La contemplación estética en la gestación de la sensibilidad

Por Bruno Rosario Candelier

 

A

Alexandra Borbón,

fulgor que atiza el sentido.

 

La naturaleza de la sensibilidad

La sensibilidad es la facultad para sentir. Tenemos experiencias sensoriales, que son las vivencias de los sentidos. Y sentir es el poder sensible de captar y expresar lo que capta esa dimensión del organismo que llamamos sensibilidad.

En griego “estética” significa ´expresión, marca, huella o impacto de la realidad en nuestros sentidos. A esa huella llamamos sensaciones. Nuestros sentidos físicos son las antenas de nuestro cuerpo y, en tal virtud, son sensibles ante cualquier manifestación de la realidad. Cuando los sentidos corporales entran en contacto con alguna manifestación sensorial de lo real, experimentan una sensación. Cuando esa sensación es agradable se le llama sensación estética. Como normalmente la belleza produce una grata sensación, nuestra cultura lingüística asocia la palabra belleza a estética. El vocablo “estético” viene del griego aisthêsis, que equivale a la percepción sensorial, es decir, a la sensación que experimentan nuestros sentidos corporales cuando entran en contacto con los datos sensoriales de las cosas. En ese tenor, estético es el impacto susceptible de percibirse por los sentidos. Los sentidos entran en alerta cuando perciben algo llamativo, hermoso o bello, o ante el influjo de un dato sensible que genera una percepción sensorial.

Dije percepción sensorial, pues hay también percepción espiritual, ya que los sentidos físicos captan las sensaciones objetivas, y los sentidos interiores o sentidos metafísicos captan ondas transensoriales, como es la dimensión interior o la vertiente espiritual de las cosas.

La dimensión física genera una emoción estética y la dimensión metafísica concita una emoción espiritual, a la que llamo “fruición”; por esa razón, el arte y la literatura cumplen una función estética y una función espiritual, de tal manera que cuando contemplamos lo bello o cuando apreciamos un objeto artístico su belleza genera una reacción física y espiritual en nuestra sensibilidad.

La experiencia estética está vinculada a los sentidos físicos y los sentidos metafísicos. La experiencia estética aborda el placer de los sentidos, porque los sentidos experimentan satisfacción y gusto. Cuando comemos un manjar grato al paladar produce un placer sensorial; cuando escuchamos una música serena y armoniosa sentimos una grata sensación sensorial y espiritual; cuando vemos algo agradable genera una sensación estética, ya que el fulgor de los colores llama la atención, como también el aliento del aroma, la armonía de los sonidos, la delicia del paladar, el deleite de las formas, todo esto produce una sensación estética, función sensorial que en cada sujeto opera naturalmente porque es una función que realiza la sensibilidad. No hay que darle una orden a los sentidos para que sientan ya que las antenas sensoriales de la sensibilidad siempre están abiertas, activas y alertas en su tarea de percepción para sentir y experimentar las señales que los fenómenos y las cosas generan.

La emoción estética es el sentimiento que experimenta la sensibilidad ante la contemplación de las señales sensibles o ante la contemplación de cualquier manifestación que produzca un deleite o una emoción. La fruición espiritual es el gozo que experimenta la sensibilidad ante la contemplación de la belleza o ante cualquier señal que convoca la atención de los sentidos. Lo estético se funda en la percepción de los sentidos, no solo en la sensación de la belleza, sino en toda manifestación sensible. En vista de que la belleza depende del gusto del contemplador,  la percepción de la belleza  es subjetiva.

El sentimiento estético es subjetivo; por tanto, independientemente de nuestra percepción de las cosas y de nuestra valoración de la belleza, cada uno tiene una ponderación diferente por la subjetividad inherente a la sensación o la percepción de la belleza. Entonces, podemos hablar de la dimensión subjetiva de nuestra percepción estética de lo viviente. La dimensión estética genera una reacción física y espiritual que experimentamos ante el influjo sensible de las cosas. Quiere decir que lo estético se siente, se percibe y se proyecta a través de los sentidos cuyos datos sensoriales percibe la sensibilidad cuya información sensorial procesa el procesador de nuestro cerebro. En consecuencia, la estética implica sentir, es decir, experimentar una sensación ante cualquier realidad. La reacción que genera está sujeta al talante del contemplador. El arte y la literatura se fundan en el sentir, de tal manera que Rainer Maria Rilke, el gran poeta alemán, decía que lo más importante para un escritor es sentir, indispensable para hacer arte y crear literatura.

