Luz de oscura llama
CLARA JANÉS
LUZ DE OSCURA LLAMA
(Interior de un convento.
Juan tiene la visión de su final)
1ª VOZ MASCULINA
(En off)
(Severa, odiosa)
¡Qué muera en soledad,
que goce de este último tormento!
LEGO
¡Tanta dureza hacia un alma
que todo lo soporta en mansedumbre!
1ª VOZ MASCULINA
(En off)
¡Y véase privado
de toda compañía!
(Entra corriendo una Doncella con unas
vendas en las manos. Se dirige a Lego a
quien se las entrega)
DONCELLA
Hermano, aquí os traigo
las vendas para el santo.
¿Cómo está? ¿duerme?
LEGO
¿Quién lo adivina?
Tiene siempre los ojos en lo alto,
y no emite una queja.
El prior lo obligaba
a asistir a los actos
solo por reprenderlo duramente…
DONCELLA
mas él resplandecía en luces
y emitía dulcísimos aromas.
LEGO
Ahora ya está inmóvil.
En la celda más pobre lo han metido,
en silencio resiste los cuchillos
que penetran su carne hasta los huesos.
Con fuego cauterizan sus heridas,
sus cinco llagas como las de Cristo,
en tanto que le niegan medicinas.
DONCELLA
Mas él sana al enfermo,
ataja las tormentas,
vence las casas que se derrumban.
LEGO
¿Y vencerá también ese proceso,
esas difamaciones que hasta del hábito
pretenden despojarle?
DONCELLA
Nada podrán.
Y cuando el alma liberada
a la tierra ese cuerpo ya abandone,
el pueblo todo irrumpirá en su celda,
y celebrará gozoso sus milagros.
LEGO
Y hasta los cuatro vientos
proclamarán sus enseñanzas,
pues es maestro místico, pájaro solitario
de cinco propiedades adornado:
La primera, que se pone en lo más alto;
la segunda que siempre tiene vuelto el pico
hacia donde viene el aire;
la tercera que está solo y no consiente
ave alguna junto a sí;
la cuarta que canta muy suavemente;
la quinta que no es de color determinado.
DONCELLA
Porque es abismo
de noticia de Dios la que posee.
JUAN
¡Oh llama de mor viva!
PRIMER ACTO
(En el locutorio del convento de la
Encarnación. Monjas con hábito de calzadas
alborotando, enjoyadas, hablando con caballeros
–cuchicheos, risas, ruidos de trajes-.
Se oye un toque de campana.
Las monjas no hacen caso. Entra Teresa).
TERESA
¡Hermanas! ¿Qué es todo este alboroto?
Ya sonó la campana llamando a la oración.
(Las monjas siguen sin hacer caso)
TERESA
¡Señoras! ¿No me han oído?
¡Pasen al oratorio!
Fray Juan vendrá después a confesarlas.
(Las monjas se van marchando.
Queda Teresa sola)
Muerte dicen es mudar de costumbre,
y estas hijas, que en tal desorden viven,
bravías son, de difícil doma.
Pero yo misma, más de veinte años
con las sayas naranjas
estuve en esta casa
y en tan hermosa celda
que solo abandonarla me dolía.
¡Cuánto tardé en reformar la orden!
(Entra Juan)
JUAN
Loado sea el Señor, Madre.
¿Cómo se halla hoy el huerto
que sus manos cuidan?
TERESA
Todavía agreste y con escasos frutos.
La tierra no labrada
lleva abrojos y espinas.
JUAN
Para mayor triunfo del Divino Hacedor
que en floración trocará la maleza.
TERESA
Mas huyen como soplos nuestros días…
JUAN
¿Y aquella monja víctima del maligno?
TERESA
Confío en vuestro don.
JUAN
Desvaneced temores.
TERESA
Dichosa el alma
que las cabezas de la bestia fulmina
con lanzada de amor.
JUAN
Es difícil
sujetar a ciento treinta hermanas
a las que el hambre empuja
fuera de estos muros.
Con tanto ir y venir
al halago del mundo se acostumbran.
TERESA
Muy dura es la falta de alimentos.
JUAN
Requiere el cuerpo poco auxilio
cuando el alma está próxima al Señor.
TERESA
Mas precisa remedio.
Penitencia en exceso no conviene,
no se halle deleite.
JUAN
Vos, madre,
de manera muy bella dais excusas,
pero harto os complacéis
con el cuerpo de Jesús sacramentado.
Mortificaros he yo en este punto
por vuestra perfección.
TERESA
No apartemos los consuelos de la gracia.
El mismo Cristo necesitó
que un ángel lo confortara.
JUAN
Este es el punto nuestro cotidiano:
la noche de la fe.
En la oración debemos insistir.
Y las hermanas de este monasterio…
TERESA
Mucho les falta para alcanzar la quietud
que en el sueño recoge las potencias
y ya el agua del río
es quien riega el cercado por sí sola,
es la unión, ese glorioso desatino…
JUAN
de todo gusto hay que privarse para ello.
Son oración mental y estudio sus apoyos,
aunque se niegue el entendimiento luego.
TERESA
¡Aguardad! Aquí tengo aquellos libros.
(Teresa coge unos libros y se los entrega)
El abecedario, de Francisco de Osuna,
y otros de Laredo y García de Cisneros.
Harto trabajo nos queda por hacer.
JUAN
¡Mientras no nos los estorben
los hermanos calzados!
