos hoy en día.

ANTECEDENTES. Bruno Rosario Candelier, dando continuidad a una justa metodología, apegado a patrones o a exigencias científicas, acude o sistematiza los antecedentes de su estudio —los antecedentes fundamentales, también los de segundo y hasta los de tercer orden—, abarcando, prácticamente, todos los textos que de una u otra forma abordan este tema, especialmente la parte léxica. De modo que inicia, como esa exigencia formal, con El español de Santo Domingo, de Pedro Henríquez Ureña, publicado en 1940, raíz primaria de los estudios fundamentales del español. Hay, en el libro de Pedro Henríquez Ureña, para ejemplificar, un elemento clásico con que marca el comportamiento con carácter de léxico dominicano…, lo retoma Bruno Rosario Candelier para dibujar, concretar ese perfil, ese carácter del español actual dominicano (que Pedro Henríquez Ureña subrayó en su época): es el carácter arcaico, la presencia de arcaísmo en el habla dominicana, de esa época: eso es un rasgo muy significativo y que, prácticamente crea una línea de trabajo en el presente, además de la tantas otras cosas que Pedro aborda en ese libro, primario en el estudio del español de Santo Domingo.

Después del libro de Pedro Henríquez Ureña, como es lógico, siguiendo el orden cronológico de los trabajos de todas aquellas personas que se detuvieron a ver nuestro idioma, reseña Bruno las investigaciones, los aportes de Patín Maceo, Ramón Emilio Jiménez y Emilio Rodríguez Demorizi (quien, dentro de todo su amplio campo de trabajo, el español fue una de sus preocupaciones primarias, y ahí están todos sus trabajos). Hay también en estos antecedentes, que Bruno recoge con amplitud para sustentar su excelente estudio, es el libro de Max Arturo Jimenes Sabater, Más datos del español de la República Dominicana (este trabajo de Arturo constituyó un momento de lucidez en los estudios lingüísticos dominicanos y Bruno no se detiene en él y, en cierta forma, lo asume como uno de los pilares de este trabajo ejemplar.

Siguiendo esa justa nombradía de los lingüistas dominicanos que se han detenido en el análisis y en el estudio del español dominicano, que es la esencia de este libro, la sincronía de nuestro idioma, se detiene también y recoge las aportaciones de Orlando Alba (aquí con Orlando tenemos un genuino estudioso de español sincrónico dominicano, de toda su vida dedicada, desde las mismas aulas de la Universidad Madre y Maestra -donde estuvimos juntos allí- hasta nuestros días, Orlando Alba se entregó al estudio de nuestro español, y Bruno, aquí en este libro, reafirma, subraya estas aportaciones de Orlando Alba).

Desde luego que, Bruno Rosario Candelier, para abarcar y darle más amplitud y profundidad a su estudio, se detiene también en aquellos estudios —menores, vamos a llamarles— y en ellos se apoya y los reseña y les da espacio, como es necesario en este libro: toda aquella persona que de una forma u otra aborda el trabajo léxico, aborda el elemento sincrónico que va conformando el carácter del español dominicano de hoy aparece en esta obra; muy pocos, según mi inventario, están  ausentes en estas páginas.

De modo que este libro, Perfil del español dominicano está apoyado en la bibliografía ya serena, ya asentada, en el estudio dominicano; sobre todo me estoy refiriendo a la bibliografía contemporánea, es decir, la que arranca con Pedro Henríquez Ureña —porque, también, dentro de la bibliografía general, de los 404 textos que contiene este libro, aparecen los textos fundamentales diacrónicos.  Como ya hablamos de que no hay sincronía sin diacronía, entonces toda la bibliografía primaria y necesaria están presentes en este libro—.

LÉXICO. El doctor José Enrique García abordó también la tercera parte de sus apuntes, que es el léxico»: «Todo el que quiera acceder a un aspecto, a un horizonte del léxico contemporáneo dominicano, necesariamente tiene que acudir a este libro, es una de su gracia, es uno de sus fundamentos, es uno de sus aportes. Dice Bruno que La base de la variante idiomática dominicana subyace en la creación de voces criollas y significados peculiares y vocablos de la lengua común, atributo propio de las variantes de una lengua. Y sigue: El léxico dominicano conserva voces antiguas como tutumpote (poderoso, magnate); aguaitar (observar); alpargata (zapatilla); maipiola (celestina); curcutear (indagar). Y ha creado vocablos originales como chopa (sirvienta); chepa (casualidad); pariguayo (tonto) […]». El académico terminó maravillosamente su ponencia.

 

Rafael Peralta Romero: «La creación semántica del español dominicano»        

La siguiente ponencia estuvo a cargo del licenciado Rafael Peralta Romero: periodista, narrador. miembro de número de esta Academia y director general de la Biblioteca Nacional Pedro Henríquez Ureña.

«Muchas gracias y buenas tardes a todos los distinguidos académicos y amigos que participan en este importante encuentro de la lengua española. El español dominicano se fundamenta en el español general, una lengua generada a partir de procesos experimentados por el latín, la lengua del Imperio Romano que expandió su dominio por todo el mundo, con énfasis en la península ibérica. A su vez se nutrió, en sus orígenes, del griego, la lengua de la ciencia y la filosofía, de la lengua arábica. Es imposible hablar, precisamente, de la historia de la lengua española sin referir la ocupación árabe en territorio español, la cual se sintió por ocho siglos y fue determinante para que el dialecto de catilla se tornara la lengua nacional de España. La dominación árabe sobre España dejó su marca en la lengua castellana. Son ya viejas en nuestra lengua palabras como “aljibe”, “almohada”, “alfombra”. Una palabra adquiere la condición de localismo, en este caso de “dominicanismo”, por la vía lexicográfica o semántica. El de “dominicanismo léxico” es un vocablo que no entra en el territorio del español general, pero que tiene uso en el habla criolla y la mayoría conoce su significado. Cuando a un vocablo propio de la lengua general se le otorga un valor semántico diferente estamos en presencia de un “dominicanismo semántico” (que es el tema del que estoy hablando): por ejemplo, en la lengua dominicana la palabra “china”, aplicado a todas las ‘naranjas dulces’ o la palabra “cuero”, aplicado a la ‘prostituta’.

La primera de las cinco tendencias del español dominicano consiste en destacar la inclinación a atribuir otro valor semántico a palabras procedentes del español. Cito estos ejemplos: La palabra “vaina” que es el ‘estuche para guardar armas’— sea el arma de fuego o sea el machete—, es también en el español general la forma de denominar la ‘cáscara en la que viene los denominados granos o semillas’, y para nosotros la palabra “vaina” adquiere el valor semántico de ‘situación’, ‘contrariedad’ y muchas cosas más, precisamente sinónimo de ‘cosa’, y que es un ‘pie de amigo’: para todo aquel que le falten palabras, se apoya en la palabra “vaina’. “Cuero”, que es la ‘pie de animales’, entre nosotros, ‘prostituta’. Viene siendo una palabra que se tomó del español general para darle otro valor. “Papeleta”, que es un ‘papel para inscribir una boleta electoral’, para nosotros es ‘billete de banco’. “Cuarto”: ‘habitación’ o ‘una parte de algo que se ha dividido en cuatro’, y para nosotros es el ‘nombre del dinero’. “Jamona”, en el español general ‘mujer gruesa’; para nosotros ‘solterona’. “Culebrilla”: ‘enfermedad viral’; para nosotros es una ‘pieza de automóvil’ […]  “Cepillo” es un ‘objeto de limpieza’; para nosotros ha pasado a llamarse a un ‘tipo de carro’. “Patana”, femenino de “patán”: “patán” en un ‘hombre grotesco, tosco’ y entonces “patana” es una ‘mujer tosca’; pero para nosotros es un ‘camión grande’ […].

La segunda tendencia que he señalado aquí es: por deformación o corruptela de otras palabras de nuestro idioma. Ejemplo: nosotros llamamos “pajuil” a un ‘ave de América tropical del orden de las galliformes’, que el Diccionario del español general la llama “paujil” (nosotros decimos “pajuil”). Decimos “guandul” a un ‘grano muy sabroso, que se come guisado o en moro’, que en el español de otros países —así reconoce el Diccionario de la lengua— lo llaman “guandú” o “gandul”. “Pendejá” (que es “endejada”) es corruptela de “endejada”), que es una ‘situación desagradable’, ‘un conflicto’, y también una ‘banalidad’. En “pendejá” cabe la acepción ‘molestia’, ‘incomodidad en la comunicación’; y “pendejá” viene siendo también sinónimo de ‘vaina’ y de ‘fuñenda’. Y en este caso me voy a extender un poco porque amerita detenerse: es la palabra “gandío”. El adjetivo “gandío”, que se aplica mayormente a la ‘persona que muestra interés exagerado por cosas materiales’, es un dominicanismo por partida doble (puede ser femenino también, “gandía”): entiendo que “gandío” es un término criollo por su morfología, se ha originado a partir del adjetivo “gandido”, el cual es definido en el Diccionario de la lengua de la siguiente manera: ‘cansado, fatigado’ […] y dice que en Col. y Rep. Dom. ‘comilón o hambrón’ […] “Gandido” es el participio del verbo “gandir”, que significa ‘masticar el alimento y tragarlo’. Este verbo está en desuso, nada tiene que ver la acción de ‘masticar alimento y tragarlo’ con el significado que se le otorga en el habla dominicana a los “gandíos”. El diccionario del español dominicano no registra el vocablo “gandío”, sino “gandido”, al cual le atribuye como primera acepción: ‘referido a persona o a vehículo que se desplaza muy deprisa; en segunda acepción indica lo siguiente: ‘referido a persona comelona, glotona’; en la tercera persona está la relación semántica como ‘avaricioso’ y ‘que lo quiere todo’, que es el uso predominante en los dominicanos: “gandío”, es ‘un avaricioso, que lo quiere todo’. A esto último se refieren los dominicanos cuando dicen que una persona es “gandía” y no “gandida”, que nadie la dice […] Similar a esto está el adjetivo “ruyío”, que es también sustantivo, derivado del verbo “ruyir” —con y ambas palabras—: perfectos ejemplos de vocablos dominicanos formados a partir de la corruptela de otras voces de nuestra lengua. Ruyío funciona como sustantivo: Eran todos ruyíos y ahora son millonarios; como también como adjetivo: Se casó con un ruyío. En esos usos lingüísticos inciden más de una desviación idiomática: todo inicia con la deformación del verbo “roer” que el hablante de escasa escolaridad cambió a palabra “ruyir”. De ahí expresiones como El ratón ruye hasta la ropaGuardaba su dinero en un cajón y los ratones se lo ruyeron. El participio de este verbo, de factura dominicana, de “ruyir” nació “ruyío”. Tenemos entonces la segunda corruptela, que es muy propio del habla dominicana: la supresión de la d de los participios. Por ejemplo, de “cansado”, ‘cansao’ […] Tenemos entonces los sustantivos con esta terminación: “candado”, ‘candao’; “dedo”, ‘deo’ […] “Ruyío” o “ruyido” se emplea en sustitución de “roído”, un adjetivo formado a partir del participio del verbo “roer”; como participio sirve para formar el pasado compuesto: Un grillo ha roído la sabana […] Me parece más aproximada a su origen la estructura con y, pero lo más importante es que esta corrupción del verbo “roer” ha dado origen a una familia de palabras propias del habla dominicana […].

