RESEÑA DE UNA PONENCIA SOBRE LA LENGUA MATERNA
“LA LENGUA MATERNA EN LA GESTACIÓN DE LA CONCIENCIA”
ESTUDIOS EN HOMENAJE A ALFREDO MATUS OLIVIER
Año 2021
El doctor Bruno Rosario Candelier participó, en representación de la Academia Dominicana de la Lengua, en el Anejo Estudios en homenaje a Alfredo Matus Olivier, preparado por la Academia Chilena de la Lengua. Este Anejo «ha sido publicado en formato electrónico en el Portal de libros electrónicos de la Universidad de Chile». Está compuesto por dos volúmenes a los cuales puede accederse consultando los siguientes enlaces electrónicos: Estudios en homenaje a Alfredo Matus Olivier. Volumen I: Anejo N°3 Boletín de Filología; y Estudios en homenaje a Alfredo Matus Olivier. Volumen II: Anejo N°3 Boletín de Filología. O también https://libros.uchile.cl/1217), (https://libros.uchile.cl/1218, respectivamente.
En la «Presentación» de este Boletín de Filología, su director, Abelardo San Martín Núñez, Miembro de Número de la Academia Chilena de la Lengua, expresó lo siguiente:
«Los Anejos del Boletín de Filología conforman una serie de números extraordinarios de la revista con la que sus editores hemos querido contribuir a la difusión de conocimiento y de materiales relevantes en el estudio de nuestra lengua. Con esta serie no pretendemos más que reforzar su objetivo primordial, a saber, propiciar el intercambio científico y académico en las áreas de lingüística y filología hispánicas. Como fruto de este esfuerzo, en el pasado han aparecido el Anejo N°1, Introducción al estudio del español de Chile. Determinación del concepto de chilenismo, publicado en 1953 por Ambrosio Rabanales y el Anejo N°2, El habla culta de Santiago de Chile. Materiales para su estudio. Tomo I, editado en 1979 por Ambrosio Rabanales y Lidia Contreras». Dijo que estos números tuvieron «notable repercusión para la lingüística chilena e hispanoamericana». Sin embargo, señaló, que «debido a contratiempos ajenos a los responsables del Boletín de Filología, sus Anejos vieron interrumpida su publicación durante más de cuarenta años, ocasionando una dilatada y lamentable discontinuidad».
«Con este nuevo número, el Anejo N°3, Estudios en homenaje a Alfredo Matus Olivier, hemos querido reactivar la publicación de esta serie, y qué mejor ocasión para su resurgimiento que elogiar a quien fuera su director por más de 20 años y el principal responsable de su modernización, de acuerdo con las actuales exigencias de las publicaciones académicas y científicas. Con motivo del octogésimo primer aniversario del nacimiento de este eximio lingüista chileno y de su nombramiento como profesor emérito de la Universidad de Chile y director honorario de la Academia Chilena de la Lengua, hallamos reunidos en este número especial una colección amplia y diversa de trabajos de lingüística y filología hispánicas».
«Como director del Boletín de Filología, en representación de su Comité editorial y de los editores de este volumen», agradeció «a los autores y las autoras de este Anejo su decidido interés en participar en este reconocimiento a la contribución de Alfredo Matus Olivier al estudio de la lengua española y el desarrollo de la lingüística y la filología en dicha lengua». Igualmente agradeció «a las autoridades de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad de Chile, en especial, a su decano Carlos Ruiz Schneider, así como a la directora de la Academia Chilena de la Lengua, Adriana Valdés Budge, su constante apoyo a la edición de este número extraordinario».
«Confiamos en que los contenidos que el lector verá desarrollados, a continuación, harán plena justicia a la tradición de los Anejos y, por supuesto, a la trascendencia de la huella de Alfredo Matus Olivier», expresó al concluir.
«La lengua materna en la gestación de la conciencia»
En esta breve reseña del Boletín vamos a exponer un resumen del estudio expuesto por don Bruno Rosario Candelier, director de la Academia Dominicana de la Lengua, en el homenaje a don Alfredo Matus Olivier, «La lengua materna en la gestación de la conciencia», el mismo está consignado en el Volumen I y puede accederse a su contenido consultando directamente el siguiente hipervínculo de dicho volumen.
Bajo tres subtítulos presentó Rosario Candelier este estudio: 1. El desarrollo de la conciencia en el niño. 2. Gestación de la conciencia y el lenguaje. 3. Lengua materna y creación literaria.
