En torno a Jit Manuel Castillo
Por Rafael Peralta Romero
Con justificado alborozo, la Academia Dominicana de la Lengua incorpora hoy, en calidad de miembro correspondiente a Jit Manuel Castillo de la Cruz, de quien puede asegurarse sin el menor asomo de duda que se trata de un hombre de la palabra.
En más de una dimensión, De la Cruz se manifiesta como un hombre de la palabra: es novelista, poeta, ensayista, profesor y divulgador del mensaje divino, por su condición de sacerdote.
Nació en Santo Domingo, el 18 de junio de 1974 y recibió el orden sacerdotal el 29 de julio de 2006.
Su formación para servir los oficios divinos le ha demandado estudios superiores en filosofía, los cuales cursaron Jit Manuel en la Universidad Central de Bayamón, Puerto Rico y concluyó en el año 2000. En 2004 finalizó su licenciatura en Teología, en el Centro de Estudios de los Dominicos del Caribe (CEDOC), Bayamón, Puerto Rico.
Luego, en 2011, realizó estudios de posgrado en el Instituto Teológico Franciscano, en Petrópolis, Brasil (Afiliado a la Pontificia Universidad Antoniana, Roma, Italia). En 2015, Castillo de la Cruz obtuvo un doctorado en Ciencias de la Educación, en la Universidad de Sevilla, España.
Este depurado intelectual ha ejercido paralelamente todos los trabajos que lo identifican como un hombre de la palabra, y demuestra que ha llegado a esas funciones -sacerdote, escritor y educador- por vocación verdadera y pura disposición de ánimo.
En 2011 salió a la luz su primer libro, la novela Apócrifo de Judas Izcariote, publicada por Editorial Santuario, en Santo Domingo.
Más adelante, dio a conocer “La interculturalidad, un nuevo paradigma de evangelización para un mundo postmoderno, plural y multiétnico “, que se trata de un ensayo teológico, editado con el sello editorial Amigo del Hogar, Santo Domingo 2016.
En la poesía, similar a su inicio como novelista, Castillo de la Cruz también comenzó con una obra digna de un buen creador: “En la voz del Silencio” (poemario), Mandala Editorial, Madrid 2017. Esta obra mereció y obtuvo el premio nacional de poesía Salomé Ureña correspondiente al año de su publicación.
Su condición de educador y formador de otros religiosos, le exige a Castillo de la Cruz la producción de textos de esa naturaleza, tal el caso del manual “La Santísima Trinidad como misterio de comunión y de Amor, Editorial Amigo del Hogar, Santo domingo 2018.
Muchos son los escritos de Jit Manuel Castillo, emanados de las disciplinas en las que se desenvuelve, aquí solo he citado los divulgados como libros.
La obra de Castillo de la Cruz ha despertado notable interés en el ambiente literario dominicano y de otros ámbitos por donde ha trashumado el autor. Su novela “Apócrifo de Judas Izcariote”, por ejemplo, trajo con su segunda edición un libro de apostillas, que en 113 páginas incluye opiniones de creadores y críticos literarios, tanto nacionales como extranjeros.
Los comentarios son de: Nina Bruni, Santa Ángela Cabrera, José Carvajal, Giovanni Di Pietro, Manuel Salvador Gautier, Jorge Gómez Castaño, Ángela Hernández Núñez, Andrés L. Mateo, Soriette Matos Ortiz, Ariel Ortiz, Rafael Peralta Romero, Pablo Mella Febles, Miguel Solano y Marcio Veloz Maggiolo.
En esta obra el autor demuestra, quizá sin proponérselo, su consciencia de que la novela es una obra de creación y que el lenguaje de la obra creativa incluye un grado de especialización que lo diferencia de lo coloquial, común y vulgar.
En cuanto a su poemario “La voz del silencio”, Jit Manuel Castillo asume el mágico desdoble que le permite ir de la lengua discursiva, que emplea para enseñar o predicar, a la lengua expresiva con la que tanto puede narrar hechos imaginarios como si fueran reales o reales como si fuesen imaginarios, con los que presenta una visión, su visión, del mundo y de la sociedad, sin olvidar desde luego que ese nivel de expresión permite al autor la más fina expresión de la belleza con la palabra, que es la poesía.
La poesía contenida en la “La Voz del silencio” representa un estadio de abstracción que no es dado a toda persona, porque exalta la esencia del ser humano, la condición espiritual, que es mucho más que materia, que carne y huesos.
La Academia Dominicana de la Lengua recibe hoy a Jit Manuel Castillo como “individuo suyo”, y algunos pensarán, no exentos de sorna, que con este acto el valioso escritor es exaltado a algo así como el pabellón de la fama, a lo que tanta importancia se otorga en el mundo de los deportes.
La membrecía académica significa que a partir de ahora esta institución podrá asignar a Jit Manuel Castillo tareas propias de esta corporación, relacionadas con el estudio de la lengua española, en general, y del español dominicano en particular, así como el análisis y divulgación de nuestra literatura.
Con miras a esos fines, la Academia ha hecho una excelente selección, pues Jit Manuel Castillo es un hombre de la palabra y por la palabra ha trabajado y está dispuesto a trabajar.
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