La tercera tendencia es la creación semántica por asociación con hechos y fenómenos para los cuales se desconoce la palabra precisa. Algunos ejemplos con los colores: tenemos “color limoncillo” (y donde no existe esa fruta limoncillo ¿cómo se enteran? Quizás usan el salmón).  “Amarillo pollito”, “blanco hueso”, “blanco colonial”, “azul celeste” y “color miel” […] “Coquito” llamamos los dominicanos a la ‘avellana’ y ‘cerebrito’ a la “nuez…».

Peralta Romero explicó la «cuarta tendencia diseñada en esta disertación: las palabras generadas por la influencia de otras lenguas con cuyos hablantes hemos tenido contacto directo. Es decir, no me refiero a todas las palabras que vienen del inglés, o del árabe, cuando la ocupación haitiana, sino relativamente recientes o por el contacto con esa persona. Po ejemplo, del árabe hemos asimilado la palabra “balsámico” […] Y de su comida, no hemos quedado con su pronunciación y su escritura, “quipe” y “tipile”. De los haitianos la palabra “chenchén”, ‘comida hecha de maíz’ […] “Clerén”, una ‘bebida haitiana’. Del inglés, la palabra “Pambiche”, no solo es una ‘tela’, sino también ‘un ritmo’; “pariguayo”, ‘tonto’; “Borojol”, un nombre de un barrio de la Capital (formada a partir de la ocupación militar en el 16). A eso agréguenle la acción conjuntival: “a la brigandina” (atribuida, por su formación, al Generalísimo), que es ‘una forma de hacer las cosas’; y “zafacón” procede del inglés también, que es un ‘cesto de basura’, escrito con z […] La palabra “gillette” (“yilet”) es ‘marca de una navaja de afeitar […]». La «quinta tendencia —que ha regido el habla dominicana, según expuso al inicio de su disertación—que son las palabras formadas por la adecuación de voces del español con valor semántico propio de los dominicanos».

 

Ana Margarita Haché: Cómo hablamos los dominicanos, de Orlando Alba 

La ponencia final de este primer día del coloquio fue presentada por la lingüista y académica Ana Margarita Haché, de la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra, y miembro de la Academia Dominicana de la Lengua. Según Bruno Rosario Candelier, una de las grandes lingüistas dominicanas.

«Agradezco a la Academia Dominicana de la Lengua, en especial a su director, el doctor Bruno Rosario Candelier, la invitación para participar en este interesante coloquio sobre el español dominicano. Nos corresponde reseñar el libro Cómo hablamos los dominicanos, del destacado investigador Orlando Alba».

En una breve semblanza de este autor Ana Margarita Haché expuso que «estudió filosofía en el Seminario Santo Tomás de Aquino, en Santo Domingo, y teología en la Universidad Laval, Quebec, Canadá; se licenció en Educación en la Universidad Católica Madre y Maestra; completó una maestría en Lingüística Hispánica en la Universidad de Puerto Rico y se doctoró en Filología Española en la Universidad Complutense de Madrid; estudió bajo la tutela de insignes profesores dedicados a la investigación de la lengua española, como Rafael Lapesa, Manuel Alvar, Pedro López Morales, María Vaquero y Amparo Morales».

El libro que nos ocupa reseñar salió a la luz en el 2004, auspiciado por el Grupo León Jimenes, en su Colección Centenario, al cumplirse en el 2003 los cien años de la empresa: consta de nueve capítulos, antecedidos por una presentación del Grupo León Jimenes, unas palabras preliminares del autor y un prólogo escrito por el destacado académico Humberto López Morales, en ese entonces director de la Asociación de Academias de la Lengua Española. Estos acápites iniciales sirven de marco conceptual de la obra y ayudan al lector a comprender la intención de su autor y la tesis que va a sustentar a través de los nueve capítulos subsiguientes.

En sus palabras iniciales, Orlando Alba nos advierte: Este trabajo no pretende ser una investigación académica dotada de un riguroso formato y de un complejo aparato bibliógrafo. Ha sido escrito con fines simplemente divulgativos, pensando en el público general y, sobre todo, en profesores y estudiantes de español. Su objetivo consiste en ofrecer un acercamiento sencillo y objetivo al habla dominicana, desde una perspectiva sociolingüística como su subtítulo lo indica: un enfoque sociolingüístico. Y para la presentación, y que ella sea recibida con mayor facilidad para el lector no especializado, se ha intentado mantener la redacción alejada de escepticismos no imprescindibles.

“Claro está —siguió citando Ana Margarita Haché— que esto no impide que los comentarios y las observaciones que se realizan, se apoyen en testimonios tomados de la lengua oral. Con este fin —‘dice Alba’— se han aprovechado, principalmente, materiales ya rendidos durante sus más de veinticinco años de trabajos y que han servido de base para diferentes publicaciones, así como las informaciones de conocimientos, más o menos general, contenidas en la bibliografía disponible sobre el tema”.

Esta advertencia —apuntó la distinguida lingüista— sirve para atraer al lector, que pudiera estar temeroso al adentrarse en una temática repleta de conceptos y términos desconocidos que pudieran impedir su comprensión; tiene también un carácter democratizador al intentar, y sobre todo lograr, que su obra sea accesible a un público general, sin que con ello lo infantilice o desvirtúe la rigurosidad metodológica propia de un trabajo científico.

Lugo de los consabidos, pero bien justificados agradecimientos —expuso Ana Margarita Haché—, Alba confiesa que alberga la ilusión de que la lectura de su libro ayude a obtener una visión general, clara y auténtica de la realidad lingüística dominicana y que se sentiría satisfecho si las ideas expuestas en él contribuyeran, al menos un poco, a la autoestima de muchos dominicanos que viven arrastrando una especie de complejo de culpabilidad porque creen que su conducta verbal no es correcta. Concluye afirmando que nuestro modo de hablar es nuestra principal tarjeta de identidad y debe ser motivo de orgullo nacional. Con estas afirmaciones revela la tesis que está presente en toda la obra y que explicita en las conclusiones que aparecen en el capítulo 6.

Ana Margarita Haché continuó con la reseña de los capítulos de la obra. Por motivo de espacio solo comparto la exposición que hizo sobre el capítulo 2 (recomendamos acceder al enlace, que comparto al final de esta reseña, para el completo deleite de esta y todas las demás ponencias). Así expuso su texto la dedicada académica: «El capítulo 2, correspondiente a los rasgos fonéticos, es uno de los más extensos, lo que evidencia la predilección del autor por esta temática; de hecho, gran parte de sus investigaciones, como ustedes saben, giran alrededor del nivel fonético-fonológico. Esta sección se inicia con explicaciones sobre los sonidos del español. Le sigue la presentación de los fenómenos vocálicos propios del habla popular, en los que no se detiene demasiado por no ser el foco de sus estudios, para luego profundizar en los procesos que afectan a las consonantes del español dominicano tratando la pronunciación de la j, la d intervocálica, la s final de sílaba, la l y la r implosivas, y la r en posición de cola. La descripción de estos fenómenos sociolingüísticos, que caracterizan el habla dominicana, viene sustentada por datos estadísticos extraídos —como ya he dicho— de sus numerosas investigaciones. Trae a colación, de manera pertinente, otras investigaciones de estudiosos del mundo hispánico que, en el caso del capítulo 2, se refiere a los trabajos realizados por dominicanos como Pedro Henríquez Ureña, Arturo Jimenes Sabater, Rafael Núñez Cedeño, Pablo Golivar, Carlisle González, Eliana Martínez y una servidora. Este capítulo es en sí mismo un gran aporte al estudio del español dominicano por los hallazgos encontrados. A saber: la aspiración de la s, como la variante prestigiosa; la importante incidencia del factor sociocultural en la elisión de la s; la mayor retención de la sibilante en el habla de las mujeres; la influencia de los factores lingüísticos, como el acento y la consonante siguiente, en la retención de la final de sílaba o de palabra; la ultracorrección y la hipercorrección; la comparación de la pronunciación de la s en la conversación libre y en los noticieros; la estigmatización de la vocalización cibaeña y su prestigio encubierto; el resumen de los fenómenos lingüísticos estudiados según su estima social; y de manera muy especial el carácter innovador con que califica y valora, desde el punto de vista sociolingüístico, nuestra habla. Sin un fenómeno caracterizador del habla dominicana debiera haber sido tratado con mayor profundidad y rigor es la entonación, al que Alba solamente le dedica una página, no sin antes reconocer las puntualizaciones hechas por Jimenes Sabater y avizorar los alentadores estudios experimentales del investigador y exalumno suyo Eric Willis. El mismo Alba, conocedor de su limitación, cataloga los estudios de fonética acústica, requerido para el estudio de la entonación, diciendo que se trata de un campo prácticamente inexplorado hasta el 2004 (publicación de su obra)».

—Luis Quezada Pérez: Esta exposición de Ana Margarita Haché sobre el libro de Orlando Alba me genera a mí una reflexión, y es que, si vemos en el próximo eslabón, para seguir la secuencia de Pedro Henríquez Ureña, Jimenes Sabater, Orlando Alba y Bruno Rosario Candelier, que prácticamente ha tenido una distancia de una generación sociológica de treinta años, cada libro (parece que una generación sociológica de treinta años crea una generación lingüística). Lo que quiero preguntarle a Ana Margarita es si en el libro de Orlando, tú citaste los indigenismos, los africanismos, los haitianismos, pero al principio no aparecieron, yo no sé si no había una connotación fuerte en ese momento, porque para un próximo momento, yo creo que, el tecno-lenguaje y los anglicismos van a ser la nota fundamental del español dominicano. No sé qué tú piensas, Ana Margarita.

—Ana Margarita Haché: Gracias, Luis, muy pertinente tu observación. Obviamente que Orlando dedica una parte de ese capítulo a analizar sus datos sobre disponibilidad léxica a partir de los anglicismos que fueron saliendo en los doce campos de interés trabajados y los compara con el español de Puerto Rico y el español de Madrid y los sitúa en un punto intermedio entre la penetración de dichos neologismos y extranjerismos en el español dominicano. De hecho, en el libro suyo sobre el béisbol es donde aparecen la mayor cantidad de anglicismos, aunque también en el campo de los enseres domésticos, él trata de manera profunda esa temática. El reto que representa lo que ha señalado Luis Quezada para los nuevos lingüistas dominicanos en la República Dominicana y en la diáspora donde tenemos gente como Almeida Jaqueline Toribio, y algunos exalumnos también de Orlando Alba, para continuar en la descripción del español dominicano. Eso supone un estudio profundo y riguroso de lo que nos ha antecedido y de lo que se está llevando a cabo hoy en día, no solamente con el estudio desde la producción, sino también el estudio de la percepción y el abordaje de lo que sería ahora los estudios de análisis lingüístico y discursivo.

 

Doctor Manuel Núñez: El español en Santo Domingo, de Pedro Henríquez Ureña 

El ponente que inició esta tanda de enseñanzas de la Academia fue el doctor Manuel Núñez, miembro de número de la Academia Dominica de la Lengua. Fue director del Departamento de Filosofía y Letras de la Universidad Tecnológica de Santiago». Luego del saludo cordial, expresó:  «Vamos a referirnos hoy a un texto fundamental de la lingüística dominicana que es El español en Santo Domingo, de Pedro Henríquez Ureña. Es una visión sumamente importante porque a partir de Henríquez Ureña comienzan a concebirse las descripciones de la lengua española en el país y en el continente».

