«Diccionario de refranes», de Bruno Rosario Candelier

Por Manuel Núñez

 Por más de una razón, la obra que se da  hoy a la estampa,  de D. Bruno Rosario Candelier, constituye un logro fundamental, un antes y un después que marca el inicio de los trabajos paremiológicos en el país. Se trata del primer compendio de las paremias, concebido con arreglo a las exigencias de la lexicografía. Se fundamenta en un trabajo de campo, extraído de la prosa de periodistas, escritores e intelectuales dominicanos. Concluido el acopio de las muestras, el autor clasificó cada uno de los ejemplos de su vademécum en las distintas categorías: adagio, sentencia, máxima, refrán, modismo, proverbio. Luego colocó cada una de las piezas en un campo semántico o una casilla temática. A seguidas, introdujo la definición de cada una de las  idiolexias. Finalmente, la entradilla queda rematada con  ejemplos de uso. Hay, pues,  un esfuerzo de demostración. Rosario Candelier  se propuso que cada una de las paremias figurasen escoltadas de solventes ejemplos de uso—oral o escrito– que desvanecieran la idea de que el diccionario se hallase desconectado del ejercicio verbal de los hablantes. Su objetivo era hallarnos ante la representación de los usos vigentes.

Tras quedar esclarecida la perspectiva emprendida por Rosario Candelier, resulta imposible sustraerse a la dimensión historiográfica, porque ésta contextualiza cada una de las entradas de este diccionario.

No se trata de una digresión ociosa. Es que las paremias (adagios, refranes, sentencias, proverbios, dichos y modismos) son parte de un legado, que ya estaba presente hace mil años, en la lengua, que aflora en San Millán de la Cogolla entre los siglos  X y XI. Es decir, en las pesebreras del idioma español.

Todas las paremias evocadas en este diccionario son, pues,  tradición. En vista de ello, no es posible prescindir del pasado. El hablante dominicano que las emplea desconoce estos derroteros que se echan de ver clamorosamente cuando sometemos los refranes vigentes en el habla nuestra a las horcas caudinas de la comparación. He aquí unas muestras. Tengo ante mí la lista de refranes del capítulo LXVII del Quijote, tomo II. 

A buen entendedor, pocas palabras

A quien madruga, Dios lo ayuda

El hombre pone y Dios dispone

Del dicho al hecho hay mucho trecho

Cuando a Roma fueres, haz lo que vieres

A Dios rogando y con el mazo dando

Donde menos se piensa se levanta la liebre

Ese te quiere bien que te haga llorar

Todos los gatos son pardos

Váyase el muerto a la sepultura y el vivo a la hogaza

(Variante de El muerto al hoyo y el vivo al bollo)

Quien a buen árbol se arrima, buena sombra le cobija

Hoy por ti y mañana por mí

 

No voy a citar la totalidad de coincidencias entre ese refranero empleado copiosamente por el caballero de la triste figura y su escudero Sancho Panza hace más de cuatrocientos años con el habla vigenteen nuestro país. La lista es inmensa. Es la demostración irrefutable de la pervivencia de ese Siglo de Oro entre nosotros.

Nuestros campesinos, la gente llana de nuestro pueblo, se expresan, sin saberlo, en la lengua de Cervantes, que es la suya propia.

Entre los hallazgos que ya aparecen en la obra El español en Santo Domingo (1936) de Pedro Henríquez Ureña (1884-1946), figura en el capítulo VI el examen de los refranes y fraseologías, porción esencialísima de la sabiduría de la nación. Al imaginar la reconstrucción historiográfica de la lengua española en Santo Domingo, el insigne humanista, no perdió de vista la conexión de nuestros refranes y frases proverbiales con el repertorio reunido por el Marqués de Santillana en el siglo XV, con el  Diálogo de la lengua de 1535 de Juan de Valdés y con el  Vocabulario de refranes y frases proverbiales de Gonzalo Correas del siglo XVII. Muchos de los usos dominicanos citados por Henríquez Ureña, fueron ilustrados con ejemplos copiosos sacados de El Quijote, de Lope de Vega, de Tirso de Molina, Quevedo, Gonzalo Fernández de Oviedo, del célebre Tesoro de la Lengua española (1611) de Sebastián de Covarrubiase incluso de  Diccionario de construcción y régimen del gramático colombiano Rufino José Cuervo (1844-1911).Qué gran maestro era don Pedro Henríquez Ureña!

Como queda demostrado, la lengua no es sólo como piensan muchos, un instrumento de comunicación, sino la transmisión de un legado cultural, de una tradición que incluye una vastísima literatura oral, en la que figura de manera esplendorosa, el romancero recogido entre nosotros por el esfuerzo  de Edna Garrido de Boggs (1913-2010), y cuyo santo y seña fue la conferencia “Romances de América” de Henríquez Ureña, que sin duda sirvió de escabel a la obra, Folklore infantil en Santo Domingo. Parejamente cabe citarse dentro de esta tradición la colección de cuentos orales compendiada por el filólogo español Manuel José Andrade (1885-1941), dada a la estampa con el título Folklore de Santo Domingo (1948) y el trabajo de campo emprendido por el poeta Manuel Rueda (1921-1999) recogido en su obra  Adivinanzas dominicanas (1968).