En mi libro Lo popular y lo culto en la poesía dominicana hago un planteamiento que tiene que ver con este aspecto, ya que en esa obra sostengo que lo polisémico, centrado en una referencia abierta, tiene un carácter plurivalente, formal y conceptual. El sentido poético refleja una significación asociativa y polisémica, constituida por variadas significaciones. La significación inteligible de las palabras, con los conceptos y las imágenes, con sus significaciones formales y las más misteriosas significaciones de las relaciones musicales de las palabras entre sí. Ahora bien, no todos los sujetos están dotados del poder de la contemplación artística fundamentada en el factor objetivo de la obra de arte, que es distinta de la efectuada mediante el elemento asociado; por consiguiente hay una contemplación artística simple, la que descansa en el factor objetivo de la obra de arte; y una contemplación artística profunda, basada en el factor asociativo que realiza el contemplador. La contemplación estética radica en el primer estadio, base que no supera quien carece de formación intelectual, propia de la percepción popular, y la que se fundamenta en la percepción asociativa, propia de los individuos dotados de un mayor desarrollo intelectual, propio de la percepción culta.

En primer lugar, la dimensión estética tiene que ver con la percepción de los sentidos, lo que indica que la realidad de las cosas hay que tenerla presente, porque la dimensión estética no es una cosa aérea, no es un asunto abstracto, no es algo imaginario, ni es algo de la fantasía. La estética siempre está vinculada a la realidad sensorial de las cosas. Todas las cosas se manifiestan para nuestros sentidos; quiere decir, que nosotros estamos en capacidad de entrar en relación con las cosas. Entonces, el sujeto que contempla es el primer aspecto; la realidad que se contempla es el segundo aspecto; y la relación que se establece entre el sujeto que contempla y la realidad contemplada es necesaria para la vivencia del sentimiento estético y para la realización de la creación artística. Es importante tener claro este criterio, de que el concepto de lo estético (y la estética en general), siempre va vinculado a la realidad, a la percepción de la realidad, no a la subjetividad, ni a la imaginación, ni a la fantasía.

En segundo lugar, el impacto que la realidad produce en la sensibilidad y la conciencia es clave para la creación; si nosotros no experimentásemos el impacto que las cosas producen en nuestro interior, no podríamos crear; es indispensable, por tanto, que se produzca ese impacto en la sensibilidad y la conciencia. Las cosas producen una huella en nosotros en virtud de nuestros sentidos, que nos ponen en comunión con las cosas. Entonces, la obra que contemplamos o la obra que producimos, la podemos realizar por la relación que establecemos con la realidad sensorial o con la cosa misma, pues el vínculo que se produce entre el sujeto y la cosa, es lo que genera el sentimiento estético; si no hay un vínculo entre el sujeto contemplador y la realidad contemplada, no habría sentimiento estético y, por consiguiente, tampoco habría obra artística.