Explicó que «En la reflexión inicial de este texto capital (concebido por Pedro Henríquez Ureña entre los años de 1936 y publicado en 1940), es decir, basado, justamente, en toda su cultura, en todo lo que conocía de la literatura dominicana, e igualmente, en toda la producción lingüística, filológica que se había producido en el mundo hispánico hasta ese momento (*), la reflexión inicial, es decir, la conclusión a la cual apuntaba todo ese estudio extraordinario que él emprendió, le daba la idea de que el español dominicano había permanecido muy aislado de las corrientes transformadoras de principio del siglo XX y que conservaba un fuerte sentido arcaico (es decir, que tenía una serie de circunstancia que, en términos de vocabulario, en términos incluso de realizaciones fonéticas que en la dialectología tenían un sabor arcaico) y que ese arcaísmo era el rasgo principal que él se proponía demostrar en esa tesis El español en Santo Domingo».

[(*) Señaló que «cuando se examina la bibliografía enorme de ese texto, están todas las gramáticas históricas, todos los trabajos de recopilación de vocabulario de Sebastián de Covarrubias, igualmente los trabajos de Cejador y Frauca, los trabajos de la lingüística alemana correspondientes al español, los trabajos correspondientes a la lingüística francesa; es decir, todos los hispanistas, todo lo que ellos habían producido, Henríquez Ureña se propuso recopilarlo para ponerlo al servicio de la descripción del español en Santo Domingo»]. Consignó, además, que «Ese libro sirvió de base a las descripciones posteriores dialectológicas que se han hecho de otros textos, de otros contextos también: o sea, la descripción del español en Puerto Rico de Álvarez Nazario; la descripción del español en Chile de Rodolfo Lenz; las descripciones del español en Argentina, del español en Venezuela, hecha por uno de sus discípulos más eminentes, que fue Ángel Rosemblat. Es decir, que todo el mundo comenzó a tratar a partir del esfuerzo de Henríquez Ureña, a tratar de seguir —y en algunos casos ampliar— la perspectiva que él abrió con ese trabajo ejemplar que fue la descripción dl español en Santo Domingo».

«Era parte de su visión del mundo —manifestó—. Henríquez Ureña comienza a concebir la América hispánica como una magna patria, como una patria grande,  como un conjunto de países que tuvieron regidos por una misma matriz cultural, que era España (que tuvieron, incluso, sumidos en virreinatos y que formaban parte de una unidad), y todos ellos tenían una especie de raíz que los hermanaba y los hacía formar parte de una unidad, aunque tuviesen sus particularidades geográficas que terminarían produciendo el conjunto de patrias nuevas, nacidas ya en la Independencia. Pero en el momento en que él la describe se propone mostrar la unidad cultural y la unidad lingüística de ese español en América con relación a España, y Santo Domingo es el comienzo de ese fenómeno de implantación europea en América; y como él lo concebía, como parte de esa unidad de esa magna patria, iniciar esa patria, él concibió la descripción del idioma que hablaban los dominicanos».

«Pero al mismo tiempo —apuntó— se propuso escribir otro libro que era Historia de las letras coloniales en Santo Domingo, con lo cual daba ya pie a una descripción completa de lo que era el gentilicio de esa magna patria. Posteriormente, Henríquez Ureña, ya al final de su vida, publica el volumen Historia de la cultura en la América hispánica, que correspondía a la descripción que había hecho, justamente, de las cinco zonas del español en América; es decir es un trabajo de cuatro caras: las dos primeras caras corresponden a, Santo Domingo, que es su patria, y la segunda cara corresponde a  América, la descripción del español de América; y a su vez la historia de la cultura que corresponde a la realización de ese español en América, es decir la historia de todo lo que es la producción cultural de las patrias americanas: es un libro erudito, es un libro en el cual se describen los inicios de la literatura, de la cultura, todo lo que produjo el americano, Hispanoamérica, la América hispana —como él llamó—, que incluye también, en este caso, a la América portuguesa, es decir a Brasil. Y esa descripción es pormenorizada, de lo que se produjo en América desde el comienzo de la colonización, que comienza, en el caso nuestro, a finales del siglo XV, en el 1492, hasta, digamos, las Independencias, que van a producirse en el siglo XIX. O sea, esa visión, estos trescientos años son los que se propone resumir Henríquez Ureña, en el caso de su Historia de la cultura en la América hispánica, que es el contrapunto de la descripción de El español en América, que también él lo inició y que luego ha tenido continuadores en todo lo que es la dialectología americana.

Esta primera reflexión, Henríquez Ureña la sitúa en contexto. El contexto general de esa reflexión era que en América había cinco zonas del español en América, en cuatro regiones (**) y todo esto correspondía a que, en cada una de las zonas, había lenguas distintas, indígenas, que influían y que, evidentemente, el vocabulario y la designación de toponimias, y onomásticas en algunos casos, iba ser distinta, y todo eso lo refería a un tipo de lengua española distinta».

Por otro lado, apuntó que: «El territorio de la República Dominicana representa, actualmente, el 66 por ciento de la isla La Española (el resto lo ocupa la Republica de Haití), que es un país con una frontera intrainsular y sus influencias están directamente relacionadas —las comunicaciones que ha tenido con el mundo exterior—, en este caso, con el resto de las Antillas, con Haití, con los Estados Unidos. Al mismo tiempo, en términos internos, hay zonas en la República Dominicana (porque es un país pequeño, pero con zonas muy aisladas por el sistema montañoso que tiene, que es el más alto de las Antillas) que permanecieron aisladas entre sí e incomunicadas en algún momento. Por eso él distingue que, dentro del propio espacio dominicano, existía un habla propia del Cibao, que tenía sus características particulares, y un habla propia del sur, y eso le daba pie a dividir el país en zonas lingüísticas».

Explicó el académico que «Esos procedimientos le van dando pie a lo que sería la división: La segmentación nos lleva, por ejemplo, a dividir la cadena afónica, es decir, la cadena afónica corriente, común; cuando tenemos, por ejemplo, “Juana lava la ropa”. En “Juana lava la ropa”, la descripción es: el sintagma nominal, “Juana”; el sintagma verbal, “lava”; en el sintagma nominal “la ropa”: artículo, “la”, y sintagma nominal, “ropa”. Entonces esa descripción nos daba la idea de que la lengua es una forma. Él también tenía esa idea. Y esa idea es la que él aplica para tratar cada uno de los temas. Fíjense que, en este texto, Henríquez Ureña va desde el fonema (que le dedica tres capítulos a la fonemática, porque en el fonema el propio Benveniste habla de divisiones internas, de formas de segmentación internas que son las merismas, es decir que no son divisibles) y llega luego a lo morfológico: es decir, primero al morfema y luego al sintagma, a la morfología, a la formación de palabras, y luego llega a la estructura de la frase, que va a ser la última en la división. La sustitución es lo que permite reconocer cada una de estas unidades, como unidades de función.

Y todo eso partía del hecho de que Henríquez Ureña —que había sido el traductor del libro Teoría lingüística, de Saussure—, estaba consciente, primero, que la lengua era forma, no sustancia; y en segundo lugar que esta forma de la lengua, que son formas abstractas, son cuantificables, se pueden examinar en el tiempo. Y eso es lo que hace que, en la descripción que él hace de la lengua española que se habla en Santo Domingo, él utilice la lingüística de la frase, la lingüística de la oración, y no entre directamente a la lingüística del discurso, a la lingüística de la pronunciación, que correspondería a un análisis más ligado a la filología o al examen del discurso directamente».

«Él se propone examinar cuáles son las características de esa forma de que son la lengua española en Santo Domingo, en los dominicanos, y, naturalmente, sigue el camino que ya he dicho del fonema, el morfema, el enunciado, y nos lleva a una lingüística basada en unidades de sentido y en unidades fonéticas, que son las que él va a analizar. Esta lingüística de niveles —agregó el académico— es la que aparece descrita en su proyecto de examen de la lengua española en Santo Domingo. Pero además de ello Henríquez Ureña se propone examinar todo lo que son las influencias a la que ha estado sometido ese español de Santo Domingo, utilizando toda la información histórica […]».

Faustino Medina: «Descortesía verbal en los memes de los dominicanos» 

La siguiente disertación fue presentada por el docente universitario Faustino Medina. La moderadora, Rita Díaz Blanco, expuso que «Faustino Medina es doctorando de la Universidad de las Islas Baleares, es lingüista y es un joven muy inquieto con relación a la cultura y a la lengua dominicana, al español dominicano».

Realmente yo quiero hablar del meme, y de la posible presencia de la descortesía verbal en los memes dominicanos (más que en la creación literaria), que también son parte del imaginario, de la creatividad de los hablantes dominicanos».

«Voy a empezar con este meme del expresidente Leonel Fernández: ilustra un poco su forma de hablar, su forma de expresarse, su forma de transmitir sus ideas. Yo he escuchado en muchos sectores populares que cuando Leonel hablaba, pues, “la gente de a pie” no le entendía mucho algunas cosas, sobre todo al principio de su carrera política, aunque luego fue cambiando un poquito su manera de presentar sus ideas» (El ponente mostró en pantalla una fotografía del expresidente Fernández, postura de discurso, y un texto de dos líneas, una en la parte superior de la fotografía y la otra en la parte inferior de la misma, que decía: VOY HABLAR / BUSCA TU DICCIONARIO).

En su didáctica ponencia Faustino Medina preguntó: «¿Qué es un meme y de dónde proviene?» Explicó que «Blackmore considera que, es meme todo dispositivo comunicativo. El meme es un discurso, es una forma discursiva que transfiere, que transmite una idea y que se transfiere de persona a persona por medio de la imitación: es la idea del nombre “meme”. Se trata, entonces, de un elemento que funciona como difusor cultural. Pérez Salazar y otros consideran que, más que una imagen graciosa, es un signo mediante el cual se elaboran significados, se pueden transmitir ideas.

 

El meme es una de las estrategias comunicativas en las redes sociales.   Es muy difícil no encontrar, sobre todo en la red social Facebook, y ahora también en WhatsApp, no encontrar memes: la gente, regularmente, está compartiendo memes para ilustrar situaciones cotidianas y situaciones que le suceden a personas o a personajes públicos, que hacen vida pública, como políticos y artistas».