  En todos esos casos, nos hallamos ante trabajos de campo, que han permitido, posteriormente, estudios comparativos de gran envergadura.

Notabilísimos fueron igualmente los esfuerzos emprendidos por el educador dominicano Ramón Emilio Jiménez (1886-1970), en cuya obra  Al amor del bohío ya aparecen de manera copiosa modelos de las distintas etapas de esa tradición, expuestas parejamente en  La patria en la canción, Savia dominicana y en su obra  Del lenguaje dominicano. Cabe citarse igualmente al insigne polígrafo dominicano don Emilio Rodríguez Demorizi (1904-1986) quien dedicó monografías memorables a las distintas vertientes de nuestra cultura. A saber,  Refranero dominicano (1950)  Frases dominicanas (1973), Del romancero dominicano (1943), fábulas dominicanas, Lengua y folklore en Santo Domingo (1975). Sobre ese trasfondo de explicaciones del mundo, valores, costumbres, creencias, ideas enclavadas en la mentalidad del pueblo dominicano, se yergue, ahora, el Diccionario de refranes que, por primera vez,  reúne de manera organizada  el amasijo de paremias del español dominicano, conectándolas directamente con ejemplos de uso.

Henríquez Ureña en su memorable trabajo había dicho que muchos refranes, perdidos en el desván de su memoria habían desaparecido del habla, y citaba el caso, de una salutación que era corriente en aquel punto y hora, entre nuestros campesinos del sur:De morir tenemos,  decían unos y los otros respondían: ya lo sabemos.

Como queda demostrado, las paremias del español pueden ser abordadas desde dos perspectivas, que no pueden ignorarse, porque, en realidad, se complementan.

   Desde el punto de vista, rigurosamente, historiográfico, donde figuran los estudios comparativos entre el refranero que tenía primacía en el mundo hispánico y las variantes y aportaciones dominicanas. Tales han sido los estudios relacionados con la etnolingüística, donde se estampa la  irradiación de las paremias, su área geográfica, su adaptación a las tierras americanas, la interpretación y el valor semántico de cada una de estas fraseologías. Para la lingüística este sería el enfoque diacrónico, cuyo objetivo es la pervivencia en nuestra lengua de unos contenidos fraseológicos que llevan siglos de implantación y que han servido a posteriori para la formulación de nuevas paremias.

El otro derrotero para abordar las paremias, se halla representado por la perspectiva sincrónica. Es decir, hacer tabla rasa de la información historiográfica, realizar pesquisas a partir de la lengua viva empleada por nuestros periódicos, escritores y hablantes. Ha sido éste el enfoque adoptado por Rosario Candelier en esta obra. No quiere esto decir, que haya una desconexión entre los hallazgos que pululan prolijamente en el español contemporáneo y el inmenso legado que ya aparece reseñado en las obras de otros autores.

Aun cuando  el camino tomado por Rosario Candelier se aleje  del rumbo historiográfico, tan pronto penetramos en el santa sanctorum de los refraneros, nos hallamos velis nolis en la tradición, plenamente bañada por una historia varias veces centenaria. Examinemos a guisa de ejemplo algunas de las máximas relacionadas con el campo semántico del  gato:

 Gato con guantes no caza ratones (pag.176)

Máxima  que data de la época medieval. En un estudio comparativo llevado a cabo por Julia Sevilla Muñoz entre las paremias del francés y del español, (Proverbes, expressions proverbiales, sentences et lieux communs sentencieux de la langue française d’aujourd’hui, avec leur correspondance en espagnol (autores: Louis Combet y Julia Sevilla), en Paremia, 4, 1995: 7-95.), la autora nos advierte que la misma podría ser anterior al siglo XV.

En otro estudio, igualmente memorable la autora hace comparaciones de 1001 refranes del castellano con sus equivalentes en 8 lenguas –Véase: 1001 refranes españoles con su correspondencia en ocho lenguas (alemana, árabe, francesa, inglesa, italiana, polaca, provenzal y rusa— (autores: Julia Sevilla, Jesús Cantera, Mª I. Teresa Zurdo, Rosa María Piñel, Shirley L. Arora, Mª Teresa Barbadillo, Francisco Ruiz, Ahmed-Salem Ould Mohamed-Baba, Alvaro Arroyo, Mercedes Burrel, Fernando Presa, Agnieska Grenda, Mª Pilar Blanco y Guenrikh Turover). Madrid: Eiunsa, 2001. 2ª edición revisada y ampliada en el año 2008).

De pareja estirpe son estas dos máximas:

Gato maullador no es buen cazador

Cuando los gatos no están en casa, los ratones hacen fiesta

Esta última compagina con la máxima medieval española

Cuando no están los gatos, bailan los ratones

 En algunos casos, las paremias expurgadas en el trabajo de campo de Rosario Candelier empalman desde el punto de vista semántico con otras, aun cuando se expresan en formulaciones distintas.  Muestra al canto:

Desde hace siglos, en España suele decirse lo siguiente:

Dijo la sartén al cazo: quítate de ahí que me tiznas.