La clave para producir el sentimiento estético es sentir. Se siente estéticamente, es decir, se pueden experimentar las sensaciones que las cosas producen en nuestra sensibilidad, pero para eso hay que sentir lo que las cosas proyectan. Para lograrlo, debe darse una actitud abierta, espontánea, libre, fluyente, natural en la percepción de la realidad para que los efluvios de la misma realidad y los fluidos de los fenómenos y las cosas penetren en nuestros sentidos físicos y metafísicos. Las cosas emiten fluidos, señales, irradiaciones, ondas, susurros, que no se ven, pero se sienten. Todo emite ondas o señales perceptivas, y es lo que implica que podemos sentir una simpatía o un rechazo por algo o por alguien. Se trata de ondas electromagnéticas que producen las cosas y los seres humanos, y que explican nuestra reacción ante las personas y las cosas. Constantemente emitimos ondas electromagnéticas, que la realidad también las emite, y esas ondas llegan a la sensibilidad, y la sensibilidad las capta y, al captarlas, las pasa al cerebro que las procesa. Quien tiene sensibilidad trascendente o sensibilidad caudalosa y empática puede sentir los flechazos de las cosas ya que todo tiene un efluvio, una emanación, una irradiación que se expresa como una onda en el aire, el agua o la luz en diferentes fluidos sensibles. De ahí que no podemos ser indiferentes a las cosas.

En la persona humana hay una actitud fundamental que genera el sentimiento estético. Esa actitud es emocional, pues se necesita una disposición afectiva del sujeto y un estado de contemplación para entrar en sintonía con las cosas. Es una actitud de contemplación desinteresada para que la realidad penetre en nosotros, pensando en alguien que quiera ejercitar su facultad creadora. Tengan presente que la relación que establecemos con las cosas, no es intelectual, ni imaginativa, ni volitiva; es una relación emocional y espiritual, afectiva y psicológica, es decir, una relación íntima de nuestra sensibilidad con la realidad de las cosas, y esa relación nos sirve de motivación para experimentar el sentimiento estético.

El sentimiento estético es la emoción que el sujeto experimenta ante la contemplación de un objeto, sea un paisaje, una persona, un cuadro. Si contemplamos un objeto y esa contemplación sacude nuestra sensibilidad, ese sacudimiento genera una emoción o un sentimiento, y ese sentimiento es estético.

El abordaje de la sensibilidad

La estética es la huella que una cosa produce en la sensibilidad, pero es una huella agradable como la belleza, que concita no solo la emoción estética, sino un sentimiento espiritual, una belleza profunda, una conmoción interior tanto de tipo físico como espiritual.

Los antiguos iluminados creían que la belleza conduce a la elevación del espíritu, ya que no genera solamente una sensación física, sino una emoción espiritual que produce una elevación del espíritu del contemplador, es decir, el sentido estético genera el aliento espiritual de la belleza sutil, ya que no consideramos la belleza solo en su aspecto físico, sino en la dimensión espiritual que se despierta en nosotros, como siempre ha ocurrido entre los contemplativos. Por esa razón, la doctrina de la contemplación estética enseña que hemos de contemplar entrañablemente la cosa para captar su esencia y su sentido. Una manera de decir que hay que profundizar en la vertiente estética para llegar a la verdad, para llegar al bien, para llegar a la espiritualidad. La experiencia mística es probablemente el estadio más elevado a que puede llegar la sensibilidad humana, y la experiencia mística existe cuando el sujeto tiene una vivencia entrañable y profunda con la fuente de la Divinidad, que puede llegar a un momento de éxtasis, de arrobo ante lo divino mismo, y hay quienes tienen la dicha de lograr un momento de fusión con la misma deidad. Eso no se da siempre cuando se busca, porque se trata de un don divino que se recibe cuando se nos da. La música, por ejemplo suele producir una emoción, la música elevada produce esa sensación, una sensación sublime, de arrobo espiritual. La pintura también puede producir esa emoción, como la produce todo gran arte.

Ese aspecto de la contemplación es una inclinación de la sensibilidad que tienen los niños, quienes aun estando con otros poseen la capacidad de apartarse del mundo real, abstraerse y evadirse para entrar en su mundo interior o vivir determinadas vivencias con cualquier realidad; pueden lograr una compenetración especial, en virtud de un fenómeno singular que se da en los niños, los poetas, los místicos y los locos. Ellos suelen tener un tipo de convivencia con la realidad circundante, y logran establecer una compenetración afectiva, emocional y espiritual con las cosas, de tal manera que durante esos momentos intensos de su vivencia, abstraídos de la realidad externa o de la realidad circundante, pueden experimentar un estado emocional, imaginativo y espiritual tan singular que, por ejemplo, mientras se encuentran contemplando una flor, como les sucede a los poetas, llegan a sentir como la flor, se identifican con la flor y a veces sienten que son la misma flor.