El maestro explicó que «Cuando hablamos de meme, regularmente, nosotros pensamos en Internet y en redes sociales» y «esto lleva a muchas personas a considerar que el “meme” es un elemento, es un término propio o exclusivo de las redes sociales. Sin embargo, esta palabra se atribuye al etólogo, zoólogo y biólogo evolutivo Richard Dawkins. Este autor, en su libro El gen egoísta, es donde utiliza por primera vez, según las investigaciones, el término “meme”, y él lo usa para referirse a elementos culturales que, por medio de la imitación, se van pasando de generación en generación: son, más que nada, transmisores culturales»: «Este autor quería una palabra que se pareciera fonéticamente, y también morfológicamente, al término “genes”, porque él decía que, igual que los genes, había elementos culturales que se transmitían mediante la imitación de un individuo a otro, de una cultura a otra. Entonces, haciendo un procedimiento morfológico él tomó la palabra “mímesis”, y luego convirtió algunos de esos sonidos, lo fue cambiando, y terminó con “mimeme”, y, finalmente, eliminó la primera sílaba y se queda con el término “meme” y lo utiliza en su libro El gen egoísta (publicado en 1976) para referirse a esos elementos culturales que sirven para transmitir ideas, para transmitir tradiciones. Él no se refería a lo que vemos hoy en Internet, sino a cualquier otro elemento cultural que se transmitiera». Faustino Medina explicó también algunos «recursos lingüísticos que son fundamentales para la elaboración de un meme: el primero es la brevedad. En los memes nosotros no vamos a encontrar, regularmente, mucho material lingüístico, a veces se construye un meme sin ninguna palabra, simplemente con una imagen. Yo verifiqué algunos memes y la cantidad de palabras puede estar entre 0 y 25 palabras […] Otro elemento lingüístico del meme es la metáfora […]; la comparación se utiliza bastante; y la ironía, rayando mucho el sarcasmo. El mensaje lingüístico se completa con la imagen».

«El meme se interpreta, sobre todo, a partir del conocimiento del mundo que tengan los receptores —apuntó el profesor—: los que van a recibir el mensaje que se presenta en un meme. Se parece un poco, en ese sentido, al microrrelato, que depende mucho del conocimiento de los lectores para completar el relato que se presenta». Sobre «el concepto de imagen social», importante para su exposición, explicó lo siguiente: «Este término hace referencia a las cualidades interpersonales de un sujeto que hace vida social. Se trata, entonces, de un conjunto de virtudes, y estas virtudes son proyectadas hacia los demás miembros de la sociedad para que los demás miembros las valoren, las acepten. Eso es lo que espera un individuo al presentarse frente a un grupo social al participar en una comunidad». Expuso que «El término “imagen social” fue incluido en la lingüística pragmática a partir de los postulados del sociólogo Erving Goffman» y «para este la “imagen social” se define como el valor social positivo de una persona o que una persona reclama para sí mismo por la línea que estos asumen que ha tomado un contacto: es decir, ‘yo llego a un grupo, hablo, interactúo, entonces los demás deben leer mi comportamiento; a partir de este comportamiento van a establecer una idea de cómo soy, de cuáles son mis inquietudes, mis deseos, cómo es mi forma de comportarme; ellos van a construir una imagen social y van a tratar, entonces, de respetar, lo más que se pueda esa imagen social que yo les he mostrado’». Explicó que «Más adelante Brown y Levinson, tomando como fundamento a Goffman, explican que todas las personas, sobre todo las personas adultas, poseen una imagen social que está compuesta por dos imágenes, una negativa y otra positiva. La imagen negativa se refiere a la libertad que sienten los seres humanos, es decir, es una especie de anhelo, de hacer cosas, de actuar en un territorio determinado sin ser limitados por los demás, ‘sin que los demás me impongan o me manden a hacer ciertas cosas’ (los mandatos y las imposiciones limitan la imagen negativa de las personas, según Brown y Levinson). La segunda, por su parte, se relaciona con la concepción de sí mismo, una especie de autodefinición que tiene una persona, la cual proyecta a los demás para que la reconozcan y la acepten. La imagen positiva, entonces, es ‘el valor que yo tengo de mí, de mí mismo’».

En este contexto, el ponente señaló que «La imagen negativa puede verse amenazada por tres tipos del acto del habla: el primer tipo consiste en la invitación a la realización de actuaciones futuras (algunos ejemplos son las órdenes y las solicitudes, las sugerencias y los consejos, los recordatorios y las amenazadas, y advertencias y atrevimientos). El segundo está compuesto por los actos donde se expresa algún bien o beneficio, el cual debe ser aceptado o rechazado (los ofrecimientos, las promesas). Por último, las expresiones donde se manifiesta interés por los bines ajenos (cumplidos y expresiones de envidia o admiración, y las expresiones de odio, ira, lujuria, entre otros)». Igualmente, el profesor señaló que «La imagen positiva se ve expuesta cuando se realizan dos tipos de actos: las críticas (como las expresiones de desaprobación, desprecio, las burlas, las quejas, las acusaciones, los insultos, las contradicciones y los desafíos)».

«Fíjense en este meme: “PERDER” ES MALO/ PEROOO “PEIDEI” E PIOI; y luego se acompaña con una imagen de un gallo desplumado y tres íconos de risa. Evidentemente se trata de una burla. ¿Qué es lo que busca el creador de este meme o los creadores, el enunciador, si se quiere? Ridiculizar a los fanáticos de las Águilas Cibaeñas, haciendo referencia a la variación lingüística usada en esta región. ¿Qué imagen se va a afectar? La imagen positiva, porque se intenta dañar la autovaloración, o auto-concepto que tienen los pobladores del Cibao, indicando que, además de perder en el béisbol, utilizan formas que para ellos podrían resultar menos prestigiosas, de la lengua. Y eso último, pues, entre comillas por el asunto de la adecuación y de las variaciones lingüísticas» […].

“Importante destacar que también se pueden utilizar los memes como recursos didácticos en el aula, para trabajar la ortografía”; parece que le han funcionado a Rosalina, que es quien te deja el comentario.

Rita Díaz Blanco: «Paremiología y fraseología del español dominicano»  

«Voy a revisar con ustedes algunas ideas sobre la paremiología y la fraseología del español dominicano —dijo la joven académica—. Y les adelanto que para mí ha sido una investigación bastante interesante porque me he encontrado con unas marcas en las que no había deparado. Cuando hablamos de “paremias” nos estamos refiriendo, como enseñara Bruno Rosario Candelier, a refranes, adagios, proverbios, máximas, sentencias y giros.

Paremias es un hiperónimo y en el mismo están los hipónimos: refranes, adagios, máximas, sentencias y proverbios. No son exactamente lo mismo, cada uno tiene un matiz, cada uno tiene una especificación; pero todos forman parte de las paremias. Es decir, el adagio como hipónimo es una paremia; el proverbio es una paremia, pero no todas las paremias son del tipo adagio o son del tipo proverbio. Entonces, por eso el hipónimo está dentro del hiperómino.

En el concepto “paremia”, el Diccionario oficial dice que “viene del latín tardío” y que es el conjunto de ‘refranes, proverbios, adagios, sentencias’. Esto es interesante porque podríamos pensar que es exactamente lo mismo: que una paremia es un refrán; que una paremia en un proverbio; que una paremia es un adagio… Entonces es al revés: la sentencia es una paremia, el adagio es una paremia, el proverbio es una paremia y el refrán es una paremia, porque el concepto grande los engloba a ellos. El diccionario de refranes, publicado por la Academia Dominicana de la Lengua, en el 2018, de la autoría de Bruno Rosario Candelier, define lo que son las paremias: “Con el nombre de paremias se conocen las variantes fraseológicas, es decir, esas variantes, esas expresiones, ese conjunto lingüístico está agrupado en refranes, adagios, sentencias, proverbios y máximas; cada una con sus detalles particulares. Vamos a ir desglosando cada una de ellas (y vamos a ir notando que en El diccionario de refranes hay más explicación, por tratarse de un documento o de una producción, de una obra, mucho más explicativa, que es solo de eso):

Dice el Diccionario oficial que una máxima, dentro de sus definiciones (en la número 2), es una ‘Sentencia, un apotegma, una doctrina buena para dirigir las acciones morales’. Y el Diccionario de refranes nos dice que la “máxima” ‘señala lo que hace que las cosas sean’, y, en tal virtud, es un ‘principio que orienta la conducta’. Prácticamente es una explicación mucho más abierta con relación al concepto. ¿Por qué? Porque la Academia nos dice específicamente a qué se refiere (creo que es uno de los aportes que hace el Diccionario de refranes dominicano porque hace una delimitación, unos matices que son tan, pero tan leves, que a veces uno tiende a confundirse). Entonces, es ‘un principio que orienta la conducta’, como en el ejemplo El ojo del amo engorda el caballo: tiene que ver con el hacer, con la acción, con la manera de obrar.

En el concepto de sentencia, el Diccionario del español general, dice que “viene del latín sentencia”, que quiere: ‘Dictamen o parecer que alguien tiene o sigue’; y también significa: ‘Dicho grave y sucinto que encierra doctrina o moralidad’. Pero en otros documentos que he estado verificando, la segunda definición no tiene nada de diferente al refrán, porque el “refrán” es un ‘Dicho grave y sucinto que encierra doctrina o moralidad’. Entonces, no todos los autores —y eso es lo que más me ha gustado de esta parte que me ha tocado investigar—, no todos los autores tienen clara la delimitación de cuándo es una máxima, de cuándo es una sentencia.

De hecho, algunos autores españoles utilizan el concepto “proverbio” igual que “refrán”; para ellos es lo mismo: un proverbio es un refrán, sin ningún tipo de distinción. ¿Está bien o está mal? Ya eso es cuestiones de cultura, como vamos a ver más adelante. Por ejemplo, en República Dominicana puede haber una sentencia que sea para otro país un refrán. ¿Por qué? Porque la construcción cultural que da origen a un refrán, a una sentencia o a un proverbio, es distinta; y ese matiz cultural no se puede sacar de ahí.

El diccionario de refranes dice de “sentencia”: ‘Advierte lo que las cosas deben ser por lo que es norma o patrón que ampara una determinación’. Y en el ejemplo de sentencia, dice: Delante del ahorcado, no se debe mencionar lazo. Eso es una sentencia que es una norma o patrón como para seguirlo; no tiene que ver solo con el accionar, sino con el seguimiento de la idea, dictamen o parecer, ahí es que se centra.

En el concepto de adagio: ‘Indica las cosas como son y, en ese sentido, es un conocimiento fundado en hechos reales. Y para eso coloca un ejemplo que dice: Culebra no se amarra en lazo: tiene que ver con un conocimiento basándose en la observación de la realidad.

El proverbio, como les decía, en algunos autores españoles que estuve leyendo, para ellos el proverbio es lo mismo que el refrán. Y miren la definición original que tiene el Diccionario de la lengua española: que un “proverbio” es ‘sentencia, adagio o refrán’; es decir, como hipónimos se pueden sustituir sinonímicamente uno por otro y no pasa nada. Sin embargo, el Diccionario nuestro dice: ‘Muestra lo que las cosas generan, razón por la cual es una pauta inspirada en la naturaleza’; y por eso coloca el ejemplo: Por la fruta se conoce el árbol.

Y el refrán es un ‘Dicho agudo por lo regular breve’. Entonces, por eso aún causa más confusión, porque, ¿cuándo es uno, cuando es otro, cuando delimitamos? El Diccionario de nuestro director: ‘Señala lo que las cosas enseñan, en cuya virtud entraña un concepto derivado de una experiencia de vida’; y coloca el ejemplo: Quien a buen árbol se arrima, buena sombra le cobija».

