Tertulia Letras de la Academia: charla de Laura Gil sobre Durckheim

Es para mí un placer estar con ustedes en esta Academia Dominicana de la Lengua. Agradezco esos elogios que también me preocupan, porque tendré que hacer un esfuerzo para estar a la altura de las expectativas que han creado, pero en fin, haremos lo que podamos.

Vamos a hablar de Karlfried Durckheim, uno de los grandes maestros zen alemán del siglo XX, ahora que hablamos tanto de la globalización y de la interculturalidad. Ese personaje cobra una importancia todavía mayor, porque no solamente es un occidental que ayuda a que en el Occidente se conozca mejor la espiritualidad oriental y que comprendamos también en qué medida puede ser complementaria de los valores de la cultura occidental. No es que menosprecia una por valorar a la otra, sino que también es muy consciente de las diferencias que hay entre una y otra, y cuando se refiere específicamente a lo que no puede aportar el zen, el conocimiento y la práctica del zen y de la meditación, lo hace consciente de que está hablando para occidentales y que los occidentales tenemos una cultura y unas estructuras mentales psicológicas diferentes a las de los orientales.

Entonces, se puede resumir que el gran aporte de Durckheim, es darnos un zen, pero para occidentales. Voy a comenzar leyendo un fragmento, porque nada me parece mejor que oírlo hablar a él mismo y luego les daré algunas indicaciones, algunos datos biográficos para conocer un poquito más de este personaje y después voy a analizar algunos aspectos que creo que son los fundamentales de su pensamiento, además de darles los títulos de sus libros más importantes para que luego ustedes me digan si quieren preguntar, comentar algunas cosas y sobre todo, yo espero que la presentación que hago esta tarde, aquí en la Academia Dominicana de la Lengua, que sea un comienzo y no un final, que se interesen por la obra de Durckheim, que traten de leerlo directamente. Hoy en día algunos de sus libros se pueden bajar de internet en formato PDF, o sea, que es asequible para el público que esté interesado; pero se trata de un occidental, que escribe para occidentales, que trata de llevar lo que son las técnicas de meditación y la manera de percibir el mundo del zen a los occidentales. Él se refiere incluso a la figura de Cristo como un arquetipo y esto no debe extrañar. Dice él:

“El hombre que no acoge a su ser esencial y que elude a su responsabilidad vigilante que le deben tantas personas, ha caído ya en el sueño, por la experiencia viva del ser esencial y por la íntima toma de conciencia de Cristo, es como la VIDA abre los ojos. La emancipación del hombre en su esencia es la experiencia del Cristo inmanente en nosotros, su expresión primordial, incluso su mismo ejemplo es la frase de san Pablo: “Ya no soy yo quien vive, sino Cristo es quien vive en mí”, que expresa para la humanidad viva de la tradición cristiana, la trascendencia inmanente. Descubrir la unidad con el ser divino exige ser interpretadas por símbolos las palabras de Cristo: “Yo soy la vid y vosotros los sarmientos”, nos muestran cómo deben ser la unidad a la que se llega. La experiencia de la unidad implica una íntima conciencia de participación en el TODO, que abarca el Universo, el TODO creador y liberador manifestado en cada uno de sus elementos”.

Otra imagen ilustra el mismo pensamiento, es el de la hoja y el árbol. Por mucho tiempo, que la hoja desde el exterior, el árbol que le aparecerá como separado de ella y de una grandeza aplastante, pero quizás un día comprenderás de repente, que ella es una hoja del árbol y que participa en el misterio de ese árbol, en sus innumerables hojas, más aun, descubrirá que el árbol, fuente de su fuerza, origen de su forma y raíz de su ser está en ella, más que ella misma es el árbol en el lenguaje de la hoja, ella no es el árbol, el árbol es todo lo infinitamente grande que le parece al que mira desde afuera, no obstante ella misma es la grandeza infinita en el lenguaje de su más íntima parte, ella puede dirigirse al árbol como si estuviera fuera, pero solo puede comunicarse realmente con él, con certidumbre de ser comprendida si ella es al mismo tiempo interior al árbol, cuando el árbol está en ella e interior en él. Esta imagen ilustra la forma en que el hombre, que ha despertado a la trascendencia siente el misterio que está presente en él, así como en todas las cosas y al cual denominamos Dios, el despertar al ser esencial levanta el velo que arrojó sobre nuestra conciencia original, la conciencia que domina nuestro tiempo, por la que el hombre se adhiere en el plano lógico, ético, estético y teológico a los sistemas establecidos. Es preciso empezar una vida nueva para que actúe la verdad de los momentos en que lucen las estrellas, en los cuales el hombre ha percibido por primera vez su propia profundidad y ha sentido la promesa y la vocación, que tras los momentos de gracia llevan a trabajar metódicamente en su transformación. La respuesta a esta llamada es entrar en la verdad iniciática. Solo aquel que ha despertado a su ser esencial, puede decir yo soy.

