La tradición literaria en Moca

Por Bruno Rosario Candelier

 

A Miguel Gómez Ovalle,

Quien irradiaba la llama de la Mocanidad.

 

Los centros culturales mocanos

Moca es un pueblo singular, no solo por su tierra feraz y su hermosa y pródiga naturaleza, sino por sus peculiares fluidos telúricos y sus singulares efluvios celestes con las fecundas irradiaciones espirituales que nutren la lumbre de la Mocanidad.

En esta obra desfilan los autores de alta significación para Moca, su historia y su literatura. Y se cuela entre sus páginas el aliento que hace de Moca una tierra singular por varias razones y, de un modo especial, lo que hace de nuestro pueblo un preciado tesoro del alma nacional.

El pueblo de Moca comienza a tener vida literaria en la primera mitad del siglo XIX. Enmarcado en un terreno fértil y un valle feraz en pleno corazón del Cibao, la comunidad de Moca data de principios del siglo XVII en plena etapa colonial española, y a partir del infausto acontecimiento de 1805 conocido como el degüello de Moca, tragedia que provocaran sanguinarias huestes haitianas contra la población mocana, el pueblo de Moca adquiere una notoriedad que se irá incrementando con el paso del tiempo mediante el aporte creador de sus munícipes en el orden agrícola, histórico, político, social, religioso, artístico y literario.

Siendo Moca un modesto pueblo recibió la visita en febrero de 1881 del Presidente de la República, presbítero Fernando Arturo de Meriño, y su secretario personal, el poeta Emilio Prud´Homme, días después publicó en el periódico El propagador, de Puerto Plata, una emotiva crónica en la que plasmaba sus impresiones sobre nuestra villa, destacando la animación cultural de la comunidad mocana. Citamos las palabras del poeta dominicano: “Cuando ya las sombras de la noche bañaban las copas de los árboles, y cuando se sentía entre los bosques el revoloteo de las aves en busca de sus nidos, las campanas de la iglesia anunciaban festivas que la Villa de Moca no estaba a muchos pasos. Con efecto: no tardamos diez minutos sin entrar a ese florido jardín cibaeño. (…) la Villa de Moca será pronto, si sus habitantes continúan como hasta ahora, una de las ciudades de primer orden de la República. Allí encontramos sociedades literarias, biblioteca pública y gran entusiasmo por el progreso intelectual”(1).

Efectivamente, las palabras de Emilio Prud´Homme correspondían a una realidad constatable. El entusiasmo por el progreso intelectual y la existencia de sociedades literarias ha sido una tradición en la Villa del Viaducto desde el siglo XIX. Moca ha expresado a través de las letras una vocación creadora insoslayable. Los mocanos han cantado efusivamente lo que emanaba del fondo entrañable de su sensibilidad y han escrito páginas memorables con la sustancia emotiva de las pasiones al influjo de los ideales y las aspiraciones de la colectividad.

En la primera parte del siglo XIX emerge la figura poética de Juan Antonio Alix (1833-1918), que se destacaría como el gran creador de décimas populares. Alix tenía una sólida vocación literaria, como la evidencia su numerosa producción poética con una señalada veta de cultura intelectual. Conocedor de los recursos poéticos y del lenguaje popular cibaeño, fue el primer poeta en crear una poesía que habría de sentar las bases de la literatura dominicana y, en tal virtud, fue el primer poeta en vivir de las letras en nuestro país, pues el vate mocano imprimía en volantes sueltos sus décimas, que daba a conocer en las callejuelas de Santiago, en el mercado público, en plazoletas y atrios de los templos. No solo fue el más alto representante de la lírica popular en nuestro país, sino el primer escritor criollo que sustenta la base de la literatura nacional con el acopio de lo popular, con el antecedente precursor, en la época colonial, de sor Leonor de Ovando en el siglo XVI, Luis José Peguero en el siglo XVII y Manuel Meso Mónica en el siglo XVIII.

El siglo XIX ve el despegue de las sociedades literarias, centros culturales y la creación de poesía y ficción tanto en Moca, como en las principales poblaciones del país. En 1887 se funda en Moca la sociedad cultural “Luz del porvenir”, institución pionera de una era de cultura que compartieron otros pueblos del Cibao. Se integraron a esa agrupación cultural los intelectuales mocanos Gabriel Morillo, José Antonio Guzmán, José Francisco Rojas, Agustín Brache, Elías Jiménez, Vicente de la Maza, Manuel Perdomo, Gumersindo Belliard, Ercilio Paulino, Juan María Contín, Francisco Leonte Vásquez y otros.

Correspondió a los miembros de “Luz del porvenir” dotar a Moca de una animación artística y literaria en la última década del siglo XIX, en el que predominaban las ideas románticas en narrativa y poesía, pues los escritores hacían del cultivo de las artes y las letras el blasón que gestaba el espíritu de la comunidad bajo la llama de la lumbre de la Mocanidad, sosteniendo y enriqueciendo la biblioteca pública, entonces centro social de amenos encuentros y fecundas tertulias, y promovían la celebración de veladas literarias, recitales poéticos, fiestas patronales y efemérides patrióticas.

La base de la tradición literaria mocana y del desarrollo de la Villa Heroica la hallamos en la sociedad “Luz del porvenir”. La sorpresa que experimentara el poeta Emilio Prud´Homme al encontrar en Moca sociedades literarias obedece al hecho de que esta comunidad era para entonces algo menos que un pueblo, una simple villa, como se puede apreciar en los grabados de Samuel Hazard.

Hacia el año 1901 aparece la sociedad educativa “El Normalismo”, que promovía en los habitantes de Moca las ideas pedagógicas de Eugenio María de Hostos a través de la creación de escuelas privadas para incentivar el amor al estudio, como se lo propusieron sus integrantes, entre los cuales hay que mencionar a Juan Crisóstomo Estrella, Federico Velásquez, Fernando de Lara, Elías Jiménez, Salustio Morillo, Lucas Guzmán y Manuel Cabrera. El influjo de esta agrupación en favor de la formación intelectual, educativa y estética se apreciará en el desarrollo cultural de nuestros ilustres compueblanos cuya huella llegaría más allá de la época en que ejerce la Presidencia de la República el prestante mocano Ramón Cáceres.

En 1927 surge en Moca el Centro cultural “Ariel”, al que pertenecieron Valentín Michel, Cándido Guzmán, Gumersindo Belliard, José de Jesús Olivares, Luis Álvarez, Lisandro Quiñónez, Francisco García, Antonio Guzmán Taveras, Siro Álvarez, Francisco Salvador Jiménez, Luis Olivares, Armando Almánzar y Juan María Contín. Para esa fecha ocupaba la Presidencia de la República otro mocano eminente, el general Horacio Vásquez. En esos años fecundos Moca vivía, al igual que otras comunidades del país, un tiempo de bonanza, y toda la zona del antiguo comercio local experimentó la edificación de nuevas construcciones que aún hoy testimonian una etapa de esplendor, desarrollo y crecimiento. Eran años de fervor cultural y animada vida intelectual, y en los hogares de la clase alta y de cierta holganza económica no faltaba un piano para los conciertos hogareños, una biblioteca con libros para leer y una inquietud genuina de superación a favor de desarrollo intelectual, educativo y cultural.