En la primera parte, El desarrollo de la conciencia en el niño, expuso que el lenguaje, la ternura y el dolor troquelan las neuronas cerebrales que forjan el desarrollo de la personalidad y atizan el poder de la conciencia». «Tenemos una personalidad física y una personalidad espiritual —dijo—. A esta última la determinan la disciplina hogareña, la formación intelectual, el talante de la sensibilidad, el carácter individual, la inclinación estética, la orientación moral y la potencia creadora».
«Cuando el niño está en la etapa inicial de su desarrollo aprende la lengua de los hablantes que lo rodean, y de las palabras y oraciones que escucha, va asimilando la dicción de los vocablos, el significado de las palabras y el sistema como se combinan unas voces con otras para formar frases y oraciones en el habla y la escritura. El niño aprende a hablar como hablan los mayores que le rodean, y con el conocimiento de la lengua va adquiriendo el conocimiento del mundo; desde luego, primero entra en contacto con las cosas a través de su sensibilidad, y al entrar en relación con hechos, personas y cosas va conociendo la realidad y el sentido de fenómenos y cosas. En esa relación de su ser con las cosas en él se opera el mismo proceso que se operó entre los primeros hablantes cuando comenzaron a nombrar las cosas». «Dice la Biblia que Adán comenzó a nombrar las cosas según iba conociendo plantas y animales y fenómenos de la naturaleza. Algo similar sucede con cada uno de los hablantes cuando entra en contacto con las cosas», explicó.
«Con la luz del sol podemos visualizar las cosas con suficiente claridad para apreciar los colores y la textura de las cosas, y al lapso entre el nacimiento y el ocaso del sol se le llamó día; y desde el momento en que la sombra cubre las cosas por la ausencia de luz, el mundo se llena de tinieblas, contexto al que se le llamó noche; y así se fueron denominando todas las cosas, nombradas con una palabra que las distingue, y eso da lugar, mediante la función denominadora del lenguaje, al conocimiento del mundo, que ofrece a cada hablante un punto de contacto con lo existente para que cada uno tenga una percepción singular de cosas y fenómenos, lo que sirve de base y cauce para nuestra creación verbal».
En su didáctica, Rosario Candelier explicó que «Se llama lengua materna al idioma con el que nuestra madre nos educa en la infancia y que sirve para hablar y forjar el desarrollo de la conciencia, al tiempo que gesta una visión del mundo». Añadió que «Estudiosos del pensamiento y el lenguaje, como Heráclito de Éfeso, Guillermo de Humboldt y Ferdinand de Saussure, enseñaron que comenzamos a pensar con la lengua que aprendemos en la infancia. Logos es el poder de la conciencia para pensar, intuir, hablar y crear. Y esa capacidad humana se materializa en el proceso de simbolización del lenguaje, que las palabras formalizan en imágenes y conceptos de las cosas. Las tres vertientes de la realidad (cosas, hechos y fenómenos) el lenguaje las encarna con su poder de formalización verbal que compartimos con nuestros semejantes».
Destacó que «El desarrollo sociocultural requiere unas relaciones humanas que socializamos con el lenguaje, y desde niño aprendemos la manera adecuada para relacionarnos con personas, animales y cosas, y esas relaciones son más efectivas entre los humanos en virtud del medio de comunicación como la lengua, que propicia una conexión más efectiva, y si tenemos un buen conocimiento del instrumento de comunicación, más fecunda y provechosa es la relación que logramos con nuestros semejantes».
«Tenemos ciencia, arte y sabiduría para el desarrollo humano: ciencia, para el bienestar del cuerpo; arte, para deleite del alma; y sabiduría para la fruición del espíritu. La lengua se aprende bajo el influjo intelectivo, afectivo y espiritual de la madre, que da sustento, cariño y cultura. El afecto materno troquela positivamente los circuitos neuronales del cerebro para sentir y aprender el patrón verbal de una lengua, y con ella la esencia de una cultura y el sentido de la vida». Dijo que «Las mismas necesidades materiales propician la utilidad del conocimiento y la creación intelectual, estética y espiritual. La curiosidad por lo desconocido es la motivación que impulsa el conocimiento y la creatividad. Saber es una necesidad de la conciencia. Y un cauce para el desarrollo que anhelamos. Tenemos conciencia y, por tener conciencia, comprendemos las cosas, comprendemos el sentido y comprendemos el mundo». «Con el contacto sensorial y suprasensible —apuntó—, conocemos lo que las cosas son y el valor que las justifica. Mediante el concurso de los sentidos corporales entramos en contacto con las cosas, y conocemos para qué son buenas. Mediante el concurso de los sentidos interiores, entramos en contacto con la esencia y el sentido de fenómenos y cosas y valoramos lo que son, y comprendemos su trascendencia. Con el conocimiento de las palabras conocemos las cosas, se desarrolla la conciencia y se activa nuestro poder creador».