Una vez me contó Nidia Caro, la reconocida cantante boricua y mujer de una alta sensibilidad mística, que en una ocasión, mientras llovía, ella se puso a contemplar el árbol que se veía desde la ventana de su dormitorio y, en momento determinado, al ver que el agua caía sobre las ramas, se extasiaba contemplando cómo las gotas de agua caían sobre las hojas de los árboles, y al rato ella sentía que el agua que caía sobre las hojas estaba chorreando sobre sus espaldas, pero ella no estaba afuera mientras llovía, sino dentro de su habitación, y desde la ventana de su alcoba contemplaba la caída de la lluvia. Ese fenómeno de compenetración sensorial lo viven los contemplativos, los niños y los poetas en determinados momentos de sus vivencias, durante el estadio de una honda contemplación estética.

El sentimiento estético es una expresión de la sensibilidad que lo experimentan todos los seres humanos, en todos los niveles y en cualquier circunstancia; pero sucede que es diferente en una persona sin formación escolar o en quien tiene disciplina intelectual, con una alta escolaridad y, sobre todo, si esa persona tiene desarrollada la sensibilidad poética. El que ha desarrollado su sensibilidad poética despliega al más alto nivel el sentimiento estético, pero conviene advertir que una ama de casa común y corriente cuando está limpiando, cuando pone un adorno en la pared de su casa, cuando cultiva el jardín en el patio de su vivienda, eso es expresión del sentimiento estético, del goce estético, pues en la limpieza, en el adorno, en la organización o distribución del moviliario casero refleja también la valoración por la belleza.

En los creadores, artistas y poetas, el sentimiento estético tiene otro nivel, porque revela un estadio de la creatividad, ya que no solamente busca la expresión de la dimensión estética en las cosas, sino que hace de su creación una forma de exaltar una función estética y espiritual.

Hay personas que tienen una potencia sensitiva tan poderosa que experimentan dolor ante una emoción estética, ante una vivencia sensorial, ante una realidad estremecedora. Hay creadores y, sobre todo poetas, que al crear experimentan un dolor similar al dolor del parto, y sufren una angustia terrible, de tal manera que si no escriben o pintan o componen, es decir, si no se desahogan con la palabra, el pincel o el instrumento musical lo que sienten, hasta se pueden enfermar en virtud de su alta sensibilidad.

Garcilaso de la Vega hablaba del “dolorido sentir” que distingue a los genuinos poetas. Ese celebrado poeta español decía que los creadores experimentan un “dolorido sentir”, ya que viven todo, sufren todo y lo gozan todo, pues no son indiferentes a nada, como generalmente les sucede a los creadores de alta sensibilidad. Todo el mundo tiene sensibilidad, pero en algunos esa sensibilidad parece muy elemental, pues son indiferentes a muchas cosas, insensibles a las grandes manifestaciones del arte, la literatura, la música, la pintura, desde luego, a la filosofía, la teología o la mística. La dimensión de la alta cultura, de la cultura humanística no cuenta para ellos, porque su sensibilidad está en su mínima expresión; pero cuando se tiene una caudalosa sensibilidad en su máxima expresión, los sujetos dotados con ese nivel profundo en su sensibilidad no son indiferentes a nada, y tienen que valerse de algún arte para canalizar lo que mana de su interior, porque tienen una sensibilidad altamente potenciada, y si no canalizan sus sentimientos se pueden enfermar. Entonces, hay que verter hacia afuera lo que la sensibilidad experimenta dentro, no solo para sentir, no solo para sentirnos bien, sino sobre todo para crear. De ahí el alcance y la función de la sensibilidad y la potencia creadora de nuestros talentos.

