BRUNO ROSARIO CANDELIER: “DIÁLOGO DE LA CULTURA DE AMÉRICA LATINA”
Me complace participar con esta charla telemática en este “Diálogo de la cultura de América Latina”, convocado por don Marco Lucchesi, presidente de la Academia Brasileña de Letras. Me parece muy oportuna, de parte de don Marco, la convocatoria de este diálogo en razón de la circunstancia, de la peculiar circunstancia que estamos viviendo en este doloroso período de pandemia y encierro a consecuencia del efecto negativo del coronavirus que está afectando al mundo entero.
Pues bien, un hecho cierto que se puede inferir de esta dolorosa circunstancia es habernos dado cuenta de que antes vivíamos felices y no lo sabíamos. ¿Qué implica eso? Bueno, que ahora estamos lamentando, en primer lugar, el riesgo para nuestra salud del contacto humano entre personas en diferentes ambientes, lo que antes no percibíamos o lo que antes no implicaba riesgo. Ciertamente, en la historia de la humanidad ha habido muchas pandemias y, en cada circunstancia adversa que provoca una pandemia, los seres humanos tienen que recogerse y aislarse. Y digo que han ocurrido muchas pandemias porque la misma historia así lo confirma. De hecho, en tiempo de Jesús, por ejemplo, ocurrió la pandemia terrible de la lepra. Los que tenemos la edad de adulto mayor, pues, vivimos en nuestra infancia una pandemia fruto de la viruela y nuestros padres vivieron en su infancia la pandemia que produjo una gripe malísima, la llamada “gripe española” al término de la primera guerra mundial que, naturalmente, afectó a millones de seres humanos. Es decir, cada cierto tiempo hay pandemias. En la película “Lo que el viento se llevó”, inspirada en la novela de Margaret Michel, que es uno de los mejores filmes que se han realizado en la historia de la cinematografía, hay el relato de una pandemia y se nota cómo la gente tenía que ocultarse en la casa y evitar el contacto para no tener contagio del virus gripal que mató mucha gente hacia finales del siglo XIX. En fin, traigo a colación ese detalle por la idea que señalé al principio de que antes vivíamos felices y no lo sabíamos. Significa, entonces, que esto debe servirnos de reflexión, no solo para reconocer lo que somos, sino sobre todo, para ponderar lo que podemos hacer en función de nuestras inclinaciones intelectuales, morales, estéticas y espirituales, y, naturalmente, eso es fruto del Logos.
El Logos de la conciencia fue ideado por Heráclito de Éfeso, uno de los antiguos pensadores presocráticos, quien habló por primera vez del Logos y asignó a esa energía de la conciencia el nombre de Logos, en cuya virtud podemos hablar, pensar, intuir y crear. Y esas cuatro manifestaciones de nuestra capacidad intelectual, enaltecen la condición humana y, desde, luego, nos permiten testimoniar nuestras intuiciones y vivencias con un propósito creador. De hecho, en este período de pandemia mucha gente ha tenido que reflexionar y pensar en su propia situación. En primer lugar, disfrutar la soledad, la soledad que tan poco estimula nuestra cultura. La contemplación, el silencio, la soledad son factores indispensables, muy importantes para el conocimiento de nosotros mismos, para la observación de la realidad, para uno auscultarse a sí mismo y, sobre todo, para ponernos en contacto con los efluvios de la Creación y, desde luego, con las manifestaciones suprasensibles de los mundos sutiles, porque nosotros estamos instalados en una realidad, en una particular realidad. Todos tenemos un punto de contacto con el Universo y, desde ese punto de contacto con el Universo, tenemos acceso a una dimensión de la realidad que solo nosotros conocemos y, por consiguiente, si tomamos consciencia de que tenemos un punto de contacto con el Universo en cuya virtud podemos percibir determinadas manifestaciones sensoriales y suprasensibles, no solo se fortalece nuestra comprensión del mundo, sino nuestra capacidad cognitiva y nuestra vocación creadora. Desde luego, eso nos permitirá tener consciencia de un poder creador que tenemos para lo cual, naturalmente, se necesita tener fe: fe en uno mismo, fe en el propio talento creador, fe en la capacidad de testimoniar una visión del mundo que pueda iluminar a otros, a valorar la vida y nuestro propio ser y de lo que podemos hacer por los demás, porque justamente cada ser humano puede hacer algo por los demás. No solamente estamos llamados a desarrollarnos a nosotros mismos para crecer material y espiritualmente, sino que también podemos contribuir a hacer mejor nuestra sociedad. Eso es algo que nos puede enseñar este período de pandemia: ¿qué podemos hacer por los demás?, ¿qué podemos hacer por nuestros vecinos?, ¿qué podemos hacer por nuestra comunidad?, sobre todo, ¿qué podemos crear de manera que haya un aporte de nuestra conciencia, un aporte de nuestra sensibilidad, un aporte de nuestra intuición para hacer mejor y más placentera y más significativa la vida humana? Para eso, naturalmente, es importante, adquirir conciencia social, conciencia cultural y conciencia espiritual, el sentido del valor de la cultura, el sentido de la idiosincrasia de nuestra lengua, de la idiosincrasia de los pueblos y las lenguas de otras culturas, lo que sería factible y posible, y de una mayor posibilidad de acción, si logramos cierto desarrollo intelectual, estético y espiritual y, en lo posible, si podemos lograr el sentido de la iluminación. ¿Iluminación para qué? Para tener una mejor comprensión de lo viviente. ¿Iluminación para qué? Para tener una concepción adecuada de la naturaleza. ¿Iluminación para qué? Para tener una mejor comprensión de lo humano. Para tener una adecuada valoración de un ideal, un ideal de vida; iluminación para tener una auténtica y genuina compresión de lo viviente a la luz de lo divino.
Nosotros estamos hechos a imagen y semejanza del Creador del mundo, somos parte de la misma Divinidad ya que somos una emanación de la Divinidad. Tener consciencia de eso es algo muy importante para nosotros ponderar la alta significación de la vida humana con un sentido de respeto, con una amorosa visión de la realidad y de la existencia, con una valoración del amor y la sabiduría, dos aspectos claves para tener un mejor y más grato sentido de la vida. Porque, ciertamente, como escribiera Manuel Mejía Vallejo, en un tango llamado “Volver”, cantado por el famoso cantante argentino Carlos Gardel, se dice que “no es un soplo la vida”. Y, efectivamente, no es un mero soplo la vida. ¿Por qué? Porque encarnamos en nuestra condición humana el soplo del Espíritu, que es inmarcesible, y que enaltece nuestra condición humana. En tal sentido es importante tomar consciencia de estos aspectos que he comentado y esa es la importancia de este “Diálogo de la cultura de la América latina” convocado por don Marco Lucchesi, presidente de la Academia Brasileña de Letras, a quien le agradezco esta invitación cuya participación la hago en nombre de la Academia Dominicana de la Lengua. Agradecido por esta invitación, les habló Bruno Rosario Candelier, director de la Academia Dominicana de la Lengua. Muy buenas tardes a todos ustedes y espero que sigamos avanzando en nuestro derrotero hacia la luz. ¡Feliz jornada!
Academia Dominicana de la Lengua, 13 de agosto de 2020.
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