La poesía ladina de los judíos sefarditas

Por Bruno Rosario Candelier

 

A

 Santiago Muñoz Machado,

Brillante cultor de conceptos que edifican.

 

“Nada tiene de sí: tal vez la niebla

que empaña su mirar sin fondo hacia lo hondo”.

(Segisfredo Infante, De Jericó, el relámpago)

 

Moajacas judías con jarchas árabes

    En la época del místico sefardí de Córdoba, Abraham Maimónides (1138-1204), se cantaban en España unas antiguas canciones llamadas moajacas y jarchas, que tenían un influjo estético, erótico y espiritual de El cantar de cantares, el más bello poema bíblico de amor y, desde luego, de la cultura artística de mozárabes y sefarditas españoles.

Gracias a la poderosa inteligencia de los judíos, conocemos la existencia de las jaryas o jarchas mozárabes y las muwassahas o moajacas hispanojudías. La jarcha era una estrofa de la lírica popular de los moriscos españoles, que los poetas judíos del Sefarad incorporaron a sus moajacas, viejas cancioncillas románticas que los poetas sefardíes cantaban en la primitiva lírica española.  Los poetas hispanohebraicos de los siglos medievales en España añadían a sus moajacas en ladino las jarchas o cuartetas líricas moriscas,y esas moajacas judías con jarchas árabes eran una expresión estética del influjo judío y árabe en la antigua cultura hispánica. Durante el dominio árabe en la península ibérica, que permaneció durante ocho siglos, las culturas árabe y judía se reflejaron en la lengua castellana hasta el punto de que numerosos vocablos del castellano patrimonial proceden del árabe y el judío por el contacto de sus hablantes en Huelva, Cádiz, Córdoba, Sevilla, Granada, Málaga y Jaén.

La jarcha morisca y la moajaca judía revelan unos ocultos eslabones de una antigua tradición poética subyacente en los orígenes de la lírica hispánica. Esa revelación la debemos al investigador S. M. Stern, quien dio a conocer el descubrimiento de las jaryas o jarchas en 1948; y la profundización en ese tema se lo debemos al filólogo Dámaso Alonso, que lo estudió en Primavera temprana de la literatura europea (1).

En efecto, unos poetas hebreos terminaban sus muwassahas hebraicas con una jarya o jarcha, estrofa con mezcla del árabe y el español, que tuvo vigencia en la época de la Mozarabía o período de la España musulmana, época durante la cual el romance castellano estaba contaminado del árabe, como lo reflejan las jarchas, una de sus manifestaciones literarias que incluían las muwssahas, moajacas o estrofillas procedentes del Judaísmo.

La palabra muwssaha designa una composición en lengua judía que termina con una estrofa en árabe vulgar o mozárabe, que llamaban jarya o jarcha y que asumieron los poetas judeoespañoles y aplicaron a sus moajacas, a cuyo través llegaron hasta nosotros las susodichas estrofas. El mozárabe alude al grupo de dialectos románicos hablados por los cristianos de la península ibérica durante la ocupación de los árabes (2). Y el ladino alude a uno de los dialectos que conforman el retorromano.

Lo curioso de las jaryas es el hecho de que no las conociéramos a través de poetas árabes, o de poetas españoles, o de poetas mozárabes, sino de poetas hebreos, de cultos poetas hebreos con sentido de lo popular. Entre esos poetas hebreos es famoso el nombre de Judá Leví, de quien consta que versificó, no solo en su lengua hebrea, sino en árabe y romance castellano (3). Y digo que tenían sentido de lo popular porque las jarchas procedían de cantares de los pueblos donde florecieron esas cancioncillas de amor.

Poetas judíos incorporaban a sus muwssahas las jaryas de los árabes, y entre esas moajacas hebraicas aparecen las que reveló Stern y, por supuesto, también las jarchas, puesto que la composición hebraica terminaban siempre con una jarcha española o hispanoárabe.

¿En qué consisten las jarchas? En una estrofa amatoria incrustada al final de las muwassahas y que reflejaban el sentimiento amoroso de la voz femenina que cantaba. Según el poeta egipcio Ibn Saña al Mulc, que hizo una antología de muwassahas, la jarcha es la estrofa que el autor de la composición pone en boca del pueblo, o de un personaje popular en su dialecto vulgar, y que de ordinario es una lamentación de una muchacha por la ausencia del amado (4), con su peculiar situación afectiva.