La sartén le dijo al caldero quítate que me ensucias

 Sin embargo, las equivalencias semánticas pueden establecerse con esta otra, ya como adagio o como sentencia. (pág.296)

 Un burro diciéndole a un conejo orejú

Un burro no debe llamar a un conejo orejú

En ambos casos, lo que se plantea es que quien tiene defectos no debe criticar.

Podríamos clasificar la fraseología y proverbios en tres grandes grupos.

  1. Los elementos pertenecientes a la tradición general de la lengua española, que mantienen en el Diccionario el mismo valor semántico.

Algunos de los refranes, compendiados en esta obra,  se hallan diseminados en la mayoría de los países del mundo hispánico. Por ejemplo los siguientes:

  1. Un grano no llena un granero, pero alimenta a su compañero (pág. 182)
  2. Cría cuervos y te sacarán los ojos ()
  3. Perro que ladra , no muerde
  4. En casa de herrero, cuchillo de palo (pág.193)
  5. El hábito no hace al monje (pág. 187)
  6. Pez grande se come al pequeño (181)
  7. De noche todos los gatos son pardos (pag.176)
  8. Genio y figura dura hasta la sepultura (pág. 177)
  9. No hay quien le ponga el cascabel al gato (pág.177)
  10. Éramos muchos y parió la abuela
  11. Una golondrina no hace verano (pág.179)
  12. Eso es de cuando se amarraban los perros con longaniza (
  13. Ojos que no ven, corazón que no siente
  14. Como el perro del hortelano, ni hace ni dejar hacer (pág.200)
  15. El horno no está para bollos/ galleticas
  16. El muerto al hoyo y el vivo al bollo
  17. Todo ladrón juzga por su condición
  18. Fueron por lana y salieron trasquilados
  19. Delante del ahorcado no se menciona el lazo (pag.220)
  20. Las oportunidades se pintan calvas (293)
  21. Ese vende la piel antes de cazar al oso (296)
  22. No se mira la viga en el ojo ajeno sin la paja en el propio (299)
  23. Perro huevero aunque le quemen el hocico sigue siendo huevero (358)
  24. Hombre precavido vale por dos 347
  25. Hierba mala nunca muere
  26. A caballo regalado, no se le mira colmillo.

 

2. Aunque es verdad que compartimos la irradiación de nuestros refranes con otros ámbitos, no hay que desdeñar, sin embargo, que en este muestreo se revelan, además, otros hallazgos que representan la creatividad de nuestro pueblo. Tesoro fraseológico que es a la par tradición e invención.   Nos referimos a aquellos modismos fraseológicos que han surgido al parecer de la propia experiencia dominicana.

  1. eso lo saben hasta los chinos de Bonao adagio (76)
  2. algunos descubren la china en gajitos, máx. (76)
  3. Ese se hace el chivo loco (77) adag.
  4. El corazón del ñame sólo lo conoce el cuchillo (91)
  5. La cucaracha no tiene razón con la gallina (101)
  6. Eso es de cuando Cuca bailaba
  7. Tiene cuerpo de tentación y cara de arrepentimiento (105)
  8. Cuarto en mano y culo en tierra (107)
  9. Dios aprieta pero no ahorca (132)
  10. Siempre creemos que viene una guagua (183)
  11. Te veré caer como una guanábana (184)
  12. Una cosa es con guitarra y otra con violín (186)
  13. Ya la pava no pone donde ponía
  14. Ya es tarde para ablandar habichuelas (187)
  15. Cuando el hambre da calor, la batata es un refresco (190)
  16. Hay gato entre macuto (236)
  17. Espera debajo de la mata a que caiga el mango
  18. La gatica de María Ramos que tira la piedra y esconde la mano
  19. Si saben de tripas desenreden su mondongo (260)
  20. Ese se come un tiburón podrido sin eruptar (406)
  21. Se quedó con el moño hecho (263)
  1. Además de estos aspectos, a ojos vistas, hallazgos e innovaciones, el autor nos conduce por los derroteros de expresiones estilísticas enfáticas. A saber las tautologías

 Negocio es negocio; madre es madre.

Algunas expresiones sapienciales, extraídas de la lengua culta, de proverbios bíblicos, presentes en todas las lenguas romances

El fin justifica los medios

No hay nada nuevo bajo sol (Eclesiastés)

Lo que ocurre una vez vuelve a repetirse (Eclesiastés)

Jesús Magnificat anima mea (latinismos)

Ojo por ojo y diente por diente (ley de Talión)

Esta obra de Bruno Rosario Candelier viene a ordenar los estudios de paremiología en nuestro ámbito, a mostrar las pervivencia de la tradición, las innovaciones, las menudencias estilísticas en la que se echa de ver, como en un retablo romano, la mentalidad colectiva, sapiencial, del pueblo dominicano, que es, para nosotros sus albaceas, lo más importante. Merezca, pues, don Bruno Rosario, nuestro reconocimiento por esta aportación, desde ya, rotundamente indispensable.

 

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