Los entresijos del viento, de Freddy Bretón: Una novela con sabor campesino salpicada de poesía espiritual

Por Luis Quezada

 

Moca, uno de los 5 municipios que conforman la provincia Espaillat (junto a Cayetano Germosén, San Víctor, Jamao al Norte y Gaspar Hernández), consta a su vez de 7 distritos municipales: José Contreras, Juan López, Las Lagunas, Canca la Reyna, El Higuerito, Monte de la Jagua y La Ortega.

Es en el distrito municipal de Canca la Reyna, donde se inicia el desarrollo de esta sapiencial novela campesina, salpicada de poesía espiritual, en la cual sentimos la “brisa suave” del Espíritu, que nos empuja a vivencias enceronadas de valores y sanas tradiciones.

En Canca, una familia – los Bretones – de profundas raíces ancestrales y espirituales, hilvana esta historia contada por uno de sus miembros, con un tono jocoso y un salero criollo, que hace apetecible su lectura, provocando seguidilla al más cuajado lector de narrativa.

Desde el inconsciente literario, la novela se construye desde una estructura septenaria, como expresión de plenitud y perfección, que nos deleita a todo lo largo de sus 369 páginas, en las cuales intercala 64 poemas suyos, sin contar los que inserta de otros autores en el cuerpo mismo de la narración, todos muy bien trenzados y cruzados en el texto de la novela.

Freddy Antonio de Jesús Bretón Martínez respiró desde pequeño sanidad familiar. Su narrativa es expresión elocuente de la bendición que ha sido para él haber nacido en el campo. En esta novela, Freddy Bretón, más que volver al campo, se muestra en ella como fiel a sus orígenes rurales. Podría decirse sin exagerar que toda su vida transpira el campo.

Mons. Freddy Bretón es nuestro pastor y nuestro poeta místico. Pero también es nuestro narrador con sabor y olor a campo. Todo lo que hace y escribe Mons. Freddy Bretón lo hace y escribe con sabrosura y sabiduría.

La jocosidad sapiencial aparece a cada instante a todo lo largo de esta hermosa narrativa. En un breve párrafo introductorio, nos advierte con mucho salero: “Supongo que conviene, al internarse en esta obra, tener a mano la rosa de los vientos o tal vez mejor el GPS”.

ENTRESIJOS y VIENTO son las dos palabras que definen esta novela intencionalmente eólica como la ha subtitulado su autor. LOS ENTRESIJOS constituyen la materia (usando la terminología aristotélica), pues ellos expresan las dificultades, las complicaciones así como las cosas ocultas que están en el interior de nuestras vivencias. El VIENTO constituye la forma, la sustancia que anima y da aliento permanente al quehacer de la existencia.

Por otra parte, su identidad campesina es tan arraigada, que baña también su espiritualidad y toda su esperanza. Mons. Freddy Bretón no se imagina el cielo sin la belleza del campo: “¿Cómo podría haber un cielo sin la airosa palma real, o sin los recios guayacanes? ¿Sin infinitos bosques con olor a cedro y a sabina, sin aves y melodías que aniden en ellos? ¿Habría felicidad perfecta sin valles ondulantes, con sus diminutas flores silvestres? (p.367).

La novela nos deja en el paladar y en el espíritu un dulce sabor a confiar, esperar y agradecer. Por eso, quiero ir finalizando con el último trozo de una “Cancioncita para despertar la confianza”. Dice:

Y después de estos combates

mi Dios

y de tanto caminar,

yo iré

por el soplo de tu Espíritu

a la Patria Celestial.

Al paso del tiempo, cuando ya Freddy Bretón esté disfrutando eternamente de la alegría de los bienaventurados, muchos quizás lo recordarán como el pastor y el poeta chichigua, y quizás esto explique la razón última de que la novela sea intencionalmente eólica, ya que su narrativa comienza en el primer párrafo con un tal Felipe, que “tenía encumbrado un enorme pájaro que bramaba benigna con un rugido grave y sonoro” (p.13), hasta llegar al último párrafo de la novela, donde el autor expresa: “No espero nada sin el cielo de mi infancia, de nubes blancas, de azul profundo y transparente. Tampoco entendería un paraíso sin ángeles o papalotes zumbando alegres, mientras avanzan retozando con el viento” (p.368).

Es verdad. El viento atraviesa toda la novela. Dice el autor: “Es evidente que, después de sentirme brisa altanera que jugueteaba en las cumbres, he llegado a ser un susurro apenas perceptible (p.366). Esa ventolera es el mayor signo de su personalidad. Por eso, en un párrafo de introito, el autor afirma: “En este libro relato las interioridades y peripecias de alguien, quizá las del viento. Creo que está por verse aún quien es el verdadero protagonista de esta historia” (p.7).

Cuando uno ve la estructura de la obra expresada en el índice, uno se convence de que en ella todo es viento: Banderas al viento…Voces en el viento…aires urbanos…Ventolera…Otros aires…Bóreas, el soplo del norte…Viento recio…Siroco, el aliento del Sahara…Aires sureños…Cara al viento…Esperando el viento favorable…Vientos alisios…Barlovento.

Debo confesar el apartado que él titula “Vientos alisios”, fue el que más disfruté, por la enorme jocosidad que le imprimió al mismo, a través de tres personajes reales que conoció el autor como son Doroteo (El Doro), Prisca y el buen Dositeo.

Para darles un “trailler” de la jocosidad permanente que irradia esta novela, me permitiré del mismo texto, mostrarles algunos botones. (Leer directamente algunos pasajes en “Vientos alisios”).

Puedo decir, arrimando el hombro a mi parcela teológica, que Freddy Bretón es un hombre-viento, un hombre-soplo, un hombre-Espíritu.

Los entresijos de la vida, no le han impedido a Freddy Bretón que el viento sople donde quiere y nos lleve, como brisa suave, a disfrutar de la belleza esplendorosa de la vida.

Esta novela constituye un verdadero vademécum de la existencia humana, que transita movida por el viento, superando todas las adversidades.

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