  1. D. Durckheim fue un conde alemán, es una pequeña hoja de un árbol, de una estirpe noble, destacada en su país, en la diplomacia y en la política. Nació el 24 de octubre de 1896 en Múnich, ciudad de Alemania. Participó en la primera guerra mundial como soldado y durante algún tiempo también se adhirió al nazismo como muchos jóvenes alemanes, hasta que descubrió que era medio judío. Entonces consiguió que lo enviaran al Japón por un tiempo y desde 1937 hasta 1947 se quedó en Japón. Cuando el protectorado en Japón en mano de los norteamericanos se supo sobre su aversión al partido Nazi y estuvo encarcelado.

Las experiencias de la guerra y de la cárcel fueron para él, según su testimonio, las más enriquecedoras y las que más lo llevaron a conocer lo que es el ser esencial, trascendente, lo profundo, lo espiritual en el ser humano. Desde 1950 en  E. Router en la Selva Negra él estableció un centro, que denomina Psicoterapia Iniciática. Él era egresado de la universidad de Kiev, en psicología y luego en esta misma universidad también impartió docencia en psicología y en filosofía; es por tanto un hombre con una sólida formación, tanto en el pensamiento occidental, imagínense ustedes esas universidades alemanas y que aprendió el Sen directamente en Japón con maestros que se lo inculcaron a través del tiro con arco, por eso encontramos que en su doctrina le da mucha importancia a la práctica de la meditación, no solamente con el tipo de ejercicio del zen clásico, de sentarse en el suelo a meditar, concienciar la respiración y ese tipo de cosas, sino que el ejercicio del arte, su primera y su segunda esposa, las dos fueron artistas, una de ella era pianista y fue la que lo puso en contacto con la filosofía oriental, con el Tao Te King y con la tradición budista también; y su segunda esposa María G. desarrolló un método de meditación y psicoterapia trabajando con él, basándose en el dibujo. Entonces él aprendió a utilizar todos los recursos creativos como instrumento de la meditación, el tiro con arco por todo lo que supone concentración, disciplina y también en último término de identificación entre el que tira y la diana. Usted solamente acierta el tiro en el momento en que ya no se preocupa por aceptar o no, ya no se preocupa, sino que deja que pase.

A mí me gustó mucho una expresión de alguien que decía: ¿Qué es lo peor que puede pasar? ¿Qué no acierte? Y lo peor que puede pasar es que sí acierte. Esto viene de la identificación, de romper con las barreras que nos ponen a los occidentales el pensamiento objetivo, el pensamiento en el cual tenemos que diferenciar absolutamente lo que es el mundo y de lo que somos nosotros. El mundo sobre el que vamos a actuar es algo totalmente diferente de nosotros.  Somos partes del árbol, todo lo que existe son hojas del árbol, nosotros también; entonces retomar esta unidad con el Todo, con la Totalidad, que es otra palabra que está muy frecuentemente dentro de los textos de Durckheim, es uno de los puntos esenciales de su pensamiento. El Zen en nosotros, La práctica de la visión interior, Ejercicios iniciáticos en la psicoterapia, El hombre y su nuevo origen, esto es, basándose en algunos textos bíblicos que hablan del hombre terrenal y hombre celestial, Meditar por qué y cómo, El maestro interior, el verdadero maestro que no es otra persona, no está fuera. En última instancia, el maestro de cada uno de nosotros es interior. Experimentar la trascendencia, un título también muy significativo con respecto al pensamiento de Durckheim, porque él insiste en que mucha gente que se considera creyente, él está en contra y critica el adherirse por un afecto a cosa que uno ni entiende realmente, ni ha experimentado, que en lo que se tiene que fundamentar esa fe es en la experiencia natural de lo trascendente, de la totalidad de lo sagrado que tiene el ser humano, por ser humano.  Centro vital del hombre, JARA es vientre en japonés. Entonces, aquí él analiza todo lo que es importancia del cuerpo para la meditación y del hombre integral, no hay una división de cuerpo y espíritu, y Japón y la cultura de la quietud. Estos son los títulos más importantes de la obra de Durckheim.