Otra entidad relevante en esa época fue la agrupación cultural “Lumen”, que idearan en 1939 Víctor Lulo Guzmán, Rogelio Espaillat, Ricardo Ismael López, Doroteo Regalado, Aurora Tavárez Belliard, Fresa de Lara, Julio Guzmán Bencosme, Aída Cartagena Portalatín, Rubén Vásquez, Carlos Guzmán Comprés, Valentín Michel, Angélica Sanabia, Manuel García Lizardo, Estela Rojas, Pura Dolores Tejada y Julio Jaime Julia.

Posteriormente otros intelectuales, estimulados por Julio Jaime Julia quien fundara el Ateneo Mocano en 1948, se sumaron a ese proyecto cultural, como César Ezequiel Guzmán, Angélica Sanabia, Antonio Rosario, Juana Abréu, Juana Muñoz, Antonio Francisco Rojas, Doroteo Regalado y Porfirio Guzmán Comprés.

En la postrimería de la década del 50, varios jóvenes profesionales mocanos se nuclearon para canalizar sus inquietudes culturales y, animados por el talento intelectual de Artagnan Pérez Méndez, crean  la sociedad “Sapientia club”, entidad que aglutinó a inquietos ciudadanos con el propósito de impulsar la alta cultura. Entre sus miembros figuraron Alberto Peña Lebrón, Hugo Pérez Caputo, Darío Bencosme Báez, Abigaíl Cruz Infante, José Olivares y Rafael Martínez. Tenían una motivación científica, filosófica, artística y literaria, y organizaban conferencias, tertulias y encuentros para debatir temas de interés social, político y cultural.

En 1966, cuando por tercera vez un mocano ocupa la Presidencia de la República en la persona de Héctor García Godoy, se crea en Moca el grupo cultural “Incógnito” para celebrar tertulias literarias y charlas de temas históricos y artísticos, que integraban Artagnan Pérez Méndez, Valentín Michel, Bienvenido de la Cruz, Tomás Cueto, José Rafael Lantigua, Chequelo Guzmán y Arnaldo Vásquez.

Hacia mediados de los 60 se enciende la vida cultural en Moca. En los años 1966-1968 inquietos jóvenes fundan el grupo literario “La Roca”, que capitanearan José Frank Rosario y José Rafael Lantigua, al que se incorporaron Ciprián Hernández, Ramón Díaz, Carlos Minaya, Alfonso Fajardo, Enrique Cuevas y Yiyo Villalba. Ese grupo floreció bajo el influjo inspirador de la profesora Rafaela Joaquín.

El año de 1969 es muy activo en nuestra comunidad, remozada con la creación de dos importantes agrupaciones culturales: el Centro Juvenil “Don Bosco”, con una inspiración religiosa en su base y un despliegue deportivo y artístico en su ejecutoria. En lo literario promovieron el cultivo del teatro, tarea en que actuaron José Frank Rosario, José Rafael Lantigua, Fernando Guzmán, Anselmo Comprés, Benjamín García, Mariano García, Félix Tejada, José de León Méndez, José Francisco Encarnación, Andrés Comprés, Luis Manuel Brito, Chelo Durán, Manuel Torres, Ramón Almánzar, Paín Bencosme, José Gabriel Castillo, Carmen Rosa Sosa, Nancy Mejía, Iki Tejada, Bruno Rosario Méndez, Jenly Guzmán, Miguel Taveras y Franklin López.

La otra importante agrupación literaria fue el Ateneo de Moca. En efecto, el acontecimiento cultural más relevante de esa década prodigiosa fue la fundación del Ateneo de Moca, en febrero de 1969, con el liderazgo de Adriano Miguel Tejada y el respaldo de Bruno Rosario Candelier, Alberto Peña Lebrón, José Rafael Lantigua, Rafael Suazo, Pedro Grullón Torres, Ángel Rosario Candelier, Juan Cuevas, Roque Guzmán, José Contín, Julio Cabrera, Luis José Disla, José Infante, José Olivares y Darío Bencosme Báez.

El Ateneo de Moca llegó a celebrar en nuestro pueblo los actos literarios de mayor envergadura y de más honda repercusión nacional, como la Semana de la Cultura Griega, el Coloquio de la Novela Dominicana, La Literatura Nacional y el Encuentro Nacional de Escritores, incluyendo la organización de conferencias, charlas, paneles, charlas radiales, publicaciones de libros y la creación de una organización literaria regional.

En 1978 Julio Jaime Julia organiza el Círculo de Estudios Literarios de la Provincia Espaillat (Celpe), al que se integran Aquiles Almonte, Marién Peña, Iván Carvajal, José Abel Ferreiras, Félix Hernández, Orestes Tejada y Pablo Antonio Cabrera. Y, cuando ese grupo se desintegra, al año siguiente funda el grupo cultural “Pedro Henríquez Ureña”, en el que participan José Rafael Vargas, Arquímedes Comprés, Juan Pablo Acosta, Marina Reynoso, Pedro Taveras, Lucy Cuevas y Santana Martínez.

En el año de gracia de 1979, Bruno Rosario Candelier convoca a los jóvenes creadores de Moca y funda el Grupo literario “Octavio Guzmán Carretero”, entre cuyos miembros fundadores figuraron Pedro Ovalles, Juana Elodia Peralta, Aquiles Almonte, Milcíades Frías Jiménez, Carlos Pérez, Juan Pablo Acosta y Custodia Reyes Santiago; y en la década siguiente se adhirieron Iki Tejada, Persio Pérez, Eugenio Camacho, Basilio Belliard, Yanet Valerio, Jacqueline Cáceres, Carmen Comprés, Luis Quezada y Artagnan Pérez Méndez.

El Instituto Mocano de Cultura, creado en 1984 por el autor de esta obra, fue una extensión del “Octavio Guzmán Carretero”, concebido para celebrar homenajes literarios a destacadas personalidades de las letras nacionales, tarea que respaldaron Darío Bencosme, Sebastián Taveras, Juan Pablo Acosta, Milcíades  Fríaz Jiménez, Luis José Disla, Lourdes Bencosme, Minerva Calderón, Miguel Peña, Haydeé Vargas, Luz Nerys López, Jacqueline Cáceres, Seneida García, Antonia García, Jeffrey Lizardo y Silverio López.

En 1985 el poeta Iki Tejada funda en Moca el grupo “Rincón del Arte”, en el que tomaron parte activa Benjamín García, Benito Castillo, Pedro Taveras, Jefrey Lizardo, Mariano García, Horacio López y Juan Luis Guzmán. Este grupo promovía la pintura y daba charlas y tertulias artísticas y literarias dirigidas al sector juvenil.