«En definitiva las paremias imponen códigos sociales, normas de conducta, acumulan significados, tipifican experiencias, son parte del discurso de la narrativa social; yo digo que son frutos más de la creatividad del contexto: evidencian, describen, interpretan. Hay refranes para todo, hay locuciones para todo, hay frases hechas, hay adagios, hay proverbios. O sea, el concepto de paremiología tiene un ejemplo para cada situación. ¿Por qué? Porque cuando las personas se ven envueltas en esa situación: ¡eureka!, ahí surge la paremiología que necesita para salir bien de la situación o para conformarse con lo que tiene. En resumen, la paremiología es una forma de mirar la vida y el mundo, yo diría una forma de entender al dominicano también».

Doctora Ibeth Guzmán: «El lenguaje de las redes sociales en la juventud dominicana» 

La sección final de actividad de la Academia Dominicana de la Lengua dio inicio con la ponencia de la doctora Ibeth Guzmán sobre «El lenguaje de las redes sociales en la juventud dominicana». La doctora Ibeth Guzmán es escritora y docente universitaria; egresada del Programa de Estudios del Español Lingüístico y Literatura de la PUCAMAIMA.

«Tener aquí entre el público a colegas, especialmente al Maestro, que es el maestro de generaciones, tanto en lengua como en literatura, el doctor Bruno Rosario Candelier, la verdad es que es un gozo para mí, y sé que para muchos de los que han pasado por esta tribuna, también. Desde ayer, grandes voces de la lingüística y la literatura dominicana han estado presentes, y me privilegia hoy poder compartir el mismo escenario que ellos, y compartir el escenario donde está el maestro Bruno es una honra. Así que, muy agradecida de usted que me tomara en cuenta para este encuentro, que es una bendición en este mes de enero. Quiero decir que me ha llenado de placer esta investigación, he disfrutado muchísimo haciéndola: leyendo textos de muchachos y sobre todo mezclándome con esa juventud tan fresca y adolescente; la verdad que fue para mí una oportunidad grandiosa. Este estudio es una pequeña descripción general de lo que pudiera ser un estudio más cavado, con una mayor población, con unos objetivos mucho más sólidos y la verdad es que me motivó muchísimo. Así que agradezco la oportunidad, doblemente, porque investigar con estos muchachos ha sido para mí un disfrute pleno». Luego de agradecer a su hijo y a sus colegas, por sus colaboraciones, la doctora Ibeth Guzmán expuso:

El UNICEF descubrió, en esa gran encuesta que hizo en el país, junto con el Instituto Dominicano de Telecomunicaciones, que solo 1 de cada 5 adolescentes en la República Dominicana usa el Internet cada vez que lo necesita, cada vez que lo requiere. Esta encuesta nacional sobre el uso del internet en adolescentes revela que la mitad de ellos conoce, entra al mundo del ciberespacio a través de un dispositivo celular, un dispositivo móvil. Esta encuesta (como les acabo de comentar, la hizo el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia -el UNICEF-, en conjunto con el Instituto Dominicano de Telecomunicaciones -el INDOTEL), la pueden encontrar en la red, en la página del UNICEF y en los medios del Instituto Dominicano de Telecomunicaciones, donde lanzaron este primer estudio online en la República Dominicana y fue para junio de 2021. La otra fue hecha para enero de 2021, y en esta otra encuentra se revela que el 57% de los jóvenes dominicanos se sienten inseguros en la red global: sienten que son vulnerables dentro de la red.

Los principales hallazgos de esta investigación citada, muestra que el WhatsApp es la red social más usada en la República Dominicana, con un 68.2%; seguida de Facebook, con un 61.9 %; y para la región tenemos que el 64.4% de los adultos usa WhatsApp y el 56.2% usa Facebook. Eso quiere decir que el país está ligeramente por encima del promedio regional en el uso de WhatsApp y Facebook. En tanto Twitter se usa con menos frecuencia en América Latina y el Caribe. El porcentaje más alto de Twitter se registra en Argentina, con un 13% y para la República Dominicana, de los usuarios de Internet es un 9.5%. El usuario típico de las redes sociales en la República Dominicana es joven, urbano y de mayor nivel educativo. La metodología que utilizamos, o la disciplina sobre la que nosotros sustentamos esta investigación, fue la sociolingüística, y básicamente usé una bibliografía que es el libro Sociolingüística y pragmática de español, de Carmen Silva Corvalán, donde se asume la sociolingüística como el “estudio de aquellos fenómenos lingüísticos que tienen una relación con factores de tipo social”. No hay definición más apta, para esta investigación, que la que nos da Carmen Silva. El método que utilizamos, obviamente derivado de la disciplina, el método sociolingüístico, que por su naturaleza es descriptivo e interpretativo, motivado por el objetivo de dar cuenta de las estructuras de la lengua en el discurso oral, primariamente, y, secundariamente, en el escrito. Los pasos que seguimos para esta investigación —también amparados en la metodología que nos propone Carmen Silva—: 1. La observación de la comunidad. 2. La selección de los hablantes, usuarios de la red y perfiles de la red.

Puedo dar fe y testimonio de que los perfiles que utilizamos en esta ocasión se corresponden con usuarios. Puedo dar testimonio por la fuente que me dieron estos datos: ya les comunicaba que fueron amigos de mi hijo y están ahí con sus nombres, y los conozco. ¿Por qué hicimos esta selección de usuarios y perfiles? Porque esta es la que me garantizaba, en un primer lugar, que fueran gente real.

Sabemos que —y esto es una información que la sabe todo el mundo—, primero, hay bots que, en el último año y medio, han penetrado con mucha fuerza en las redes sociales, que no son más que perfiles de cuentas creados de forma masiva, de manera automática, por programas de redes sociales. Son robots, perfiles creados en masa de redes sociales, para beneficiar —sobre todo políticamente— a sectores y crear tendencias falsas en la red […] Hemos visto que en esas cuentas falsas están: los bots, por un lado, que son cuentas falsas creadas por corporaciones de la industria de las redes sociales, para crear falsas tendencias, desinformar a la población; y otros, perfiles falsos, que se crean con la intención de ocultar la identidad del usuario, y este ocultamiento del perfil del usuario lo usan para múltiples motivos: motivos delincuenciales; mensajes de odio hacia un tipo de información […] En este caso hemos seleccionado, dentro de la complejidad y la magnitud global de la red, estos perfiles, porque son, en este caso, los que me han garantizados que son perfiles auténticos —que responden a personas, que son usuarios realmente y no son bots ni son personas con perfiles falsos—: para garantizar la legitimidad de los usuarios. 3. Luego pasamos a hacer un análisis breve de los datos: identificando variables, contextos lingüísticos y extralingüísticos que inciden en cómo se comunican, el uso de la lengua que hacen estos jóvenes de aquí. 4. Y luego pasamos a la última fase que es la interpretación de los resultados».

Ibeth Guzmán mostró los datos obtenidos de la primera persona de su estudio. Dijo: «El sujeto 1 me dio permiso para usar esta imagen (en este caso lo hice como cuando postean, que cuando hacen una publicación lo hacen con un mayor nivel de conciencia de que es para una publicación); tiene la edad de 18 años (esta es una publicación, no un post, en la página de inicio, en la biografía de este sujeto). Este sujeto publica una foto que dice:

 

«Pues en esta foto creo que no veo taaaann de la verga

xd así que bueno banda est es la cara del ender glory

jsjsjsjs (? ya hablando enserio muchas gracias a todos

lo que se la pasaron conmigo en este año enserio son

los mejores compas que un loquendero puede pedir

este ha sido uno de mis mejores años y una de las

cosas que más me enorgullecen son las personas que

he conocido mi canal y las personas que he conocido

los etiquetados en esta publicación son las personas

que más les agradezco acompañarme sin más que

decir feliz 2020 y que a los que no les fie este año que

les valla de lo mejor : 3 pd: no hagan que me arrepienta

de subir esta foto ;-;».

La ponente explicó, mientras leía, que: «xd» significa ‘por Dios’; «3» es un ‘emoji’; «pd», ‘por Dios’; y en «;-;» explicó que era un ‘¡emoji ortográfico’, que «son como de signos de puntuación». Y explicó «el análisis» que hizo de estos datos: «Ustedes podrán ir tomando notas, cuáles elementos ustedes pueden ver ahí; yo les voy a decir los que yo vi, ustedes pueda que hayan visto algunos más: vimos ahí el alargamiento vocálico con fines de enfatizar: taaaann; el uso de interjecciones propias de otros países: el caso de “A la verga”, definido por la RAE como un ‘vulgarismo, básicamente en El Salvador, México y Venezuela, para expresar protesta, sorpresa, disgusto o rechazo’. Entonces la traducción sería: que esta foto no sea tan de la verga es como que ‘esta foto no esta tan mal como pienso’. Luego el uso de los signos de puntuación, solamente los imprescindibles; una sola gran oración, y así otros elementos y otros giros lingüísticos».

La profesora mostró en pantalla ejemplos de los datos obtenidos de otros sujetos de su población, e hizo alusión, «a grandes rasgos», en «términos de ortografía y sintaxis», del «uso de abreviaturas», explicando que «esas abreviaturas siguen siempre el mismo patrón (“por Dios” es siempre o pd o xd), es una especie de convención interna para el uso de las abreviaturas»; y en «términos semánticos» hizo alusión a los «giros lingüísticos de otros países»: «Mangar (tomar, apropiarse, designar tener relaciones sexuales)» (ver minuto 2:23:25 del video de esta reseña) […] Ya en sus conclusiones nuestra ponente expresó:

«Dentro de las conclusiones podemos nosotros decir que, en estos mensajes, en los mensajes de estos chicos y de estas chicas, el fin último es comunicar en el menor tiempo posible; prima más la idea de expresar emociones que ideas; y por eso, cuando se quiere comunicar emociones sí nosotros vimos que se preocupan mucho por mantener ciertas normas: si es para reír, mantener las mayúsculas; si es, por ejemplo, para expresar una interjección, como “OMG” (Oh My God), sí se preocupan por mantener el uso de las mayúsculas para manifestar las emociones. Y me atrevo, digamos, a hacer la hipótesis de que cuando se trata del manejo de la expresión de emociones, hay una mayor preocupación por mantener íntegras ciertas normas, o mantener, si no íntegras, mantenerlas unificadas: mantener las convenciones para que esa emoción sea transmitida con el menor ruido posible. Entonces, ese desenfado de no estremecerse ante las palabras estigmatizadas, o explícitamente sexualizadas: eso lo vemos, primero, en las conversaciones en lo privado; pero también en las publicaciones: un meme con una información sexualmente explicita no tienen miedo de compartirla y de hacer público que eso le causa gracia, llamémosle ‘esa falta de pudor’ […]».

La esplendorosa profesora Ibeth Guzmán valoró y agradeció nuevamente a sus colaboradores, «fuentes confiables de los insumos de su investigación», y, por supuesto, nuevamente agradeció a la Academia la oportunidad de exponerla. Expresó el anhelo de, «en otro momento, seguir escudriñando sobre la manera en que hablan los y las jóvenes en las redes sociales». Al inicio de la presentación de esta ponente, Rita Díaz expresó que, «Siempre, en cada generación escuchamos a los padres decir: “Yo no sé cómo habla este muchacho”; y los jóvenes decir: “No entiendo mucho a mi abuelo”, o “a mi abuela”». Dijo que «Hay generaciones lingüísticas encontradas todo el tiempo»: «Cuando lleguemos a abuelos, nuestros nietos tendrán un vocabulario y una jerga, quizás distinta, muy distinta a la que usamos ahora», agregó. O ‘te’tá guillando’. Si yo, por ejemplo, la uso: ‘Ahí tá guillándose’ (‘ya tú estás tratando de invadirnos’). O sea, lingüísticamente, cuando tú ‘les tomas sus términos’, tú ‘los estás invadiendo’. Entonces ese uso de la lengua es también un uso cerrado, y no podemos nosotros, ‘lo viejo’, estar tampoco ‘usándolo, así como así’.