Él plantea, en primer lugar, la necesidad de meditar, pero como un ejercicio iniciático. La meditación no es una mente, una técnica de terapia para calmarse los nervios, ni para quitarse el estrés, aunque también lo sea y a un nivel muy profundo. No es tampoco un equivalente a la oración, una práctica religiosa cualquiera, la meditación es un ejercicio de iniciación.

Iniciación quiere decir acceso al conocimiento que nos transforma. El iniciado, el que hace las cosas por segunda vez ya las sabe hacer. La primera vez es la de la iniciación, y la segunda vez es el del iniciado. Entonces, meditar es una iniciación, es para tomar contacto con una realidad profunda y al mismo tiempo transformarnos. Los ejercicios pueden ser activos o pasivos. Pasivo es el zen, pero el dibujo, la pintura, la música, el baile y tiro con arco, pueden ser ejercicios activos.

Y el ejercicio pasivo es la vida cotidiana. Él insiste, sobre todo, en los actos repetitivos, esto está muy dentro de las culturas japonesas. Los actos que parecen más insignificantes: lavarse los dientes, barrer, fregar unos platos sucios, que son repetitivos: “Una señora que está tejiendo en un rincón, mientras los nietos están alborotados, ella está tranquila, meditando, puede utilizar esta actividad puede esperar en la sala del médico o todavía peor, que nos haya llamado el jefe ¿Qué querrá?, y hay que sentarse un buen momento para meditar”.

Entonces, los momentos supuestamente vacíos de la vida e insignificantes, pueden ser los más significativos para hacer de la meditación un hábito.

Durckheim es muy consciente de que los occidentales tenemos una conciencia muy fuerte de nuestra individualidad. Somos los tataranietos de Descartes, el creador del racionalismo, del “Pienso y luego existo”, soy yo con mi ego, quien tengo que decidir lo que hago, como actúo sobre el mundo, qué opinión me merecen las cosas. Entonces, él insiste en que esta individualidad no hay que ignorarla, sino partir de ella para ser un zen, vamos a decir que de la manera y con la necesidades de los occidentales. Un japonés no lo necesitaría, yo no sé si ustedes conocen la famosa anécdota de san Francisco Javier cuando fue a misionar a Japón a dar a conocer el Cristianismo a los japoneses, que no le podían entender los japoneses; cómo era que un solo Dios era tres personas, pero no porque era difícil entender que uno fuera tres, lo difícil era entender qué rayos es una persona.

Yo tengo un amigo que no solamente tiene muchos años viviendo en Japón, sino que su esposa y su hijo son japoneses y él decía que él le preguntaba a su niño cuando estaba pequeño: ¿cuántos amigos tienes en la escuela? Y en la escuela había como mil niños, y el hijo le decía que tenía mil amigos, porque no tenía la noción que tiene un occidental de lo que es una amistad personal, sino que había un grupo de mil niños, pues todos tenían que ser amigos y no había preferencia por uno o por otro. Hay una visión más colectivista de lo que es el ser humano y a veces ni siquiera colectivista, más enraizada en el Cosmos y menos en su individualidad. Entonces, nosotros tenemos que partir de esa individualidad, no es destruirla, no es como decía el día que yo estaba en una charla en el Centro de Joaquín Salazar, que decíamos que no se trata de matar al Dios, es llevarle un martillazo para que coja su sitio, es que deje de estar en el medio mandándolo todo, porque ese no es su lugar, sino que se integre, es necesario integrar al individuo con la colectividad y con el Cosmos.