El 28 de julio de 1990, Bruno Rosario Candelier funda en Moca el Ateneo Insular, al que suma el grupo “Octavio Guzmán Carretero” para seguir los postulados organizativos y estéticos del Interiorismo como su doctrina literaria. Entre sus miembros figuraron los mocanos Iki Tejada, Sally Rodríguez, José Frank Rosario, Pedro Ovalles, Artagnan Pérez Méndez, Carmen Comprés y Custodia Reyes Santiago. Luego se adhirieron Raymond Pérez, Camelia Michel, Juan Pablo Acosta, Ana Sofía Lulo, Lorena Ramírez, Lorena Comprés, Juana de Jesús (Marisol Marte), Fari Rosario, Juan Luis Guzmán, Rosalba Escaño, Benjamín García, Mikenia Vargas, Roberto Miguel Escaño, Juan Santos, Rocío Santos y Nathalie Gómez Abréu. El Ateneo Insular y el Movimiento Interiorista tienen una proyección nacional e internacional. La Real Academia Española incorporó al Diccionario de la lengua española (Madrid, RAE, 23ª. edición, 2014, p. 1256) la definición del Interiorismo en los siguientes términos: “Movimiento literario fundado en la República Dominicana, que expresa el impacto de lo real en la conciencia, la dimensión metafísica de la experiencia y la belleza sutil con sentido trascendente”. Creado por Bruno Rosario Candelier, desde Moca se ha difundido en la República Dominicana, en Hispanoamérica y en Europa.

 Las promociones literarias en Moca

  Juan Antonio Alix es el fundador de la literatura dominicana y, en tal virtud, es el primer escritor mocano con reconocimiento nacional. Además de los centros culturales, coexisten las promociones literarias que suelen ser la fuente de creadores que animan la vida intelectual de una comunidad. La primera promoción de escritores mocanos la hallamos en 1890, que emerge bajo la inspiración del credo romántico y de la influyente sociedad cultural “Luz del Porvenir”, cuya vida institucional se extendió hasta los primeros años del siglo XX. Formaron parte de la primera promoción literaria Manuel María Sanabia, Francisco Leonte Vásquez, Fernando de Lara, Raúl Cabrera, José Francisco Rojas, Salustio Morillo y José María Michel. Esta generación fue estremecida por el magnicidio de Ulises Heureaux (Lilís), que aconteciera en Moca en 1899. Para entonces el país vivía bajo la zozobra de las luchas montoneras, y la voz de la manigua era un imán para la juventud ardorosa de aventuras y pasiones. La sociedad dominicana estaba sumida en un desaliento respecto al destino del país, y sus intelectuales y escritores intentaban con su pensamiento y su imaginación trillar los pasos iniciales para levantar el espíritu nacional de su inveterada postración con un proyecto de patria entre sus puños y un amasijo de ideales en sus alforjas mentales, acicateados por el anhelo de progreso y paz, prevalidos del ideal romántico y del sueño burgués, y en un concierto de optimismo emprendedor, los escritores sembraban la semilla de la fe en el porvenir, haciendo del cultivo de las letras un vínculo de identificación patriótica y de entusiasmo creador.

Eran los días de la impronta educativa de Eugenio María de Hostos, que cifró en la formación escolar una esperanza regeneradora y constituyó la primera voz en oponerse a la maña nacional de la manigua montonera para formar, con el concurso de principios educativos moralizadores, hombres y mujeres dispuestos a encauzar el destino nacional hacia su mejor desarrollo material y espiritual. En la base de esas aspiraciones radicaba el anhelo de una población sedienta de cultura y disciplina, y los intelectuales de la época endosaban al ideal literario el anhelo de crecimiento espiritual, paralelo al desarrollo material, y la creación literaria, que ha sido siempre la expresión estética más fehaciente de la dimensión espiritual de los hombres y los pueblos, evidenció en Moca su efecto bienhechor en el curso de su evolución histórica.

La promoción de 1900 emerge al siglo XX, tras el empuje creador de Juan Antonio Alix y sus múltiples décimas, con la figura sobresaliente de Gabriel Morillo, que refuerza las bases de la tradición literaria mocana con poemas, narraciones, ensayos, discursos y conferencias, al tiempo que lidera a los integrantes de su promoción, como Elías Jiménez, Ramón Guzmán Pichardo, Juan Crisóstomo Estrella, Leonte Vásquez, Manuel de Jesús Viñas, José Brache, Francisco A. Córdova y José Dolores Alfonseca.

La siguiente promoción, la de 1910, la integran Onésimo Polanco, Ramón Amado Guzmán, Gabriel Guerrero, Ciprián del Rosario, Ramón de Lara y Rodrigo Cervantes, promoción que le tocó vivir el “Sitio de Moca”, a raíz de la muerte del presidente Cáceres, y posteriormente la primera intervención militar norteamericana. Los aires renovadores se sentirían en todos los rincones de la República. El nacionalismo seguía siendo la llama que encendía los ánimos patrióticos; y los poetas, dramaturgos y escritores, motivados por la musa florida y galante de inspiración modernista, hacían de los salones del Club Recreativo o del Club de Damas de Moca, los atrios de las iglesias y el Parque Central, los escenarios de encendidos piropos mediante el arte de la versificación. Esa generación, como aconteciera en el país y en gran parte de la América hispana, suspiraba por el Sena de París y el glamour cortesano de fragancias exquisitas y sensaciones exóticas. Gabriel Morillo, que fue un templo vivo de la Mocanidad, plasma en sus poemas la humanización de las imágenes y la elaboración estética del lenguaje al estilo modernista, como apreciamos en su poema “Nocturno”: “Tras el bosque, cabe un lago/solitario, cristalino/ misterioso, cual un mago/flota un árbol, se oye un trino./Sobre el césped delicioso/y en el aire, forma un velo/el encanto luminoso/de algún ópalo del cielo./Un ensueño peregrino/se apodera de las cosas,/y en el espacio un divino/florecimiento de rosas./De ese lago transparente/en la onda vi una bella,/ ninfa rubia, castamente seducida de una estrella./Y en la atmósfera divina/de esas noches luminosas aprendí/ la peregrina poesía de las cosas./ Tras el bosque, cabe un lago solitario, cristalino,/misterioso, cual un mago,/se ve un árbol, suena un trino”.

Sigue la promoción literaria de 1920 capitaneada por José Bretón y que completan Ramón Amado Guzmán, Gregorio Felipe, León de Jesús Castaños, Pablo Rojas, Rubén de Lara y Ángel Morales. Y luego la de 1930, que le imprime a su obra los caracteres de la tendencia socio-realista, como lo hace la más importante figura de esa generación y una de las figuras sobresalientes de las letras dominicanas. Me refiero a Octavio Guzmán Carretero, a quien sus compueblanos apodaban Cachón, y que tenía, como dijera Aída Cartagena Portalatín, la capacidad de observación de la realidad social y la preocupación por el quehacer y el destino del hombre (2). Además de Guzmán Carretero, integraron la promoción del 30 los intelectuales Valentín Michel, Pedro Reyes Vásquez, Francisco Guzmán Comprés, Gabriel Guerrero, Armando Almánzar, Juan María Contín, Julio Guzmán Bencosme y Aurora Tavárez Belliard. Sofocada por una aplastante crisis económica, esa generación sufrió los rigores de la pobreza y la precariedad material, por lo que se despertó en sus creadores la conciencia de lo social, orillando un Socio-realismo centrado en lo popular, lo nacional y lo vernáculo, que los llevó a ahondar en las raíces de la dominicanidad. Como enseñara Pedro Henríquez Ureña, estos creadores moldearon los perfiles de la expresión propia en busca de la idiosincrasia nacional con actitudes y costados de la realidad social y antropológica, local y nacional.