Tanto las jarchas como las moajacas son cancioncillas de amor, es decir, coplillas, cantigas o villancicos eróticos formados por una estrofa de contenido amoroso en la que el amante o la doncella se expresan y cantan mediante una figura comparativa:

 

Des cand meu Cidello vénid

¡tan bona albizara!

Com’ rayo de sol éxid

en Wadalhayara.

(“Desde que mi Cidello viene,

¡oh, qué buenas albricias!

Como un rayo de sol

sale en Guadalajara”).

 

En las jarchas romances habla una doncella enamorada, casi siempre aquejada de la dolencia de amor que enciende el corazón de quien ama:

 

Vayse meu corachón de mib

Ya, Raba, ¿si se me tornarád?

¡Tan mal meu doler lil habid!

Enfermo yed, ¿cuándo sanarád?

(“Mi corazón se me va de mí.

Oh, Dios, ¿acaso retornará?

¡Tan fuerte mi dolor por el amado!

Enfermo está, ¿cuándo sanará?”).

 

Dámaso Alonso dice que en las ‘canciones de amigo’ judaico-mozárabes, la voz habid significa tanto ‘amigo’ como ‘amado’, aunque a menudo la doncella hispánica no habla directamente al amado sino a través de un tercero, que comparte su pena o su emoción (5). Y es la ausencia de su amado el motor que concita su inspiración:

 

Garid, vos, ay yermanelas

¿com’ contener é meu mali?

Sin el habid non viureyu

ed volarei demandari.

(“Decid, vosotras, oh hermanillas,

¿cómo refrenaré mi pesar?

Sin el amado no viviré,

y volaré a buscarlo”).

 

Las muwassahas hebreas y las jaryas mozárabes, expresiones estéticas de la primitiva lírica española, se conocen gracias a que los poetas hebreos incorporaron a sus moajacas las jarchas de los mozárabes, y para los árabes las muwassahas de los judíos eran una de sus composiciones predilectas, y sucedía que ambas creaciones poéticas constituían una hermosa forma de vinculación popular, y de un modo particular, un medio de relación entre moros, cristianos y judíos. Los judíos incorporaban esas tiernas cancioncillas populares de la tradición oral que, como canciones de ‘amigo’ mozárabes, eran una forma de vinculación sociocultural entre pueblos y culturas diferentes, como efectivamente eran los españoles, árabes y judíos.

El discreto acento sensual de las jaryas se explica no solo por la época de su origen -siglo XI de nuestra era-, sino por el canon musulmán que hace que la mujer sea recatada en lo erótico y parca en su expresión amorosa. Además, el tema de las jarchas, con un eco de nostalgia por la ausencia del amado, aparece en boca de graciosas doncellas españolas, cuya juventud, belleza y castidad eran afines a la expresión emotiva de un corazón impregnado de esa indeclinable dolencia divina. Pero lo más importante, como dice Dámaso Alonso, es el hecho de que cultos poetas hebreos, con una especial valoración de lo popular, recogieran esas valiosas jarchas y las usaran como núcleo de la intensidad lírica de sus muwssahas, por lo cual cristianos, moros y judíos convivieran bajo el sol de Andalucía “encastando la más temprana primavera lírica europea” (6).

Las muwassahas de cultos poetas hebreos, que llegaron en las jarchas árabes a la lírica española, evidencian la existencia de una lírica popular en la España mozárabe de los siglos XI, XII y XIII de nuestra era cristiana, y, como soterrado eslabón de las letras europeas revelado por estudiosos hebraístas, sitúan esas graciosas cancioncillas mozárabes y hebreas en la base de la primitiva lírica peninsular española. En efecto, entre las expresiones literarias ligadas a nuestra cultura hispánica está la jarcha, que en árabe significa ‘salida’, y que comprende una estrofa escrita en lengua vulgar mozárabe. Esas jarchas eran insertadas al final de las muwassahas o cantos de amor, por poetas cultos hispanojudíos y arabigoespañoles.

Las jaryas mozárabes datan del siglo XI de nuestra era y se corresponden  con las ‘cántigas de amigo’ de la literatura ibérica, pero se anticipan a ellas, por lo cual las cancioncillas populares de la mozarabía hispánica y la juglaría judaica constituyen la primera expresión lírica de la Romania.

