Función del adverbio y su supuesta invariabilidad
Por Tobías Rodríguez Molina
Es sorprendente que los textos de español no nos ofrecen información precisa y completa acerca del adverbio. Al acudir a Internet creía, al ser una fuente moderna de información, que encontraría bien precisado lo referente al adverbio. Pero no fue posible quedar complacido pues las informaciones que uno encuentra allí son limitadas en extremo. En www.juntadeandalucia.es se dice sobre el adverbio que “El adverbio es la parte invariable de la oración que modifica el significado del verbo.” Ahí tenemos una pobre y limitada definición del adverbio.
En Babelnet.sbg.ac.at se afirma sobre el adverbio: “Es la parte de la oración que modifica el significado del verbo o de otras palabras.” Aquí se encuentra otro limitadísimo concepto del tan importante elemento de nuestra lengua.
Consultando textos no tan modernos, encontramos también sorprendentes limitaciones, aun tratándose de personalidades de renombre y autores de libros de gramática. Nos dicen algunos de esos autores, al comenzar a hablar sobre el adverbio, que este es una palabra que nunca cambia de forma, pero luego afirman que algunos adverbios admiten los sufijos del diminutivo y del superlativo, o también la apócope. Ante esa aparente contradicción y limitadísimo alcance del adverbio que ellos nos ofrecen, tratemos de ver cuál es la verdadera realidad del adverbio.
Consultando algunos autores de textos de gramática, encontramos que Amado Alonso y Pedro Henríquez Ureña se refieren al adverbio con bastante precisión al aspecto formal del adverbio cuando dicen que es una forma invariable en cuanto que no tiene accidentes de género y número. (Amado Alonso y Pedro Henríquez Ureña, Gramática Castellana, Segundo curso, p. 160).
En vista de eso que ellos afirman, creo que no se les puede atribuir contradicción cuando hacen referencia a las formas apocopadas del adverbio muy, de mucho; cuán, de cuánto, etc. (Idem, p. 168). Lo mismo puede afirmarse cuando vemos que esos autores admiten la existencia de diminutivos en el adverbio, como aparece en tempranito, despacito, prontito, cerquita… (Idem, p. 169).
Sí creemos que hay contradicción, o al menos imprecisión, en aquellos autores que afirman, por un lado, que no sufre modificaciones morfológicas, que nunca cambia de forma, para luego decir que existe la posibilidad de que algunos adverbios admitan sufijos del diminutivo y del superlativo: despacito, ahorita, tempranísimo, lejísimos, etc. (José Escarpanter, Moderna Gramática Española, págs. 178-181).
Los mismos indicios de contradicción encontramos en las autoras Lacau-Rosetti. Dicen ellas que el adverbio es una palabra invariable, pero también afirman que sufre apócope delante del adjetivo o adverbio: cuán, de cuánto; muy, de mucho. Sostienen, además, que tienen grado superlativo: tempranísimo, lejísimos, etc. (Lacau-Rosetti, Castellano II, P168)
A las anteriores consideraciones habría que añadir otro detalle muy importante referente al aspecto formal del adverbio, el cual no aparece contemplado en los textos de gramática del español que uno maneja. Me refiero a lo que podría llamarse “variación cuasi genérica” del adverbio cuando aparece con sufijo diminutivo. Al respecto es de notarse que, cuando el mismo termina en o (temprano, despacio), el sufijo diminutivo termina también en o: tempranito, despacito. En cambio, si el adverbio termina en a (cerca, ahora), el sufijo diminutivo conserva esa a en su terminación: cerquita, ahorita.
Las anteriores consideraciones dan a entender que el adverbio, en su aspecto formal, tiene un comportamiento en cierto modo parecido al del adjetivo, ya que admite el grado superlativo (tempranísimo), apócope (cuán), diminutivo (ahorita), y tiene terminación “cuasi genérica” (cerquita) en muchos de los adverbios. Y todo eso deja dicho que el concepto de la invariabilidad del adverbio es muy relativo y no siempre ha sido expuesto con la debida precisión y de forma abarcadora. Eso ha quedado evidenciado con los datos que ya se les han ofrecido. Pero hay más, y eso lo podemos notar cuando leemos lo que nos dicen algunos autores de textos con respecto a la función del adverbio.
Así, si consultamos a José Escarpanter (op. cit., p. 178), encontramos que nos dice que el adverbio es una palabra que complementa al verbo, al adjetivo y también puede complementar a otro adverbio.
Del mismo tenor son las expresiones de las Lacau- Rosetti cuando afirman que el adverbio es modificador de verbo, adjetivo o de otro adverbio. (Lacau-Rosetti, op. cit., p. 178). Ambos autores se quedan limitados con respecto a la función del adverbio.
Uno de los autores que ofrecen una información un poco más completa acerca del adverbio, en su aspecto funcional, es Roca Pons. El afirma que el adverbio es una parte de la oración que modifica al verbo, al adjetivo o a otro adverbio, y luego añade que los adverbios no afectan necesariamente a una de las tres palabras indicadas, ya que pueden modificar, además, a una oración entera. Ejemplo: “Seguramente tu amigo no te había dicho la verdad.” (Roca Pons, Introducción a la Gramática, págs. 313, 323).
Llama la atención que ninguno de los autores consultados ni siquiera hace referencia a la posibilidad de que el adverbio pudiera modificar también a un sustantivo. Ante ese hecho, cabe la pregunta: ¿Acaso no puede el adverbio modificar también al sustantivo?
Una referencia a esa posibilidad se encuentra en el artículo “Algunas Precisiones Sobre El Adverbio”, de la autoría de Mercedes Rodríguez de Rodríguez, aparecido en el libro El Español Al Día, p. 205. Veamos lo que ella plantea: “¿Se limita el papel modificador del adverbio al verbo, al adverbio y a otro adverbio? Creemos que no, sino que algunos adverbios pueden modificar también al nombre.”
A nuestro entender, sí puede hacerlo. Y vamos a decir que esa es otra de sus funciones aunque no aparezca mencionada en los textos de gramática del español.
Veamos, al respecto, algunos ejemplos de oraciones con adverbios de cantidad modificando sustantivos. A. “Ellos comen más arroz que habichuelas.” B. “Ellas comen menos habichuelas que arroz.” C. “Encontraron que ella tenía más sangre de lo normal.”
Fijémonos que en ninguno de los casos puede decirse que los adverbios más y menos están modificando al verbo, sino al sustantivo.
¿Y qué decir de los ejemplos “El siempre hombre tuvo temor de enfrentarse a su rival.” Y “El nunca hombre se atrevió a enfrentarse a su rival.”? En los dos casos, un adverbio de tiempo está modificando al sustantivo hombre.
Las reflexiones que hemos presentado a su consideración deben haber dejado aclarado que, tanto en el aspecto formal (la llamada invariabilidad del adverbio) como en el aspecto funcional (su alcance o poder modificador), es necesario que los textos que nos informan sobre nuestra lengua española le dediquen más tiempo, espacio y profundidad al tratamiento del adverbio. Esa palabra de tanto valor en las lenguas así lo amerita.
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