Tras el reconocimiento nacional que alcanzara Juan Antonio Alix por sus admirables décimas, le siguen los poetas Gabriel Morillo, con sus Mirtos y laureles; Octavio Guzmán Carretero, quien logró un alto puesto en las letras dominicanas con el poemario Solazo. Este ilustre poeta mocano participó en las tertulias de “La Cueva”, que funcionaba en la capital dominicana a principios de los 30 en la residencia del poeta Rafael Américo Henríquez, donde compartió con importantes creadores nacionales de la talla de Domingo Moreno Jimenes, Fabio Fiallo, Juan Bosch, Héctor Incháustegui Cabral y Franklin Mieses Burgos. Luego se une al “Grupo Minoritario de Santiago”, con Tomás Morel y José Bretón, este último oriundo de Moca.

En “Oración”, Octavio Guzmán Carretero testimonia un rasgo de su virtud lírica cuando pone a orar a la naturaleza desatando el aliento cósmico anidado en los elementos circundantes: “Era una hora escuálida y remota/ diluida al temor de la penumbra:/en cada rostro herido de fatigas /una humedad de bendición subía…/la paz formó un asilo de azucenas/bajo el alero lila del retorno;/y en cada labio muerto se asomaba/la intención de la frase transparente./En todo florecía una angustiada/ serenidad divina, y el campo de oro/entre el camino de las ascensiones/pasaba de lo diáfano a lo simple…/El viento trajo de la sierra parda / fracciones de fragancias y de trinos,/mientras la tarde en los caminos pobres/sembraba la frescura de la ausencia…/En el llano pequeño el buey oscuro/asaltó de miradas el barranco, y escondiendo sus ojos sin nociones/¡un perdido horizonte de llanuras!”.

La promoción de 1940 prohijó prestantes figuras literarias, siendo los más prominentes Aída Cartagena Portalatín y Manuel Valerio, que completaron Julio Jaime Julia, Víctor Lulo Guzmán, Estela Rojas Garrido, Pura Dolores Tejada, Carolina Hernández, Luis Napoleón Núñez Molina, Ayanes Pérez Méndez, Ramón Antonio Molina (Papa Molina), Marino Vásquez Rodríguez y Edith Jiménez. Ese grupo de escritores hizo de la Villa del Viaducto un centro cultural dinámico, y los poetas de esa promoción le dieron categoría al arte de la versificación. En “Cómo llorar la muerte de una rosa”, Aída Cartagena proyecta su vocación social y de protesta, que canalizó mediante los recursos simbolistas, creacionistas y surrealistas, según la pauta de la estética sorprendida: “¿Cómo llorar la muerte de una rosa,/si los amaneceres han desdoblado el mundo,/y en la hierba que tiembla cerca de los rosales/ se han quedado las albas vueltas gotas de agua?/Sólo desde la tierra/tienen brillo de ámbar las estrellas./A la tierra amarga vuelva/ la lluvia del color de los rosales./Sentir como los musgos se asen a las piedras;/hay un rencor en la brisa viajera./Hombres no han llorado/porque caen los hombres./ ¿Cómo llorar la muerte de una rosa?”.

Manuel Valerio fue uno de los poetas precursores del Realismo trascendente en la literatura dominicana, dimensión de la realidad que privilegia, cultiva y promueve el Movimiento Interiorista. Mediante la auscultación de los veneros mitológicos, metafísicos y místicos, con un lenguaje que sintetiza la expresión sensorial, conceptual y espiritual hace de la emoción estética un rico filón de lo sublime, como se aprecia en “Cantares” de Manuel Valerio: “Tu voz en el agua./Mi cuerpo en el agua./Tu voz y mi cuerpo/en el agua./Por el agua va mi cuerpo./¿A dónde irá mi cuerpo/en el agua?/¡Ay, que la muerte refleja/toda su sombra en el agua!/Tu cuerpo en la llama./Mi voz en la llama./Mi voz y tu cuerpo/en la llama./Por la llama de tu cuerpo/¡A dónde irá tu cuerpo/en la llama?/¡ay, que la muerte refleja/toda su sombra en la llama!/¡Ay, mi cuerpo en la sombra del agua!”.

Aída Cartagena y Manuel Valerio formaron parte de la Poesía Sorprendida que capitaneó Franklin Mieses Burgos en Santo Domingo en la década del 40 del s. XX. Manuel Valerio formaría el grupo cultural “Los juglares”, que en los 50 dictaba conferencias y organizaba recitales en los barrios populares de la capital dominicana; y Aída Cartagena dirigió en los 60 la revista Brigadas dominicanas, y su novela Escalera para Electra, con singular entronque griego y raigambre mocana, remozaría la novelística nacional.

La promoción del 50 cuenta con dos escritores de la talla de Alberto Peña Lebrón y Artagnan Pérez Méndez, que completan Antonio Rosario, Víctor Lulo Guzmán, Manuel García Lizardo, Darío Bencosme, José Antonio Viñas Cáceres, Servio Tulio Almánzar, Fermín Arias Belliard, José Olivares, Rubén Lulo Gitte y Juan Arístides Taveras Guzmán.

Quiero consignar aquí un hecho que viví en los años cincuenta, que se condice con la tradición literaria mocana y que en el pasado debió tener una enorme incidencia en la vida cultural de nuestro pueblo. El hecho que me llamó la atención sucedió en una fábrica de cigarros. Las fábricas de cigarros tenían en Moca un lector que les leía obras literarias a los operarios mientras estos realizaban sus faenas laborales. Este dato no lo digo porque me lo contaran mi padre o cualquier viejo de la época. Quien escribe, siendo niño, contempló lo que dice pues vio una escena de lectura en la fábrica de cigarros “La Imperial”, ubicada en los 50 en la calle Colón de Moca: uno de los trabajadores leía la novela El conde de Monte Cristo, de Alejandro Dumas, mientras los tabaqueros preparaban y picaban el tabaco de los cigarros. Yo mismo me sorprendo ahora al cabo del tiempo al evocar esa escena y el detalle de que entonces yo mismo le preguntara a mi primo tabaquero, a quien ese día le llevaba un recado a la citada empresa, y recuerdo claramente que me dijo que cada jornada laboral escuchaban capítulos de una novela o de una obra de aventuras o de un libro de reflexión, lo que constituía una forma de mantener a los obreros entretenidos, al tiempo que los dotaba de cultura literaria.