Cauce creativo de la sensibilidad

La palabra es el mejor mecanismo de desahogo, la mejor herramienta de expresión, el mejor instrumento para verter todo lo que experimentamos en el hondón de nuestra sensibilidad. La palabra libera, ya que mediante la voz de la creación expresamos angustias y obsesiones, liberamos tensiones y ansiedades, canalizamos miedos y traumas, y, por supuesto, plasmamos nuestro poder creador. Tanto la palabra, como el poder de reflexión, intuición y creación, constituyen el signo del Logos, el más alto atributo que hemos recibido de Dios. Con el don de la palabra, que es lo mismo que decir, el don del Logos, encauzamos los talentos de nuestra interioridad.

La sensibilidad capta las señales de la realidad material, pues la realidad emite constantemente señales, vibraciones, fluidos, efluvios o manifestaciones sensoriales que captan nuestros sentidos físicos, y manifestaciones suprasensibles que perciben nuestros sentidos metafísicos. El poder intelectivo de nuestra mente descifra la realidad de las cosas, su función y su significado. Nuestra sensibilidad capta la realidad, pero nuestra sensibilidad no la descifra; es nuestra inteligencia, el intelecto de nuestra mente o el poder intuitivo de nuestra conciencia la que procesa y descifra el significado de la realidad; por esa razón Aristóteles decía que nada llega al intelecto si antes no pasa por los sentidos, porque nuestros sentidos corporales son los canales que encauzan las señales de la realidad. Los sentidos son las antenas de percepción de nuestra sensibilidad a cuyo través captamos las señales de la realidad y que la inteligencia interpreta. Lo que hace la sensibilidad es captar las señales de la realidad. Lo que hace la inteligencia es procesar e interpretar esas señales sensibles. Desde luego, la percepción de los sentidos funda los conocimientos que tenemos de las cosas, porque nosotros tenemos un conocimiento del mundo, conocimiento que nos llega por el contacto de nuestros sentidos corporales con las señales sensoriales de las cosas; y esas señales son las que hieren nuestra sensibilidad a través de los sentidos, y son la base para nutrir la sensibilidad estética y la sensibilidad espiritual. Por esa razón la estética está vinculada con la sensibilidad, ya que la estética es la expresión artística del sentir.

Vamos a enfocar la dimensión estética de la realidad y la manera de abordarla ya que no se trata de un objeto físico, aunque proviene de la dimensión material de la realidad.

En primer lugar, tenemos la belleza sensorial de lo viviente que las cosas reflejan y que, desde la perspectiva de nuestra percepción de la realidad, descubrimos los datos sensoriales de las cosas que captan nuestros sentidos corporales o sentidos físicos. Ahora bien, a la luz de la de la obra de creación podemos enfocar los aspectos que generan una fascinación o un deleite, que comúnmente llamamos el placer de los sentidos. Es decir, se trata de dos aspectos diferentes: la dimensión estética de la realidad sensible y la dimensión estética de la obra creada por el hombre.

En segundo lugar, podemos observar la dimensión sensorial en dos aspectos diferentes: las sensaciones  y los sentimientos. Sensaciones son las reacciones de nuestros sentidos corporales ante el influjo de las cosas; sentimientos son las reacciones de nuestra interioridad ante lo que perciben nuestros sentidos corporales. El sentimiento se vincula con el alma y con nuestros sentidos metafísicos, vínculo que genera el encanto espiritual que las cosas suelen despertar en nuestro interior.

En tercer lugar, podemos hablar de la huella, el efecto de la belleza o la dimensión estética de las cosas en la creatividad porque la dimensión estética genera en nuestra sensibilidad determinadas reacciones que concitan o despiertan nuestro talento creador. Tenemos estimulaciones sensibles (visuales, gustativas, olfatorias, auditivas y táctiles), que generan las sensaciones corporales placenteras o dolorosas. Y también concitan las emociones anímicas, que pueden ser gratas o desagradables. Pues bien, el talento creador, en el ámbito de la sensibilidad, se manifiesta en la creación de obras de arte vinculadas con las sensaciones de los sentidos físicos: visuales (pintura, decoración, fotografía), auditivas (música, ópera, parábola), gustativas (gastrosofía, arte culinario, repostería), olfativas (velas aromáticas, perfumería, incensario), táctiles (escultura, artesanía, dibujo) o combinadas (cine, danza, coreografía).

