Voces y ecos: «El sueño era Cipango»
Por Rafael Peralta Romero
Hace dos años me correspondió comentar, en un coloquio, la novela “El sueño era Cipango”, de Bruno Rosario Candelier, publicada en 2002 con el sello del Ateneo Insular. Preparé entonces una exposición mayor de 2000 palabras y hoy les presento un extracto de unas 400 palabras.
Lo mítico, lo místico y lo metafísico, atributos fundamentales del pensamiento interiorista, aparecen a largo de la obra, aunque mezclados en controversias por cuestiones de orden material, como el desmedido apetito de los castellanos para lograr riquezas y la vileza de sus ideas con respecto al trato que merecían los indios capturados y esclavizados.
Rosario ha escogido la villa de La Isabela como escenario de los sucesos que cuenta, aunque la obra tiene una atmósfera de novela histórica, el autor no se limita a las condiciones de la aldea fundada por Cristóbal Colón el l0 de diciembre de 1493, sino que dota a dicha demarcación de las características requeridas para el desarrollo de su múltiple trama.
Multitud de personas, autoridades municipales, militares y sacerdotes de diversas órdenes aparecen en La Isabela. He aquí unos detalles, según Bruno Rosario Candelier, sobre la celebración de la primera misa en territorio americano el 6 de enero de 1494.
Esta novela se corresponde plenamente con la ortodoxia del género. En veinte capítulos, Rosario Candelier desarrolla una diversidad de hechos fundamentados en lo que cuenta la historia dominicana a partir de la incursión de los europeos en 1492. La obra parte del segundo viaje del almirante y el hecho real de la fundación de una ciudad en la costa norte de la isla Española.
Un personaje narrador va desenrollando la madeja constituida por hechos que pasaron realmente y por otros que aunque no ocurrieron pudieron haber acaecido, pues Bruno hace perfecta aleación de lo real con lo imaginado para dar cumplimiento a la necesidad de dotar a los sucesos que cuenta de unidad temática y equilibrio argumental.
En esta novela hay uso provechoso del diálogo. Aparece la conversación coloquial, como en toda obra narrativa, pero predomina el diálogo estructurado, que obedece al propósito de emitir ideas que procuran ahondar en tópicos de trascendencia, lo cual identifica a El sueño era Cipango como una novela de ideas, más que de anécdotas.
La función de los diálogos en esta novela hace honor al espíritu didáctico de los diálogos platónicos, lo cual resulta proporcional al talante de un escritor que ha bebido con fruición en las fuentes de la filosofía griega, con especial detenimiento en Platón para quien el diálogo formó parte esencial de su método de filosofar. Falta por decir.
(Publicado en EL NACIONAL el viernes 4.1.19)
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