La animación cultural que ha signado la vida social, histórica y literaria en Moca probablemente se debe a la valoración que tenían los mayores de nuestro pueblo por el desarrollo intelectual, lo que explica la frecuencia de veladas literarias, la asistencia a la biblioteca pública o la existencia de centros culturales y agrupaciones literarias en Moca.

Pues bien, la promoción literaria de 1960 emerge en circunstancias socioculturales en que se valoraba altamente el cultivo del espíritu y en consecuencia se organizaban conferencias y tertulias, y se cifraba en la creación literaria la manifestación más alta de la sensibilidad estética y la imaginación creadora, con la concreción de los altos ideales que signaban nuestras vidas.

La generación del 60 la integraron Bruno Rosario Candelier, Freddy Bretón Martínez, Santiago Estrella Veloz, Fernando de Lara Viñas, José Antonio Viñas Cáceres, Mario Cáceres, Adriano Miguel Tejada, José Rafael Lantigua, José Frank Rosario, Pablo Michel Díaz, Rhadamés Rodríguez, Jorge Díaz Piñeyro, Terencio Cepeda, Rafaela Joaquín, Ligia Minaya, Germán Santiago, Rafael Gutiérrez Belliard, Ángel Rosario Candelier, Pedro Grullón Torres, Antonio Manuel Brito, Luis Emilio Montalvo, Javier Capellán, Argentina de Álvarez, José Abigaíl Cruz Infante, Eduardo García Michel, Fernando Rojas Mejía, Juan Manuel Santos Taveras, Carmen Comprés, Juan Castellanos y los sacerdotes salesianos Jesús María Tejada y Luis Rosario. A esa generación de escritores la sacude la muerte de Trujillo, fraguada por mocanos, y la estimula la apertura democrática, la revuelta de abril de1965 y el renacimiento de la fe nacionalista con la consecuente preocupación social y la conciencia de una cosmovisión humanizada en el cultivo de las artes y las letras.

Los literatos mocanos de la generación del 60 se nuclearon en el Ateneo de Moca en cuyo nombre organizamos semanas culturales, coloquios literarios, certámenes poéticos, presentaciones radiales, tertulias intelectuales, cursillos literarios, ediciones de obras y exposiciones pictóricas y bibliográficas. El Ateneo de Moca hizo de la Villa Heroica un polo cultural en la geografía literaria nacional, como dijera el escritor chileno Alberto Baeza Flores (3).

Los escritores de mi generación, la del 60, no podemos obviar el reconocimiento a valiosas figuras que hicieron de Moca su residencia, como el intelectual alemán Karl Uslik Fisher; el poeta vegano Emilio García Godoy; y el sacerdote español Cipriano Ibáñez (4).

La promoción del 70 vio el surgimiento de notables valores literarios, como José Rafael Vargas, Isidoro Santana y Giovanny Cruz, que completan José de León Méndez, Pedro Pompeyo Rosario, Juan Monegro, Luis Manuel Brito, José Bencosme, Elízabeth Méndez de Objío, Paula y Venecia Joaquín, David Gómez, Gabriel Guzmán Marcelino, Sobeyda Guzmán, Dorca Barcácel y Claudio Acosta.

La promoción literaria del 80 cuenta con valiosas figuras, como Sally Rodríguez, Pedro Ovalles, Persio Pérez, Eugenio Camacho, Custodia Reyes Santiago, Milcíades Fríaz Jiménez, Juana Elodia Peralta, Fernando Guzmán, Isidro Silva, Pedro Taveras, Gerardo Taveras, Santiago (Chago) Rojas, Fidencio Bencosme, Manuel Jiménez, Florencio Tejada, Arcadio Rojas, Juan Pablo Acosta, Domingo Caba Ramos y Aquiles Almonte.

Y desde la década del 90 se dieron a conocer Iki Tejada, Carmen Comprés, Basilio Belliard, Benito Castillo, Carlos Salcedo, Rafael Guzmán Fernández, Amable Guzmán, presbítero José Giovanny Solís, Antonio Gómez Alba, Felipe Mena, Antonio Utate, Juan Luis Guzmán, José Toribio Rosa, Luis Quezada, Mariano García, José Luis Paulino y Benjamín García. Con “Fuga”, de Sally Rodríguez, podemos ilustrar el amor de los mocanos al terruño, la compenetración con los elementos naturales y el vuelo lírico y metafísico de la agraciada poeta mocana: “La música húmeda de la tierra/me fecunda/Cristales marinos me cercan la cintura/Un círculo de silencio me ciñe/y quiero caminar/que mis pasos y palabras se humedezcan/ Derrama sobre mí tu noche y tu mirada/ Yo soy una mujer con resplandor herido/y no quiero sentir creciendo angustiada/ la voz y la mirada inmóvil de la tierra/ Te busco bajo la lluvia/ y en los bosques de amapolas /me escondo de la muerte”(Sally Rodríguez, Luz de los cuerpos, p. 47).

Hasta las poblaciones de Jamao y Garpar Hernández llega el bienhechor influjo de la irradiación espiritual de la Mocanidad, como lo confirman Víctor Gómez Bergés, Alejandro Arvelo, Minelys Sánchez, Daniel Tejada, Valentín Amaro. Y de La Cumbre de Puerto Grande son los poetas Mikenia Vargas y Daniel Sánchez Olivares.

La más reciente promoción de escritores mocanos, surgidos en las dos primeras décadas del siglo XXI, cuenta con talentosos cultores del quehacer literario, entre los que figuran Ramón Fari Rosario, Gerardo Mercedes, José Gabriel Morales, Nicolás Arroyo Ramos, Tony Genao, Dulce Jiménez, Kenia Mata Vargas, Rafael Guzmán Torres, Ángel Domínguez, Elba López, Carolina Guzmán, Mikenia Vargas,José Sánchez Disla, Juan Santos, Nathalie Gómez Abréu, Rocío Santos, Neris Morilla y Natalia Guzmán Taveras.

Merecen una especial mención los actuales benjamines de la creación poética en Moca, que integran el grupo literario “Triple llama” bajo la orientación del poeta Pedro Ovalles. Conforman ese grupo juvenil los poetas Leoni Disla, Jennifer González, Luis Alfredo Jiménez, Yadira Rosario Batista, Pablo Ramos Bencosme, Crismely Jiménez, Carmith Herrera, Soneida Pérez, Nathalia Grullón, Rocelio Solís, Winston Paulino y Luciano Abréu.

