LOS CLÁSICOS ESPAÑOLES: FRANCISCO DE QUEVEDO

El taller sobre los Clásicos Españoles, que organiza la ADL y coordina la académica María José Rincón, fue dedicado al poeta español Francisco de Quevedo, uno de los autores más destacados de la literatura española.

La reconocida lingüista y académica señaló que la persona y la obra de Quevedo fascinan al lector y proponen un reto a la inteligencia y la sensibilidad de nuestro tiempo, como lo hicieron en el suyo: “Este taller lo concebimos para dar a conocer algunas claves de lectura que nos permitan disfrutar el aporte de este poeta barroco y universal”, expresó.

María José Rincón contó que Francisco de Quevedo nació en Madrid el 17 de septiembre de 1580, de familia hidalga, pero no de la alta aristocracia, aunque pertenecía al entorno de los servidores de la Corte madrileña. Su padre, Pedro Gómez de Quevedo, era secretario de doña Ana de Austria, mujer de Felipe II. Su madre, María de Santibáñez, dama de la reina.

La estudiosa de lengua y las letras españolas manifestó que Quevedo fue un hombre de una cultura extraordinaria y de gran erudición. En sus defectos físicos y de algunas inferencias psicológicas muchos tratan de justificar la distancia entre su poesía seria y su poesía burlesca: “Lo más destacable sería la angustia existencial y la exacerbación de una poderosa inteligencia, de una insaciable curiosidad intelectual, enfrentada a circunstancias públicas y privadas intolerables para una mente lúcida. A esto debe añadirse la ambición por la gloria literaria y el reconocimiento de su capacidad como poeta y hombre público”, añadió la doctora Rincón González.

Dijo que cuando Quevedo vivió momentos de crisis, coincide con la decadencia de la hegemonía española. Sin embargo, la coincidencia del desengaño y de la decadencia no impiden que su obra literaria brille, y citó esta opinión de Jorge Luis Borges: “Quevedo es menos un hombre que una compleja y dilatada literatura”.

Rincón González manifestó que la obra de este autor es vasta y múltiple, recorrida por los más variados personajes y temas trascendentales: el paso del tiempo, la fugacidad de la vida, la belleza, el amor y la muerte, el pecado y el arrepentimiento, el estoicismo y la burla: “El desengaño es clave en la cosmovisión quevediana”, dijo.

La destacada lexicógrafa también dijo que los lectores actuales buscan los significados «atemporales» y universales en la poesía de Quevedo, que apelan a cualquier individuo en cualquier circunstancia histórica, subrayando que la poesía de Quevedo tiene más capacidad comunicativa: transmite la experiencia cultural de un poeta que se comunica con sus lectores mediante la manipulación de un lenguaje en el que se encuentra descrita la vida de una sociedad en un momento específico de su historia. Comentó que creadores como Quevedo, Góngora o Lope de Vega innovaron los códigos y formas poéticas que utilizaron. Pero no inventaron una lengua poética, puesto que sus creaciones se enmarcan en la tradición artística de la literatura española: “El estilo obligaba a mantenerse dentro de los límites de ciertos niveles de lengua predeterminados: la poesía amorosa evitaba formas no cultas; la poesía satírica usaba coloquialismos y vulgarismos, o léxico prosaico. Y el lector competente de la época registraba, con seguridad, no solo los casos de adhesión total a las normas poéticas, sino también la ruptura de las convenciones”, comentó la académica.

Nuestra valiosa colaboradora en los proyectos de la ADL presentó, mediante recursos electrónicos, la creación poética quevediana y declaró que la obra satírica de Quevedo, en verso y prosa, atrajo el interés de generaciones de lectores aun en las épocas en que se había desvalorizado la literatura barroca. Quevedo pretendió repudiar esos “juguetes de la niñez” para asumir la máscara y la voz del moralista serio, del erudito y comentador de clásicos. Su obra doctrinal, sin embargo, fue menos perdurable que estos artificios del ingenio, composiciones efímeras de carácter reiterativo, subrayó la ponente.

Santo Domingo, ADL, 2 de octubre de 2018.

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