 

La lengua ladina de los judeoespañoles

    El ladino es el nombre del antiguo dialecto del castellano primitivo que aún conservan numerosos hablantes judíos dispersos por el mundo: “No saves, Antonio, lo ke es morirse en su lingua. Es komo kedarse soliko en el silensyo kada dya ke Dyo da…”, refiere Marcel Cohen al dar el testimonio de un hablante del ladino en su libro In search of a lost ladino (7).

   El castellano que se hablaba en la España de 1492 (fecha del descubrimiento de América, la publicación de la primera gramática de la lengua castellana y la expulsión de los judíos sefarditas del territorio español), tenía tanta vitalidad que los judíos que se establecieron en diversos países de Europa, Asia Menor, África y América aún lo siguen hablando. El castellano antiguo que aún se habla en comunidades judías de Israel, Marruecos, Turquía, los Balcanes, New York, Miami y Argentina, se conoce como ladino, sefardí o judeoespañol.

El ladino conserva la fisonomía patrimonial del castellano antiguo. El léxico del judeoespañol, variedad del español arcaico de los sefardíes, conserva el legado lingüístico del habla de los judíos sefarditas. Entre los antiguos dialectos retorromanos figuran las lenguas romances de la región alpina, como el friulano, el tirolés, el romanche y el ladino. El ladino, lengua retorrománica que se habla en el Tirol y en otras regiones del mundo, se ha valorado como la lengua religiosa de los sefardíes. Sefardí es el nombre que designa al judío oriundo de España (porque los antiguos judeoespañoles llamaban Sefard a España). El ladino es la lengua de los judeoespañoles o sefarditas, hablantes del antiguo español del siglo XV.

En años recientes, las comunidades sefardíes del mundo celebran, cuando se aproxima la fiesta de Janucá, que es el día de su lengua madre, es decir, el ladino, sefardí o judeoespañol. El ladino es la variedad dialectal del antiguo español de los sefardíes, descendientes de los judíos expulsos de la península ibérica a finales del siglo XV.

El Diccionario de la lengua española presenta la siguiente definición del ladino o judeoespañol en su séptima acepción: “Lengua religiosa de los sefardíes, que es calco de la sintaxis y del vocabulario de los textos bíblicos hebreos y se escribe con letras latinas o con caracteres rasíes” (8). Esta lengua de los sefarditas se caracteriza por conservar los rasgos idiomáticos del castellano hablado en los siglos XII al XV.

La lengua ladina de los sefardíes se siguió usando -tras la expulsión de los judíos de la península ibérica en el año 1492- en los territorios donde acogieron a los judíos, como Francia, Turquía y Marruecos. En su sistema léxico-sintáctico confluyen el léxico, la sintaxis, la fonética y otros rasgos semánticos del español, el hebreo y las lenguas de los países donde los judíos expulsados se asentaron. La lengua de los sefardíes tuvo su esplendor entre los siglos XV al XVIII. Hoy la hablan miles de descendientes de los judíos expulsos de los reinos cristianos peninsulares a fines del siglo XV. Actualmente el ladino se habla entre judíos de Israel, Turquía, Francia, Estados Unidos, Marruecos, los Balcanes y la Argentina. En Jerusalén existe la Academia Nacional del Judeoespañol de Israel, que la Real Academia Española reconoció como academia correspondiente de la corporación española. La comunidad judía de Jerusalén cuenta no solo con hablantes del ladino, sino con estudiosos de esa herencia de los antiguos sefardíes en cuya academia judeo-española estudian ese valioso tesoro lingüístico del español antiguo.

El antiguo dialecto del judeoespañol conserva la raíz espiritual de la lengua española y la base mística de la Khábalah hebrea, que la literatura plasma en creaciones narrativas y líricas. La mística de la Khábalah, que comprende la visión espiritual de los contemplativos judíos, floreció en la España medieval entre los judeoespañoles, que aprendieron la lengua castellana de entonces, que llaman ladino. Y la lírica hebrea tuvo cultores entre los judíos españoles de la Sefarad, nombre con que los judíos llamaban a España.