Parece que Fray Jerónimo Tostado
va camino de Roma
a negociar allí otros nombramientos…
TERESA
¡De él nos libre el Señor!
(Irrumpe en escena una monja no
reformada, endemoniada, graznando como
un cuervo. Otras monjas, reformadas, la
siguen hasta que consiguen sujetarla por los
brazos. La Endemoniada se dirige
directamente a Juan)
ENDEMONIADA
Cuervos y buitres
ávidos de tu sangre
buscan ya tus entrañas!
TERESA
¡Calle, hermana!
ENDEMONIADA
Hurgan ya entre las telas de tu carne,
sorben el fuego de tus pechos de hembra,
en número de siete.
TERESA
¡Hermana, sosiéguese!
JUAN
¡Déjela, madre,
Dios nos envía también pruebas terribles!
ENDEMONIADA
Culebra de tu cuerpo
en el cuervo se adentra,
entra en volcán de nieves, penetra la paloma,
rayos arranca a su pulpa encendida.
TERESA
¡Padre, haga algo, que este alma se pierde!
ENDEMONIADA
Dragón de lava estéril,
Elías y Moisés entrelazándose,
fundidos en su semen,
Lucifer que las brasas
por tu goce devoras.
TERESA
¡Acállela, Fray Juan!
ENDEMONIADA
Tu espada vierte aceite en llamas
en mi boca.
Con heridas inmundas
el corazón arrancas
y clavas en la cruz
entre los féretros.
JUAN
¡Suéltenla, nada teman!
(Las monjas dejan libre a la Endemoniada)
ENDEMONIADA
Íncubo que me preña
de sapos hediondos,
aenanthol, betel, cáñamo índico, belladona,
cicuta y raíz de heléboro son tus jugos.
Tres de tus pechos
con hiel me amamantan,
los otros tres
con leche de alacrán,
y el uno con Príamo de loco que embriaga.
(Se tira por los suelos y chilla, se da golpes
en la cabeza con el suelo)
TERESA
¡Traigan el agua bendita, hermanas,
que de ella huyen los diablos
para no tornar!
ENDEMONIADA
¡A mí, puto de Dios,
cabrón que con dos cuernos
taladra el pan de sangre y lo maldice!
¡A mí, a mi!
(Una monja trae el agua y un hisopo y otra
una cruz. Juan permanece inmóvil)
TERESA
Fray Juan, aquí está el agua.
JUAN
(Inmutable)
Denme la cruz.
(La coge con una mano y en la otra el hisopo)
“Adjutorium nostrum in nomine Domini”
ENDEMONIADA
¡Eres la rosa roja que devora
las palmas más erectas!
JUAN
(Echándole agua bendita)
En nombre de Dios,
yo te lo mando,
deja en paz a esta hermana.
ENDEMONIADA
¡Y eres palma de espinas,
que se clavan en mi seno!
JUAN
(Echándole de nuevo agua bendita)
¡Te lo ordeno, vete,
y di tu nombre!
(La endemoniada se retuerce violentamente)
ENDEMONIADA
¡Puto, cabrón, carroña!
Legión, ese es mi nombre.
JUAN
¡Vete, digo, por la Cruz!
ENDEMONIADA
¡Me ahogo ya, en el fuego
y la sangre que desprendes!
¡Ya me invaden!
¡Ya se me va el sentido!
(Queda desmayada)
TERESA
(Dirigiéndose a Juan)
¡Quedó por fin en paz!
¡Bendito sea el Señor
que tal poder os ha otorgado!
JUAN
¡Sea bendito y alabado,
y a todos el sosiego nos conceda!
(la Endemoniada se recobra y empieza a
levantarse. Teresa y otras monjas cogen
suavemente a la Endemoniada y se la llevan.
Las demás las siguen. Juan queda solo en escena,
visiblemente agotado)
JUAN
¡Oh que extraña fatiga!
Se desvanecen las fuerzas en mi cuerpo,
una niebla me envuelve,
se borran las imágenes
y se funde la voz en mi garganta.
¡Palabra y luz me huyen!
Acaso sea solo la congoja,
pues también esta noche
aquellos caballeros vigilaron mi casa,
sé que mis temores, son fundados:
nos quieren destruir,
exigen que abandone este convento…
en mis ojos se asienta la ceguera,
me acecha la oscuridad…
(Juan se dirige a una silla alta que es donde
confiesa, y se sienta en ella. Van entrando las
monjas y se van confesando. Cuando acaban
algunas entregan el hábito de calzadas.
Aparece la Doncella)
DONCELLA
Juan es la voz de la llama
que en la noche oscura
abre un camino al alma.
Juan es la roca firme,
inamovible, por la entrega,
pájaro solitario desasido de color.
(La Doncella desaparece. Juan se levanta de
la silla. Entra Teresa y lo acompaña a la puerta.
Él sale. Entra un caballero)
CABALLERO
Fray Juan se niega a abandonar
su cargo junto a ustedes
en favor de un calzado…
hallado es culpable, de rebeldía
y condenado a prisión,
¡por cuánto tiempo guste
el padre general!
TERESA
¡Ah, un viento helado se cierne en los sembrados!
(Las monjas quedan consternadas. Se apagan las luces.
Cae el telón).
(Clara Janés, Luz de oscura llama, Ávila, Talleres de Miján, 2002, pp. 25-41)
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