En un balance de las letras en Moca podemos afirmar que la Mocanidad inspiró la gestación de la literatura nacional con las décimas de Juan Antonio Alix; la creación de la lírica modernista en la poesía de Gabriel Morillo; la modernización de la novelística dominicana, con la ficción de Aída Cartagena Portalatín; la gestación de la poesía mística en las letras nacionales con la lírica teopoética de Freddy Bretón;la literatura inspirada en la realidad trascendente con la gestación del Interiorismo de Bruno Rosario Candelier; la creación de una literatura reflexiva y luminosa al modo de un Anthony de Melo oun Jalil Gibrán en Benjamín García; y la hondura espiritual de alta prosapia bíblica con la huella de fecundas revelaciones trascendentes en la obra exegética de Luis Quezada, quien explaya el Apocalipsis del Nuevo Testamento en un texto iluminador y edificante.

Quiero consignar aquí, como un dato de alta significación cultural, el bienhechor influjo espiritual de la parroquia de Nuestra Señora del Rosario, el templo inspirador de la Mocanidad, con el desarrollo de varias figuras de la vida intelectual mocana, pues no es casual que Juan Antonio Alix, el iniciador de las letras nacionales, fuera bautizado en ese templo parroquial de Moca; no es casual que Gabriel Morillo, el primer poeta de la Mocanidad, asistiera con frecuencia a meditar en esa sacrosanta iglesia del Rosario en busca de la sedación espiritual y la meditación interior; no es casual que Artagnan Pérez Méndez, destacado jurista y promotor religioso de fecunda espiritualidad, fuera monaguillo en esa centenaria parroquia mocana; no es casual que el fundador de la poesía mística en las letras dominicanas, Freddy Bretón Martínez, fuera monaguillo en ese agraciado templo católico; y no es casual que el creador del Interiorismo, Bruno Rosario Candelier,en su adolescencia entrara con frecuencia a contemplar y orar en ese augusto recinto sagrado.

La vetusta parroquia Nuestra Señora del Rosario, primordialcantera inspiradora de la Mocanidad, fue el escenario del fatídico degüello de Moca, ejecutado por sanguinarias tropas haitianas en 1805; es la tumba de héroes locales y antiguos presidentes de la República oriundos de Moca; ha inspirado a eminentes cultores de las letras nacionales; ha sido el epicentro de relevantes acontecimientos religiosos, sociales, políticos y culturales que vertebran la historia de Moca y de la nación dominicana; y ha sido un foco fecundo y luminoso de irradiación del aliento sacrosanto de lo divino.

En efecto, el aura de la Mocanidad se nutre de las raíces telúricas con su historia y su cultura, la onda peculiar de su ambiente natural y la savia fecunda de la fe católica con el aliento sutil de la espiritualidad. El templo Nuestra Señora del Rosario en el pasado, y el Santuario del Corazón de Jesús en el presente, han sido la rutilante lumbre nutricia de la Mocanidad.

Moca como polo literario de la literatura nacional

“Si son importantes los “polos” de desarrollo literarios en nuestra América, también son importantes las actividades de los “sub-polos culturales”, entre los cuales pudiéramos ubicar a Moca”, consignó el escritor chileno Alberto Baeza Flores, en La poesía dominicana en el siglo XX  (Santiago, UCMM, 1977, T. II, p. 313).

En el pasado varios pueblos del país fueron escenarios de una fecunda actividad cultural, como San Pedro de Macorís en el Este; Baní y Neyba, en el Sur; Puerto Plata en el Norte; y en el Cibao, Santiago, San Francisco de Macorís, La Vega y Moca.

Importantes antologías provincianas dan cuenta de la labor literaria en los pueblos, como las de Julio Jaime Julia y Eugenio Camacho sobre la poesía y la prosa en Moca. Esas antologías reflejan el valor de la obra literaria de autores mocanos y su aporte a las letras nacionales.

Moca constituye, con otros focos culturales de nuestras provincias, un centro creador activo de una dinámica participación en el quehacer literario nacional, y es sin duda un “polo cultural” en el corazón del Cibao, y no lo digo yo, sin duda movido por un etnocentrismo afectivo. Lo afirma el escritor chileno Alberto Baeza Flores en su estudio sobre La poesía dominicana en el siglo XX (citado, p. 313). En esta importante historia de la poesía dominicana, al analizar la edición de Solazo preparada por Adriano Miguel Tejada, Alberto Peña Lebrón y Bruno Rosario Candelier, el citado escritor pondera, además, el aporte del Ateneo de Moca como la entidad literaria que convirtió a la comunidad mocana en un centro de creación y promoción de las artes y las letras a la luz de los valores locales y nacionales.

En efecto, los más importantes escritores del país han participado en Moca en diversos coloquios literarios, charlas, tertulias, publicaciones, exposiciones o recitales literarios de los cuales se dieron información en la prensa escrita y otros medios de publicidad. Moca no es solo el centro de una fértil región agrícola, sino un vivero de inquietudes sociales, económicas, políticas, educativas, religiosas, artísticas y literarias, y en este último renglón la literatura ocupa un lugar señero, como lo revelaría un censo de las programaciones de las organizaciones consagradas a la difusión de la cultura, como fueron Luz del Porvenir, Lumen, Sapientia Club, Ateneo de Moca, Centro Juvenil Don Bosco, Rincón del Arte, Taller literario “Octavio Guzmán Carretero” y el Ateneo Insular.

Moca ha dado al país historiadores y antólogos, como Julio Jaime Julia y Adriano Miguel Tejada; tradicionalistas locales, como Elías Jiménez, Ernesto Moscoso López, Rubén Lulo Gitte y Eduardo García Michel; críticos y ensayistas, como Gabriel Morillo, Bruno Rosario Candelier, José Rafael Lantigua, Carlos Salcedo, Basilio Belliard y Pedro Ovalles; periodistas publicistas, como Pedro Reyes Vargas, Santiago Estrella Veloz y José Rafael Vargas; profesores consagrados que influyeron en el cultivo de las letras, como Aurora Tavárez Belliard, Valentín Michel, Artagnan Pérez Méndez, María Teresa Julia, Virginia Ferreiras, padre Juan Montalvo, Pedro Grullón Torres, Pedro Porrello, Rafaela Joaquín, Ligia Belliard, José Frank Rosario, Adriano Miguel Tejada y Luis Quezada Pérez; politólogos ilustrados, como José Abigaíl Cruz Infante, Juan Arístides Taveras Guzmán, Mario Cáceres, Pedro Taveras y Carlos Amarante Baret; narradores audaces, como Aída Cartagena Portalatín, Santiago Estrella Veloz, José Frank Rosario, Artagnan Pérez Méndez y Fari Rosario; y poetas de diversa urdimbre, como Juan Antonio Alix, Gabriel Morillo, Octavio Guzmán Carretero, José Bretón, Manuel Valerio, Aída Cartagena, Pura Dolores Tejada, Víctor Lulo Guzmán, Alberto Peña Lebrón, Freddy Bretón, Sally Rodríguez, Iki Tejada, José Frank Rosario, José Rafael Lantigua, Carmen Comprés, Pedro Pompeyo Rosario, Basilio Belliard, Fari Rosario, Camelia Michel, Roberto Miguel Escaño, Benjamín García, Mariano García, Juan Santos, Rocío Santos, Persio Pérez, Luis Quezada y Mikenia Vargas.