En la religión de los hebreos el hombre es, como sostienen la Biblia y el Zohar, una imagen del Padre de la Creación en tanto es una criatura insuflada con el soplo divino. El hombre y el mundo, como creación divina, reflejan a su Creador y, en tanto emanaciones directas de la Divinidad, constituyen una imagen de lo divino, por lo cual contienen las virtualidades distintivas. La Khábalah le pone especial atención a ese aspecto porque entiende que la dimensión entrañable del ser humano, es decir, su esencia divina, encierra un vínculo directo con la Divinidad y eso privilegia al ser humano. Destaca también la revelación que ha hecho Dios al hombre a través de sus elegidos y, entre los judíos, muchos han merecido esa singular distinción (9). El Sohar es el libro inspirador de la Khábalah que funda, en la tradición secreta de los hebreos, la doctrina mística de los saberes espirituales del Universo.

Un rasgo diferenciador de la literatura española es la dimensión mística de su espiritualidad sagrada, y esa faceta sutil es una herencia combinada de la mística hebrea, la religiosidad sufista y la fe cristiana de judíos, árabes y españoles, respectivamente, que los habitantes del territorio peninsular compartieron en tiempos de la Mozarabía y la Sefarad. No es extraño que la más alta lírica hispánica esté impregnada del Misticismo católico, el Sufismo árabe y la Khábalah judía, como la teopoética de fray Luis de León, santa Teresa de Jesús y san Juan de la Cruz, voces cimeras de la literatura española aureosecular.

En los años previos y posteriores a Maimónides, siglos XI al XV, convivían en España árabes musulmanes, sefarditas judíos y españoles cristianos. De hecho, el arte literario de las jarchas y las moajacas fue un producto artístico combinado de la imaginación árabe, la intuición judía y la sabiduría cristiana que hizo de las moajacas hispano-judías una singular expresión estética, erótica y espiritual de la cultura española.

Todo lo que existe, deja una huella en su entorno. La lírica ladina de los judíos sefarditas expresa el sentimiento espiritual de un pueblo signado por el desarraigo involuntario. La inclinación espiritual de la conciencia es una apelación natural del ser humano, y la poesía de los sefardíes dispersos por el mundo confirma esa tendencia hispanojudía en la cultura inspirada del Cristianismo, el Islamismo y el Judaísmo.

Sirve de ilustración el “Himno de la Creación”, del poeta hispanohebreo Yehudah Halevi (1075-1141), que escribió jarchas con moaxajas en romance castellano, en cuya obra exalta al Padre de la Creación:

 

¡Dios mío!, ¿con qué te compararé,

si semejanza no hay en ti?

¿Con qué te asimilaré,

si toda forma es estampa de tu sello?

Enaltecido estás sobre toda potencia,

y te sublimaste por encima de todo pensamiento.

¿La palabra de quién te ha contenido?

¿Acaso habrá corazón que te haya alcanzado

y ojo que te haya divisado?

 

El ejemplo siguiente en la lengua ladina de los sefarditas revela ese sentimiento de identificación de los sefarditas con su lengua: “En eya vive tu pasado, en eya te sientes presente a ti mismo. Las palavras son tu verdadero lougar y tu esperanza. Kale ser loko para pensar ke, en eyas, podryas ser un dya el mousafir de ti mismo. En el mas profondo de ti saves ke las kozas, o al meno el sentido ke tienes de las kozas, no se mueren nunca” (10). En otro pasaje de una evocación nostálgica, el anónimo autor escribe: “Akeyas kantikas del tyempo de la esplendor mos las kantava el padre de una de mis tyas kada dya k’amanese kuando yo era tchiko” (11).

Un anónimo judío revela la compenetración de los judeoespañoles con la lengua de sus antepasados en tierra española, el ladino, que consideraban la más preciosa lengua del mundo, a la que le atribuían un carácter sagrado: “…los exilados de Espagna no tuvieron ni el gusto de aprender realmente al grego o al turko, seguros ke stavan de avlar la mas precioza lingua del moundo, una lingua jalis sakrada, dulce komo la myel” (12). El problema de algunos textos ladinos radica en que muchos de los hablantes del ladino no sabían escribirlo porque estaban alfabetizados en la lengua hebrea y, por tanto, escribían en el alfabeto hebreo lo que decían en ladino. De ahí que reservaban el ladino para sus oraciones y poemas religiosos, por lo cual el ladino se convirtió en la lengua sagrada de los judeoespañoles. Del siglo 15 en la Guenizá del Cairo aparecen estos versos escritos en ladino de su tiempo (13):

 

Por nacer en el espino

no val la rosa cierto

menos, nin el bon vino

por salir del sarmiento.