En su segundo punto, Rosario Candelier resaltó la Gestación de la conciencia y el lenguaje. Explicó que «Mediante el impacto de las sensaciones de las cosas en la sensibilidad, se atizan las neuronas cerebrales que activan la comprensión, la intuición y el pensamiento, base del desarrollo de la conciencia». Puntualizó que «Con el desarrollo de la lengua se aviva la gestación de la conciencia, la capacidad para conocer y pensar, el don para intuir y entender, el poder para hablar y crear, que son manifestaciones del Logos de la inteligencia humana»: «Lo que pensamos, sentimos y realizamos, conforma nuestra visión de la vida, el mundo y la cultura. A eso se le llama cosmovisión. Todos hemos internalizado en la conciencia una visión del mundo, aunque no sepamos formalizarla en imágenes y conceptos, y aunque no tengamos consciencia de ese conocimiento. Lo que sentimos, pensamos y queremos conforma el caudal de nuestras sensaciones, conceptos y anhelos, que se corresponden con la sensibilidad, la inteligencia y la voluntad, las tres grandes potencias de la personalidad. La sensibilidad y la inteligencia constituyen, mediante la dotación del Logos, la vía para percibir nuestras intuiciones y la base de nuestra creatividad, cauce de nuestras sensaciones, percepciones y vivencias».
Indicó que «Todos tenemos un punto de contacto con el Universo. Y el poder de la palabra y el don de la valoración y la creación. Podemos testimoniar lo que experimenta nuestra conciencia a la luz del impacto que las cosas generan en nuestra sensibilidad. Podemos testimoniar nuestra percepción de fenómenos y cosas, si el alma de lo viviente toca nuestro ser con su influjo singular. Podemos testimoniar las irradiaciones provenientes de los efluvios de la Creación, si tenemos desarrollados los circuitos cerebrales de la sensibilidad trascendente para percibir los mensajes de lo Alto con las verdades de muy antiguas esencias».
«Todos podemos hacer un aporte al pensamiento —dijo—, al arte y a la ciencia desde nuestra peculiar visión y valoración de fenómenos y cosas, si hay en nosotros el deseo de saber, de crecer intelectual y espiritualmente, de testimoniar lo que intuimos y comprendemos. El deseo de saber es una manifestación del eros platónico, que es la energía espiritual que activa el anhelo de conocer y lograr el crecimiento de la conciencia». Añadió que «El anhelo de conocer engendra el conocimiento, y ese anhelo despierta en el niño la curiosidad por sentirlo todo, conocerlo todo, disfrutarlo todo y entenderlo todo. Y ya se sabe que la curiosidad por el saber desata la sensibilidad, desarrolla la conciencia y activa la vocación creadora. Ante el conocimiento de las cosas nace la curiosidad por la palabra que sirve para conocer y explicar lo que conocemos, y se potencia el conocimiento del mundo y adviene la conciencia lingüística».
Afirmó Rosario Candelier que «Con la conciencia de lengua, la curiosidad por el conocimiento y el deseo de creación se activan las células cerebrales, que se cargan con la energía del conocimiento y el aprendizaje del saber». Y apuntó que «Hay cuatro conceptos básicos que se olfatean desde niño, aunque no se tenga en esa etapa de la vida una comprensión de su alcance, como son intuición, conceptuación, inspiración y revelación. Intuición (de intus legere, ‘leer dentro’) es el poder del intelecto para captar el sentido de fenómenos y cosas; conceptuación es la capacidad para comprender el valor de cosas, ideas, ocurrencias: inspiración es una luz o soplo del espíritu para entender fenómenos y cosas; y la revelación es la recepción de un mensaje profundo que viene de lo Alto, de la sabiduría cósmica o de la misma Divinidad».