Valiosos profesores, intelectuales y personas notables han hecho en la Villa Heroica obras auspiciadoras de un imponderable aporte al desarrollo de las artes y las letras con su participación a favor de la lumbre de la Mocanidad.

Cuatro de los movimientos estéticos que han surgido en la historia literaria nacional han contado con presencia mocana. El Postumismo de Domingo Moreno Jimenes recibió la adhesión de dos valiosos poetas mocanos, José Bretón y Octavio Guzmán Carretero, que también formaron parte del “Grupo minoritario” de Santiago en la década del 30. La Poesía Sorprendida albergó en su seno a dos ilustres mocanos: Manuel Valerio y Aída Cartagena Portalatín, cuyos primeros libros se dieron a conocer a través de su importante órgano literario. La Generación del 48 contó con dos intelectuales mocanos, Alberto Peña Lebrón y Darío Bencosme Báez; y el Movimiento Interiorista, además de su creador, tiene una valiosa representación mocana en Sally Rodríguez, Iki Tejada, José Frank Rosario, Freddy Bretón, José Rafael Lantigua, Carmen Comprés, Camelia Michel, Roberto Miguel Escaño, Luis Quezada, Juan Santos, Rocío Santos y Mikenia Vargas.

El periodismo ha tenido en Moca una fecunda producción editorial. No me refiero a los reporteros locales, que los hay de todos los niveles, sino a la publicación de periódicos impresos, dirigidos y editados en Moca, con materiales de diversas disciplinas de interés general y páginas literarias con reproducción de trabajos en prosa o en verso de autores mocanos, con el propósito de despertar el interés por las humanidades desde el ámbito de las letras. La revista Renovación fue, en las primeras décadas del siglo XX, un agente de ilustración y divulgación cultural; y Presencia mocana, capitaneada por José Abigaíl Cruz Infante, evidencia el empuje editorial de una comunidad provincial activa, fecunda y entusiasta.

Los integrantes de varias generaciones de mocanos nos educamos con los textos educativos de Aurora Tavárez Belliard. Recuerdo que yo repetía orgulloso, cuando aprendí a leer, una frase emblemática de su libro Rayito de sol: “El campesino se acuesta temprano y se levanta al rayar el alba”.

En música y canto se destacan Arístides Rojas Guzmán, Catalina Jáquez, Gabriel del Orbe, Papa Molina, César Hilario, Elenita Santos, Antonio Morel y Luis Ovalles. Todos ellos han cultivado la creación musical, la composición y el canto.

En las ciencias tenemos a Juan Manuel Taveras Rodríguez y Sergio Bencosme Ruiz, investigadores en centros médicos internacionales. Ambos hicieron contribuciones notables a la ciencia médica.

Varios escritores mocanos han consignado en sus testimonios y relatos los atributos del pueblo de Moca donde crecieron y conocieron la realidad familiar, social, campesina y urbana, como Elías Jiménez, Pablo Michel, Julio Jaime Julia, Rubén Lulo Gitte, José Rafael Lantigua, José Abigaíl Cruz Infante, Ayanes Pérez Méndez, Elízabeth Méndez de Objío, Adriano Miguel Tejada y Eduardo García Michel.

Al hablar de las artes, las letras y sus creadores, conviene privilegiar el enfoque de este estudio en los géneros ortodoxos de poesía y ficción. Porque el tema de la pintura, con las figuras de Poncio Salcedo, Guillo Pérez, Antonio Guadalupe, Hugo Mata,Félix Tejada, José Collado y Julio Tejada, merece una consideración aparte. Como también la labor teatral de José Frank Rosario y José Rafael Lantigua en los años 60 del siglo XX, o la actuación teatral de Eugenio Camacho, Belkis Pineda, Gerardo Mercedes y Benjamín García en las primeras décadas del siglo XXI. Desde luego, la obra literaria de autores mocanos y su aporte a las letras nacionales es el tema central en este libro.

Buena parte de la renovación artística tiene lugar en el Cibao, y Moca y autores mocanos tienen un papel protagónico en la creación literaria y en la gestación de la vanguardia literaria nacional. Al decir esto pienso en importantes creadores oriundos de Moca y con raíces locales fundadas en las vivencias de la Mocanidad. Me refiero a Juan Antonio Alix y sus Décimas; Gabriel Morillo, Dulces enigmas; Octavio Guzmán Carretero, Solazo; Aída Cartagena Portalatín, Escalera para Electra; Manuel Valerio, Coral de sombras; Alberto Peña Lebrón, Órbita inviolable; Freddy Bretón, Entre la voz y el fuego; Sally Rodríguez, Luz de los cuerpos; Iki Tejada, Un latido en el bosque; Pedro Ovalles, El color de la eternidad; Carmen Comprés, Será otro azul; José Frank Rosario, Entre el polvo y la ceniza; José Rafael Lantigua, Los júbilos íntimos; Basilio Belliard, Piel del aire; Fari Rosario, Polvo y olvido; Rocío Santos, Una gota en el mar; Juan Santos, La llama perpetua; Mikenia Vargas, Uña y carne; y otros cuya obra hemos celebrado en coloquios de la Academia Dominicana de la Lengua, el Ateneo Insular y la Oficina senatorial de Espaillat.

Justamente, Juan Antonio Alix, Gabriel Morillo, Octavio Guzmán Carretero, Manuel Valerio, Aída Cartagena Portalatín, Alberto Peña Lebrón, Julio Jaime Julia, Santiago Estrella Veloz, Freddy Bretón, Sally Rodríguez, Iki Tejada, Adriano Miguel Tejada, José Rafael Lantigua, José Frank Rosario, Artagnan Pérez Méndez, Eduardo García Michel, Pedro Ovalles, Carmen Comprés, Basilio Belliard, José Rafael Vargas, Mikenia Vargas, Fari Rosario, Benjamín García, Mariano García, Gerardo Mercedes, Juan y Rocío Santos, Mikenia Vargas y Luis Quezada son los creadores más representativos del quehacer literario mocano y, por los méritos de sus obras, sus nombres figuran en los textos de historia y crítica literaria y en antologías de la literatura dominicana. Los citados escritores han hecho un aporte a la literatura nacional en el plano de la poesía, la ficción y el ensayo. Por algo esos autores fueron incorporados a las corrientes literarias donde se hallan las voces más vigorosas de la literatura nacional, como José Bretón en el Postumismo; Octavio Guzmán Carretero en los Independientes del 40; Aída Cartagena y Manuel Valerio en la Poesía Sorprendida; Alberto Peña Lebrón en la Generación del 48; y la poética del Interiorismo de Bruno Rosario Candelier es enaltecida por Sally Rodríguez, Freddy Bretón, Iki Tejada, José Frank Rosario, José Rafael Lantigua, Carmen Comprés, Camelia Michel, Fari Rosario, Juan y Rocío Santos, Roberto Miguel Escaño y Mikenia Vargas.