Non val el azor menos

por nascer de mal nido

ni los enshemplos

buenos por los decir judíos.

 

Lírica judeoespañola en lengua ladina

Desde los inicios de la lírica hispánica, según esta endecha de inspiración religiosa recogida por Marcel Cohen (14), la tendencia estética y espiritual de la religiosidad judeoespañola floreció en la “lengua sagrada” del ladino con antiguas cantigas de su peculio lírico:

 

Ajuntemos mis ermanos

A kantar esta endecha

porke mos korto las manos

el Dyo en esta etcha

Banim yethomin kedimos

komo ouerfanos sin padre

los ojos al Dyo alcemos

ke de mas mal mos ouadre

Tchilibi Behar Carmona

afamado por el moundo

de los djudyos korana

y Adjam el segundo

de ver komo mataron

a kada uno de una muerte

De los ojos mos saltaron

lagrimas komo la fuente.

 

Cuando ya vivían en tierras extrañas tras el forzado exilio del Sefarad, los emotivos recuerdos desataban el “dolorido sentir” del alma compungida: “Kon kara de muerto y toda so boz, kontinuava David el bueno kon esta otra kantika del tyempo de la salida”:

 

Irme kyero por estos kampos

por estos kampos me ire

y las yervas de los kampos

por pan me las komere

Lagrimas de los mis ojos

por agoua me las bevere

kon unyas de los mis dedos

los kampos los kavare

Kon sangre de las mis venas

los kampos os aregare

Kon bafo de la mi boka

los kampos los sekare

En medio de los kampos

una tchoka fraygare

por afuera kal y kanyo

por adientro la entiznare

Kada ombre deskaminente

adientro me lo entrare

ke me konte de sus males

y de los myos le kontare

Si los suyos son mas munchos

los myos a pasensya tomare

si los myos son mas munchos

kon mis manos me matare

¡Gway me matare!”.

 

Odmar Braga publicó en Google «Yegaré verso ti» (15):

Oy eskribo flores de otonyo
de silénsio i paz
ke esfuenyan i azen esfuenyar
desde mis manos espiertas
desde la desnudez de los rekodros
de la mirada de tu luz
a empesar otra vez
la iluzion de la primavera
mirando la mar
aogado por las onduras
yegaré verso ti
kuando kaiga la tarde
i yeguen mis byervos
i los duendes de la luvia
desde tus tangos abandonados
ke regalan una rosa
o pedasitos de mi vida
poemas frutos del sudor
de mi chiko lavor literário
yegaré verso ti
ande las rosas kayentes
han perdido sus pétalos
dando asotes nel syelo
de la gitara de tu puerpo
dame los abrasos de tu luz
i retrasos de tu korasón
o tal vez la alegria de un bezo
sovre tu indelevle puerpo de água
desbordando las palavras mojadas
de los poemas eskojidos
i yegaré verso ti
kon poemas ambiertos
i dedos resekados
yeno de karesas olvidadas
i borrachos lábios de aguardiente
el suave sudor de tu puerpo
prefuma la ansiedad de mis manos
i mis ojos dezesperados
endjunto a mis kanaverales
sin saver ande estarás
.

 

Los proverbios morales de Rab don Santob de Carrión, manuscrito en lengua ladina, consigna el estado emocional de su alma sensible. Tras la vivencia estética aflora, rediviva y radiante, la llama sutil de la presencia divina. La concepción religiosa y mística de los sefarditas errantes se puede apreciar en estos poemas de inspiración divina (16):

 

La shehina esklama el Mashiah brama

Eliyau demanda: Porke duerma Yisrael?

Mi padre meldava, mi mnadre rogava,

Yo me alegrava de tal oir.

Todas las nasiones de un padre somos

Todos los djentilios ermanos somos

Todos a un Dio serviremos

Tambien orasion aremos.

Alevanta ermanos mos aunaremos

Prove komo riko mos ayudaremos

A Tsion i Yeshurun salvar salvaremos

A la Tierra Santa suvir suviremos.

