Cocal, ñango/a, montear, ramalazo
Por Roberto E. Guzmán
COCAL
“Sembrar todas las costas del país de COCALES . . .”
El vocablo del título es uno que puede provocar equivocaciones. La interpretación que se le dará a este dependerá del país en que se use. En este aparte se verán las acepciones acreditadas por el uso.
Para los hablantes de español dominicano se entiende que este vocablo del título tiene relación con otro de larga historia en el español internacional, coco. El vocablo coco figura en el tomo segundo del Diccionario de la lengua castellana, compuesto por la Real Academia de la Lengua Española del año 1729, con una descripción detallada, “Fruta de un árbol de la India semejante a la palma, la cual antes que le quiten la primera corteza (que es cabelluda y de color castaño) es tan grande como un melón muy grueso. . .” (Adaptación de RG).
De acuerdo con lo que refiere Oviedo, en el tiempo de la llegada de los europeos a América encontraron ya el coco en Centroamérica. Se acepta que el vocablo fue inventado por los portugueses desde la primera visita a la India. El origen del nombre y la historia que hay detrás del vocablo es muy rica en datos curiosos, pues el mismo vocablo, coco, sirvió para mencionar el fantasma usado para amedrentar los niños.
El vocablo coco pasó a todas las lenguas, aunque en algunas hubo de recibir otro elemento explicativo, como en inglés, coconut, porque el mismo vocablo se usaba para el cacao y el coco.
Un cocal en Bolivia y Perú es un “terreno donde se cría o cultiva coca”; así lo asienta el diccionario oficial de la lengua española. Ese diccionario consigna en América Central, Cuba, Ecuador, México, Puerto Rico y Venezuela, un cocal es un cocotal, esto es, “un sitio poblado de cocoteros”.
Por esto de la siembra de coca se expresó al principio de este aparte que había que ser cuidadoso cuando se usa el vocablo cocal.
El Diccionario de americanismos de la Asociación de Academias añadió a la lista anterior la República Dominicana como país donde un cocal es un cocotal. Algo interesante con respecto del coco, la fruta, es que nada de esta se pierde, ninguna parte del fruto queda sin uso.
ÑANGO, A
“Le dan la espalda para que ella lleve a ÑANGO el fruto de la improvisación . . .”
La letra eñe es un signo distintivo de la lengua española. Solo el español tiene esa letra con esa virgulilla encima que representa un sonido que en otras lenguas representan con una combinación de letras. La rayita encima de la ene /n/ al principio fue recta, luego se representó curva, como lo es en la actualidad.
En el español dominicano existen por lo menos treinta y ocho voces que comienzan con esa letra, por lo menos eso es lo que aparece en el Diccionario del español dominicano.
La voz ñango tiene varias significaciones en el español dominicano. Aquí se verán algunas de ellas y especialmente la que se usa en la frase copiada.
En funciones de adjetivo, referido a una cosa o parte del cuerpo, ñango transmite la idea de que esa parte está “inclinada, torcida”. Una persona ñanga es la “contrahecha, deforme, desgarbada”. En los casos en que tiene relación con cosas o personas, es “abundante”.
La última significación de ñango es la menos usada en la actualidad, es el “macuto de guano que se lleva a la espalda”. En la situación que describe la cita, la voz ñango la usan como referencia para mencionar el lugar o la parte del cuerpo de la persona en que de costumbre se lleva el ñango, macuto. Esa es la deducción que se hace de la lectura de la cita. Si no es así, entonces el propósito es de mencionar el macuto en tanto modo de acarreo aludiendo al continente.
MONTEAR
“Su vida transcurrió entre los conucos, el MONTEO en los fondos de la sierra . . .”
La primera mención americana del verbo montear aparece en los escritos de Bartolomé de Las Casas, referido a “perseguir al indio cimarrón o alzado”, sitúa esta acción en la isla La Española; obsérvese que solo menciona al indio.
Este verbo deriva de la palabra monte del castellano antiguo, conocida también en el portugués de ese período histórico de la lengua; cuya mención aparece ya en el Cid como “arbolado o matorral de un terreno inculto”.
En español se conoce desde hace largo tiempo la acepción del verbo montear en tanto “buscar la caza en los montes”. Las personas experimentadas en esta labor eran los monteros que recorrían los montes a pie para cazar animales y más adelante en la historia con la evolución hacia la crianza de estos, para cuidarlos.
La labor de montear fue importante en La Española entre los siglos XVI y XIX. Debe recordarse que durante largo tiempo en los montes de la isla La Española existió la crianza libre de ganado que se cazaba básicamente para aprovechar el cuero que se vendía en el comercio intérlope a través de las costas alejadas de los puertos reconocidos y de las autoridades.
En la actualidad ya casi no se practica la acción de montear, es decir, buscar la caza en un monte. Muchas personas utilizan el montear con otros propósitos diferentes a los descritos, simplemente para “andar por el monte o la selva”. El monteador dominicano fue la persona que buscaba y perseguía la caza en los montes.
La versión moderna de montear es un deporte que se practica con la ayuda de motocicletas, es el motorcross, que consiste en un recorrido a través del campo.
RAMALAZO
“C. no escapó a sus RAMALAZOS”.
La terminación -azo sugiere acción violenta o golpe. Puede esta terminación introducir aumentativos también. En su origen el vocablo ramalazo sirvió para el golpe dado con el ramal que era un cabo de soga, cuerda. De ahí pasó a representar la señal que dejaba el golpe. En los tiempos modernos se utiliza para mentar un dolor agudo y repentino que se extiende por una parte del cuerpo; por lo general este dolor es pasajero.
Como sucede con muchos otros vocablos de la lengua, este pasó a cubrir otras áreas, esto es, extendió su alcance semántico.
En sentido figurado en el español dominicano el ramalazo llega a aludir a un ataque verbal de una persona acerca de otra. Con ese sentido aparece en el texto escogido para introducir su estudio en esta sección.
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