El Interiorismo del Ateneo Insular

  El 28 de julio del año de gracia de1990 el autor de esta obra concibe en Moca un nuevo movimiento literario que formaliza y da a conocer con el nombre de Interiorismo, nombredel fundamento estético del Ateneo Insular, institución integrada por grupos literarios y escritores de varias poblaciones del país, como Moca, Santiago, Mao, Montecristi, Santiago Rodríguez, Puerto Plata, San Francisco de Macorís, La Vega, Jarabacoa, Constanza, Santo Domingo, La Romana, Hato Mayor, Miches, Baní y Azua. Este nuevo movimiento literario surge como respuesta a la demanda de reclamos espirituales que mitiguen la frustración y el desencanto, la crisis de valores, el vacío existencial y el anhelo de trascendencia, y propone un nuevo planteamiento estético centrado en una interiorización, reflexivay trascendente, en busca de la creación mitopoética, la verdad metafísica y el aliento místico de lo viviente. Frente al agotamiento de las pautas estéticas existentes, los interioristas entendían que la literatura precisaba de un modelo de hondura interior, mediante el cual los creadores literarios exploren sus percepciones entrañables, la dimensión metafísica de la realidad, la verdad poética y la belleza sutil de las imágenes estéticas, no con simples juegos verbalistas carentes de sentido, sino mediante la auscultación del fondo profundo de lo real con la contemplación metafísica de lo viviente y la vivencia mística de lo divino a la luz del Numen de la sabiduría espiritual del Universo.

Asumimos lo mejor de la tradición literaria local, nacional y universal. En el plano local, elegimos a Manuel Valerio  como nuestro precursor inmediato, cuya obra estimamos paradigma para nuestros objetivos estéticos; en el plano nacional heredamos el aporte estético y espiritual de los postumistas, los independientes y los sorprendidos, como la dimensión cósmica de Domingo Moreno Jimenes, la vertiente metafísica de Manuel del Cabral, la faceta mitológica de Franklin Mieses Burgos y la onda espiritual de Máximo Avilés Blonda. La estética interiorista cultiva y potencia una literatura mitológica, metafísica y mística para desarrollar en las letras dominicanas el Realismo trascendente. Asumimos lo mejor del pasado literario y nos nutrimos del aporte creador de nuestros predecesores y de las tendencias que han fomentado las vertientes trascendentes. Aprovechamos el aporte de la Clasicidad y la Modernidad para enrumbar nuestra creación hacia el desarrollo de la sensibilidad espiritual en procura del fondo interior del hombre, los efluvios de las cosas y la irradiación sutil del Cosmos.

Un ejemplo es “Inquietud”, de la interiorista Carmen Comprés: “¿Hacia dónde van las cosas/que al final son la nada?/Este lodo bañado en los ríos/de las calles tumultuosas./Estas espinas dolientes que rasgan la piel/y dejan sus huellas en cada piedra milenaria/derramando el púrpura que esconden con dureza./Estas rosas que crecen sin sentido en mi pecho por perderse en el llanto impreciso del rocío./¿A qué este temblor de mi cuerpo/por el llanto de los ríos?/¿A qué este nudo en mi garganta/desgarrando el grito en mi silencio?/¿A qué esta posición fetal/por el miedo de nacer en otro espacio?/¿A qué esconderme en las entrañas/de la tierra/para encontrarme de nuevo/en el Cosmos con el Todo?” (5).

En fin, Moca ha hecho un singular aporte al desarrollo de las letras nacionales y ha contado con creadores cuyo cultivo de la inteligencia y la sensibilidad constituye una forma elocuente de testimoniar la dimensión luminosa y espiritual de lo viviente. De ahí que Moca tenga una vigorosa tradición literaria canalizada en diferentes órganos y géneros, autores y obras, potenciada hoy por la fuerza pujante del Interiorismo del Ateneo Insular.

Los grupos literarios “Octavio Guzmán Carretero” y “Triple llama” encarnan la continuidad de la mejor tradición literaria mocana (6), y sus miembros constituyen, en esta etapa de nuestra historia, cultores que enaltecen las letras mocanas, signo y cauce de una creación fehaciente de autores y obras que han aportado a la literatura nacional la visión humanista, refrescante y luminosa de la lumbre de la Mocanidad. El teólogo, poeta y promotor cultural mocano, Luis Quezada, creador interiorista con mirada amorosa y sabiduría mística, escribe “Interioridad” (7), un balbuceante poema que celebra, jubiloso, el Interiorismo:

Entro en mí

buscando la verdad, el bien y la belleza;

hilos de oro van trenzando mi experiencia,

hilos de plata van bordando mi expresión.

Y descubro en ese camino interior

que nos encontramos sumergidos en un misterio,

dimensión profunda de sentido,

que lo envuelve todo,

y que resumo en una palabra: Amor.

Entonces brota en mí la poesía como expresión

y la mística como experiencia,

como cauces privilegiados que me descalzan

para acercarme reverentemente al Misterio.

Entonces encontré al que yo buscaba,

porque antes Él ya me había encontrado.

Y caí en la cuenta de que el orden del Misterio

no es verdad, bien y belleza, sino al revés,

que la belleza va delante, abriendo el camino;

el bien le sigue, calentándonos con su fuego interior

y la verdad resplandece como iluminación que refulge

en la oscuridad, para llenarlo todo de claridad.

Y descubro que tanto caminar y fluir hacia adentro,

nos lleva a la rica confluencia del ser,

que es plural, relación y alteridad.

Pues soy en la medida en que otros son parte de mi ser,

Soy-con-otros-y-por-otros,

Y así puedo gritar lleno de júbilo: EUREKA

El Todo no es la Nada ni la náusea

sino un Misterio profundo cargado de Sentido

que nos sumerge en el océano infinito

del amor y la ternura.

 

Bruno Rosario Candelier

Movimiento Interiorista del Ateneo Insular,

Moca, República Dominicana, 25 de junio de 2018.

 

Notas:

  1. Julio Jaime Julia, Notas para la historia de Moca, Santo Domingo, Publicación de la UASD, 1985, p.19.
  2. Ver Aída Cartagena, “Recordando a Tavito”, en Octavio Guzmán Carretero, Solazo, Moca, Ateneo de Moca, 1975, 2da. ed., p.18.
  3. Alberto Baeza Flores, La poesía dominicana en el siglo XX, Santiago, UCMM, 1977, T. II, p. 312.
  4. Bruno Rosario Candelier, Letras mocanas, Santo Domingo, Publicaciones de la UASD, 1985, p. 12.
  5. Poema cedido al suscrito por Carmen Comprés en julio de 2005.
  6. Desde mediados del siglo XIX hasta el presente, Moca ha tenido agrupaciones y centros culturales y literarios que han fomentado la lumbre de la Mocanidad.
  7. Poema leído por su autor como epílogo de su conferencia sobre “Mística y poesía” en el Encuentro del Movimiento Interiorista celebrado en el Centro de Espiritualidad “San Juan de la Cruz”, en La Torre, Moca-La Penda, el sábado 23 de junio de 2018.
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