Se trata siempre de una transformación. Esa transformación también se insiste, no tiene punto de partida, ni punto de llegada. El ser es transformación permanente, se trata también de recuperar la Totalidad. Poco a poco va emergiendo la individualidad: un niño recién nacido ni siquiera se diferencia de su madre, no solamente el feto. El niño recién nacido todavía no entiende bien, la madre es otra persona o qué cosa sea una persona, que haya esa oposición, tiene que aprender que ella se va y también que regresa. Es algo que tiene que ir aprendiendo. Entonces, recuperar esa unión con la Totalidad, es también recuperar el trasfondo de nuestro Yo contingente, porque tenemos un Yo contingente, cotidiano, mediatizado por la cultura, por nuestros roles sociales, por el papel que tenemos, por lo que nos han enseñado, pero también tenemos un ser esencial que no está sometido a ningún condicionamiento. Fíjense que la experiencia del Yoga, por ejemplo, también dice Sarliade, que es otro autor, pero me puede servir para ilustrar un poco este pensamiento de Durckheim: En el Yoga se está buscando la inmortalidad y la libertad y el descondicionamiento, puesto que se busca la libertad, pero es que en el fondo del otro ser eso siempre ha estado ahí. Los maestros de Sen suelen decir que antes de la imaginación, los montes eran montes, los ríos eran ríos y las montañas eran montañas. Durante la iluminación dejaron de serlo, después de la iluminación los montes vuelven a ser montes y los ríos vuelven a ser ríos y entonces, nos damos cuenta de que esa iluminación siempre ha estado ahí.

Entonces, ¿por qué siempre ha estado ahí y no lo sabemos? Porque estamos condicionados por una cultura, que es racionalista, es pragmática, es la de la ciencia, pero es una ciencia que está muy unida por la tecnología, que lleva a ver las cosas solamente por cómo funcionan, como la podemos manipular y si tienen algún otro aspecto no lo captamos y nos creemos que esa es la única realidad que hay y nos vamos embotando y no nos damos cuenta de experiencias que nosotros mismos hemos tenido de alumbramientos en la infancia, llega un momento en que el niño sale de su éxtasis, se le olvida lo que era el árbol de navidad, el juguete nuevo, el ver algunas cosas por primera vez.

A veces pasa con esas personas súper dotadas, que tienen recuerdos de la infancia de edad que a los demás se nos han olvidado.

Yo todavía gateaba y había una puerta que siempre estaba cerrada, que un día se quedó abierta y él entró a una habitación verde, donde entraban luces entre el follaje de los arboles por las ventanas, que sintió que estaba en otro mundo. Eso es lo que se experimenta las catedrales góticas y por eso se les ponen vitrales con luces de colores para inducir ese tipo de experiencia de que no somos solamente de este mundo. En este mundo hay otros mundos también, hay otros mundos plegados: aquí probablemente yo pongo la mano y no siento nada, pero si se trae un aparato de radio, por aquí están pasando ondas y transmitiendo mensajes y hay un montón de cosas en la realidad, la percepción que tienen los surrealistas, por ejemplo, la mayor parte de la gente pensamos que el surrealismo es surrealismo, porque se fundamenta en el subconsciente y en realidad viene del francés, que es surrealismo, la sobre realidad, la realidad que integra muchísimo más que lo que percibimos cotidianamente o lo que percibe la ciencia o la tecnología, a la que continuamente Durckheim le rinde homenaje y cuidado.

No vamos a decir que estos no son grandes logros de Occidente, no vamos a ir a los otros extremos y vamos a cojear otra vez, es que hay que recuperar la otra parte, reintegrarnos en la Totalidad. Se trata de tener experiencia de lo luminoso, del Numen, de lo sagrado que hay en todas las cosas, ese fundamento y esa presencia que está en todas las cosas animadas o inanimadas y también en todos nosotros y de lo que formamos parte. Y como esos eternos también hay una percepción de que la muerte deja de ser un problema, porque nosotros no somos más que expresión de la eternidad. El disco duro vamos a decir, nuestro disco duro, no es el cuerpo ni las vivencias de una vida, es algo que engloba, pero lo trasciende también.

Se trata de tener la experiencia de lo tremendo y lo fascinante, por eso le da mucha importancia a esas experiencias límites de la vida, cuando se está al borde de la muerte, sobre todo, que pueden ser aterradoras, pero también es el momento de asomarse y ver que sí hay algo del otro lado, que no se acaba todo ahí. Entonces, también se trata de lograr una conciencia supra objetiva y una conciencia sobre natural. El problema principal es en su juicio para los occidentales y en nuestra cultura: la oposición entre sujeto y objeto y el problema en último término de la racionalización.