Maestra Merlyn de la Cruz: «Panorama actual del español dominicano» 

Por supuesto, agradezco a la Academia Dominicana de la Lengua, presidida por el doctor Bruno Rosario Candelier, por la invitación, y felicitar a la vez al equipo de la Academia por la organización de este evento.

«Panorama actual del español en la República Dominicana», un gran reto para mí porque tuve que actualizarme también, así que voy a agradecer mis estudiantes de Lengua Española Básica de la Universidad Autónoma de Santo Domingo, mis estudiantes de Fonética, de la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra, por ayudarme en este proceso de actualización. Voy a iniciar con un texto que se llama “E uté dominicano”: si comprenden las expresiones que están en este texto es porque ustedes son dominicanos, y si lo hacen en un cien por ciento es porque son dominicanos actualizados, no como yo estaba; bueno, en buen dominicano: “estaba atractiva”:

Si entiendes lo que es chipi y cuquicá; si sabes que trabajar es buscárselavandeársela o estar chipiando; si estás consciente que “estar en hoja” es andar detrás del dinero; o si cuando estás en algo ilícito te asustas cuando llegan “lo federico” o “lo mono”; si te ofendes cuando vas a una fiesta y te dicen “lambón” o “gallo” …entonces búscate el sello porque eres dominicano […] Si comprendes los mil significados de la palabra “vaina”; y sabes que cuando hay un “bobo” es porque hay un problema; si conoces que “estar en ollaarrancaosin ni uno o con lo bolsillo roto” [“como estamos todos en enero”], significan lo mismo, y te evocan algo la palabra teteo, trucho, popi, popiwa, decricaje, deguabinao, empepillao, enculillao, teke-teke, guillarse, ajumao, prendío, rulay, chillin, palomo o bacano; pues, no se agache, mi hermano, que uted e dominicano, tu supite».

La profesora Merlyn de la Cruz apuntó: «Claro está, esto se corresponde a una variación lingüística, a una variación diastrática en específico, a un grupo social en específico, pero que se ha expandido por toda la nación dominicana y que debe calar otros grupos sociales, en lo que respecta a una variación diastrática». Explicó «algunas características en la pronunciación que continúan vigentes en el español dominicano, al igual que algunas características morfosintácticas». En cuanto a «las características vigentes en el español dominicano», explicó (y destacó que «Pedro Henríquez Ureña, Max Jimenes Sabater y Orlando alba y muchos más, han trabajado sobre esta temática») que el español dominicano comparte características con el resto de países hispanohablantes en América, como es el caso del seseo, donde se neutraliza la c (la s y la z se pronuncian igual); el yeísmo (la y y la ll); el betacismo (la b y la v que tienen la misma pronunciación); la aspiración (cuando la s la pronunciamos como una j; otros casos muy radicado aquí en la República Dominicana, la aspiración de la h); la elisión de fonemas (como la /d/ en posición final de palabra), pero también en posición intervocálica); y la elisión de la /s/ en final de sílaba (que involucraría tanto final de palabra como en el interior de palabra)».

La profesora mostró en pantalla y explicó el letrero: Benta de Ielo: Dijo que «la discordancia sonoro-gráfica que hay entre las letras (que se representan gráficamente) y los fonemas que pretenden ser representados, viene dado precisamente por la neutralización de los sonidos (porque hay varias letras, por ejemplo, la b y la v para un solo sonido); y eso trae confusiones a la hora de representarlas gráficamente».

«Por eso, desde la perspectiva didáctica, a nosotros se nos complica un poco más trabajar ya luego, en la producción escrita —señaló—, puesto que esto trae consigo faltas de ortografía, y vemos casos como estos, que escriben Benta con b (aquí influye el betacismo) porque entienden que, si suena una b, es la que debe escribirse». Agregó que en «Ielo, sin h, como entienden que la h no es un fonema, no le damos sonido, pues, también entienden que no se debe escribir». Destacó la profesora que «Esa parte de la correspondencia de lo sonoro-grafico trae un gran impacto en la escritura».

Al hablar de la «característica de elisión», expuso que «cuando eliminamos al inicio, a eso le llama aféresis». Dijo que «Es muy común en el verbo “estar”, que lo eliminemos en todas las personas gramaticales; pero también en todos los tiempos verbales, tanto en futuro (por ejemplo, taré), o en los pretéritos (como tava y “tuveYo tuve allá, hace cinco minutoYo tava alláYo taré alláYo toy)». Agregó a su explicación que «cuando eliminamos en el interior de la palabra se le llama síncopa (como es el caso de ecuelapatacastillo, por “escuela”, “pasta”, “castillo”)». Explicó de manera especial sobre la palabra «asfixiado»:

«Quiero presentar un caso interesante que se da con asfixiado: ¿Es una variación fonética? Sí. Pero esa variación fonética no sé si podríamos verlo como un proceso también de lexicalización, puesto que una variación fonética trae consigo, realmente, una nueva acepción semántica y, probablemente, podríamos ver esto como un nuevo término, no solo como la variación fonética: no es lo mismo decir Mi pareja me tiene asfixiadaMi esposo me tiene asfixiada, que decir Mi esposo me tiene afisiá. O sea, son connotaciones que semánticamente son distintas, aunque lo hayan tomado por analogía del término original».

Explicó la palabra afisiao vista en su ejemplo: «Pongo aquí la transcripción con la s porque, recuerden, que la está compuesta por el grupo fónico ks: cuando decimos “asfixiao”, no pronunciamos el de la k, sino que la elidimos y hacemos la pronunciación de la s». Consignó que «También eliminamos al final de las palabras» y que «esto ya es “apócope”». Dijo que «Es muy frecuente que la d en posición final, la eliminemos» y que «difícilmente el dominicano diga “Navidad”, “verdad”»; afirmo que nosotros «decimos Navidáverdá y así sucesivamente». Explicó que «En Santo Domingo también es frecuente la elisión de la r en los verbos en infinitivo: fregálaváplanchácociná y así sucesivamente». Dijo que, «Así como eliminamos —y esto se da en todo el territorio nacional, no en una región en específico—, también añadimos sonidos, por lo que, en el español dominicano vemos características de adición en las distintas posiciones de las palabras, igual». «Cuando añadimos al inicio entonces estamos ante el rasgo fonético de la prótesisAlevántate de ahí, muchachoNo me arrempuje (en vez de “empuje”); Emprétame quiniento peso, en vez de “Préstame quinientos pesos”; alargarto o alaigaito (en buen cibaeño), en vez de “lagarto”». Explicó que «En epéntesis, solemos añadir sonidos en el interior de las palabras (como el caso de tiguere, en vez de “tigre”); o cuando decimos enchufle o enchunfle, por “enchufe”. Del mismo modo, añadimos al final, aunque este no es en todos los grupos sociales, o sea, la variación diastrática no se da en todos los grupos sociales; eso es más frecuente en personas con menos instrucción y sobre todo en la formación de algunos plurales: en vez de decir “mujeres”, dicen mujéreses (Y la mucháchase de ahora; y Mi níñosePor favo, tense tanquilo mis híjose). Entonces Agregar sonidos al final de las palabras eso es paragoge».

Explicó que «Otras características que continúan vigentes en el español dominicano es la ultracorrección, cuando personas que pertenecen a un grupo social que no tienen un vasto conocimiento de su dialecto, si son entrevistados o pretenden, en algún momento, hablar de manera más culta, tienden a cometer errores. Por eso escuchamos a personas que dicen Yos en vez de “yo”; o bacalado, porque entienden que es más fino que “bacalao” (pero “bacalao” es el término correcto). Es porque en su mente, si dicen bacalao, es como decir enamorao, y como en “enamorao” se está eliminando en posición intervocálica esa /d/, entienden que en “bacalao” también y entonces la agregan» […].

Otras características que explicó la estudiosa profesora Merlyn de la Cruz fue la «Asimilación: cuando un sonido se hace parecido a otro (asimila, asume, adopta características de un sonido que le queda próximo. Y la disimilación, pues, es lo contrario: en vez de hacerlo parecido a otro, lo hace diferente». En este sentido, la profesora explicó, de manera especial, el siguiente ejemplo:

«Fíjense el ejemplo que puse ahí: Un vino / umbino. Para poder comprender ese ejemplo debemos concentrarnos en la articulación de la consonante m (mm). La m es un sonido alveolar, de acuerdo al punto de la articulación (alveolar significa que el ápice o punta de la lengua sube a los alvéolos; y los alvéolos, dentro de los órganos fonadores, que se encuentran en la boca, están justo detrás de los dientes, iniciando el paladar, arriba, detrás de los dientes). Entonces, cuando decimos palabras como “nido”, “niño”, ese ápice de la legua sube a los alvéolos. Pero si pronunciamos “un” solamente, la punta de la lengua no sube a esa posición, y mucho menos si decimos la frase completa: “Un vino”. Esos son alófonos cuando un mismo fonema tiene diferentes pronunciaciones, dependiendo de la posición o el contexto (la palabra en la que se encuentre). Fíjense que, en “Un vino”, cuando lo pronunciamos, esa n se convierte en una m, en la única consonante nasal que es bilabial (o sea, en el español tenemos tres consonantes nasales, la m, la n y la ñ: la m que es bilabial, la n alveolar y la ñ que es palatal de acuerdo al punto de articulación). Pero ¿por qué aquí la n suena como una m? Pues porque el sonido que le queda próximo es influenciado por el betacismo: recuerden que, aunque aquí hay una v, suena como una b, por el betacismo; y la b tiene una articulación bilabial (o sea que se pronuncia con ambos labios). Por eso en la pronunciación “Un vino”, la n asimila la característica bilabial del sonido de la b que le sigue y se convierte en esa nasal bilabial que es la m. Y esa es la razón por la cual, en gramática, como regla gramatical, antes de p y de b se escribe m: en una palabra, claro está, como amparo, por ejemplo; pero si, aun estando en palabras distintas y no hay una b, como es el caso de la v, aunque no se escriba la m antes de la p y la b, como quiera se pronuncia» […].

Merlyn de la Cruz continuó la exposición de su hermoso y didáctico estudio. Recomendamos, como he expresado anteriormente, acceder al enlace que comparto al final de esta reseña, para el aprovechamiento total de estas enseñanzas. La parte fonética tiene mucho peso en la lengua a nivel general, y ha cambiado la forma en cómo nos expresamos. La palabra “teteo” se convirtió en la palabra recomendada por la Academia Dominicana de la Lengua para el documento que la RAE publicó con el título de Crónica de la lengua española 2021.

 

Doctor Gerardo Roa: «Los signos verbales de la pandemia» 

Las ponencias de este Coloquio sobre el español dominicano, organizado por la Academia Dominicana de la Lengua, finalizaron con la disertación del doctor Gerardo Roa, director de la Facultad de Humanidades de la Universidad, es investigador lingüista y escritor.