Conviene establecer la diferencia entre la REALIDAD SENSORIAL, la REALIDAD ESTÉTICA y la REALIDAD METAFÍSICA, determinantes en la fragua de la sensibilidad. La realidad sensorial es la faceta material, objetiva y tangible de las cosas, que comprende las sensaciones percibidas mediante los sentidos físicos. La realidad estéticaes el caudal interior de lo vivido y lo sentido mediante intuiciones, experiencias, visiones, conocimientos y recuerdos amasados en el fuero de la conciencia. Y la realidad metafísica es el ámbito de lo intangible, dimensión a la que llega la sensibilidad trascendente mediante la percepción de estelas, susurros, irradiaciones, sueños, ondas y revelaciones sutiles.

El impacto de la belleza, tanto de la realidad sensorial como de la realidad metafísica, tiene variadas manifestaciones y efectos diversos. La belleza concita la sensibilidad, especialmente la sensibilidad estética y espiritual, de tal manera que los místicos, entre ellos Platón y san Juan de la Cruz, sostenían que la belleza culmina en Dios. Eso confirma que además de la sensibilidad física hay una sensibilidad espiritual, es decir, que podemos apreciar el sentido sensorial y espiritual de lo estético, el efecto de la belleza en nuestra sensibilidad y en nuestra conciencia, especialmente en contemplativos y creadores.

También se puede enfocar la realidad estética como cauce y fuero de los sentidos. Eso implica que podemos valorar la fascinación que algo nos produce, es decir, las sensaciones y las emociones que una determinada realidad genera en la sensibilidad y la conciencia.

Cuando hablamos de expresión estética, no siempre tiene que la dimensión de la belleza, sino con alguna manifestación que hiera los sentidos. Normalmente, la estética implica la belleza, pero comprende también todo lo concitado por los sentidos, que no siempre es lo bello de las cosas. Por consiguiente, se puede describir la manifestación estética de cualquier faceta sensorial de la realidad. Se puede describir lo que está sucediendo, lo que nuestra sensibilidad percibe de la realidad, sea por cualquier dimensión de los sentidos corporales a través de la vista, el olfato, el oído, el gusto y el tacto. También se puede apreciar la vertiente afectiva o la faceta espiritual que la realidad produce en el interior del sujeto, lo que es otra dimensión de la consideración estética, pero el impacto afectivo, psicológico o espiritual que lo real provoca en la sensibilidad, es decir, el goce o el dolor que genera en el espectador o contemplador es también una dimensión de la vertiente estética. Igualmente se puede valorar la fruición de índole espiritual que la realidad genera en el interior del sujeto. De igual manera se puede enfocar la intuición de lo estético, porque una realidad puede ser asumida y sentida por varias personas que la contemplen, y esa realidad influye de manera diferente en la sensibilidad estética de cada contemplador. Se podría apreciar un mundo de sensaciones y emociones en los contempladores, y en otros no inspirar nada. Es decir, cualquier realidad sensorial puede ser una chispa que atice o encienda la capacidad estética del contemplador; eso indica que en un determinado contemplador hubo una sintonía con algún dato de la realidad ya que pudo sentir algo de esa realidad, porque para emocionarse hay que sentir, y para crear hay que sentir, y para vivir hay que sentir, pues nadie vive, ni se emociona ni crea si no siente. Por eso decía Rainer María Rilke que lo más importante es sentir, como lo experimentó el famoso poeta alemán. La mayoría de las personas sienten, pero no saben cómo expresarlo, porque no han desarrollado la capacidad expresiva para plasmar lo que viven y sienten. Pero los poetas, como dijera William Blake, saben “ver un mundo en un grano de arena”. El ilustre poeta inglés pensó en el tigre, y escribió uno de los poemas más hermosos sobre esa temible fiera de la selva. El poema de William Blake es el siguiente: “Tigre, tigre, que te enciendes en luz/ por los bosques de la noche./ ¿Qué mano inmortal, qué ojo / pudo idear tu terrible simetría? /¿En qué profundidades distantes, en qué cielos /ardió el fuego de tus ojos?/ ¿Con qué alas osó elevarse?/ ¿Qué mano osó tomar ese fuego?/ ¿Y qué hombro, y qué arte /pudo tejer la nervadura de tu corazón?/ Y al comenzar los latidos de tu corazón/¿qué mano terrible? ¿Qué terribles pies?/ ¿Qué martillo? ¿Qué cadena?/ ¿En qué horno se templó tu cerebro/ en qué yunque? ¿Qué tremendas garras osaron sus mortales terrores dominar?/ Cuando las estrellas arrojaron sus lanzas/y bañaron los cielos con sus lágrimas/ ¿sonrió al ver su obra?/ ¿Quien hizo al cordero fue quien te hizo?” (William Blake, Ver un mundo en un grano de arena, Madrid, Visor, 2009, p. 195).

En el proceso de creación, la memoria sirve para nutrir con base firme la sustancia de la creación. No solo registra y guarda nuestras intuiciones y vivencias, sino que alimenta todo lo que podemos crear, recordar y evocar,  todo lo que hemos sentido y vivido, porque la memoria va a ser la generadora de lo que en literatura se llama “realidad estética”. La realidad estética es el caudal de intuiciones, vivencias y experiencias, de conocimientos acumulados que se van registrando y que se guardan en un sitio de la mente, en un archivo que tenemos dentro de la conciencia. De la misma forma, en el Universo hay también un archivo de cuanto ha acontecido a lo largo del tiempo. Por ejemplo, lo que nos ofrece la computadora es una imagen de la computadora del Universo. Todo lo que se archiva se guarda en un registro cósmico. Antes de que existiera la computadora todo ha estado guardado en un lugar del Universo y no lo sabíamos; pero hay poetas que lo intuyeron, y hay iluminados y místicos que intuyeron esa realidad antes de que lo descubriera la ciencia. Por eso los antiguos místicos hablaban del Numen, que es la memoria de la sabiduría espiritual del Universo. Sabemos que el Universo tiene una sabiduría, así como cada uno de nosotros puede crear su propia sabiduría. Los primeros que intuyeron el inconsciente colectivo fueron los poetas. Luego fue certificado por psicólogos y psiquiatras. Cuando Freud habló por primera vez de la existentica del inconsciente colectivo los intelectuales lo felicitaron por ese gran acierto, pero el psiquiatra alemán advirtió que no había sido él el descubridor del inconsciente, pues según sus palabras, ya lo habían descubierto los poetas al plasmar el conocimiento de esa realidad psíquica en sus imágenes y símbolos del inconsciente. Es decir, antes que Freud, lo intuyeron los poetas, sobre todo los poetas metafísicos y místicos que abordan la realidad en su hondura metafísica y simbólica con la capacidad de penetrar en esa zona misteriosa, sagrada y secreta del Universo, porque poseen un cordón umbilical en sus neuronas cerebrales para sintonizar la sabiduría secreta del Numen, y en tal virtud tienen el poder que los conecta con esa energía sagrada, con la energía cósmica y con la Divinidad. Entonces, hay una intuición de la belleza sutil, que es la belleza espiritual, sublime y divina, como también puede lograrse una valoración de la verdad y la belleza, o ver en la belleza una expresión de la Verdad sublime y del Bien universal.

La huella de la realidad metafísica, como la elevación mística y la creación artística, conducen al ascenso espiritual. De ahí la valoración del arte y la belleza como un camino hacia lo divino. En la concepción espiritual de alta estirpe el ideal de belleza siempre ha concitado un sentido espiritual porque se percibe como algo inherente a la armonía cósmica. Y eso obedece al influjo de muy antiguas esencias que desde la sensibilidad profunda han inspirado la inclinación espiritual de pensadores, iluminados y estetas.

® Bruno Rosario Candelier

 

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