De estar durmiendo non sale indjenio

Djustidad djuisio toma por konsejo

Alevanta del suenyo ke ya es tadre

Esklamando esta Rahel nuestra madre

Savio plenisimo moso komo viejo

Toma konsejo i bushka un remedio

Por salvamos de este kativerio

Si vos kayadesh ternesh gran reveyo.

Ke somos nasion mos amostraremos

En lashon akodesh todos avlaremos

Yeuda i Efrayim mos aunaremos

En doze trivos mos espartiremos

Kon muestra boka orasion aremos

En muestra mano arma tomaremos

A los Makabeos mos asimijaremos

Por la Tierra Santa morir moriremos

Degel Yeuda alsar alasremos

Kon magen David mos dependenderemo

A el rey David lo enreinaremos

Vistido de salvasion vistir vistiremo

En Ar a-Galil kantar renovaremos

A el santuvario fraguar fraguaremos

Alsasion de rehmision alsar alsaremos

Alel agadol kantar kantaremos.

 

De Clarisse Nicoïdski (1938-1996), considerada por el colector una importante poeta de lengua sefardí del siglo XX, cito:

 

Cuéntame la historia

que camina en tus ojos

cuando los abres por la mañana

cuando el sol entra con su aguja de luz

en tus sueños…

 

De la misma poeta son estos versos de un lirismo nostálgico con evocación de la espiritualidad hebrea (17). Así lo revela el uso del vocablo soplo. Los que saben hebreo enseñan que ruah, voz con que traducen el ‘soplo divino en la conciencia’, es una forma lingüística y mística de aludir a la inspiración de lo divino mismo, como lo indica este poema:

 

Palabra di una lingua pardida

aprovu intinderti

cuandu durmin lus ojus la cara la frenti

cuandu no sos nada mas qui un barcu

 al fin di su viaje

nada mas qui una scrituria muda

…..

Palabra de una lengua perdida intento escucharte

cuando duermen los ojos, la cara, la frente

cuando no eres más que un barco

 al final de su viaje

nada más que una escritura muda

Ansia cumiendo mi luz

biviendu mi soplo mi arasgas

ni la curilada oscuridá

di mi pinser

di mi temblor qui dizirás?

In tu boca

as palavras puedin ser piedras

i puedin ser palabras, qui dizirás?

…Ansia comiendo mi luz

bebiendo mi soplo me desgarras

en la colorada oscuridad de mi pensar

de mi temblor¿qué dirás?

En tu boca las palabras pueden ser piedras

y pueden ser palabras ¿qué dirás?

 

En Aki Yerushalayim, revista electrónica judeoespañola de Jerusalén, publica textos en ladino según la tradición popular de las cantigas o coplas cantadas. El emisor de estos versos revela una solidaridad compartida (18):

 

Una manu tumo l´otra

li dixu di no scundersi

li dixu di no sararsi

li dixu di no spantarsi

 

Una manu tumo l´otra

mitio un aniu al dedu

mitiu un bezu in la palma

i un puniadu di amor

 

La dos manus si tumarun

aliviantarun una fuarza

a cayersi las paredis

a avrirsi lus caminus

…..

Una mano tomó la otra

le dijo no te escondas

le dijo no te cierres

le dijo no te espantes

…..

Una mano tomó la otra

puso un anillo al dedo

puso un beso en la palma

y un puñado de amor

 

Las dos manos se tomaron

levantaron una fuerza

para tirar paredes

para abrirse los caminos.

 