Señaló que «Desde la etapa infantil comienza todo lo que forja la personalidad del sujeto. Sentimos, pensamos y queremos. Lo que sentimos aporta al cerebro datos para la comprensión de las cosas. Por eso decía Aristóteles: “Nihil est in intellectu quod prius non fuerit in sensu”: ‘Nada llega al entendimiento sin antes pasar por los sentidos’ (Citas en latín de Tomás, s/año, acápite 17). Efectuado ese proceso sensorial, adviene la conceptuación o realización de conceptos y de imágenes, base para la reflexión y la creación». Expuso que «Cuando pensamos, concebimos imágenes y conceptos. Pensar en conceptos es crear ideas de fenómenos y cosas; pensar en imágenes es crear una figuración de fenómenos y cosas. Quienes piensan en conceptos son los filósofos, científicos, tratadistas, ensayistas, teóricos o los hablantes cuando comunican mediante el lenguaje ordinario lo que sienten, conciben o valoran. Los que piensan en imágenes son los poetas, narradores dramaturgos, músicos, arquitectos, escultores, danzantes, cuando dan forma a sus intuiciones y vivencias».
«La capacidad para pensar se desarrolla con ejercicios de reflexión, interpretación y valoración de las cosas. La capacidad para sentir se acrecienta con ejercicios de contemplación y goce de lo viviente. Para crear hay que aprender a contemplar. La contemplación es un ejercicio de la sensibilidad para sentir y disfrutar el encanto de las cosas. Al sentir lo que las cosas son y significan, apreciamos sus fluidos en la sensibilidad y los procesamos en la conciencia». Afirmó que «Tenemos sensibilidad, conciencia y lenguaje, que se desarrollan mediante el contacto con la realidad material y suprasensible. La creatividad se desarrolla mediante la observación de la realidad, la lectura, el cultivo del arte y la literatura, la interpretación de cuentos, poemas y estudios. En el desarrollo de la sensibilidad y la conciencia inciden los medios de comunicación y todo lo que toca los sentidos físicos y espirituales».
Manifestó que «el impacto de los medios audiovisuales y digitales de la realidad virtual ha ido modificando y redefiniendo la educación de los niños con los dispositivos electrónicos y su relación con la realidad sociocultural, y ese impacto electrónico está interfiriendo, positiva en algunos aspectos, y negativamente en gran parte de su desarrollo, su educación y su capacidad de comprensión de su propia realidad, así como de su propia lengua. La vertiente negativa que al respecto está sucediendo entre infantes y mozalbetes es preocupante para padres, educadores, tutores, formadores y líderes de la comunidad. En los últimos 30 años la tecnología electrónica ha transformado la cultura que el mundo había forjado en tres mil años. Y esa realidad se está reflejando en la formación intelectual, el aprendizaje y el conocimiento, la conformación cerebral y los intereses de los niños y los jovenzuelos y, desde luego, en el desarrollo de la lengua materna».
Al desarrollar el tercer acápite, Lengua materna y creación literaria, Rosario Candelier consignó que «Cuando la madre habla con el niño le transmite la forma de hablar, el uso de las palabras y el significado de las voces y las cosas y, por supuesto, su cultura, su religión, su visión del mundo y el fundamento moral, intelectual y espiritual de su conducta». Dijo que «El sentido estético y espiritual comienza en la infancia con la vivencia de un arte, el cultivo del saber y la práctica de la religiosidad. El desarrollo de la sensibilidad y el intelecto lo propician emociones estéticas y conocimientos que enseñen y edifiquen. Cuando desde niño nos cuentan una bella historia o nos cantan bellas canciones o nos amenizan el momento con juegos comenzamos a valorar el arte de la narración y el arte de la canción y el deporte».
«Cuando en mi niñez escuché a una señora decir que en su sermón el cura tiraba por su boca pepitas de oro, la frase me impactó, aunque entonces no sabía que se trataba de una metáfora. En los hogares cuyos padres fundan sus actos en los ideales y valores que dan fundamento a una vida ejemplar, el niño aprende el sentido de un sano comportamiento y una convivencia positiva».
Expresó que «Si algo une a los poetas y los niños es la intuición, que es la facultad del intelecto con el cual asumen la sustancia de sus vivencias y el sentido de sus percepciones. El tema de la intuición está presente en la creación literaria y, desde luego, en la poesía y la narrativa para niños. Tanto los poetas, los contemplativos y los niños se compenetran con lo viviente y tienen una particular relación con fenómenos y cosas en virtud de su sensibilidad empática con fenómenos y cosas. Experimentan una singular satisfacción al vivir sus emociones entrañables como una aventura de la imaginación para vivir en su mundo interior lo que la realidad brinda. De ahí la imaginación lúdica que viven los niños».