Otro punto que él considera fundamental basándose en la tradición japonesa y la tradición Zen, en donde son tan importantes la respiración, la postura y todo lo que tiene que ver con el cuerpo. Hay que dejar de oponer al cuerpo al espíritu y hacer por medio de la meditación que el cuerpo sea transparente. Yo creo que a todos nos ha pasado, que hay gente que no es, si uno la analiza, físicamente bella, pero transmiten algo que a esas gentes da gusto mirarlas incluso y a uno se le van los ojos y tiende a prestarle atención, porque incluso físicamente transparentan una armonía, una paz que son personas que son agradables de ver. Y hay gentes son lindísimas, pero tienen una mueca en la cara todo el tiempo, que producen una sensación de desagrado y también uno tiene que volver a mirar y dice: “Pero el tipo es buenmozo o  la muchacha es bonita, pero ¿y qué es lo que tiene de repelente? Entonces, ahí es donde el cuerpo transparenta y debe transparentar lo más profundo, el ser esencial y esa armonía profunda con la que consistimos y debemos consistir, el ser sobrenatural y divino, la trascendencia, lo luminoso.

El cuerpo, él lo llama cuerpo de destino, porque es lo que nos mete en el ámbito de lo contingente, pero hay que hacer que sea también transparente lo que nosotros no es destino, lo que es libertad. El ser contingente es generalmente resistente al cambio y por eso nos lleva a sufrir, dicen que no hay sufrimientos en la vida, pero el sufrimiento más grande de todos  es estar separado de nuestro ser esencial, porque ese ser esencial es como las aguas profundas, la calma a la que no le llega ninguna tormenta. Debemos siempre discernir, decidir y utilizar el cuerpo y los sentidos. Ojos contemplativos puede ser un instrumento para la meditación, de la misma manera que lo puede ser un mandala, no hay que rechazar todo lo que reprime la sociedad occidental. No hay que reprimir el cuerpo, no hay que reprimir el erotismo, no hay que reprimir lo femenino, los sentidos, hay que integrarlos con la espiritualidad.

Luego está el concepto de trascendencia inmanente; el trascendente por definición que va más allá de lo que está presente, pero simultáneamente también está aquí. Muchas tradiciones religiosas han desarrollado esta idea. En Hinduismo la luz que está más allá del horizonte, más allá de los montes, más allá de las estrellas es la misma luz que hay en el corazón del hombre. En lo místico cristiano también hay esa fusión de la cintila del alma de lo que habla san Juan de la Cruz, que es la misma luz de Dios. Entonces, la trascendencia también está en nosotros. El hombre puede estar a un nivel pre-iniciático, está tanto en el que no se ha preparado, porque no ha llegado a desarrollar lo subjetivo o lo racional como  también sigue siendo hombre pre-iniciático, el hombre racionalista que piensa en términos de sujeto –objeto, que objetiva al mundo y la diferencia sí. También es pre-iniciático y este hombre suele guiarse por autoridades exteriores a él mismo, pero después de la iniciación, no es que nos vayamos a volver amorales, es que la raíz de esos controles o reglas que seguimos, ya está en otro lugar, proviene de nuestro ser esencial.

Entonces, el hombre iniciático o el iniciado retoman todas estas cosas a través de esta experiencia de transformación. La fe toma un nuevo sentido, él dice que el hombre pre-iniciático generalmente es remiso a la meditación, pero también el que cree que está muy arraigado en su fe y que no necesita de la experiencia o el racionalista o el que es muy orgulloso y cree que se vale  para todo él solo, hasta que le viene una enfermedad terrible, que no puede venir en cualquier momento, se le muere un ser querido, quiebra, perdió el trabajo, que era la vocación de toda su vida y entonces, se ve que en realidad nunca estábamos seguros  y el ser humano pre-iniciático lo que más valora es la seguridad. ¿Entonces cómo usted supera esto? Soltar presa, es lo que él dice. No trata de agarrarse. ¿Qué hacer cuando tenemos un dolor físico? Deje que duela y cuando usted deja que duela generalmente se pasa, pero cuando usted se crispa y está tratando por todos los modos de que no le duela el dedo gordo, usted no piensa más que en el dedo y se olvida del resto del cuerpo. Deje que eso fluya, haga lo que tiene que hacer y no se trata de aceptar la fatalidad en el mal sentido de la palabra, es algo muy distinto, es aceptar la realidad y trascenderla, ir más allá.