En sus “Poemas sefardíes” el poeta interiorista de Guadalajara, España, Juan Miguel Domínguez Prieto, acude al lenguaje latino de los antiguos judíos sefarditas y canta el sentimiento de acatamiento de la Virgen María. En lenguaje afín a la anonadación de la conciencia, la kénosis de los contemplativos cristianos, la persona lírica asume y recrea, con ternura y belleza, el simbolismo espiritual que entraña la gestación del Hijo del Hombre: “Melacrísmame / con noche de Ispahán/ de oler tu Alba”, dice en uno de sus textos en ladino (19) y en otro apuntala la actitud que comporta una transformación de la conciencia, apuntalando estética y espiritualmente su creación poética: “La Yovena i anasba, la di la boz vaziya/ ke en boka kalya dulse/su abaxada/ lyebando la kreatura/Pexe escribe kon sol/en la su escurra almendra i aze la manyana. /Serrada huerta, ayre/ke da, ke da bimbrio sin demandar el arvole,/ y avierta esposika/ buxkando lo ke save/avla en su blanka kaza dualo envenranolyera/en su kaza de anasba”. El propio autor translitera su creación lírica al español actual en los siguientes términos: “De abril –y núbil-, la de la voz vacía que dulce silencia su descendimiento llevando la Criatura, escribe en su mandorla Ixtís con sol y hace la mañana. Cerrado Huerto, Aire que da, que da su fruto, amarilla sin preguntarse por el árbol, Abierta y Pequeña Esposa buscando lo que sabe: ella es la que, en su hogar blanco, habla del verano íntimo en su casa de Párthenos” (20).

Para ilustrar la herencia estética y espiritual de la literatura sefardita presento una muestra de la lírica de la joven poeta dominicana de ascendencia hebrea, Bennalice Katz, ánfora sutil de la gracia espiritual judía, en cuyo poema fluye la lumbre de luna consentida con el aliento fluvial en su rostro, el soplo del cielo en su pecho y el fulgor del fuego en su alma tapiada de estrellas, eco redivivo de la mística de la Khábalah, como se puede apreciar en su poema “Abro mis brazos y agradezco”:

 

Agradezco el aire, el que respiro y el que no,

agradezco la vida, la que vivo y la que muero,

esa que también me hace renacer.

Agradezco al viento, ese que viene y va,

que no se detiene, que siempre se mueve.

Agradezco al sol, el que sale y el que se esconde,

agradezco a la Luna, aunque solo me muestre su mitad.

Agradezco al cielo, que nunca termina

 y se convierte en espacio,

se llena de galaxias y con él me lleno yo.

Agradezco a ti, que lees y que existes,

que sientes que no vives pero yo te digo que sí.

Y hoy agradezco, porque mañana no sé si podré.

 

Bruno Rosario Candelier

Academia Dominicana de la Lengua

Moca, Rep. Dominicana, 16 de mayo de 2020.

 

Notas:

  1. Dámaso Alonso, Primavera temprana de la lírica europea, Madrid, Guadarrama, 1961, pp. 69ss.
  2. Fernando Lázaro Carreter, Diccionario de términos filológicos, Madrid, Gredos, 1971, 3ra. ed., pp. 285 y 288.
  3. Marcelino Menéndez Pelayo, De las influencias semíticas en la literatura española, en Obra completa, Madrid, Edición Nacional, 1952, vol. VI, p. 208.
  4. Alonso, Primavera temprana de la lírica europea, p. 24.
  5. Alonso, Primavera temprana de la lírica europea, p. 48.
  6. Alonso, Primavera temprana de la lírica europea, p. 76.
  7. Marcel Cohen, In search of a lost ladino, Jerusalem, Ibis Editions, 1997, p.73.
  8. Diccionario de la lengua española, Madrid, RAE, 2014, p. 1304.
  9. Gershom Sholem, Las grandes tendencias de la mística judía, México, FCE, 1996, 2ª  , pp. 162ss.
  10. Marcel Cohen, In search of a lost ladino, pp. 75 y 98.
  11. Marcel Cohen, In search of a lost ladino, p. 77.
  12. Marcel Cohen, In search of a lost ladino, p. 81.
  13. Marcel Cohen, In search of a lost ladino, p. 81.
  14. Marcel Cohen, In search of a lost ladino, p. 78.
  15. http://folkmasa.org/av/aspamiac.htm.
  16. Poesía de Azriel Rozanes, Viena, 1832.
  17. (http: //folkmasa.org/av/aspamiac.htm).
  18. https://akantilado.wordpress.com/19/3/15-de-clarisse-nicoidski.
  19. De Juan Miguel Domínguez Prieto, “Fragmentos de glosolalia”, inédito. Fechado en Guadalajara, España, el 22 de diciembre de 1999, p. 7. Copia enviada por el poeta al autor de este estudio.
  20. Juan Miguel Domínguez Prieto, “Voz de Anasba”, poemas sefardíes. Inédito, fechado en Guadalajara, España, en 2004. Copia enviada por el poeta español al autor de este estudio.

 

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