Dijo que «En la literatura concebida para niños, sus autores, casi siempre adultos, recrean lo que entienden o suponen de la mentalidad infantil, y en su creación procuran el desarrollo de la sensibilidad y la conciencia de sus lectores. El niño vive el valor de las cosas mediante el sentido de la imaginación»: «A los sentidos físicos de visión, audición, olfato, oído y tacto, hay que sumar los sentidos interiores, que son intuición, imaginación, memoria, sentido común y estimativo. Dichos sentidos son el medio de contacto de nuestro ser con el ser de fenómenos y cosas. En el estadio de la infancia hay etapas en que el niño parece no diferenciar la realidad real de la realidad imaginaria. Vive la realidad como una ficción. Y su imaginario es cómplice de la realidad real»: «Para el niño, el mundo verdadero es el que recrea en su interior, que su imaginación concibe, perfila y certifica. Por eso, entre los rasgos de la literatura infantil figuran: 1. El sentido de lo maravilloso de sus aventuras y pasiones. 2. El tono lúdico de sus relatos y acciones. 3. El sentimiento de ternura y empatía hacia criaturas, elementos y cosas».
Explicó que «Los niños, los místicos y los contemplativos comulgan con el alma de lo viviente. Y se compenetran con el sentido de la Creación. De ahí el valor de la realidad, según quien la contemple. Ante la realidad interior del sujeto puede acontecer una vivencia estética; ante la realidad natural, una vivencia cósmica; y ante la realidad sobrenatural, una vivencia mística. Por tanto, difieren la realidad interior, la realidad estética y la realidad cósmica. Para la sensibilidad y la conciencia de los niños, la imaginación infantil se nutre de sueños, fantasías, ilusiones, inspiraciones y revelaciones. Los niños experimentan una coparticipación con la cosa, vivencia que también tienen poetas, iluminados y místicos».
«El poder de la intuición no requiere del conocimiento del mundo, ni formación intelectual o libresca, sino del contacto con la realidad. Por eso la intuición se auxilia de los sentidos, no de la razón. No hay restricción de temas y motivos, aunque en sus vivencias y creaciones figuran siempre la realidad con la belleza y la verdad», afirmó el estudioso expositor. Y destacó que «La madre sabe cómo inducir la imaginación de su hijo en el uso del lenguaje y la creatividad». Dijo que «La tarea primordial de la imaginación poética es la invención de la forma que canaliza el tema que motiva y entusiasma para testimoniar lo que experimenta la sensibilidad y concita la inteligencia»: «La lengua es la plataforma verbal que da cuenta de las cosas que las palabras encarnan, perfilan y representan. Aunque nacemos con la capacidad para hablar una lengua, no venimos al mundo con el conocimiento de un idioma. Para aprender una lengua, el niño tiene que socializarse en una cultura, tener capacidad de intelección y habilidad para desempeñarse con las palabras».
Expresó que «Es importante la gestación de una mente sana, equilibrada y normal en los niños para evitar en la edad adulta actitudes resentidas, comportamientos egoístas y acciones miedosas, lo que influiría no solo en las relaciones con los demás, sino en la percepción de la realidad y la valoración objetiva y cierta de las cosas. Asumimos la realidad como somos en nuestro interior. No podemos confundir la verdad subjetiva con la verdad objetiva, o la verdad de juicio con la verdad de hecho. Y eso se aprende desde la infancia, en un hogar centrado en el amor, la virtud y la bondad».
Rosario Candelier expuso algunos ejemplos que ponen de manifiesto sus aseveraciones: «Con mirada de niño, que es una mirada cómplice y empática, los textos de los escritores que cito como ilustración tratan de interpretar lo que sienten, hacen, viven y disfrutan los niños en su relación con las cosas, como se puede apreciar en los siguientes ejemplos». «El afecto y el lenguaje, dos atributos que se aúnan en el corazón de la madre cuando acuna en su regazo al niño que gestó en sus entrañas, dan cuenta de lo que hace la sensibilidad y la conciencia para darle sentido y trascendencia a la vida, según revela la poeta romántica dominicana del siglo XIX Salomé Ureña, cuando evoca en su poema A mi madre, fuente del aliento y cauce de la vida»:
Mi voz escucha: la lira un día
un canto alzarte quiso feliz,
y en el idioma de la armonía
débil el numen ¡oh madre mía!
no halló un acento digno de ti.
¿Cómo tu afecto cantar al mundo,
grande, infinito, cual en sí es?
¿Cómo pintarte mi amor profundo?
Empeño inútil, sueño infecundo
que en desaliento murió después.
De entonces, madre,
buscando en prenda,
con las miradas al porvenir,
voy en mi vida, voy en mi senda,
de mis amores íntima ofrenda
que a tu cariño pueda rendir.
Yo mis cantares lancé a los vientos,
yo di a las brisas mi inspiración;
tu amor grandeza dio a mis acentos:
que fueron tuyos mis pensamientos
en esos himnos del corazón
(Ureña 1960, pp. 102-103).
«Ante una mirada amorosa hacia lo viviente con la inspiración de una verdad profunda, la verdad poética que intuye el corazón, le tributó un reconocimiento universal al autor de El Principito, el escritor francés Antoine de Saint-Exupery, por su intuición de que lo esencial es invisible a los ojos. Y así es, porque lo que permanece y trasciende, otorga el sentido a todo y mueve la sensibilidad y la conciencia desde nuestra infancia, cuando sentimos y actuamos con espíritu abierto, limpio y espontáneo con una vida en armonía con la naturaleza bajo el aliento sutil que nos sostiene. Dice El Principito»:
El principito se fue a ver nuevamente a las rosas:
–No sois en absoluto parecidas a mi rosa; no sois nada aún –les dijo–.
Nadie os ha domesticado y no habéis domesticado a nadie. Sois como era
mi zorro. No era más que un zorro semejante a cien mil otros. Pero yo lo
hice mi amigo y ahora es único en el mundo.
Y las rosas se sintieron bien molestas.
–Sois bellas, pero estáis vacías –les dijo todavía–. No se puede morir por
vosotras. Sin duda que un transeúnte común creerá que mi rosa se os parece.
Pero ella sola es más importante que todas vosotras, puesto que es la rosa
a quien he regado. Puesto que es ella la rosa a quien puse bajo un globo.
Puesto que es ella la rosa a quien abrigué con el biombo. Puesto que es ella
la rosa cuyas orugas maté (salvo las dos o tres que se hicieron mariposas).
Puesto que es ella la rosa a quien escuché quejarse, o alabarse, o aun,
algunas veces, callarse. Puesto que ella es mi rosa.
Y se volvió hacia el zorro:
–Adiós –dijo.
–Adiós –dijo el zorro–. He aquí mi secreto. Es muy simple: no se ve bien
sino con el corazón. Lo esencial es invisible a los ojos.
–Lo esencial es invisible a los ojos –repitió el principito, a fin de acordarse.
–El tiempo que perdiste por tu rosa hace que tu rosa sea tan importante.
–El tiempo que perdí por mi rosa… –dijo el principito, a fin de acordarse.
–Los hombres han olvidado esta verdad –dijo el zorro–. Pero tú no debes
olvidarla. Eres responsable para siempre de lo que has domesticado. Eres
responsable de tu rosa…
–Soy responsable de mi rosa… –repitió el principito, a fin de acordarse (De
Saint-Exupery 1992, pp. 72-74).
«En Labios, genuina creación poética de Miguel Solano, el poeta interiorista que tiene conciencia de adulto y sensibilidad de niño, se sitúa en el corazón de los infantes y asume su imaginación para recrear una amorosa visión del mundo mediante el lenguaje del amor con el que siente y expresa el encanto y el sentido de lo viviente a la luz de lo que embellece y edifica:
Concentró la esperanza del Universo
en sus labios y yo pude masticarla.
Labios que sostienen el idioma sagrado
el paladar simbólico
la iniciación del ser
labios que me entregaron las verdades altas.
Ahora me acojo al recogimiento de sus recuerdos
a la muerte de la ausencia que renace,
labios que al adueñarse de mí
se adueñaron del arte por excelencia
e hicieron de mi corazón un polvorín de amor (Solano 2008, p. 36).
Finalmente explicó que «El niño lo siente todo porque todo lo entiende con el corazón. Con su sensibilidad abierta y empática, se comunica con todo, lo sufre y lo goza todo con su identificación emocional, imaginativa y espiritual con lo viviente. Por eso decía el Maestro de Nazaret que había que volverse como un niño para sentir y saber que vivimos en un paraíso, que es la manera de abrirse con amor a todas las cosas bajo el fulgor de lo viviente». Reseña de Miguelina Medina
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