Él plantea también que hay tres grandes miedos en el ser humano y hay que aceptar que son parte de la condición humana y después de aceptarlo, suerte presa. ¿Cuáles son esos tres miedos? El miedo a la muerte: Todos los miedos son miedo a la muerte. El miedo a la soledad.  El miedo a lo absurdo: El que nos preguntamos ¿Y para qué me estoy afanando tanto, qué sentido tiene todo lo que yo hago desde que me levanto hasta que si me voy a morir un día. En frente que eso es así, eso forma parte de la experiencia humana, que venimos con fecha de caducidad, que estamos en último término solos.

Por más que nos quieran hay un núcleo al que le llegan los demás, por más que se maten o que nos matemos por entender al otro, hay una parte que no llegamos y que es irrenunciable, que cada uno sabe por lo que ha pasado y luego nunca podemos tener una seguridad absoluta.

Señores, fíjense que lo que más veneramos en el siglo XXI es la ciencia, como la verdad y la ciencia más científica, la ciencia BUDA es la física y la física actualmente, son dos teorías que no pegan. La física cuántica y la teoría de la relatividad no encajan una con la otra y después un científico le dice a uno que cuando uno está interpretando da un acontecimiento en su vida como que fue que Dios me lo puso, que tú estás tratando de forzar.

A mí me encanta todo lo que tenga que ver con la cultura, el conocimiento, la ciencia, la respeto y le he dedicado mi vida a conocer y a enseñar a quien pueda, pero son realidades humanas con limitaciones y hay que aceptarlas así.

Entonces, a un maestro zen, a quien se le murió su hijo le preguntaron: ¿y usted cómo lo encajó? Y respondió: Ocho días sin comer, ni dormir.

Hay que pasarlo, como los duelos que hay que hacerlo, hay que llorar, hay que pasar por eso; después vendrá la transformación. La mayoría de la gente que muere, se muere reconciliada. Entonces, si eso es lo más grande que podemos pasar. Se pasa por varias fases, por ejemplo, nos preguntamos: ¿por qué a mí? Yo te prometo…y al final la mayor parte de la gente muere reconciliada y en paz.

Algunas de las fuentes de este gran personaje. Nadie lo aprende todo solo. También  Durckheim habla muchísimo de los arquetipos y fue un gran amigo de Rainer María Rilke, el gran poeta alemán, y una personalidad del siglo XX de la cultura y de la espiritualidad. Él utiliza mucho la expresión del Tao, es el camino y realmente yo creo que Durckheim a partir del cual cada uno puede ir haciendo su propio camino y expresar su ser esencial.

¿Es Durckheim la persona que más ha estudiado o ha comparado los dos pensamientos: el occidental y el oriental?

No, es un gran conocedor y es quizás una de las personas que más ha entendido un aspecto especifico en la práctica del Zen y cómo le puede servir a un occidental, en qué medida y en qué manera le puede servir a un occidental, pero desde luego, en Teología, para mí la gran figura es Raymond Panikkar, entre otros. Entonces, hay varias grandes figuras. Durkheim, yo creo, es una figura venerable, pero no es la única.

¿Quién elige o de qué forma se construye ese místico elegido por la Divinidad?  ¿Quién lo elige, Dios o el esfuerzo?

Yo le voy a creer a ellos, que tienen esa experiencia, y ellos dicen que es Dios, porque yo creo que todos tenemos nuestra pequeña experiencia mística, que más o menos es lo que viene a decir Durkheim, pero la gran experiencia, yo creo que es Dios, porque la fe también la da Dios, pero usted tiene que trabajarla de todas maneras. Hay gente que se ha pasado toda la vida haciendo meditación y cree que ya no va a conseguir nada.

Hay trozos de literatura de diferentes autores donde se describe también la experiencia, que a poco que usted haya tenido su pequeña experiencia que tenemos todos, va a reconocer de qué es que se está hablando. Muchísimas gracias por tu atención.

 

0 comentarios

Dejar un comentario

¿Quieres unirte a la conversación?
Siéntete libre de contribuir

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *