Brincolero, jíbaro, díler

Por Roberto E. Guzmán

BRINCOLERO

“. . .aquella muchacha BRINCOLERA con quien. . .”

En muchas ocasiones pocas palabras bastan para que se vislumbre lo que se desea expresar con una voz nueva, o una desconocida para el lector, si esta se presenta en femenino y en un contexto que sugiere comportamiento fuera de lo común.

En las palabras introductorias se han eliminado términos que sean sugerentes de mala conducta, pero hay que rendirse ante los hechos. La forma de redactar esta frase, así como muchos otros casos denotan un sexismo prejuiciado contra el sexo femenino.

Ante la voz desconocida hay que tener cuidado, para que no se interprete que es una manera de expresar simpatías por esta. Esta voz representa un modo de atraer la atención por medio del lenguaje corporal; es más, es una manera de hacerse atractivo/a y agradable ante la o las personas frente a quienes se observa la conducta.

No ha de tomarse este brincolero/a al pie de la letra, sino como demostraciones de interés por medio del lenguaje corporal. No se dan ni se “pegan brincos”, sino que se manifiesta con el proceder de quien “brincolea” el deseo de que uno o una de los circundantes le preste atención.

Puede parecer arriesgado, pero se asume el riesgo. Los chivos brincan. El habla de los dominicanos conoce muchas locuciones con los chivos y el verbo brincar. Por desventura algunas de estas casi siempre se aplican a las mujeres. Esa es una injusticia que ha sido demostrada y no se desea abundar sobre ello.

La percepción que se materializa con la lectura de la frase transcrita es que esta brincolera es sinónima de chivirica. En el español dominicano chivirico/a es la persona “muy alegre, a veces extremadamente coqueta y enamoradiza”. Diccionario de americanismos (2010:555).

La diferencia entre brincolero y chivirico es de grado. El brincolero está en un nivel por debajo del chivirico, pues sus manifestaciones son menos obvias. La intensidad del brincolero es menor que la del chivirico.

Debe de entenderse que lo que se ha escrito más arriba es una reflexión teórica que culmina en una comparación con una noción conocida y documentada. Mediante este discurrir se procura aportar elementos que permitan en un futuro no muy lejano definir al brincolero, el brincoleo, brincolear y toda la familia que de allí pueda derivar.

 

JÍBARO

“. . . ni huyen como JÍBARAS despavoridas. . .”

Esta voz del título tiene dos aspectos opuestos. Uno es positivo, para mencionar a un tipo de nacionales de una isla. El otro aspecto es menos halagador porque tiene una connotación despectiva. La voz es muy vieja en el español de América. Se comenzará por la historia de la voz hasta llegar a los usos y significaciones.

Esta voz de origen americano entró temprano al torrente de voces antillanas incorporadas al español general. Por el orden de enumeración de sus acepciones se hace necesario admitir que se aplicó primero a los animales domésticos que se hacían montaraces. De ahí pasó a designar a las personas ariscas y hurañas.

Esteban Pichardo (1836:354) asienta solo lo relativo al animal, con gran detalle. No consigna en su Diccionario provincial casi razonado de vozes y frases cubanas acepción alguna acerca de otras acepciones. Además, este tratadista menciona que es una voz indígena.

En su obra Lexicografía antillana (1914:329), D. Alfredo Zayas hace constar acerca de jíbaro, “En la isla de Puerto Rico ha prevalecido este vocablo para designar a los campesinos”. Con esta mención va perfilándose la connotación menos halagadora de la voz antillana.

  1. Augusto Malaret en Vocabulario de Puerto Rico (1955:196) añade a lo ya consignado acerca del campesino, “Por antonomasia, el campesino blanco puertorriqueño”. Este acucioso investigador repasa las obras que consultó para dar con la voz del título mencionada por primera vez y la encuentra en Murillo en 1752.

Un dato importante para los dominicanos es que A. Sánchez Valverde, el autor de la obra, Idea del valor de la isla de La Española hace referencia a la palabra. Información obtenida del Diccionario crítico etimológico castellano e hispánico (1980-III-511).

Un hecho que se desea apuntar es que la palabra jíbaro por las características de sus acepciones más conocidas ha arrinconado su uso, excepto en Puerto Rico. El hablante de español dominicano es cauteloso al emplear la palabra para que se entienda que no le anima el deseo de ofender.

Los pueblistas llaman campunos a las personas de menor cultura o escaso roce social y lo hacen con un dejo de minusvalía. Quizás este rasgo proviene de la calificación en sentido metafórico de “rústico” del jíbaro que hace Roque Barcia en su Diccionario general etimológico (1881-III-244). Ha de tenerse presente que en Cuba el jíbaro es persona arisca y huraña. En República Dominicana así se denomina al campesino que vive y trabaja en el campo. En tanto adjetivo en el habla dominicana se iguala a “campestre”.

El posible origen taíno de esta voz antillana, jíbaro, la hace derivar de la primitiva voz que se presume que motivó la denominación Cibao de una región de la actual República Dominicana; pero eso es harina de otro costal. Es de lamentar que el idioma taíno, “Hacia 1540. . . estaba ya en vías de extinción” según afirma Las Casas en su Historia de las Indias. Eso ha dejado muchos vacíos en la etimología de muchas presuntas voces de origen taíno.

 

DÍLER

“. . .si solo fuera por el acceso a la caterva de DÍLERES. . .”

Hace ya algún tiempo, es decir, indeterminado, que esta voz se trató en singular en estos estudios, en un momento en que todavía algunas instituciones no se habían ocupado de examinarla, y, después de encontrar estos nuevos exámenes se piensa que vale la pena incluirla de nuevo en estas apostillas.

Ante el díler de drogas (sustancias estupefacientes), el de autos ha pasado a un segundo plano. El detallista y distribuidor de drogas se ha convertido en un personaje de la vida diaria. Algunos de estos sujetos tienen sus “puntos” que son centros de despacho de esas sustancias.

La voz extraña que se encuentra en el título y en los usos ilustrativos es una adopción traída del inglés, con una grafía en el español que representa la pronunciación del inglés.

La historia de la voz viene de lejos. El primer díler de que tuvo conocimiento el autor de estas reflexiones fue el de los casinos que se conoció antes por el nombre extranjero de groupier, que muchas personas deformaban a su manera por “gurrupié”. Este personaje es el repartidor de las cartas en los juegos de cartas en los casinos. Este es un empleado del establecimiento de juegos.

El otro dealer que se conoció fue el vendedor de autos, distribuidor de una o varias marcas y modelos que podía ser un distribuidor exclusivo o no. Este podía ser dueño de los vehículos o solo un representante del o de los propietarios que ganaba una comisión o una tajada sobre el precio de venta.

Hay otro díler más sofisticado, el marchante de obras de arte. Este opera de manera parecida a los demás. Puede mantener establecimiento abierto al público o abrirlo solo mediante citas. Puede ser propietario de las obras que exhibe y vende o solo trabajar para obtener el pago de una comisión.

Otro díler de más categoría que los anteriores es el que opera en el mercado de valores que puede realizar las compras y ventas motu proprio o por cuenta de terceros.

El díler de drogas es un vendedor o traficantes de quien no importa cómo se las arregla para beneficiarse del negocio del vicio. Entre los díleres los hay de menor o mayor cuantía, vale decir, que negocian en mayores o menores cantidades. En la práctica se reserva el nombre díler para los que se dedican al tráfico menor, al detalle.

Fundéu al tratar el nombre entiende que se así se designa a la persona que es “traficante, distribuidor o vendedor” de drogas.

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