«Para mí es un placer maravilloso, enorme, estar aquí junto a este grupo de académicos y amigos. La verdad es que en esta tarde puedo observar que estamos ante un importante evento de las íes, de las erres y de las eles, porque estamos observando aquí una gran cantidad de académicos, profesores, maestrandos de todos los rincones del país: del Cibao, donde se habla con las íes; del sur, donde se duplica la vibrante múltiple, es una constante; y del este, como magistralmente, con todos esos ejemplos que ha propuesto, que ha presentado Merlyn, nuestra querida lingüista, de quien me siento muy orgulloso al escucharla, por ser su compañero y amigo en este mundo académico». Destacó también la participación de la doctora Ibeth Guzmán.

Agradeció al director de esta Academia Dominicana de la Lengua, el doctor Bruno Rosario Candelier, por la invitación a participar en este importante evento. Y también agradeció, desde su hermosa motivación, a diversos profesores del país por sus labores como maestros». Expresó sentirse «comprometido, en ese sentido, a mencionar una representación importante», destacando al doctor Odalis Pérez (de quien dijo «es un orgullo nacional»).

Al iniciar el desarrollo de su tema el doctor Gerardo Roa manifestó: «Hemos elegido este tema, que venimos trabajando en la medida en que se presentan nuevos elementos. Sin embargo, antes de pasar a hablar de signos verbales de la pandemia, hay unas cuestiones apriorísticas que deben ser precisadas, por el hecho de que el estudio de las hablas en plural, de los hablares en plural, no se sostiene desde una concepción eminentemente lingüística, como la plantea Ferdinand de Saussure en el curso de Lingüística General. Esa noción de sistema de comunicación social que le añade André Martinet, que dice que es doblemente articulada; y que Joselin le añade el elemento de que existe en la comunidad histórica que la habla; significa que, cuando Noam Chomsky desentierra esos postulados, esos universales del Port Royal francés de 1660, para postular una gramática universal (entonces define el concepto “lengua” como “una competencia innata del sujeto que le permite producir una cantidad indeterminada de enunciados, de palabras que nunca antes había oído y escuchado”), se evidencia, claramente, que el concepto “lengua”, desde una perspectiva de los hablares, no puede circunscribirse de manera estricta (stricto sensu) a ese sistema. ¿Por qué? Porque habría que hablar —ya aquí se ha dado muestra de ello en las brillantes exposiciones que se han presentado— de la diversidad, de la heterogeneidad que existe en un mismo idioma.

Por eso yo postulo que, ¿qué es eso de lengua? Y a veces he dicho, en artículos publicados aquí mismo, en la revista electrónica de la Academia, y en Fundéu Guzmán Ariza, que la “lengua” es una desconocida. ¿Quién habla una lengua? ¿Quién es que conoce la lengua? Entonces, me gusta hablar de “los hablares”. Y por eso, más que hablar de un sistema, hablaríamos de un “vía sistema” que es un conjunto amplio de variedades de usos de la lengua».

Agregó el profesor que: «El hecho de que reconozcamos que cuando se habla de un idioma no se está hablando de un único sistema, sino de un “vía sistema”, plantea ciertas interrogantes que son muy importantes. Por ejemplo: ¿Es verdad que hay un dialecto que es más importante que otro? ¿Hay formas de hablar que son superiores a otras? ¿Qué es lo que le da esa categoría, si existiese, realmente, por el hecho mismo de que todos hablamos dialectos, como mínimo? ¿Existen personas incultas, totalmente incultas? Bueno, desde el punto de vista histórico sabemos que el concepto “culto” se le asigna a lo escrito, a la historia, a la tradición escrita, a lo literario. Pero, desde una perspectiva lato sensu, ¿es verdad que existe un hablante inculto? Es más, desde una perspectiva lingüística, ¿sería correcto entender que existe un hablante inculto, un hablante mal hablado, que no sabe hablar? Esos son conceptos que, yo creo, deben ser para una concienciación y una educación lingüística de la sociedad, que merecen una discusión que pudieran extenderse más allá, para entenderla y estudiarla desde una antropología lingüística, desde la antropología misma de los hablantes, dentro de los contextos sociales; porque, como ya postulan muchos teóricos, hay que hablar de que, a partir de los “vía sistemas”, de los idiolectos, de los sociolectos, de los tecnolectos, podemos llegar a la conclusión de que, realmente, cada hablante tiene una forma particular de hacerlo y un léxico, aunque, si bien comparte con el conjunto de hablantes, hay formas distintivas en cuanto al uso, que soportan estudios, pero desde una perspectiva interdisciplinaria.

Entonces, cuando nosotros decimos “signos verbales de la pandemia”, estamos hablando, igualmente, de lo que es lingüístico, porque sabemos que la lingüística estudia los signos verbales, se le atribuye los signos verbales (los signos no verbales corresponden a la semiótica, en un sentido lato, en un sentido extenso a las imágenes).   Por eso, cuando hablamos de “signos lingüísticos” nos referimos a ‘la palabra’, a las unidades lingüísticas y todo lo que eso implica.

Por eso habría que entenderlo como a priori, habría que entender, como un prerrequisito, tener un conocimiento del sistema, para poder estudiar las hablas. Y es lo que ha quedado aquí demostrado con las exposiciones de los brillantes investigadores que hemos tenido, que tienen un dominio extraordinario del sistema, de los conceptos que son propios del sistema. Para poder estudiar las hablas hay que conocer los conceptos del sistema: el aspecto fónico, el aspecto formal o gramatical, el aspecto sémico. Entonces, a partir de esa trilogía, es posible comprender cada una de los constituyentes verbales que integran las hablas y los usos. ¿Por qué? Ese concepto de “fonema”, por ejemplo, ¿se habla, realmente, se articula? Bueno, sí. Pero ¿quién articula un fonema igual a otro hablante? ¿Es verdad que un hablante articula el fonema r de manera exacta? Yo creo que ha quedado muy evidente y muy clara en la brillante exposición de Merlyn. De manera que, ese concepto “fonema”, lejos de entenderse como una unidad en el habla, hay que verlo como ‘entidades o realizaciones’; por eso se le llama “fonos”, los fonos de una lengua. Porque, por ejemplo, el fonema d, que corresponde a la lengua el sonido d, en diferentes posiciones adquiere un fono distinto; pero no solo en diferentes posiciones de una palabra, sino en los diferentes hablantes. Y por ello es que el estudio de la lengua, el de las hablas en plural, es tan importante en este país. Ya se ha dicho que hemos tenido y tenemos, gracias Dios, lingüistas importantes […].

Nosotros tenemos diferentes signos verbales en todos los ámbitos que se han desarrollado. Hay signos verbales de la pandemia, que existían pero que han pasado con otra modalidad, con otra significación, y que han venido usándose. ¿Cuál es la característica? Lo que pasa es que una lengua es el residuo histórico de otra lengua: así es que la define, primero Coseriu; y también la trabaja un lingüista español, Enrique Bernárdez, de la Complutense, en su libro ¿Qué son las lenguas?: dice que una lengua es el residuo histórico de otras lenguas».

Destacó el profesor: «Es decir, que es natural que una lengua se nutra de otras lenguas, en este caso, de las lenguas que tienen poder económico (que tienen hegemonía), y por ello son los que patentizan los descubrimientos tecnológicos, y tienen el poder, entonces imponen uso. Y la academia, en este caso la Academia de la Lengua, de manera sabia, en su condición de científico de la lengua, estudian esos usos en los hablantes, en las hablas, y las adaptan. Nosotros conocemos expresiones como disqueteCD (que vienen del inglés), y otros como beeper, que ha desaparecido. Ya “beeper” desapareció; sin embargo, cuando un término, un léxico adquiere categoría semántica, y también polisemia (que la adquieren otros términos para asignárselas a otra realidad), en realidad el significante no desaparece del uso, desaparece la realidad, pero el mismo término permanece asignándosele a otra realidad. Y por eso antes se decía bipéame (ya no), con el sentido de ‘bipear’; ya el dominicano dice tírame, tírame.

O sea que, hay muchas expresiones que, posiblemente, aquí en la pandemia, se hayan puesto de moda, que dejen de usarse desde que volvamos a la llamada normalidad, a como vivíamos antes, porque eso es normal. Y eso mismo sucedió cuando la Peste Negra Europea, con más lentitud, por supuesto, por cuestiones de desplazamientos y de que no existía el ciberespacio de Internet. Igual con la Primera Guerra Mundial: hay un sinnúmero de expresiones bélicas que registran nuestros diccionarios, que no están en las hablas, o sea, que no están vivas en el uso, pero que forman parte de la historia misma, porque los acontecimientos como tales son los que se encargan de ir aportando cuestiones».

«Eso, lejos de rechazar de manera tajante esos usos y esos residuos de otras lenguas y de acontecimientos que son externo a la lengua, hay que tomarlo como objeto de estudio, de análisis de diversa perspectiva —puntualizó el profesor—; y el pueblo necesita, en sentido general, educación lingüística. Hay que concienciar al pueblo de lo que es una lengua, que no es lo mismo lo que es lingüístico y lo que es sociológico; de lo que es de otra naturaleza; porque por eso es que surgen grupos ideológicos exigiendo que se les diga de una forma, y que ellos van a conjugar, para sentirse incluidos. La lengua no tiene nada que ver con eso, lo que es lingüístico, las funciones comunicativas; pero a la vez, ojo, eso es un reflejo de cómo andan los niveles de conciencia lingüística en la comunidad […]. Nosotros, en el ámbito educativo, conocemos, y lo que tiene que ver con el aspecto léxico-semántico, un conjunto amplio de expresiones, que se han sumado, que antes no existían: el mismo término COVID es totalmente nuevo para el común de los hablantes, no así para los especialistas de la medicina de ese ámbito.

Entonces, hay construcciones morfológicas. Por ejemplo, la covidianidad: ahí se le añade un sufijo que admite un sentido, que cooperan de manera paralela con el concepto de cotidianidad. No era lo mismo la cotidianidad de la pandemia que la covidianidad. ¿Por qué está caracterizada la covidianidad? Por el confinamiento, ahí está; por el confinamiento, que es otro signo verbal en el plano lexical, que se ha puesto de moda y ha sido impuesto por la misma pandemia.

[…] Podemos mencionar también el uso de sintagmas nominales con funciones adjetivales que se han puesto de moda, en el marco o en el contexto de la vacuna. Por ejemplo, nosotros decimos “la china”, y no es una mujer ni es una fruta: la china se la atribuimos a la ‘vacuna china’. De manera que ese pronombre “la” (vamos a decirle pronombre “la”) sustituye a “vacuna”, en ese caso (es una estructura profunda, según Noam Chomsky). “China” está a la vez caracterizando o especificando, describiendo de qué se trata; entonces el sintagma como tal, en este caso, está designando un gentilicio (de dónde proviene), pero no está atribuido a una persona; ese es un caso interesantísimo de estudio […] Entonces, son expresiones, construcciones que existen en español, y que existían, pero que están aplicados a la pandemia por el hecho mismo que ya hemos mencionado de las características propias que se han presentado […]». Al final de su disertación el doctor Gerardo Roa reiteró su agradecimiento y felicitó «a la Academia Dominicana de la Lengua, en la persona de su señor director, don Bruno Rosario Candelier, y a los brillantes ponentes, investigadores, lingüistas que hemos tenido en este día maravilloso».

 

Clausura del evento: Palabras del director de la Academia Dominicana

«Debo, en primer lugar, agradecer a todos los ponentes por su brillante participación en este Coloquio sobre el español dominicano. Realmente, ha habido ponencias muy fructíferas; pensamos publicarlas todas en un Boletín de la Academia. Quiero felicitar, de un modo especial, a los dos últimos ponentes, Gerardo Roa Ogando y a Ibeth Guzmán y Merlyn de la Cruz, y pedirles, de un modo especial a ellos dos, que me hagan llegar sus ponencias por escrito —sea la que leyeron o la que puedan modificar—, que pienso incluirla en la Crónica de la lengua española 2022, un texto que comenzó a publicar la Real Academia Española hace dos años y en el cual se incluyen esas reflexiones sobre el español de cada uno de los países de lengua hispana, de lengua española en todo el mundo hispano. Pero quiero subrayar que me gustaría recibir por escrito todas las ponencias; todas fueron muy útiles; todas abordaron aspectos y perfiles claves en la fisonomía de nuestra lengua; y, desde luego, esto significa que vamos a continuar organizando coloquios. Digamos cada tres meses, vamos a organizar un coloquio como este. Comenzamos con el español dominicano; el siguiente va a versar sobre la literatura, y ya oportunamente invitaré a los ponentes para que preparen con tiempo sus respectivas ponencias». Fueron las palabras de clausura del Bruno Rosario Candelier. Y así fluyó el conversatorio final entre los académicos y estudiantes (un espacio abierto por el director de la ADL para quienes quisieran expresar, al cierre, sus inquietudes):

—Rita Díaz (leyó del chat una pregunta para Merlyn de la Cruz): ¿Por qué no es correcto decir “habemos”, si para otros verbos se permite?

—Merlyn de a Cruz: Pues porque, a diferencia de otros verbos, este es un verbo impersonal: impersonal significa que no puede conjugarse con las personas gramaticales. Tendría que ser, entonces: Yo habo, como “Yo amo”; Yo haboTú habesÉl habe y Nosotros habemos. Entonces, por ser impersonal.

—Bruno Rosario Candelier: Merlyn, agrégale, que no solo esa restricción es para “habemos”, sino también para todas las formas plurales de “haber”: tampoco decimos “habían”.

—Merlyn de la Cruz: Exacto.

—BRC: No podemos decir Habían genteHabían muchachos en el aula. Es válido para todas las formas plurales del verbo “haber”, por la razón que tú explicaste.

—Rita Díaz: Y agregarle a eso, que no nos ayuda mucho la prensa dominicana, porque escriben Hubieron huelgasHubieron trifulcas. Y entonces los estudiantes dicen: “Pero yo lo vi en el periódico”. Entonces ahí tenemos, de nuevo, que recordarles las reglas.

—Merlyn de la Cruz: Por ser una autoridad. O sea, por entender la publicidad como una autoridad en la producción escrita, entonces ellos entienden que es válida.

—Gerardo Rosa Ogando: Ese es un ejemplo muy bueno de lo que yo mencionaba ahorita, cuando decía que “qué es eso de una lengua”, porque, en realidad, “habemos” es muy usual en las aulas. La gente dice habemos, y quién sabe si pronto las academias tendrán que asumirlos y aceptarlo como bueno y válido, porque así es la evolución de la lengua. Pero qué interesante que para eso están las escuelas y las academias, para decir lo que corresponde a la variedad, al sociolecto estándar, y lo que son las variedades, porque hay unidad y diversidad. O sea, que estamos de nuevo frente a una competencia que el investigador debe tener clara, como decía don Bruno, hay una competencia lingüística que hay que dominar respeto a ese verbo. Pero hay que tener plena conciencia de que en las hablas vamos a encontrar esos ejemplos y mucho más. Y eso es lo que le da riqueza, esa diversidad, porque si fuera todo homogéneo, tal vez la investigación sobre la lengua no tendría, no suscitaría tanto interés y tanta riqueza. Así es que, qué interesante. Felicidades.

—Vilmania Santos (del Chat, pregunta leída por Rita Díaz): ¿Es correcto decir «Todos y cada uno»?

—BRC: Esa es una especificación válida, sin duda alguna. Claro, cuando tú dices “todos”, comprende un universo; pero al agregarle “y cada uno”, es una manera de ratificar la autoridad o la propiedad que tienen todos los componentes del universo al que se alude. Y, entonces, se ha convertido en una ‘frase hecha’.    

—Público (del chat, leída por Rita Díaz): Felicitaciones al señor Bruno. Felicitaciones al maestro Roa. Felicitaciones por la iniciativa.

—Rita Díaz: O sea, que hemos llenado las expectativas de los que nos han seguido. Y eso es muy bueno y nos anima a seguir organizando actividades como estas, sobre todo por la conciencia lingüística.

—Merlyn de la Cruz: Quiero agregar algo respecto a lo que dijo el doctor Roa con relación a «las hablas» y a «la lengua». Es cierto que muchas de esas nuevas incorporaciones del léxico, y también las variaciones fonéticas (las que se dan en la pronunciación y en las morfológicas también), muchas se quedan en el plano del habla y no pasan a la lengua; pero hay otras que sí, y cuando esto sucede, sí hay un registro formal por las academias de las lenguas, y, por supuesto, por la Real Academia Española. Y me hace rememorar algunos términos: por ejemplo, cuando él dice que, probablemente, en quizás unos años, décadas, lustros o siglos, no se sabe, puedan incluir el “habemos”, pues es que ha habido palabras que en un momento no formaban parte de la regla o de determinada ley fonética y que ya sí son asumidas, e incluso la vemos como ya normal, como uno lo diría. Te voy a poner el ejemplo de “bueno” en superlativo: nosotros lo conocemos ahora como “buenísimo”, pero realmente el superlativo que se correspondía era “bonísimo”, puesto que proviene del latín bonus, que evoluciona al español como “bueno”; pero evoluciona porque digtonga la “o” en “ue” (que lo decía ahorita): en “bonus”, sílaba tónica bo, digtonga en ue, “bueno”. Pero en “bonísimo”: debió ser “bonísimo”, porque la o no caía ahí en posición tónica. Entonces, no en dominicano, los hablantes del español decían: buenísimo, buenísimo, buenísimo, y eso se pegó, hasta tal punto, que se registró. Y es el mismo camino que va con “fortísimo”, que decimos fuertísimo. Y eso retomo, lo de “fortja” que decía en un principio: “El superlativo es “fortísimo” porque viene del latín forte, y entonces “forte” evoluciona a “fuerte”, porque ahí, “forte”, for (“o”), la sílaba tónica, pero en “fortísmo”, no. Entonces, el dominicano, dice fuertísimo, y si eso se expande, como en buenísimo, no duden que en unos años esté registrado, y quede en desuso, como está “bonísimo” registrado en la RAE.

—Rita Díaz: Ciertamente. Y le paso “corpazo” y “cuerpazo”: “cuerpazo”, que venía de corpus. Y, por ejemplo, en Cuba se mantiene “candente” y “candentísimo”. Pero, en República Dominicana, tú le dices: Mira, te tengo una bomba candente y la gente te queda mirando como: ‘Y ella qué me quiere decir’.  Es decir, es “calientísimo”, para nosotros.

—Odalís Pérez: Quería hacer un comentario para saludar esta actividad, en la que llevamos dos días aquí reflexionando sobre diversos fenómenos de la lengua y de los hablares (yo no digo “habla”, to digo “hablares”, porque eso, incluso, expande el dominio); pero además subrayar, que hemos tenido la inclusión de jóvenes lingüistas, mujeres y hombres, profesores y profesoras que deben lanzarse a hacer estudio de campo, o proseguir (los que ya lo han hecho), para que puedan rendir también sus informes aquí, en nuestra corporación; porque esta actividad de hoy y la de ayer, realmente, indican que hay como un espíritu de cambio, de apertura, y que ya no hay una exclusión de jóvenes lingüistas y estudiosos de la lengua española, de lo que se llama el dialecto dominicano, de las diferentes instancias de ese dialecto: el tecnolecto, el idiolecto, el sociolecto (a veces alguien dice por ahí el translecto), y otros fenómenos que son acuciantes, y además la problemática de los diversos registros de la diversidad. “El dominicano”, como lengua que se habla, no nada más como un sociolecto, incluso, pluralista, porque los barrios son unas especies de repúblicas, donde las personas hablan su idioma, que no es el idioma en el sentido de la corrección del que se ha hablado, desde Menéndez Pidal hasta hoy. O sea, ya, incluso, la misma regla de ultracorrección o corrección hay que irla revisando para los fines de adecuación y de actualización. Por eso yo creo que, las discusiones que se han dado, los informes que se han hecho, las instrucciones que han tenido lugar por parte de jóvenes lingüistas, realmente tienen que ser bien repensadas, pensadas, y darles también su verdadero estatuto, desde el punto de vista de los valores, no solamente morfológicos, sintácticos, semánticos, sino los valores de uso, valores pragmáticos de la lengua española en Santo Domingo.

—BRC: Muchas gracias, Odalís.

—Rita Díaz: Muchas gracias.

—Juan Guerra (del chat): Felicitaciones a los organizadores. Mis respetos. Muchas gracias por pensar en continuar con esas exposiciones, las estábamos esperando desde la Academia Dominicana de la Lengua. Esperamos ansiosamente la siguiente.

—BRC: A todos los ponentes que han participado en esta primera convocatoria les hago la siguiente petición: Quienes estén en disposición de participar como ponente en la siguiente exposición, en la convocatoria de literatura, háganmelo saber, para entonces yo tomarlos en cuenta para la siguiente, y para siguientes, convocatorias; porque el plan que he concebido es organizar una actividad como esta, a más tardar, cada tres meses (digo cada tres meses porque hay que darle oportunidad, hay que darle tiempo a los ponentes para que estudien la ponencia que preparan. Esta misma tarde dijo Ibeth Guzmán que a ella le tomó tiempo preparar su ponencia; y qué bueno que fue así, porque ella asumió su ponencia con el rigor, con la metodología, con la disciplina con que se debe asumir una ponencia cuando se quiere hacer bien hecha, como efectivamente lo hizo ella. Cerramos entonces esta primera convocatoria. Reitero mi inmensa gratitud a todos los ponentes y a todos los que se conectaron para darle, digamos, sentido y vigencia a una convocatoria como esta, porque una convocatoria en la que participen ponentes, si no hay quienes escuchen las ponencias, pues, imagínense ustedes; es una convocatoria limitada. Entonces, agradecemos esa presencia telemática de tantos espectadores, de tantos participantes, y esperamos, naturalmente, que desde el momento en que se publiquen todas las ponencias —que se van a unificar en un solo bloque—, pues, cuenten también con personas que acudan a la plataforma electrónica para conocer mejor lo que se ha dicho. Muchísimas gracias a todos; pasen ustedes muy buenas tardes, y, Dios mediante, hasta la próxima convocatoria (Un reporte de Miguelina Medina para la Academia Dominicana de la Lengua. Video: muro de la académica Rita Díaz: https://web.facebook.com/rita.diaz.7370/videos/480113543703416).

 

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