El Diccionario fraseológico: una celebración de la dominicanidad

Por Rita Díaz Blanco

La confección de un diccionario supone para una cultura un avance significativo y trascendental, pues se convierte en una herramienta de doble provecho: como representación folklórica, reflejo de un acuerdo social sobre el uso de la lengua, y como fuente de información, de provecho didáctico-pedagógico. Ello se convierte en reflejo neto de la lengua y la cultura en un espacio y tiempos definidos recurrentemente fundamentales para las necesidades comunicativas de sus hablantes, lo cual posibilita una continua reflexión sobre el idioma, sus peculiaridades, sus fortalezas y debilidades.

Para la República Dominicana constituye un logro enorme el caudal de frases compiladas y definidas en esta obra, el Diccionario fraseológico del español dominicano (Difrado), obra publicada por la Academia Dominicana de Lengua (ADL), bajo la autoría de Bruno Rosario Candelier, Irene Pérez Guerra y Roberto Guzmán. Este registro cultural posee la recopilación de un amplio número de frases, adagios, giros y locuciones con cuyos rastros idiomáticos se ponen de manifiesto no solo las variantes de un español caribeño, sino las creencias populares, los estilos de vida y la diversidad cultural de sus hablantes. El Difrado contempla aquellas expresiones que con sus variantes nos permiten conocer cercanamente cómo piensan, viven y hablan los dominicanos a través del tiempo.

La descripción de los modismos de esta obra es fruto de la exploración literaria en textos de carácter diverso: narrativa, ensayo, poesía, así como de la tradición oral y las publicaciones de la prensa nacional, organizados de acuerdo a los lineamientos que rige la investigación de un trabajo de esta naturaleza.

Las obras consultadas de manera minuciosa y certera permitieron recrear distintos escenarios regionales, aunque permea la tonalidad de una población que habla el mismo idioma y conserva su propia identidad: un proyecto que tiene como producto y protagonista al pueblo dominicano. Por lo que es evidente que no solo representa el caudal del argot popular, sino de toda la población, sin importar su estatus económico, social y cultural. Sus quinientas treinta y siete páginas son un deleite folclórico y una genuina celebración de la dominicanidad. Además, es imprescindible asentar que el proceso de selección y anotación que se ha llevado a cabo es fiel representante del producto que se ha logrado publicar, ejecutada con rigor y brillantez, sin nada que envidiar de otros trabajos fraseológicos internacionales.

Por otro lado, es importante establecer su valor como producto del lenguaje que nos sirve como medio para manifestar nuestros pensamientos. El ser humano, único ser capaz de razonar más allá de sus necesidades circunstanciales e instintivas, lleva consigo consustancialmente la palabra para expresar emociones, ideas, remembranzas, etc. No en vano afirmaba Octavio Paz que “El hombre es un ser de palabras” y con ellas puede crear su espacio social, darse a entender a otros e interpretar el mundo que le rodea. Las palabras nos permiten dejar huellas y registro de mensajes a lo largo del tiempo, y este diccionario no es la excepción.

El Difrado fija una marca en el antes y el después del español dominicano. Las combinaciones idiomáticas que se recogen en este registro fraseográfico son la viva voz de un pueblo que con el pasar del tiempo ha sabido adaptar la lengua que viajó con los conquistadores a sus posibilidades y necesidades y hacerla peculiar a su forma de decir las cosas, con encanto, con sabor a cultura propia. En ninguna parte se habla un español como el que cae en boca de los quisqueyanos de la patria de Duarte. Cuando analizamos, por ejemplo, la palabra “palo”, el jolgorio de significados que brota de sus entrañas es digno de admiración: si se es vengativo se “dan palos por garrotazos”, es decir, se devuelve mal por mal. Si se obtiene un beneficio, a pesar del riesgo que se toma el hecho, “se da el palo de la gata”. Si toma alcohol, solo o acompañado, se “está dando sus palitos”. Si hace algo sorpresivamente que afecta a otro, ha dado “un palo acechao” (Palo, p.361). Y así sucesivamente, vamos encontrando la particularidad dialectal de nuestro pueblo.

En cuanto a su provecho didáctico-pedagógico que mencionaba al principio, es pertinente dilucidar que, aunque el Difrado no define las unidades léxicas con el peso de un diccionario tradicional, ya que no es un diccionario de palabras, es un elemento primordial para docentes del área de lengua española, sociología y disciplinas afines que pretendan entender el contexto discursivo en que producimos nuestras expresiones. El valor que se recoge en los idiomatismos de este material permite determinar el significado y su correcta interpretación que condiciona nuestra comunicación. Entonces, no es lo que decimos, sino cómo lo decimos lo que hace la diferencia en esta constante adecuación a las variadas circunstancias, por lo que la producción y la recepción de mensajes solo puede darse con efectividad cuando tenemos conocimiento del contexto sociocultural de los diferentes registros que utilizamos. El resultado de la inclusión del Difrado en programas de formación será orientamos para poder interpretar y promover el contenido de un mensaje de forma pertinente.

Pocos lugares guardan, como la República Dominicana, historias pintorescas, curiosas leyendas, hechos imponentes donde los relatos cotidianos toman una óptica fantástica. Lo que decimos, lo decimos a nuestra manera y nos permitimos recorrer un amplio arsenal de situaciones, porque en verdad, hay cosas que solo les pasan a los dominicanos y otras que solo somos capaces de hacerlas nosotros.

El valor de las idiolexías, como le llama Bruno Rosario Candelier en el prólogo de este diccionario a las unidades fraseológicas, poseedoras de significación única y típica de nuestros usuarios de la lengua, testimonian las vivencias y creencias de unos hablantes que han sabido, con gran astucia, sacar el mejor provecho a las circunstancias adversas. Cada usuario del español dominicano se encuentra representado en esta obra, pues es el Difrado un espejo cultural cuyos reflejos irradian las expresiones con las que, con inmensa capacidad creativa y de construcción, piensa, sueña y habla la sociedad en general.

Definitivamente, la ADL ha “quemado la liga” al poner en nuestras manos un tesoro del idioma que es “carne de nuestra carne” y que aspira a manifestar lo que verdaderamente somos, creemos y sentimos.

 

Rita Díaz Blanco
Academia Dominicana de la Lengua

La Vega, Casa de la Cultura, 27 de agosto de 2016.